Los textos más antiguos, leídos gracias a la última tecnología
Fotografía técnica de los papiros de Herculano
Con ayuda de la IA, expertos han accedido a la lectura de textos de filósofos griegos contenidos en papiros carbonizados; fueron hallados en una villa romana tapada por el Vesubio en el siglo I
Hugo Francisco Bauzá
Gracias a la inteligencia artificial y a modernas técnicas aplicadas a la papirología, la ciencia que se ocupa de la recuperación y lectura de antiguos papiros, ha salido a luz el contenido de valiosos testimonios de la Antigüedad clásica. Así sucede con rollos papiráceos carbonizados hallados en Herculano, cuyo contenido hasta aquí no podía leerse dado que, al intentar desenrollarlos, se craquelaban. Se trata, principalmente, de textos filosóficos relevantes para la cultura occidental, que además ofrecen algunas curiosas referencias sobre la Antigüedad; entre ellas, la supuesta localización de la tumba de Platón en uno de los Jardines de la Academia ateniense, en contradicción con la versión “canónica” de que el filósofo había sido vendido como esclavo en Siracusa.
Hoy, tres jóvenes investigadores lograron leer cuatro pasajes de uno de esos papiros sin tener que desenrollarlo (obtuvieron, de paso, un premio de unos 700.000 dólares ofrecido en un reciente concurso por magnates de Silicon Valley). Lograron la hazaña interviniéndolos digitalmente mediante tomografía computarizada, más el auxilio de rayos X.
Un equipo de arqueólogos acaba de sacar a luz una villa monumental del siglo I desde donde, tal vez, el ilustre naturalista Plinio el Viejo pudo haber contemplado la erupción
¿De dónde vienen estos papiros? El 24 de agosto del año 79 una potente erupción del Vesubio sepultó las ciudades de Pompeya y Herculano, dañando también el litoral de la Campania. Conocemos los detalles de esa tragedia por Plinio el Joven, de solo 17 años cuando ocurrió, quien la narra en dos cartas a su amigo, el historiador Cornelio Tácito. Le cuenta que Plinio el Viejo, su tío y padre adoptivo, naturalista y destacado militar romano, en aras de socorrer a las víctimas y en su deseo de conocer de cerca ese fenómeno natural, pretendió acercarse al siniestro. Mas, al ver frustrado su propósito, llegó a Estabia y se refugió en la residencia de su amigo Pomponiano, en el cabo Miseno, donde pereció asfixiado como tantos otros.
Siglos después, en esa zona vesubiana un equipo de arqueólogos acaba de sacar a luz una villa monumental del siglo I desde donde, tal vez, el ilustre naturalista pudo haber contemplado la erupción. Hasta entonces el Vesubio era solo un monte, lo del volcán se supo mucho después, al comparar sus lenguas de fuego con las erupciones flamígeras del Etna, en Sicilia. Los antiguos mitos situaban en esa región la fragua del dios Vulcano, el Hefesto de los griegos (del nombre de la deidad procede el término “volcán” referido a montes con cráteres que despiden fuego). Para los estoicos el siniestro era un “castigo divino”, ya que entendían que tanto Pompeya como Herculano eran ciudades disolutas en las que la aristocracia romana, durante los veranos, se entregaba al placer.
En 1752, por orden de Carlos VII de Borbón, entonces rey de Nápoles, se inició la excavación de los sitios arqueológicos de Pompeya y Herculano, labor luego interrumpida pero retomada años más tarde. Herculano es hoy “un laboratorio arqueológico a cielo abierto”.
Filósofo y bibliotecario
Allí el ingeniero suizo Carl Weber halló restos de un edificio que incluía una biblioteca con textos griegos; se presume que puede haber habido también allí una con textos latinos. La imponente villa pertenecía al político y general Lucio Calpurnio Pisón Cesonino. Este, durante su proconsulado en Macedonia, no solo depredó esa gobernación sino que saqueó sus templos, hecho aberrante denunciado por Cicerón en un famoso discurso del 51 a. C. (Contra Pisón). Por eso fue juzgado y condenado; años más tarde, cuando Julio César, su yerno, alcanzó el poder, logró el indulto. A esa fastuosa residencia Pisón llevó como bibliotecario al filósofo Filodemo, procedente de Gadara. Ser bibliotecario no era entonces el caso de un amanuense que ordena los rollos papiráceos, sino el de un estudioso quie reunía en torno de sí a diversos pensadores. Lo sabemos, por ejemplo, gracias al hallazgo de un fragmento de papiro que probaría que Virgilio, Horacio y otros destacados poetas latinos frecuentaban sus lecciones.
Así es el rollo carbonizado que Herculano, por el que gracias a la inteligencia artificial, se logró descifrar qué dice dentro(Fuente: Universidad de Kentucky/YouTube - pigman college of engineering)
La biblioteca estaba compuesta preferentemente de textos epicúreos, vale decir, de filósofos cuya doctrina preconizaba la ataraxía, la serenidad, necesaria para el logro de la eudaimonía, la felicidad. Los auténticos epicúreos son quienes persiguen no un placer sensual, sino uno interior, vale decir, no de los sentidos, sino del alma.
"Por iniciativa del filólogo Knut Kleve, idearon un preparado de ácido acético y gelatina que, elevado a alta temperatura, permitió desplegar parte de los papiros sin que el material se resquebrajara"
Cuando en esa biblioteca los arqueólogos hallaron ese material carbonizado por la erupción, los rollos parecían viejos troncos calcinados. Advirtieron que los papiros no podían ser desenrollados pues se quebraban al intentar separar los folios, pegados como capas de cebolla. Para abrirlos se ensayaron diversos intentos infructuosos hasta que bioquímicos de la Universidad de Oslo, por iniciativa del filólogo Knut Kleve, idearon un preparado de ácido acético y gelatina que, elevado a alta temperatura, permitió desplegar parte de los papiros sin que el material se resquebrajara. Sorpresa mayúscula: eran textos desconocidos de antiguos filósofos griegos, entre ellos Epicuro, Demetrio Lacón, Metrodoro, el propio Filodemo… Una fiesta para la ciencia papirológica y para la historia de la filosofía.
Epicúreos
En la zona de la Campania hubo entonces dos importantes centros epicureístas: uno en Pozzuoli, fundado por el sabio Sirón, y otro en Herculano, nucleado en torno de Filodemo. Ambos perseguían la libertad interior, pero sus métodos diferían. Uno tenía preceptos rígidos; el otro, en cambio, moderados. En el de Sirón, al que pertenecía Virgilio, se recomendaba al sabio apartarse de la política, del amor y de la poesía dado que estos, al provocar inquietudes, impedían el logro de la felicidad. En el de Filodemo, más flexible, se podía poetizar no en forma agónica, sino como nuga, divertimento, y en cuanto a la política, si bien se sugería no practicarla, no se impedía teorizar sobre ella. Así lo prueba el tratado, hasta entonces desconocido, de Filodemo Acerca del buen rey según Homero, en el que este pensador justifica el ejercicio de la monarquía no en sentido rígido y totalitario, sino a la manera de la de los monarcas homéricos, donde el rey conoce a cada uno de los suyos. A las lecciones de Filodemo asistía Julio César cuando joven y allí habría fortalecido sus ideas monárquicas o imperiales. Con los años, el dictador se casaría con Calpurnia, hija de Pisón, el propietario de la villa.
Del valioso material hallado, el filólogo Tiziano Dorandi logró recuperar el mencionado tratado, publicado hoy en edición bilingüe griego/italiano: Il buon re secondo Omero (Napoli, Bibliopolis). En él se destaca que el buen rey, ajeno a un proceder absoluto, debe privilegiar la justicia y actuar siempre bajo el imperio de la phrónesis (inteligencia razonada, sabiduría). Allí sostiene que “la discordia es la ruina de las familias y la que lleva a los principados al desastre” (XXVIII, 9 ss.), con lo que delinea el modelo del “buen príncipe”, del mismo modo en que su maestro Epicuro había esbozado el del “sabio”. También, gracias a esas labores papirológicas, contamos hoy con la reconstrucción del Tratado sobre música, del mismo Filodemo, valiosa labor de la estudiosa Annemarie Neubecker.
Estos trabajos vienen siendo publicados en la colección Papiri Ercolanensi iniciada por el filólogo clásico Marcello Gigante, quien, hace varias décadas, me mostró in situ los restos de Herculano.
En el siglo pasado, en un alarde de fastuosidad aunque de discutible reconstrucción arquitectónica, el magnate y coleccionista J. Paul Getty reprodujo esa villa en California –la famosa Villa Getty de Malibú– que alberga interesantes piezas arqueológicas. De algunas de ellas hoy, en Italia, en sede judicial, se viene cuestionando su procedencia.
La importante estatuaria griega hallada en la villa, que Pisón había traído desde Macedonia, se exhibe en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles, junto a las encontradas en Pompeya, repositorio famoso, entre otros tesoros, por su colección de piezas eróticas, entre ellas la del muy comentado Hermafrodito.
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.