miércoles, 3 de julio de 2024

CLAVES AMERICANAS Y LOS DESAFÍOS DEL GOBIERNO


Biden: ¿el principio del fin?
Andrés Oppenheimer

El presidente Joe Biden ha hecho un muy buen gobierno, pero sus desastrosas lagunas mentales en el debate presidencial perjudicarán seriamente sus posibilidades de ser reelegido en noviembre.
A menos que renuncie como candidato, es probable que Donald Trump gane las elecciones y convierta al país en una república bananera con armas nucleares o en una Venezuela de habla inglesa.
Aunque es cierto que Trump, de 78 años, es una máquina de decir mentiras y un delincuente convicto que dijo un disparate tras otro en el debate, lució mucho más joven y vigoroso que Biden, que tiene 81. Y eso va a tener un impacto enorme, porque mucha gente que no lee los periódicos nunca se va a enterar de las descaradas falsedades que dijo Trump sobre la economía, la inmigración y otros temas.
Lo que vieron fue a un expresidente que parecía en mejor estado físico que Biden, quien al principio del debate perdió el hilo de sus pensamientos y se detuvo en la mitad de una frase durante varios segundos interminables.
Biden lo tenía todo para ganar el debate: la economía de Estados Unidos está creciendo más que la de prácticamente todos los demás países industrializados, la bolsa de valores de Wall Street está en sus máximos históricos, el desempleo está cerca de sus niveles más bajos en cinco décadas, la inflación está bajando y la inmigración ilegal, el tema distintivo de Trump, está disminuyendo rápidamente.
Asimismo, los abrazos de Trump con dictadores como Kim Jong-un de Corea del Norte, su apoyo público a los violentos que tomaron el Capitolio el 6 de enero de 2021 y sus políticas impopulares sobre el aborto y el cambio climático habrían convertido al aspirante republicano en un blanco fácil de atacar. Pero Biden no pudo o no supo contrarrestar las mentiras de Trump. Tomemos el tema de la inmigración, que Trump sacó a relucir para desviar la conversación cada vez que le hablaban sobre sus cargos criminales o sus relaciones extramatrimoniales.
Biden podría haber contrarrestado fácilmente la afirmación de Trump de que hay una invasión de inmigrantes indocumentados citando las últimas cifras oficiales, que muestran que los cruces de inmigrantes indocumentados cayeron más del 40 por ciento en los primeros cinco meses de este año.
Biden también podría haber dicho que la frecuente afirmación de Trump de que los inmigrantes “están envenenando la sangre de este país” es un comentario racista de la era nazi que oscurece el hecho de que Estados Unidos necesita de inmigrantes para mantener su crecimiento económico.
Asimismo, Biden podría haber ridiculizado la falsa afirmación de Trump de que Biden abrió la frontera a “millones” de inmigrantes que “vienen aquí desde prisiones, cárceles e instituciones psiquiátricas” para cometer delitos violentos. “¿En serio? ¿Millones de presos y enfermos mentales que vienen a matar gente?”, podría haber preguntado Biden burlonamente, dejando en claro que Trump estaba diciendo disparates.
Biden se limitó a responder que “todo lo que dice es mentira”, pero sin explicar que todos los estudios serios muestran que los migrantes cometen menos crímenes violentos que los ciudadanos estadounidenses.
Biden también podría haberse burlado de la afirmación de Trump de que los inmigrantes están robando “empleos (de los) negros”, lo que no es cierto. Según la Cámara de Comercio de Estados Unidos, hay 9 millones de puestos vacantes, pero solo 6,4 millones de trabajadores sin empleo disponibles.
Idealmente, Biden podría también haber planteado la necesidad de una alianza estratégica de Estados Unidos con países amigos de América Latina para ayudarlos a salir de la pobreza y reducir la migración. Lamentablemente, América Latina ni figuró en el debate.
“Es muy preocupante que América Latina no haya estado presente ni dentro de las locuras de Trump ni en las lagunas mentales del presidente Biden”, me dijo Alejandro Werner, exjefe del Departamento del Hemisferio Occidental del Fondo Monetario Internacional.
Biden dijo tras el debate que “es muy difícil discutir con un mentiroso”, y eso es cierto. Sin embargo, por el bien del país, Biden debería hacerse a un lado y proponer a un candidato demócrata más joven. De lo contrario, es muy probable que gane Trump, y que convierta a Estados Unidos en una autocracia corrupta con un líder delirante, como Venezuela

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Entre el camino y el atajo
Bernardo Saravia Frías
Se cierra una etapa del Gobierno. Los primeros seis meses fueron una continuación de la campaña electoral, con una situación abierta de histeria psicoanalítica, marcada por el mantra de la motosierra que venía a destruir, sin tener claro si todo, parte, qué ni cómo.
Kant distinguía entre quid facti y quid juris, el mundo de los hechos y el del pensamiento. Gobernar es la capacidad de asociarlos, de trazar una trayectoria exitosa desde el pensamiento (un plan de gobierno) hasta los hechos. El riesgo de quedarse en el dogma se refleja en el lema del Mayo del 68 francés: “Soyons réalistes, demandons l’impossible” (seamos realistas, pidamos lo imposible); en el infinito irrealizable de la teoría.
Con la probable aprobación de la Ley Bases se abre un nuevo escenario donde se acaban las excusas, especialmente con la delegación legislativa. El mayor logro hasta acá es ontológico: una sociedad que aceptó mayoritariamente la propuesta del esfuerzo para salir de la ciénaga en la que nos metió el despilfarro de un sistema agotado. Pero sería miope hacer caso omiso de los desafíos por delante, que explican el estado vacilante de la inversión.
Es que si se presta atención a las principales áreas, aparte de la económica, el signo distintivo es el amateurismo, disimulado por la baja de la inflación y el vocerío en redes. En educación, una marcha multitudinaria por recortes estratégicamente inexplicables; en salud, epidemia del dengue, sin respuesta articulada; en acción social, medicamentos y alimentos venciendo en galpones; en relaciones exteriores, viajes y declaraciones incongruentes y ofensivas, sin medir deudas vigentes ni consecuencias de mediano plazo; en trabajo, huelgas (justificables y no) en medio de desempleo y recesión creciente. Y se podría seguir abundando, con eyecciones inesperadas de jefes de Gabinete y tembladeral de ministros.
Pero el punto no es solo mirar el vaso lleno de yerros. Se trata de que el Gobierno está en un punto de quiebre, y toda la sociedad argentina a la par. Para entender la razón, hay que volver a la distinción kantiana y destacar que entre el mundo de las ideas y los hechos están las instituciones, que hacen de polea de transmisión para permitir que las ideas se vistan de realidad, sin poner en peligro la paz social.
Aparece la tentación del atajo inmoral para unir hechos con ideas en toda su dimensión, que mostró su condición de posibilidad con las postulaciones para la Corte Suprema, que tiñen de grave sospecha el vínculo con la Justicia, si se enmarcan en la sentencia desorbitada en la causa cuadernos.
Y aquí la paradoja que describe mejor que nada el umbral en el que está la Argentina: se festeja la aprobación agónica de una ley después de un semestre de intentos frustrados, revelando un logro elemental: un vínculo institucional con el Congreso que funciona y se respeta. Pero si se mira el otro poder, la Justicia, no se termina de vislumbrar si es el camino elegido para enmendar errores y proyectar futuro estable, justamente cuando la única salida es empezar a gobernar en serio.
La realidad no se cambia solo con gotas de tinta; tampoco con atajos que llevan al precipicio institucional. Hace falta gobernar con ideas claras y distintas, sí; con pragmatismo, también. Con ética, siempre, de la convicción y de la responsabilidad.

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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