Antes que Homero y Heródoto: la sacerdotisa que firmó el primer libro de la historia
Esculturas de la muestra en la Biblioteca y Museo Morgan de Nueva York, que explora el mundo de Enheduanna, la primera autora conocida de la historia (Lila Barth/The New York Times)
Una editorial española acaba de publicar, por primera vez en nuestro idioma, la única obra que se conserva de Enheduanna; “Ella habla, las ciudades se derrumban” se consigue en el país en formato ebook
Laura Ventura
Había una vez, mil quinientos años antes que Homero, una sacerdotisa y poeta sumeria que escribió himnos sublimes, composiciones cuya influencia se puede encontrar en salmos bíblicos. El primer autor de la historia de la humanidad que firmó con su nombre fue una mujer: Enheduanna. Durante milenios, su identidad y aporte estuvieron sepultados en los laberintos del tiempo, hasta 1927. Luego comenzó un largo proceso de decodificación del contenido de sus escritos. Por primera vez, los lectores hispanohablantes podrán acceder a este tesoro de la cultura a través de una editorial española.
En su exquisito libro llamado El infinito en un junco (2019) Irene Vallejo le dedicaba un capítulo a la primera persona que firmó un texto literario, al primer autor del cual se tiene registro de la humanidad: Enheduanna (2285-2250 a. C.), hija del rey acadio Sargón el Grande, al frente de un gran imperio tras la conquista del sofisticado pueblo sumerio, quien vivió en la ciudad-estado de Ur: “Poderosa y audaz, se atrevió a participar en la agitada lucha política de su época, y sufrió por ello el castigo del exilio y la nostalgia”, escribe Vallejo sobre la Suma Sacerdotisa.
Recién en el siglo XX el nombre de Enheduanna, que podría ser traducido como “regalo del cielo”, fue recuperado. Una editorial española acaba de publicar, por primera vez en nuestro idioma, la obra que se conserva de esta autora: Ella habla, las ciudades se derrumban. Enheduanna (Editorial Espinas), que pueden conseguirse en su formato ebook fuera de España. Esta edición reúne los tres himnos de la autora y recorre la fascinante odisea de esta autora desde su época hasta el presente.
“¿Por qué se perdió su figura en la bruma de la historia si durante siglos fue un referente en las culturas de Mesopotamia? ¿Y por qué, conociendo su figura y sus textos desde hace casi un siglo no se habían traducido sus principales obras? Nuestra labor ha consistido en acercarla al público hispanoparlante. Que estos textos no estuvieran en nuestro idioma me parecen un error tan grande como si no se hubiera traducido la obra de Shakespeare al español o El Quijote al inglés”, precisa Paco Moreno, autor y traductor, junto con Laura Rochera, de esta edición.
"Ella habla, las ciudades se derrumban. Enheduanna" (Editorial Espinas) reúne la oba de la poeta sumeria
En 1927, el arqueólogo británico Leonard Woolley encontró el Disco de Enheduanna (hoy conservado en el Museo de Arqueología y Antropología de la Universidad de Pennsylvania) en una excavación en la antigua ciudad sumeria de Ur. En él aparecen cuatro figuras femeninas, pero hay una de ellas que destaca por su tamaño: “Enheduanna, Suma Sacerdotisa, esposa del dios Nanna, hija de Sargón, rey del mundo, en el templo de la diosa Inanna”.
El famoso disco hallado en 1927 donde aparece Enheduanna (segunda desde la izquierda)
Fue gracias a la astucia de Enheduanna, quien firmó sus textos, algo inusitado para época, que hoy podemos hablar de ella y admirarla. Sin embargo, acceder a sus textos, a sus versos, requirió un esfuerzo titánico. Tras el hallazgo que daba cuenta de la existencia de esta sacerdotisa, se inició un complejo proceso para poder acceder a sus poemas, una labor “detectivesca”, según Moreno: “Para empezar, el alfabeto en el que está escrito, el cuneiforme, es compartido por muchas lenguas antiguas, no solo el sumerio y el acadio. Fue necesario un inconmensurable trabajo por parte de los eruditos, especialmente “[el arqueólogo] Thureau-Dagin, que desbrozó el camino. Además, los textos nos han llegado en tablillas de vidrio que han perdurado gracias a incendios que solidificaron el soporte. De hecho, muchos de los textos de esa época nos llegan de forma indirecta, a través de traducciones a idiomas posteriores, como el babilonio. En muchos casos han sido necesarios fragmentos de diferentes tablillas en idiomas diversos para que los especialistas pudieran recomponer un texto”.
En la antigüedad mesopotámica, en el tercer milenio antes de Cristo, las mujeres ocupaban un lugar destacado en la sociedad y existía un grado de alfabetización superior que contrasta con el de épocas posteriores. Las mujeres podían ejercer como escribas, sacerdotisas, y autoras. En 2022 se realizó en Nueva York, en el Morgan Library and Museum, la exhibición “She Who Wrote: Enheduanna and Women of Mesopotamia, ca. 3400–2000 B.C.”, una muestra que permitió una nueva mirada hacia esta generación de mujeres. Colin B. Bailey, director de esta institución, explicaba porqué Enheduanna fue excepcional: “Su escritura fue extremadamente importante en su tiempo y aún hoy resuena en la actualidad. A través de los tres himnos de su autoría estaba tratando de escribir un texto que unificara las tradiciones de este vasto territorio. Su misión es unir a los pueblos, en lugar de separarlos”.
En “La exaltación de Inanna”, Enheduanna apela a un episodio autobiográfico, donde padeció violencia física y sexual por parte de un usurpador: “Ya no soy aceptada en mis habitaciones,/ la penumbra ensombrece el día,/ la luz se torna plomiza,/ las sombras se entrecierran,/ temibles tormentas del sur embozan al sol./ Él refriega sus salivadas manos/ en mi dulce boca,/ mi grácil imagen/ se desvanece bajo el polvo”, escribe. El yo lírico se encomienda a Inanna, diosa del amor, la fecundidad y la guerra para que la salve. Este himno célebre era uno de los diez textos de la Antigüedad que integraron durante siglos el corpus de estudio para enseñar a leer y a escribir.
Tablilla que reproduce “La exaltación de Inanna”, himno de Enheduanna
Enheduanna era la suma sacerdotisa de la ciudad-estado más poderosa de su época, hija de un rey magnánimo, y, sin embargo, debió partir al exilio. ¿Cuáles fueron los motivos de este hecho que se ve plasmado en su obra?: “De acuerdo con William W. Hallo y J. J. A. Van Dijk, Enheduanna fue depuesta por un hombre llamado Lugalanna. Al ser impuesta por su padre, Sargón el Grande, un conquistador acadio, las élites sumerias de Ur lo tomaron como un insulto, con lo que, durante una revuelta contra su sobrino y rey Naran-sin, la depusieron y exiliaron. Su posición como suma sacerdotisa del templo del dios Luna Nanna era clave, como principal figura religiosa de esta poderosa ciudad, y como gestora de todas las propiedades del templo. No olvidemos que en este periodo de la historia los templos eran centros de las ciudades, al controlar la cultura y la producción agrícola, así como para dar soporte junto a la espada del sistema político”, explica Moreno.
En las composiciones de Enheduanna aparece además del culto a los dioses la pena del exilio: “[…] Nunca dejó de escribir cantos para Inanna, su divinidad protectora, señora del amor y de la guerra. En su himno más íntimo y recordado, revela el secreto de su proceso creativo: la diosa lunar visita su hogar a medianoche y la ayuda a «concebir» nuevos poemas, «dando nacimiento» a versos que respiran. Es un suceso mágico, erótico, nocturno. Enheduanna fue —que sepamos— la primera persona en describir el misterioso parto de las palabras poéticas”, agrega Vallejo en El infinito en un junco.
Pionera indiscutida, además de sabia, Enheduanna era dueña de su obra, de sus ideas e ideales. “Lo que yo he hecho nadie lo hizo antes”, escribió esta autora, consciente de su aporte a la historia de la humanidad que tardíamente comienza a ser reconocida.
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