domingo, 21 de julio de 2024

LECTURAS




Debates filosóficos Contra las creencias e ilusiones de la humanidad
El inglés John Gray polemiza sobre la supuesta excepcionalidad humana y sus ideas, de la libertad al progreso y la religión
Nicolás Mavrakis

 
Hay libros que apuestan a las ideas de moda y pronto caen en la obsolescencia y el olvido. Otros, en cambio, siembran sus ideas a través de una medida más libre del tiempo. Este es el caso del autor inglés John Gray (South Shields, 1948), cuyo ensayo Perros de paja, editado en español en 2003 y reeditado hace unas semanas, se publicó en su idioma original en 2002.             
Para captar el olfato para las discusiones duraderas, esta es la esencia de la idea de Gray sobre la noción moderna de progreso, tal como la explicó hace dos décadas: “Los humanos creen ser seres libres y conscientes, pero, en realidad, son unos animales ilusos. Al mismo tiempo, nunca dejan de intentar huir de aquello que imaginan ser. Sus religiones son intentos de librarse de una libertad que nunca han poseído. En el siglo XX, las utopías de la derecha y de la izquierda cumplieron la misma función. En el momento actual, en el que la política no resulta convincente siquiera como forma de entretenimiento, la ciencia ha pasado a asumir el papel de libertadora de la humanidad”.
En honor a la verdad, quizá la política sí haya vuelto a funcionar como una forma ligera de entretenimiento, en especial desde que varios de sus objetivos y modales se fraguan a ras del concurso permanente de popularidad de las redes sociales. Sin embargo, es difícil negar que todo lo demás suene más auténtico y urgente ahora que cuando fue escrito por primera vez. Y no es casual. Durante estos años, con un tono elegante pero solidario con la divulgación, Gray ha refinado ideas que intentan esclarecer el núcleo del desencanto ya habitual entre gran parte de la sociedad civil y casi cualquier programa de futuro. Y la conclusión de esas ideas es que, donde otros insisten en repetir fórmulas como “escepticismo” o “crisis de representatividad”, Gray logra apuntar a un paso en falso profundo.
“La palabra humanismo puede tener muchos significados, pero para nosotros significa creencia en el progreso”, escribe en Perros de paja. “Y creer en el progreso es creer que, si los seres humanos usamos los nuevos poderes que nos ha dado el creciente conocimiento científico, podremos liberarnos de los límites que circunscriben las vidas de otros animales. Esa es la esperanza de prácticamente todo el mundo en la actualidad; sin embargo, es algo que carece de fundamento”.


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El argumento por el cual la vida humana y la vida animal se igualan en el llano de la existencia (sin que sea denigrante para unos u otros) se teje entre los análisis de la teoría de la evolución de Charles Darwin (según la cual los seres humanos son como cualquier otro animal, “aunque los humanistas afirmen que no”), la reivindicación de Sigmund Freud y el desenmascaramiento de “una de las promesas más dudosas del cristianismo: la de que la salvación es posible para todos”. Gray afirma así que, mientras los filósofos contemporáneos se enorgullecen de su ignorancia en cuestiones de teología, “la creencia humanista en el progreso no es más que una versión laica de ese artículo de fe cristiano”.
En este escenario, la humanidad, según Gray, descansa sobre una fe laica en el progreso a la espera de que la acumulación voraz de conocimiento provoque el avance de la especie. Pero ni tal avance ocurre (“desde 1950 ha habido casi veinte genocidios; de ellos, en al menos tres hubo más de un millón de víctimas, como en Bangladesh, Camboya y Ruanda”, apuntaba Perros de paja hace ya dos décadas, sin especial atención en Palestina), ni hay signos de otra cosa que un fastidioso aburrimiento, con ligeros abscesos de desconcierto.
Mientras tanto, en La Comisión para la Inmortalización (2011), El silencio de los animales (2013) y Siete tipos de ateísmo (2018), Gray intensifica su posición hasta pronunciar lo que muchos optimistas ante los gurúes poshumanistas de Silicon Valley (como Ray Kurzweil, convencido desde hace décadas de la inminente caducidad de la muerte, ahora gracias a la Inteligencia Artificial) considerarían inconveniente: “La mente humana está programada para la supervivencia, no para la verdad”.
Debatir con nombres como Platón, Aristóteles, Pascal, Arthur Schopenhauer o Martin Heidegger suele ser parte del itinerario intelectual de Gray. Por eso, es difícil imaginar un objetor de Perros de paja tan inesperado como el escritor estadounidense de terror Thomas Ligotti. En La conspiración contra la especie humana, sin embargo, su inquietante ensayo de 2010 en contra de la perpetuación de la civilización, Ligotti acusa al inglés de no ir a fondo con una idea que, en principio, comparte: si la vida humana no significa nada especial, avanzamos por el mundo “como muertos vivientes y marionetas humanas”.
Pero si la humanidad, tal como la describe Gray, carece de propósito y “la naturaleza metió la pata vomitando criaturas en las que la consciencia creció como un hongo”, como agrega Ligotti, la pregunta es: ¿por qué no apoyar la extinción voluntaria de la especie?
A pesar de esta tibia ausencia de resolución contra la existencia, advierte Ligotti, “Perros de paja ha sido reprobado por muchos como un breviario del pesimismo”. No obstante, “etiquetarla de pesimista es una reacción excesiva por parte de quienes quieren seguir siendo meros aficionados a la realidad”. Entre las luces y las sombras de esa realidad, atrapada por fantasías disímiles, lo cierto es que Gray es capaz de una última palabra sobre las trampas del progreso y el futuro: “¿De qué falsedades podemos llegar a librarnos y cuáles son aquellas sin las que no podemos vivir? Esa es la pregunta. Ese es el experimento”

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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