domingo, 21 de julio de 2024

MIRADAS Y DE NO CREER


La ansiedad de los magnicidas
PABLO MENDELEVICH
Cuando mató al archiduque Francisco Fernando de Austria, Gavrilo Princip tenía 19 años. Uno menos que Thomas Matthews Crooks, el frustrado asesino de Donald Trump.
Princip se salvó de la pena de muerte porque le faltaban 27 días para cumplir los veinte. Se fue a la tumba en 1918, tras cuatro años de soportar durísimas condiciones carcelarias, incluida una tuberculosis que destruyó sus huesos al punto que le amputaron el brazo derecho. Antes de morir –y de fracasar en varios intentos de suicidio– hizo una especie de balance de su corta vida: dijo que se arrepentía de haber matado a la duquesa Sofía Chotek, no así al archiduque, y que no se sentía responsable de la Primera Guerra Mundial (en esa época se llamaba Gran Guerra). Aunque no negó haberla desencadenado.
Por una u otra razón, los magnicidas son personas que buscan cambiar o alterar el curso de la historia sin esperar a que los hechos se ocupen de hacerlo con su acostumbrada parsimonia, o temerosos de que el devenir se escore hacia –en su opinión– el lado indeseable. Visto así, a la luz de las consecuencias, a Princip tal vez habría que ponerlo al tope de los magnicidas exitosos. Valoración que en una plaza de Belgrado pierde toda sutileza: la plaza se llama Gavrilo Princip y en el medio una estatua de bronce recuerda al magnicida. Los bosnios también lo recuerdan, pero como terrorista.
Las consecuencias póstumas del instinto criminal de Crooks se encuentran en desarrollo. Hay que esperar. Pero por lo pronto el mundo está boquiabierto con los pronósticos electorales que de manera uniforme ayudan al sobreviviente Trump a sentirse (todavía) más optimista que hace una semana. Esto pasa mientras en Buenos Aires se lleva a cabo el juicio por el último intento de un magnicidio local, el de Cristina Kirchner, entre cuyas originalidades está la de haber sido dispuesto un feriado nacional al día siguiente del suceso. La víctima ha dejado traslucir que a ella debería corresponderle una amenaza más consistente que un grupo de marginales carentes de dimensión ideológica.
A menudo se evoca el asesinato de John Kennedy, en 1963, como la quintaesencia del crimen sin resolver. Tal vez Dallas hace olvidar Sarajevo. Para algunos historiadores, la conspiración que llevó a Princip a descargar su pistola FN modelo 910 el 28 de junio de 1914 sobre el archiduque y sobre la duquesa, créase o no, todavía no quedó del todo esclarecida. A diferencia de Crooks, cuyo biotipo, por lo que se sabe, respondería más al modelo “copito” (magnicida silvestre a imagen y semejanza del argentino-brasileño Fernando Sabag Montiel), Princip era, eso está bastante claro, un eslabón de una conspiración nacionalista. Formaba parte del grupo anarquista Joven Bosnia, cuya causa consistía en poner fin al dominio austrohúngaro en Bosnia y Herzegovina. Del célebre atentado participó además la Mano Negra, organización nacionalista serbia que, como su nombre grita, actuaba detrás de escena.
Crooks se subió a un techo y se puso a disparar. El FBI hasta ahora no halló nada más complejo que eso. La investigación, no obstante, promete un largo escándalo, por el hecho de que al tirador le faltó puntería pero le sobró impunidad. Es evidente, y ya lo dijo todo el mundo: si el tiro que dio en la oreja de Trump hubiera ido cuatro o cinco centímetros para la derecha –la nada misma– el tembladeral norteamericano y su oleaje planetario habrían sido inconmensurables. La escena de los agentes del Servicio Secreto que en un segundo socorren y blindan al expresidente ensangrentado impresiona. Más, tal vez, vista desde la Argentina, porque acá no tenemos Servicio Secreto. Para esas faenas está La Cámpora, cuyos militantes reducen al magnicida y no lo matan, se lo llevan a las autoridades junto con el arma que retuvieron bajo la suela de algún zapato militante.
Quién sabe cuándo y por qué unas veces una bala cambia el destino de un país, el destino del mundo, y otras veces la bala se desvía, no sale, se traba o la pólvora se malogra y solo queda el trauma. Estremece la frontera en la que se baten el azar, la suerte, la moral. Esa línea delgada entre el éxito y el fracaso que para los humanos de a pie Woody Allen retrató magistralmente en Match Point. Según Trump, fue Dios el que evitó que pasara lo impensable. Robert Fico, primer ministro de Eslovaquia, no puede decir lo mismo. Hace dos meses un escritor –magnicida ilustrado– le metió cinco balazos.
La razón por la que los magnicidas norteamericanos eligen presidentes en ejercicio y no expresidentes es simple. Salvo uno a finales del siglo XIX –Glover Cleveland– los expresidentes no vuelven a la Casa Blanca. Después del período de entreguerras nadie siquiera lo intentó. Hasta Trump, este año.
En la Argentina, en cambio, nunca se consumó un magnicidio presidencial, pero fueron asesinados, curiosamente con diferencia de cien años, dos expresidentes: Urquiza y Aramburu. Ambos con hipotético futuro político. Por lo menos eso pensaban los asesinos.
Quién sabe cuándo y por qué unas veces una bala cambia el destino de un país y hasta el del mundo, y otras veces la bala se desvía o no sale y solo queda el trauma

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Pobre Milei, víctima de la casta mediática
Carlos M. Reymundo Roberts

Visita el país el presidente Milei y, perdón que lo diga, el periodismo prácticamente ignoró la noticia; como si fuese uno más, cuando sabemos que, si él no está, somos como un millón menos. Los medios solo reparan en sus salidas, no en su vuelta a casa. Callan también otro dato público y notorio: en los próximos tres días no tiene ningún viaje previsto.
Ahora que me he convertido en un enfermito de la inteligencia artificial, a la que le consulto todo –desde el outfit para ir a un evento hasta si Máximo Kirchner ha pasado a la clandestinidad–, se me ocurrió preguntarle por esta saña de la prensa con Javi. Como siempre, al segundo me llegó la respuesta: “El presidente Javier Gerardo Milei está siendo víctima de un desaforado ataque de periodistas desde el mismo día en que asumió el cargo. Esto se explica por las siguientes causas: 1) los periodistas están recibiendo sobres del excandidato presidencial Sergio Tomás Massa o de otros personeros de la casta; 2) el Gobierno cortó la pauta oficial a todos los medios del país, y 3) no la ven. ¡Gracias por preguntar! Estamos a tu disposición”. Enseguida repliqué: 1) no me tutee; 2) en realidad es Milei el que todos los días crucifica a un periodista, y 3) no sabía que esta aplicación recibe sobres y pauta de la Casa Rosada.
Aunque pueda estar de acuerdo con lo que me estaban diciendo, deberían guardar las formas. Salí de la app y apagué el celular para no quedar a tiro de un ataque informático. Pero al volver a prenderlo encontré el siguiente mensaje: “Hola, disculpas por lo de recién: estas son las primeras pruebas de la Agencia Federal de Ciberseguridad, dependiente de la nueva Secretaría de Inteligencia del Estado (ex Agencia Federal de Inteligencia, AFI)”. Ahí caí: estaba en las garras de los ciberespías de Santiago Caputo, asesor todoterreno y todopoderoso de Javi, suerte de monje negro, aquel joven que de día trabajaba para el presidente Macri y de noche lo fulminaba desde la cuenta de Twitter Enfant Terrible. Muerto de miedo, retrocedí en chancletas: “Santi, hermano, toda la suerte con la recuperada SIDE, un pilar de la democracia. Podés tutearme”.
Desde diciembre hasta abril, el presupuesto de la AFI trepó –agarrate, Catalina…– de 650 a 1500 millones de pesos: 130%, contra una inflación de 53%. ¿Cómo se le habrá escapado ese derroche al ajustador Javi? Muy sencillo: los dinerillos de Inteligencia tienen categoría legal de “fondos reservados”, es decir, el Gobierno puede usarlos para lo que quiera sin necesidad de informar nada. Fondos reservadísimos: la motosierra del Presi fue a buscarlos y no los encontró.
Más allá del traspié inicial con la IA, insistí con mis preguntas, aunque usando otra app. ¿Por qué los mercados desconfían del plan económico de Milei? “Operadores citados por la prensa argentina sostienen que algo no debe estar funcionando bien si un gobierno que proclama la libertad económica tiene que intervenir diariamente en los mercados”. ¿Qué dice el Gobierno? “El gobierno del presidente Javier Gerardo Milei llamó ‘mentirosos seriales’ a los medios que citan a operadores y ‘degenerados’ a los operadores que hablan con los medios, y dijo que en el país faltan dólares porque ‘funcionarios comunistas’ del Fondo Monetario Internacional impiden un acuerdo con ese organismo”. ¿Hay comunistas en el FMI? “¡En todos lados hay comunistas, pero no va a quedar una sola de esas ratas asquerosas!”. Estoy nominado: otra vez me hackearon los espías de Caputo.
Volví a cambiar de aplicación, después de asegurarme de que fuera una altamente confiable. Señores inteligentes artificiales, ¿podrían decirme por qué el presidente de la restauración moral elige a un juez como Lijo para la Corte? “Debemos admitir que no tenemos información contrastada suficiente sobre las intenciones del presidente Javier Gerardo Milei al proponer al juez federal Ariel Oscar Lijo para integrar la Corte Suprema de Justicia de la Nación”. Pero Lijo –insistí– ha sido reiteradamente acusado de lo que en el argot judicial argentino se conoce como “dormir” expedientes en sonados casos de corrupción; en los tribunales lo llaman “Arrorró” Lijo. Y hay constancia de que su patrimonio ha crecido exponencialmente. ¿Lo estarán llevando a la Corte Suprema para que cajonee expedientes? ¿Será un acuerdo con el kirchnerismo que incluye darle una manito a Cristina cuando sus causas lleguen a la Corte? “Tenemos suficiente evidencia contrastada sobre la intencionalidad de sus preguntas”. La pucha, me sigue sorprendiendo: qué inteligente es la inteligencia artificial.
Ayer, el ministro de Economía, Toto Caputo, dijo que “la gente va a tener que vender sus dólares para pagar los impuestos” (notición: los que no tenemos verdes zafamos), y que el peso se va a convertir pronto en “la moneda fuerte” del país. ¿No iba a ser el dólar la moneda fuerte? Toto, cuidado: te hackeó tu sobrino, el enfant terrible.

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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