Vance vs. Vance: de la “gran generación” a la rebelión de los blancos desposeídos
Sociedad. El candidato a vicepresidente de Trump, de origen humilde, tiene igual apellido que un funcionario de Carter, de familia acomodada; ambos parecen sintetizar los cambios, positivos y negativos, que experimentó EE.UU.
Sergio Berensztein
Luego del frustrado atentado que pudo haber terminado con su vida, con la enclenque convivencia democrática y hasta con la paz social en Estados Unidos, Donald Trump sorprendió a la convención republicana desarrollada en Milwaukee, Wisconsin: designó a J. D. (James David) Vance como candidato a vicepresidente. Este senador de 39 años (la mitad que Trump), de origen muy humilde y con una singular historia de vida, tiene el mismo apellido de Cyrus, aquel famoso diplomático demócrata que fue secretario de Estado de Jimmy Carter hace casi medio siglo y que pertenecía a una familia acomodada y con excelentes conexiones. Sin intención de emular la seminal obra del gran Plutarco con sus Vidas paralelas, estos dos líderes parecerían sintetizar las impresionantes transformaciones, positivas y negativas que experimentó la sociedad norteamericana, incluidos el origen y los valores de sus líderes.
Cyrus Vance nació en West Virginia. Cuando era pequeño, su familia se instaló en los suburbios de Nueva York. Tras la muerte de su padre, su mamá se mudó con sus hijos un año a Suiza para que aprendieran francés. Su primo John Davies, excandidato presidencial demócrata (1924) y, antes, embajador en el Reino Unido, lo adoptó e impulsó su carrera. Formado en Yale, una de las universidades más exclusivas del país, hizo la licenciatura y luego egresó de la Escuela de Leyes, cuna de buena parte del establishment estadounidense, incluidos los presidentes Gerald Ford y Bill Clinton. Marino veterano de la Segunda Guerra Mundial, participó en varias operaciones en Asia, entre ellas la crucial campaña en Filipinas (1944-45). Trabajó durante una década en una importante firma de abogados, aceptó luego un cargo en el Senado y más tarde se sumó como alto funcionario del Pentágono, con Kennedy y con Johnson. Durante los años de Nixon presidió una comisión independiente que investigó la corrupción en la policía de Nueva York. Lideró posteriormente el Colegio de Abogados de la ciudad.
Su fama e influencia aumentaron cuando Carter lo designó al frente del Departamento de Estado (1977). Tuvo un rol estelar en los acuerdos de Camp David (la paz entre Egipto e Israel), en los de control de armamentos con la Unión Soviética (SALT II) y en el reconocimiento formal de la República Popular China y su soberanía sobre Taiwán. Renunció en 1979 como consecuencia de la crisis con Irán por los rehenes. Volvió a la práctica del derecho y se involucró en iniciativas diplomáticas de gran envergadura: fue enviado especial de la ONU en los Balcanes y en el conflicto entre Grecia y Macedonia. Integró el directorio de empresas como IBM y el New York Times y su homónimo hijo fue un famoso procurador, heredero del legendario Robert Morgenthau, con roles clave en casos resonantes como los de Jeffrey Epstein, Strauss-Kahn y Harvey Weinstein.
Su vida de élite, caracterizada por transitar desde joven los pasillos más selectos del poder, contrasta con el origen humilde, la infancia dura y el esfuerzo meritocrático que definen al compañero de fórmula de Trump. Es autor de un best seller que retrata la resignación y la falta de horizontes de la vieja clase media del “cinturón oxidado” del Medio Oeste, que por la globalización y la relocalización de empresas industriales vio desaparecer los mecanismos de movilidad social que durante buena parte del siglo XX le había habilitado el “sueño americano”. Esa población ignorada por las élites globalistas y progresistas de ambas costas apoyó el discurso nacionalista y proteccionista de Trump en 2016 y podría ser esencial en las elecciones del 5 de noviembre. Por eso Mike Pence, exgobernador de Indiana, había sido su anterior compañero de fórmula. En esta ocasión, el GOP hizo la convención partidaria en Wisconsin, un swing state en el que perdió Hillary pero cuatro años más tarde ganó Biden. Y catapulta a J. D. como potencial heredero de Trump para intentar vencer en Minnesota, Michigan y Pensilvania, otros estados determinantes para ganar el colegio electoral.
Sus padres se divorciaron cuando era muy pequeño. Su mamá sufrió adicciones al alcohol y a las drogas mucho antes de la epidemia de fentanilo que azota al país. J. D. fue adoptado por sus abuelos maternos, originarios de los Apalaches, en Kentucky, de quienes tomó su apellido. Criado en esa cultura de austeridad y tradicionalismo, se desarrolló como un exponente del nuevo conservadurismo con componentes del ascendente populismo de extrema derecha y un férreo enfoque contra los valores woke en el marco de la guerra cultural contra el progresismo: se opone al aborto y al matrimonio del mismo sexo, propone prohibir la pornografía y las limitaciones a la portación de armas y sus posiciones respecto de la inmigración ilegal son durísimas.
J. D. también es veterano de guerra: fue marine y se desempeñó como corresponsal en la segunda expedición a Irak entre 2003 y 2007. Por ese servicio logró ayuda financiera para cursar su licenciatura en la Universidad Estatal de Ohio y concurrir después a la Yale Law School. Empezó siendo muy crítico de Trump, a quien llegó a llamar “el Hitler de EE.UU.”. Pero consiguió el apoyo de este para su elección como senador nacional en 2021 y, a partir de entonces, se convirtió en uno de sus acérrimos defensores. En Yale conoció a su esposa, Usha, abogada hija de inmigrantes indios que trabaja en el equipo del titular de la Corte Suprema de Justicia.
Su atributo más interesante, considerando su experiencia de vida, es ser un exitoso inversor en empresas de tecnología junto al famoso Peter Thiel, creador de PayPal e impulsor de otros emprendimientos de vanguardia. Gracias a esto, la campaña republicana recibió cifras siderales por parte de prominentes líderes de esta industria, comenzando por Elon Musk. Otros dueños de fondos de inversión, como Bill Ackman, conocido crítico del actual liderazgo progre en universidades de élite, sumó su soporte a la fórmula TrumpVance luego del atentado del fin de semana pasado.
Donde el contraste entre ambos Vance es más significativo es en política exterior. Cyrus, integrante de la “Gran generación” que construyó el orden global de la segunda posguerra e impulsó una época de enorme prosperidad interior, fue uno de los principales exponentes de la tradición wilsoniana (por el presidente Woodrow Wilson): una diplomacia activa que enfatiza la autodeterminación de los pueblos, la seguridad colectiva, la ampliación del capitalismo y el comercio internacional como base para la cooperación entre los países y una oposición al aislacionismo. J. D. siempre cuestionó el apoyo de Occidente a Ucrania, pretende un acercamiento a Putin (como Trump), sostiene posiciones en la intersección entre un neorrealismo extremo y el aislacionismo, y apunta a cerrar las fronteras ante al drama de los refugiados.
Puede argumentarse que Vance no hubiera integrado una fórmula presidencial en la época en que Cyrus era protagonista de la política doméstica e internacional: desde el “contrato con América” de 1994 se ha dado, dentro y gracias al GOP, una suerte de “rebelión plebeya” gradual de los Estados Unidos profundos contra el predominio de las elites y su vocación “imperial” de ejercer influencia en el sistema mundial. Ese EE.UU. más igualitario tuvo su expresión en el actual binomio Biden-Harris: ninguno de los dos se educó en universidades de élite. Con Trump-Vance y el refuerzo de la narrativa “hacer a EE.UU. nuevamente grande” se acentúa el giro hacia el ensimismamiento que tanto recelo genera en Europa y los aliados de la OTAN.ß
Mike Pence, exgobernador de Indiana, había sido su anterior compañero de fórmula
El GOP hizo la convención partidaria en Wisconsin
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Blanqueo de capitales
Esta medida paliativa puede obtener resultados exitosos si se asume el compromiso de recuperar la confianza y garantizar la seguridad jurídica
El filósofo Immanuel Kant ponía el acento en la diferencia entre lo legal y lo ético, de forma que lo primero no es explícito de lo segundo y, con frecuencia, lo ético se enfrenta a lo legal. En el tema del blanqueo, más allá de los cuestionamientos éticos, la urgencia económico-social justifica tal medida de excepción reglamentada por el Gobierno y en funcionamiento desde ayer. El objetivo primordial es sumar dólares frescos en un momento de incertidumbre económica y de nerviosismo en el mercado financiero.
Pero no es ese el único motivo. Otro no menor lo constituye el intercambio automático de información celebrado con Estados Unidos, que tendrá lugar, por primera vez, a partir de septiembre próximo, con información financiera referida al año calendario 2023. Se calcula que en ese país hay una cantidad importante de cuentas de residentes argentinos, no declaradas ante la AFIP, que serán motivo de regularización. Si bien este intercambio de información no es tan completo como los que funcionan en el marco de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), y no tiene previsto, por ahora, el intercambio de información cuando hay sociedades en el medio, los contribuyentes deberán evaluar si no les conviene tener esa parte en orden.
Otro de los motivos de peso es que la economía marginal –en negro– ha superado todas las barreras imaginables, las cajas de seguridad están atestadas de moneda extranjera y los colchones han dejado de ser de espuma de goma o fibra para convertirse en virtuales centros de acopio de dólares. Si bien todo blanqueo es un reconocimiento a la ineficiencia del sistema, en circunstancias, como las actuales, es imprescindible hacerlo.
Ciertamente, cada vez que se recurre a un blanqueo ha primado la angustia fiscal sobre las consideraciones morales que despierta esta medida. No escapa a nadie que quienes han cumplido siempre con sus obligaciones lo interpretan como una injusticia, como un premio a quienes Además, cuando los blanqueos se repiten corren el riesgo de hacerse previsibles y de alentar nuevos incumplimientos.
Pero, como todas las cuestiones, hay que ponerlas en contexto. El paquete fiscal sancionado recientemente, cuyo nombre es “Medidas fiscales paliativas y relevantes”, trae hoy un muy ventajoso sistema para poner estos activos en el marco legal. En primer lugar, con una tasa muy conveniente, si la adhesión se efectúa hasta el 30 de septiembre venidero, que es del 5% sobre el excedente de 100.000 dólares por grupo familiar –hasta ese monto el blanqueo es gratuito– y, en segundo lugar, por la posibilidad de poner esos fondos en movimiento. Se prevén más etapas con otras alícuotas.
Es factible que se produzca una importante bancarización del dinero en efectivo que se regulariza, el que durante el tiempo que permanezca depositado incrementará las reservas brutas del Banco Central.
Seguramente, este proceso será exitoso al permitir una mayor recaudación, pero lo más importante será la posibilidad de utilizar esos fondos en la economía legal.
El dinero que se retire de esos depósitos generará un motor importante de incentivo a las inversiones en inmuebles y rodados, y también en la capitalización de las pymes. En este aspecto, la reglamentación del Poder Ejecutivo ha agregado la posibilidad de retirar los depósitos antes del 30/09/2024, cuando el destino sea para “operaciones onerosas debidamente documentadas” hasta el monto de 100.000 dólares.
Este régimen también se ve favorecido por la reducción que ha tenido lugar en el impuesto a los bienes personales, con un incremento en la deducción por casa habitación, un aumento del mínimo no imponible, y con una baja significativa de la escala y alícuotas, desde el 2023 hasta el 2027 cuando este gravamen debería dejar de existir. Una tasa alta, como la que estaba vigente es una amenaza al incremento patrimonial. También en este paquete se ofrece una opción de pagar cinco años juntos del impuesto sobre los bienes personales, con una alícuota del 0,45% por año y garantizando estabilidad fiscal hasta 2038.
Se supone que, de materializarse estas posibilidades, se podrá concretar una parte de la reactivación de la economía, tan esquilmada por el inescrupuloso gobierno precedente.
Debe destacarse también que este blanqueo goza de otro atractivo que implica que los contribuyentes quedarán liberados de toda responsabilidad ante el régimen penal tributario, aduanero y penal cambiario, derivados de los impuestos omitidos de ingresar, generándose una suerte de bloqueo fiscal respecto del período regularizado.
No se trata, por lo demás, de ningún tipo de liberación en caso de existir otros delitos como el lavado de bienes, corrupción o defraudación a la administración pública. Esto implica que los sujetos obligados a actuar por la ley de prevención de lavado deberán seguir –aun con el blanqueo– cumpliendo las obligaciones legales.
Que esta operación resulte exitosa dependerá también de que las provincias y los municipios adhieran a ella. En caso contrario, aparecerán nuevas contingencias que disminuirán los beneficios.
Como ya hemos dicho en anteriores oportunidades en que este tema ha ingresado en la agenda pública y privada, el camino más idóneo y permanente para evitar la informalidad y para repatriar los fondos de residentes argentinos, estén o no declarados, es el mismo que debe emplearse para atraer en general inversiones y capitales desde el exterior: debe darse confianza, respetar a ultranza el derecho de propiedad y asegurar la estabilidad tributaria. Las medidas “fiscales paliativas y relevantes”, como el nombre de la ley indica, no dejan de ser paliativas.
La calidad y seguridad jurídica permanentes son más importantes que ofrecer incentivos impositivos o altos rendimientos. La confianza se construye con tiempo, con persistencia y esfuerzo.
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Francia: un congreso fracturado
En un giro en la segunda vuelta de las elecciones parlamentarias francesas que parecía imposible, la coalición de izquierda Nuevo Frente Popular quedó inesperadamente como el movimiento con más diputados, 182, aunque lejos de los 289 escaños necesarios para una mayoría en la Asamblea Nacional, donde se disputaban 577.
El bloque centrista del presidente Emmanuel Macron, formado por tres partidos, se posicionó segundo, con 168 escaños, un retroceso respecto de los diputados que consiguió en las elecciones legislativas pasadas, pero una caída menos proevadieron. nunciada de lo que se esperaba tras la primera vuelta.
En tanto, el favorito en los sondeos, el partido de extrema derecha de Marine Le Pen quedó relegado como tercera fuerza, con 143 escaños.
Los resultados dejan una Asamblea Nacional dividida en tres grandes grupos con plataformas y programas muy diferentes y sin ninguna tradición de trabajo conjunto.
Con estos guarismos, Macron logró uno de sus cometidos: bloquear el avance de sus archirrivales de la derecha nacionalista, pero a un costosísimo sacrificio de gobernabilidad. Francia se prepara así para un ejercicio de ingeniería política muy complejo. Se pondrá en marcha un juego de estrategias, pactos y coaliciones poselectorales como nunca antes. Si bien los franceses no están aún dispuestos al regreso de la ultraderecha, es importante destacar el crecimiento que ha tenido el partido de Le Pen, que, en las elecciones de 2022, había obtenido 89 diputados.
La decisión de Macron de convocar a elecciones anticipadas le ha costado el control del Parlamento y no está claro quién podrá liderar el próximo gobierno. La distancia respecto de las elecciones legislativas, que se realizarán dentro de un año, contribuye a acrecentar el incierto panorama.
Luego del frustrado atentado que pudo haber terminado con su vida, con la enclenque convivencia democrática y hasta con la paz social en Estados Unidos, Donald Trump sorprendió a la convención republicana desarrollada en Milwaukee, Wisconsin: designó a J. D. (James David) Vance como candidato a vicepresidente. Este senador de 39 años (la mitad que Trump), de origen muy humilde y con una singular historia de vida, tiene el mismo apellido de Cyrus, aquel famoso diplomático demócrata que fue secretario de Estado de Jimmy Carter hace casi medio siglo y que pertenecía a una familia acomodada y con excelentes conexiones. Sin intención de emular la seminal obra del gran Plutarco con sus Vidas paralelas, estos dos líderes parecerían sintetizar las impresionantes transformaciones, positivas y negativas que experimentó la sociedad norteamericana, incluidos el origen y los valores de sus líderes.
Cyrus Vance nació en West Virginia. Cuando era pequeño, su familia se instaló en los suburbios de Nueva York. Tras la muerte de su padre, su mamá se mudó con sus hijos un año a Suiza para que aprendieran francés. Su primo John Davies, excandidato presidencial demócrata (1924) y, antes, embajador en el Reino Unido, lo adoptó e impulsó su carrera. Formado en Yale, una de las universidades más exclusivas del país, hizo la licenciatura y luego egresó de la Escuela de Leyes, cuna de buena parte del establishment estadounidense, incluidos los presidentes Gerald Ford y Bill Clinton. Marino veterano de la Segunda Guerra Mundial, participó en varias operaciones en Asia, entre ellas la crucial campaña en Filipinas (1944-45). Trabajó durante una década en una importante firma de abogados, aceptó luego un cargo en el Senado y más tarde se sumó como alto funcionario del Pentágono, con Kennedy y con Johnson. Durante los años de Nixon presidió una comisión independiente que investigó la corrupción en la policía de Nueva York. Lideró posteriormente el Colegio de Abogados de la ciudad.
Su fama e influencia aumentaron cuando Carter lo designó al frente del Departamento de Estado (1977). Tuvo un rol estelar en los acuerdos de Camp David (la paz entre Egipto e Israel), en los de control de armamentos con la Unión Soviética (SALT II) y en el reconocimiento formal de la República Popular China y su soberanía sobre Taiwán. Renunció en 1979 como consecuencia de la crisis con Irán por los rehenes. Volvió a la práctica del derecho y se involucró en iniciativas diplomáticas de gran envergadura: fue enviado especial de la ONU en los Balcanes y en el conflicto entre Grecia y Macedonia. Integró el directorio de empresas como IBM y el New York Times y su homónimo hijo fue un famoso procurador, heredero del legendario Robert Morgenthau, con roles clave en casos resonantes como los de Jeffrey Epstein, Strauss-Kahn y Harvey Weinstein.
Su vida de élite, caracterizada por transitar desde joven los pasillos más selectos del poder, contrasta con el origen humilde, la infancia dura y el esfuerzo meritocrático que definen al compañero de fórmula de Trump. Es autor de un best seller que retrata la resignación y la falta de horizontes de la vieja clase media del “cinturón oxidado” del Medio Oeste, que por la globalización y la relocalización de empresas industriales vio desaparecer los mecanismos de movilidad social que durante buena parte del siglo XX le había habilitado el “sueño americano”. Esa población ignorada por las élites globalistas y progresistas de ambas costas apoyó el discurso nacionalista y proteccionista de Trump en 2016 y podría ser esencial en las elecciones del 5 de noviembre. Por eso Mike Pence, exgobernador de Indiana, había sido su anterior compañero de fórmula. En esta ocasión, el GOP hizo la convención partidaria en Wisconsin, un swing state en el que perdió Hillary pero cuatro años más tarde ganó Biden. Y catapulta a J. D. como potencial heredero de Trump para intentar vencer en Minnesota, Michigan y Pensilvania, otros estados determinantes para ganar el colegio electoral.
Sus padres se divorciaron cuando era muy pequeño. Su mamá sufrió adicciones al alcohol y a las drogas mucho antes de la epidemia de fentanilo que azota al país. J. D. fue adoptado por sus abuelos maternos, originarios de los Apalaches, en Kentucky, de quienes tomó su apellido. Criado en esa cultura de austeridad y tradicionalismo, se desarrolló como un exponente del nuevo conservadurismo con componentes del ascendente populismo de extrema derecha y un férreo enfoque contra los valores woke en el marco de la guerra cultural contra el progresismo: se opone al aborto y al matrimonio del mismo sexo, propone prohibir la pornografía y las limitaciones a la portación de armas y sus posiciones respecto de la inmigración ilegal son durísimas.
J. D. también es veterano de guerra: fue marine y se desempeñó como corresponsal en la segunda expedición a Irak entre 2003 y 2007. Por ese servicio logró ayuda financiera para cursar su licenciatura en la Universidad Estatal de Ohio y concurrir después a la Yale Law School. Empezó siendo muy crítico de Trump, a quien llegó a llamar “el Hitler de EE.UU.”. Pero consiguió el apoyo de este para su elección como senador nacional en 2021 y, a partir de entonces, se convirtió en uno de sus acérrimos defensores. En Yale conoció a su esposa, Usha, abogada hija de inmigrantes indios que trabaja en el equipo del titular de la Corte Suprema de Justicia.
Su atributo más interesante, considerando su experiencia de vida, es ser un exitoso inversor en empresas de tecnología junto al famoso Peter Thiel, creador de PayPal e impulsor de otros emprendimientos de vanguardia. Gracias a esto, la campaña republicana recibió cifras siderales por parte de prominentes líderes de esta industria, comenzando por Elon Musk. Otros dueños de fondos de inversión, como Bill Ackman, conocido crítico del actual liderazgo progre en universidades de élite, sumó su soporte a la fórmula TrumpVance luego del atentado del fin de semana pasado.
Donde el contraste entre ambos Vance es más significativo es en política exterior. Cyrus, integrante de la “Gran generación” que construyó el orden global de la segunda posguerra e impulsó una época de enorme prosperidad interior, fue uno de los principales exponentes de la tradición wilsoniana (por el presidente Woodrow Wilson): una diplomacia activa que enfatiza la autodeterminación de los pueblos, la seguridad colectiva, la ampliación del capitalismo y el comercio internacional como base para la cooperación entre los países y una oposición al aislacionismo. J. D. siempre cuestionó el apoyo de Occidente a Ucrania, pretende un acercamiento a Putin (como Trump), sostiene posiciones en la intersección entre un neorrealismo extremo y el aislacionismo, y apunta a cerrar las fronteras ante al drama de los refugiados.
Puede argumentarse que Vance no hubiera integrado una fórmula presidencial en la época en que Cyrus era protagonista de la política doméstica e internacional: desde el “contrato con América” de 1994 se ha dado, dentro y gracias al GOP, una suerte de “rebelión plebeya” gradual de los Estados Unidos profundos contra el predominio de las elites y su vocación “imperial” de ejercer influencia en el sistema mundial. Ese EE.UU. más igualitario tuvo su expresión en el actual binomio Biden-Harris: ninguno de los dos se educó en universidades de élite. Con Trump-Vance y el refuerzo de la narrativa “hacer a EE.UU. nuevamente grande” se acentúa el giro hacia el ensimismamiento que tanto recelo genera en Europa y los aliados de la OTAN.ß
Mike Pence, exgobernador de Indiana, había sido su anterior compañero de fórmula
El GOP hizo la convención partidaria en Wisconsin
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Blanqueo de capitales
Esta medida paliativa puede obtener resultados exitosos si se asume el compromiso de recuperar la confianza y garantizar la seguridad jurídica
El filósofo Immanuel Kant ponía el acento en la diferencia entre lo legal y lo ético, de forma que lo primero no es explícito de lo segundo y, con frecuencia, lo ético se enfrenta a lo legal. En el tema del blanqueo, más allá de los cuestionamientos éticos, la urgencia económico-social justifica tal medida de excepción reglamentada por el Gobierno y en funcionamiento desde ayer. El objetivo primordial es sumar dólares frescos en un momento de incertidumbre económica y de nerviosismo en el mercado financiero.
Pero no es ese el único motivo. Otro no menor lo constituye el intercambio automático de información celebrado con Estados Unidos, que tendrá lugar, por primera vez, a partir de septiembre próximo, con información financiera referida al año calendario 2023. Se calcula que en ese país hay una cantidad importante de cuentas de residentes argentinos, no declaradas ante la AFIP, que serán motivo de regularización. Si bien este intercambio de información no es tan completo como los que funcionan en el marco de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), y no tiene previsto, por ahora, el intercambio de información cuando hay sociedades en el medio, los contribuyentes deberán evaluar si no les conviene tener esa parte en orden.
Otro de los motivos de peso es que la economía marginal –en negro– ha superado todas las barreras imaginables, las cajas de seguridad están atestadas de moneda extranjera y los colchones han dejado de ser de espuma de goma o fibra para convertirse en virtuales centros de acopio de dólares. Si bien todo blanqueo es un reconocimiento a la ineficiencia del sistema, en circunstancias, como las actuales, es imprescindible hacerlo.
Ciertamente, cada vez que se recurre a un blanqueo ha primado la angustia fiscal sobre las consideraciones morales que despierta esta medida. No escapa a nadie que quienes han cumplido siempre con sus obligaciones lo interpretan como una injusticia, como un premio a quienes Además, cuando los blanqueos se repiten corren el riesgo de hacerse previsibles y de alentar nuevos incumplimientos.
Pero, como todas las cuestiones, hay que ponerlas en contexto. El paquete fiscal sancionado recientemente, cuyo nombre es “Medidas fiscales paliativas y relevantes”, trae hoy un muy ventajoso sistema para poner estos activos en el marco legal. En primer lugar, con una tasa muy conveniente, si la adhesión se efectúa hasta el 30 de septiembre venidero, que es del 5% sobre el excedente de 100.000 dólares por grupo familiar –hasta ese monto el blanqueo es gratuito– y, en segundo lugar, por la posibilidad de poner esos fondos en movimiento. Se prevén más etapas con otras alícuotas.
Es factible que se produzca una importante bancarización del dinero en efectivo que se regulariza, el que durante el tiempo que permanezca depositado incrementará las reservas brutas del Banco Central.
Seguramente, este proceso será exitoso al permitir una mayor recaudación, pero lo más importante será la posibilidad de utilizar esos fondos en la economía legal.
El dinero que se retire de esos depósitos generará un motor importante de incentivo a las inversiones en inmuebles y rodados, y también en la capitalización de las pymes. En este aspecto, la reglamentación del Poder Ejecutivo ha agregado la posibilidad de retirar los depósitos antes del 30/09/2024, cuando el destino sea para “operaciones onerosas debidamente documentadas” hasta el monto de 100.000 dólares.
Este régimen también se ve favorecido por la reducción que ha tenido lugar en el impuesto a los bienes personales, con un incremento en la deducción por casa habitación, un aumento del mínimo no imponible, y con una baja significativa de la escala y alícuotas, desde el 2023 hasta el 2027 cuando este gravamen debería dejar de existir. Una tasa alta, como la que estaba vigente es una amenaza al incremento patrimonial. También en este paquete se ofrece una opción de pagar cinco años juntos del impuesto sobre los bienes personales, con una alícuota del 0,45% por año y garantizando estabilidad fiscal hasta 2038.
Se supone que, de materializarse estas posibilidades, se podrá concretar una parte de la reactivación de la economía, tan esquilmada por el inescrupuloso gobierno precedente.
Debe destacarse también que este blanqueo goza de otro atractivo que implica que los contribuyentes quedarán liberados de toda responsabilidad ante el régimen penal tributario, aduanero y penal cambiario, derivados de los impuestos omitidos de ingresar, generándose una suerte de bloqueo fiscal respecto del período regularizado.
No se trata, por lo demás, de ningún tipo de liberación en caso de existir otros delitos como el lavado de bienes, corrupción o defraudación a la administración pública. Esto implica que los sujetos obligados a actuar por la ley de prevención de lavado deberán seguir –aun con el blanqueo– cumpliendo las obligaciones legales.
Que esta operación resulte exitosa dependerá también de que las provincias y los municipios adhieran a ella. En caso contrario, aparecerán nuevas contingencias que disminuirán los beneficios.
Como ya hemos dicho en anteriores oportunidades en que este tema ha ingresado en la agenda pública y privada, el camino más idóneo y permanente para evitar la informalidad y para repatriar los fondos de residentes argentinos, estén o no declarados, es el mismo que debe emplearse para atraer en general inversiones y capitales desde el exterior: debe darse confianza, respetar a ultranza el derecho de propiedad y asegurar la estabilidad tributaria. Las medidas “fiscales paliativas y relevantes”, como el nombre de la ley indica, no dejan de ser paliativas.
La calidad y seguridad jurídica permanentes son más importantes que ofrecer incentivos impositivos o altos rendimientos. La confianza se construye con tiempo, con persistencia y esfuerzo.
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Francia: un congreso fracturado
En un giro en la segunda vuelta de las elecciones parlamentarias francesas que parecía imposible, la coalición de izquierda Nuevo Frente Popular quedó inesperadamente como el movimiento con más diputados, 182, aunque lejos de los 289 escaños necesarios para una mayoría en la Asamblea Nacional, donde se disputaban 577.
El bloque centrista del presidente Emmanuel Macron, formado por tres partidos, se posicionó segundo, con 168 escaños, un retroceso respecto de los diputados que consiguió en las elecciones legislativas pasadas, pero una caída menos proevadieron. nunciada de lo que se esperaba tras la primera vuelta.
En tanto, el favorito en los sondeos, el partido de extrema derecha de Marine Le Pen quedó relegado como tercera fuerza, con 143 escaños.
Los resultados dejan una Asamblea Nacional dividida en tres grandes grupos con plataformas y programas muy diferentes y sin ninguna tradición de trabajo conjunto.
Con estos guarismos, Macron logró uno de sus cometidos: bloquear el avance de sus archirrivales de la derecha nacionalista, pero a un costosísimo sacrificio de gobernabilidad. Francia se prepara así para un ejercicio de ingeniería política muy complejo. Se pondrá en marcha un juego de estrategias, pactos y coaliciones poselectorales como nunca antes. Si bien los franceses no están aún dispuestos al regreso de la ultraderecha, es importante destacar el crecimiento que ha tenido el partido de Le Pen, que, en las elecciones de 2022, había obtenido 89 diputados.
La decisión de Macron de convocar a elecciones anticipadas le ha costado el control del Parlamento y no está claro quién podrá liderar el próximo gobierno. La distancia respecto de las elecciones legislativas, que se realizarán dentro de un año, contribuye a acrecentar el incierto panorama.
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