El amor antes de Facebook, Instagram y WhatsApp
El fondo de pantalla de Windows XP regresa en Teams; el chat, que veinte años atrás era estigmatizado, prevaleció en los espacios de trabajo
El tango sostiene que veinte años no es nada; un aniversario de no creer demuestra que en realidad es muchísimo tiempo
Ariel Torres
Cuando te llevás muy bien con alguien es de lo más estrafalario que un día llegue el aniversario número 20. Pero, lo encontrara verosímil o no, el lunes cumplimos veinte años con mi mujer. A mí me parecía que nos habíamos conocido anteayer. La semana pasada, máximo. Pero no, caramba, me puse a rebobinar el carrete y era cierto, habían pasado una enormidad de cosas. Sobre todo, habíamos construido mucho, incluida una casa.
Pero aún así, con los datos concretos de la realidad, no los sentía como dos décadas. Quiero decir, el tango podrá sostener que veinte años no es nada, pero es un montón de tiempo. En total, habíamos pasado más de 10.000 minutos juntos, pero mi consciencia se negaba a admitirlo. Bueno, dicen que cuando sos feliz el tiempo pasa volando, así que era una buena noticia. Pero mi cabeza seguía buscando un lugar donde constatar el paso del tiempo. Y de pronto se hizo la luz. Cuando celebramos, no pude menos que decirle:
–Cuando empezamos a salir no existía Facebook, Sol.
Obviamente, nos reímos. Y ya sé, ni lo mencionen. No hay nada más nerd que una frase así. Añadiré, en mi defensa, que no fue lo único que declaré. Pero fue lo único que me ofreció una perspectiva sólida de la distancia que había entre el lunes último y aquel jueves frío de 2004 (habían hecho 5 grados a la madrugada) del que recuerdo cualquier cosa menos el frío.
Sin Facebook, no habíamos podido chusmear nuestros perfiles. Arrancamos a la antigua. Conversando cara a cara. Para ser enteramente preciso, la red social de Mark Zuckerberg había nacido ese mismo año, 2004, cuatro meses antes, pero solo en 2006 saldría de Harvard al mundo. Así que a los fines prácticos no nos resultó de ninguna utilidad.
No se rían, pero nos la pasábamos chateando por el MSN Messenger. ¿Lo recuerdan? Claro que lo recuerdan. Hay una escena en Tiempo de valientes, la película de Damián Szifrón, en que se oye el sonido de las notificaciones del MSN Messenger en una comisaría. Es de 2005, la vimos juntos en el cine y fuimos de la mitad de la concurrencia que entendió y se rió del guiño. Hoy, cuando todo ha cambiado, el recurso sigue vigente y, en radio y TV, usan el sonido de las notificaciones de WhatsApp para matizar, ponerle una pizca de humor o darle contexto a la omnipresente mensajería. Dicho sea de paso, el mismo año en que se estrenó la película, un encumbrado ejecutivo de una agencia que le hacía la prensa a uno de los colosos tecno me dijo que “habría que eliminar el Messenger de los lugares de trabajo, porque la gente se la pasa chateando en lugar de trabajar”. Le respondí que había que hacer lo contrario, fomentar su uso. Hoy hacemos al menos la mitad de nuestro trabajo con WhatsApp.
La única red social que ya existía era la pionera LinkedIn, que había nacido en 2002 y hoy le pertenece a Microsoft, aunque a los fines románticos tiene menos onda que un inspector fiscal. Pero esperen, que hay algo mejor. Las redes sociales necesitaban una potente enzima para desarrollarse. Ese catalizador fue el iPhone. Salió en 2007. Así que aunque hoy nos mandamos WhatsApp dentro de casa (los dos somos nerds, y hay que decir que la casa es grande y cada uno tiene su estudio), la relación también recurrió al tradicional hablar mucho por teléfono. Más SMS. A montones. Y mensajes en el contestador de casete. Posta.
Google había nacido menos de seis años atrás y todavía no tenía oficinas en Buenos Aires. Pero hay un datito mucho más lindo. En abril, solo un par de meses antes de que empezáramos a frecuentarnos (observen la delicada antigüedad del verbo) habían lanzado Gmail. Eso sí, solo podías tener una cuenta por invitación. Creemos que para su primera cuenta de Gmail le mandé una de mis invitaciones, y debo haber quedado como un crack. Veinte años después, ninguno de los dos se acuerda de eso. Prescribió.
En 2004 pasó otra cosa importante: nació Ubuntu. Eso fue en octubre. Para entonces no solo habíamos superado esos tres meses iniciales, que suelen ser críticos, sino también una prueba terriblemente dura que el destino nos había puesto en el camino. Sigo usando Ubuntu, dicho sea de paso. Y nunca más tuvimos que pasar por un hospital, gracias a Dios.
En 2004 salió la Nintendo DS, que se convertiría en la consola móvil más vendida de todos los tiempos. Skype, que había nacido el año anterior, empezó a tallar en 2004; lo empezaríamos a usar mucho después. Hoy suena a viejazo, aunque sigue siendo de lo mejorcito que tenemos en mensajería instantánea, solo superado por WhatsApp. Dato: es el único de todos los mensajeros que con apretar la tecla de cursor hacia arriba podés corregir un error en lo que acabás de enviar. Veinte años después, a nadie se le ocurrió emular esa función, y para cuando corregiste el error de tipeo tu interlocutor ya te mandó once mensajes y quedás como un verdadero freak.
Windows XP llevaba menos de tres años entre nosotros. Había salido el 24 de agosto de 2001 (días antes del ataque a las Torres Gemelas en New York) y era por lo tanto lo más nuevo que podías conseguir. Los teléfonos tenían tapita y pantalla monocromática, sin 4G ni 3G (que llegaría en 2007), y para llevar la mensajería y el correo electrónico con vos a todos lados un BlackBerry, que todo el mundo, incluido un presidente estadounidense, amaba. A mí, su interfaz y su sistema de menús me parecían una verdadera abominación. De vuelta en XP, una buena PC venía con un Pentium 4 a 2,8 GHz y 512 MB de RAM. Un teléfono de gama baja hoy es más potente que eso.
Una cosita más, que me impactó muchísimo, porque, de todo, es lo que más pone en evidencia el abismo de tiempo que, al menos en tecnología, nos separa de 2004. Como siempre, el Merrian-Webster había elegido su palabra del año. Esa palabra era blog.
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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