viernes, 26 de julio de 2024

VOZ, INICIATIVA, EDITORIAL


Además de “déficit cero”, la Argentina necesita “insulto cero”
Luciano Román
Si decidieran formar un club o una asociación, a esta altura ya sería una entidadnumerosayheterogénea de dimensión internacional: cada vez son más las personas insultadas, agredidas o destratadas por el Presidente. Entre ellos hay economistas, mandatarios extranjeros, funcionarios del FMI, periodistas, intelectuales, actrices, cantantes, gobernadores, legisladores, banqueros y empresarios. También hay ciudadanos comunes y corrientes, a los que se atropella en las redes porque “son giles”: no la ven.
El diccionario que condensa la agresividad del poder también es cada vez más frondoso: chantas, imbéciles, corruptos, ensobrados, chorros, ratas, dinosaurios, mentirosos, fracasados... El agravio se dirige tanto a los que están en las antípodas como a muchos que comparten el rumbo del Gobierno y que solo se permiten plantear reparos o críticas constructivas: estos últimos son “libertarados”. Ni los amigos están a salvo del arrebato temperamental del Presidente.
La escalada verbal no se detiene; al revés: crece el voltaje de virulencia y vulgaridad. Tampoco se encapsula en el jefe del Estado, sino que se contagia, se imita y se reproduce entre actores de la vida política. Mientras el Presidente decía la semana pasada que a banqueros y operadores financieros “les dejamos el culo como un mandril”, una diputada libertaria competía en educación y elegancia para decir de un exfuncionario que “se arrodillaba para sobarle la quena a alguien”. Un exministro de Economía, al mismo tiempo, cruzaba insultos y agresiones con un exfuncionario del Banco Central: uno lo trató de “inmundo y repugnante”, el otro le contestó que fue “sodomizado por el kirchnerismo”. Ese es el tono de la discusión. Lo peor es que no nos escandalizamos. Estamos peligrosamente cerca de naturalizar el insulto y de acostumbrarnos a que, desde la cima del Estado, se zamarree con descalificaciones y agravios a cualquiera que no piense del modo “debido”. No se confrontan las ideas ni las opiniones, sino que se ataca al emisor. Se crea así una atmósfera de inseguridad y temor: nadie sabe qué comentario o interpretación puede desatar la ira del poder. Se potencia, además, una espiral de agresividad en la que se degrada el debate público y se normaliza la violencia verbal como si fuera parte de “un estilo”.
El deterioro del lenguaje expresa algo más profundo: un deterioro en la calidad de la convivencia democrática. Cuando se pierde el respeto por el otro, se cae en una forma de violencia simbólica que puede habilitar otras formas de violencia. La agresión esconde una fragilidad argumental y les quita razón y legitimidad a posiciones que, planteadas de un modo apropiado, podrían ser correctas y consistentes.
La naturalización del lenguaje agresivo y soez desde el poder se ampara en una serie de confusiones. Se intenta asociar el insulto a un estilo duro, firme y enérgico de confrontación con “la casta”. Se lo identifica con rasgos disruptivos y con cierta audacia y excentricidad en el ejercicio del liderazgo. Se lo minimiza, además, como si fuera una mera cuestión de formas y no de fondo. Y hasta se llega a interpretarlo como una expresión de franqueza y transparencia: “dice lo que piensa”, “él es así”. ¿Lo disruptivo tiene que ser agresivo y rozar incluso la actitud patoteril? ¿La firmeza tiene que ser arrogante y atropelladora? ¿Desde cuándo la franqueza habilita a alguien a decir y hacer lo que se le ocurre sin medir las consecuencias? Confundir una cosa con otra puede llevarnos a un peligroso territorio en el que se empieza por relativizar el agravio y se termina por justificar la violencia verbal.
Todo sigue una lógica que exacerbó el kirchnerismo: la de ver al adversario o al crítico como un enemigo. La de no admitir matices:“estás conmigo o estás en contra de mí” y la de dividir al mundo entre “buenos y malos”. Oponerse implica un alto costo. Al “enemigo” le puede caber el “escrache”, el agravio o la estigmatización. Ya los vimos con 6,7,8 o con otras formas de acoso y hostigamiento fogoneadas desde el poder. ¿O nos olvidamos de la amenaza de Aníbal Fernández contra Nik (que terminó en un pedido de disculpas judicial) y de otras expresiones del “patoterismo de Estado” que rigió durante el kirchnerismo? Muchos han tenido, y todavía tienen, el coraje y la fortaleza para resistir, pero otros se repliegan frente a un temor comprensible. El que los “marca” es el Estado. ¿Cómo no sentir inseguridad e inquietud ante semejante asimetría? ¿Cómo no sentirse vulnerable frente al insulto de quien maneja desde la SIDE hasta la AFIP y que además cuenta con un ejército de trolls y de fanáticos dispuestos a seguir la faena a través de los “pelotones de fusilamiento” que funcionan en las redes?
El insulto lastima y descoloca: ¿cómo se contesta un ataque del Presidente? El interrogante remite a la vértebra más sensible de todo sistema jurídico e institucional: ¿cómo se defiende el ciudadano común frente al atropello o al abuso del Estado? Pero en la era de las redes, del anonimato digital y de la ruptura sui generis de las normas de convivencia que proponen distintas formas de populismo, la respuesta suele ser más difusa. Muchas veces el insulto proviene de un “retuit”. En otros casos se disfraza de réplica: ¿no puede el Presidente criticar a los que lo critican? Por supuesto que sí. Incluso puede hacerlo de manera enérgica y terminante. Lo que no puede es agraviar. Desconocer esa frontera es desconocer los límites que impone el sistema de convivencia; es desconocer, además, la distinción básica entre el derecho y el exceso.
En manos de un gobernante, el insulto, o incluso la burla, pueden ser armas peligrosas. Engendran temor y abren heridas, pero también pueden incubar resentimiento. Incitan a algunos a hacerse eco del enojo presidencial. Tienen, además, el efecto de combatir la moderación y de convalidar el bullying. Las voces equilibradas tienden a replegarse, mientras se exacerban las más agresivas y temerarias. El tono general del debate público empieza a crisparse y la agresividad y los exabruptos se naturalizan como si fueran la banda sonora de una época.
Todo ocurre, además, en un contexto en el que la conversación pública pierde rigor y profesionalismo. El Presidente propicia apariciones mediáticas en las que predomina el tono amistoso y hasta chabacano, donde la palabra gruesa y vulgar también tiende a confundirse con frescura y desacartonamiento, como si el diálogo y el intercambio con un presidente fuera equivalente a la sobremesa de un bar. En ese contexto, el insulto o el exabrupto fluyen con riesgosa naturalidad.
Se ha llegado a un punto que tal vez merezca una reacción institucional. Ha habido advertencias enfáticas y oportunas de distintas asociaciones, incluso muchas internacionales, como la Sociedad Interamericana de Prensa o Amnistía Internacional, referidas a los ataques a periodistas. Pero desde el propio sistema político y judicial debería plantearse un límite a la violencia verbal. ¿No merecería al menos un llamado de atención de la Cámara la diputada que se permite la grosería y el agravio hacia un exfuncionario? ¿O dejamos que pase como parte del folclore y el ruido de fondo?
El Gobierno ha convertido en eje central de su gestión el “déficit cero” y el combate frontal contra la inflación. Son pilares fundamentales para sanear la economía y recuperar una noción de estabilidad y de futuro. ¿No debería ponerse el mismo empeño en una política de “insulto cero”? ¿No debería combatirse la violencia verbal con la misma energía que el descalabro fiscal? No agraviar y no insultar deberían ser el núcleo de un pacto ético de la política. Una economía sana y ordenada es tan importante como una convivencia democrática respetuosa y saludable. No es una cosa o la otra. Es cierto que venimos del desorden económico con autoritarismo político. Pero los logros parciales que, en apenas siete meses, puede exhibir el Gobierno en aspectos macroeconómicos no tienen por qué ser en desmedro de un debate público civilizado. Equilibrio fiscal con equilibrio discursivo. Respeto a las reglas de la economía con respeto a las reglas de la convivencia. Superávit con buenos modales. Sin esa fórmula, la Argentina seguirá atrapada en la espiral del retroceso permanente.ß

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Lanzan un programa para prevenir casos de trata de personas
InIcIatIva. La ministra Patricia Bullrich presentó una campaña que se realiza a escala regional con apoyo europeo
Camila Súnico AinchilLa ministra Bullrich, acompañada del subsecretario Verrier ministerio de seguridad
La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, lanzó oficialmente la campaña Alerta Trata en Argentina, acompañada por el secretario de Lucha contra el Narcotráfico y Criminalidad Organizada, Martín Verrier, el director de Cooperación Internacional del Ministerio de Seguridad, Alberto Fohrig, y miembros de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). También participaron del evento el embajador de la Unión Europea en Argentina, Amador Sánchez Rico, y representantes del programa Eurofront.
La campaña Alerta Trata, apoyada por la Unión Europea, busca concientizar sobre este delito a través de materiales digitales e impresos, sesiones de sensibilización y acciones conjuntas a nivel nacional y regional.
“La Argentina ha logrado rescatar a 14.000 personas desde 2012 y es uno de los países más comprometidos en este tema. Por eso ahora comenzamos un nuevo momento, una nueva campaña en la que todas las fuerzas de seguridad, la ciudadanía y cada miembro de las instituciones que están en la frontera o que observan lo que pasa pueden ayudar a que este delito no continúe”, señaló la ministra Bullrich.
Y comentó que nuestro país “fue reconocido por el Departamento de Estado de los EE.UU., destacando los esfuerzos y ubicando a la Argentina en el nivel 1 del ranking mundial”. Además, Bullrich indicó: “Nuestras fuerzas, organismos estatales y privados han logrado poner al país en esta privilegiada posición, esta es una realidad construida a lo largo de muchos años”.
Por su parte, el secretario Verrier, expresó: “Hoy estamos dando inicio a la campaña Alerta Trata, financiada y apoyada por la Unión Europea a través del programa Eurofront. Esta campaña refleja uno de nuestros pilares en la lucha contra la trata, que es la prevención. Consiste en una campaña comunicacional que abarca tanto redes sociales como material gráfico destinado a concientizar sobre este tipo de crimen organizado, que es uno de los tres más importantes en el mundo en términos de dinero que mueve, y, por tanto, nos lo tomamos con la mayor seriedad”.
La ministra Bullrich detalló casos en los que trabajaron en los últimos meses las fuerzas federales de seguridad. “Este año hemos tenido varios casos, como el de un grupo de argentinas convocadas por una red social que fueron a México pensando que iban a ser influencers, que iban a ser modelos, que iban a ser famosas y terminaron sin documentos explotadas sexualmente. Hasta que una pudo escaparse, dar aviso y las autoridades mexicanas las sacaron, las rescataron y luego muchas de ellas volvieron al país”.
Verrier explicó los cuatro pilares de la nueva estrategia contra la trata: reducir la capacidad de las organizaciones criminales para reclutar, traficar y explotar personas; crear un ambiente más hostil para estas organizaciones a través de campañas de comunicación; atacar la demanda mediante la difusión de información y prevención por parte de las fuerzas federales, y combatir la logística del delito, incluyendo el ciberespacio.
Explicó, además, que esta iniciativa “fue financiada y auspiciada por la Unión Europea, pero ejecutada por el Ministerio de Seguridad.”
Alerta Trata es una campaña internacional que se enfoca en la prevención de ese delito en países de América del Sur como Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Paraguay y Perú. La iniciativa incluye mensajes informativos para la detección temprana de casos, fomentándose especialmente las denuncias y llamados de asistencia en líneas telefónicas de instituciones públicas.
Esta campaña fue presentada como parte de las actividades previstas para el Día Mundial contra la Trata de Personas, que se conmemora el 30 del actual.

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Juegos Olímpicos, de París al mundo
Se abre una nueva instancia para que el deporte brille, derribando barreras hacia la integración y la inclusión en el mundo
En abril pasado se encendió en Olimpia (Grecia) la llama olímpica, allí donde antiguamente se disputaban los Juegos Olímpicos y, tras diez días de recorrido, llegó a Atenas donde la recibió el Comité Organizador de París 2024, por tercera vez sede de las competencias (1900, 1924 y este año). El icónico símbolo de acero reciclado es obra del creador francés Mathieu Lehanneur, quien aunó los conceptos de igualdad, paz y agua, pues el desfile inaugural de las delegaciones tendrá lugar hoy, en el río Sena, con embarcaciones de cada país navegando hasta Trocadero, frente a la Torre Eiffel. Estos juegos que concentrarán la atención mundial se prevén innovadores por cuanto muchos eventos se desarrollarán fuera de los estadios, en plazas, jardines, parques y patios de colegios.
La Villa Olímpica, una pequeña aldea en la que se cruzarán idiomas, costumbres y tradiciones, se convierte en símbolo de interculturalidad con la presencia de 206 países, sin contar a rusos y bielorrusos que participarán como atletas individuales neutros. Con unas 52 hectáreas de superficie, un total de 7200 habitaciones en 82 edificios permitirá alojar a 10.500 atletas durante los Juegos Olímpicos y a unos 4400 en los Paralímpicos, que arrancan el 28 del mes próximo, en igual número de hombres y mujeres que disputarán el medallero, por primera vez en la historia.
EE.UU. envía 592 atletas, superando a Francia, que participa con 573, seguida por Australia (460), Alemania (427) y Japón (404). La delegación argentina se hace presente con 136 deportistas que competirán en 25 disciplinas deportivas. La jugadora de hockey Rocío Sánchez Moccia y el voleibolista Luciano De Cecco, ambos en su 4ª participación olímpica, serán los abanderados de nuestra delegación en la ceremonia de apertura.
Las mayores esperanzas están depositadas en los deportes de equipo como el fútbol, el hockey, el rugby y el voley, donde la unión, pasión y entrega de nuestros deportistas compensan las múltiples carencias en gestión deportiva y los raquíticos presupuestos a los que se sobreponen quienes compiten contra sí mismos para mejorar tiempos y marcas. Las expectativas en cuanto a resultados es moderada, en línea con las 3 medallas obtenidas en los últimos juegos de Tokio y en las anteriores ediciones de Río 2016 y Londres 2012 con cuatro preseas.
El centro de mando de operaciones tecnológicas de las 63 sedes olímpicas y paralímpicas, dedicadas o no a las competiciones, dispone de 610 metros cuadrados que albergarán el equipamiento informático provisto por la empresa francesa Atos. Desde el software que administra las acreditaciones; el portal de 45.000 voluntarios; el calendario de competiciones, clasificaciones y la ciberseguridad del evento, todo depende de plataformas y servicios cuyo correcto funcionamiento ha sido debidamente probado a lo largo de tres años, con más de 250.000 horas de testeos para minimizar errores, fallas o incidentes que podrían impactar en la competición. Solo de transmisiones televisivas se calculan unas 350.000 horas. Nunca una cuestión técnica debería retraUn sar una competición, para lo cual las soluciones de backup son fundamentales.
La centralización de resultados y las estadísticas compiladas de la actividad en cada sede llegarán a agencias de noticias, federaciones y comités olímpicos de todo el planeta mediante un sistema que convierte los resultados y los presenta de manera inmediata en la web. Con unos 20.000 periodistas acreditados, a la infraestructura de redes se suman unas 150 aplicaciones debidamente validadas que operarán para cumplir con los requerimientos de una enorme diversidad de actores internacionales.
Unas 300 personas coordinarán tareas con 2000 especialistas ubicados en distintas partes del mundo a lo largo de las 24 horas de cada jornada. En Atos están convencidos de que los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de París 2024 serán “los más tecnológicos y ciberseguros” de la historia olímpica.
Es nuestro deseo que el deporte en su máxima expresión sea un faro que ilumine al mundo, que tienda puentes y derribe barreras, contribuyendo a la inclusión e integración de los pueblos. Pretendemos que los buenos ejemplos se multipliquen y sean contagiosos, y que las trampas, el doping y otras prácticas aberrantes queden fuera de competencia para que triunfen el juego limpio y los más altos valores deportivos. En la aldea global, la tecnología es la aliada que nos permite palpitar desde cualquier lugar el espíritu y el minuto a minuto de un evento deportivo que recién veremos repetirse en Los Ángeles, Estados Unidos, en 2028.

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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