Un paro que oculta la discusión sobre subsidios y tarifas
Diego Cabot
Desde hace más de 20 años, las discusiones en el mundo del transporte tienen un actor fundamental sentado en la mesa: el Estado. Sucede que desde que las tarifas se congelaron después de la crisis de 2002 y mientras los gastos se ajustaban, fue necesaria la compensación como para equilibrar la cuenta de ingresos y gastos. El fenómeno se puede simplificar en una sola y conocida palabra: subsidios.
La llegada masiva de los fondos públicos a trenes, colectivos, aviones, subtes y hasta las lanchas que llevan y traen gente en el Delta del Tigre generó distintas distorsiones. Nada nuevo ya que empezó con fuerza allá por 2002, cuando el gobierno de Eduardo Duhalde decretó la emergencia. Pero, después, fueron 20 años progresivos en los que aquella ayuda extraordinaria se convirtió en un combustible vital.
Entre las distorsiones más claras se dio en la mesa paritaria. Los empleadores se retiraron de la discusión de fondo y solo quedaron para la firma final. De hecho, todas las negociaciones terminaron durante estas últimas dos décadas con la autorización de más partidas o, lo que es lo mismo, más gasto.
Esa no es la única distorsión. Sin otra política más que los subsidios, jamás hubo un avance hacia un sistema más moderno, que, incluso, incorpore los cambios de época.
Un ejemplo para entender la parálisis. Desde la pandemia, el microcentro no tiene la misma densidad de gente. Todo cambió con el teletrabajo y la masiva mudanza de empresas a zonas más periféricas de la ciudad. Sin embargo, el mundo de los colectivos no cambió un solo recorrido y todo sigue igual a lo que ocurría en 1969, cuando se adoptaron las líneas actuales con sus numeraciones.
En esa mesa donde reinó la distorsión ahora sobra una silla: la del Estado. El presidente Javier Milei y sus funcionarios dicen no querer meterse en ese escenario que es propio de empleadores y empleados.
Los representantes del Gobierno, puntualmente los de la Secretaría de Trabajo, forman parte de algunas reuniones al solo efecto de la formalidad. Pero sin capacidad de arrimar soluciones definitivas al conflicto.
Solo es necesario mirar las paritarias que, entre marzo y abril, se llevaron adelante cuando el conflicto con Aerolíneas Argentinas estaba en su punto más álgido. Ningún representante del Gobierno se arrimó a los encuentros de entonces.
Los funcionarios consideran que no tienen nada que ver ni con unos ni con otros. Eso, claro, en lo formal. En realidad, la llave que abre o cierra la paz en una empresa pública tiene que ver con la apertura de la billetera de fondos públicos: mientras más billetes, menos conflictos.
La duda, entonces, es cómo resolver el asunto. El mercado, gran remedio para muchos males según el credo libertario, está lejos de poder solucionarlo por sí mismo, básicamente porque no hay tal mercado en el sector del transporte.
Las internas gremiales, las que corren dentro del peronismo y la visión sectorial de los gremios llevaron a que se separen unos y otros para hacer una medida de fuerza. Camioneros, navieros, trenes y aviones, por un lado; colectiveros, por el otro.
Por caso, trenes, aviones y colectiveros hace años que no negocian con el empleador. Llegan, se sientan en la mesa, medialunas, café, agua y a llamar al ministerio respectivo (en su momento Planificación; luego, Transporte; y, ahora, Economía) y a ver si está todo aprobado como para modificar gastos fiscales. La cuenta siempre estuvo endosada a ese renglón de las cuentas públicas.
Doble discurso
Los colectiveros no pueden disimular su doble discurso. Saben perfectamente que el paro al que convocaron es contra la política de ajuste del Gobierno que los afecta. Sucede que la partida de “subsidios al transporte”, con la que se lubrica el mundo de 20 asientos, es uno de los sectores alcanzados por la motosierra.
Ellos dejaron hacer durante décadas. Ricardo Jaime, Juan Pablo Schiavi, Alejandro Ramos, Florencio Randazzo, Guillermo Dietrich y Sergio Massa, número uno del sector en el gobierno de Alberto Fernández, fueron los verdaderos interlocutores de la poderosa Unión Tranviarios Automotor (UTA) en los últimos 22 años. Los empresarios llegaban a firmar y al otro día les llegaba el documento en el que se les decía cuál era el nuevo sueldo.
Por más que ahora declaren que la medida va contra los empresarios, el argumento se torna poco menos que difícil de entender. Conocen mejor que nadie que se trata de subsidios o tarifa.
Roberto Fernández, el líder del gremio, perdió el músculo paritario. Actualmente, la mano de obra de los colectivos importa alrededor de 50% del costo de sistema.
Con los ingresos por boletos regulados y pisados durante todos estos años, si se intenta una suba salarial de alrededor de 25% para este segundo semestre del año, lo único que queda por discutir son con qué otros ingresos se cubrirán los gastos. Es decir, hablar de las transferencias del Estado, o lo que es lo mismo, los subsidios.
Fernández fue un negociador de gasto público y no un negociador de paritarias.
Lo mismo sucedía con los aviones de Aerolíneas Argentinas y, ni hablar, con los trenes. De hecho, los ferroviarios tienen un empleador estatal que, además, necesita 9 de cada 10 pesos, ya que la tarifa que cobra le cubre apenas uno.
Pablo Biró, el líder de los pilotos y principal impulsor de la medida de fuerza de ayer, siempre negoció con los jefes de La Cámpora apoyo político a cambio de transferencias a la empresa. Luego sí negociaba subsidios con los ejecutivos de la línea aérea.
El Estado, gran árbitro del tema, no está dispuesto a discutir gasto público. Pero negociar salarios del transporte es eso. Hay dos alternativas: subir los subsidios o subir las tarifas. Más déficit o más inflación, además de otro impacto al golpeado bolsillo del pasajero. A esa disputa por la billetera estatal se sumó Pablo Moyano y su poderoso gremio de camioneros. Y entonces sí, si algo faltaba era el condimento político que se opone a cualquier iniciativa de la administración Milei.
Más allá de la paralización y la demostración de fuerzas, la posibilidad de arreglar las cosas parece lejana. Demasiado para un país que no puede quedarse quieto frente al continuo avance de la pobreza en las últimas dos décadas.
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Caputo y Adorni impulsaron la campaña contra los gremios por canales oficiales
Se difundieron mensajes contra Moyano y Biró en las estaciones de trenes y la aplicación Mi Argentina
Jaime RosembergEl mensaje que recibieron los usuarios de Mi Argentina
“Queremos que la gente se grabe los nombres de la casta sindical”. De ese modo explicaron, sin medias tintas y muy cerca del Presidente, los mensajes contra sindicalistas que anteayer escucharon, a través de altavoces, miles de usuarios de trenes y subterráneos, en la previa del paro de transporte de ayer.
“Los sindicalistas no te dejan trabajar. Por medida de fuerza de los gremialistas [Pablo] Moyano y [Pablo] Biró para cuidar sus privilegios, este miércoles no habrá servicios de transporte”, fue el mensaje, que también llegó a los usuarios de la aplicación Mi Argentina, y que culminaba con otra exhortación: “Si te obligan a parar, llamá al 134”.
En extrema reserva, altas fuentes oficiales adjudicaron la autoría de la iniciativa contra los sindicalistas al asesor todoterreno Santiago Caputo y al portavoz presidencial, Manuel Adorni. “Cada vez están más a gusto haciendo maldades juntos”, comentó divertido un funcionario que conoce el funcionamiento del tándem. Una vez surgida la idea, la logística quedó a cargo, por un lado, de la Secretaría de Transporte, a cargo de Franco Mogetta, y por el otro, de la Secretaría de Comunicación de Presidencia.
La idea de culpar por la medida de fuerza al número dos de los camioneros y el secretario general de los pilotos, y de asociarlos con el kirchnerismo, está en el centro de la estrategia oficial. “Mientras el país avanza, ellos retroceden”, tuiteó Adorni pasadas las 9, poco antes de subirse al avión en el que Javier Milei partió rumbo a Córdoba para participar del aniversario de la Fundación Mediterránea.
“Esto es parte de la estrategia comunicacional para combatir a esta gente. Recordarle a la gente quiénes son, su historia, y que joden a quienes no pueden ir a trabajar, a un turno médico, a hacer un trámite”, ampliaron desde la Casa Rosada. Rescataban, eso sí, al titular de la UTA, Roberto Fernández, que no adhirió a la medida de fuerza de hoy y aún negocia con el Gobierno de cara al paro de colectivos anunciado para mañana.
Más allá de los autoelogios por el “éxito” y la “originalidad” de la iniciativa, los mismos libertarios y sus actuales socios habían criticado una iniciativa similar, en 2023, cuando Sergio Massa y los gremios del transporte difundieron en las estaciones de trenes, subtes y colectivos una advertencia por el aumento de los boletos que se produciría si Milei llegaba a la presidencia.
En rigor, el gobierno libertario ya había utilizado canales oficiales para difundir mensajes políticos el 18 de diciembre de 2023, cuando a través de Mi Argentina alertó contra las presiones para participar de la primera marcha piquetera. Antes, en 2021, Alberto Fernández usó la aplicación oficial para difundir un discurso, político, tras la derrota en las PASO de las elecciones legislativas.
“Queremos que la gente se grabe los nombres de la casta sindical”. De ese modo explicaron, sin medias tintas y muy cerca del Presidente, los mensajes contra sindicalistas que anteayer escucharon, a través de altavoces, miles de usuarios de trenes y subterráneos, en la previa del paro de transporte de ayer.
“Los sindicalistas no te dejan trabajar. Por medida de fuerza de los gremialistas [Pablo] Moyano y [Pablo] Biró para cuidar sus privilegios, este miércoles no habrá servicios de transporte”, fue el mensaje, que también llegó a los usuarios de la aplicación Mi Argentina, y que culminaba con otra exhortación: “Si te obligan a parar, llamá al 134”.
En extrema reserva, altas fuentes oficiales adjudicaron la autoría de la iniciativa contra los sindicalistas al asesor todoterreno Santiago Caputo y al portavoz presidencial, Manuel Adorni. “Cada vez están más a gusto haciendo maldades juntos”, comentó divertido un funcionario que conoce el funcionamiento del tándem. Una vez surgida la idea, la logística quedó a cargo, por un lado, de la Secretaría de Transporte, a cargo de Franco Mogetta, y por el otro, de la Secretaría de Comunicación de Presidencia.
La idea de culpar por la medida de fuerza al número dos de los camioneros y el secretario general de los pilotos, y de asociarlos con el kirchnerismo, está en el centro de la estrategia oficial. “Mientras el país avanza, ellos retroceden”, tuiteó Adorni pasadas las 9, poco antes de subirse al avión en el que Javier Milei partió rumbo a Córdoba para participar del aniversario de la Fundación Mediterránea.
“Esto es parte de la estrategia comunicacional para combatir a esta gente. Recordarle a la gente quiénes son, su historia, y que joden a quienes no pueden ir a trabajar, a un turno médico, a hacer un trámite”, ampliaron desde la Casa Rosada. Rescataban, eso sí, al titular de la UTA, Roberto Fernández, que no adhirió a la medida de fuerza de hoy y aún negocia con el Gobierno de cara al paro de colectivos anunciado para mañana.
Más allá de los autoelogios por el “éxito” y la “originalidad” de la iniciativa, los mismos libertarios y sus actuales socios habían criticado una iniciativa similar, en 2023, cuando Sergio Massa y los gremios del transporte difundieron en las estaciones de trenes, subtes y colectivos una advertencia por el aumento de los boletos que se produciría si Milei llegaba a la presidencia.
En rigor, el gobierno libertario ya había utilizado canales oficiales para difundir mensajes políticos el 18 de diciembre de 2023, cuando a través de Mi Argentina alertó contra las presiones para participar de la primera marcha piquetera. Antes, en 2021, Alberto Fernández usó la aplicación oficial para difundir un discurso, político, tras la derrota en las PASO de las elecciones legislativas.
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