jueves, 4 de julio de 2024

Peter Sichel, el genio alemán que participó del origen de la CIA y dirigió las primeras operaciones en Berlín durante la guerra fría


Peter Sichel, el genio alemán que participó del origen de la CIA y dirigió las primeras operaciones en Berlín durante la guerra fría
Escapó de su país por el ascenso nazi y se sumó a las filas del Ejército estadounidense, donde por su alta capacidad intelectual y su origen alemán, lo reclutaron para la creación de una agencia global de inteligencia; hoy tiene 101 años y se dedica a la industria del vino
Mariano Confalonieri
Peter Sichel en sus comienzos en la CIA
Peter Sichel tiene 101 años. Es el dueño de las bodegas Sichel, un negocio familiar de vinos que empezó en Maguncia, Alemania, antes de la Segunda Guerra Mundial. Pero durante dos décadas su trabajo no era conocido ni siquiera por su esposa.
Sichel participó de los inicios de la Agencia Central de Inteligencia estadounidense (CIA) y trabajó en su predecesora, la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS). La historia de Sichel es, en parte, la historia del comienzo del espionaje clandestino de Estados Unidos en el exterior, cuyo primer logro fue la recopilación de información para que los aliados pudieran vencer a los nazis.
Sichel nació en Alemania y se vio obligado al exilio cuando el ascenso de Adolf Hitler se volvió una amenaza seria para los judíos. Se enlistó en el Ejército de Estados Unidos una semana después del bombardeo por parte de los japoneses a Pearl Harbor, en 1941, un hito que llevó al presidente Franklin Roosevelt a entrar en la segunda guerra mundial.
Sichel quería combatir a los nazis. Pero su destino no estaría en las trincheras ni en el frente de batalla militar. Cuando aplicó a un programa de entrenamiento especial de la Armada, reservado para todos aquellos con un IQ (coeficiente intelectual) superior a 120, su futuro sería decidido en Washington. Allí, poderosos abogados y funcionarios, las familias de la élite estadounidense, insistían al gobierno con la necesidad de contar con una agencia global de inteligencia. Y buscaban a genios para integrarla.
Peter Sichel, durante una entrevista para la docuserie Punto de Inflexión, en Netflix
Durante la Segunda Guerra Mundial, la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS) dirigida por el general William Donovan sería la semilla de la CIA. En la OSS estaban dos personajes que serían clave en la fundación de la CIA: Allen Dulles y Richard Helms. Y Sichel sería parte de ese selecto grupo por varias razones: su capacidad intelectual, su conocimiento sobre Alemania y la necesidad que tenían los oficiales de inteligencia estadounidense de contar con personas que hablaran un alemán fluido (Sichel, además, hablaba inglés y francés).
Con la OSS, Sichel, Dulles y Helms armaron una red de inteligencia detrás de las líneas enemigas alemanas. El objetivo era contar con recursos e información para proveer al ejército con el objetivo de vencer a los nazis. Al principio, Sichel hacía base en Argelia y tenía el rol de “banquero” de los espías: tenía que conseguir dinero de los países en los que la OSS había desplegado a sus agentes. Pero luego fue enviado a Francia y tras el final de la Segunda Guerra, a Berlín.
Imagen de los cuarteles de la CIA en Washington, cuando fue fundada, que aparece en el documental de Netflix, Punto de Inflexión
Harry Truman, el nuevo presidente estadounidense, se oponía a la creación de una agencia global de inteligencia. John Edgard Hoover, el ambicioso joven que presidía el FBI, también, porque quería ser él el encargado de crearla o manejarla. Pero Allen Dulles, hermano de John Foster Dulles (que sería secretario de Estado con Eisenhower), tenía mucho poder y junto a otros impuso su idea. El Congreso, bajo la administración Truman, creó por ley (el Acta de Seguridad Nacional) la CIA el 26 de julio de 1947.
“Lo que hay que recordar es que al principio no sabíamos nada. Nuestro conocimiento sobre lo que pasaba en el otro bando, sus intenciones, sus capacidades, era nulo”, diría Helms durante una entrevista que el periodista Tim Weiner utilizó para el libro sobre la fundación de la CIA, Legado de Cenizas.
El libro de Tim Weiner, Legado de Cenizas

Sichel relata en Punto de Inflexión, la docuserie de Netflix sobre la Guerra Fría y la bomba nuclear, que una de sus misiones era reclutar entre los prisioneros de guerra nazis a aquellos que tuvieran interés en colaborar con la CIA en Ucrania, para saber qué pasaba más allá de la cortina de hierro. Sichel fue jefe de la estación de la CIA en Berlín durante varios años.
“Pero eran misiones suicidas. Porque había dentro de la CIA un infiltrado, el agregado de inteligencia británico en Washington trabajaba para los rusos y les adelantaba todo”, revela en la misma docuserie Tim Weiner. “Y el espía era la cabeza del espionaje británico, Kim Philby”, añade Weiner. “Él era informado de todo lo que hacía la CIA, de las operaciones paramilitares que tenía en curso e inmediatamente mandaba esa información a Moscú”, explica. “Ese era el seguro de que las misiones iban a terminar en un desastre”, agrega.
“Ucrania no estaba totalmente tomada por los rusos, había grupos de resistencia a los que ayudamos con dinero y provisiones”, contó, por su parte, Sichel. Sin embargo, a esos grupos de resistencia no solo los traicionaba el doble agente en Washington, también los rusos, que formaban los grupos de resistencia para atraer a los que podían ser enemigos del Kremlin. Era una trampa mortal. “Básicamente terminaron en manos de los soviéticos, asesinados o mandados a campos de trabajo forzado en Siberia”, admite Sichel.
Renuncia y críticas
Sichel renunció a la CIA después de 16 años y recibió la medalla de honor por parte de Allen Dulles. En su carta de dimisión dijo que no podía seguir por motivos personales. En sus memorias (The secret of my life), cuenta que tuvo una larga charla con Dulles en la que le explicó que quería tener una vida normal; que nada de lo que hacía podía compartirlo con su familia y que quería tranquilidad. Había visto la violencia y la sangre en primera persona en sus misiones en el sudeste asiático y había lidiado con la mentira mucho tiempo detrás de un escritorio en Berlín.
The secrets of my life, el libro con las memorias de Peter Sichel

Pero más adelante, en entrevistas públicas, Sichel contó que lo que más lo disgustó de la agencia fue que no aprendía de sus errores. “Cuando supimos lo de Ucrania, después me enteré que estábamos haciendo lo mismo en Hong Kong, en China y en otros lugares. Pensé que una agencia que no le daba ninguna importancia a la vida humana, no era una agencia digna”, sostuvo en una entrevista con Scott Anderson. Algo similar repitió en la docuserie de Netflix.
Esos primeros años de la inteligencia extranjera estadounidense demostraron que del lado occidental había mucho menos preparación y conocimiento que del lado ruso. “Ellos llevaban dos siglos en este negocio”, analiza Weiner en su libro.
“Teníamos una urgencia por saber qué intenciones tenía el Kremlin”, sostuvo Sichel. Eso ocurría en medio de una carrera armamentística que incluía la bomba nuclear. La primera había sido lanzada por los estadounidenses, pero la Unión Soviética se le acercó rápidamente una vez terminada la guerra y Berlín fue escenario del reclutamiento de científicos para occidente y oriente. Del otro lado, los rusos tenían a la poderosa e implacable KGB.
Aprender el arte del engaño a la CIA le llevó muchos años. Durante la Berlín dividida, la agencia cayó en una trampa que le costaría muy caro. La central quería pinchar los cables que usaban de manera subterránea los rusos para comunicarse. Pero la operación era conocida por los soviéticos porque tenían de su lado a otro doble agente que sería descubierto muchos años después por un desertor de la inteligencia polaca.
Peter Sichel, imagen obtenida de la docuserie Punto de Inflexión en Netflix
Cuando cayó el muro y la CIA se hizo de alguno de los archivos rusos, se dieron cuenta que Stalin había armado durante años inteligencia falsa para distraer a Estados Unidos. La mayor parte de la información que la CIA capturaba de esos cables subterráneos era para desorientar a Occidente en la toma de decisiones. No sería la primera ratonera en la que caerían ni tampoco la última.
En su libro, Sichel hace una crítica a la CIA y a la intervención militar de Estados Unidos alrededor del mundo. “Si no hubiéramos derrocado a Mohamed Mossadeg (primer ministro de Irán en los 50) probablemente Irán sería hoy una social democracia y no una república islámica”, explica. A Mossadeg lo derrocaron con un golpe militar financiado en parte por la CIA y los británicos tras la decisión del gobierno iraní de nacionalizar el petróleo en 1951.
“Había contradicciones en la política exterior. La de contención creía que la Unión Soviética era paranoica en un mundo hostil. La de ataque sostenía que los soviéticos tenían una ambición imperialista. Pero cuando cayó la cortina de hierro supimos que Stalin tenía mucho miedo de desatar otra guerra”, afirma Sichel.
El espía decidió volver al negocio familiar del vino y la marca de las bodegas Sichel, con base en Nueva York, logró expandirse en el mundo.

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