viernes, 1 de septiembre de 2023

EDITORIAL E Irán retoma la represión


Inexplicables designaciones del papa Francisco
El nombramiento del exjuez Zaffaroni en un organismo académico vaticano provoca un lógico desconcierto y rechazo
Hace pocos días el papa Francisco concedió el estatus de “Asociación Privada de Fieles” de carácter internacional al Comité Panamericano de Juezas y Jueces por los Derechos Sociales y la Doctrina Franciscana (Copaju), nacido en Buenos Aires en 2017 y formalmente reconocido por el Vaticano en 2019, a pedido de uno de sus fundadores, el magistrado porteño Roberto Andrés Gallardo, a quien ahora le asignó su presidencia para el período 2023-2028. Bajo dependencia de esa asociación, creó el Instituto para la Investigación y Promoción de los Derechos Sociales Fray Bartolomé de las Casas, con finalidades académicas, docentes y de formación sobre la temática de derechos sociales, migración y colonialismo. El exjuez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación Raúl Eugenio Zaffaroni fue nombrado para integrar su junta académica y fundadora por el mismo período.
De buenos lazos con el Vaticano, Zaffaroni y Gallardo habían participado allí a fines de marzo de una cumbre sobre “Colonialismo, descolonización y neocolonialismo: una perspectiva de justicia social y bien común”, con participación de jueces, académicos y personalidades latinoamericanas.
Como persistente detractor de numerosas gestiones del gobierno de la ciudad de Buenos Aires, el “militante” juez Gallardo emitió controvertidos fallos como el de suspensión del sistema de vigilancia y reconocimiento facial de prófugos. Fue quien en agosto de 2022 hizo lugar a la acción de amparo que pedía que el jefe de gobierno porteño retirara el vallado y las medidas dispuestas por la Policía de la Ciudad en inmediaciones del domicilio de Cristina Kirchner, medida que le valió una recusación por falta de imparcialidad. Previamente, en 2018, había impedido que se aplicara la reglamentación sobre el uso de armas de fuego por efectivos policiales en la ciudad de Buenos Aires.
Al repasar las actuaciones de tan controvertidos personajes, cabe destacar el público apoyo de Zaffaroni a Cristina Kirchner en las causas judiciales que enfrenta la vicepresidenta. Llegó a sugerir públicamente, en agosto de 2022, que si ella era condenada, el presidente Alberto Fernández tendría que indultarla, por entender que es objeto de una persecución política. Del mismo modo, como miembro de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), promovió el indulto del condenado exvicepresidente Amado Boudou.
En su paso por el Poder Judicial, donde fue juez nacional en lo criminal y miembro de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional de la Capital Federal, años antes de ser designado en la Corte Suprema de Justicia, dejó nefastos antecedentes. Basta recordar el escandaloso caso Tiraboschi, en el que el entonces juez Zaffaroni le redujo la pena a un hombre que obligó a practicarle sexo oral a una niña de ocho años, esgrimiendo que lo había hecho mediante un juego y con la luz apagada, lo que convertiría al abuso en menos traumático. Un fallo revelador de una perversa escala de valores.
Una investigación periodística de 2011 detectó que seis departamentos de su propiedad eran utilizados por mujeres que brindaban servicios sexuales. Ricardo Montivero, apoderado de Zaffaroni y quien dijo estar a cargo de su alquiler, fue condenado a pagar una multa por violación a la ley de profilaxis. El exjuez argumentó que él era solo una inocente víctima de lo que consideró una desnaturalización del contrato de locación.
Resulta inexplicable su designación cuando en múltiples ocasiones Francisco se manifestó en contra del tráfico de drogas, cuya legalización defiende Zaffaroni, y en contra de la prostitución y la trata de personas que sufren la indiferencia y el descarte de parte de la sociedad.
Por sus implicancias, tal vez lo más grave de su foja de servicios es su condición de principal impulsor del llamado garantismo –en rigor, abolicionismo de la ley penal– en la Argentina, cuyos graves efectos nuestra sociedad paga a diario en vidas. Demasiados jueces abrevan en esta doctrina, traducida en la libertad de un sinnúmero de detenidos con graves antecedentes que vuelven a delinquir.
A los referidos antecedentes, suficientes para considerar más que cuestionable su mera nominación, se suma la férrea defensa por parte de Zaffaroni de la teoría del lawfare, que hace referencia a supuestas operaciones de manipulación judicial, política y mediática para desprestigiar, enjuiciar y encarcelar a figuras públicas de relevancia. No hace mucho, esta doctrina fue recogida en un discurso público por el papa Francisco, quien afirmó que con la instrumentación del lawfare se persigue “reducir los derechos sociales y promover un sentimiento de antipolítica del que se benefician aquellos que aspiran a ejercer un poder autoritario”. Se trata, sin embargo, de una teoría que ha sido utilizada por altos funcionarios, justificadamente acusados de corrupción con categóricas pruebas, para garantizarse impunidad.
Nombramientos de esta índole, que solo pueden traducirse como un respaldo del Papa a la acción de determinados jueces, resultan injustificables y en nada contribuyen a desandar la profunda grieta que padece la sociedad argentina cuando el Santo Padre vuelve a tomar tan clara posición. Se alejan incluso del sentido común, toda vez que el Sumo Pontífice, frente a la agresiva polarización existente, ha insistido reiteradamente en la necesidad de promover liderazgos que pacifiquen y ayuden a superarla.

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Irán retoma la represión

Las autoridades iraníes anunciaron el regreso de la policía de la moral en el marco de una nueva campaña para seguir obligando a las mujeres a vestir el velo islámico. El retorno de este controvertido y severamente cuestionado cuerpo policial ocurre 10 meses después de haber sido abolido tras la muerte de la joven Mahsa Amini, detenida en septiembre de 2022 por llevar mal puesto su hiyab y que desencadenara manifestaciones en todo el país. Unos 17 periodistas siguen tras las rejas por su cobertura de las protestas y enfrentan penas de muerte.
El vocero de la policía iraní, Said Montazeralmahdi, recalcó que los agentes de este cuerpo retomarán la notificación y detención de mujeres que no usen el velo en público para fortalecer los pilares de la familia.
Además, el gobierno iraní busca aprobar una nueva ley del velo, que castigaría con multas, penas de cárcel de hasta cinco años, confiscación de automóviles y prohibición de conducir, además de deducciones de salario y la prohibición de acceder a servicios bancarios.
La brutalidad del régimen quedó expuesta en la información brindada por el Atlas de Prisiones de Irán, que señaló el drástico aumento de las condenas a latigazos contra activistas civiles y políticos. Amparadas por el régimen penal iraní, este tipo de condenas se han cuadruplicado en comparación con 2022, con al menos 117 activistas sentenciados a un total de 7404 latigazos y a 99 años y tres meses de prisión y a multas por el equivalente a unos 2300 dólares.
Por su parte Amnistía Internacional acusó a Irán de intensificar la represión contra mujeres y niñas para imponer el uso del hiyab y destacó que Irán es el país de Medio Oriente que más aplica la pena de muerte. En 2022, se llevaron a cabo 576 ejecuciones y un año antes, 314.
La presión internacional y las denuncias no parecen conmover al gobierno de los ayatollahs, dispuesto nuevamente a reprimir las protestas lideradas por mujeres y jóvenes estudiantes que se rebelan haciendo frente con su propia vida al despiadado régimen teocrático de Irán.


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