Jorge Macri se reúne con Lousteau para atenuar las tensiones internas
Será el primer encuentro tras las primarias; la UCR teme que el candidato de Pro se cierre sobre su núcleo duro y pacte una alianza poselectoral con Milei
Laura Serra
Las primarias porteñas en Juntos por el Cambio dejaron heridas difíciles de suturar. No ayudó que Jorge Macri, el ganador de la elección, designara a Clara Muzzio –quien se autodefine como una dirigente con “ADN amarillo puro”– como su candidata a vicejefa de gobierno. Tampoco cayó en gracia la salida anticipada de María Migliore y Christian Werle, dos funcionarios del gabinete de Horacio Rodríguez Larreta que apoyaron la candidatura de Martín Lousteau. Estas actitudes alimentaron las peores sospechas del radicalismo, que entrevé una maniobra de los primos Macri –Mauricio y Jorge– para desalojarlos del futuro gobierno, recuperar la ciudad para Pro y luego pactar una alianza poselectoral con los libertarios porteños de Javier Milei.
Para aventar fantasmas, Jorge Macri se reunirá en las próximas horas con Lousteau. Será un encuentro cerrado que se producirá antes del fin de semana, anticipan voceros de ambos dirigentes. La intención es exhibir unidad frente al desafío que se viene: ganar la ciudad en octubre. Con este objetivo, el jefe de campaña de Macri, Fernando de Andreis, reunió anteayer a los equipos de campaña de la UCR, la Coalición Cívica, el socialismo y GEN. Fue el primer encuentro para aflojar tensiones tras las primarias.
“Fue una buena reunión”, celebraron en los distintos campamentos de la coalición porteña.
En las PASO, el ministro de Gobierno porteño le ganó por apenas un punto y medio a su contrincante radical: 28,71% frente al 27,21%. Ambos alcanzaron el 55,9% de los votos, pero la posibilidad de replicar este porcentaje en octubre y ganar en primera vuelta no se vislumbra sencilla si Macri no logra retener los apoyos obtenidos por Lousteau. El radical se impuso en las comunas del sur de la ciudad, un electorado tradicionalmente renuente al macrismo.
El temor que Macri no confesará en público es que los votantes de Lousteau y el radicalismo porteño se vuelquen por Leandro Santoro en las elecciones de octubre. El origen radical del candidato de Unión por la Patria lo hace más digerible para muchos correligionarios que el ADN Pro del primo del expresi
Martín Lousteau senador - evolución radical en las paso perdió por un punto y medio frente a su rival. en su espacio no cayó bien que macri designara a una dirigente de pro como compañera de fórmula. temen una alianza con milei Jorge Macri ministro de gobierno - pro ganó las primarias de Jxc con el 28,71%. para imponerse en primera vuelta necesita retener los votos de lousteau. asegura que no es su intención desplazar al radicalismo de la gestión porteña
Además, remarcan, Santoro no comulga con el núcleo duro kirchnerista; sus simpatías son mayores con Sergio Massa.
“El Pro se convirtió en un vehículo de poder sin valores; Jorge es solo un instrumento de su primo Mauricio para cuidarle las cajas de la ciudad. A él solo le interesa retener la ciudad para el Pro, sin compartir la gestión con el radicalismo como hizo Larreta; antes que eso prefiere pactar con Milei, con el que se siente más afín ideológicamente –acicatean los más suspicaces–. Es lo que pretende también a nivel nacional; quedó claro con los guiños que le hizo la noche de las primarias. Con Jorge son un tándem; juegan a dos puntas”.
Los radicales sangran por la herida; ellos imaginaban que la vicejefatura de gobierno –cargo que controla la Legislatura y su presupuesto– recaería en una candidata radical. Imaginaban para ese puesto a Mariela Coletta, titular de la UCR porteña. “Jorge perdió por un punto y no tuvo el gesto de incluirnos en la fórmula. Se cierra en lugar de ampliar. Santoro fue más inteligente y eligió a una dirigente que trabajó en el gobierno de Macri [Barbara Rossen]”, despotrican.
En el entorno de Jorge Macri retrucan las críticas. “Tanto Mauricio como Jorge eligieron como vicejefes a dirigentes de Pro”, insisten. Y enfatizan: “Jorge no tiene ninguna intención de replegarse sobre el núcleo duro de Pro y romper nuestra relación con los socios de la coalición”, garantizan.
Y advierten: “A todos nos conviene trabajar de manera mancomunada, y lo vamos a hacer, en este tramo de la campaña. Porque más allá de la jefatura de gobierno, acá se eligen también legisladores y comuneros: allí hay candidatos radicales, socialistas, de Confianza Pública y del GEN. Todos tenemos que tirar para el mismo lado”, desafían.
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La candidata habló de inflación y dolarización con un premio Nobel de Economía
Se reunió con Thomas Sargent, un defensor de la reducción del déficit para bajar los precios
Tras la incorporación a su staff para la campaña electoral de Carlos Melconian, de alto perfil mediático y quien se transformaría en titular del Palacio de Hacienda si es elegida presidenta en los comicios de octubre, la candidata de Juntos por el Cambio Patricia Bullrich tuvo ayer otro encuentro de alto perfil. La exministra de Seguridad macrista se reunió a puertas cerradas con el premio Nobel de Economía 2011 Thomas Sargent.
Del encuentro también participaron uno de los principales referentes económicos de Bullrich Luciano Laspina, y el coordinador de los equipos técnicos, Alberto Fohrig.
No es la primera vez que la candidata está en contacto con Sargent.
Lo conoció cuando viajó a Nueva York en abril del año pasado, con quien se interesó en conversar sobre su especialidad: cómo combatir la inflación.
El economista promueve una reducción del gasto público como el modo más efectivo para acotar la suba de precios.
También se ha expresado en contra de la idea de la dolarización, como la propone el candidato de La Libertad Avanza, Javier Milei.
Sargent nació en Pasadena, California, Estados Unidos, 1943, y es un experto en la relación entre las variables económicas y la política. La misma exministra de Seguridad lo había catalogado como “especialista en inflación”.
En el momento en que le otorgaron el premio Nobel de Economía, desde la Academia Sueca de las Ciencias en Estocolmo señalaron justamente que Sargent –quien fue galardonado junto al también estadounidense Christopher Sims– ganó por “sus investigaciones en las causas y efectos en macroeconomía”.
Graduado en la Universidad de California, obtuvo un doctorado en la Universidad de Harvard en 1968. Asimismo pasó por cargos en la Universidad de Minnesota, de Chicago y de Stanford, mientras que desde 2002 se desempeña en la Universidad de Nueva York. De acuerdo a esa casa de estudios, el economista fue primer teniente y capitán del Ejército de Estados Unidos, como así también escribió una serie de libros, entre ellos Recursive Macroeconomic Theory y Robustness (Teoría Macroeconómica Recursiva y Robustez).
La reunión de ayer entre Bullrich y Sargent se enmarca en el esfuerzo de la candidata por reforzar el flanco económico, punto fuerte de Milei. De hecho hoy presentará formalmente a Melconian como su eventual ministro de Economía, en el caso de ser presidenta.
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No es el plan, es la gobernabilidad
Carlos PagniMassa, Bullrich y Milei
Las primarias del 13 de agosto pasado declararon el triunfo de Javier Milei, cuyo principal activo político radica en su capacidad para representar la irritación social para redirigirla hacia la dirigencia del país. Es decir, su capital reside en su condición de outsider. Como sucede tan a menudo, en la virtud reside el vicio: por esas peculiaridades que muchísimos votantes valoran, Milei carece de despliegue territorial y capacidad parlamentaria.
En la que se ubicó como segunda fuerza triunfó Patricia Bullrich, con la bandera de una ruptura con el statu quo, por sobre Horacio Rodríguez Larreta, que predicaba la necesidad de acuerdos dentro de la clase gobernante. A estos dos fenómenos se agrega otro: de los 35 millones de electores habilitados, en esas mismas elecciones 11 millones decidieron ausentarse. Un desapego que coincide con la radiografía que registraron muchos estudios de opinión pública: innumerables argentinos pretenden un cambio radical, que termine con el orden reinante y los emancipe de la angustia en la que viven. Esos ciudadanos quieren, como consignó en una investigación el brillante especialista Roberto Zapata, dejar de sufrir.
El panorama es alarmante. Porque estos datos describen el clima en el cual deberán gestionarse los programas de estabilización que, con distintas melodías, prometen los candidatos a encabezar el próximo gobierno. Estabilizar, como se sabe, es ajustar. Esta es la razón por la cual la principal incógnita que presenta hoy la Argentina para cualquier observador se refiere a la gobernabilidad. No al plan que debe llevarse adelante, sino a la posibilidad de tomar decisiones que sean obedecidas. La pregunta no es por el qué, sino por el cómo.
Ese interrogante, que parecía estar en el horizonte, fue anticipado en estos días por Sergio Massa. El ministro de Economía anunció un conjunto de medidas destinadas a mejorar sus posibilidades como candidato a presidente, y desató una ola de desobediencia. Era previsible que muchas empresas se negarían a pagar la suma fija de $60.000 dispuesta por decreto por la sencilla razón de que la inflación espiralada ha dejado a mercados enteros sin precios y, por lo tanto, con un colapso en el nivel de actividad.
Lo que Massa no calculó es que entre los desobedientes habría gobernadores y, sobre todo, gobernadores peronistas. Es llamativo que no haya imaginado esa reacción, que fue precedida por una rebeldía más antigua. Muchos de esos caudillos de provincia ya habían dicho adiós a Massa, y a cualquier figura del peronismo nacional, al adelantar sus elecciones. Una falta de solidaridad que se manifestó también en el caudaloso corte de boleta registrado en el conurbano bonaerense, donde los intendentes y Axel Kicillof pujan por desencadenarse de la mala performance del ministro-candidato. Massa debería haber advertido que esta desintegración se iba a agravar después de las primarias por una razón elemental: abrazado a su candidatura, el peronismo se hundió en el tercer puesto.
Si se lo hipnotizara, es decir, si se ensayara el único método todavía no explorado para desentrañar lo que Massa piensa de verdad, tal vez se conocerían los reales motivos de este déficit de autoridad que lo debilita más en su carrera. Las medidas anunciadas el domingo son una señal de subordinación absoluta a Cristina Kirchner y a La Cámpora. La vicepresidenta, igual que su hijo Máximo, insistió durante meses en que, con independencia de las negociaciones colectivas, los empleados debían recibir una suma fija para mejorar sus ingresos. Ellos defienden esa estrategia, que supone un mayor beneficio relativo para quienes cobran los salarios más bajos. Dicho de otro modo: un incremento que se hace sentir más en el bolsillo de quienes, se supone, votan al peronismo. La medida tiene otro mérito. Los beneficiarios deben agradecerla a los funcionarios, no a los sindicalistas que conquistan beneficios en las paritarias. Los gobernadores se oponen porque piensan algo parecido: si va a haber un bono, queremos que nuestros empleados públicos nos lo deban a nosotros, no a un burócrata porteño.
Resulta muy curioso que Massa haya tenido estos inconvenientes en el peronismo federal cuando su jefe de campaña, Eduardo “Wado” de Pedro, es el ministro del Interior. Es cierto que De Pedro tampoco consiguió que los gobernadores de su partido desistieran de realizar comicios por su cuenta aun cuando él mismo era candidato. El compromiso de este dirigente de La Cámpora con la campaña que debe conducir es problemático. En plena interna cedió a Juan Grabois, el desafiante de Massa, el malogrado búnker que le había provisto Federico Achával, hijo del socio de Cristóbal López. Y ayer Luis Barrionuevo, después de confesar su simpatía por Milei, profetizó su triunfo. Barrionuevo es el principal padrino de De Pedro. En otras palabras: es el jefe de campaña del jefe de campaña. Tal vez el clarividente Barrionuevo puso en palabras lo que la conducta de los gobernadores está insinuando: hay un peronismo que se prepara para auxiliar al improvisado Milei. El cordobés Martín Llaryora sería otro precursor. A través de su amigo Alejandro Fantino, tendió un vínculo hacia el líder de la ultraderecha. Pero, tranquilo, Schiaretti: todavía no se vieron. En Mendoza hay movimientos parecidos. No deberían sorprende: Omar De Marchi, que compite contra Alfredo Cornejo, está muy cerca de Carlos Balter, líder del Partido Demócrata, que milita con Milei. La otra resolución que Massa debió comunicar por subordinación a la señora de Kirchner es la derogación del decreto que autorizaba a subir en 7% el arancel de las empresas de medicina prepaga. Un nuevo indicio de la antipatía que inspira en ella la figura de Claudio Belocopitt, el titular de la cámara del sector y, acaso, el mayor operador privado del sistema sanitario. Al parecer, Belocopitt paga el precio de haberse hecho cargo en su momento de la salud de Néstor Kirchner. Misterios del duelo. Lo concreto es que con este retroceso en una recomposición de ingresos ya autorizada, el Gobierno pone a la totalidad de las clínicas del país al borde de la quiebra. Sencillo: el 92% de esa suba del 7% en los aranceles estaba destinado a cubrir los costos de esos sanatorios.
El escándalo de las vacunas
Mientras el mundo de la medicina entró desde el domingo en estado de alarma, el Ministerio de Salud se convierte en noticia por una inclinación, al parecer, irrefrenable: la escandalosa administración del negocio de las vacunas, ya demostrada durante la pandemia. La cartera de Carla Vizzotti resolvió dejar de comprar algunas especialidades al fondo de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) para adquirirlas, a través de licitaciones, a laboratorios privados. ¿Qué empresario gana casi siempre esas licitaciones? Tres opciones para resolver la adivinanto za: ¿Hugo Sigman, Hugo Sigman o Hugo Sigman?
El perjuicio de esta alteración es múltiple. No solo la OPS no consiguió que el ministerio siquiera considerara una oferta para facilitar que todo el proceso se haga en pesos, ahorrándole divisas al Banco Central. Los funcionarios terminaron comprando algunas vacunas a un precio más caro que el que ofrecía esa organización internacional. Por ejemplo, la dosis de la vacuna contra la hepatitis A que se compraba por 7,98 dólares ahora se paga a Sinergium, la empresa de Sigman, 9,25 dólares. El Estado asume una pérdida similar con la vacuna contra el neumococo. La OPS la ofrecía por 14,50 dólares, pero Sigman consiguió que se la compren por el equivalente en pesos a 15,86 dólares. Es cierto que ese precio no se actualizó, por lo que hay que suponer que Sinergium proveerá la dosis por 12,83 dólares. Sigman perdería plata. De no creer, diría Carlos Roberts.
El avance del proveedor de vacunas casi monopólico sobre zonas todavía no capturadas quedó documentado en el registro de audiencias de Vizzotti, que consigna las reuniones con Alejandro Gil, el presidente de Sinergium, y con Ignacio Romano, de Pfizer, laboratorio internacional asociado a Sigman en algunos de estos concursos. Es el vínculo protocolar de la ministra con la empresa. Un nexo menos formal es la designación de Sonia Tarragona como jefa de Gabinete del ministerio. Antes de ingresar al sector público, Tarragona fue directora de la fundación Mundo Sano, de Silvia Gold, esposa de Sigman e hija del mítico Negro Roberto Gold, fundador de ese imperio farmacéutico a quien todavía lloran en el Partido Comunista.
El controvertido cambio de metodología para la adquisición de vacunas ya encendió alarmas en el Congreso. La diputada Graciela Ocaña elaboró un pedido de informes para reclamar los pormenores de todas las licitaciones más un detalle adicional: una estadística que indique qué empresas ganaron esos torneos a lo largo de los últimos diez años. La misma adivinanza.
La penumbra en la que indaga Ocaña no causa asombro.Es habitual que en las postrimerías de todo gobierno haya expertos en mercados regulados dando dentelladas sobre el presupuesto. Pero el desorden que rodea a la campaña de Massa tiene menos antecedentes. Además de estar expuesel a una corriente de desobediencia, debió tolerar que el jefe de Estado de un país vecino, Paraguay, declarara que no le compraría un auto usado. A este desaire casi insultante de Santiago Peña se agregan las maniobras comunicativas de Alberto Fernández. Decidido a fingir que todavía ejerce la presidencia, Fernández emite comunicados para aclarar que fue él quien dispuso las medidas que unas horas antes había anunciado su ministro de Economía y reemplazante como candidato. El domingo, alegó que fue él quien encomendó a los ministerios de Trabajo, de Desarrollo Social y de Economía las novedades que había anunciado Massa. Vizzotti, de Salud, tiene derecho a decir que nadie le informó la catastrófica suspensión de un decreto que afecta a su competencia. Y De Pedro, de Interior, puede esgrimir que tampoco fue alertado sobre una resolución que dañaría a los gobernadores. Pura fantasía. Alberto Fernández es un fantasma, dentro y fuera del país. Lo acaba de demostrar Lula da Silva, que gestionó ante Xi Jinping el permiso para que la Argentina disponga de algunos yuanes para financiar importaciones desde Brasil. Peña, Lula, así se van sucediendo las humillaciones argentinas.
Sin embargo, el mayor perjuicio para Massa es la indiferencia de Cristina Kirchner. Como suele hacer frente a la inminencia de cualquier catástrofe, ella se ha retirado de la escena. El ministro de Economía lo debería haber sospechado cuando le entregaron la representación de Unión por la Patria con tanta generosidad. Algún gracioso llama a la vicepresidenta Capitana Schettino, por aquel comandante italiano que, en enero de 2012, abandonó a su suerte el crucero Costa Concordia después de chocar con una roca frente a la costa toscana. Schettino abandonó a los pasajeros y huyó en un bote, adonde dijo haber caído contra su voluntad, catapultado por el movimiento del barco. “Schettino, Schettino, vuelva al barco”, lo llamaban desde la guardia costera. Schettino no escuchaba.
La evidencia de que la gobernabilidad plantea un gigantesco interrogante ha movido también a Patricia Bullrich en los últimos días. Así se explica el altísimo perfil que otorgó a la incorporación de Carlos Melconian como ministro de Economía de un eventual gobierno suyo. Pretende demostrar que ella tiene respuestas para los enormes desafíos que presenta la economía. Habrá que ver si económico es el mejor eje para enfrentar a Milei. O si la competencia pasa por exhibir una mayor densidad política, no técnica, frente a un rival que puede significar un salto al vacío. Antes de hacerse estas preguntas Bullrich deberá suturar las heridas abiertas en el equipo de economistas que la venía secundando. Muchos allí recibieron la promoción de Melconian como un gesto peyorativo. Quedará claro hoy, por algunas ausencias notorias en el acto de presentación del aspirante a ministro, en Córdoba.
Todos estos son detalles frente a la incógnita más extendida y preocupante: qué capacidad tendría Milei de dotarse de un plan político para alcanzar los ambiciosos objetivos que se ha fijado en su proselitismo. El desafío es gigantesco. No solo porque, por su propia historia, carece de estructura y de antecedentes. Además, su programa es desmesurado. Como suele explicar uno de los empresarios más influyentes del país, “Milei no es un economista; él se concibe a sí mismo como un reformador social. Es decir, una especie de filósofo que pretende una regeneración absoluta, a partir de nuevas reglas”.
La necesidad de encarnar ese sueño en una gestión administrativa ha hecho que Milei convoque a algunos amigos con los que convivió en la Corporación América, el conglomerado de Eduardo Eurnekian. De allí provienen Nicolás Posse, una especie de jefe de Gabinete, y Guillermo Francos, quien sería ministro del Interior. Massa debería estar atento a si por la línea de los aeropuertos no termina acercándose a Milei el “señor de los cielos”, Alejandro Granados, caudillo indiscutido de Ezeiza. Es el principal padrino político de Martín Insaurralde. Atención Kicillof.
La llegada de Francos desde Washington alertó al núcleo que venía ofreciendo conexiones políticas a Milei. Allí estaba uno de los hermanos Lijo, conocidos en Comodoro Py con el cariñoso apodo de “hermanos va-lijo”: es Alfredo, legendario gestor de los tribunales federales. También el controvertido abogado Santiago Viola, protegido de Rodolfo Canicoba y María Servini de Cubría. Acaso el candidato requiera de otro tipo de asesores. Sus riesgos no van a estar en el fuero penal, al menos al comienzo. Los dolores de cabeza vendrán desde el Contencioso Administrativo, donde, como dijo un funcionario judicial, “lo esperan con cuchillo y tenedor”. Es el reino de las cautelares. El Vietnam de cualquier reformador.
Entre los colaboradores políticos también está Ramiro Marra, candidato a jefe de gobierno porteño. Y Eugenio Casielles, un antiguo duhaldista que hizo carrera a la sombra de Miguel Ángel Toma. Detalle de color: una de las carpetas con informes de Inteligencia que el finado Claudio Bonadio secuestró de un domicilio patagónico de la señora de Kirchner estaba titulada “Eugenio Casielles”. Ahora esta cofradía, denominada por un chistoso el “Grupo Casta”, aparece amenazada por la aparición de políticos con un cursus honorum más aquilatado.
El desafío de estos estrategas de campaña, igual que el del equipo de Bullrich, es conseguir una victoria en la provincia de Buenos Aires. Allí se piensa refugiar Cristina Kirchner. Quienes conocen los pliegues últimos de su forma de pensar especulan con que desea en secreto el triunfo de Milei. Para ella podría ser la garantía de que las ideas liberales se hundan pronto en un fracaso por falta de estructura y de experiencia. La crisis de gobernabilidad que todos temen puede no ser un accidente. Puede ser un objetivo.
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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