viernes, 1 de septiembre de 2023

SICARIOS NARCO Y ARRESTADA


Un femicida y un sicario dirigen desde la cárcel un ejército de mujeres para la venta de drogas
Cristian “Gusano” Vera y Juan Ignacio Figueroa están presos en Coronda; son concuñados y eran sicarios de un jefe narco que controlaba el negocio en la frontera con Córdoba
Germán de los SantosEl jefe de la barra de Colón, Juan Abel Leiva, con el Gusano Vera, en Coronda
ROSARIO.– En el pabellón Nº 9 de la cárcel de Coronda, en Santa Fe, Cristian Antonio “Gusano” Vera y Juan Ignacio Figueroa se reencontraron. El primero está preso por el femicidio de su pareja y cuando estaba prófugo usó, como nombre falso, el de Figueroa, que antes de ser detenido era sicario de Héctor Argentino “Patrón” Gallardo, un capo narco que dominaba la frontera entre Córdoba y Santa Fe, con epicentro en el corredor de la ruta 19.
En la prisión montaron un negocio narco, y lo manejaban desde el pabellón. La empresa criminal era amplia, porque cubría parte del abastecimiento de droga en el penal y la distribución de cocaína en el norte de Santa Fe, con una base operativa en la capital provincial, donde se destacaba otra característica de esta sociedad: todos los engranajes del negocio estaban ocupados por mujeres, que recibían órdenes del femicida.
Gusano Vera y Figueroa son, actualmente, concuñados. Pero entre ellos hay una larga historia. En 2014, Vera figuraba como prófugo del femicidio de su pareja, Griselda Correa. La policía no podía encontrarlo porque, en realidad, estaba preso por otros delitos con un nombre falso. Usaba la identidad de Juan Ignacio Figueroa, que en ese tiempo estaba en libertad.
En 2016, Gusano fue condenado a prisión perpetua por el asesinato de su esposa, a quien le disparó en la cabeza con una pistola 9 mm. Había tenido denuncias de que antes la golpeaba y –según la madre de la víctima– la obligaba a trabajar en un prostíbulo en Córdoba. En el juicio, Figueroa declaró que había extraviado su DNI y Vera lo había usado para cambiar su identidad. Era mentira. Ambos se conocían de Frontera, donde compartían oficio: eran sicarios.
En Coronda, Vera fue protagonista de algunos escándalos, como el que ocurrió en el verano de 2017, cuando él y el jefe de la barrabrava de Colón, Juan Abel Leiva, se sacaron fotos en una pileta de lona que habían instalado en el pabellón.
Figueroa era sicario de Héctor Argentino Gallardo, el Patrón, un jefe narco que fue condenado a 14 años de prisión en 2017 por distribuir, desde Frontera, droga al resto del país y a Chile. Según la investigación que realizó la Procuraduría de Narcocriminalidad (Procunar), el Patrón tenía una red de “soldados” que lo protegían e impedían que posibles competidores se asienten en esa zona con una ubicación clave entre Córdoba y Santa Fe.
Juan Ignacio Figueroa fue detenido en el marco de la investigación contra el clan Gallardo. Hace diez años, la Gendarmería lo interceptó en Posadas, Misiones, cuando estaba a punto de ejecutar a Raúl Reynoso, que era parte de la banda del Patrón y tenía ínfulas de independizarse. Los líderes de la organización criminal sospechaban, además, que era un soplón de la Justicia.
“Llevalo a los terrenos de atrás y cocinalo”, ordenó Gallardo por teléfono, desde lejos. Fue el tórrido 18 de diciembre de 2013, y él estaba en Orán, Salta, a 1200 kilómetros de Posadas, donde el grupo tenía una de sus bases operativas.
Juan Ignacio es pariente de Franco Figueroa, que también vivía en Frontera y está preso, luego de que se detectara que además de árbitro de fútbol de la liga cordobesa, era asesino a sueldo de Gallardo.
Franco Figueroa asesinó el 23 de enero de 2015 a Germán Losada y Martín Chamorro. Les disparó con una pistola 9 mm y un revólver Smith & Wesson calibre 32 al mismo tiempo, dentro de un auto. Las víctimas, integrantes de la llamada “banda de los santafesinos”, iban en los asientos delanteros y Figueroa, en la butaca trasera del Peugeot 307. Los ejecutó por orden de su jefe, que sospechaba que estos dos dealers querían hacer pie en Frontera y quedarse con el negocio narco.
Ocho años después, Juan Ignacio Figueroa montó su propia empresa de venta de drogas en la cárcel de Coronda, donde se encontró con el Gusano Vera, que se hizo pasar por él cuando estaba en la cárcel, aunque técnicamente prófugo por el femicidio de su esposa.
La estructura criminal que montaron dentro del pabellón Nº 9 del penal de Coronda era bastante sofisticada y tenía una particularidad: los brazos operativos de la “empresa” eran todas mujeres, lideradas por las parejas del femicida y el sicario. En la cárcel, Vera, que había asesinado a esposa, se puso de novio con la hermana de la mujer de su socio.
En una investigación realizada por el fiscal federal Roberto Salum, se detectó que en la pequeña ciudad de Malabrigo, de 20.000 habitantes, ubicada en el norte de Santa Fe, un grupo de mujeres distribuía cocaína que provenía de la capital provincial, donde vivían Jesica Camila Oviedo, pareja de Vera, y Alexis Patricia Oviedo, pareja de Figueroa. El juez federal Aldo Alurralde procesó a los acusados esta semana.
El fiscal Salum decidió, como se dice en la jerga judicial, “tirar de la cuerda” para ver qué había detrás de la venta al menudeo en kioscos de droga en Malabrigo, donde habían sido identificadas dos mujeres que estaban al mando de las operaciones. El hilo llegó hasta la cárcel.
Tras intervenir los teléfonos y escuchar los diálogos, la policía advirtió que ambas se proveían de drogas en un barrio de Santa Fe. La investigación se extendió hasta la capital provincial y tuvo como protagonistas a otras dos mujeres: Vicky y Yamila, quienes luego fueron identificadas como las hermanas Oviedo, que vivían en el barrio El Abasto.
Ambas respondían a las directivas que recibían de sus parejas, Figueroa y Vera. El 5 de julio pasado, el juez Alurralde autorizó una serie de allanamientos en las casas de las mujeres, oriundas de Malabrigo, y en los presuntos kioscos de drogas de la ciudad de Santa Fe que quedaron bajo la lupa judicial.
Se secuestraron 323 gramos de cocaína, 3,8 kilos de marihuana, 970.760 pesos, dos autos, una camioneta, una motocicleta, 28 celulares, un arma de fuego y una máquina contadora de billetes.
A los investigadores les llamó la atención el control que tenían Vera y Figueroa sobre las mujeres, que eran las proveedoras de las bocas de expendio en Santa Fe capital y el norte provincial. Se sospecha que podría haber una complicidad de agentes penitenciarios o de algún engranaje de la policía.
En julio pasado, según consta en el expediente, Figueroa llamó a su pareja desde la cárcel. Sabía que la policía estaba rondando la zona. ¿Cómo tenía esa información dentro del pabellón Nº 9 de Coronda? “Fijate que andan los milicos...”, le dijo a su pareja; “para que no tengas nada...”, le aclaró. Le advertía, así, que tenía que sacar la droga de su casa. “Están parados en todas las cuadras”, avisó Figueroa, mientras la mujer le decía: “No los veo...”.
Viejos conocidos
Figueroa y Vera se conocían de Frontera, en el límite con San Francisco, Córdoba. Ambos eran sicarios del hombre fuerte de la zona, Héctor Gallardo, condenado a 14 años de prisión en 2017. Patrón está preso actualmente en el penal cordobés de Bouwer.
El Patrón, según se desprende del expediente, traía los cargamentos de marihuana desde Paraguay a través de su contacto en ese país: Eva Portillo de Quiñonez. Las escuchas telefónicas de la causa aportan indicios de que movían grandes cantidades y de que parte de esos cargamentos se exportaban a través de los pasos fronterizos de Cristo Redentor, en Mendoza, y Cardenal Samoré, en Neuquén, hacia Chile.
El testimonio de un testigo protegido, que figura en el expediente, revela que “entre septiembre y octubre de 2012 habrían bajado [desde Paraguay] 4500 kilos de marihuana”. Portillo fue detenida en agosto de ese año en la ruta 7, cerca de Luján, provincia de Buenos Aires, con 73 kilos de marihuana.
La cocaína que movía la banda provenía de B olivia y de Perú, y, según la declaración de un testigo protegido, se procesaba en un laboratorio de Villa Josefina, un pueblo vecino a Frontera. Allí trabajaban los colombianos Luis Marulanda García, que vivía en una casa de Gallardo, y Luisa Castaño, que residía en el hotel El Gringo, propiedad del Patrón.
El testigo describió que a una estancia conocida como Villa Josefina, en Frontera, colombianos y bolivianos llegaban especialmente para cocinar el clorhidrato de cocaína, con una producción de cien kilos por mes, y que Gallardo “era íntimo amigo del jefe de la policía de la provincia de Santa Fe y, además, del intendente y de la policía de Frontera”. Hacía referencia a la comisaría 6ª de la localidad, cuyos efectivos, en su mayoría, irían presos un año más tarde tras el escándalo del “crucificado”: el caso del joven torturado en esa seccional y luego dejado en la lindera San Francisco, maniatado en una cruz. •
El Gusano Vera fue condenado a prisión perpetua por el asesinato de su esposa
Figueroa fue detenido cuando estaba a punto de ejecutar a un rival

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Juzgarán por homicidio a una joven que drogó a un hombre
La acusada de asesinato buscaba dormir a las víctimas para facilitar el ingreso de sus cómplices a las viviendas
Gabriel Di NicolaPOLICÍA DE LA CIUDAD...La joven detenida era buscada por un homicidio cometido en 2021
A Salomón T. lo encontraron muerto en su cama. Era el mediodía del 11 de enero 2021 cuando un compañero de trabajo entró en su departamento de Palermo, desesperado porque no le respondía el teléfono y tampoco lo atendía por el portero eléctrico. Pronto, por las fotos que aportó la hermana de la víctima después de recuperarlas de la “nube” de la cuenta de mail, se supo que la noche anterior había estado acompañada por una joven. En las imágenes se podía observar un vaso con, aparentemente, jugo de naranja, que nunca pudo ser hallado en la escena del crimen. La causa del fallecimiento fue un “arritmia ventricular grave” provocada por un factor patológico y el suministro de alta dosis de clotiapina, un antipsicótico.
Salomón T. fue sorprendido por una “viuda negra”, modalidad delictiva protagonizada por mujeres que duermen con somníferos a sus víctimas para sustraerles objetos de valor. La sospechosa, en el momento del crimen, tenía 17 años, según surge del expediente judicial, al que tuvo acceso
N. M., como identificaron a la sospechosa, ahora tiene 20 años y deberá enfrentar un juicio por el homicidio de Salomón T. y por un robo sucedido el 23 de febrero de 2021 en Chacarita, donde le sustrajo US$20.000 a una víctima que había conocido en Tinder. La muchacha se había presentado en la app de citas como Marita.
La segunda víctima, según el expediente judicial, después de tomar unos tragos preparados por Marita, comenzó a marearse y perdió la conciencia. La joven, según las imágenes de las cámaras de seguridad del edificio, bajó al palier y les abrió la puerta a dos cómplices.
“Los tres imputados se encontraban en el interior del departamento, colocaron a la víctima boca arriba en su cama y lo ataron de pies y manos. Una vez inmovilizado y sedado el dueño de casa, los sospechosos se apoderaron de US$20.000, que había dentro de dos bolsas plásticas transparentes en un armario ubicado en la habitación, un teléfono celular y un reloj marca Tissot, entre otras cosas”, según la investigación judicial.
Uno de los cómplices de Marita fue identificado. Se trata, según fuentes judiciales, de un hermano de la “viuda negra”, de 28 años y actualmente detenido en la cárcel de Sierra Chica. Resta detener al tercer delincuente.
“Se ha acreditado que el esquema delictivo comenzaba con el acercamiento de una mujer, Marita, que seducía a las víctimas masculinas por medio de plataformas de mensajería instantánea, de redes sociales o de citas (WhatsApp, Facebook, Instagram, Tinder), muchas veces con intercambio de mensajes, imágenes y videos de contenido erótico. Esas comunicaciones tenían desde un inicio el propósito de ganarse la confianza de los damnificados para luego coordinar un encuentro presencial que le permitiera perpetrar el robo”, según el expediente judicial.
A fines de abril pasado, el fiscal de Menores Daniel Togni pidió que Marita y su hermano vayan a juicio oral por el homicidio cometido en Palermo y el robo en Chacarita. Pero Marita estaba prófuga. Le habían concedido la prisión domiciliaria porque, cuando fue identificada, estaba embarazada. Se fugó después de romper la tobillera electrónica.
Hace dos semanas, Marita fue detenida por detectives de la División Capturas y Prófugos de la Policía de la Ciudad. De la búsqueda participó la Unidad Fiscal Especializada en Investigación Criminal Compleja (Ufecri), dependencia a cargo de Campagnoli.
“Durante las tareas investigativas, la Policía de la Ciudad pudo corroborar que la sospechosa vivía en la zona de la Isla Maciel, en el partido bonaerense de Avellaneda. Así las cosas, las autoridades se apostaron en inmediaciones del domicilio y en la zona céntrica de Avellaneda, donde fue detenida, en la calle Ameghino al 700”, informó el Ministerio de Justicia y Seguridad porteña

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