domingo, 30 de junio de 2024

LA HISTORIA DEL BARÓN de MASSY






“Tienen un gran país, con buena gente”. El primo de Carolina de Mónaco que pudo ser príncipe, se peleó con Rainiero y armó su familia en la Argentina
El barón Christian de Massy en la Patagonia: "Amo la Ruta 40, es mi lugar en el mundo".Christian de Massy
El barón Christian de Massy vivió en Buenos Aires y se casó con una argentina, con quien tuvo una hija; irreverente y sin filtro, habla el heredero menos conocido de la Casa Grimaldi
Paula Ikeda
Pudo haber sido el príncipe de Mónaco y soberano del principado con más glamour de mundo. La vida de Christian-Louis Noghès, conocido como el barón de Massy, pudo haber cambiado el curso de la historia en la realeza. Su madre, la baronesa Antoinette de Massy, era la hermana mayor del príncipe Rainiero, y por mucho tiempo, Christian (nacido en 1949) fue segundo en la línea de sucesión al trono detrás de su tío. Pero la llegada de Grace Kelly a Montecarlo, en 1956, y el nacimiento de sus hijos, lo cambiaron todo.
El barón Christian de Massy, primo de Alberto y Carolina de Mónaco. "Después de mis altos estudios, yo preferí vivir una gran aventura. Tuve una exitosa compañía, pero soy vago y me gusta divertirme así que la vendí. Luego, me fui de viaje por el mundo. Amo Sudamérica y la recorrí toda"gentileza Christian de Massy
“Puedes llamarme ‘Su Excelencia’... y espero ver una reverencia”, dice Christian de Massy al comienzo de la videollamadaPero no puede contener la risa más que algunos segundos. “Obviamente es un chiste”, corrige inmediatamente el primo hermano de la princesa Carolina de Mónaco desde la terraza de su departamento en Montecarlo.
La vista parece imponente: “Aquel es el Palacio, allí el Hotel de París…”, señala el Grimaldi que pocos conocen y que supo ser el más rebelde de la familia (”después de su madre”, coinciden los que conocen la intimidad del principado ). Al hablar, de Massy mezcla el inglés con algo de italiano, un poco de francés y un español bien aporteñado. Y es que este miembro de la realeza monegasca vivió en Buenos Aires, estuvo casado con la argentina María Marta Quintana del Carril, hija de Tita Tamanes, que por un tiempo fue baronesa, y además tuvo una hija, Leticia de Massy.
El príncipe que no fue
Hermana mayor de Rainiero III de Mónaco, la princesa Antoinette Grimaldi, se crio rodeada de atenciones en el principado. Tuvo a sus dos hijos mayores -Elisabeth Ann y Christian Louis- con el tenista Alexandre Athenase Noghès fuera del matrimonio. Recién en 1951, cuando Noghès se divorció de su primera esposa y se casó con Antoinette, legitimando a sus hijos, dándoles un lugar en la línea de sucesión al trono, el príncipe Rainiero le otorgó el título de baronesa de Massy.
Sin embargo, Antoinette no pudo con su codicia. Mientras Rainiero se perfilaba como un soberano soltero y sin herederos, Antoinette ya tenía a un valioso hijo varón e intentó sabotear a su hermano. Divorciada de Noghès y en pareja con Jean-Charles Rey, presidente del parlamento monegasco, aprovechó un escándalo bancario y que la reputación de Rainiero III iba en picada y conspiró para derrocarlo. Su intención era colocar a su hijo Christian-Louis en el trono y autoproclamarse regente.
Fue entonces cuando Christian Noghès (ya conocido como “de Massy”) quedó envuelto en una trama de intrigas palaciegas que inspiraron el film Grace de Mónaco, de 2014, con Nicole Kidman. Ni Carolina, ni Alberto o Estefanía de Mónaco habían nacido aun. Rainiero demoró décadas en perdonar a su hermana.
-¿Cuánto hay de cierto en esa historia?
-Fue un gran escándalo. Bueno, ahora que lo pienso fue solo un escándalo. En estos días tenemos uno por semana... Hubo un gran escándalo financiero en Mónaco, Rainiero no estaba casado y, en cambio, mi madre me tenía a mí de heredero. Además ella era la presidente del Parlamento Nacional. Ellos (por la baronesa y su segundo marido, Jean-Charles Rey) trataron de sacar a Rainiero. Durante cuatro días fue una posibilidad real. Ella decía “yo seré la regente”, porque yo era menor. Pero, obviamente, eso no llegó a ninguna parte.
-¿Ha visto la película con Nicole Kidman?
-Sí, yo tengo un papel principal (ríe). Estoy bromeando, me divierte la escena de la piscina, donde se escucha a mi madre gritar: “¡Christian, ya deja de ser un idiota!”.
-Era pequeño, ¿qué recuerda de esos días?
-Yo no tenía idea de qué estaba pasando, no sabía nada. Supe que fue un “big quilombo”, pero nada más.
La baronesa Antoinette de Massy junto a su cuñada, la princesa Grace, y su hermano menor, el príncipe Rainiero de Mónaco. "Mi madre me tenía a mí de heredero, además era la presidente del Parlamento nacional. Ellos -la baronesa y su segundo marido, Jean-Charles Rey- trataron de sacar a Rainiero. Y, ¿sabes? durante cuatro días esta oportunidad fue real, porque ella decía 'yo seré la regente', porque yo era menor".
-Es un Grimaldi, pero de muy bajo perfil. ¿Cómo se presenta?
-Ante todo, como integrante de un club muy exclusivo (ríe). Fui educado en Suiza, en el prestigioso Le Rosey. Estuve casi diez años allí. Mi madre me metió pupilo muy joven, cuando tenía apenas ocho. Y, modestamente, pertenezco al club de los expulsados del ya exclusivo Le Rosey... Imagínese. Ése es el club más exclusivo del mundo: “Echados de Le Rosey”. Y, para que eso pase, realmente tienes que buscártelo. En 120 años creo que solo 80 personas fueron echadas. ¡Yo fui uno de ellos!
El príncipe Rainiero junto a su hermana y sus sobrinos cuando la princesa Grace entró en sus vidas. Heredero, Christian fue educado Le Rosey, el "Colegio de los reyes" en Suiza. "No era un gran estudiante y me echaron porque tuve tres advertencias en el último año. La primera fue con el ingreso del primer chico africano al colegio. Hubo una gran charla sobre que debíamos ser amables con él, que era hijo del presidente del Congo. Porque la mayoría de los estudiantes de aquel entonces eran “gringos”, muchos de Texas, muchos de ellos racistas... Lo pusieron conmigo, porque yo jugaba muy bien al fútbol y un día bebimos en un lugar prohibido. Me culparon. 'No lo llevé de las orejas, ni apuntándole con una pistola', avisé, pero me castigaron".
-¿Por qué lo expulsaron del “colegio de los reyes”?
-No era un gran estudiante, pero además me mandé tres strikes, tres faltas graves, el último año. Recuerdo que Mónaco había llegado a la final de la Copa de Francia, algo grande para nosotros. Estábamos en Suiza y pregunté si podía ir a París a ver el partido. Dijeron que sí, pero luego cambiaron de opinión, así que me escapé. Pero la policía y el director me atraparon en la estación de trenes y me llevaron de vuelta al colegio. Muy teatral todo. A la semana, cuando se jugaba el segundo partido de aquella final, desaparecí entre los bosques y me trepé a la copa de un árbol. ¡Dios mío! Vino la policía al colegio, revisaron la estación buscándome… y mientras yo seguía trepado al árbol. Para las siete, la hora de la cena, dijeron que nadie comería hasta que alguno dijera dónde estaba De Massy. Bajé del árbol, fui a mi habitación, me puse mis mejores ropas y así entré al comedor. Todos estaban esperando por mí. Fue mi tercera falta de aquel último año. Tenía trece años y me echaron justo antes de mi cumpleaños número 14. Luego fui a otro lugar, pero no fue lo mismo. Un colegio benedictino en Inglaterra con un maldito uniforme. Hoy me arrepiento, Le Rosey era un gran lugar, pero mi madre me metió allí a los 8 años, yo era muy joven.
"Me echaron de Le Rosey por tres faltas. A la segunda ('cuando un supervisor me agarró del cuello, me lastimó y yo lo insulté', explica Christian) dijeron 'Hablamos con tu madre, le avisamos que te íbamos a echar y ella dijo ‘hagan lo que quieran, pero no lo expulsen', que tío Rainiero había ido ahí'. Entonces le dijeron que me iban a dar un castigo corporal, que era ilegal en el sistema entonces. Dolió, pero no me expulsaron".@instlerosey
-A pesar de lo sucedido con su madre, a quien “expulsaron” de Mónaco por un tiempo, se dice que tenía una buena relación con el príncipe Rainiero y con la princesa Grace…
-Hacia el final no tan buena. Con Grace sí, pero no con Rainiero. No quiero hablar de eso… aunque al menos Rainiero era franco y gracioso, tenía un muy buen sentido del humor. Y la princesa Grace nos dio todo. ¡Todo! No éramos nada, no teníamos dinero, nadie sabía dónde estaba Mónaco... Onassis había hecho su puerto allí, sí, pero fue ella quien nos dio toda esta imagen, todo este glamour de high class. ¡Ése matrimonio! (suspira). Grace en Mónaco logró lo que a cualquiera le hubiera llevado 50 años. No creo que nadie más hubiese podido hacer lo que hizo ella por la imagen del principado. Fueron los años más fantásticos de Mónaco y en 1982, cuando ella murió, comenzó a decaer.
"¡Ése matrimonio!, 'Grace en Mónaco', logró lo que a cualquiera le hubiera llevado 50 años. No creo que nadie más hubiera hecho lo que ella hizo por la imagen del principado. Fueron los años más fantásticos de Mónaco y en el 82 cuando ella murió comenzó a decaer"
-Usted fue criado en el Palacio Grimaldi hasta los 9 años como heredero al trono de Mónaco hasta el nacimiento de sus primos, Carolina, Estefanía y Alberto. Parece un cuento de hadas...
-Crecimos juntos, sí. Yo estuve mucho tiempo afuera, aunque volvía en vacaciones. Con Carolina fuimos cercanos, pero ya de grandes, porque yo era muy amigo de Philippe Junot, su primer marido. Un buen amigo mío (ríe). Ellos se casaron, pero no duró mucho.
-Su hermana Elisabeth Ann fue muy cercana a Rainiero y a Alberto de Mónaco. Y con frecuencia se ve a su sobrina, Mélanie Antoinette, en actos oficiales. Como primo del soberano, ¿cuenta con alguna función real?
-No, no. Después de mis altos estudios, yo preferí vivir una gran aventura. Tuve una compañía con gran éxito en Europa del Este, que me dio todo lo que necesitaba. Pero soy vago y me gusta divertirme así que la vendí a los seis meses. Luego, me fui de viaje por el mundo. Amo Sudamérica, la recorrí toda.
Como parte de la Familia Real, el barón Christian De Massy, solía frecuentar eventos de sociedad. "Siempre había una mesa para Palacio y, ¿quién iba a usarla? éste servidor, aunque aquello quedó en el pasado". "Huí de eso. Nada de responsabilidades oficiales. Me gusta mi independencia"gentileza Christian de Massy
-¿Y qué decían en Palacio? No es una vida convencional de un miembro de la realeza
-No lo es. Cuando Albert tomó el poder (el príncipe Rainiero murió en 2005) me las arreglé para hacerle entender la importancia de Sudamérica. En Mónaco no tenemos poder, ninguna ambición política y tampoco intercambio comercial con ningún país. ¿Por qué ignorar Latinoamérica? “Mándame de embajador”, le dije. “Si algún monegasco tiene mayor conocimiento de Sudamérica que yo, juro que no te lo pediré más”, insistí. Porque para ser diplomático de Mónaco necesitas cuatro cosas: hablar el idioma, conocer el país, amar el país y buenos contactos. El resto no importa. Y yo cumplía con esos cuatro criterios. Albert dijo: “Serás perfecto”. Y así me hice cargo de Sudamérica y el Caribe.
¿Un primo del príncipe como embajador? "Algo así, Agregado Económico. Para hacer eso, necesitaba una base y Albert quería una embajada para toda Sudamérica. ¿Ponerla en Argentina? No... con los celos que les tienen, que dicen que son snobs… -risas-. ¿Panamá? Tenía sentido, tiene las mismas actividades que nosotros, bancos, navíos e incluso los escándalos, pero tuve la mejor idea del mundo: la ciudad más al norte de Latinoamérica. Albert dijo, '¿Dónde es eso?'. 'Miami'. Tienes todo exdictador, todo expolítico millonario va una vez al año a hacer shopping, todos los bancos y la prensa latinoamericana".Christian de Massy
-¿El príncipe Alberto confía en “la oveja negra” de la familia?
-Querida, después de Le Rosey, la última cosa de oveja negra familiar que hice fue un libro, pero aquello fue 40 años atrás. Si fuera por eso, no estaríamos hablando con los alemanes, ¿no es cierto? He sido un gran chico, un extremadamente buen chico desde entonces. Aún trabajo en Miami, donde me instalé como Agregado Económico, aunque mis ocupaciones terminaron el año pasado porque para los gringos, no puedes estar ahí más de cinco años como diplomático. Estuve en Colombia, el paraíso, justo cuando en 2020 surgió el Covid y cerraron las fronteras. Fue por eso que mi hijo y mi amada novia no pudieron venir a verme.
El barón Christian de Massy y su pareja desde hace once años, Katerina. "Mi novia es una americana jamaiquina muy hermosa. Ella me entiende, comprende mis recorridos en solitario con la motocicleta. Es que una vez que estamos juntos y empezamos a pelear, salgo de viaje"
-¿Cómo regresó a Mónaco?
-Cuando murió mi hermana, la mayor (se refiere a la baronesa Elisabeth Ann de Massy, muy querida para la familia real), digamos que yo no era su fan. Albert me llamó y dijo: “Tu hermana murió”. Yo respondí: “¿Pero cómo? Normalmente hierba mala nunca muere...”. Insistió: “Debes venir porque si no vuelves... ¿Qué dirá la gente? Que no la querías... Vuelve”. Le respondí: “Sí, Albert, pero hay tiburones en el mar. ¿Quieres que nade de vuelta?”. Sugirió que me tomase un vuelo a México: “¿Y cómo voy de Colombia a México? Si quieres que regrese, solo hay una manera…”. Así que él mandó su jet privado, volé a Mónaco y estuve en el funeral. Básicamente, estoy de regreso en Montecarlo desde junio de 2020. Tomo mi moto y viajo todo lo que puedo. Tengo una moto en Mónaco y otra está kaput en Italia.
Christian junto a sus primas, la princesa Estefanía de Mónaco, Carolina de Hannover y su sobrina Melanie-Antoinette en el funeral de su hermana, Elisabeth-Ann de Massy en la Catedral Notre-Dame de Monaco. "En 2020 Albert llamó y dijo 'Tu hermana murió, vuelve. Porque si no vuelves, qué dirá la gente, que no la querías'. Estaba en Colombia con las fronteras cerradas. 'Si quieres que regrese, solo hay una forma'. Así fue como él mandó su jet privado, volé a Mónaco y estuve en el funeral".
-¿Qué trato recibe en Europa?
-Siempre espero que digan ‘Su Excelencia’ (ríe). Es broma, soy bastante llevadero, demasiado, pero no voy a muchos eventos oficiales. Siempre la misma gente, siempre escuchar lo mismo: conversación de salón... Que “Ay, mi amor”, “¿Cómo andás?”, “¡Divina!”, “¡Sos espléndida!”… Cuando yo se muy bien que dos segundos después van a decir “Es una perra”.
-¿Ni siquiera asiste al tradicional Baile de la Rosa?
- Solo al Día Nacional, en noviembre -la misa, el Tedeum-, porque soy el mayor de la familia. Solía ir a todo evento social, pero ya no más. Yo ya pagué mis cuentas. Mi cuerpo también dijo basta. Sobre todo mi páncreas. Adoro el vino pero ya no puedo beber ni una copa. Y quiero cuidar mi cuerpo para poder seguir viajando. Gracias a Dios, ya no tengo responsabilidades oficiales. Me gusta mi independencia. Ni siquiera con la Fórmula 1... ¡y eso que mi abuelo fue quien comenzó con el Gran Prix de Mónaco! Huí de eso. Hoy las fiestas son comerciales, todo es con sponsors, a mí me gustan las fiestas pero cuando son auténticas. Eso ya lo hice de joven, con James Hunt y mi buen amigo Clay Regazzoni.
"Solo asisto al Día Nacional -el Tedeum-, porque soy el mayor de la familia. Solía ir a todo evento social, pero ya no más. Yo ya pagué mis cuentas". De Massy junto a su primo, el príncipe Alberto, la princesa Charlene y, detrás, la princesa Estefanía. "¿Parezco un barón? Es que lo soy. La foto es de 2022, porque el año pasado tuve Covid", comenta
Amante del automovilismo, Christian de Massy evita incluso los eventos que rodean la carrera de Fórmula 1 en Mónaco. "Ya nada de responsabilidades oficiales, me gusta mi independencia. Ni siquiera con la Fórmula 1 -y eso que mi abuelo fue quien comenzó con el Gran Prix de Mónaco-, huí de eso. Hoy las fiestas son comerciales, todo es con sponsors, a mí me gustan las fiestas pero cuando son auténticas. Eso ya lo hice de joven, con James Hunt y mi buen amigo Clay Regazzoni
El barón Christian De Massy y el fútbol. "Siempre jugué muy bien. Conocí a Marcelo Gallardo. En el mundo debería haber más futbolistas como él, y no lo digo por lo deportivo". Fanático de Argentina, señala "cuando ves a los jugadores, ellos morirían por su país, tienen emociones, algunos lloraban al cantar el himno. Mira al equipo francés, no se saben ni la letra"
-¿Cómo toma la familia el hecho de que usted elija no ser parte de estos eventos?
-La familia de Mónaco ha cambiado mucho a través de las generaciones. Antes había solo un sucesor. ¿Carlos III? ¿Albert I? Sin hermanos ni hermanas. La primera vez que hubo dos herederos fue con mi querida madre y con mi tío. Cuando yo empecé a salir a los clubs, tenía 21 años y siempre había una mesa para el Palacio. ¿Y quién otro iba a salir e irse de fiesta? Este servidor. Pero hoy, ¿cuántos somos en la familia? Somos 30.000 (exagera). Caroline, Stephanie, Albert y ellos tienen a sus hijos... Todo ha cambiado. Y Albert trabaja, Stephanie no va a nada donde la veas, su hijo Louis va, una de sus hijas va... ¿Caroline? Ella es quien organiza el Baile de la Rosa, así que va y, también a veces asiste a la gala de la Cruz Roja, que organizan Albert y Charlene. ¿Sus hijos? A veces...
La familia real de Mónaco en la edición 2007 del Baile de la Rosa. Por entonces con Ernest de Hannover, Carolina, la princesa Charlene, Estefanía, el príncipe Alberto y los de Massy: su madre Antoinette, su hermana mayor Elisabeth-Anee y sus sobrinos Mélanie-Antoinette Costello de Massy y Jean-Léonard Taubert-Natta de Massy, sin Christian. "Mónaco es un lugar demasiado chico para tantos egos
-¿Se conocen entre todos? ¿Los hijos de sus primos saben quién es?
-Sí, los conozco y me conocen. Pero para eventos oficiales, Mónaco es un lugar demasiado chico para tantos miembros de la familia y egos tan grandes. Yo prefiero mi moto.
-¿Tanto así se resintió su relación con el resto de los Grimaldi tras escribir su biografía “Palacio: mi vida en la familia real de Mónaco”, en 1989?
-Cuando lo escribí pensé que iba a ganar un premio de literatura. Me sentí decepcionado. Pensé que iba a ser el mejor autor monegasco (comenta con ironía). Mi tío no pudo gritarme porque yo no estaba acá, estaba en New York. Después de la publicación, no nos hablamos por muchos años. Pero, cuando hice aquel negocio exitoso y yo ya tenía todo lo que necesitaba, me acerqué y le dije: “Lo lamento”. Solo quería que supiera que era sincero. Fue estúpido hacerlo y fue una situación completamente evitable.
El príncipe Rainiero, junto a sus hijos Alberto, Carolina y Estefanía, en 2000. En 1989 su sobrino escribió una autobiografía sacando a relucir detalles familiares. "Tras eso, con mi tío no nos hablamos por muchos años. Pero pasado el tiempo me acerqué y le dije, 'Lo lamento', solo quería que supiera que era sincero. Fue estúpido hacerlo y una situación completamente evitable". "Al menos Rainiero era franco y era gracioso, tenía un muy buen sentido del humor"
El libro (con el barón como paje en la tapa) que generó el alejamiento de Christian de Massy de la familia real de Mónaco
Pasión por Argentina y los argentinos
“Viví un año en África y volví a Monaco. Y mi querido tío me dijo ‘Antes de armar quilombo aquí, ¿por qué no te vas a Argentina?’. Dije: ‘¿Dónde está Argentina?’. Bien lejos, exacto. ‘No vuelvas, así no nos traes problemas’”, recuerda el barón de Massy hoy, con 75 años.
En Buenos Aires, el barón Christian Louis conoció y se casó en primeras nupcias con María Marta Quintana del Carril, hija de Tita Tamanes y de Enrique Quintana y Achával. Cuenta la historia que, para la baronesa Antoinette, una plebeya latina no era suficiente para su hijo de sangre real. “No fue exactamente el caso, pero prefiero no hablar de eso”, responde de Massy. De aquella unión, que terminó en divorcio en 1978, nació en Buenos Aires su hija Leticia de Massy (53). “Ella es las dos cosas, argentina y monegasca”, dice su padre. Leticia estudió historia del Arte en Argentina, trabajó en el Bellas Artes y actualmente vive en Mónaco.
-Con cuatro matrimonios en su haber y una novia desde hace once años, ¿cuántos hijos tiene?
-(ríe) Tengo a Antoine que vive en Miami y es campeón de tenis. Luego tengo la hija argentina. Y también adopté un tercer hijo (se refiere a Brice Souleymane Gelabale de Massy, hijo del su cuarta esposa, Cécile Gelabale).
El barón Christian de Massy en Ushuaia
-¿Cómo fue su vida en Argentina?
-Viví dos años allí, tenía una casa en Martínez. Recuerdo un lugar llamado “The Embers”, ¿aún sigue ahí? Y de pasar tiempo con el dueño de Heineken en su lugar, con vista al Río de la Plata. También a muchos amigos, como aquel que “tenía una pequeña vocecilla y lo llamaban el loco” (imita). Ya sabes que allí te ponen “el flaco, el negro, el gordo”... A pesar de que era monegasco, yo era “el francés”. ¿Sabes de quién te hablo? Era “el loco” Oscar “Ringo” Bonavena, el boxeador que conocí en Mar del Plata, en la fiesta de Gente. Me senté a su lado sin saber quién era. Resultó muy gracioso, se emborrachó y terminó nadando en ropa interior. Ahí nos hicimos amigos. Recuerdo cuando fue a la Embajada norteamericana a sacar la visa dijo: “Voy a ir a matar a un negro”. ¡Se refería a Casius Clay! Era un gran hombre.
"He ido en moto de Punta del Este a Belén en Brasil, ¿sabés lo que me tomó? Dos años y medio. Es que en Punta del Este me encontraba amigos brasileros que me enviaban a casas de su familia en Porto Alegre, y ellos a su vez a la de otros, en la próxima ciudad. Muy 'mi casa, tu casa'. No querían dejarme partir. 'Ah, no seas el típico europeo, que viene toma un café y sale corriendo como un ladrón', me decían. Así fue como en Río me quedé seis meses"
-¿Se hizo amigo de otras celebridades argentinas?
-Yo solía ir a la “Munich”, en Recoleta, ahí me juntaba con amigos. Y conocí al “enano”, quien sería el novio de Susana Giménez, cuando vino a Montecarlo para la pelea contra Nino Benvenuti. Sí, así conocí a Carlos Monzón. Con él hablábamos en español, porque su nivel de inglés no era bueno. Él bebía tanto vino como yo. Pobrecito, ¡qué gran boxeador Monzón!
-Un argentino que tuvo un paso estelar por Mónaco fue el futbolista Marcelo Gallardo.
-Los argentinos y el fútbol... Hace mucho mucho tiempo, cuando llegué por primera vez a la Argentina, conocí por otras personas a Alberto J. Armando, el presidente de Boca. El típico argentino: me prestó un auto, me invitaba a los partidos... Luego, por supuesto, conocí a otro grande, a Marcelo Gallardo, que vivió en Mónaco y que vino a mi casa muchas veces con su esposa. Sus hijos iban con los míos al colegio. Lo respeto mucho, es muy inteligente, un gran señor, sin aires de estrella. Solía contarme “si yo juego en Buenos Aires y pierdo, me oculto. Y si gano, ¡tampoco puedo salir a cenar con mi esposa porque no paran de pedirme fotos!”. Me cae muy bien. Recuerdo que con el embajador argentino en París fuimos a ver el partido inaugural del Mundial de Rugby 2007, entre Argentina y Francia. ¡Me puse tan feliz cuando Argentina ganó! Sí, Argentina, 
-¿Hinchó por Argentina o por Francia en la final del Mundial de fútbol?
-¡Por Argentina, por el amor del cielo! Si es Argentina versus Mónaco, okey, problema. Pero si no, siempre con Argentina. Cuando ves a los jugadores sientes que ellos morirían por su país, mira ahora en la Copa América. Tienen emociones, algunos lloran al cantar el himno. Mira, en cambio, al equipo francés: no se saben ni la letra... Fijate en el próximo partido del equipo francés quién canta. ¿El entrenador? Todo es plata, plata, plata... El ego es una vergüenza en el equipo francés, no lo aguanto.
"Argentina es el amor de mi vida, quiero volver para hacer la Ruta 40 en moto y luego ir a Santiago de Chile, Australia, Nueva Zelanda, Tasmania, Indonesia, Tailandia, India, Oman y vuelta a Mónaco"
Junto a Tounin, "yo puedo pasar, el auto puede pasar, pero ¿sabes las cosas y vacunas que me piden cada vez que cruzo fronteras con mi perro?", se ríe el barón de Massy
Un royal suelto en la Patagonia
“Me casé con una argentina, pero otra esposa mía que encontrarás en la Argentina es la Ruta 40″, comenta De Massy . “A la Argentina la he recorrido en auto tres años atrás, desde La Quiaca hasta Ushuaia. Es la cosa más fantástica...”, asegura. Es por eso que al barón De Massy es difícil ubicarlo. Pasa sus días recorriendo el mundo a solas con su motocicleta. “Estoy haciendo ahora las 30 rutas más míticas del mundo. He hecho la Ruta 40 con un Land Rover y quiero hacerla de nuevo en moto antes de morir”.
Dice que solo espera el momento adecuado para volver a la ruta, que va a trasladar su moto en barco. “Es limitante no poder arreglar todo yo mismo, pero en Argentina la primera persona que pasa te ayuda”, agrega. Su fanatismo por el país es tal que destaca “la hermosura del campo, de la ruta y lo más importante, la gente que conocés 5 minutos en una estación de servicio” y “las gauchadas, cosas que solo encontrarás en Argentina”.
-¿Qué recuerdos tiene de estos viajes?
-Es increíble. Si vas fuera de Buenos Aires o de cualquier gran ciudad, el argentino es “macho”, pero tiene un gran corazón… Como en mi recorrido de Río Grande a Ushuaia, con Romero, el gomista que me socorrió un domingo, cuando más lo necesitaba. Se le había muerto un hijo por no tener suficente dinero para lograr una visa y poder salvarlo con tratamiento médico en los Estados Unidos. Pero él terminó mi arreglo y al pagarle le dije: ‘Che, Romero, ¿estás seguro?’ Me cobró 22 dólares. Aún viendo mi auto, mi chapa gringa y pudiéndome cobrar lo que quisiera, no aceptó un peso de más. Incluso me prestó sus cadenas para manejar en la nieve. Quise pagarle eso y me respondió ‘Una gauchada no se paga’. ¡En Francia me hubieran dicho ‘es domingo, es cuatro veces más caro’! Y en otro país me hubieran secuestrado... Argentina, no tengo palabras... Un gran país, con muy buena gente.
"Amo el vino y, cuando llegué a Ushuaia, en mi hotel descubrí en la cava una botella de Benegas. Me dijeron “si pasas por Mendoza, a Federico Benegas Lynch le gustaría que seas su invitado”. Cambié mi recorrido y, desde el sur me fui directo hasta Mendoza. Y Benegas dijo 'quédate en mi casa'. Tomamos de todo y al día de hoy nos mensajeamos. Me gusta la gente así, esas personas que vas conociendo en el camino"
-¿Viaja siempre solo?
-Soy muy individual, no soy muy “colectivo”. No tengo paciencia para esperar. Aun cuando te adore y quiera ser amable, si voy con mi novia querremos ver dónde ir a cenar, qué quieres tú, qué quiero yo... Yo salgo y hasta el atardecer no paro, es un sentimiento único. Cuando estás manejando en moto pasas de todo, frío, calor, humedad, pero todo eso hace que al final del día, cuando llegas a tu hotel, todo sea más gratificante. Una ducha caliente y piensas, ¡que hermosa jornada!
-¿Se viene un nuevo libro pero con sus aventuras por el mundo?
-A veces tomo algunas fotos con el celular, pero no quiero tener que ponerme con la computadora... eso lo hago cuando vuelvo de los viajes. Todavía no se hacer Zoom, mi hijo me tiene que enseñar. Viajo con mi iPad y mi música... la música en mi casco es indispensable, años atrás descubrí este grupo increíble, Gotan Project. Nunca me gustó el tango, lo encontraba monótono y triste. Yo soy más del jazz, del funk y de la música moderna... hasta que viajé solo por horas y horas. Cuando manejas a través de la Patagonia y pasas días de viento, sin nadie a la vista y pones tango, ahí es cuando lo entiendes, captas el mensaje. El “machismo”, el honor de la gente.
"Seguro que no conoces el pueblo 28 de noviembre. De población, debe tener muy pocas personas, googlealo. Recuerdo que paré a poner nafta, había un almacén y fui a comer algo, algunas empanadas, una Quilmes de litro y había un hombre mirándome todo el tiempo. Se acercó y, como mi chapa era americana, me preguntó “¿Señor el coche es de usted’?”. “Si no le molesta, yo nunca he salido del pueblo, ¿me puede contar de su viaje? No quiso comer ni tomar nada conmigo, ni el dulce de batata y queso, que amo (me encanta la comida argentina). Le hablé por hora y media y, cuando fui a pagar me dijeron 'No, el señor ya pagó'".
-Con ansias de libertad y ganas de viajar, ¿es una ventaja o desventaja ser de la realeza?
-Un poco desventaja, porque saben quién sos, por tus papeles. Y si pides consejo a algún embajador, siempre te dirá que no es peligroso y que no debes hacerle caso a los diarios porque exageran. O al revés: si se enteran que planeo ir con mi enorme moto, recibo mails de mi cónsul, como el de Guatemala, diciendo “no lo hagas, no tomo responsabilidad”, por los secuestros. En Buenos Aires también está un poco jodida la situación, ¿no? Leí que mataron al alguien del campo en una moto… ¿Blaquier? Es increíble, lo que sucede con los seres humanos en las grandes ciudades.
-¿Añora vivir aquí?
-A Buenos Aires volví en tiempos de Néstor Kirchner, conocí a Daniel Scioli, ése que era piloto de botes, y fuimos a comer a Las Lilas. No conozco esa Buenos Aires peligrosa, me pasa como cuando tienes una novia hermosa. Es como que hoy te digan que tienes al amor de tu vida parada detrás de ti, pero luce como un Shar pei. ¿Querrías darte la vuelta? No creo. Cuando mueres, lo único que tienes son tus memorias. Y yo quiero mantener las buenas memorias.
Tengo un medio hermano quien, cuando yo tenía unos veinte años, me ha marcado algo importante sobre mi vida. Eran los 70, tenía un Mini Cooper y manejaba a toda velocidad entre Mónaco y Cambridge, donde se suponía que debía estar estudiando. Siempre estaba en camino y, al llegar a un destino, me decepcionaba por tener que parar, ‘eso es la fuga por delante’, me decía. Yo aprecio mi estilo de vida en Montecarlo pero, cuando estoy en mi moto solo quiero la Ruta 40, la naturaleza, la gente real, comida simple, música y ése espacio enorme.
Christian de Massy evita las grandes ciudades. "No conozco esa Buenos Aires peligrosa, me pasa como cuando tienes una novia hermosa. Es como que hoy te digan que tienes al amor de tu vida parada detrás de ti, pero luce como un Shar pei. ¿Querrías darte la vuelta? No creo. Cuando mueres, lo único que tienes son tus memorias. Y yo quiero mantener las buenas memorias"
El cortejo en la boda de Grace Kelly con el príncipe Rainiero, con Christian de Massy
Con su novia, Katerina en Cartagena. "¿Viajar con ella? Complicado, ¡tendría que llevar mucho equipaje!"
El barón Christian de Massy junto a su hijo Antoine y su novia Katerina

Junto a su hijo tenista, Antoine, frente a un géiser. "Me rompí los codos, y me dijeron que nunca más moto, pero yo quiero hacer Alaska-Ushuaia en moto. El me dijo, ¿daddy por qué no eliges algo adecuado para tu edad y cambias por un Land Rover?"Christian de Massy

Con su hijo Antoine y su perro, Tounin
"Yo aprecio mi estilo de vida cuando estoy en Montecarlo pero, cuando estoy en mi moto solo quiero la Ruta 40, la naturaleza, gente real, comida simple, música y ése espacio enorme. En mi mente soy quien quiero ser"
"Amo la cocina argentina", remarcó de Massy

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Spaguetti con Camarones y Hongos

Spaguetti con Camarones y Hongos




Ingredientes

1/2 kilo de camarones
1 paquete pequeño de spagueti ( también queda rico con arroz blanco )
1 y 1/2 taza de crema
1/2 cebolla cortada en rebanadas
3 ajos fileteados
1 tomate grande cortado en rebanadas y después por mitad
1/4 de taza de vino blanco
Pizca de pimienta
Sal
2 cucharadas de aceite de oliva
Hongos al gusto, fileteados.

Procedimiento:
Pon a calentar el aceite en un sartén de teflon, agrega los ajos y cuando empiecen a dorar, agrega los camarones, limpios, pelados y sin vena.
Solo se pongan rosados, sácalos del sartén y reserva.
En ese mismo aceite, agrega la cebolla, cristaliza y agregas el tomate.
Cuando este todo bien sancochado, le agregas los hongos, seguir cocinando por unos dos minutos.
Agregar la crema, el vino, la sal y la pizca de pimienta.
En cuanto empiece a hervir, agregas los camarones de regreso.
Servir inmediatamente encima del spaghetti o arroz al vapor.


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UNA GRAN CONDUCTORA.....LUISA DELFINO.."Te escucho como hace 31 años," Y Radio Rivadavia (AM 630), los sábados y domingos, de 23 a 1-




Luisa Delfino: su infancia humilde, la intervención de Guerrero Marthineitz, cómo creó Te escucho y por qué va a vivir “para siempre”
Luisa Delfino sigue al frente de Te escucho como hace 31 años, un ciclo que cambió la percepción del público sobre muchas temáticas de salud mental y de la soledad
Nació en Gualeguaychú, donde fue maestra rural, y en unas vacaciones de invierno viajó a Buenos Aires porque intuyó que el conductor le hablaba; su encuentro, aunque agridulce, terminó de decidir un destino en los medios pleno de “cambios de fila”
Liliana Podestá
Conduce el programa de radio que más tiempo hace que está en el aire: 31 años. Te escucho -que hoy está en Radio Rivadavia (AM 630), los sábados y domingos, de 23 a 1- nació en 1991, luego de que ella sufriera ataques de ansiedad y pánico, y sintiera la necesidad de hablar con alguien. Dice Luisa Delfino que en su vida nunca nada estuvo planeado y que su historia es un constante ir y venir.
Quizá su curiosidad hace que se anime a probar lo que la atrae y sigue ese camino sin hacerse demasiadas preguntas. Nació en Gualeguaychú, Entre Ríos, y es la única hija de un matrimonio dispar. Fue maestra rural hasta que un día escuchó en la radio a Hugo Guerrero Marthineitz y sintió que le hablaba a ella. Viajó a Buenos Aires para conocerlo y, si bien la primera impresión no fue buena, durante más de una semana siguió visitándolo en su ciclo. Cuando se despidieron, él le sugirió que alguna vez volviera a Buenos Aires para buscar algo. Luisa Delfino le hizo caso y, sin entender qué buscaba, volvió y encontró su destino. Trabajó en revistas y diarios, la casualidad la llevó a la radio y, en cambio, llegó a la TV con plena conciencia. “Fue lo único planeado en mi vida”, se sincera durante una charla íntima en Radio Rivadavia y luego de una de las reuniones de producción.
-¿Cómo fue tu infancia en tu Gualeguaychú natal?
-Gualeguaychú es un lugar inspirador y tengo la locura de pensar que quien nace ahí y viene a la ciudad con un pequeño don, puede lograr su sueño. Mi mamá era muy jovencita, tenía 18 años, y mi papá, 47, y trabajaba como subcontador de una repartición del Estado. Él había enviudado y se enamoró de ella. Así que soy hija de un papá abuelo y de una mamá casi hermana, lo cual no es fácil, porque es como si hubiera criado dos hijas al mismo tiempo. Tenía la idea de que mi casa era un palacio y en realidad era muy humilde, y la cena era un café con leche. Pero en ese momento no sabía que éramos humildes. Desde chica jugaba a imitar las películas que veía. Recuerdo una sobre un circo y entonces agarré una escalera altísima de mi padre, subí y repetí el diálogo de la película. Tengo una imagen de mis 10 años en el patio de mi casa, que era chorizo, muy húmeda porque se inundaba y por eso toda mi vida tuve faringitis y bronquitis. Estaba barriendo el patio y había una especie de dibujo en el piso, que era un círculo con otro dibujo de piedras, y me acuerdo que pensé “¿Dónde estaré yo cuando tenga la edad de mi mamá o de mi papá? Seguro que no barriendo este patio. Voy a estar en otra parte”. Porque cuando mi papá se iba a trabajar, yo lo esperaba en la ventana, ansiosa, porque para mí la vida estaba afuera. Yo sentía que él era quien traía esa vida y contaba noticias, mientras nosotras esperábamos. Después leí un libro maravilloso de Albert Espinosa que se llama Mejor que ir es volver, y uso ese título todo el tiempo.
Los libros, una presencia recurrente en el estudio de Rivadavia
-¿Cuándo fue la primera vez que te “fuiste para volver”?
-Cuando terminé la escuela secundaria fui a La Plata a estudiar Derecho, porque según mi papá yo ganaba todas las discusiones (risas). No fue mi decisión, y me sentía sola, falta de afectos, no conocía a nadie y no pude integrarme. Duré tres meses y le escribí a papá para que me fuera a buscar, porque esa no era vida para mí y no quería estar ahí. Me dijo que sí, y cuando me sentí liberada, curiosamente salí a pasear por La Plata y conocí a un chico en una disquería que estaba comprando un simple de Los Beatles, empezamos a hablar y me invitó a dar una vuelta con su motito. Quiso el destino que en una curva me encontrara con mi papá que venía a buscarme, así que me bajé y me fui con él. Lo que podría haber sido un romance, se truncó (risas).
Luisa Delfino y su clásico sombrero: Gelblung elogió su estilo "chacarero", que luego trocó en Gente por "chacacheto"
-Entonces estabas otra vez en Gualeguaychú. ¿Cómo siguió tu historia?
-Fui a trabajar como maestra rural, a una zona donde no había gas ni luz ni nada. Ahí tampoco conocía a nadie, pero estuve un año y lo recuerdo como uno de los más felices de mi vida porque no estaba esperando a nadie, no tenía nada de lo que supuestamente la gente quiere, todo era precario. Mi idea, hasta ese momento, era que uno dependía del afuera para estar contento, y ahí no tenía nadie, eran mi cabeza y el campo. Un día de junio estaba escuchando al Negro Guerrero Marthineitz en la radio y decía siempre “¿Cómo va ese tejido?”. Yo estaba tejiendo un suéter celeste, y sentí que me hablaba a mí. En las vacaciones de julio vine a Buenos Aires para conocerlo.
-¿Sin intenciones de trabajar en radio todavía?
-No. Vine porque me parecía como una epifanía que me preguntara por el tejido. No tenía claro que quien habla por radio a veces dice cosas y a alguien le pega. Bueno, a mí me pegó. Mi papá me consiguió lugar en la pensión de doña Toto por unos días y viajé con mi amiga. En esa época escribía poesías que mi papá llevaba al diario local y las publicaban, y mi amiga había traído algunos recortes sin que yo supiera. Apenas vinimos, fuimos a Radio Belgrano para conocerlo, pero no nos dejaron entrar. Éramos dos pajueranas que nunca habían pisado Buenos Aires: insistimos, nos colamos un poco y lo vimos a través del vidrio. El Negro nos vio, puso un tema y salió enojadísimo a preguntar qué estábamos haciendo ahí. Le respondí que creí que era un tipo bueno que se preocupaba si yo estaba tejiendo mi suéter, y había ido a conocerlo para darle las gracias y decirle que me había ayudado mucho su programa, El show del minuto, que lo escuchaba en la escuela en la que trabajaba. Me preguntó si me animaba a decirle todo eso al aire y nos hizo pasar. Fuimos toda la semana y me preguntaba cosas del campo, de la escuela, de los chicos. Le contaba que lo que me habían enseñado para ser maestra no tenía nada que ver con lo que sucedía en la vida cotidiana en el campo. A la vez, mi amiga le dio los poemas que yo había escrito y él se enamoró de uno que se llamaba “Dolor de mudanza” y lo leía siempre. Cuando ya me volvía a Entre Ríos me dijo que cuando creciera un poco más volviera a buscar algo a Buenos Aires, que no sabía qué, pero era lo que había hecho también él.
-Y era tu destino…
-Sí, era mi destino. Y curiosamente años después, lo reemplacé en Ciudad abierta con Edgardo Alfano y Aníbal Vinelli en Continental. Todo en mi vida fue sin organización. Alguien me dice, ‘¿subís?’ y yo subo. Cuando volví a Buenos Aires, mi papá me consiguió un trabajo en la Municipalidad de Avellaneda y viví en la pensión de doña Toto y compartía habitación con una peluquera, una enfermera y otra chica. Tenía el turno de la mañana porque quería estudiar literatura, pero me iba a anotar en inglés porque era lo que quería mamá. Y estando en la fila para anotarme vi a un grupito de chicas que estaba conversando, empecé a escucharlas, ellas me saludaron y me cambié de fila, a literatura. Mi vida siempre ha sido un cambio de fila (risas). Me anoté también en un taller literario y una de las investigaciones era sobre la influencia de le revista Gente en la clase media argentina. Entonces fui a buscar a Carlos Ulanovsky que había estado en los inicios de esa revista, aunque en ese momento estaba en Humor. Me dijo que era una pavada esa investigación y me comentó que tenía una compañera que estaba haciendo un libro que se llamaba La risa de la radio y necesitaba a alguien que hiciera entrevistas. Y entrevisté a Niní Marshall y a Los cinco grandes del buen humor. Y dejé de estudiar.
En el set de Te escucho, por la pantalla de entonces ATC: Delfino le propuso hacerlo gratis tres meses a Gerardo Sofovich para demostrarle de que funcionaría: triplicó la audiencia del canal y se quedó años
-¿Y así empezaste en los medios?
-Sí, hice una investigación impresionante para Alicia Galotti que me dio muchas satisfacciones. Después hice notas para Diario Popular, para la revista de Clarín, después estuve en Para Ti. Trabajé en muchas revistas y el periodismo gráfico fue el que más me gustó. Seguí en la pensión porque no tenía un mango y vivía de lo que ganaba en la Municipalidad y de las cajas con salamines y quesos que me mandaba mi papá. Un día conocí a Víctor Sueiro en una entrevista y me llevó a Gente y me presentó a Chiche Gelblung, que era el director, quien me dijo que tenía un look chacarero. Yo era morocha todavía. Armando Barbeito, que era productor de la revista, me cambió el look y me dijo que me iba a hacer chacacheta. Él me hizo rubia y me gustó. La gráfica fue una gran base y de no haberla tenido, no hubiera sido quien soy.
-¿Cómo entraste a la radio?
-Pidiendo que solucionen las inundaciones en Gualeguaychú. Mis papás estaban mal, no querían más inundaciones, y descubrí que si dragaban el rio que estaba lleno de porquerías, se solucionaba el problema. La única draga que había estaba en Concepción del Uruguay, que era puerto. Gualeguaychú no era puerto justamente porque se inundaba. En ese momento era prosecretaria de Para Ti, y empecé a ir a radios para difundir y tratar de ayudar. Fui a lo de Magdalena Ruiz Guiñazú, una gran mujer que me dio espacio para hablar de la draga: iba tres veces por semana y me veían tanto en la radio que el gerente me llamó un día y me preguntó si quería trabajar en radio, porque le gustaba cómo daba. Y acepté hacer el programa Ciudad abierta, con Vinelli y Alfano, reemplazando al Negro Marthinheitz, que se iba de Continental. Y renuncié a la revista.
Con Adolfo Castello en Mar del Plata, haciendo La vidriera del verano desde Torres de ManantialesArchivo Personal de Luisa Delfino
-Otra vez te cambiaste de fila….
-Sí, es la historia de mi vida. Y trabajé con todos: Mario Mactas, Rolando Hanglin, Juan Alberto Badía, fui coequiper muchas veces y es algo que me encanta. Muchos creen que me gusta conducir y la realidad es que prefiero que participe todo el equipo. En diciembre de 1990 me llamó Edmundo Rébora para proponerme hacer un programa a la noche, algo que ya había hablado con Vinelli.
Junto a Aníbal Vinelli y Edgardo Alfano, en Ciudad abierta, su primer programa de radio
-¿Ese fue el nacimiento de Te escucho?
-Sí, querían un programa encarado hacia lo romántico y les conté que ya había registrado un programa que se llama Te escucho. Hacía un año había tenido ataques de ansiedad y pánico cuando nadie hablaba de eso, o no los llamaban así. Y pensé que sería bueno armar un programa de radio en el que una persona pueda escuchar al otro en lo bueno y en lo malo. El 11 de marzo de 1991 hicimos el primer programa en Continental y en estos años pasamos por casi todas las radios. Durante dos años no lo hicimos, en 2000 y 2001, que explotó el mundo.
-¿La gente sigue necesitando que la escuchen?
-Menos. Me acuerdo que el primer día le pedí a unos amigos que estuvieran atentos y llamaran, por si no se comunicaba nadie. Pero no hizo falta porque sonaba el teléfono en todas partes, en personal, en contaduría. El programa fue creciendo y yo me fui atando amorosamente a él. Durante siete años hice el programa gratis en Del Plata, pero no me fui, y no pienso largarlo.
-Siempre de noche…
-Porque la noche te abruma, hace los fantasmas mucho más grandes y los monstruos parecen invencibles. De día hay más escapatoria, y hay luz.
Delfino junto a Horacio, el oyente que se comunicó para contarle que tenía HIV y que se convirtió en una presencia recurrente en Te escucho y con el que realizaron un encuentro abierto
-¿Cuál fue el llamado que más te impactó?
-La historia de Horacio, que llamó a Te escucho para contar que tenía SIDA. Estaba muy shockeado, asustado y pidió hablar todas las semanas y darnos el parte médico. Lo hicimos, a veces más de una vez por semana. No había medicación en ese entonces y él se fue resquebrajando con el paso del tiempo. Un día llamó para despedirse y dos días después llamó la hermana y nos contó que se había ido al cielo. Fue la única vez que pedí que pusieran música y no paraba de llorar. La gente lo amaba, y para que lo conocieran hicimos un programa desde un salón del Banco Patricios. Cuando lo presenté, se acercó y la gente empezó a vivarlo, como en la cancha “Ho-ra-cio… Ho-ra-cio…”.
Luisa Delfino en los estudios de Rivadavia, desde donde hace Te escucho todos los fines de semana en la trasnoche
-¿Cómo hacés para que las historias no te golpeen?
-Dieciocho años de terapia (risas). Nunca la dejé. Tenía ejercicios que me ayudaban a recibir el dolor de la gente, aunque todavía a veces hablo y se me caen las lágrimas. Mi terapeuta me enseñó a visualizar que las palabras salen por mi cabeza y se van al universo, que solamente me atraviesan. Haciendo ese ejercicio durante mucho tiempo, entre 1992 y el 1995, aprendí a manejarlo. Y aprendí también a festejar cuando aparece la alegría de alguien que quiere compartirla en el programa. Nunca doy consejos: eso es tema de los psicólogos, y pasaron muchos por el programa; uno de ellos hoy sigue siendo mi terapeuta. El primer psicólogo tuvo la visión de estudiar trastornos de ansiedad y armar una fundación que se llama Ayuda y tiene más de 25 años. Cada psicólogo que vino detrás de él es de ahí.
-¿La tele también fue una casualidad?
-De todo lo que hice en la vida eso fue lo único bien planeado. La primera oportunidad me la dio Juan Alberto Badía, con quien hacía radio y un día me dijo que quería que lo acompañara en Badía y compañía, y después en Imagen de radio. Y yo llevé Te escucho a ATC cuando estaba Gerardo Sofovich, que me dijo que no estaba interesado proque nadie iba a ver ese programa. Le propuse hacerlo gratis por tres meses y, si funcionaba, seguía y me pagaban. Y así fue. Te escucho triplicó el rating de las noches de ATC y estuvimos como diez años. Gracias al programa escribí ocho libros, pero no soy escritora, todos tienen que ver con temáticas del programa. Poca gente sabe escuchar. Muy escasa. Cuando me preguntan quién me escucha a mí, respondo que tengo terapeuta.
-¿Y el programa sigue quién sabe por cuántos años más o pensás darle un cierre alguna vez?
-Espero que siga por muchos años más. El primer fin de semana de julio vuelve una sección que teníamos hace muchos años que se llamaba Me cansé de estar solo. La idea era conocer a un compañero o compañera de camino, no un marido, sino alguien con quien ir a tomar un café, hablar de cosas que te gustan, alguien que te llame. Fue un boom y de ahí salieron cuatro matrimonios. Muchos oyentes empezaron a pedirlo otra vez porque no saben dónde conocer gente y es verdad porque para los de nuestra edad sin pareja no es fácil conocer a alguien. Y me gusta porque será que en mí también está esa búsqueda. Hace bastante que estoy sola y me gustaría tener un compañero de camino. Vivo con mi gato, Juanito, y con mis muchos libros que amo; ya casi no hay espacio en mi casa. Y amo los bares también: a veces voy a leer o miro a la gente y trato de escuchar lo que dicen porque me puede servir para alguna temática. Pero donde hay un bar, me vas a encontrar. La vida es maravillosa y por eso, como dice Orson Welles en una de sus películas, “Es probable que yo viva para siempre”.

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CRIANZA


Emociones en crisis, de la ficción a la realidad
Maritchu Seitún–

La película Intensamente 2 me recordó a Erik Erikson y sus ocho edades del desarrollo del ser humano. Para la adolescencia él recalca el tema de la incertidumbre, que va desde la confusión de roles hasta alcanzar un sentido de identidad hacia al final de la etapa, poniendo primero en duda mucho de aquello en lo que creían y confiaban cuando eran más chicos. Es una de las etapas más complejas de esas ocho edades, ya que los cambios biológicos, emocionales y sociales generan una crisis que lleva varios años sortear.
Erikson habla también de que los adultos ofrecemos a los adolescentes una “moratoria psicosocial”, un tiempo y un lugar para seguir creciendo, madurando y conociéndose sin preocuparse por cuestiones de supervivencia.
Durante ese tiempo los adolescentes cambian de intereses, preocupaciones, amigos, se les presentan nuevos obstáculos, cometen errores y se atienen a las consecuencias de esos errores. Aprenden de cada una de esas experiencias, que los moldean, mientras siguen bajo la protección y cuidado de sus padres y otros adultos. Los adolescentes creen –desde su omnipotencia– que no los necesitan y, al mismo tiempo les da un enorme alivio saber que están cerca, ya que siguen siendo puerto seguro para ellos y también brújula y faro para muchos momentos de soledad, de dudas, de miedo, de dificultades.
En la película vemos en acción dentro de la mente de Riley, la protagonista, el proceso de cambios de esta etapa. Ella ahora tiene 13 años, y a las emociones que vimos en la primera –alegría, tristeza, miedo, ira, y rechazo– y que ahora ella siente con una intensidad inesperada, se le suman otras: ansiedad, vergüenza, envidia y ennui (aburrimiento y desgano), pero es la ansiedad la que lleva la voz cantante, intentando proteger a Riley y anticipando un futuro desconocido e incierto.
Ante esta enorme “remodelación” es esperable que los chicos tengan altos niveles de ansiedad hasta que logran acomodarse al cuerpo nuevo, a una nueva forma de ver el mundo, a emociones más intensas y complejas, a nuevos intereses y amigos, hasta que integran múltiples contradicciones.
Ellos abandonan la seguridad de la infancia e incursionan en territorio desconocido, sabiendo que tienen que llegar a convertirse en adultos, como sus padres, a quienes miran y admiran –aunque prefieren no reconocerlo– y a la vez rechazan, con el miedo de no tener los recursos necesarios para alcanzarlos, sin darse cuenta de que crecer lleva tiempo, y que tienen varios años para hacerlo.
Disney Argentina me ofreció la oportunidad de entrevistar a los asesores psicológicos de la película, Lisa Damour y Dacher Keltner, y con ellos retomamos algunas ideas muy interesantes.
Ya en Intensamente, a Riley de 11 años se le empezaban a caer las estructuras que la habían sostenido en su infancia a partir de una mudanza de estado y cambio de escuela. En la 2 nos encontramos con una Riley un poco mayor, en plena obra de reconstrucción de su sistema de creencias y de su sentido de sí misma, para hacer lugar a nuevas emociones. No porque sean realmente nuevas ni las únicas sino porque en esta etapa toman mayor preponderancia en la vida de los adolescentes.
Etapa de reconstrucción
Como toda obra de reconstrucción, la adolescencia implica conflicto, crisis, dudas, decisiones difíciles, incluso algunas equivocadas, roturas, dolores, sorpresas inesperadas, miedos, confusión, por momentos falta de rumbo, pero todo ello va abriendo camino a la maduración.
La mente de Riley busca primero hacer desaparecer las experiencias dolorosas, los recuerdos incómodos, incluso intenta sacar de su vida a las viejas emociones que la acompañaron hasta ese momento, ¡es muy tentador dar vuelta la página!, pero, como conversamos con Dacher, vemos en la película que el mejor camino no es suprimir, reprimir o negar sino recordar e integrar.
Durante ese tiempo les preocupa mucho la imagen que sus pares tengan de ellos y eso los lleva a buscar acomodarse para encajar en el grupo. Pero tal como vimos con Lisa, con las experiencias, la maduración y nuestra presencia cercana y valoradora, al crecer van a lograr pertenecerse a sí mismos sin miedo a quedarse solos, y así encontrar un verdadero grupo, donde puedan presentarse tal como son, sin disfraces, pudiendo decir, como Riley al final de la película, que es en realidad de Minnesota y no de Michigan, cuando antes lo había callado por miedo al rechazo de sus nuevas y admiradas amigas.
No hay emociones negativas en Intensamente 2, tampoco en la vida, solo muchas emociones a integrar de modo que el sistema de creencias de los adolescentes sea cada vez más colorido, rico y variado y les permita construir un sentido de sí mismo que los conduzca y acompañe.

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Cómo salir del cepo con este programa financiero....


La pregunta del millón es cómo salir del cepo con este programa financiero
Marina Dal Poggetto  Ariel Abelar
El ministro de Economía, Luis Caputo

El principal instrumento del programa económico fue un shock “controlado” que respetó contratos: salto de 120% del dólar oficial con cepo como reductor de la absorción interna (caída en las importaciones) para recomponer un balance del Banco Central “roto” al que le faltaban dólares (reservas negativas en US$11,5 mil millones) y le sobraban pesos (pasivos remunerados por el equivalente al 9% del producto bruto interno).
El mecanismo detrás viene siendo una licuación de los ingresos, de los ahorros en pesos y de la capacidad de compra de los ahorros en dólares de familias y empresas, que limpie los pasivos remunerados mientras el Banco Central compra dólares y deja de emitir pesos para financiar al fisco. Claro que, al optar por respetar contratos, la licuación no fue para todos por igual.
El ancla es el compromiso con un superávit fiscal que se viene cumpliendo vía un desplome en los gastos. Hubo mucha licuación y recorte de subsidios, de obra pública y de las transferencias a provincias. Es un ajuste que es bancado por la sociedad a la espera de que algo por fin funcione. La innovadora narrativa de Javier Milei con un dólar quieto y la baja en la inflación consistente ayudó a que se sostuviera su imagen en las encuestas, en un contexto en el cual el desprestigio de la “casta” política es enorme.
En resumen, el ajuste fiscal con apreciación real cambiaria detona un rally en los títulos, cuya contracara es la normalización de las reservas vía una brusca recesión tolerada por la sociedad y la compresión de los dólares paralelos.
Sin embargo, lo que empezó como un programa pragmático para intentar capitalizar el balance de un Banco Central quebrado sin romper contratos, mientras se avanzaba en un programa monetario que permitiera empezar a construir un ancla distinta al tipo de cambio con el fin de ir desarmando el cepo, tropezó.
En parte, tropezó por la decisión de sostener más tiempo que el recomendable el crawling peg al 2% mensual, bajando en solo seis meses el overshooting del tipo de cambio real a la mitad (los $910 de hoy contrastan con los casi $1700 de mediados de diciembre a precios de hoy) y ubicándolo apenas 19% por encima de los niveles de partida, frente a un salto inicial del dólar de 120%. La amplificación del shock con el impuesto PAIS, el blend y la desregulación del sistema de precios aceleró esta dinámica y requirió de una re-redeterminación de la agenda tarifaria, para poner la inflación de mayo en el 4,2%, luego de partir del 25,5% de diciembre.
En parte por la forma en que se calibró en un principio, cuando se estableció un seguro al carry trade vía un esquema blend, que destinaba en forma automática el 20% de las exportaciones al dólar CCL (US$9000 millones hasta mayo). Esto, mientras se acumulaba una nueva deuda comercial estimada en US$11.000 millones por el pago en cuotas de las importaciones, dejando el stock en niveles similares a los previos a los Bopreales. En efecto, solo retuvo en las reservas la mitad de los US$17.600 millones que compró desde el inicio. Incluso con la reactivación del swap chino y el desembolso del FMI, las reservas brutas pasaron de US$21.000 millones a casi US$30.000 millones y las netas, de ser negativas en US$11.400 millones a ser negativas en US$2500 millones.
Pero lo que al principio era discutible, se convirtió en mala praxis cuando la premura por desarmar la deuda del Banco Central se hizo acelerando la baja en la tasa de interés (con pases al 3,3% mensual), e incentivando la migración a Lecap (4,2% mensual), cambiando costo cuasifiscal por costo fiscal y bajando la remuneración de los plazos fijos al 2,8% mensual.
El salto en la brecha cambiaria desde fines de mayo pareciera haber puesto fin al desarme de los pasivos remunerados a cambio de deuda del Tesoro. Por un lado, en las últimas licitaciones solo aceptó un monto similar a los vencimientos de mercado. Por otro lado, el ministro Luis Caputo avisó que se acabó la etapa de tasa de interés negativa (la tasa de las Lecap, de 4,25% en septiembre, coincide con la inflación de mayo, de 4,2%), por lo que deberían subirla frente al salto en la inflación que se avisora para junio, considerando que se retomó la agenda tarifaria (nuestro relevamiento de precios apunta a 5,6% en junio) ¿Lo harán para intentar moderar las presiones cambiarias que aparecen e intentar incentivar la liquidación de exportaciones, mientras avisan que el crawling peg al 2% y el blend se sostienen a rajatabla refutando al FMI? ¿Solo reaccionarán con las Lecap o también con la de pases, para asegurar el traslado a los plazos fijos? ¿Convalidarán la emisión de nuevos instrumentos indexados?
Desde que arrancó el programa, la deuda del Banco Central por pasivos remunerados cayó de $54 billones, a precios de hoy, a $18 billones, mientras la deuda del Tesoro en manos del mercado subió de $36 billones a $63 billones a precios de hoy. La primera cayó $36 billones, la segunda aumentó $27 billones; la licuación fue menor al 10%, el resto se “revoleó” al Tesoro y al Banco Central, que aumentó la deuda en dólares en $5,5 billones (Bopreales-Lediv).
Como seguro, el Tesoro mantiene depósitos a tasa cero en el Banco Central por $12,9 billones, haciendo carry negativo. El festejo por la caída a precios de hoy en la creación endógena de pesos de $6 billones por mes a menos de $1 billón, contrasta con el aumento de la deuda del Tesoro que genera la emisión de instrumentos a descuento y sin cupones, por lo que no se refleja en la cuenta de intereses.
De los $63 billones de deuda en manos del mercado, hay $52 billones que están en los balances de los bancos, que a su vez cuentan con $23 billones en Puts (derecho a venderle los bonos al Banco Central). De estos últimos, solo 6% se ejercen en los últimos 30 días, el resto se pueden ejecutar en cualquier momento. A diferencia de las primeras colocaciones de deuda de la actual gestión que intentaban extender plazos (con indexación y Puts), las nuevas Lecap se emitieron a corto plazo, sin Puts y con una excepción en la normativa que limita el riesgo del sector público en los balances de los bancos, llevando la deuda del Tesoro del 20% de los activos al 35%.
La contracara fue un cambio en la estructura de la deuda en pesos del Tesoro, hoy casi 30% es a tasa fija, pero sumando todo lo que vence (incluyendo Bopreales y organismos) hay vencimientos por US$39.000 millones en lo que resta del año, y por otros US$39.000 millones el próximo. Los vencimientos están calculados tomando el dólar oficial sosteniendo el crawling al 2% mensual y la inflación según el escenario planteado por el FMI: 139% en 2024 y 45% en 2025 (consistentes con una desaceleración al 4,2% mensual en 2024 y 3,2% mensual en 2025). Con este escenario, el tipo de cambio real, que hoy se ubica 19% por encima de los niveles de arranque, se ubicaría 13% por debajo a fines de 2025.
La pregunta del millón es cómo sacan el cepo y ponen a competir el peso con el dólar sin reservas, con un tipo de cambio que se sigue atrasando, tasa de interés de plazos fijos negativa, un aumento del riesgo Tesoro en los balances de los bancos y un resurgimiento de los fondos de Lecap para manejar el capital de trabajo con esta concentración de vencimientos. ¿A qué tasa y plazos se puede financiar la Argentina sin cepo, partiendo de un riesgo país de 1400 puntos? ¿Cuál es el superávit primario que equilibra el financiero, teniendo en cuenta que hoy el cupón promedio es de solo 3,8%, por debajo de la tasa libre de riesgo de los bonos de Estados Unidos? ¿Cuáles son las chances de un nuevo programa del FMI sin correcciones previas?.
El compromiso con la consolidación fiscal convive con el prontuario que arrastra la Argentina. Por lo pronto, el ministro que, ciertamente es el ancla del programa, ganó tiempo avisando que solo va a sacar el cepo cuando estén dadas las condiciones, sin compromiso de fecha.
En definitiva, este nuevo experimento de dólar atrasado, torniquete financiero y múltiples licuadoras puede sobrevivir solo con la visualización de dólares que permitan retomar la credibilidad sobre la capacidad de pago de los vencimientos de dólares, que mejore significativamente el precio de los bonos y que reduzca la brecha cambiaria. ¿Trump, RIGI, blanqueo y/o alguna operación de manejo de pasivos que descomprima la necesidad de dólares “crocantes” de cara al próximo año?
Por ahora, el programa convive con una opinión pública que acompaña (aunque cambia el orden de las preocupaciones –baja la preocupación por la inflación y sube la preocupación por el desempleo–) y flujos de capitales que frenaron el recorrido, bastante antes de asegurar una respuesta contundente a las preguntas sobre el programa financiero frente a la concentración de vencimientos del Tesoro.


Pablo Rivero, de la parrilla Don Julio...¡¡¡¡EXCELENTE !!!!


Guatemala 4699, C1425 Cdad. Autónoma de Buenos Aires
Teléfono: 011 4832-6058




En la parrilla más top del mundo: “El menú que más se vende es el vegetariano”, afirma el dueño de Don Julio
Pablo Rivero, de la parrilla Don Julio
Aunque las mollejas y la entraña se cuentan dentro de los platos más pedidos, crece el número de vegetarianos y veganos que visita la multipremiada parrilla de Palermo
Sebastián A. Ríos
Casi no hay sorpresa. Año tras año, en cada nuevo ranking mundial de restaurantes dice presente Don Julio, llevando al podio de la alta gastronomía nuestra carne y nuestro vino. “La Argentina no es solamente carne y vino, pero no es sin carne y sin vino”, sostiene su creador, Pablo Rivero, que días atrás fue elegido Mejor Sommelier del Mundo 2024 por la organización 50 Best Restaurants. Rivero está convencido de que su pelea es dar visibilidad a aquellos productos que definen nuestro territorio. Pero hoy la propuesta de esta célebre parrilla palermitana no es solo carne y vino.
En todo caso, la sorpresa que atraviesa a la casa de carnes N°1 del mundo –según el ranking World’s 101 Best Steak Restaurants– es que su menú más pedido es el vegetariano. “Es una apuesta muy grande de parte nuestra”, asegura Rivero, que ya considera superado el enfrentamiento parrillas-vegetarianos.
Una postal común en Don Julio: sin reserva, es preciso esperar, porque siempre está lleno.
–¿Cuándo Don Julio pasó de ser una parrilla de Palermo a ser el mejor restaurante de Argentina para la crítica internacional?
–No existe eso del mejor restaurante de Argentina. Sí estoy convencido de que somos uno de los más queridos. Eso tiene que ver con que llevamos la bandera de la cocina popular y la hicimos visible en el mundo. De hecho, la primera marca que registramos fue “Don Julio. Lo nuestro, Argentina”. Después la abreviamos a Don Julio, pero desde el origen este restaurante se planteó llevar adelante y enorgullecernos de lo que hacemos. Eso creo que fue determinante, porque nos dio la razón de ser y también una misión. Y generó un orgullo en el público en general, y en particular entre los cocineros y parrilleros que se sienten representados.
Ahora, ¿cómo fue que pasó? Creo que tuvo que ver con el fenómeno de la revalorización de las cocinas populares que se está dando desde hace unos 10 años. En algún momento el mundo empezó a mirar lo que hacíamos y nosotros empezamos a dialogar con colegas. Ahí empezamos a entender que teníamos la suerte de haber elegido un camino que el mundo valoraba. Porque la Argentina no es solamente carne y vino, pero no es sin carne y sin vino. Después hubo desafíos que nos dieron energía, como la pelea por mostrar una cara responsable y sustentable de la carne al mundo. O la de mostrar la historia de un país vitivinícola que hasta ese momento el mundo desconocía.
–¿Costó mucho que la “alta gastronomía” tomara en serio a una parrilla?
–Cuando empezamos, todos los proyectos que nacían tenían que ver con cocinas de otros lugares. Lo que está muy bien, porque Buenos Aires es una ciudad cosmopolita. Pero había cada vez menos parrillas y estábamos trabajando cada vez menos en lo nuestro. Y sí, al principio fue muy difícil. Siempre recuerdo que en las reuniones gastronómicas yo aparecía muchas veces después del servicio con las uñas llenas de hollín de la parrilla, y los colegas estaban impecables. Al principio, me miraban de una manera... Después, con el tiempo, esa mirada fue cambiando y empezaron a creer en lo que hacíamos.
La parrilla Don Julio fue elegida como la mejor de América Latina....Instagram @donjulioparrilla
Pero imaginate una parrilla que trataba de tener copas de cristal Riedel en el año 2001, o que hablaba de usar novillo cuando todos hablaban de ternera, o que buscaba tener un servicio de otro nivel que el que se encontraba en las parrillas. Al principio todo eso era mirado con risa. Y esas risas obviamente molestaban, pero también nos fortalecían. Por eso siempre hablo con mi equipo acerca de la fuerza que te da la burla de los otros. Que además es un indicador de que vas por el buen camino.
–¿Ese cambio de mirada vino primero del exterior?
–Es cierto que la valorización que transformó el estatus de Don Julio vino de afuera, pero también hubo gente acá que desde el principio creyó que tenía sentido lo que hacíamos. Creo que el concepto de cocinero tiene que ver con hacer lo que sabés, con la naturaleza y el territorio que te rodea. Lo genuino es siempre lo propio de uno. Y eso en el mundo es algo que se entiende como lo natural. Claro que nosotros como argentinos, en una época en que no estábamos conectados con el mundo, no valorábamos lo que teníamos, porque estaba tan a la mano que lo sentíamos como algo común. Después empezamos a entender que no era tan común, porque no está en todos lados. Hoy la Argentina rebosa de un prestigio gigante con respecto a un producto tan importante en la historia de la gastronomía y de la humanidad como es la carne
Adrián Suar y Lionel Messi compartieron una cena en la parrilla de Don Julio...Instagram: elchuecosuar
–Para muchos Don Julio es carne, pero también es vino. ¿Creés que eso es lo que reconoce el premio que te dieron como sommelier del año los 50 Best?
–Nosotros hicimos un trabajo gigante para confeccionar nuestra propuesta basada en vinos argentinos, y eso se valora. Pero no puedo dejar de pensar que si no fuera por el trabajo que hacen los productores argentinos de vino este premio no hubiera existido. Y no es falsa humildad cuando digo que mi trabajo es bastante fácil, porque tenemos una diversidad de cartas para jugar que es alucinante. Hay una efervescencia en el mundo del vino en la Argentina que en pocos lugares del planeta pasa. El vino argentino está sentado hoy en la mesa de los mejores vinos del mundo, algo que no ocurría hace 20 o 25 años.
–¿Cuáles son los hits de Don Julio?
–La molleja de corazón, que es un producto súper difícil de conseguir. Después, por supuesto, la entraña, que es un hit de toda la vida del restaurante. Y hoy estamos con un universo vegetal muy grande. Casi un 40% del producto que sale de la parrilla es vegetal. De nuestros tres menús, el que más se vende es el vegetariano. Es una apuesta muy grande de parte nuestra, en torno a la evolución del fuego y el vegetal. Hoy a Don Julio vienen muchos vegetarianos a comer. Porque la parrilla tiene una situación muy familiar; entonces, en una mesa de seis es muy probable que haya un vegetariano, y en una mesa de ocho es muy improbable que no haya un vegetariano.
Pablo Rivero en Capilla del Señor
–¿Bajo el nivel de conflictividad entre las parrillas y el movimiento vegano?
–Ya no hay conflictos. Como en todos los movimientos, hay momentos en que se radicalizan y a veces esta radicalización marca un tránsito hacia nuevas eras. Pero también ayudó mucho a que baje el nivel de conflictividad el hecho de que el mundo empezó a entender que la ganadería que hacemos nosotros en la Argentina no tiene un impacto medioambiental negativo.
–¿Por qué creés que a Don Julio se le cuestionan los precios (algo que no pasa con otros restaurantes de renombre)?
–Creo que tiene que ver con la situación económica dificilísima que estamos viviendo desde hace un tiempo, en la que a muchas personas les duele que Don Julio no esté al alcance, independientemente de que es menos caro de lo que la gente piensa. Se ha generado un mito, porque en realidad somos mucho más accesibles que la mayoría de los restaurantes que están en listas y rankings. Pero la situación es muy difícil y nosotros nos encontramos en un brete, porque no podemos bajar la calidad. Hay que elegir. Perder el cariño de una persona que te quiere pero no puede acceder, o perder la calidad. De Don Julio podrán decir que por momento está más caro, porque los precios suben, pero nunca van a decir que bajamos calidad.

Guatemala 4699, C1425 Cdad. Autónoma de Buenos Aires
Teléfono: 011 4832-6058

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VIDA DIGITAL






Cinco alternativas gratis (y muy buenas) para el Office de Microsoft
Las ventajas de la computación sobre la máquina de escribir son obvias; pero a veces la batalla de las compañías por quedarse con un estándar opacan estos avances
La suite del gigante de Redmond es extraordinaria, pero también costosa, y en muchos casos es más de lo que necesitamos; sin embargo, hay opciones sin cargo que son excelentes y se adaptan a diferentes escenarios
Ariel Torres
Como la felicidad nunca es completa, todas ventajas que los procesadores de texto, las planillas de cálculo y las presentaciones trajeron a nuestras tareas cotidianas, si los comparamos con la máquina de escribir, los libros contables y el retroproyector, terminaron opacándose (o, si quieren, tiznándose un poquito) con el monopolio de una sola compañía sobre este tipo de software. Hablo, claro, de Microsoft y su Office.
Office es una suite excepcional, no hay duda acerca de eso, pero los monopolios siempre son un problema, en todas las industrias. Una de las pocas que logró zafarse de esta clase de concentración fue la de los instrumentos musicales electrónicos. En 1983, los principales fabricantes (Roland, Yamaha, Korg, Moog) terminaron de acordar un estándar llamado MIDI (por Musical Instrument Digital Interface); se trata de un lenguaje que les permite a los sintetizadores de cualquier marca, año y modelo comunicarse entre sí. En mi estudio hoy hay máquinas de 1989, 1995 y 2017 comunicándose sin problemas, y, a su vez, interactuando sin el menor traspié con instrumentos virtuales y estaciones de trabajo de este año, del siglo XXI. Eso es un estándar y no tonterías.
En 1971 nació el MiniMoog, el sintetizador más famoso de la historia; 12 años después, la industria de los instrumentos musicales electrónicos acordaría un estándar fundamental, llamado MIDIS
Lo desarrolló originalmente Roland, pero lo adoptaron todos, sin costo. Esas marcas siguen fuertes y sanas, pese a haber cedido uno de los trofeos más buscados por los monopolios. Esto es, un estándar. Tampoco parece casual que esta sea una de las industrias más innovadoras y saludables que existen, con marcas nuevas como Arturia y Clavia/Nord (por citar solo dos) y una misión que, si lo piensan un poco, es demencial. Sus máquinas deben funcionar durante todo un concierto tras soportar traslados traumáticos, con intérpretes apasionados y en condiciones climáticas de lo más variadas; todo, sin fallar ni una vez. Quiero decir, no está bueno que te aparezcan mensajes de error o se te cuelgue todo en lo mejor del show.
Mudanza complicada
De vuelta en nuestro trabajo cotidiano de oficina, salirse del Office de Microsoft es complicado. Primero, depende de qué hagas. En mi caso, para escribir, LibreOffice cubre sobradamente todas mis necesidades. Pero varias personas que conozco, que trabajan mucho con presentaciones, siguen prefiriendo el Office.
Esto equivale a decir que si vas a hacer música barroca no hay problema en pasarte de Moog a Korg, pero si lo tuyo es el bolero, no, cuidado, hay incompatibilidades. Puesto que una licencia de Office (Word, Excel y PowerPoint) arranca en 52.800 pesos, y puede llegar a más de 241.000 con otros componentes, como Outlook y Teams, buscar alternativas no es asunto menor. Con dos adicionales.
Primero, muchas personas compran una notebook convencidas que ya viene con un paquete ofimático. Solo una posición monopólica permite vender un equipo para trabajo de oficina con lo que parece ser Office, pero en realidad es solo una forma de promover el Office. La decepción es rotunda (y onerosa), cuando el usuario descubre que al Office hay que pagarlo aparte.
Segundo, cada licencia es para una sola computadora. Hay planes para más equipos, pero son también más caros. Para el resto de nosotros, una computadora, una licencia. Dos computadoras, dos licencias. Y así. Ahora, Microsoft está empecinada en que usemos el Office 365, que es por suscripción, al punto que el bot de su tienda online empezó tratando de convencerme de que compre esa edición. De verdad, me encanta cuando un bot me dice (y cito) “lo más recomendable para ti es Microsoft 365 Personal”.
Precios de la suscripción a Microsoft 365
Está todo bien con Office 365 (ahora llamado Microsoft 365), pero la objeción es obvia: como Netflix, si no podés seguir pagando, adiós. Con las películas y series no pasa nada, pero con algo tan sensible como mi trabajo, prefiero tener una aplicación instalada en una computadora. Es cierto que en el proceso de darte de baja Microsoft te ofrecen una serie de alternativas “antes de que sea demasiado tarde” (SIC) y es verdad que los documentos en sí pueden guardarse (y abrirlos con otra aplicación, quod erat demonstrandum). Pero cuando uno atraviesa un momento desafortunado, las suscripciones a herramientas pueden incluso empeorar el panorama.
Ahí es donde entran las alternativas. Aunque, debido a que esta industria está a años luz de acordar estándares, en algunos casos la mudanza es muy complicada. Hay muchos paquetes de oficina gratis (o de menor costo), pero seguimos sin tener un modo universal que sirva para las tareas indispensables. Con WordPad, que venía con Windows, discontinuado, estamos un poco como Tántalo, que tenía toda esa comida a la vista, pero no la podía tocar. Así que, raro como pueda sonar, después de 40 años de computadoras personales, solo el esfuerzo de un puñado de organizaciones sin fines de lucro nos permiten usar las máquinas sin enredarnos con costos impagables o con estándares incompatibles.
Dicho sea de paso, el rumor de que Windows 12 y siguientes vayan a ser por suscripción no ha sido confirmado por Microsoft, pero tampoco denegado. La comunidad de usuarios de la compañía especula que no será así. Se los pregunté ayer, pero todavía no obtuve respuesta. Si la compañía responde, se los haré saber.
No tengo nada en absoluto contra el comprar programas. Si bien prefiero el software libre, no es por una cuestión económica. Sin embargo, a falta de estándares, esta industria, al revés que la mayoría de las otras, ofrece muy buenas aplicaciones sin costo alguno. Y eso, cuando no hay plata, es muy importante. Veamos lo mejorcito que hay hoy disponible, sin cargo, sin trampas, 100% legal y probadamente útil.
LibreOffice, OpenOffice
Las dos más recomendables, a mi juicio, son LibreOffice y su pariente Apache OpenOffice; la de estos dos paquetes ofimáticos es una larga y por momentos traumática historia, que pueden leer aquí.
LibreOffice es por lejos la mejor opción sin cargo para trabajo de oficina; viene en dos versiones, la estable (7.6.7.2 en este momento) y la más nueva (24.2, en este momento)
LibreOffice, pese a esta historia, cumplió sobradamente con su promesa y desde hace más de una década ha mantenido una calidad y una constancia extraordinarias. Para escribir, llevar hojas de cálculo nativas y presentaciones sin efectos especiales cinematográficos, es excepcional, y se actualiza constantemente. Escribí dos libros con LibreOffice y todas mis notas para el diario desde hace 25 años salen de su procesador de texto.
OnlyOffice
Sin embargo, un querido amigo me consultó hace poco por OnlyOffice, porque encontraba problemas con la interfaz y los atajos de las planillas de cálculo de LibreOffice. Es un viejo debate, comprensible, y con algunas soluciones solo parciales. Y que lleva de nuevo al asunto de los estándares. Sigamos.
Planillas de cálculo en OnlyOffice
El caso es que no conocía OnlyOffice, así que la probé, y si bien no me sirve para escribir, resultó una solución para las dificultades de usabilidad que puede encontrar un usuario al salir del Office de Microsoft. Es gratis (con versiones comerciales), de software libre y viene en dos ediciones, una para correr en red y otra local, llamada Desktop, que está para Windows, Mac y Linux. Visualmente y en lo que concierne a los atajos es idéntica a Office, por lo que puede resultar una solución para los que están encontrando en LibreOffice un entorno desconocido.
Su principal punto débil es todo lo relativo a la autocorrección. Por lo tanto, simplemente, no puedo usarlo para escribir. Pero resolvió sin fisuras los problemas de incompatibilidad que tenía mi amigo con Excel, así que es una suite para tener presente.
Google Docs
Por supuesto, está también Google Docs, que ha mejorado mucho con los años y tiene de todo. Personalmente, de nuevo, necesito algo más ágil, especialmente para escribir, y no me gusta trabajar con la nube. Pero también es cierto que Docs es hoy una excelente plataforma y que el acceso a Internet está ya bastante garantizado. Vale la pena probarlo, si no podés comprar una licencia del Office de Microsoft. Incluso si podés comprarla, a lo mejor no necesitás tanto músculo como el que ofrece el Office, y con Docs tenés suficiente.
Un template para currículum de GoogleDocs
FreeOffice
También podés probar FreeOffice. Está muy bien y es más semejante a Office que LibreOffice (que en rigor es semejante al Office original). Su fabricante, la compañía alemana SoftMaker, tiene una suite de oficina con más funciones que cuesta 35.000 pesos por año, llamada Office NX Universal, así que no hay que confundirse. También pone un aviso del NX en el FreeOffice, pero solo al arrancar la suite por primera vez. Está en español (México y España), pero descargar e instalar el diccionario correspondiente a la Argentina es realmente muy simple. A mi juicio, FreeOffice está muy por encima de lo que en general vamos a necesitar en un estudio profesional, la universidad o una pyme. Hace rato que existe, está muy bien hecho y tiene versiones para Windows, Mac, Linux, Android y iOS.
FreeOffice, de la compañía alemana SoftMaker

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