viernes, 28 de junio de 2024

Fabio ZerpaY SU COMPLICADA VIDA






Fabio Zerpa: durmió en una plaza con Julio Sosa, fue actor, se peleó con Carl Sagan y un 17 de noviembre su vida cambió para siempre
Fabio Zerpa, en 2008; músico, actor y campeón juvenil de básquet, dejó todo para dedicar su vida a la ovnilogía
Vivió varias vidas en una sola y antes de consagrarse a la ovnilogía, Fabio Zerpa tuvo una prometedora carrera como actor; pero el 17 de noviembre de 1959 su vida cambió para siempre
Guillermo Courau
Esta semana se conoció la noticia de que tres investigadores de la universidad de Harvard presentaron un estudio que plantea la posible presencia de extraterrestres en nuestro suelo. La hipótesis, hoy recibida con igual dosis de curiosidad y escepticismo, remite directamente al nombre de Fabio Zerpa, un hombre que dijo exactamente lo mismo hace más de medio siglo, dedicó su vida al estudio de este tipo de fenómenos y le dio una fama mediática que aprovechó, y por la que también tuvo que dar demasiadas explicaciones. Quién sabe si fue lo que realmente hubiera querido, aunque evidentemente lo supo capitalizar.
Antes de fundar su revista de fenómenos extraterrestres, de ser una cara conocida de la tele y una voz autorizada en la radio, y de que Andrés Calamaro le diera la razón en una canción, el investigador nacido en Uruguay tuvo un pasado en el mundo del espectáculo que, de haber sido más constante, habría cambiado el curso de su vida.
Con Carlitos Balá y Tito Lusiardo en La muchachada de a bordo (1967)
“Toda la vida fui un apasionado, un estudioso, un buceador de nuevas experiencias. Terminé el bachillerato a los 15 años y empecé a estudiar teatro nada más y nada menos que con Margarita Xirgu. En 1951 vine a Buenos Aires y mi primer trabajo fue La escuela de las mujeres de Moliere, en el Instituto de Arte Moderno. Después empecé con los radioteatros y los teleteatros, como Tres mujeres para Eva o El amor tiene cara de mujer. Me encantaba lo que hacía, pero la vida me llevó hacia otro lugar”, le contaba en 2002.
En Montevideo había quedado la primera de sus vidas. Fabio Pedro Alles Zerpa había sido campeón de básquet con el Club Atenas, estudiaba el profesorado de Historia, imaginaba un futuro posible como abogado, o también como concertista de piano: “Al principio odiaba el piano, pero escuchando a Debussy o Chopin quedé maravillado y terminé siendo profesor superior a los 15 años. El profesor le insistió a mi madre para que fuera concertista pero ella se negó. Decía que los pianistas terminaban tuberculosos, como supuestamente había terminado Chopin”.
Zerpa era un muchacho inquieto y lo fue más cuando descubrió que otro mundo posible era el de la actuación. Pero Uruguay le quedaba chico para semejante objetivo, y fue por eso que cruzó el Río de la Plata. Mientras probaba suerte, mateaba con un compatriota que también se volvió muy famoso: “Cuando llegué a Buenos Aires me alojé en una pensión del centro, en Perú 89, y tuve como compañero a Julio Sosa. Si bien Julio había nacido en Las Piedras, yo le decía que más porteño que él no había. Que debería haber nacido junto a un farol en el barrio de Flores. Una vez tuvimos que dormir en un banco de Plaza de Mayo porque no teníamos dinero para pagar la pensión. Otra noche dormimos en un tranvía 2, que hacía el recorrido Plaza de Mayo-Liniers”.
Eran tiempos de vacas flacas y la actuación no alcanzaba para levantar cabeza. Paradójicamente fue la música la que acudió al rescate: “El jazz me sirvió mucho entre 1951 y 1953. No tenía mucho trabajo como actor y justo necesitaban un pianista en “la bolsa del hambre”, que era como llamábamos a una confitería de Suipacha casi Corrientes, porque siempre daba trabajo a los artistas. Así empecé a tocar el piano como ocupación. En esa época a los músicos se les pagaba bien. Le debo al piano mi primer departamento, nada menos que en Santa Fe y Coronel Díaz, que pagué 34.700 pesos al contado”.
Durante un tiempo, Fabio Zerpa organizó bailes de carnaval
La música también le permitió codearse con algunas figuras, que más tarde lo reconocerían como prestigioso ufólogo. La inquietud de Zerpa por “seguir intentando” lo llevó a organizar bailes de carnaval. Una de sus actividades menos conocida, pero más satisfactoria en lo que al mundo del espectáculo se refiere. “En uno de ellos junté a Sandro, a Palito Ortega y a Leonardo Favio. Y en 1970 hice un baile en San Lorenzo que se llamó Piantao, Piantao, en homenaje a mis grandes amigos Horacio Ferrer y Ástor Piazzolla, que habían compuesto ‘Balada para un loco’ el año anterior”.
Y como toda moneda tiene dos caras, y a veces también se vuela bajo, su entusiasmo por la música también lo cruzó en la noche de Buenos Aires, con un imberbe Ricardo Arjona: “Ricardo se sentaba en Florida y Viamonte. Él me conocía, estaba con su guitarra y el tarrito. Un muchacho muy espiritual, de esos que decían ‘perdón señorita, qué ojos tan bonitos que tiene, ¿se lo han dicho?’”.
Pero lo que parecía un destino marcado cambió abruptamente el 17 de noviembre de 1959. El día que Fabio Zerpa se enfrentó a un OVNI por primera vez.
Hay marcianos entre la gente
A finales de los años 50, Fabio Zerpa aceptó el papel protagónico del cortometraje Cóndores de acero, interpretando al comandante Soler. En un alto de la filmación, lo que se planeó como un divertimento terminó en el primer avistamiento de su vida y marca indeleble en su futuro a partir de ese momento: “Recuerdo que estábamos descansando en la Séptima Brigada Aérea de Morón, donde filmábamos -contó en una entrevista de 1995-, cuando el capitán Alexis Dnogaetz me invitó a una práctica de tiro en el polígono de la Fuerza Aérea en Tigre. Era el mediodía. Volábamos a 800 metros de altura, cuando de repente Alexis me dice: ‘Fijate lo que tenés allí a la izquierda’”. Miré y había un aparato de unos 25 metros de largo, cerrado, metálico, silencioso. Estaba a unos 600 metros y venía hacia nosotros. Se detuvo, hizo un giro de 60 grados y se perdió rápidamente hacia el norte. ‘Alexis, ¿ qué es?’, pregunté. ‘Eso -me dijo- es un plato volador’”.
Con la prerrogativa de no contar nada porque estaba “prohibido”, Fabio Zerpa solo le relató su experiencia a un capitán en el que encontró complicidad. Este le regaló el libro Los platos voladores son extraterrestres, del mayor Donald Keyhoe, de la marina de guerra de los Estados Unidos. Lo leyó en una noche y desde ese momento cambió su percepción del mundo.
La necesidad de compartir su descubrimiento y de ir por más caló hondo en sus compañeros de teatro, que lo apoyaron por cuestiones de empatía. Alfredo Alcón, Osvaldo Miranda, Irma Córdoba, Carlos Estrada fueron algunos involuntarios testigos del nacimiento de su obsesión por la vida extraterrestre. Pasión que en su inicio le generó más disgustos que aplausos: “Pasó mucho tiempo hasta que reconocieron mi tarea. Me tildaron de loco, chanta y delirante. Hace años fui a una confitería y escuché que dos señoras me miraban y decían por lo bajo: ‘Pobre muchacho. Tan buen actor pero enloqueció con esto de los marcianos’”. Y eso que él se encargó de aclarar en infinidad de ocasiones (algo que luego fue reafirmado por la ciencia), que cuando hablaba de seres de otro planeta, no se trataba de marcianos: “Los marcianos son un invento de la ciencia ficción. En Marte no hay vida inteligente, solo biológica. Pero los extraterrestres existen. Se sabe que hay 400 mil millones de posibles planetas Tierra en una sola galaxia, con posibilidades de desarrollo de vida inteligente. Es decir, de desarrollar una civilización”.
A pesar de la incredulidad de aquellas “señoras merendantes”, las teorías que Fabio Zerpa defendía a capa y espada comenzaron a calar hondo en los medios de la época. La televisión fue su gran refugio, seguido por la radio y hasta por una revista, Cuarta dimensión, que editó durante más de una década.
Conforme avanzaba en sus investigaciones y teorías, Zerpa fue requerido de diferentes lugares del mundo para dar conferencias. Y así fue cómo el campeón de básquet con espíritu de pianista, un día se enfrentó al mismísimo Carl Sagan: “Él disintió conmigo en una disertación, diciendo que los seres de los otros mundos son más jóvenes que nosotros, pero que no perdieron el tiempo en guerras, peleas, luchas y desencuentros, y que por eso están más avanzados. Puede ser cierto esto último, pero yo creo que son más viejos que nosotros”. En otras palabras, no se trató de discutir si existían o no, sino de debatir sobre un tema etario. Increíble.
Otra celebridad que frecuentó Fabio fue Carlos Castaneda, polémico antropólogo peruano nacionalizado estadounidense, que a lo largo de su vida describió minuciosamente su relación con un brujo indio llamado Don Juan. Aunque diversos biógrafos y colegas refutaron esos encuentros, afirmando que no coincidían las fechas de sus encuentros con la realidad, Zerpa quebró una lanza por su amigo e incluso confesó haber sido parte de aquellos experimentos alucinógenos. Decía en 2008: “Trabajé con plantas enteógenas y también hice mis experiencias con el peyote. Debuté con Carlitos Castaneda en 1977. Fui a un congreso mundial de Ovnilogía y entre el público estaba él. Su secretario se me acercó y me dijo: ‘Carlos lo quiere conocer’. Nos hicimos muy amigos. Cuando se enteró de mis conocimientos de Antropología me invitó a experimentar. Fueron tres veces en el desierto de Sonora. Él dirigía la ceremonia, con Don Juan. Yo lo conocí al indio, a Don Juan Matus. Decían que no existía y nada que ver, yo lo vi”.
También y aunque no los vio, ponía las manos en el fuego por los experimentos que se realizaron en Estados Unidos: “Está documentado que en la base Wright Patterson de la Fuerza Aérea norteamericana hay 34 seres extraterrestres sin vida, y sabemos que se hicieron autopsias a dos cadáveres”. Aunque ninguna de ellas fue la que se dio a conocer y mucho menos la parodia que realizó después Chiche Gelblung.
Fabio Zerpa murió el 7 de agosto de 2019 a los 90 años. Cumplió muchos sueños, pero le faltó uno: asistir al momento en el que el mundo le diera la razón. Sin embargo, él sabía que no iba a llegar a verlo, porque aseguraba tener la fecha del contacto definitivo de humanos y extraterrestres, una predicción que podría darse el año próximo: “Sabemos que tienen una conformación antropomórfica como la humana: una cabeza, hombros, dos brazos, dos piernas. Y ya están aquí, pueden estar caminando por Manhattan, por París, por Florida. Es como dijo Andrés Calamaro en la canción que me hizo de homenaje: ‘Fabio Zerpa tiene razón, hay marcianos entre la gente’. De todos modos el siglo XXI será el del contacto definitivo con una futura civilización extraterrestre. Se calcula que para el 2025 o 2030 se empezarán a dar esos contactos. La condición es que nosotros vayamos hacia una mayor espiritualidad”. De ser cierto esto último, probablemente haya que esperar unos cuantos años más.

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