Algunas coordenadas imperdibles
1- Librería La Nube. Av. J. Newbery 3537 2- Verne Libros. J.R. de Velasco 1427 3- Anchoíta Rest. J.R. Velasco 1520 4- Anchoita Cava. J.R.Velasco 1456 5- Panadería Anchoita. Aguirre 1562 6- Sede (whiskería). Guevara 421 7- Sifón. Av. Jorge Newbery 3881 8- La Veredita de Vinos. Av. J. Newbery 3867 9- Nadine Zlotogora. Av. J. Newbery 3618 10- Silvestre. Av Jorge Newbery 3630 11- Obrador Restaurante. Charlone 202 12- Culpina Pizzería. Av J. Newbery 3791 13- Condarco. Av. Dorrego 901 14- Blind café y fragancias. Fraga 316 15- Las Katz. Bonpland 883 16- La Tomada Centro Cultural. Fraga 119 17- La Fuerza. Av. Dorrego 1409 18- Artlab. Roseti 93 19- Punto Mona Bar. Fraga 93 20- Lardito Bar de Vinos. Av. J. Newbery 3655 21- Picarón. Av. Dorrego 866 22- Donnet. Av. J.Newbery 4081 23- Parque Los Andes 24- Barrio Los Andes 25- Ajo Negro. Av. Córdoba 6237 26- El Imperio de la Pizza. Av. Corrientes 6891 27- Santa María. Av. Corrientes 6801 28- Kakawa Chocolates. Aguirre 1570
UN BARRIO CON FAMA MUNDIAL Chacarita, la zona “del momento” que se reinventó sin perder identidad
Destacada recientemente por The New York Times como el área “más cool” de Buenos Aires, mantiene su esencia y concentra apuestas gastronómicas, culturales y de diseño
Vivian UrfeigPunto Mona, el bar que Mona Gallosi abrió hace siete años en un exgalpón, sobre la calle Fraga
En junio de 2025 Chacarita cumplirá 400 años. El barrio que hoy es sinónimo de tendencias gastronómicas, artísticas y culturales no tenía ninguna chance de convertirse en uno de los más vanguardistas. Al borde del arroyo Maldonado, se fundó a partir de la chacra, “la chacrita”, del colegio de la Compañía de Jesús
LIBRERÍA-BAR FALENA
Así, la “Chacrita de los Colegiales”, creada por los estudiantes de la congregación, derivó en Chacarita. Cuando la institución dejó de funcionar se fundó el Colegio Nacional de Buenos Aires y el predio se transformó en destino vacacional. Uno de los alumnos célebres, Miguel Cané, relató en Juvenilia anécdotas de su vida de pupilo y episodios de las vacaciones en “la chacrita”.
Pero en 1871 “la chacrita” se desperfiló: la instalación de un cementerio provisorio destinado a las víctimas de la epidemia de la fiebre amarilla opacó la zona. Era impensable que en los terrenos del actual Parque Los Andes, azotados por cadáveres, crecería un polo gastronómico o un circuito de diseño. De provisorio a definitivo, el Cementerio del Oeste se estableció en 1886 y, ante el auge inmigratorio, parte del área fue destinada a la Necrópolis de Disidentes (hoy los cementerios Alemán y Británico).
Con terrenos inundables, de bajo costo y alejados del sur de la ciudad, que concentraba la actividad económica por su cercanía al puerto, se levantó en 1928 un conjunto de viviendas baratas destinadas a empleados municipales. El Barrio Los Andes, una serie de PH proyectados por el arquitecto Fermín Bereterbide, nació por el sueño de establecer ahí una vida comunitaria, un proyecto social que mejorara la calidad y las formas de habitar para las personas que se hacinaban en los conventillos del sur. La incineración de 300 toneladas de basura que llegaba en carros a La Quema, el desfile de cadáveres que recibía la necrópolis y las calles anegadas no resultaban atractivas. Sin embargo, hoy son codiciadas y exclusivas en la oferta inmobiliaria porteña.
Lo cierto es que el crecimiento fue pausado. Chacarita fue sinónimo de talleres mecánicos, pequeñas fábricas y depósitos. La llegada del tranvía (luego el ferrocarril San Martín y más adelante el subte de la línea B) impulsó un puñado de pizzerías y bares tradicionales en los alrededores de la estación Dorrego. El potencial estaba latente, aunque nadie se imaginaba que, casi de la nada, podría surgir lo que The New York Times catalogó como el barrio “más cool y peculiar de la ciudad”.
Un indicio fue la puesta performática en el Sexto Panteón del cementerio, un circuito teatral del colectivo La Mujer Mutante que durante la pandemia desplegó un recorrido teatral atípico, posicionando al cementerio en un artefacto urbano que resguarda las criptas, mausoleos y tumbas de Carlos Gardel, Gustavo Cerati, Alfonsina Storni, Osvaldo Pugliese y Jorge Newbery, entre otros.
Para muchos, “Chaca” es la infancia, los negocios de siempre, las caras conocidas. Los nacidos y criados ven pasar la ola con cara de “yo sabía que esto iba a explotar” Es que Chacarita logró sobreponerse a su propia historia. “Acá no hay envasados, la estética de shopping no cuenta”, sentencia Eugenia Katz, de la tienda de accesorios Las Katz, en Bonpland al 800, una de las primeras que se instalaron en la zona, en 2008. Eugenia vive desde hace 20 años en el conjunto Los Andes y cuando nació su hijo Manuel necesitaba instalar su taller de joyería cerca de su casa. Su hermana Mishal encontró el local ideal para armar el proyecto, que primero fue de puertas adentro. Una vieja tintorería cuyo formato original las enamoró. “Empezamos abriendo solo los viernes, una celebración semanal donde servíamos torta de miel horneada por mi mamá para recibir a las clientas”, señala Eugenia. Las piezas que se realizaban en esta extintorería –la ventanita para el despacho de prendas y la viga para colgar los trajes siguen intactas– se fueron conociendo gracias al boca a boca. Hoy, el local es un espacio luminoso donde se puede ver el trabajo artesanal desde la vidriera, un imán para quienes buscan accesorios únicos y a buen precio.
En breve se instalará allí la firma de indumentaria Tat, de Natalia Grinstein. “Acá todavía hay oficios que preservar, aquellos que cuentan historias auténticas”, define Katz, para quien los simpatizantes del Club Atlanta que paran a tomar algo frente a su negocio son aliados: “Nos cuidamos entre todos, a mí me da mucha seguridad que estén desde siempre”, proclama. Y recuerda que apenas llegó “no había nada de nada y eso también tenía su encanto”.
Hoy, el perfil del barrio se acentúa en la explosión de locales gastronómicos. Entre los que abrieron camino figuran Manuela Donnet y su universo fungi que desde 2016 revolucionó la cocina del ahora corredor Jorge Newbery, a pasos de la avenida Corrientes, a base de portobellos y gírgolas. Punta de lanza, Donnet dio paso a un surtido de whiskerías, bares, vermuterías y restaurantes entre los cuales está Obrador, que apuesta a la comida casera, en Charlone 202.
La última incorporación es Culpina, una pizzería que nació porque el chef, Pablo Fridman, estaba “harto de la napolitana”. Junto a sus socios (Juan Lago Millán y Eduardo Álvarez) también llevan adelante Condarco, un bar de esquina sobre la avenida Dorrego. “Cultivamos nuestro propio tomate en huertas orgánicas de Mendoza y nuestra masa se fermenta en frío 48 horas”, explica.
Otro pionero es La Fuerza, vermutería que se lanzó en 2018 y al año siguiente fue señalada por la revista Time como uno de los 100 lugares del mundo que hay que visitar. En la esquina de Dorrego y Castillo, esta excasa de familia y estudio fotográfico se transformó en sinónimo de vermut mendocino y productos locales. “El desafío fue subrayar la cultura local desde una bebida asociada a otras generaciones. Los jóvenes se prendieron rápidamente, se apropiaron del vermut”, comenta Martín Auzmendi, socio junto a Julián Díaz, Agustín Camps y Sebastián Zuccardi.
La celebración de la soda, protagonista de la mesa argentina, tiene una vuelta de tuerca en Sifón (avenida Jorge Newbery y Guevara), donde hace cinco años se despachan simpáticos sifoncitos celestes de 700 ml para preparar tragos y cócteles. “Mezclar vino o vermut con soda es una tradición. Y acá la llevamos al centro de la escena”, describe Roberto Cardini. Además de uno de los dueños es el arquitecto que adaptó una antigua casa chorizo para recibir un público que aplaude “la estética porteña en una búsqueda que arranca con empanadas de osobuco como las hacían las abuelas y otros platitos tradicionales”, señala entre mesas y sillas de fórmica y un Gauchito Gil que tiene su propio altar en el patio. El reposicionamiento del sifón lo llevó, junto con sus socios, a pensar la reconfiguración del whisky. En Sede, emplazado en una exfábrica de cubanitos y frente a la terminal de la línea 39, el objetivo fue “romper con la visión conservadora, machista, sedentaria y de clase alta que rodea al whisky”, plantea.
“Chacarita es mi casa, literalmente, el barrio donde nació mi hijo”, remarca Nadine Zlotogora, diseñadora de indumentaria. “Cuando en 2007 me quedé sin local las clientas venían a casa, un típico PH del barrio”, repasa Nadine, que se mudó de Palermo a Jorge Newbery 3618. De esos tiempos, recuerda recorridas privadas por ateliers y estudios. “Pero era bastante gris. Todo explotó en 2020”, define desde su espacio, montado en una extapicería, el corazón de encuentros donde reúne propuestas de distintos diseñadores. “La sinergia creativa es el motor de toda esta fiesta”, afirma.
“Barrial y comunitario”, define María Laura Dedé el espíritu de La Tomada, el centro cultural, galería de arte y bar que se propuso “darles un espacio a los viejos vecinos de toda la vida y a las infancias”. El espacio fue uno de los 39 que participaron en mayo de la 11ª edición de Se Agrandó Chacarita (SACH), el circuito de estudios abiertos, sin intermediarios, que ya es un clásico de la comuna 15, localizada entre la avenida Elcano, las vías del Ferrocarril Gral. Urquiza, avenida Del Campo, avenida Garmendia, los bordes de las avenidas Warnes, Dorrego, Córdoba y Álvarez Thomas.
“Un laboratorio de nicho que invita a vivir una experiencia hedonista a partir de perfumes de autor”. Adriana Lopardo, al frente de BLIND –café y perfumes– es la autora de Punto, la fragancia sin género y vegana que en 2022 ganó en Londres el Pure Beauty Global Awards 2022, elegida entre 361 productos de todo el mundo. Apenas 15 creaciones originales envuelven el espacio con estética de laboratorio en un viaje sensorial.
Lopardo vive a dos cuadras y es habitué de la librería Falena. “El barrio prometía explotar por los proyectos alternativos y disruptivos, y así fue”, dice, enfundada en un guardapolvo blanco diseñado por Pablo Ramírez y rodeada de frascos de vidrio. En la misma línea,
Mona Gallosi, bartender de Punto Mona, recuerda que cuando hace siete años compró un galpón destruido sobre Fraga 93 “supe que se iba a transformar en el barrio más trendy. Creció por su estilo despojado y la diversidad de productos. Está cerca de todo y tiene la densidad de un barrrio”.
Blind es una de esas perlitas que surgieron en las arterias laterales a Newbery y Dorrego, que se reconocen por la originalidad. Como en Guevara 356, donde se instaló Masao Gallery: indumentaria vanguardista, ambientaciones sonoras y muestras de arte gráfico enmarcadas por la marquesina de un ex súper chino. A una cuadra, Galpón Guevara despliega hace 10 años una programación de teatro independiente que convoca multitudes. Y en la esquina de Concepción Arenal, también por Guevara, brotó Jungla, café, plantas y pastelería. La trama urbana que atrae “un ambiente pragmático”, según The New York Times, se potencia con Anchoíta, el mítico restaurante de Velasco al 1500 (sin reservas disponibles en 2024) y La Botica del Pastelero, un bazar con accesorios infinitos para amantes de la repostería.
Chacarita se ubica entre la avenida Elcano, las vías del Ferrocarril Gral. Urquiza, la avenida Del Campo, la avenida Garmendia, la avenida Warnes, la avenida Dorrego, las vías del FF.CC. San Martín, la avenida Córdoba, la avenida Dorrego, y la avenida Álvarez Thomas. Son tres kilómetros cuadrados que los vecinos defienden con uñas y dientes. “Estamos atentos a los cambios en el código urbanístico, los seguimos con lupa”, asegura Felisa Basualdo, tercera generación en el PH sobre Guevara al 200, que hace ya un año perdió la perspectiva. “Ahora veo un gran crucero encallado”, apunta su dedo contra 851 Mirabilia, en Fitz Roy y Velasco, un edificio corporativo de 70.000 metros cuadrados.
Desde la agrupación Amparo Ambiental Chacarita se distribuyeron 300 banderas para colgar en las casas que resisten el embate inmobiliario. Este espacio reclama la revisión del Código Urbanístico que en su última modificación elevó de tres a siete pisos la capacidad constructiva en altura de la ciudad. “Elaboramos un mapa para identificar los proyectos que ponen en peligro la habitabilidad del barrio”, señala Sol Azcona, educadora ambiental. En @amparoambientalchacarita detallan: 73 terrenos baldíos, más de 60 obras en ejecución, más de 110 casas en venta para edificar y más de 20 demoliciones totales. ¿Es la identidad que no se quiere perder? ¿Cuáles son las claves que impulsan nuevos polos gastronómicos y culturales? “Chacarita es un barrio que respira autenticidad y nuevas tendencias en partes iguales. Los vecinos valoran las novedades y reflejan este espíritu”, dicen Patricia da Cunha y Sebastián Estarli, dueños de Lemos, una florería donde se organizan talleres, degustaciones de vinos y sets de jazz en vivo.
Para la socióloga Daniela Tregierman, la revitalización de Chacarita “parece estar más condicionada por las permanencias que por los cambios. Sobre la histórica identidad de borde se suma una nueva capa de residencialidad elegida por la clase media”. La profesora de las materias Sociología Urbana y Planificación Urbana (Facultad Ciencias Sociales y FADU UBA) dice que no se trata de “derrame ni de saturación de Palermo ni de que Chacarita absorba al Villa Crespo saturado. Es que el barrio se ofrece como una joya más rústica, con una localización espectacular y gran oferta de transporte público”, explica.
Honestidad barrial en el entramado de Fraga, Olleros, Roseti, Charlone, Concepción Arenal. Nombres de un barrio que crece al ritmo del respeto por su propia identidad.
En junio de 2025 Chacarita cumplirá 400 años. El barrio que hoy es sinónimo de tendencias gastronómicas, artísticas y culturales no tenía ninguna chance de convertirse en uno de los más vanguardistas. Al borde del arroyo Maldonado, se fundó a partir de la chacra, “la chacrita”, del colegio de la Compañía de Jesús
LIBRERÍA-BAR FALENA
Así, la “Chacrita de los Colegiales”, creada por los estudiantes de la congregación, derivó en Chacarita. Cuando la institución dejó de funcionar se fundó el Colegio Nacional de Buenos Aires y el predio se transformó en destino vacacional. Uno de los alumnos célebres, Miguel Cané, relató en Juvenilia anécdotas de su vida de pupilo y episodios de las vacaciones en “la chacrita”.
Pero en 1871 “la chacrita” se desperfiló: la instalación de un cementerio provisorio destinado a las víctimas de la epidemia de la fiebre amarilla opacó la zona. Era impensable que en los terrenos del actual Parque Los Andes, azotados por cadáveres, crecería un polo gastronómico o un circuito de diseño. De provisorio a definitivo, el Cementerio del Oeste se estableció en 1886 y, ante el auge inmigratorio, parte del área fue destinada a la Necrópolis de Disidentes (hoy los cementerios Alemán y Británico).
Con terrenos inundables, de bajo costo y alejados del sur de la ciudad, que concentraba la actividad económica por su cercanía al puerto, se levantó en 1928 un conjunto de viviendas baratas destinadas a empleados municipales. El Barrio Los Andes, una serie de PH proyectados por el arquitecto Fermín Bereterbide, nació por el sueño de establecer ahí una vida comunitaria, un proyecto social que mejorara la calidad y las formas de habitar para las personas que se hacinaban en los conventillos del sur. La incineración de 300 toneladas de basura que llegaba en carros a La Quema, el desfile de cadáveres que recibía la necrópolis y las calles anegadas no resultaban atractivas. Sin embargo, hoy son codiciadas y exclusivas en la oferta inmobiliaria porteña.
Lo cierto es que el crecimiento fue pausado. Chacarita fue sinónimo de talleres mecánicos, pequeñas fábricas y depósitos. La llegada del tranvía (luego el ferrocarril San Martín y más adelante el subte de la línea B) impulsó un puñado de pizzerías y bares tradicionales en los alrededores de la estación Dorrego. El potencial estaba latente, aunque nadie se imaginaba que, casi de la nada, podría surgir lo que The New York Times catalogó como el barrio “más cool y peculiar de la ciudad”.
Un indicio fue la puesta performática en el Sexto Panteón del cementerio, un circuito teatral del colectivo La Mujer Mutante que durante la pandemia desplegó un recorrido teatral atípico, posicionando al cementerio en un artefacto urbano que resguarda las criptas, mausoleos y tumbas de Carlos Gardel, Gustavo Cerati, Alfonsina Storni, Osvaldo Pugliese y Jorge Newbery, entre otros.
Para muchos, “Chaca” es la infancia, los negocios de siempre, las caras conocidas. Los nacidos y criados ven pasar la ola con cara de “yo sabía que esto iba a explotar” Es que Chacarita logró sobreponerse a su propia historia. “Acá no hay envasados, la estética de shopping no cuenta”, sentencia Eugenia Katz, de la tienda de accesorios Las Katz, en Bonpland al 800, una de las primeras que se instalaron en la zona, en 2008. Eugenia vive desde hace 20 años en el conjunto Los Andes y cuando nació su hijo Manuel necesitaba instalar su taller de joyería cerca de su casa. Su hermana Mishal encontró el local ideal para armar el proyecto, que primero fue de puertas adentro. Una vieja tintorería cuyo formato original las enamoró. “Empezamos abriendo solo los viernes, una celebración semanal donde servíamos torta de miel horneada por mi mamá para recibir a las clientas”, señala Eugenia. Las piezas que se realizaban en esta extintorería –la ventanita para el despacho de prendas y la viga para colgar los trajes siguen intactas– se fueron conociendo gracias al boca a boca. Hoy, el local es un espacio luminoso donde se puede ver el trabajo artesanal desde la vidriera, un imán para quienes buscan accesorios únicos y a buen precio.
En breve se instalará allí la firma de indumentaria Tat, de Natalia Grinstein. “Acá todavía hay oficios que preservar, aquellos que cuentan historias auténticas”, define Katz, para quien los simpatizantes del Club Atlanta que paran a tomar algo frente a su negocio son aliados: “Nos cuidamos entre todos, a mí me da mucha seguridad que estén desde siempre”, proclama. Y recuerda que apenas llegó “no había nada de nada y eso también tenía su encanto”.
Hoy, el perfil del barrio se acentúa en la explosión de locales gastronómicos. Entre los que abrieron camino figuran Manuela Donnet y su universo fungi que desde 2016 revolucionó la cocina del ahora corredor Jorge Newbery, a pasos de la avenida Corrientes, a base de portobellos y gírgolas. Punta de lanza, Donnet dio paso a un surtido de whiskerías, bares, vermuterías y restaurantes entre los cuales está Obrador, que apuesta a la comida casera, en Charlone 202.
La última incorporación es Culpina, una pizzería que nació porque el chef, Pablo Fridman, estaba “harto de la napolitana”. Junto a sus socios (Juan Lago Millán y Eduardo Álvarez) también llevan adelante Condarco, un bar de esquina sobre la avenida Dorrego. “Cultivamos nuestro propio tomate en huertas orgánicas de Mendoza y nuestra masa se fermenta en frío 48 horas”, explica.
Otro pionero es La Fuerza, vermutería que se lanzó en 2018 y al año siguiente fue señalada por la revista Time como uno de los 100 lugares del mundo que hay que visitar. En la esquina de Dorrego y Castillo, esta excasa de familia y estudio fotográfico se transformó en sinónimo de vermut mendocino y productos locales. “El desafío fue subrayar la cultura local desde una bebida asociada a otras generaciones. Los jóvenes se prendieron rápidamente, se apropiaron del vermut”, comenta Martín Auzmendi, socio junto a Julián Díaz, Agustín Camps y Sebastián Zuccardi.
La celebración de la soda, protagonista de la mesa argentina, tiene una vuelta de tuerca en Sifón (avenida Jorge Newbery y Guevara), donde hace cinco años se despachan simpáticos sifoncitos celestes de 700 ml para preparar tragos y cócteles. “Mezclar vino o vermut con soda es una tradición. Y acá la llevamos al centro de la escena”, describe Roberto Cardini. Además de uno de los dueños es el arquitecto que adaptó una antigua casa chorizo para recibir un público que aplaude “la estética porteña en una búsqueda que arranca con empanadas de osobuco como las hacían las abuelas y otros platitos tradicionales”, señala entre mesas y sillas de fórmica y un Gauchito Gil que tiene su propio altar en el patio. El reposicionamiento del sifón lo llevó, junto con sus socios, a pensar la reconfiguración del whisky. En Sede, emplazado en una exfábrica de cubanitos y frente a la terminal de la línea 39, el objetivo fue “romper con la visión conservadora, machista, sedentaria y de clase alta que rodea al whisky”, plantea.
“Chacarita es mi casa, literalmente, el barrio donde nació mi hijo”, remarca Nadine Zlotogora, diseñadora de indumentaria. “Cuando en 2007 me quedé sin local las clientas venían a casa, un típico PH del barrio”, repasa Nadine, que se mudó de Palermo a Jorge Newbery 3618. De esos tiempos, recuerda recorridas privadas por ateliers y estudios. “Pero era bastante gris. Todo explotó en 2020”, define desde su espacio, montado en una extapicería, el corazón de encuentros donde reúne propuestas de distintos diseñadores. “La sinergia creativa es el motor de toda esta fiesta”, afirma.
“Barrial y comunitario”, define María Laura Dedé el espíritu de La Tomada, el centro cultural, galería de arte y bar que se propuso “darles un espacio a los viejos vecinos de toda la vida y a las infancias”. El espacio fue uno de los 39 que participaron en mayo de la 11ª edición de Se Agrandó Chacarita (SACH), el circuito de estudios abiertos, sin intermediarios, que ya es un clásico de la comuna 15, localizada entre la avenida Elcano, las vías del Ferrocarril Gral. Urquiza, avenida Del Campo, avenida Garmendia, los bordes de las avenidas Warnes, Dorrego, Córdoba y Álvarez Thomas.
“Un laboratorio de nicho que invita a vivir una experiencia hedonista a partir de perfumes de autor”. Adriana Lopardo, al frente de BLIND –café y perfumes– es la autora de Punto, la fragancia sin género y vegana que en 2022 ganó en Londres el Pure Beauty Global Awards 2022, elegida entre 361 productos de todo el mundo. Apenas 15 creaciones originales envuelven el espacio con estética de laboratorio en un viaje sensorial.
Lopardo vive a dos cuadras y es habitué de la librería Falena. “El barrio prometía explotar por los proyectos alternativos y disruptivos, y así fue”, dice, enfundada en un guardapolvo blanco diseñado por Pablo Ramírez y rodeada de frascos de vidrio. En la misma línea,
Mona Gallosi, bartender de Punto Mona, recuerda que cuando hace siete años compró un galpón destruido sobre Fraga 93 “supe que se iba a transformar en el barrio más trendy. Creció por su estilo despojado y la diversidad de productos. Está cerca de todo y tiene la densidad de un barrrio”.
Blind es una de esas perlitas que surgieron en las arterias laterales a Newbery y Dorrego, que se reconocen por la originalidad. Como en Guevara 356, donde se instaló Masao Gallery: indumentaria vanguardista, ambientaciones sonoras y muestras de arte gráfico enmarcadas por la marquesina de un ex súper chino. A una cuadra, Galpón Guevara despliega hace 10 años una programación de teatro independiente que convoca multitudes. Y en la esquina de Concepción Arenal, también por Guevara, brotó Jungla, café, plantas y pastelería. La trama urbana que atrae “un ambiente pragmático”, según The New York Times, se potencia con Anchoíta, el mítico restaurante de Velasco al 1500 (sin reservas disponibles en 2024) y La Botica del Pastelero, un bazar con accesorios infinitos para amantes de la repostería.
Chacarita se ubica entre la avenida Elcano, las vías del Ferrocarril Gral. Urquiza, la avenida Del Campo, la avenida Garmendia, la avenida Warnes, la avenida Dorrego, las vías del FF.CC. San Martín, la avenida Córdoba, la avenida Dorrego, y la avenida Álvarez Thomas. Son tres kilómetros cuadrados que los vecinos defienden con uñas y dientes. “Estamos atentos a los cambios en el código urbanístico, los seguimos con lupa”, asegura Felisa Basualdo, tercera generación en el PH sobre Guevara al 200, que hace ya un año perdió la perspectiva. “Ahora veo un gran crucero encallado”, apunta su dedo contra 851 Mirabilia, en Fitz Roy y Velasco, un edificio corporativo de 70.000 metros cuadrados.
Desde la agrupación Amparo Ambiental Chacarita se distribuyeron 300 banderas para colgar en las casas que resisten el embate inmobiliario. Este espacio reclama la revisión del Código Urbanístico que en su última modificación elevó de tres a siete pisos la capacidad constructiva en altura de la ciudad. “Elaboramos un mapa para identificar los proyectos que ponen en peligro la habitabilidad del barrio”, señala Sol Azcona, educadora ambiental. En @amparoambientalchacarita detallan: 73 terrenos baldíos, más de 60 obras en ejecución, más de 110 casas en venta para edificar y más de 20 demoliciones totales. ¿Es la identidad que no se quiere perder? ¿Cuáles son las claves que impulsan nuevos polos gastronómicos y culturales? “Chacarita es un barrio que respira autenticidad y nuevas tendencias en partes iguales. Los vecinos valoran las novedades y reflejan este espíritu”, dicen Patricia da Cunha y Sebastián Estarli, dueños de Lemos, una florería donde se organizan talleres, degustaciones de vinos y sets de jazz en vivo.
Para la socióloga Daniela Tregierman, la revitalización de Chacarita “parece estar más condicionada por las permanencias que por los cambios. Sobre la histórica identidad de borde se suma una nueva capa de residencialidad elegida por la clase media”. La profesora de las materias Sociología Urbana y Planificación Urbana (Facultad Ciencias Sociales y FADU UBA) dice que no se trata de “derrame ni de saturación de Palermo ni de que Chacarita absorba al Villa Crespo saturado. Es que el barrio se ofrece como una joya más rústica, con una localización espectacular y gran oferta de transporte público”, explica.
Honestidad barrial en el entramado de Fraga, Olleros, Roseti, Charlone, Concepción Arenal. Nombres de un barrio que crece al ritmo del respeto por su propia identidad.
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.