domingo, 9 de junio de 2024

EL ESCENARIO SINDICAL Y PULLARO


El llamado de Cristina Kirchner que expuso la ruptura de la CGT
La expresidenta presionó para que la central obrera se movilice en contra de la Ley Bases, pero el sector mayoritario tomó distancia y busca negociar con Milei
Nicolás BalinottiDirigentes de la CGT y de las dos CTA, en Suiza, con consignas contra Milei 
Un llamado telefónico de Cristina Kirchner dejó al descubierto esta semana la fractura de la CGT. Le ordenó a su hijo Máximo que tienda puentes con Pablo Moyano y Mario Manrique para que los sindicalistas se pusieran al frente de la movilización callejera del miércoles próximo al Congreso para cuando se debatan en el Senado la Ley Bases y la reforma fiscal. El camionero acató y aprovechó la ausencia en el país de Héctor Daer y Gerardo Martínez, referentes cegetistas de los sectores más dialoguistas, y armó un acto propio en el mítico salón Felipe Vallese para convocar a la protesta contra el Gobierno. Lo hizo de manera unilateral, sin el aval de sus dos laderos del triunvirato de mando, y con aliados inesperados como Alejandro Gramajo, de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular, y el trotskista Alejandro Crespo, del gremio del neumático.
La división entre combativos y dialoguistas quedó aún más en evidencia cuando Daer y Martínez, desde Suiza, donde participan de la conferencia de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), se preocuparon en aclarar que la jugada de Moyano y el kichnerismo no contó con el respaldo unánime de la CGT. Una grieta que hasta ahora estaba oculta detrás del enfrentamiento con la gestión de Javier Milei, pero que amenaza con profundizarse y hasta con romper la organización interna de la central obrera. Hay dirigentes de diferentes tribus que afirman que el quiebre es inevitable.
En la CGT todos se oponen a Milei, pero surgen diferencias sobre cómo desafiarlo. “Es una maratón de cuatro años: hay que saber cuándo pelear y cuándo negociar y dialogar”, dice un dirigente con más de tres décadas en su gremio y al que la idea de un conflicto permanente lo incomoda. Distinta es la postura de los aliados de Pablo Moyano, que empujan a gremios, piqueteros y a la izquierda trotskista hacia un choque a todo o nada contra el Gobierno con el objetivo de desgastarlo. Es la CGT de los dos rostros.
El acatamiento inmediato de Pablo Moyano al pedido del kirchnerismo para ponerse al hombro la movilización del miércoles próximo al Senado generó cortocircuitos en el clan familiar. Su alianza con Máximo Kirchner coincidió cuando su padre reflotó su sello político, el Partido de la Cultura, la Educación y el Trabajo (CET), con la intención de plantear una renovación en el peronismo. El jefe camionero designó al frente del CET a su hijo Hugo Antonio, un abogado laboralista de bajo perfil que en el ajedrez del PJ pretende ubicarse en la vereda de enfrente de La Cámpora y encolumnarse detrás de Axel Kicillof. Al margen de este movimiento de piezas, Hugo Moyano, que en público evita cuestionar a la gestión de Milei, no está del todo de acuerdo con la maniobra de Pablo porque sabe que podría generar la ruptura definitiva de la central obrera. “Hay que tratar de construir consensos, más aún cuando hay una reforma laboral a punto de salir”, habría sugerido el viejo jefe sindical, quien está lejos de su retiro a pesar de sus 80 años. De todos modos, su energía está puesta en Camioneros y su obra social, que arrastra una deuda que alcanzaría los US$20 millones y donde encima apareció un conflicto en Tucumán por el presunto desvío de $300 millones.
De Buenos Aires a Ginebra
Con una tropa numerosa, como si la Argentina no estuviera sumida en una crisis económica y social, las tres centrales obreras enviaron representantes a Ginebra a la conferencia de la OIT. Son más de 30 dirigentes, aunque hubo épocas, como durante la gestión de Mauricio Macri, que eran muchos más, incluso, muchos de ellos invitados por el Estado. Este año, a modo de austeridad, el Gobierno solo se hizo cargo de los gastos mínimos: pagó el viaje y la estadía del secretario de Trabajo, Julio Cordero, y del director de Asuntos Internacionales de Trabajo, Gerardo Corres, y se hará cargo de un cupo empresarial y otro sindical (sería para Noé Ruiz, del sindicato de modelos).
Se dio el jueves en la OIT una inédita confluencia de las comitivas de la CGT y de las dos vertientes de la CTA para denunciar a la gestión de Milei por sus prácticas “precarizadoras” y “antisindicales”. Un salón del edificio de las Naciones Unidas se convirtió por unas horas en un acto de barricada sindical, con cánticos y banderas contra el ajuste del libertario. “La patria no se vende”, fue la consigna que unió fugazmente a Daer y Martínez con los ceteístas Roberto Baradel, Hugo Godoy, Rodolfo Aguiar y Claudio Marín. Del improvisado acto también participó el exministro de Trabajo kirchnerista Carlos Tomada, asesor de la Unión Obrera Metalúrgica y del gremio telefónico después de su salida de la embajada en México.
Daer, después de su participación en Suiza, viajó a Madrid para un acto de campaña de Pedro Sánchez, con la Unión General de Trabajo de España. Sánchez giró en los últimos días su discurso en torno a Milei. Defendió la justicia social, uno de los mandamientos peronistas rebatidos por Milei, y adoptó el “somos zurdos” como eslogan para la confrontación. Una leyenda que incomodó a Daer, uno de los líderes cegetistas que no comulgan con el kirchnerismo y mucho menos con la izquierda sindical.
Después del acto partidario del jueves en un salón de OIT, Gerardo Martínez, el referente sindical argentino ante el organismo, expuso ayer en la conferencia con un discurso duro contra Milei, pero con un cierre conciliador, casi con una súplica a ser convocado a una mesa de diálogo y negociación.
“Es un Gobierno que vino a destruir derechos y a disciplinar la acción sindical, que vino a romper el Estado. Exigimos estabilizar la economía, que está en una profunda recesión. Los trabajadores somos los que sufrimos las consecuencias de las malas decisiones. Ninguna fuerza política podrá resolver los problemas estructurales en soledad, seguimos apostando a una agenda de diálogo, con igualdad de oportunidades e inclusiva”, planteó el jefe de la Uocra en su exposición. Si bien su crítica se mantiene activa, dejó la puerta abierta a una confluencia con el Gobierno. Martínez es uno de los sindicalistas que no están dispuestos a escalar hacia un esquema de protestas a repetición para desgastar a un gobierno que todavía no cumplió un semestre en el poder.
El miércoles será el turno de Cordero de exponer en la OIT. Es una incógnita cómo será su discurso. No es su estilo confrontar con los gremios y mucho menos en el ámbito internacional. Cordero es un viejo habitué de las calles de Ginebra y de los restaurantes que están a la vera del lago Lemán. Se trata de un interlocutor conocido para los sindicalistas. Con muchos de ellos, la relación roza la amistad. Hicieron migas en Suiza, él como representante de la Unión Industrial, enviado por el Grupo Techint. Siempre fomentó casi como primer mandamiento el diálogo tripartito, con el Estado como mediador. Totalmente a contramano del manual libertario. Esta vez, a diferencia de cuando iba como expositor de los empresarios, Cordero recortará su presencia como un gesto de austeridad. Estaría solo dos días cuando los dirigentes gremiales argentinos, en cambio, llegaron a Europa el fin de semana pasado y se quedarán hasta después del viernes próximo, cuando finalice la conferencia.
Cordero intentó convencer a Sandra Pettovello, la ministra de Capital Humano, que absorbió la Secretaría de Trabajo, de la necesidad de que el Presidente se reúna con las cámaras empresarias y los sindicatos. No recibió un no, pero tampoco un sí. Esa gestión de conocer las problemáticas sectoriales recayó en Eduardo Serenellini, secretario de Prensa de Presidencia. “Junto información y se la llevo al Presidente”, dijo Serenellini a sobre su rol. Una definición la nacion que tal vez exhiba a Milei lejos del termómetro social, como cuando rechazó que haya más gente en situación de calle o cuando afirmó tajante que los salarios le están ganando a la inflación. Los indicadores son irrefutables y contradicen al Presidente.
Cordero, además, quedó envuelto en la polémica por las salidas en Capital Humano. En el piso 15 de Alem 650, donde está la Secretaría de Trabajo, un funcionario de Niñez y Familia habría sido presionado para firmar una denuncia contra Pablo de la Torre, el secretario del área echado y denunciado por el Gobierno por presuntas irregularidades en la contratación de personal a través de un organismo internacional. El supuesto apriete a Federico Fernández, un subordinado de De la Torre, se habría dado en el despacho de la subsecretaria de Empleo, Eugenia Cortona. Cordero negó el episodio al ser consultado por la nacion, pero su nombre figura en la presentación que hizo ante la Justicia Leila Gianni, la asesora legal de Pettovello. Incógnitas de un escándalo que aún está lejos de resolverse. 
Pablo Moyano desafió al sector dialoguista con un acto con el sello

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Pullaro . El radical que aprovechó la motosierra y aspira a domar la violencia
Ajustó las cuentas públicas, frente a los gremios estatales y docentes; su principal desafío es el freno al narcoterrorismo
Germán de los Santos
ROSARIO.– El mate está frío y lavado. Son las 8 de la mañana, y Maximiliano Pullaro lleva por lo menos dos horas sentado en su escritorio en su despacho sobre la calle Santa Fe, en Rosario, donde tiene desplegadas planillas con datos de homicidios y heridos de arma de fuego. Con minuciosidad evalúa la cantidad de patrulleros que durante la noche se desplegaron en las calles. Compara hojas de Excel. Nunca está conforme, porque es un rompecabezas del problema más urgente: la violencia narco. Prefiere no cantar victoria, a diferencia de Patricia Bullrich, la ministra de Seguridad de la Nación.
Los números muestran un descenso pronunciado de los asesinatos: de 137 en los primeros cinco meses de 2023 bajaron a 51. Esos datos no son solo tendencias positivas en materia de seguridad, sino que pueden formar la base de apoyo para saltar en un futuro a la esfera nacional. Es lo que le susurran los profesionales que se dedican a la construcción de potenciales candidatos.
En el gobierno saben que los grupos narco encarnan el oponente más claro e impredecible de la gestión provincial. La situación mejoró por causas que aún no están claras, o hay una variedad de detonantes, pero la experiencia imprime esa sensación de que todo puede resquebrajarse en pocos minutos, como ocurrió a principios de marzo, cuando Rosario quedó paralizada por el terror, tras cuatro asesinatos ejecutados al azar contra trabajadores. Los sicarios no sabían a quiénes iban a asesinar. Esteban Alvarado fue –según declaró Carlos Argüelles, un testigo protegido que después asesinaron– el que incluyó a Pullaro en un listado para matarlo. También es quien aparece como el gestor intelectual de este “narcoterrorista”, según están convencidos en el gobierno. Y creen que va a volver a golpear. El gobernador vive amenazado y a veces porta una pistola Glock. Su familia se tuvo que ir de la ciudad por un tiempo para protegerse. Es el costado más áspero de estar en el poder.
El problema del crimen organizado también es una oportunidad política. Si Pullaro logra pacificar Rosario, su perfil se fortalecerá. El gobernador mira con obsesión las encuestas y los focus groups para tabular en base a los datos objetivos cómo lo observa la población. Esa dependencia lo llevó a jugar fuerte e, incluso, a cometer errores, para algunos de los dirigentes que conforman la alianza que gobierna Santa Fe, como la foto en la que se exhibió a un grupo de presos sentados en cuclillas y con el torso desnudo, una imagen que se pretendió acercar al estilo del presidente salvadoreño, Nayib Bukele. No tocó a la policía, una fuerza donde supura corrupción en toda su estructura, algo que le reclama Bullrich.
La seguridad será una clave para construir su perfil nacional, le recomienda uno de los consultores más cercanos, Guillermo Seita, dueño de Management & Fit, que hasta llegó a participar de una reunión de gabinete. Pero el gobernador, según su gente de confianza, no tiene ansiedad, aunque la compleja coyuntura del país será la que tabule el destino. No corre con apuro porque su plan es fortalecer su poder en Santa Fe. Tiene 49 años y sabe que el “tiempo está después”, como canta el uruguayo Fernando Cabrera.
En el horizonte aparece la chance de una reforma constitucional para renovar su mandato, cambios en la Corte Suprema provincial y la posibilidad aún no masticada de hacer más amplio todavía a Unidos para Cambiar Santa Fe, la alianza que incluye a Pro, radicales y socialistas. Hay una posibilidad de sumar a La Libertad Avanza, que no tiene un trabajo territorial fuerte pero que será clave en la elección nacional de 2025. El socialismo que tragó con paciencia la inclusión de Pro no quiere saber nada con la posibilidad de sumar a los libertarios. Ese sector encarna la oposición más sólida dentro del propio gobierno.
Su círculo íntimo a nivel político está conformado por funcionarios que también son sus amigos, hombres de extrema confianza, que están 24 horas pensando en la gestión. “Le lleva uno o dos días de ventaja por semana a cualquiera. Es un enfermo del trabajo no solo él, sino también su círculo más cercano”, señala un radical que no pertenece a ese entorno.
A pesar de la amenaza latente del narcoterrorismo, Pullaro navega con tranquilidad, en un contexto particular: un peronismo irreconocible, deshilachado y sin aspiraciones visibles de volver al poder. El exgobernador Omar Perotti, hoy diputado provincial, aún no se le escuchó decir una palabra en la Legislatura. La falta de oposición es también una complicación, porque hace fortalecer la trama interna con los socialistas.
Pullaro aprovechó el ajuste de Javier Milei para meter el cuchillo en las cuentas públicas, poner límites a los aumentos salariales y tomar decisiones con los docentes, como restablecer el presentismo y descontar los días de paro. Así logró equilibrar las cuentas después del último año de Perotti, cuando los balances explotaron. En la crisis de Milei con los gobernadores, el santafesino no se puso de punta ni tampoco se mostró dócil. Planteó diferencias, como con el tema retenciones al campo.
Su juego es no mostrarse como un opositor franco a Milei, pero tampoco esconder su afinidad política con el senador Martín Lousteau, que al no tener un cargo ejecutivo como el santafesino muestra un perfil más crítico. Otro dirigente con el que tiene buena sintonía es con Horacio Rodríguez Larreta, que participa de reuniones frecuentes, y aportó varios cuadros de su gestión en CABA para moldear políticas a nivel social y urbanístico en las principales ciudades

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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