Un pionero del desarrollo tecnológico en la región
Se cumplen cien años del recordado científico, cuyas ideas siguen vigentes
Jorge Sabato.
Jorge Sabato, físico y tecnólogo (1924-1983)
El “acople” de la teoría con la técnica
Natalio R. Botana
Conocí a Jorge Sabato a finales de los años 60 del último siglo. Tuve entonces la oportunidad –una feliz ocasión intelectual– de colaborar con él en un trabajo que reflejaba su enjundia y vocación. El ensayo procuraba establecer, en términos teóricos, un sistema de relaciones entre el Estado, lo que él llamaba la infraestructura científico-tecnológica y la estructura productiva. Muy pronto, los lectores lo llamaron “el triángulo de Sabato”.
En gran medida, este modelo de análisis estratégico refleja, a modo de síntesis, el propósito que guiaba la vida y obra de este hombre devoto del saber práctico; una pasión transformadora para inyectar innovación en la sociedad con la mirada fija en el horizonte del progreso. “La investigación científico-tecnológica –escribía en aquel texto– jamás se detiene y, es preciso recordarlo, jamás se podrá detener. Como el de Einstein, el universo de la investigación científica es finito pero sin límites”.
Sin embargo, la inteligencia de Sabato no se detenía en este punto. Su obsesión para salir del pantano del subdesarrollo se condensaba en promover la producción de tecnología, en ese “acople”, como él decía, del universo teórico de la ciencia con el mundo material de la técnica. Sabato fue, en consecuencia, el agitador de una cultura y, a su manera, un precursor. Afirmaba, con ánimo exaltado y atrayente, que no podíamos permanecer ajenos a un proyecto ecuménico en el cual deberíamos estar comprometidos no solo como consumidores, sino como productores de tecnología.
Pasaron los años y luego de su muerte, desgraciadamente prematura justo cuando despuntaba entre nosotros la democracia, imaginé a Jorge Sabato como un prototipo contemporáneo del Renacimiento: un hombre de aquel tiempo en Buenos Aires, un porteño de raíces camperas desbordante de ideas que conjugaba el pensamiento y la invención, construía laboratorios, instrumentos y maquinarias para proveer a sus conciudadanos una vida mejor.
Siempre me conmovió participar de este encuentro entre espíritu y materia, tanto como recibir el impacto del vigor cívico de sus intervenciones públicas. En años de tinieblas, en que cundía en el país una violencia criminal, su voz no callaba. Si el Renacimiento nos dio cultura, arte, ciencia y tecnología, también nos legó el perfil histórico de la ciudadanía. Jorge Sabato dio testimonio de ello.
El 4 de junio de 1924 nacía en Rojas, provincia de Buenos Aires, Jorge Alberto Sabato, uno de los pioneros del desarrollo tecnológico en América Latina. Era un hombre amable, de múltiples facetas, gran conversador, dueño de un gran sentido del humor y buen amante del tango. Fue también un activo demócrata.
Formó parte de Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), donde creó el Departamento de Metalurgia. A su instancia se creó en 1962 el Servicio de Asistencia Técnica a la Industria (SATI), que constituyó una experiencia pionera en el difícil terreno de transferir conocimiento científico y tecnológico a la industria local. El SATI puede ser considerado como una primera experiencia coherente y sistemática de vinculación entre una institución científica y el sector productivo.
Carlos Martínez Vidal, compañero de Jorge en estos emprendimientos, señalaba que fueron posibles por el nivel de excelencia de la Comisión. Años más tarde, Martínez Vidal decía, en un encuentro sobre transferencia de tecnología: “En ese momento estaban en la Comisión de Energía Atómica los investigadores que no habían podido entrar a la Universidad o que habían sido expulsados de ella: los físicos, los matemáticos, los químicos; es decir, la élite intelectual de las ciencias básicas. Había un ambiente científico creativo muy serio cuando empezó el trabajo de nuestro grupo, destinado a crear en la Argentina algo que no existía: la tradición académica en metalurgia”.
Jorge fue director de ese Departamento hasta 1968, cuando pasó a desempeñarse como Gerente de Tecnología de la CNEA. En aquel año creó en la OEA el Curso Panamericano de Metalurgia, donde científicos de toda América comparecían para instruirse en los últimos avances en la materia.
En 1971 fue nombrado presidente de Servicios Eléctricos del Gran Buenos Aires (Segba). Desde ese lugar creó la Empresa Nacional de Investigación y Desarrollo Eléctrico (Enide), que según palabras de Sabato tenía dos objetivos: “Producir y comercializar tecnología eléctrica” y “servir de modelo de demostración que permita organizar otras fábricas de tecnología en otros sectores”.
De todo el conglomerado de ideas y experiencias que bullían en los años del desarrollismo, la síntesis más acabada y también más difundida la formuló él, en colaboración con Natalio Botana. Hoy ya es famoso su triángulo, cuyos vértices correspondían al Estado, la infraestructura científico tecnológica y la estructura productiva.
La representación gráfica del modelo era la de un triángulo equilátero. En ausencia de uno de sus vértices no se produciría el “milagro del desarrollo”. Sin instituciones científicas de excelencia o sin empresas dinámicas sería imposible imaginar un futuro de prosperidad. Pero uno de los tres vértices tenía una importancia predominante: el del gobierno, por su capacidad de regular y promover las actividades y los vínculos entre los otros vértices, así como las relaciones de ambos con el exterior.
El mensaje central del esquema del triángulo y sus interacciones era la naturaleza política del problema y la afirmación de que la capacidad de crear tecnología resultaba indispensable para el desarrollo. Eso requería un sistema de relaciones virtuosas entre los principales actores del proceso tecnológico: el conocimiento debe ayudar a generar riqueza, aunque para tal propósito no basta con la creatividad de los científicos, sino que se requiere una trama de relaciones que incluyan a las empresas y al gobierno.
Hoy aquel mensaje sigue vigente, a pesar del problema que representa el hecho de que el sector productivo que se desplegaba a los ojos de Sabato estaba compuesto mayormente por grandes empresas, muchas de ellas públicas, lo que respondía al modo tradicional de manufactura. Hay lugares comunes en casi todos los diagnósticos sobre la ciencia y la tecnología en América Latina: aumentar la inversión (pública y privada) en investigación y desarrollo, aumentar el número de investigadores dotados de equipamiento adecuado, modernizar las universidades, crear un sistema eficiente de reconocimiento de títulos universitarios y fortalecer los sectores productivos más dinámicos, entre otros aspectos. Sin embargo, no basta con eso si la innovación no es un valor apreciado en la sociedad. Modificar esta condición solo será posible si el vértice gobierno también se actualiza y encuentra respuestas innovadoras, lo que a su vez requiere políticas públicas más inteligentes, coordinadas y transversales. Sobre el particular, un elemento que para Sabato tenía un valor fundamental era la creatividad. “Quinientos mediocres no van a dar una sola idea brillante; un solo individuo brillante puede dar quinientas ideas brillantes”, decía.
En 1983 lo entrevisté en España, pocos meses antes de su fallecimiento. Jorge había ido a Madrid, donde yo por entonces vivía, a un Encuentro por la Democracia, invitado por el gobierno español. Tras escuchar sus ideas sobre el desarrollo tecnológico le pregunté si eso era posible en un sistema de libre mercado. “En un mercado que supuestamente se autorregula, no. Pero sí en un sistema mixto, donde el Estado actúa como regulador”, respondió. A mi pregunta acerca de si el término “paquete tecnológico” que usábamos con frecuencia provenía del mundo anglosajón, dijo con humor: “Todo lo contrario. El término paquete nació en Latinoamérica. Viene del tango de Discépolo ‘Araca Victoria’. Recuerdo que en la Junta del Acuerdo de Cartagena hablábamos de ‘caja negra’, pero nos parecía un concepto estático. Yo me acordé entonces del tango: ‘Cuando el gil abra el paquete y vea que se ensartó’… Después los ingleses lo tradujeron como package. Ahora se cree que abrir el paquete es la traducción. Se ve que más importante que innovar es disponer del dominio del mercado”.
Aquel era Jorge, alguien que por pocas semanas no llegó a ver el regreso de la democracia en el país, por el que se había esforzado. Alguien que nos dejó prematuramente, pero de quien nos quedaron ideas firmes y recuerdos muy gratos.
El “acople” de la teoría con la técnica
Natalio R. Botana
Conocí a Jorge Sabato a finales de los años 60 del último siglo. Tuve entonces la oportunidad –una feliz ocasión intelectual– de colaborar con él en un trabajo que reflejaba su enjundia y vocación. El ensayo procuraba establecer, en términos teóricos, un sistema de relaciones entre el Estado, lo que él llamaba la infraestructura científico-tecnológica y la estructura productiva. Muy pronto, los lectores lo llamaron “el triángulo de Sabato”.
En gran medida, este modelo de análisis estratégico refleja, a modo de síntesis, el propósito que guiaba la vida y obra de este hombre devoto del saber práctico; una pasión transformadora para inyectar innovación en la sociedad con la mirada fija en el horizonte del progreso. “La investigación científico-tecnológica –escribía en aquel texto– jamás se detiene y, es preciso recordarlo, jamás se podrá detener. Como el de Einstein, el universo de la investigación científica es finito pero sin límites”.
Sin embargo, la inteligencia de Sabato no se detenía en este punto. Su obsesión para salir del pantano del subdesarrollo se condensaba en promover la producción de tecnología, en ese “acople”, como él decía, del universo teórico de la ciencia con el mundo material de la técnica. Sabato fue, en consecuencia, el agitador de una cultura y, a su manera, un precursor. Afirmaba, con ánimo exaltado y atrayente, que no podíamos permanecer ajenos a un proyecto ecuménico en el cual deberíamos estar comprometidos no solo como consumidores, sino como productores de tecnología.
Pasaron los años y luego de su muerte, desgraciadamente prematura justo cuando despuntaba entre nosotros la democracia, imaginé a Jorge Sabato como un prototipo contemporáneo del Renacimiento: un hombre de aquel tiempo en Buenos Aires, un porteño de raíces camperas desbordante de ideas que conjugaba el pensamiento y la invención, construía laboratorios, instrumentos y maquinarias para proveer a sus conciudadanos una vida mejor.
Siempre me conmovió participar de este encuentro entre espíritu y materia, tanto como recibir el impacto del vigor cívico de sus intervenciones públicas. En años de tinieblas, en que cundía en el país una violencia criminal, su voz no callaba. Si el Renacimiento nos dio cultura, arte, ciencia y tecnología, también nos legó el perfil histórico de la ciudadanía. Jorge Sabato dio testimonio de ello.
El 4 de junio de 1924 nacía en Rojas, provincia de Buenos Aires, Jorge Alberto Sabato, uno de los pioneros del desarrollo tecnológico en América Latina. Era un hombre amable, de múltiples facetas, gran conversador, dueño de un gran sentido del humor y buen amante del tango. Fue también un activo demócrata.
Formó parte de Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), donde creó el Departamento de Metalurgia. A su instancia se creó en 1962 el Servicio de Asistencia Técnica a la Industria (SATI), que constituyó una experiencia pionera en el difícil terreno de transferir conocimiento científico y tecnológico a la industria local. El SATI puede ser considerado como una primera experiencia coherente y sistemática de vinculación entre una institución científica y el sector productivo.
Carlos Martínez Vidal, compañero de Jorge en estos emprendimientos, señalaba que fueron posibles por el nivel de excelencia de la Comisión. Años más tarde, Martínez Vidal decía, en un encuentro sobre transferencia de tecnología: “En ese momento estaban en la Comisión de Energía Atómica los investigadores que no habían podido entrar a la Universidad o que habían sido expulsados de ella: los físicos, los matemáticos, los químicos; es decir, la élite intelectual de las ciencias básicas. Había un ambiente científico creativo muy serio cuando empezó el trabajo de nuestro grupo, destinado a crear en la Argentina algo que no existía: la tradición académica en metalurgia”.
Jorge fue director de ese Departamento hasta 1968, cuando pasó a desempeñarse como Gerente de Tecnología de la CNEA. En aquel año creó en la OEA el Curso Panamericano de Metalurgia, donde científicos de toda América comparecían para instruirse en los últimos avances en la materia.
En 1971 fue nombrado presidente de Servicios Eléctricos del Gran Buenos Aires (Segba). Desde ese lugar creó la Empresa Nacional de Investigación y Desarrollo Eléctrico (Enide), que según palabras de Sabato tenía dos objetivos: “Producir y comercializar tecnología eléctrica” y “servir de modelo de demostración que permita organizar otras fábricas de tecnología en otros sectores”.
De todo el conglomerado de ideas y experiencias que bullían en los años del desarrollismo, la síntesis más acabada y también más difundida la formuló él, en colaboración con Natalio Botana. Hoy ya es famoso su triángulo, cuyos vértices correspondían al Estado, la infraestructura científico tecnológica y la estructura productiva.
La representación gráfica del modelo era la de un triángulo equilátero. En ausencia de uno de sus vértices no se produciría el “milagro del desarrollo”. Sin instituciones científicas de excelencia o sin empresas dinámicas sería imposible imaginar un futuro de prosperidad. Pero uno de los tres vértices tenía una importancia predominante: el del gobierno, por su capacidad de regular y promover las actividades y los vínculos entre los otros vértices, así como las relaciones de ambos con el exterior.
El mensaje central del esquema del triángulo y sus interacciones era la naturaleza política del problema y la afirmación de que la capacidad de crear tecnología resultaba indispensable para el desarrollo. Eso requería un sistema de relaciones virtuosas entre los principales actores del proceso tecnológico: el conocimiento debe ayudar a generar riqueza, aunque para tal propósito no basta con la creatividad de los científicos, sino que se requiere una trama de relaciones que incluyan a las empresas y al gobierno.
Hoy aquel mensaje sigue vigente, a pesar del problema que representa el hecho de que el sector productivo que se desplegaba a los ojos de Sabato estaba compuesto mayormente por grandes empresas, muchas de ellas públicas, lo que respondía al modo tradicional de manufactura. Hay lugares comunes en casi todos los diagnósticos sobre la ciencia y la tecnología en América Latina: aumentar la inversión (pública y privada) en investigación y desarrollo, aumentar el número de investigadores dotados de equipamiento adecuado, modernizar las universidades, crear un sistema eficiente de reconocimiento de títulos universitarios y fortalecer los sectores productivos más dinámicos, entre otros aspectos. Sin embargo, no basta con eso si la innovación no es un valor apreciado en la sociedad. Modificar esta condición solo será posible si el vértice gobierno también se actualiza y encuentra respuestas innovadoras, lo que a su vez requiere políticas públicas más inteligentes, coordinadas y transversales. Sobre el particular, un elemento que para Sabato tenía un valor fundamental era la creatividad. “Quinientos mediocres no van a dar una sola idea brillante; un solo individuo brillante puede dar quinientas ideas brillantes”, decía.
En 1983 lo entrevisté en España, pocos meses antes de su fallecimiento. Jorge había ido a Madrid, donde yo por entonces vivía, a un Encuentro por la Democracia, invitado por el gobierno español. Tras escuchar sus ideas sobre el desarrollo tecnológico le pregunté si eso era posible en un sistema de libre mercado. “En un mercado que supuestamente se autorregula, no. Pero sí en un sistema mixto, donde el Estado actúa como regulador”, respondió. A mi pregunta acerca de si el término “paquete tecnológico” que usábamos con frecuencia provenía del mundo anglosajón, dijo con humor: “Todo lo contrario. El término paquete nació en Latinoamérica. Viene del tango de Discépolo ‘Araca Victoria’. Recuerdo que en la Junta del Acuerdo de Cartagena hablábamos de ‘caja negra’, pero nos parecía un concepto estático. Yo me acordé entonces del tango: ‘Cuando el gil abra el paquete y vea que se ensartó’… Después los ingleses lo tradujeron como package. Ahora se cree que abrir el paquete es la traducción. Se ve que más importante que innovar es disponer del dominio del mercado”.
Aquel era Jorge, alguien que por pocas semanas no llegó a ver el regreso de la democracia en el país, por el que se había esforzado. Alguien que nos dejó prematuramente, pero de quien nos quedaron ideas firmes y recuerdos muy gratos.
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El peor momento del mejor momento del Presidente
Javier Milei camina sobre el quebradizo piso de cristal de un país inestablePor Sergio
Amparado por el deseo y la confianza que siguen depositando en él casi todos quienes lo convirtieron en presidente seis meses atrás, Javier Milei camina sobre el quebradizo piso de cristal de un país inestable. Ese piso crujió con insistencia en las últimas semanas hasta acrecentar las ilusiones destituyentes del peronismo.
Milei resulta un cuerpo extraño al viejo sistema estallado con el triunfo libertario, y no solo para los peronistas. Ese instinto destructivo más o menos visible parece ignorar que el Presidente es hijo de una mutación profunda producida aquí y en muchos otros países. Hoy es innegable la tendencia global hacia la disrupción, las opciones extremas y la ilusión de soluciones inmediatas. Milei es la versión criolla del fenómeno que estremece sistemas políticos más consolidados.
JavierMileiexhibecomounfrutopropio el fenómeno que produjo su llegada al poder, la voluntad de un cambio rotundo que corte la decadencia del país y mejore la vida de cada uno. Antes que su representante, el Presidente siente que él mismo es ese cambio. Se percibe como un mesías universal de un nuevo sentido común, no un portador más de ideas y acciones. En casos así, importa mucho más el cómo que el contenido.
Mes a mes, el apoyo a Milei se renueva en términos más o menos similares. Con prescindencia de acontecimientos que a cualquier presidente le hubieran abierto brechas importantes en su capital político, la mitad de los votantes (56 por ciento) asegura que no se arrepiente de haberlo votado en la segunda vuelta de noviembre pasado.
Como primer hijo de una nueva era política con raíces en una mutación cultural importante, Milei parece no ser alcanzado por los groseros errores de gestión de su gobierno. Prevalece la idea de sostener un cambio, por doloroso que resulte y en función de un deseo de mejora. Dicho en pocas palabras: que esta vez valga la pena el sacrificio.
El Gobierno tendrá sustentación mientras Milei sea evaluado en esos términos, en un plano en el que el costo de consumar la voluntad de cambio se ubique en un plano distinto al de las consideraciones tradicionales por las que se juzga a los protagonistas de cualquier sistema político.
En algún momento establecido por la paciencia argentina el plano del cambio estructural y la evaluación de su realización se tocarán. Postergar ese momento es un desafío para Milei, en tanto su administración tiene problemas tangibles que el tiempo empieza a desnudar.
La primera de sus debilidades está en la falta de un equipo para gobernar la Argentina, seguido de la impericia de muchos de sus funcionarios, a la que se añade el uso y abuso de viejas mañas políticas de quienes se subieron desde trayectorias anteriores al nuevo experimento.
Un tren sin frenos recordó la precariedad del transporte ferroviario, mientras se renueva la vieja práctica kirchnerista de discriminar a los pasajeros según el lugar en el que viven y cobrarle boletos distintos al conurbano y al resto del país.
Dejar de invertir 45 millones de dólares en el gasoducto que llega de Vaca Muerta no solo implicó un gasto extra de unos 500 millones de dólares sino un corte de gas natural solo superado por la pronta llegada de un barco enviado desde Brasil. La explicación oficial es un clásico de todas las épocas: calor en verano y frío en otoño e invierno.
La guerra contra las bandas de gerentes de la pobreza tiene la dirección correcta, pero quedó en manos de un comando disparatado, expuesto al escándalo judicial y a la sobreactuación cuando se combinaron la necesidad de cambiar el sistema de ayuda social con la incompetencia para distribuir en tiempo y forma mercadería que puede echarse a perder.
El gobierno libertario aplica un mero voluntarismo cuando la necesidad de reducir el Estado se materializa en intentar gestionar con pocos funcionarios áreas extensas y diversas.
El Ministerio de Capital Humano es un claro ejemplo. Incluye a una dirigente sin experiencia como Sandra Pettovello a cargo de temas tan distintos y sensibles como la asistencia social, las relaciones laborales, el sistema educativo, la salud pública y la administración del sistema previsional.
A la escasez de equipos que permite que el kirchnerismo mantenga el control de sectores estratégicos se suma una gestión agresiva de los conflictos internos que terminan en despidos escandalosos, como los que sufrieron el eyectado jefe de Gabinete, Nicolás Posse, o Pablo de la Torre, el segundo de Pettovello.
El ascenso a la jefatura de Gabinete de Guillermo Francos, un hombre con experiencia y capacidad de diálogo puede verse como una excepción en un equipo armado según el gusto por la belicosidad del Presidente.
Aun así, los errores de gestión por la escasez de recursos y las formas de llevarla adelante no desaniman las expectativas, en especial cuando la sólida corriente que sigue apoyando a Milei mira a los viejos conocidos de la clase política.
Ahí solo puede encontrarse a grupos dispersos. Unos dicen colaborar con el oficialismo cuando en realidad lo están condicionando y reclamando contraprestacion es a cambio de leyes en el Congreso. El kirchnerismo suele encontrar en esos grupos sin cabeza ni liderazgo socios transitorios como los radicales y los peronistas federales, con quienes votaron una reforma jubilatoria que Milei promete vetar. Obligar al veto es iniciar un juego institucional de desgaste más allá de las supuestas buenas intenciones que se pongan por delante.
Es una sociedad parlamentaria orientada a quitarle soporte institucional, mientras los mismos supuestos aliados siguen estirando a más de seis meses la sanción de la ley de bases.
Sin embargo, el enemigo de Milei no es la oposición; en todo caso ésta le sirve como herramienta para justificarse a sí mismo y para acentuar su condición de contracara de lo existente hasta su llegada.
El verdadero adversario del Presidente es el riesgo de que no pueda cumplir sus promesas. Milei se ofreció como garante de una mejoría económica que llegaría después de largos meses de penurias añadidas a las desgracias que dejó instaladas el kirchnerismo.
Ese plazo se está estirando y tomará al menos este año apreciar una baja sostenida de la inflación y, en especial, la recuperación de niveles de actividad para salir de una recesión que hoy está generando pérdidas de empleos y cierres de empresas pequeñas y medianas.
Milei empezará a necesitar resultados concretos al final de 2024 para que su fuerza celestial no se hunda en el quebradizo piso de cristal de un país roto y pobre que no pierde las esperanzas.
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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