lunes, 17 de junio de 2024

LECTURA..." LAS COSAS HUMANAS "




Un texto de valor testimonial pero desangelado
José María BrindisiLas cosas humanas Karine Tuil Adriana Hidalgo Editora Trad. Maya González Roux 374 páginas

“La muerte es muy probablemente el mejor invento de la vida. Es el agente del cambio en la vida. Borra lo antiguo para dejar lugar a lo nuevo. En este momento ustedes son lo nuevo, pero un día no muy lejano, poco a poco serán lo viejo y serán eliminados. (…) Su tiempo es limitado, no lo derrochen entonces viviendo la vida de otra persona”. Tales palabras pertenecen a Steve Jobs y provienen de una conferencia que diera, ya enfermo de cáncer, durante el año 2005 en la Universidad de Stanford. Las mismas se citan como una relectura obsesiva de Alexandre, uno de los protagonistas de Las cosas humanas, en quien disparan una suerte de lección fatal, premonitoria: “Todo podía cambiar”, se dice a sí mismo, “en cualquier momento”.
Lo cierto es que en la novela de Karine Tuil (París, 1972) la vida de Alexandre no es la única que sufre un súbito e inesperado cimbronazo. Lo padecen sus padres (un famoso periodista televisivo y una ensayista de renombre), la nueva pareja de ella (Adam, quien acaba de separarse de una mujer judía como él pero extremadamente ortodoxa) y, más importante aún, la hija mayor de este último –de nombre Mil–, quien en apariencia acaba de ser violada por Alexandre en las cercanías de una fiesta a la que decide acompañarlo.
Inspirada en un caso real, la novela de Tuil se abre paso al calor de las revelaciones y discusiones que han tomado el espacio público y mediático de nuestra época, tornándose casi omnipresentes. La autora francesa elige meter los pies en el barro renunciando al punto de vista de la víctima y recostándose en el de Alexandre, quien niega los hechos o al menos su raíz violenta, y en los de sus padres Jean y Claire, primero narrando el recorrido individual de cada uno de ellos y luego acompañando en detalle el proceso judicial. Lo hace desde cierta distancia –que no implica neutralidad–, un medio tono que quizá sea el acierto mayor del libro en función de todo lo que la historia pone en juego.
No hay duda del valor testimonial de un texto como Las cosas humanas, y aun así cabe reclamarle su carácter por momentos rutinario, casi burocrático, en el que buena parte del tiempo provoca la sensación de estar leyendo poco más que un informe. Nombres como los de Rodolfo Walsh o Truman Capote, o en la actualidad –entre muchos otros– Leila Guerriero o Juan Villoro, nos recuerdan que es posible hacer literatura con los materiales más extremos, situándose dentro o fuera de los imprecisos límites de la ficción. El de Tuil resulta en cambio un texto desangelado, en el que la intención de desnudar los hechos para que hablen por sí mismos se parece demasiado a la falta de ambición.

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