jueves, 27 de junio de 2024

Pulpería de Payró a 1/2 hrs de La Plata



Paradas ruteras: la pulpería detenida en el tiempo que atrae al turismo en medio de un pueblo de 60 habitantes
 Pulpería de Payró
En la localidad bonaerense de Roberto Payró, un matrimonio restauró un local que fue inaugurado en 1875; los sabores criollos y caseros, la gran apuesta del lugar
Leandro Vesco
La ruta 36 bordea el mundo moderno y se ubica en un tiempo calmo y pasado. No se ven estaciones de servicios ni publicidades actuales, los carteles están oxidados y despintados, son muy pocas las señales del siglo XXI. En uno de ellos se lee que es el camino a la “región atlántica” y el mojón ilusiona el horizonte llano. Es una ruta solitaria que penetra la campiña del partido de Magdalena, en el kilómetro 94,5 se accede a Roberto Payró, el pueblo donde una pulpería atrae a visitantes con sabores criollos.
“Es un lugar mágico”, dice Marcela Pantanetti detrás del mostrador de la Pulpería de Payró. Abierta en 1875, desde aquel entonces no sufrió ningún cambio. No se han movido ni los diarios de la década del 50 que se ven apoyados al lado de botellas, ni siquiera las sombras que proyectan los mismos artículos en las amplias y altas estanterías. Está a media hora de La Plata y a 113 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires. Tiene 60 habitantes que viven a paso lento.
Algo retiene a los pocos pobladores, algunos son tercera y cuarta generación. La pulpería está en una esquina criolla y hace 149 años que retiene la vida en este pequeñísimo pueblo de casas con fondos inmensos, calles de tierra, árboles frutales y una estación de tren de madera, tesoro en la llanura, que alguna vez recibió a las formaciones que lo conectaban con el mundo. Aún conserva valía y es el eje por donde se cruza la vida diaria de Payró.
La pulpería fue inaugurada en 1875...Gentileza Pulpería de Payró
“Existe una gastronomía pulpera”, afirma Pantanetti. Junto a su marido Pablo Chaumeil, estuvo una década restaurando la esquina. El menú es sencillo y se aleja de lo sofisticado, enhorabuena, sus pilares son las recetas que templan un menú campero. Elementos puros apuntalan los aromas. Empanadas fritas en grasa o al horno de barro, sándwich de chorizo casero, vacío a la parrilla, picada y milanesa con papas fritas. Simple y emocionante.
Surgimiento
El matrimonio está en los fuegos y atentos a cada detalle, Chaumeil es un gran asador. Tranquiliza verlos en estas labores. El postre resume esta dedicación por mantener intactos los recuerdos. Tiramisú, flan y por la tarde salen los pastelitos para acompañar el mate. Suaves y prodigiosos, se deshacen en el paladar. “Todo es muy tradicional”, agrega Pantanetti.
El salón está calefaccionado y grandes ventanales proyectan una postal idílica, como la vida que llevan los habitantes de este pueblo que está a 24 kilómetros de Magdalena, cabecera del distrito. Cuesta comprender que exista un mundo con celulares y horarios detrás de las paredes naturales de eucaliptus que protegen este estilo de vida. “Tenemos mucha tranquilidad, no hay apuros”, cuenta Pantanetti.
El asado, el plato estrella...Gentileza Pulpería de Payró
La historia de la pulpería nace a los pocos años de fundación del pueblo que fue en 1867. El Ferrocarril Roca tenía acá su estación (cerró en los 80) y siempre tuvo mucha actividad agrícola ganadera, los tambos le dieron vida. Lleva el nombre del escritor y periodista, redactor Roberto Payró, autor entre otras obras de Pago Chico y La Australia argentina. La pulpería fue siempre el punto de encuentro.
Al amanecer abría sus puertas y los tamberos y gauchos venían a desayunar su potrillo de caña o ginebra, hasta que el tren frenaba y comenzaba el trabajo de subir los productos del país que abastecían los mercados de La Plata.
“Mi abuelo me esperaba sentado en esta mesa”, señala Chaumeil una que está al lado de la ventana y que tiene vista directa a la estación. Nacido en La Plata, Pablo venía los fines de semana, y pasaba sus vacaciones en el campo que su abuelo tenía a apenas 8 kilómetros del pueblo. “Todos los días veníamos al boliche”, recuerda. Mientras los adultos tomaban su aperitivo y comentaban las noticias que llegaban desde el diario El Día, la pulpería tuvo una corresponsalía de este medio platense, Chaumeil miraba atentamente la escena, su padre también se unía a esta tertulia criolla.
Tortas fritas y pastelitos, dos clásicos de la pulpería
Vida nueva
En 1995 cerró sus puertas y en 2005 la compró. Un pedazo importante de su corazón y de la historia familiar le reclamó hacerse cargo de la esquina.
“Quisimos darle otra oportunidad”, dice Chaumeil. Tardaron una década para reabrirla, pacientemente fueron superando obstáculos. Ambos viven en La Plata y los fines de semana se quedaban en el local para ponerlo a punto. Una vez que volvieron a abrir las pesadas puertas de pinotea, el pueblo dio señales de recuperar movimiento.
Los fines de semana y feriados, especialmente los días patrios, las calles, con niños jugando a la pelota y andando en bicicleta, celebran la llegada de visitantes. Un gran parque en los terrenos ferroviarios es el pasatiempo ideal para sentir de cerca la felicidad.
Una pulpería detenida en el tiempo
Una columna de humo crece desde la parrilla. Algunas mesas están en el salón, pero también hay en la galería y en el patio, al aire libre. Los días soleados son un sueño. La construcción tiene la escala de los tiempos en los que los ladrillos no tenían tanto valor, y se edificaba con dimensiones de campo, grandes. Antes o después de la comida, lo mejor se dirime en el mostrador. Oír las historias de los viejos clientes y gauchos de la zona no tiene desperdicio. Los lujos son sencillos.
“Los viajeros buscan lugares tranquilos”, observa Chaumeil. A pocos meses de cumplir 150 años, la pulpería es uno de los más deseados para los que eligen salir de la ciudad sin tener que estar mucho tiempo en la ruta. Es la pulpería más cercana en el circuito rural y oficia como una parada rutera. A solo diez kilómetros de la ruta 36, el camino está bien mantenido y sirve para asimilar el cambio de aire, más puro e inspirador. Las vacas miran despreocupadas a un costado.
La ruta 36 fue la que llevó durante muchos años a todos los veraneantes que iban a la costa. Se conecta con la 11. Cuando se hizo la autovía 2, quedó en el olvido y conservó el ritmo de los almanaques de cuando los autos no podían ir a grandes velocidades. Unos kilómetros antes de Payró está el hospedaje Los dos vagones, reciclados y dentro de un bosque son un retiro encantador pensado para amantes de los silencios rurales, y a diez minutos de la entrada al pueblo, se ubica El Rincón de Donatella, una vieja parada rutera donde una italiana de 88 años amasa pastas.
“La idea es que vengan a quedarse todo el día”, confiesa Pantanetti. Son pocas las pulperías que han quedado tan bien conservadas. Nacida como almacén de ramos generales, se la conoce con aquel título. Roberto Payró describió mejor que nadie la vida en estas pequeñas comunidades, a casi un siglo de su fallecimiento, el pueblo que lo recuerda y la pulpería que lleva su apellido ha logrado revivir las costumbres gauchas. “Entrás y sentís que el tiempo se ha detenido”, confiesa Pantanetti.

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