domingo, 16 de junio de 2024

VIDA DIGITAL




Secretos de la relojería vintage y un traspié con MercadoLibre, que al final quedó saldado
La mecánica de precisión imponía una estratificación clara en la calidad y los precios de los relojes; la electrónica niveló mucho la cancha
Necesitaba mantener mi mente ocupada hasta que me viera mi médico, porque googlear temas de salud fue claramente un error; y la solución para aquietar mis preocupaciones esperaba en un cajón desde hacía 30 años
Ariel Torres
Fue una semana interesante, para decirlo con elegancia. Para empezar, y por si les sirve el consejo, no googleen temas de salud. No tiene nada que ver ni con Google ni con la excelente información médica que hay en internet. Tiene que ver con nuestra mente. Si, como me ocurrió la semana pasada, te aparece un síntoma que tiene un 90% de posibilidades de ser una tontería y un 10% de ser un linfoma, tu cabeza se va a enfocar solo en el linfoma. Es un sesgo intelectual comprensible, por aquello de “espera lo mejor y prepárate para lo peor”. Créanme, no es buena idea andar googleando temas de salud. Esperen a que los revise un médico.
Intenté que me viera un especialista, debo añadir en mi defensa. Solo que las guardias estaban detonadas porque hay mucha gente con cuadros gripales. Así que recién el lunes a la tardecita mi médico me revisó y en algo así como 0,25 segundos (o sea, lo mismo que tarda una búsqueda en Google) me dijo que no era nada grave.
Un enorme alivio. Ahora, ¿es probable que de todos modos uno se ponga paranoico sin buscar en la web? Sí, puede ser. Pero googlear no ayuda ni un poco.
¿Y ahora?
Mientras pasaban los días hasta ver a mi médico tuve que buscar con qué entretenerme, cosa que para los obsesivos no es nada fácil. O sea, ver series no nos alcanza. Desarmar una pieza de relojería, en cambio, sí. Relojería de la de antes; lo que van a leer con los smartwatches no se consigue.
Me acordé entonces de que tenía en mi lista de pendientes el cambiarle la pila a un reloj de pulsera Citizen, muy lindo, que hacía al menos 10 años que estaba guardado en un cajón. Mi Seiko Kinetic, más nuevo y mucho más caro a mi corazoncito eco, también debe ir al service, pero ahí hace faltan destrezas y un know how de los que carezco. Dato interesante, de todos modos: en Seiko me dijeron que los capacitores (es decir las baterías en las que los relojes cinéticos almacenan la energía proveniente del movimiento) van a llegar recién dentro de dos meses.
Para abrir el Citizen sin rayarlo necesitaba un kit de herramientas. Las compré por MercadoLibre. Ahí la cosa se puso aún más interesante. Resulta que, no sé si por los problemas que tuve hace un tiempo con la plataforma –y que narré en este mismo espacio–, MercadoLibre no me dejaba entrar desde mi computadora de escritorio sin antes someterme a un reconocimiento facial. ¡Cada vez!
Usaba para eso la cámara de uno de mis monitores, cuyo respaldo da a una ventana muy iluminada. Como consecuencia, la verificación me llevaba varios intentos y lograba hacerme sentir como en un interrogatorio de policial negro. Intenté desactivarla desde la configuración del sitio, pero me informaron amablemente que no, no se podía, porque esa verificación “era indispensable, por mi seguridad”. Afirmación que a un veterano de la computación le suena –¿cómo decirlo?– un poco presuntuosa. ¿Por qué? Porque la seguridad termina donde el servicio se vuelve imposible de usar, que era lo que estaba pasándome con MercadoLibre. Dicho más simple: sería todavía más seguro si no usara computadora en absoluto. Ni celular. Ni nada. Así que ahí había un enigma por resolver. Dejé macerando el asunto en mi cabeza; ya se me iba a ocurrir algo.
Despertares
Entre tanto, llegó el kit de herramientas (mucho mejor de lo que me esperaba) y, al otro día, las pilas (funcionó mejor sacarle una foto a la batería que usar una lupa, para identificarla). Hice todo según el manual, pero el Citizen, ahora con pila nueva, seguía paralizado. Fue bastante frustrante. Hasta que me dije: “Acá hay que resetear algo”. La reacción se debió a que es un típico reloj con montones de funciones (calendario, temporizador, cronómetro, dos alarmas), así que se me ocurrió que alinear todo eso requeriría reiniciar el microcontrolador. ¿Pero cómo? La respuesta, basada solo en la experiencia, apareció casi de modo instantáneo. El reloj tiene cuatro botones. Tres son solo pulsadores. Los presioné a la vez, emitió un pitido eufórico y se puso en marcha otra vez. Más tarde, revisando la documentación, encontré que este procedimiento figuraba al final del manual, y que se requería luego de un cambio de baterías.
Ya que estaba, y como los días tardan mucho en pasar cuando una preocupación pende sobre nuestras cabezas, cambié las pilas de dos relojes de mi mujer; como suele ocurrir, uno va postergando este service porque no es algo muy prioritario, y un día ya pasó tanto tiempo que quedan arrumbados Dios sabe dónde. Bueno, son dos relojes dinamarqueses muy bonitos y volvieron a funcionar.
Se me ocurrió también investigar otro de mis relojes, un Zodiac de la década del ‘90, que era improbable que volviera a arrancar. Además, supuse, todos usarían pilas diferentes. Pero no. Lo puse en el banco que se usa para sostener el equipo, usé la llave especial ajustable para desenroscar la tapa trasera, et voilà, resultó que usaba la misma pila que mi Citizen.
Kit de herramientas para el service básico de relojes y reloj que inspiró estos experimentos
Como estas baterías casi siempre se compran de a cinco o más (y aparte se vencen en el curso de 1 a 10 años, dependiendo de qué estén hechas), le coloqué una del blíster y, para mi asombro, se puso en marcha, aunque no sin dificultad. Me tomé el trabajo de limpiarle los contactos hasta que el segundero decidió despabilarse. Con más de 20 años quieto, el que volviera a funcionar (y con absoluta precisión) era un tributo a la relojería suiza.
Pero esperen, ¿es la relojería suiza o es la electrónica contemporánea? Luego de mirar una hora y media de una clínica para relojeros que encontré en YouTube, realizada en Las Vegas (excelente, aunque no apta para impacientes), aprendí lo complejo y costoso que puede ser un service completo de un reloj. Es decir, no se trata solo de cambiarle la pila. Incluso, descubrí, los ponen en un aparato que prueba su estanqueidad.
Ahora bien, en ningún momento el señor de la clínica se había metido con la computadora en sí. Si usa baterías y da la hora, eso lo controla alguna pieza de electrónica. Puede ser más o menos simple. Pero, mientras el lunes se acercaba, y, con eso, la expectativa de que mi médico, en quien confío por completo, me revisara y me diera un diagnóstico, me pregunté qué pasaría si trataba de poner en marcha ese otro relojito, el que compré cuando andaba muy corto de dinero: un Casio MQ-24 de 1989, que solo da la hora y que llevaba al menos 33 años detenido.
Lo desarmé (tiene una tapa más engañosa, menos hermética, pero a la larga más fácil de abrir) y descubrí que usaba la misma batería que los relojes de mi mujer. Con la potente corazonada de que mi fiel Casio iba a arrancar sin problemas, le puse la nueva pila y, de puro ansioso, lo di vuelta sin colocarle de nuevo la tapa. El segundero estaba marchando alegremente, luego de una siesta de más de treinta años. Lo sincronicé con el Zodiac y los puse uno al lado del otro. Un día después, cuando ya debería haber discrepancias, los segunderos siguen marchando a la par. Uno es un célebre reloj económico que solo da la hora. El otro es un reloj suizo mucho más costoso. Pero su precisión (no así otros rasgos, como el diseño o su estanqueidad) queda igualada por la electrónica.
Un económico Casio MQ-24 de 1989 con su segundero todavía sincronizado con el de un mucho más costoso Zodiac de los '90, un día después de ponerlos en hora
Me dirán que el MQ-24 no es un reloj célebre. Cierto. Popular, quizá sería un adjetivo mejor. Tanto, que busqué la malla (que hace mucho se había roto) y encontré el repuesto original en varias relojerías. Claro que la compré, y ahora ese Casio, que me trae recuerdos de momentos turbulentos, pero también aleccionadores, está de nuevo conmigo.
Antes de que te pongas a desarmar relojes, cuidado. Hay que darse maña, ser paciente, muy detallista y contar con las herramientas adecuadas. Y definitivamente no me pondría a jugar con equipos muy costosos. O con los extraordinarios relojes mecánicos de antes, que son una obra de arte y un milagro del ingenio humano. De esos, lamentablemente, no tengo ninguno. Ni me atrevería a abrirlo, en caso de tenerlo.
Dar la cara
Se preguntarán cómo hice todas esas compras por MercadoLibre si me solicitaba (en realidad, me imponía) el interrogatorio cada vez. Ocurrió esto: una mañana, al despertarme, pensé: “¿Qué pasaría si mi computadora no tuviera cámara o si esa cámara fallara? ¿MercadoLibre me impediría comprar? Lo dudo mucho.” Así que cuando llegué a mi estudio hice algo tan desoladoramente sencillo que casi me da un ataque de risa. Abrí la página de MercadoLibre, apagué el monitor que tiene la cámara incorporada, e intenté entrar. Bingo. MercadoLibre no me pidió que pusiera mi cara. Solo tuve que poner nombre de usuario y contraseña (que es como debe ser).
Más aún, a pesar de que me habían advertido que cada vez que hiciera una compra me iban a volver a escanear el rostro, eso no ocurrió más. En la configuración, el reconocimiento facial había quedado ahora como última opción, precedida por la contraseña y la autenticación en dos pasos.
Muy bien, ¿pero qué había pasado? Borré cookies y demás datos del sitio y empecé otra vez. Con Chrome. Había vuelto a fojas cero y tuve que pasar por el incómodo trámite de la cara. Solo que ahora, como debería haber sido de entrada, solo me lo pidió la primera vez, y luego ya dio por sentado que ese navegador en esa sesión de Windows no necesitaban volver a verificar mi identidad. Así que calculo que hubo algún malentendido entre el navegador, el sitio y mi accidentada historia con MercadoLibre, que ahora está empezando a volverse un poco más fluida. Quiero decir, es mucho, pero mucho más confortable comprar cualquier cosa con una pantalla de 27 pulgadas que con el telefonito.


http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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