lunes, 17 de junio de 2024

DIEGO RIVERO TRANSFORMA DIBUJOS ANIMADOS, EMOJIS Y GARABATOS EN OBRAS DE ARTE




DIEGO RIVERO
TRANSFORMA DIBUJOS ANIMADOS, EMOJIS Y GARABATOS EN OBRAS DE ARTE, Y REALIZA MURALES PARA “AGRADECER ESTAR VIVO”

 MALÚ PANDOLFO Y FOTOS DE FABIÁN MARELLI —

Podría decirse que Diego Rivero, conocido como Ninja Arte en las redes sociales, hace garabatos. Dibujos pequeños, en apariencia simples, que al combinarse tapizan todo tipo de superficies, como paredes, autos, fundas para celular y zapatillas. Con colores estridentes, figuras geométricas y diseños estilo emojis logra obras llenas de vida y movimiento. Esta forma de pintar lleva el nombre de Doodle Art y surgió en los 80 con el artista estadounidense Keith Haring. “Doodle significa garabato en inglés, y es lo que hacemos cuando tenemos la mente ocupada en otra cosa. Podríamos decir que es un dibujo inconsciente en el que aparecen números, rayitas, círculos. Era una acción muy común cuando usábamos el teléfono fijo, con una agendita al lado”, dice el artista de 44 años.
El representante más conocido de este estilo es el inglés Sam Cox, apodado como Mr. Doodle, que se volvió viral por haber pintado su casa con estos diseños. Siguiendo sus pasos y sin achicarse, Rivero hizo lo propio el año pasado al pintar un auto entero. Tardó un día y medio y lo realizó, al igual que el resto de sus obras, con marcadores acrílicos. Su próximo proyecto a gran escala será “garabatear” las paredes de un hotel en Cardales. Sus obras combinan la técnica del Doodle Art con íconos pop que fueron relevantes para él durante su infancia, a principios de los 80. Son dibujos animados y películas, como Tortugas ninja, He-man y Dragon Ball, y personajes de Star Wars y Batman. “En mis murales, la mayoría de los pósters son de dibujitos animados, pero también hay doodles. Los dibujo como quien se compra un juguete que no tuvo en la infancia. Tienen algo de nostalgia, de recordar cuando era chico y me sentaba a mirar dibujos animados”. Una carita amarilla y sonriente es otro de los íconos que lo identifica y hasta lo reemplaza en su foto de perfil de las redes sociales. “Es un símbolo de felicidad, me gusta que me represente”, señala.



Uno de los momentos que cambió su vida profesional fue cuando recibió un llamado de Disney: querían que customizara unas zapatillas para la película Sneakerella, una versión contemporánea y masculina de Cenicienta, estrenada en 2022. “Un día me llega un mensaje para contarme que habían hecho una película sobre un chico que pintaba zapatillas. No podía creerlo, día a día me sigo sorprendiendo”. Aceptó el desafío y logró transformar unas zapatillas blancas en una combinación de tonos pasteles y simpáticos “garabatos”.
A partir de este trabajo, Rivero comenzó a ser convocado por otras empresas que se mostraron interesadas en su perfil. Entre ellas, se cuentan bancos internacionales, marcas de autos y relojes, bares y restaurantes. Para no perder su estilo, mantiene una metodología al momento de negociar: “Suelo tener una idea previa en la cabeza. Antes de empezar, le pido a la empresa que me pase frases o veinte objetos que quieran que estén presentes en el mural. Hace poquito, por ejemplo, trabajé para una empresa de origen chino y me dijeron: ‘A nosotros nos gusta lo que hacés, pero quisiéramos que combines algunos conceptos chinos, como lámparas de papel, un panda y un dragón con otros de acá, como la remera de Argentina, un mate”. Pero hay aspectos en los que no está dispuesto a ceder: “A veces me dicen que les gusta mi perfil pero me piden que haga, por ejemplo, la cara de Diego Maradona. A eso me niego porque no hago realismo. No lo siento y no es mi estilo”.
El camino de Rivero para llegar a este presente lleno de arte y propuestas laborales no fue fácil. Cuando tenía veinte años, los médicos descubrieron que tenía tres tumores en el cerebro. Debió someterse a complejas operaciones y, tras recuperarse, comenzó una carrera artística que hoy también le sirve como excusa para agradecer a todos aquellos que lo acompañaron en ese momento tan difícil.
“Antes de entrar al quirófano por segunda vez en el hospital Ramos Mejía, mi mamá llamó a todos mis amigos y familiares para avisarles. Se me había obstruido una válvula y me la tenían que cambiar de urgencia. El doctor me dijo después: ‘Esa noche te me fuiste tres veces’”. Tras esta desesperada convocatoria que realizó su mamá, la parroquia del Ramos Mejía comenzó a llenarse. “Eran mis amigos, estaban rezando y esperando a ver cómo salía de la operación. Después no sabía cómo agradecerles a todos. No era llevarles un chocolate y listo. Decidí que cada cosa que hiciera sería para que ellos vieran que valió la pena. Cuando mis amigos me dicen ‘no parás’, yo quiero que ellos vean eso, que estoy vivo. Mejor dicho, no solo que estoy vivo sino que estoy viviendo con todo”.
Esta misión personal lo llevó a realizar murales en la vía pública. “El arte que hago en la calle lo pago de mi propio bolsillo. Muchas veces, voy a sentarme frente a alguno de los murales de Palermo. Tomo un café y disfruto ver cómo las personas se arman ahí su estudio de fotos y se sacan selfies. Si veo que alguien se queda colgado mirando alguno de mis pósters, me acerco, saco uno nuevo de la mochila y se lo regalo. Los murales no los hago para mí, sino agradecer y que los puedan ver todos”.

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