A la espera de otro cambio de gabinete
La salida de Posse y el escándalo en Capital Humano precipitaron movimientos que Milei proyectaba para más adelante; intrigas, nombres apuntados y una gestión empantanada
Martín Rodríguez YebraLos hermanos Milei, ayer, en El Salvador
Nadie está seguro en su silla. El gabinete de Javier Milei atraviesa una crisis en la que se entremezclan el dramatismo por la emergencia económica heredada, la inexperiencia política, juegos de ambición apenas disimulados y rencores tejidos en tiempo récord.
La certeza de que se vienen más cambios en el equipo de gobierno altera a gran parte de los ministros y altos funcionarios. No solo por la posibilidad de perder un puesto, sino porque se ha convertido en tendencia que el despido venga acompañado de una factura de destratos y acusaciones.
Milei anticipó que pensaba hacer una reestructuración amplia después de la sanción (o el fracaso, si ese fuera el resultado) de la Ley Bases. El comentario cortó la última vía de oxígeno de Nicolás Posse, el jefe de Gabinete al que presentaba como su amigo íntimo y en quien llegó a delegar enormes porciones de poder.
Posse renunció antes de lo que Milei deseaba, harto del vacío que le hacía su jefe. Primero en privado y después en público, cuando le negó ostensiblemente el saludo en los actos del 25 de Mayo. “Javier reacciona en la vida real con la lógica de las redes sociales. Si algo le molesta, te bloquea”, explica un legislador que lo conoce desde hace años.
Milei, que estaba a punto de subirse al avión presidencial hacia Estados Unidos, sorteó la urgencia con la designación de Guillermo Francos como jefe de Gabinete. Una señal de reconocimiento al ministro con más consenso puertas afuera de la fortaleza libertaria. También, un canto al pragmatismo que tantas veces se esmera en ocultar.
Sobre Posse cayó una lluvia de recriminaciones. Se confirmó la versión tantas veces negada de que la relación de confianza con Milei estaba rota desde el verano. Se le imputaron incapacidad administrativa, haberle mentido al Presidente, usar los servicios de inteligencia a su cargo para espiar a los ministros y manejos opacos en las empresas públicas.
Antes de que se aplacaran las réplicas del terremoto, con decenas de funcionarios que aportó Posse en la puerta de salida, estalló el escándalo en Capital Humano. La chispa fue la confirmación de que había toneladas de comida sin repartir y con riesgo de vencimiento en dos depósitos oficiales.
La ministra Sandra Pettovello había negado durante semanas que eso fuera cierto. Luego el discurso oficial reflejó que estaban almacenados para responder ante eventuales catástrofes y finalmente la culpa cayó como una losa sobre el secretario de Niñez, Pablo de la Torre, que terminó eyectado con una denuncia ante la Oficina Anticorrupción (OA). Le achacaron la responsabilidad de un polémico régimen de contratación de empleados públicos a través de un convenio con la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI).
Milei se abroqueló en el apoyo a Pettovello durante los tiempos libres de su gira por Silicon Valley. Ordenó “vaciarle el cargador” a De la Torre, como graficó un dirigente libertario. No le importó dinamitar el vínculo con Joaquín de la Torre, senador bonaerense y hermano de Pablo, con quien se había reunido dos semanas atrás y que se perfilaba como un armador político de La Libertad Avanza en la provincia.
“No trabajamos con gente que no tengamos el 100% de confianza”, dijo el vocero Manuel Adorni en su última conferencia de prensa. Por vías oficiosas seguía el reguero de acusaciones a De la Torre. En su entorno dicen que está “perplejo” por la situación. Insisten en que le había avisado a Pettovello que había alimentos almacenados a punto de caducar y rechazan la denuncia sobre los contratos de la OEI. Sugieren que es una práctica que rige en todo el ministerio, que se usó como vía rápida para evitar una parálisis en la gestión. En público, el expulsado preservó a Pettovello y apuntó a una supuesta infiltración kirchnerista del ministerio.
El episodio deja una enseñanza que recorre el boca en boca de los funcionarios: “Hay que dejar todo por escrito”.
La máquina de echar
Pettovello ha confesado a gente cercana que por momentos se siente abrumada. Sin experiencia política, asumió el control de un elefante administrativo, a cargo de Trabajo, Desarrollo Social y Educación. En casi seis meses ha expulsado a 20 funcionarios de primera y segunda línea, sin la más mínima diplomacia.
Cumple a la vez un rol de contención emocional de Milei. Se mueve en el segundo círculo del poder, contiguo al núcleo donde habitan el Presidente, su hermana Karina y el asesor de comunicación en vías de diversificación Santiago Caputo.
A diferencia de Caputo, de Karina y de otros habitués de la cercanía presidencial que vienen de otros mundos, como Adorni, ella concentra una carga de gestión que la expone a una presión desafiante.
“Es la mejor ministra”, dijo Milei. ¿Está blindada? Quienes hoy dicen que sí conceden también que Posse era hasta hace tres meses el alter ego del Presidente, el dueño de una amistad entrañable forjada en los pasillos de la Corporación América. El “rulo de estatua”, sin embargo, también voló con el viento. “Con Sandra es otra cosa”, insisten. Y resaltan el reconocimiento que le hace Milei a la lucha que está dando contra los movimientos sociales del kirchnerismo y la izquierda. Un pilar del relato libertario.
Con Milei fuera del país, Francos desplegó sus dotes diplomáticas para limpiar el aire después de la salida de Posse. A muchos en el gabinete el cambio les generó alivio: culpaban al ministro saliente de ser “experto en frenar expedientes”. Pocos habían logrado construir camaradería con él y las sospechas de que existía un mecanismo de espionaje interno –verdad o mito– sembraron un denso clima de paranoia. El miedo a usar WhatsApp se ha vuelto costumbre. Los teléfonos encriptados están cajoneados, sin usar. Algunos temas solo se hablan en reuniones cara a cara en espacios inhabituales.
Llevarse a los ministros a tomar un café en una confitería cercana a la Casa Rosada fue una jugada de Francos para mostrar cohesión en un equipo que acusa el desgaste.
En la mesa sonreía el ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, a quien algunas fuentes que dialogan a diario con Milei lo ponen en duda de cara a un próximo recambio. Lo mismo ocurre con el ministro de Salud, Mario Russo, que a las polémicas que acumuló por su trabajo algunos les suman el handicap de su origen político: fue hombre de Joaquín de la Torre en la Municipalidad de San Miguel.
Los movimientos pendientes agitan las internas. Patricia Bullrich, que padeció en el pasado la ira de Milei, integra la lista teórica de los intocables. Pero está en guardia por los movimientos en la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), ahora que salió Silvestre Sívori, hombre de Posse. Aspira a quedarse con el control del área de investigaciones contra el narcotráfico, en una potencial división del actual organismo. Otras fuerzas pugnan por mantener un ente centralizado, al mando de quien será el nuevo “Señor 5”, Sergio Neiffert, apadrinado por Santiago Caputo.
Bullrich juega en silencio. Ella es de las ministras que, gracias a su experiencia en la política, aprovechan la ventaja de tener un jefe que delega sin miedo las responsabilidades de gobierno. Ocurre incluso con Luis Caputo, en Economía, la especialidad del Presidente. “Javier está pendiente de los números, pero actúa como una suerte de auditor. El que administra el plan es Toto”, explica un funcionario de la Casa Rosada.
Caputo disfruta del estrellato con la comunidad libertaria. La desinflación que sostiene el apoyo popular del Gobierno, a pesar de la recesión, le vale el elogio constante de Milei. Hoy nadie duda de su continuidad. Salvo él: suele decir que su tiempo es acotado. Que tiene una misión por cumplir (salir del cepo sin riesgo) y que después dejará su lugar a otro. Con la misma convicción decía hace siete meses que jamás volvería a integrar un gobierno.
Milei quiere cuidarlo. Por eso, cavila qué alcance tendrá el ministerio que le prometió a Federico Sturzenegger. Busca que no haya choques entre dos técnicos que ya tuvieron fricciones en tiempos de Mauricio Macri. En juego están muchas funciones que acaparaba Posse, como el manejo de las empresas públicas.
Ley Bases
Francos tiene muchos casilleros por llenar en la Jefatura de Gabinete o por diluir en otras áreas. Le espera una larga conversación con Milei de temas que al Presidente lo aburren soberanamente. Mucho más ahora que se le abren escenarios de dimensión global para extender su batalla cultural contra las “ideas socializantes”.
En el corto plazo queda por verse el destino del Ministerio del Interior, ahora rebajado a secretaría, a cargo de Lisandro Catalán, mano derecha de Francos. Hay quienes sugieren que sería el lugar indicado para empoderar aún más a Eduardo “Lule” Menem, la persona en quien más confía Karina Milei para la construcción política.
No está claro que Francos quiera resignar ese lugar. Entre los libertarios cuestionan el sentido de una Jefatura de Gabinete de amplísimos poderes: sugieren que lo ideal sería convertirla en una suerte de gran ministerio político y reducir al mínimo sus funciones administrativas, independientemente de la fisonomía que se le dio en la Constitución de 1994.
A Francos le urge ahora garantizar la sanción de las primeras leyes de Milei. Se anotó el triunfo esta semana de destrabar el dictamen, al precio de haber aceptado infinidad de cambios a la carta. El trámite se definirá por uno o dos votos de diferencia. La sesión se agendó para dentro de dos semanas con la idea de evitar un Waterloo en el recinto. Hay que ordenar el texto, contar bien los votos para cada capítulo y rogar un debate ordenado en el que no haya chispas que provoquen un incendio. La vicepresidenta Victoria Villarruel tiene una prueba de carácter en el horizonte. ¿Le alcanzará un éxito para reconciliarse de verdad con Milei o la distancia entre ellos ya es insalvable? Por suerte para ella, no está a tiro de decreto.
Las leyes completarán su tedioso ciclo de aprobación dentro de un mes, con viento a favor. Hasta entonces el gabinete vivirá en la inestabilidad de un cambio anunciado. La gestión se resiente: el Gobierno queda expuesto demasiado seguido a crisis que no ve venir, como pasó esta semana con las fallas en el suministro de gas.
El desafío que espera a Milei, mientras acomoda piezas sueltas, es cómo moldear un gabinete que crezca en volumen político y que se anticipe a los problemas. El gobierno libertario ha sido hasta el momento muy activo para expulsar, pero incapaz de sumar.
Será un proceso complejo. Milei desconfía de los acuerdos de cúpula; por eso se negó a pactar con Pro. El revalidado Francos lo alienta en ese designio. Los últimos acontecimientos acotan a su vez el semillero del mundo privado: hay que correr el riesgo de sumarse a un tren del que tantos han salido volando, tapados de denuncias e insinuaciones.
La bronca que hoy embarga a Posse, que además de un amigo perdió su empleo en la empresa donde era gerente, puede ser una alerta temprana para otros aspirantes a aventurarse en la función pública. El ministro saliente puso en el comunicado con el que anunció su renuncia que seguirá en el Gobierno “en un nuevo rol”. Milei no lo validó aún. “Está en veremos. Capaz le dan la embajada en Zambia”, ironizó un habitante de la Casa Rosada. De lograrlo, no sería el único funcionario que decepcionó a Milei pero se mantiene en un cargo por la culpa que le genera al Presidente haberlo hecho renunciar a su trabajo previo.
Son nimiedades de un experimento político en sus etapas iniciales. La verdadera incógnita pendiente es si Milei será capaz de sobreponerse a su propia naturaleza para convertirse en un gestor eficiente del Estado, esa “organización criminal” a la que le profesa incansablemente su más fervoroso desprecio.
Las sospechas de espionaje generaron un clima de paranoia entre los ministros
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Nadie está seguro en su silla. El gabinete de Javier Milei atraviesa una crisis en la que se entremezclan el dramatismo por la emergencia económica heredada, la inexperiencia política, juegos de ambición apenas disimulados y rencores tejidos en tiempo récord.
La certeza de que se vienen más cambios en el equipo de gobierno altera a gran parte de los ministros y altos funcionarios. No solo por la posibilidad de perder un puesto, sino porque se ha convertido en tendencia que el despido venga acompañado de una factura de destratos y acusaciones.
Milei anticipó que pensaba hacer una reestructuración amplia después de la sanción (o el fracaso, si ese fuera el resultado) de la Ley Bases. El comentario cortó la última vía de oxígeno de Nicolás Posse, el jefe de Gabinete al que presentaba como su amigo íntimo y en quien llegó a delegar enormes porciones de poder.
Posse renunció antes de lo que Milei deseaba, harto del vacío que le hacía su jefe. Primero en privado y después en público, cuando le negó ostensiblemente el saludo en los actos del 25 de Mayo. “Javier reacciona en la vida real con la lógica de las redes sociales. Si algo le molesta, te bloquea”, explica un legislador que lo conoce desde hace años.
Milei, que estaba a punto de subirse al avión presidencial hacia Estados Unidos, sorteó la urgencia con la designación de Guillermo Francos como jefe de Gabinete. Una señal de reconocimiento al ministro con más consenso puertas afuera de la fortaleza libertaria. También, un canto al pragmatismo que tantas veces se esmera en ocultar.
Sobre Posse cayó una lluvia de recriminaciones. Se confirmó la versión tantas veces negada de que la relación de confianza con Milei estaba rota desde el verano. Se le imputaron incapacidad administrativa, haberle mentido al Presidente, usar los servicios de inteligencia a su cargo para espiar a los ministros y manejos opacos en las empresas públicas.
Antes de que se aplacaran las réplicas del terremoto, con decenas de funcionarios que aportó Posse en la puerta de salida, estalló el escándalo en Capital Humano. La chispa fue la confirmación de que había toneladas de comida sin repartir y con riesgo de vencimiento en dos depósitos oficiales.
La ministra Sandra Pettovello había negado durante semanas que eso fuera cierto. Luego el discurso oficial reflejó que estaban almacenados para responder ante eventuales catástrofes y finalmente la culpa cayó como una losa sobre el secretario de Niñez, Pablo de la Torre, que terminó eyectado con una denuncia ante la Oficina Anticorrupción (OA). Le achacaron la responsabilidad de un polémico régimen de contratación de empleados públicos a través de un convenio con la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI).
Milei se abroqueló en el apoyo a Pettovello durante los tiempos libres de su gira por Silicon Valley. Ordenó “vaciarle el cargador” a De la Torre, como graficó un dirigente libertario. No le importó dinamitar el vínculo con Joaquín de la Torre, senador bonaerense y hermano de Pablo, con quien se había reunido dos semanas atrás y que se perfilaba como un armador político de La Libertad Avanza en la provincia.
“No trabajamos con gente que no tengamos el 100% de confianza”, dijo el vocero Manuel Adorni en su última conferencia de prensa. Por vías oficiosas seguía el reguero de acusaciones a De la Torre. En su entorno dicen que está “perplejo” por la situación. Insisten en que le había avisado a Pettovello que había alimentos almacenados a punto de caducar y rechazan la denuncia sobre los contratos de la OEI. Sugieren que es una práctica que rige en todo el ministerio, que se usó como vía rápida para evitar una parálisis en la gestión. En público, el expulsado preservó a Pettovello y apuntó a una supuesta infiltración kirchnerista del ministerio.
El episodio deja una enseñanza que recorre el boca en boca de los funcionarios: “Hay que dejar todo por escrito”.
La máquina de echar
Pettovello ha confesado a gente cercana que por momentos se siente abrumada. Sin experiencia política, asumió el control de un elefante administrativo, a cargo de Trabajo, Desarrollo Social y Educación. En casi seis meses ha expulsado a 20 funcionarios de primera y segunda línea, sin la más mínima diplomacia.
Cumple a la vez un rol de contención emocional de Milei. Se mueve en el segundo círculo del poder, contiguo al núcleo donde habitan el Presidente, su hermana Karina y el asesor de comunicación en vías de diversificación Santiago Caputo.
A diferencia de Caputo, de Karina y de otros habitués de la cercanía presidencial que vienen de otros mundos, como Adorni, ella concentra una carga de gestión que la expone a una presión desafiante.
“Es la mejor ministra”, dijo Milei. ¿Está blindada? Quienes hoy dicen que sí conceden también que Posse era hasta hace tres meses el alter ego del Presidente, el dueño de una amistad entrañable forjada en los pasillos de la Corporación América. El “rulo de estatua”, sin embargo, también voló con el viento. “Con Sandra es otra cosa”, insisten. Y resaltan el reconocimiento que le hace Milei a la lucha que está dando contra los movimientos sociales del kirchnerismo y la izquierda. Un pilar del relato libertario.
Con Milei fuera del país, Francos desplegó sus dotes diplomáticas para limpiar el aire después de la salida de Posse. A muchos en el gabinete el cambio les generó alivio: culpaban al ministro saliente de ser “experto en frenar expedientes”. Pocos habían logrado construir camaradería con él y las sospechas de que existía un mecanismo de espionaje interno –verdad o mito– sembraron un denso clima de paranoia. El miedo a usar WhatsApp se ha vuelto costumbre. Los teléfonos encriptados están cajoneados, sin usar. Algunos temas solo se hablan en reuniones cara a cara en espacios inhabituales.
Llevarse a los ministros a tomar un café en una confitería cercana a la Casa Rosada fue una jugada de Francos para mostrar cohesión en un equipo que acusa el desgaste.
En la mesa sonreía el ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, a quien algunas fuentes que dialogan a diario con Milei lo ponen en duda de cara a un próximo recambio. Lo mismo ocurre con el ministro de Salud, Mario Russo, que a las polémicas que acumuló por su trabajo algunos les suman el handicap de su origen político: fue hombre de Joaquín de la Torre en la Municipalidad de San Miguel.
Los movimientos pendientes agitan las internas. Patricia Bullrich, que padeció en el pasado la ira de Milei, integra la lista teórica de los intocables. Pero está en guardia por los movimientos en la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), ahora que salió Silvestre Sívori, hombre de Posse. Aspira a quedarse con el control del área de investigaciones contra el narcotráfico, en una potencial división del actual organismo. Otras fuerzas pugnan por mantener un ente centralizado, al mando de quien será el nuevo “Señor 5”, Sergio Neiffert, apadrinado por Santiago Caputo.
Bullrich juega en silencio. Ella es de las ministras que, gracias a su experiencia en la política, aprovechan la ventaja de tener un jefe que delega sin miedo las responsabilidades de gobierno. Ocurre incluso con Luis Caputo, en Economía, la especialidad del Presidente. “Javier está pendiente de los números, pero actúa como una suerte de auditor. El que administra el plan es Toto”, explica un funcionario de la Casa Rosada.
Caputo disfruta del estrellato con la comunidad libertaria. La desinflación que sostiene el apoyo popular del Gobierno, a pesar de la recesión, le vale el elogio constante de Milei. Hoy nadie duda de su continuidad. Salvo él: suele decir que su tiempo es acotado. Que tiene una misión por cumplir (salir del cepo sin riesgo) y que después dejará su lugar a otro. Con la misma convicción decía hace siete meses que jamás volvería a integrar un gobierno.
Milei quiere cuidarlo. Por eso, cavila qué alcance tendrá el ministerio que le prometió a Federico Sturzenegger. Busca que no haya choques entre dos técnicos que ya tuvieron fricciones en tiempos de Mauricio Macri. En juego están muchas funciones que acaparaba Posse, como el manejo de las empresas públicas.
Ley Bases
Francos tiene muchos casilleros por llenar en la Jefatura de Gabinete o por diluir en otras áreas. Le espera una larga conversación con Milei de temas que al Presidente lo aburren soberanamente. Mucho más ahora que se le abren escenarios de dimensión global para extender su batalla cultural contra las “ideas socializantes”.
En el corto plazo queda por verse el destino del Ministerio del Interior, ahora rebajado a secretaría, a cargo de Lisandro Catalán, mano derecha de Francos. Hay quienes sugieren que sería el lugar indicado para empoderar aún más a Eduardo “Lule” Menem, la persona en quien más confía Karina Milei para la construcción política.
No está claro que Francos quiera resignar ese lugar. Entre los libertarios cuestionan el sentido de una Jefatura de Gabinete de amplísimos poderes: sugieren que lo ideal sería convertirla en una suerte de gran ministerio político y reducir al mínimo sus funciones administrativas, independientemente de la fisonomía que se le dio en la Constitución de 1994.
A Francos le urge ahora garantizar la sanción de las primeras leyes de Milei. Se anotó el triunfo esta semana de destrabar el dictamen, al precio de haber aceptado infinidad de cambios a la carta. El trámite se definirá por uno o dos votos de diferencia. La sesión se agendó para dentro de dos semanas con la idea de evitar un Waterloo en el recinto. Hay que ordenar el texto, contar bien los votos para cada capítulo y rogar un debate ordenado en el que no haya chispas que provoquen un incendio. La vicepresidenta Victoria Villarruel tiene una prueba de carácter en el horizonte. ¿Le alcanzará un éxito para reconciliarse de verdad con Milei o la distancia entre ellos ya es insalvable? Por suerte para ella, no está a tiro de decreto.
Las leyes completarán su tedioso ciclo de aprobación dentro de un mes, con viento a favor. Hasta entonces el gabinete vivirá en la inestabilidad de un cambio anunciado. La gestión se resiente: el Gobierno queda expuesto demasiado seguido a crisis que no ve venir, como pasó esta semana con las fallas en el suministro de gas.
El desafío que espera a Milei, mientras acomoda piezas sueltas, es cómo moldear un gabinete que crezca en volumen político y que se anticipe a los problemas. El gobierno libertario ha sido hasta el momento muy activo para expulsar, pero incapaz de sumar.
Será un proceso complejo. Milei desconfía de los acuerdos de cúpula; por eso se negó a pactar con Pro. El revalidado Francos lo alienta en ese designio. Los últimos acontecimientos acotan a su vez el semillero del mundo privado: hay que correr el riesgo de sumarse a un tren del que tantos han salido volando, tapados de denuncias e insinuaciones.
La bronca que hoy embarga a Posse, que además de un amigo perdió su empleo en la empresa donde era gerente, puede ser una alerta temprana para otros aspirantes a aventurarse en la función pública. El ministro saliente puso en el comunicado con el que anunció su renuncia que seguirá en el Gobierno “en un nuevo rol”. Milei no lo validó aún. “Está en veremos. Capaz le dan la embajada en Zambia”, ironizó un habitante de la Casa Rosada. De lograrlo, no sería el único funcionario que decepcionó a Milei pero se mantiene en un cargo por la culpa que le genera al Presidente haberlo hecho renunciar a su trabajo previo.
Son nimiedades de un experimento político en sus etapas iniciales. La verdadera incógnita pendiente es si Milei será capaz de sobreponerse a su propia naturaleza para convertirse en un gestor eficiente del Estado, esa “organización criminal” a la que le profesa incansablemente su más fervoroso desprecio.
Las sospechas de espionaje generaron un clima de paranoia entre los ministros
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Miguel Pichetto. “Si el Presidente designa a Sturzenegger, es un mensaje a Caputo”
El diputado de Hacemos celebra el nombramiento de Guillermo Francos como jefe de Gabinete por su vocación política; anticipa que no se votarán a libro cerrado las reformas de la Ley Bases
Laura Serra“Hay sectores que votaron a Milei y ahora se ven impactados”
Miguel Pichetto, jefe de bloque de Hacemos Coalición Federal, pertenece al abanico de diputados enrolados en la “oposición dialoguista” aunque él, por trayectoria y convicción política, se inclina más hacia el costado “dialoguista” que al rol de opositor duro al Gobierno. Es así que celebra la llegada de Guillermo Francos a la Jefatura de Gabinete, es partidario de facilitar la sanción de la Ley Bases y del paquete fiscal aunque, sin descuidar su papel opositor, advierte también sobre algunos déficits de la gestión de Javier Milei y enciende una luz amarilla ante el posible ingreso del economista Federico Sturzenegger al gabinete.
“Indudablemente es un hombre de confianza del Presidente, en orden a la visión económica que tiene, aunque es rígido y carente de capacidad de negociación y de diálogo –sostiene Pichetto en una entrevista con la nacion–. Hay que ver qué función ocupa Sturzenegger. Si es para ayudar en el proceso de desregulación económica y en las privatizaciones que el Congreso determine en la Ley Bases o en futuras leyes, no sería tan preocupante. Me parece que su presencia en el gabinete encierra también un mensaje al actual ministro de Economía”.
–¿A qué se refiere?
–Bueno, porque no deja de ser un hombre que siempre ha tenido, digamos, una mirada más controversial en términos de su experiencia pasada con [Luis] Caputo. No quiero hacer futurismo ni tampoco analizar conductas. Siempre me limito a analizar la historia. Me parece importante la historia. Bueno, si es designado en el gabinete es porque, sin dudas, Sturzenegger es un hombre de su confianza y su palabra, para el Presidente, tiene un valor. Lo que no deja de ser un dato revelador.
–¿Cómo evalúa la llegada de Francos a la Jefatura de Gabinete?
–A mí me parece una decisión acertada el reemplazo (de Nicolás Posse por Francos). Francos es un hombre que tiene un fuerte compromiso con la política, con el acuerdo. Con la política bien entendida. Es un aporte muy interesante para suplir lo que le falta al Gobierno, que es darle un sentido político a las decisiones y una comunicación con la oposición que no esté basada en la agresión, en la ofensa.
–Justamente, Francos dijo que el presidente Milei lo eligió porque “con la política argentina se le hace complicado, no la entiende”. ¿No le llamó la atención esta frase?
–No quiero ser comentarista de palabras de otros, pero a mí me parece que la designación tiene que ver con un significante, el diálogo, el acuerdo, que el Gobierno no tenía. En realidad, Francos ya venía cumpliendo esta tarea (como ministro del Interior) al negociar con la Cámara de Diputados la Ley Bases y el paquete fiscal. Permitió que se modificara, que se acotara y que saliera aprobada con un porcentaje importante.
–Pero vuelvo al hecho de que Milei, a priori, parece abjurar de la política. ¿Eso es sostenible en un presidente?
–Bueno, es sostenible en la medida en que haya una comprensión y una adaptación a la realidad. Hay que reconocer que, en esta última etapa, Milei ha dejado que el ala dialoguista del Gobierno negociara con las dos cámaras para que avancen los acuerdos. Me parece que hay una cuota de razonabilidad.
–¿Qué actitud tendrá la Cámara de Diputados con la Ley Bases y el paquete fiscal cuando vuelvan con modificaciones incorporadas por el Senado? ¿Habrá una aprobación exprés de los proyectos?
–No, nosotros tenemos el derecho a analizar las reformas que haga el Senado, hacerlo con eficacia y con cierta rapidez. No vamos a volver a discutir todo el articulado de nuevo, solo los cambios que se incorporen, pero nada de libro cerrado. Si las reformas son para mejorar la ley, bueno, las aceptaremos. La verdad es que muchos temas que ahora está viendo el Senado ya los vimos nosotros y algunos las dejamos pasar. Acá hay que ver la película entera, nosotros hicimos un recorte muy importante (respecto de los proyectos originales), sacamos las retenciones al campo, eliminamos los capítulos que modificaban los códigos tanto civil como penal, el referido a la reforma política… Algunos periodistas dicen que se va a aprobar una ley deshilachada [se enoja]. No reconocen que incorporamos en la Ley Bases un capítulo sobre reforma laboral. Lo que pasa es que el periodismo argentino no analiza bien los eventos, todo es tan fugaz en este mundo líquido, con algunos periodistas que hablan siempre bien del Gobierno y publican encuestas todos los días. Vaya a saber de dónde las sacan.
–¿Qué reformas podrían aceptar? Por ejemplo, los senadores incorporarían más salvaguardas para la industria local en el Régimen de Incentivos a las Grandes Inversiones, el RIGI.
–Sí, todo eso puede ser, también estoy de acuerdo con que habría que hacer una ley para las pymes con beneficios fiscales. Pero tengo una visión contraria a la que plantean la Unión Industrial Argentina y la CGT sobre el RIGI. Este régimen apunta a tres sectores centrales de la Argentina: uno es el gas. Esta semana tuvimos una crisis de abastecimiento por no haber terminado una planta gasificadora y tuvimos que ir a comprarle urgente en compra directa a Brasil barcos gasificadores para cubrir la demanda eléctrica. El otro es el petróleo: la Argentina tiene que lograr el autoabastecimiento. Y el tercero es el minero. Para estos tres sectores sirven las grandes inversiones del RIGI. El Gobierno no lo explicitó correctamente. Entonces aparece el doctor (Daniel) Funes de Rioja, del estudio Bruchou y Funes de Rioja, para cuestionar el RIGI. El mismo que puso al titular de la Aduana. Dijo que el régimen afecta a las pymes. Lo mismo dijo la CGT. Y yo creo, como el presidente de YPF, Horacio Marín, que si vienen grandes inversiones en minería, petróleo y gas, va a haber más trabajo y va a derramar sobre las pymes.
–La crítica es que el régimen promete beneficios muy generosos para los inversores.
–Pero es que nadie cree en la Argentina. El problema es que la Argentina no es un país confiable. Además, este régimen es muy parecido al contrato que se firmó durante el gobierno kirchnerista con la empresa Chevron para Vaca Muerta. Lo firmó Cristina Kirchner, con el agravante de que fue secreto. Contiene muchas de las concesiones que ahora están en el RIGI. Si la Argentina no es confiable es porque hay cambio permanente de reglas. Pasó, lamentablemente, hace poco con las generadoras eléctricas: tuvieron que aceptar un bono que les impuso el Estado con una quita del 50% de la deuda con Cammesa. El Gobierno argumentó que la emergencia tal y cual cosa, bueno, todo esto deja secuelas en términos de credibilidad.
–La semana próxima está previsto debatir en Diputados la recomposición de los haberes de los jubilados. También el financiamiento de las universidades y el fondo para los salarios docentes.
–El tema de los jubilados es muy sensible. Entiendo al Gobierno con su DNU (que reconoce una recomposición de 12 puntos de la inflación de enero pasado, cuando esta trepó al 20,5%), pero también es cierto que el principal ajuste que el Gobierno hizo recayó sobre el sector pasivo. Sería oportuno, bueno y conveniente sacar primero la Ley Bases y abordar después estos temas que están pendientes.
–Milei ha dicho que vetará toda ley que altere el equilibrio fiscal.
–El veto es un instrumento del Poder Ejecutivo, tampoco hay que dramatizarlo. ¿El Gobierno podría pagar un costo con eso? Podría. Por eso debería evaluarlo bien.
–¿Qué mérito le observa a la gestión de Caputo? En la oposición cuestionan que hubo más licuadora que gestión para bajar el gasto público.
–En un primer análisis creo que era imprescindible dar una muestra de que se puede gobernar con cierto orden fiscal. Pero en algún momento hay que instrumentar un modelo de estabilización y también de reactivación productiva. Está parada la obra pública, aun la que está financiada con fondos internacionales, se derrumbó la actividad económica y el consumo, hay pérdida de empleo en el sector industrial. A eso se suma el aumento en los servicios públicos, en los impuestos provinciales y municipales. Hoy la gente, los trabajadores, están soportando una enorme carga.
–¿Qué le dice su olfato político? ¿Cuánto tiempo puede tolerar la gente esta situación?
–No sabría decirlo. Veo que hay sectores que han votado a Milei y que ahora se ven impactados.
–¿Le resulta difícil ser un “opositor dialoguista” en este contexto? Algunos dicen que usted es el mejor oficialista cuando es opositor.
–No, esas son estupideces que se dicen. Yo siempre actué con la misma responsabilidad pensando en la gobernabilidad y en el país. En este momento el Gobierno necesita tener los instrumentos para poder abordar la tarea de gestión que, advierto, todavía no se ha emprendido. Creo que hay que pararse con un fuerte sentido común, también con un espíritu crítico frente a todos los temas y tener siempre un pensamiento estratégico en función de la Argentina, en qué es lo mejor para el país.
–Usted dice que todavía el Gobierno no emprendió la gestión. ¿Tiene que ver con que no tiene mayorías en el Congreso o adolece de déficits intrínsecos en la gestión?
–El Gobierno quiso arrancar con un megaproyecto de más de 600 artículos, algo sin precedentes según mi experiencia parlamentaria, y mirá que llevo muchos años aquí. Yo hubiera avanzado con leyes más cortas; de haber sido así, Milei contaba antes de fin de año con esas herramientas. Es muy difícil tratar estas megaleyes, no me gustan. Yo puedo entender que un gobierno quiera votar leyes fundacionales, pero además hay que gestionar, y para eso se tiene que armar un equipo de gobierno.
–Hablando de equipo de gobierno, ¿qué opina de que las principales decisiones recaigan en el trío que integran el Presidente, su hermana Karina y Santiago Caputo, que no tiene una función formal en el gabinete?
–Eso no lo sé. Aparentemente es el círculo de confianza del Presidente. Es lo que dicen los medios. Yo no lo sé.
“Tenemos el derecho a analizar las reformas que haga el Senado, con eficacia y con cierta rapidez”
“Tengo una visión contraria a la que plantean la Unión Industrial y la CGT sobre el RIGI”
“El principal ajuste que el Gobierno hizo recayó sobre el sector de los jubilados”
Miguel Pichetto, jefe de bloque de Hacemos Coalición Federal, pertenece al abanico de diputados enrolados en la “oposición dialoguista” aunque él, por trayectoria y convicción política, se inclina más hacia el costado “dialoguista” que al rol de opositor duro al Gobierno. Es así que celebra la llegada de Guillermo Francos a la Jefatura de Gabinete, es partidario de facilitar la sanción de la Ley Bases y del paquete fiscal aunque, sin descuidar su papel opositor, advierte también sobre algunos déficits de la gestión de Javier Milei y enciende una luz amarilla ante el posible ingreso del economista Federico Sturzenegger al gabinete.
“Indudablemente es un hombre de confianza del Presidente, en orden a la visión económica que tiene, aunque es rígido y carente de capacidad de negociación y de diálogo –sostiene Pichetto en una entrevista con la nacion–. Hay que ver qué función ocupa Sturzenegger. Si es para ayudar en el proceso de desregulación económica y en las privatizaciones que el Congreso determine en la Ley Bases o en futuras leyes, no sería tan preocupante. Me parece que su presencia en el gabinete encierra también un mensaje al actual ministro de Economía”.
–¿A qué se refiere?
–Bueno, porque no deja de ser un hombre que siempre ha tenido, digamos, una mirada más controversial en términos de su experiencia pasada con [Luis] Caputo. No quiero hacer futurismo ni tampoco analizar conductas. Siempre me limito a analizar la historia. Me parece importante la historia. Bueno, si es designado en el gabinete es porque, sin dudas, Sturzenegger es un hombre de su confianza y su palabra, para el Presidente, tiene un valor. Lo que no deja de ser un dato revelador.
–¿Cómo evalúa la llegada de Francos a la Jefatura de Gabinete?
–A mí me parece una decisión acertada el reemplazo (de Nicolás Posse por Francos). Francos es un hombre que tiene un fuerte compromiso con la política, con el acuerdo. Con la política bien entendida. Es un aporte muy interesante para suplir lo que le falta al Gobierno, que es darle un sentido político a las decisiones y una comunicación con la oposición que no esté basada en la agresión, en la ofensa.
–Justamente, Francos dijo que el presidente Milei lo eligió porque “con la política argentina se le hace complicado, no la entiende”. ¿No le llamó la atención esta frase?
–No quiero ser comentarista de palabras de otros, pero a mí me parece que la designación tiene que ver con un significante, el diálogo, el acuerdo, que el Gobierno no tenía. En realidad, Francos ya venía cumpliendo esta tarea (como ministro del Interior) al negociar con la Cámara de Diputados la Ley Bases y el paquete fiscal. Permitió que se modificara, que se acotara y que saliera aprobada con un porcentaje importante.
–Pero vuelvo al hecho de que Milei, a priori, parece abjurar de la política. ¿Eso es sostenible en un presidente?
–Bueno, es sostenible en la medida en que haya una comprensión y una adaptación a la realidad. Hay que reconocer que, en esta última etapa, Milei ha dejado que el ala dialoguista del Gobierno negociara con las dos cámaras para que avancen los acuerdos. Me parece que hay una cuota de razonabilidad.
–¿Qué actitud tendrá la Cámara de Diputados con la Ley Bases y el paquete fiscal cuando vuelvan con modificaciones incorporadas por el Senado? ¿Habrá una aprobación exprés de los proyectos?
–No, nosotros tenemos el derecho a analizar las reformas que haga el Senado, hacerlo con eficacia y con cierta rapidez. No vamos a volver a discutir todo el articulado de nuevo, solo los cambios que se incorporen, pero nada de libro cerrado. Si las reformas son para mejorar la ley, bueno, las aceptaremos. La verdad es que muchos temas que ahora está viendo el Senado ya los vimos nosotros y algunos las dejamos pasar. Acá hay que ver la película entera, nosotros hicimos un recorte muy importante (respecto de los proyectos originales), sacamos las retenciones al campo, eliminamos los capítulos que modificaban los códigos tanto civil como penal, el referido a la reforma política… Algunos periodistas dicen que se va a aprobar una ley deshilachada [se enoja]. No reconocen que incorporamos en la Ley Bases un capítulo sobre reforma laboral. Lo que pasa es que el periodismo argentino no analiza bien los eventos, todo es tan fugaz en este mundo líquido, con algunos periodistas que hablan siempre bien del Gobierno y publican encuestas todos los días. Vaya a saber de dónde las sacan.
–¿Qué reformas podrían aceptar? Por ejemplo, los senadores incorporarían más salvaguardas para la industria local en el Régimen de Incentivos a las Grandes Inversiones, el RIGI.
–Sí, todo eso puede ser, también estoy de acuerdo con que habría que hacer una ley para las pymes con beneficios fiscales. Pero tengo una visión contraria a la que plantean la Unión Industrial Argentina y la CGT sobre el RIGI. Este régimen apunta a tres sectores centrales de la Argentina: uno es el gas. Esta semana tuvimos una crisis de abastecimiento por no haber terminado una planta gasificadora y tuvimos que ir a comprarle urgente en compra directa a Brasil barcos gasificadores para cubrir la demanda eléctrica. El otro es el petróleo: la Argentina tiene que lograr el autoabastecimiento. Y el tercero es el minero. Para estos tres sectores sirven las grandes inversiones del RIGI. El Gobierno no lo explicitó correctamente. Entonces aparece el doctor (Daniel) Funes de Rioja, del estudio Bruchou y Funes de Rioja, para cuestionar el RIGI. El mismo que puso al titular de la Aduana. Dijo que el régimen afecta a las pymes. Lo mismo dijo la CGT. Y yo creo, como el presidente de YPF, Horacio Marín, que si vienen grandes inversiones en minería, petróleo y gas, va a haber más trabajo y va a derramar sobre las pymes.
–La crítica es que el régimen promete beneficios muy generosos para los inversores.
–Pero es que nadie cree en la Argentina. El problema es que la Argentina no es un país confiable. Además, este régimen es muy parecido al contrato que se firmó durante el gobierno kirchnerista con la empresa Chevron para Vaca Muerta. Lo firmó Cristina Kirchner, con el agravante de que fue secreto. Contiene muchas de las concesiones que ahora están en el RIGI. Si la Argentina no es confiable es porque hay cambio permanente de reglas. Pasó, lamentablemente, hace poco con las generadoras eléctricas: tuvieron que aceptar un bono que les impuso el Estado con una quita del 50% de la deuda con Cammesa. El Gobierno argumentó que la emergencia tal y cual cosa, bueno, todo esto deja secuelas en términos de credibilidad.
–La semana próxima está previsto debatir en Diputados la recomposición de los haberes de los jubilados. También el financiamiento de las universidades y el fondo para los salarios docentes.
–El tema de los jubilados es muy sensible. Entiendo al Gobierno con su DNU (que reconoce una recomposición de 12 puntos de la inflación de enero pasado, cuando esta trepó al 20,5%), pero también es cierto que el principal ajuste que el Gobierno hizo recayó sobre el sector pasivo. Sería oportuno, bueno y conveniente sacar primero la Ley Bases y abordar después estos temas que están pendientes.
–Milei ha dicho que vetará toda ley que altere el equilibrio fiscal.
–El veto es un instrumento del Poder Ejecutivo, tampoco hay que dramatizarlo. ¿El Gobierno podría pagar un costo con eso? Podría. Por eso debería evaluarlo bien.
–¿Qué mérito le observa a la gestión de Caputo? En la oposición cuestionan que hubo más licuadora que gestión para bajar el gasto público.
–En un primer análisis creo que era imprescindible dar una muestra de que se puede gobernar con cierto orden fiscal. Pero en algún momento hay que instrumentar un modelo de estabilización y también de reactivación productiva. Está parada la obra pública, aun la que está financiada con fondos internacionales, se derrumbó la actividad económica y el consumo, hay pérdida de empleo en el sector industrial. A eso se suma el aumento en los servicios públicos, en los impuestos provinciales y municipales. Hoy la gente, los trabajadores, están soportando una enorme carga.
–¿Qué le dice su olfato político? ¿Cuánto tiempo puede tolerar la gente esta situación?
–No sabría decirlo. Veo que hay sectores que han votado a Milei y que ahora se ven impactados.
–¿Le resulta difícil ser un “opositor dialoguista” en este contexto? Algunos dicen que usted es el mejor oficialista cuando es opositor.
–No, esas son estupideces que se dicen. Yo siempre actué con la misma responsabilidad pensando en la gobernabilidad y en el país. En este momento el Gobierno necesita tener los instrumentos para poder abordar la tarea de gestión que, advierto, todavía no se ha emprendido. Creo que hay que pararse con un fuerte sentido común, también con un espíritu crítico frente a todos los temas y tener siempre un pensamiento estratégico en función de la Argentina, en qué es lo mejor para el país.
–Usted dice que todavía el Gobierno no emprendió la gestión. ¿Tiene que ver con que no tiene mayorías en el Congreso o adolece de déficits intrínsecos en la gestión?
–El Gobierno quiso arrancar con un megaproyecto de más de 600 artículos, algo sin precedentes según mi experiencia parlamentaria, y mirá que llevo muchos años aquí. Yo hubiera avanzado con leyes más cortas; de haber sido así, Milei contaba antes de fin de año con esas herramientas. Es muy difícil tratar estas megaleyes, no me gustan. Yo puedo entender que un gobierno quiera votar leyes fundacionales, pero además hay que gestionar, y para eso se tiene que armar un equipo de gobierno.
–Hablando de equipo de gobierno, ¿qué opina de que las principales decisiones recaigan en el trío que integran el Presidente, su hermana Karina y Santiago Caputo, que no tiene una función formal en el gabinete?
–Eso no lo sé. Aparentemente es el círculo de confianza del Presidente. Es lo que dicen los medios. Yo no lo sé.
“Tenemos el derecho a analizar las reformas que haga el Senado, con eficacia y con cierta rapidez”
“Tengo una visión contraria a la que plantean la Unión Industrial y la CGT sobre el RIGI”
“El principal ajuste que el Gobierno hizo recayó sobre el sector de los jubilados”
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