jueves, 20 de junio de 2024

ESPAÑA, LA ARGENTINA Y AVANCES EN ALZHEIRMER


El malentendido de las dos ultraderechas
Javier Cercas MADRID

España no es diferente, pero tiene sus cosas. Una de ellas es que aquí no padecemos una ultraderecha, sino dos (como mínimo): la española y la catalana, Vox y JuntsxCat. Ambas aparecieron en 2018 –antes, España era uno de los escasos países europeos sin ultraderecha en las instituciones– y, con toda lógica, una surge de la otra: el detonante de Vox fue el otoño catalán de 2017, cuya herencia recoge con orgullo Junts. Ambas ultraderechas se desgajan de la derecha tradicional: Vox, del PP; Junts, de CiU… Pero, un momento: ¿Junts, un partido de ultraderecha? Todos calificamos así a Vox, pero ¿no pasa Junts por ser un partido de derechas, o incluso progresista?
Quien no se ha enterado de que Junts es un partido de ultraderecha es que no se ha querido enterar. ¿Saben lo que significa JuntsxCat? Significa Juntos por Cataluña. ¿Qué pensarían de un partido llamado Juntos por España? ¿Debo ensuciar esta columna recordando la basura que escribió Quim Torra, único presidente de la Generalitat de Junts, contra los catalanes que no hablan catalán (entre los que no me cuento)? ¿Han oído a algún líder ultraderechista mundial llamar “bestias con forma humana” a quienes no usan su idioma? ¿Qué dirían si eso lo hubiera escrito un dirigente de Vox? ¿Por qué creen que Junts pide al PSOE el control de la inmigración? ¿Saben quiénes han sido los mejores aliados de Carles Puigdemont en Bélgica (y en toda Europa)? ¿Han oído hablar del Vlaams Belang? ¿Han leído el programa económico-social de Junts? No sigo: Junts es ahora mismo un partido reaccionario, supremacista, xenófobo, ultraliberal, de un nacionalismo extremo y un compromiso muy limitado con la democracia. ¿Existe una definición más acabada de un partido de ultraderecha? Así que Pedro Sánchez tenía toda la razón cuando, en 2018, definió a Torra como “el Le Pen de la política española”; el problema es que, cinco años después, el propio Sánchez se ha abrazado a Junts para seguir en el gobierno. Lo ha hecho con el beneplácito de casi todo el progresismo español y el argumento de que así frena a la ultraderecha. Falso: es imposible frenar a la ultraderecha con la ultraderecha. Y no puede ser más fácil pactar con la ultraderecha (catalana) que con la derecha (española)… Pero entiendo el aplauso de la izquierda. Se dirá que, en rigor, ese aplauso no es de izquierdas, y Groucho Marx estaría de acuerdo: según él, no es de izquierdas quien siempre está de acuerdo con los partidos de izquierdas (tanto si dicen un día blanco –sí a la amnistía– como si al día siguiente dicen negro –no a la amnistía–). Pero lo entiendo: al fin y al cabo, un progresista del resto de España no conoce de primera mano a Junts y solo debe realizar un esfuerzo moderado de cinismo para fingir que ese partido no es lo que es: trumpismo en estado puro. “Allá os las apañéis con ellos”, piensan nuestros amigos progresistas allende el Ebro. “Además, con lo bien que nos cae Junts desde que nos permite seguir en el gobierno y librarnos de Vox”. Lo entiendo. Pero entiendan ustedes también que muchos progresistas catalanes nos sintamos abandonados. El sentimiento está justificadísimo: baste recordar que el PSOE borró literalmente a los no secesionistas de su espeluznante pacto de legislatura con Junts, donde Cataluña se identifica sin fisuras con el secesionismo. Además, sean sinceros, ¿a que los catalanes no secesionistas les parecemos un poquito fachas? ¿A que sí? Por eso pienso a menudo que deberíamos separarnos tanto de Cataluña, donde sobramos, como del resto de España, donde sobramos también (salvo en campaña electoral, claro está). A menudo, no: muy a menudo.
La victoria más perdurable del franquismo consistió en persuadir a la izquierda de que todo lo que huele a español es facha (incluidos Cervantes y Velázquez) y todo lo que huele a lo contrario es progresista (incluidos el nacionalismo y la ultraderecha, siempre que no sean españoles). Este malentendido explica que consideremos ultraderecha a la ultraderecha española, mientras que a la ultraderecha catalana la consideramos cualquier cosa menos ultraderecha. Este malentendido nos está matando.


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Piedra libre al fracaso educativo
Miguel Ángel Schiavone
Litros de tinta y kilos de papel describen el fracaso educativo de la Argentina. Sigue vigente La tragedia educativa de Guillermo Jaim Etcheverry. Abundan los diagnósticos cuali y cuantitativos. El 40% de la población económicamente activa no completó la educación secundaria obligatoria, y solo el 15% la culmina en tiempo y forma.
En las pruebas Aprender 2023 el 49% de los alumnos no superan el nivel básico en matemática, mientras que en lengua ese porcentaje alcanza el 39%. Las pruebas PISA nos ubican por debajo de nuestros vecinos latinoamericanos. Los ministros de Educación permanecen en promedio no más de dos años en sus cargos, las políticas educativas son erráticas. No se cumple la ley de financiamiento que obliga a destinar un 6% del PBI a esta área, tampoco la jornada extendida, la escolaridad temprana con el nivel inicial, ni los 180 días de escolaridad obligatorios. Solo un 20% de los adolescentes accede a la universidad con una deserción del 40% en el primer año. Los planes de estudio están escritos sobre papiros amarillentos, los neoalumnos no encuentran neodocentes, el nivel secundario sigue planificado para el ingreso a la universidad y no hay opciones de propuestas orientadas al empleo.
La improvisación y los parches no alcanzan para salir del eclipse educativo, los intentos por “hacerla fácil” para el estudiante pueden mejorar las estadísticas, pero no el fruto de la educación. Resultados no es lo mismo que fruto, este último requiere de madurez y es producto de buena semilla, tierra fértil y pasión del campesino para cuidar al sarmiento.
Salgamos del “valle de los lamentos” y pensemos en grande. El éxito se alcanza pensando diferente; sin entender el entorno no se puede construir un modelo educativo nuevo. Algunas raíces del problema de la repitencia y el abandono escolar. Por un lado, el efecto cuna: según la última medición del ODSA-UCA un 17% de la población infantojuvenil vive bajo la línea de indigencia; los trastornos nutricionales afectan gravemente la maduración cerebral y su desempeño escolar. A eso se suma el efecto pobreza: un 65% de los niños se encuentran bajo la línea de pobreza. La necesidad laboral supera a la motivación de estudiar.
Luego, la desfamiliarización: la destrucción de la familia como núcleo del tejido social, así como otras redes de contención del niño vulnerable, es un camino seguro para ingresar en el mundo de la droga, que no solo destruye el cerebro, sino que les quita la vida. También, el “fusilamiento público” de la figura paterna: los padres tienen miedo de ejercer autoridad; cuando un padre se convierte en el mejor amigo de su hijo, este queda huérfano.
A eso se suma el hipertecnicismo: pantallas que facilitan todo, pero anulan el pensamiento crítico y reflexivo. Solo inducen al hiperconsumismo, el egoísmo y, últimamente, impulsan las adicciones y el juego por dinero. Todo, en el contexto de escuelas que no motivan: falta el fuego de la pasión motivadora que atraiga al alumno, que lo conmueva, lo impulse a la búsqueda de la verdad verdadera.
La sociedad no sale a la búsqueda y el rescate del alumno que abandonó la escuela; el desarrollo de un país requiere de educación, salud, capitales, cultura de trabajo y libertad. Todos ellos al servicio del ser humano. La Argentina parece no haber entendido que tenía todo lo necesario para crecer en materia educativa, y que fue perdiendo. En un interesante artículo, Andrés Oppenheimer ofrece como ejemplo a Singapur que hoy ocupa el primer lugar en el ranking de capital humano. Hasta 1963 era una colonia británica de tal pobreza que Gran Bretaña la abandona y Malasia se hace cargo de ella. Muy pronto los malayos se fueron y Singapur, en 1965, con una superficie no mayor al triple de la ciudad de Buenos Aires, declaró su independencia. Desde ese momento consiguió cuadruplicar su PBI per cápita. ¿Cuál fue el secreto? Sin recursos naturales ni capitales decidió invertir en la educación de su población. Hoy sus billetes no tienen la imagen de ningún presidente ni de ningún animal o planta de su territorio, tienen la imagen de una universidad con un profesor y sus estudiantes con la palabra “educación”. En palabras del Papa: “Solo cambiando la educación se puede cambiar al mundo”.

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Avances en Alzheimer
El incremento en la expectativa de vida ha aumentado la prevalencia de enfermedades neurodegenerativas, progresivas e irreversibles, como el Alzheimer (EA), la causa más común de demencia. Hasta ahora se hablaba de que el origen vendría dado por la acumulación de placas beta-amiloide y ovillos tau hiperfosforilados. Más recientemente, se la asimila también a una diabetes, denominada tipo 3, a partir de cómo las células cerebrales interactúan con la insulina, con factores de riesgo compartidos, como edad, dieta, obesidad e inflamación crónica.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) reporta unos 47 millones de personas afectadas por Alzheimer en la actualidad. En la Argentina, se calcula que hay 400.000 pacientes con esta enfermedad.
La revista Nature Medicine publicó recientemente los resultados de un estudio conducido por el Grupo de Neurobiología de las Demencias del Instituto de Investigación Sant Pau, de Barcelona. El gen más común asociado con la forma más frecuente de enfermedad de Alzheimer es la apolipoproteína E (APOE), que tiene tres formas: e2, e3 y e4, esta última asociada a un incremento del riesgo de padecer EA.
A partir de los datos de más de tres mil donantes de cerebro sumados a registros clínicos de más de 10.000 individuos con biomarcadores de EA se concluyó que pacientes con homocigotos de APOE4 tendrán un 95% de probabilidades de desarrollar la biología del Alzheimer. Tener dos copias del gen APOE4, lo que ocurre entre el 2% y el 3% de la población, anticipa la aparición de EA.
Hasta hace pocos años, solo se podía detectar esta afección mediante un examen post mortem del cerebro. Luego fueron los biomarcadores los que permitieron identificarla con buena precisión en el líquido raquídeo. La investigación ahora apunta a la sangre.
Un ensayo a partir de datos de tres cohortes observacionales reveló una precisión de entre el 90 y el 95% a la hora de descubrir EA en muestras de sangre, acompañadas por una valoración clínica de los síntomas.
Investigadores de la Universidad de Tokio acaban de lograr significativos avances en este terreno también a partir de identificar acumulaciones de proteínas ligadas a la enfermedad en sangre de pacientes con deterioro cognitivo leve e incluso asintomáticos. Esto podría conducir a un diagnóstico temprano mediante un simple análisis de sangre, rápido, certero y accesible.
La edad es el principal factor de riesgo para desarrollar EA. Uno de cada tres casos es atribuible a factores que se pueden modificar con hábitos de vida saludables, controlando el riesgo cardiovascular, el colesterol, la hipertensión y la diabetes. La epigenética, esto es, nuestra vinculación con el ambiente, puede modificar la expresión de los genes.

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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