miércoles, 19 de junio de 2024

El uso excesivo del celular por parte de los chicos, estrategias... Y COMUNICADO


ATRAPADOS EN LAS REDES
¿Y si cambiamos la norma social?La movida de familias que impulsan restringir las redes a sus hijos para protegerlos de trastornos psíquicos
Texto de Evangelina Himitian
“El tema es que no tenemos que ser uno solo.Tenemos que ser muchos para que ninguno termine teniendo que darle un celular a su hijo para que no se quede afuera de todo”. Así planteó Gonzalo Arauz ese dilema que lo estaba aquejando desde que su hijo de 8 años le preguntó cuándo iba a tener un teléfono. Desde hacía un tiempo que Gonzalo, que es licenciado en administración de empresas, venía siguiendo al psicólogo norteamericano Jonathan Haidt, que en febrero publicó su libro The anxious generation (La generación ansiosa).¿Será cierto que el uso del celular y de las redes sociales están detrás de la epidemia de trastornos psíquicos de los adolescentes? El libro de Haidt postula que quienes iniciaron su adolescencia en los años en los que se masificó el acceso a celulares con conectividad 24 por 7, se convirtieron en una generación sin tolerancia a la frustración, con constantes problemas de ánimo, crisis de ansiedad e incapacidad de aburrirse, casi siempre mirando el mundo como eso que aparece por encima de la pantalla de su celular. Justamente, en la película Intensamente 2, una de las nuevas emociones que aparecen es Ennui, que significa aburrimiento en francés, y está representada por una adolescente que siempre está echada en un sillón mirando su celular. El temor por el impacto de las redes sociales en la salud mental de los chicos se manifiesta de múltiples maneras y en todo el mundo. En este contexto presenta la primera de una serie de notas sobre los dilemas que enfrentan familias con hijos que entran en la adolescencia o la están transitando. ¿Y si postergamos la edad del primer teléfono? ¿Y si les damos uno que no tenga acceso a internet ni a redes, que solo funcione para hablar y mandar SMS? A Gonzalo estas preguntas le quedaron dando vueltas, sobre todo cuando se enteró que unas semanas después de la salida del libro, dos madres británicas, con la misma inquietud que él, habían lanzado una propuesta que en cuestión de horas se había hecho viral: ponerse de acuerdo entre los padres para cambiar la norma social sobre el momento en el que se incorporan sus hijos al mundo de los celulares. Ponerse de acuerdo, esa era la clave. Unas horas después, el grupo de WhatsApp de estas madres colapsó y llegó al límite de los 1000 miembros. Entonces, sabiendo que habían dado con un tema que importaba, armaron una página, la llamaron Smartphone Free Childhood (Infancia Libre de Celulares), y propusieron que los grupos se conformaran con alcance local, si era posible de cada colegio. En pocos días, ya había más de 60 grupos en Gran Bretaña. Más tarde, comenzaron a sumarse grupos en todo el mundo. Uno de ellos es el que armó Gonzalo con otros padres del Bede's Grammar School, el colegio bilingüe de Garín al que concurre su hijo. Mandó un mensaje al grupo de mamás y papás contando su idea. Y pronto llegaron los ecos. Hubo quienes no estuvieron de acuerdo pero, a dos meses de hacer su propuesta, unas 120 familias de esa comunidad se sumaron y firmaron un convenio que implica esperar hasta los 14 años para darles un celular a sus hijos y hasta los 16 para dejarlos usar redes sociales. “Es increíble, pero el comprometerte te hace saber que no estás solo”, dice Gonzalo.
¿Sabés qué redes sociales tiene tu hijo, qué contenidos navega o con quién chatea?
SíNo

Los padres que decidieron participar de la iniciativa comenzaron a reunirse los viernes para pensar cómo hacerla realidad. Como el mensaje se reenvió hasta volverse viral, armaron la página Manos Libres, que es la versión local del movimiento británico. Y ya hay otras escuelas en las que se están organizando. ¿Qué proponen? Correr la edad del primer celular, como plantea Haidt, posponer la vida en redes sociales y que el primer dispositivo sea un teléfono que solo sirva para llamadas y mandar mensajes, tal como impulsa el grupo global. La gran pregunta, que desvela a los que se reúnen los viernes, es cómo hacer para desprender a los adolescentes que hoy ya tienen celulares y pasan horas frente a la pantalla para cambiárselos por un dispositivo analógico. Ese parece el mayor desafío.La ansiedad es una de las características de la generación que inició su adolescencia en los años en los que se masificó el acceso a las redes sociales
Loli Larguía es una de las madres involucradas en este proyecto y tiene tres hijos, de 15, 13 y 7 años. “No es sencillo. Para el más chico me imagino que va a ser más fácil, me llena de esperanzas. Para los más grandes, es un plan intermedio que implica no llevar los celulares al colegio, no cargarlos en el cuarto y, si hacemos un plan familiar o estamos en la mesa, no hay teléfonos. Fuera de esas restricciones, tienen una hora diaria de tiempo en pantalla”, cuenta Loli. Al principio, sus hijos estaban furiosos con ella. “Después fueron entendiendo. El más grande me decía que tenía dislexia. Nos dimos cuenta que no, que tenía un exceso de tiempo en pantallas. Ahora, todo funciona mejor”, apunta. Hace poco fue el cumpleaños de su hija del medio, de 13. Le rogó que no lo hiciera, pero Loli lo hizo igual. Les mandó mensajes a las madres para pedirles que las chicas no llevaran el celular al festejo. Y si alguna lo llevaba, lo tenía que dejar en una cajita, sin que nadie lo tomara a mal. Para compensar esa falta de no tener el teléfono en la mano, Loli les ofreció un mazo de cartas a cada una. “Se olvidaron por completo del celular, se pusieron a jugar y la pasaron genial. Cuesta, pero hay que animarse”, señala. Florencia Colela, tiene seis hijos de entre 2 y 14 años, las dos mayores con celular, y es otra de las madres que se sumaron a la iniciativa de Manos Libres. “Sentir que no estoy sola en esto me da el aval para decirles a mis hijos: ‘Bueno, sí, yo en otro momento te lo di, pero ahora no te lo dejo tener todo el tiempo porque me di cuenta que no te hace bien’”, indica.
¿Permitís que utilice el celular en horarios de encuentro familiar, como el almuerzo o la cena?
SíNo

Redes bajo la lupa Desde que el libro de Haidt se convirtió en best seller, miles de padres en todo el mundo decidieron tomar medidas. La idea ya se venía gestando también con el libro Bad therapy (Mala terapia) de la periodista norteamericana Abigail Shrier, que apunta a que el estilo de crianza amable y el abordaje psicoemocional que signaron la educación en los últimos años, en lugar de ayudar al desarrollo de los niños, los están enfermando. También Shrier pone bajo la lupa a las redes. En una entrevista, cuando le preguntaron cómo se manejaba con sus propios hijos, contó que el mayor estaba entrando en la secundaria y que ella y su marido habían pensado en darle un “teléfono kosher”. La denominación teléfonos kosher se debe a que son los que utilizan las comunidades ultraortodoxas judías en Israel y en otras partes del mundo porque no tienen redes sociales, WhatsApp, ni acceso a internet. Solo permiten enviar SMS y hacer llamadas. Son analógicos, esos que están guardados por años en los cajones de las casas o se convirtieron en juguetes. Florencia y Loli son algunas de las madres que ya comenzaron a investigar por los teléfonos analógicos. ¿Se venden? ¿Funcionan si se les pone un chip? Las respuestas hasta ahora no fueron muy favorables: las compañías les explicaron que hay pocos en el mercado. “Me alegró mucho saber que otros padres piensan como yo, que si retrasaban o acotaban el uso del celular, les alargaban la infancia a sus hijos”, dice Florencia. “Cuando están frente al celular, sentís que los perdés un poco. Que todo cuesta más, que bajen a comer, que te escuchen, que interactúen”, agrega. Desde que se sumó a esta movida con otras familias, puso una norma: las pantallas solo se usan cuando baja el sol, después de bañarse y antes de cenar. En promedio, resulta ser una hora diaria. “Los primeros días, mis hijos mayores estaban enojados, sobreactuaban un poco, se pusieron a hacerle barcos de papel al más chico, como cargándome a mí, pero al final se terminaron enganchando de verdad, y se divirtieron. Lograr ese momento en el que se olviden del celular es increíble”, afirma Loli. Para Gonzalo, “la clave es cambiar la norma social” respecto a la edad en que los chicos empiezan a tener sus celulares. “Si lo hacemos aisladamente, no sirve. Por eso, tenemos que generar una comunidad. Los datos que hay a nivel global de aumentos de intentos de suicidios en adolescentes, la sensación de soledad, el grooming, el bullying, la depresión por estar expuestos a imágenes corporales que no son reales, el acoso…muchos de estos son problemas que usan como puerta de entrada el celular”, señala.De derecha a izquierda, Loli Larguia, Gonzalo Arauz, Luciana Schwartz, Florencia Colela, Javier Leveratto y Elena Griolli en una de las reuniones que realizan para articular respuestas ante el uso excesivo de pantallas por parte de los chicos
La psicóloga Tili Peña es conocida en el mundo de los colegios porque da talleres para abordar lo que implica quedar enredados en las pantallas y en las redes. Tiene su página @Tanconectados, desde la que ofrece espacios para reflexionar tanto a chicos como a adultos. Además, como mamá de tres adolescentes, es bien sabido que en su casa, cuando llegan los amigos de sus hijos, se instrumenta la cajita de los teléfonos para las visitas. La especialista suele sugerir, por ejemplo, que para las pijamadas de chicos de 11 o 12 años, los padres acuerden antes no mandar celulares o les pidan a sus hijos que se los den al adulto responsable cuando se van a dormir. “A veces, cuesta tomar esa decisión, pero es necesario porque los chicos sienten que uno los está cuidando. No creo que haya que prohibirles usar el celular, sino enseñarles a usarlo responsablemente. Poner límites está bien”, subraya.
En los talleres de Tili Peña, los chicos interactúan con máscaras para luego experimentar el cambio que implica una conversación cara a cara
Los talleres de Peña funcionaron en muchos colegios como una apertura para que los adolescentes visualicen los peligros a los que se exponen. Se hacen tres o cuatro juegos. Uno de ellos implica colocarse una máscara y tener una conversación con otro, sin verse las caras, siguiendo una consigna, por ejemplo, contar la última vez que se sintieron felices. Después, se repite sin las máscaras, y los chicos descubren qué distinto es decirse las cosas cara a cara, sin máscara ni pantalla de por medio.
Si notás que tu hijo está ansioso a causa de la sobreexposición a las pantallas y las redes, ¿qué actitud tomás?
Trato de habilitar una charla sobre aquello que lo angustia e intento que deje el celular por un tiempoNo me meto porque se enoja si le pregunto por su estado de ánimo o si le pido que deje el celular
Prohibir las pantallas, ¿sí o no? “No creo que la solución sea prohibir los teléfonos. Me parece contraproducente. Tenemos que saber que la realidad de hoy, con sus múltiples dimensiones, hace que el celular sea parte de la vida de los chicos y un elemento clave en su sociabilidad. Es la plaza, el club, el boliche de otra época. Pero eso no significa que los padres tengan que dejarlos solos y sin recursos en ese mundo”, aporta Roxana Morduchowicz, magíster en comunicación por la Universidad de París y consultora de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) en adolescencia y pantallas. Para la experta, resulta fundamental que los adolescentes tengan las herramientas para moverse en el universo tecnológico. “Hoy, las estadísticas hablan de que los chicos pasan unas 9 horas diarias frente a las pantallas. Pero si dedicaran esa cantidad de horas a leer un libro, también sería un problema, porque el tema es la falta de diversificación de bienes culturales. Tenemos que empoderarlos, enseñarles a ser ciudadanos digitales, a desarrollar mecanismos para protegerse, a poder ser autocríticos del tiempo que pasaron y cómo pueden limitarlo, pero para hacer otra cosa que les guste tanto o más”, indica.
¿Conversás con tu hijo sobre los riesgos que pueden provocar las redes sociales?
SíNo
En su libro Ciudadanía Digital, Morduchowicz plantea que, lejos de idealizar un mundo sin teléfonos inteligentes, los adultos deberían involucrarse activamente y conocer qué hacen los chicos en internet. “Muy pocos padres les preguntan a sus hijos: ´¿Qué hiciste hoy en TikTok? ¿Con quién hablaste en Instagram?’”, asegura la autora. El desafío es generar ese acercamiento y que los chicos no lo vivan como una intromisión sino como un acto de cuidado.El uso excesivo del celular por parte de los chicos, una postal que se replica en los hogares, incluso en momentos de reunión familiar
En palabras de Morduchowicz, es importante hablar de ese mundo que ellos habitan. “Ahí también rigen las normas que ponemos en casa, por ejemplo, que nadie mira sitios de pornografía, que no se hacen compras online sin autorización ni se usan sitios de apuestas, entre otras cosas”, describe. ¿Cómo pueden intervenir, entonces, los padres y las madres? “Prohibir no sirve, postergar, solo demora la entrada en la edad adolescente. Lo mejor es enseñar y establecer límites claros. Y después, los adultos tenemos que ser los primeros en cumplirlos”, sostiene la experta.
¿Consideraste alguna vez prohibirle el celular a tu hijo para preservarlo?
SíNo

Marcela Waisman es psicóloga especialista en adolescencia y asegura que el impacto de la vida digital en la salud emocional de los adolescentes es enorme, tanto por la sobreexposición a ciertos estereotipos como por el problema de las apuestas online. “Esto es relativamente nuevo porque hasta hace poco no tenían una billetera virtual en su teléfono”, apunta. Sin embargo, considera que prohibir el uso de los dispositivos no es el camino. “Más que preguntarnos cuántas horas pasa un chico frente al celular, debemos preguntarnos qué cosas deja de hacer, de qué cosas se priva por estar metido en el celular. Tenemos una cultura de la gratificación inmediata que no es real. La gratificación real es aquella que nos deja algo, que implica esfuerzo. En cambio, lo otro, lo que podemos hacer sentados frente a una pantalla no nos deja nada. Y después nos produce una sensación de vacío. Todos sabemos dónde gastar la energía, pero pocos dónde comprarla. ¿Cuáles son aquellas actividades a las que vamos sin ganas y volvemos con ganas? El gimnasio, un viaje, un encuentro con amigos, ser parte de un proyecto. A esas cosas hay que apostar”, señala.
¿Conversás con otros padres sobre los efectos del exceso del celular?
Sí, tratamos de hacer red y tomar decisiones consensuadas.No, intento manejarlo puertas adentro de casa.
Las perspectivas de los expertos varían, pero todos coinciden en que los adultos no pueden permanecer ajenos a lo que sucede en las pantallas de sus hijos. En las últimas horas, el cirujano general de Estados Unidos y máximo funcionario de salud de ese país, el médico Vivek Murthy, anunció que impulsará un pedido para que las redes sociales coloquen una etiqueta advirtiéndoles a los padres que el uso de esas plataformas puede dañar la salud mental de los adolescentes. Generar comunidad entre adultos, en este contexto, no solo puede ayudarlos a tomar decisiones consensuadas sino también a compartir experiencias, plantear dilemas y ensayar estrategias de protección ante un universo digital que no deja de crecer.
Asesoramiento para el test interactivo: Diego Herrera, licenciado en psicología de la UBA, con posgrados en psicoterapia cognitivo conductual, neuropsicología y director de Equipo Interdisciplinario Cognitivo Comportamental.

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Rechazan el uso descalificativo de palabras asociadas a la salud mental
La Asociación Argentina de Psiquiatras cuestionó dichos de Grabois y de una senadora; valerse de esos términos, dicen, estigmatiza a pacientes y familiares
Fabiola Czubaj
La asociación profesional que nuclea a los psiquiatras en el país emitió un comunicado ayer en el que rechaza que dirigentes políticos utilicen los problemas de salud mental o los hospitales especializados donde se atiende a la población para referirse a opositores o criticar medidas, sin pensar en el efecto que puedan tener esas palabras en pacientes, familiares y profesionales.
La posición de la Asociación Argentina de Psiquiatras (AAP), entidad que desde hace tiempo rechaza ese tipo de manifestaciones públicas, surgió luego de que la semana pasada se sucedieran los dichos de una senadora sobre las limitaciones que tiene un “enfermo mental” para trabajar –en ese caso era para ocupar un cargo público– y de un excandidato presidencial que recurrió a la comparación con “una sala del Borda” al hablar de la conducción del Poder Ejecutivo.
“Con preocupación seguimos escuchando que dirigentes políticos se refieren a otros haciendo referencia a que padecen problemas en la salud mental o, también, a las instituciones que se dedican a asistir a personas que padecen enfermedades mentales, como es el Hospital José T. Borda”, señala el comunicado de la AAP, que firma su presidente, Ricardo Corral, docente de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Buenos Aires.
El texto –que recuerda que justamente por su alta prevalencia las enfermedades mentales “son la principal causa de discapacidad, dolor y sufrimiento no solo en la Argentina, sino en todo el mundo”– plantea que “las personas que las padecen y sus familias se ven aún más estigmatizadas con este tipo de manifestaciones de personalidades reconocidas que las usan como insultos y agresiones o falacias ad hominem y que cobran estado público con gran difusión en los medios escritos, radio, televisión e, inclusive, las redes sociales”.
La AAP también extiende la carga de ese “estigma y discriminación” a las instituciones y los profesionales que asisten tanto a los pacientes como a sus familias, que no siempre pueden acceder en tiempo y forma a los servicios que necesitan por la falta de actualización de las políticas públicas y las normas orientadas a la respuesta en salud mental a lo largo del país.
“A esto –plantean– llamamos doble estigma; es decir, hacia las personas que padecen enfermedades mentales y las instituciones y los profesionales que se ocupan de tratarlas, asistirlas y acompañarlas. La AAP viene advirtiendo desde hace mucho tiempo de esta situación, por lo que realiza actividades de educación y concientización hacia la sociedad”.
La entidad ya respaldó hace dos años la guía Las palabras importan para erradicar los mitos más comunes sobre los problemas de salud mental y mejorar la información sobre cómo viven las personas con depresión, demencia, trastorno bipolar, trastornos del desarrollo, esquizofrenia y otras psicosis.
De acuerdo con la guía, por ejemplo, hablar de enfermo mental –como lo hizo la senadora Cristina López (Unión por la Patria-Tierra del Fuego) en la sesión del miércoles pasado–, trastornado, loco o demente es “descalificatorio y peyorativo” hacia una persona con problemas de salud mental y lo mismo aplican al calificar a un individuo por un diagnóstico: por ejemplo, esquizofrénico o bipolar.
La senadora terminó por asociar en su discurso la enfermedad mental en términos generales con la incapacidad política de un funcionario para ejercer un cargo público. Las guías consideran “incorrecto” asociar los trastornos mentales a la discapacidad intelectual “porque no suponen ni tienen por qué estar asociados”.
A la vez, se desaconseja “considerar que las personas con enfermedades mentales están incapacitadas, que los trastornos mentales son incurables y que impiden tener una vida plena”, porque los especialistas afirman que “con un tratamiento adecuado, además de un entorno social y familiar favorable, pueden superar las limitaciones parciales y transitorias del trastorno mental que padecen como para trabajar, mantener adecuadas relaciones sociales, vivir en familia y cuidar a sus hijos”.
Por su parte, el dirigente Juan Grabois, precandidato a presidente en las internas de Unión por la Patria, comparó también la semana pasada la Oficina del Presidente con “un pabellón del Borda”, comparación que la AAP rechazó en lo que se refiere a ese hospital especializado en salud mental y los pacientes que ahí se tratan
En diálogo  Corral repasó que este uso en la política de términos asociados con la salud mental para descalificar a otros sigue siendo recurrente y consideró que termina por afectar más a pacientes y personal de la salud que a los destinatarios reales. “El sistema de salud está totalmente en crisis. Si en ese contexto de mayor demanda por problemas de salud mental se estigmatiza a las personas que necesitan atención y a quienes los atienden, eso no hace otra cosa desde la política que aumentar los problemas de acceso de esa población. Los hospitales especializados, como el Borda, están para tratar y ayudar a las personas que son, justamente, las más vulnerables de la sociedad”, expresó

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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