miércoles, 19 de junio de 2024

Nuevas obras hidráulicas EN CABA Y NEGATIVOS FOTOGRÁFICOS


La Ciudad planifica nuevas obras hidráulicas por 312 millones de dólares para evitar inundaciones
Son varios proyectos que empezarán a licitarse en los próximos meses, con distintos plazos de ejecución y fuentes de financiación diversas
Mauricio GiambartolomeiObras en ejecución en el ramal Argerich del arroyo Maldonado GCBA
El mes de marzo pasado se recordará como uno de los más lluviosos de la historia en la ciudad de Buenos Aires y lo ocurrido le da sustento a una tendencia que va en aumento. A pesar de haber terminado lejos de los 476 milímetros caídos en marzo de 1988, el año del récord mensual, la red hidráulica porteña tuvo que soportar jornadas enteras de volúmenes gigantes de agua que provocaron algunos desbordes, como la recordada cascada sobre la avenida General Paz. Según los números oficiales, en las últimas dos décadas las precipitaciones aumentaron un 11%.
En ese contexto, la Ciudad se prepara para aumentar la capacidad de conducción de agua proveniente de lluvias con varios proyectos que comenzarán a licitarse en los próximos meses destinados, principalmente, a las cuencas del sur. A los 83 kilómetros que se realizaron desde 2007 se sumarán otros 25 para mejorar la eficiencia de los arroyos Medrano y Cildáñez, la construcción de reservorios y la proyección de un colector subterráneo de sur a norte.
En la actualidad hay ocho kilómetros en ejecución en los ramales Elcano (cuenca del Vega), Yerbal (cuenca del Cildáñez), Acuña de Figueroa y Argerich Norte (cuenca del Maldonado). Con el ya finalizado en Lugones y el alcance de las mejoras realizadas hasta aquí, tuvieron impacto en los barrios de Villa Ortúzar, Floresta, Villa Urquiza, Paternal, Villa Crespo, La Boca, Villa Soldati, Villa Lugano, Recoleta, Belgrano, Saavedra, Barrio 31, Nueva Pompeya, Palermo, Núñez, Colegiales, Coghlan, Parque Chas y Agronomía.
Este año los objetivos seguirán siendo reducir el riesgo de inundaciones y aumentar el drenaje hacia el Río de la Plata, mejorar la calidad del agua para que la ciudad se convierta en más atractiva y saludable, y facilitar el acceso a las costas.
“Se hará hincapié en las cuencas del sur, como hace un tiempo pusimos el foco en los arroyos Vega, Maldonado y Cildáñez. También se reforzará la infraestructura en la zona oeste, principalmente en el Parque Sarmiento, en una segunda etapa de soluciones basadas en la naturaleza usando un espacio verde para amortiguar las crecidas; y se iniciará una obra en la desembocadura del Medrano”, explicaron voceros del gobierno porteño.
Con los trabajos en el Parque Sarmiento, se iniciará una nueva etapa de obras e intervenciones que se irán sucediendo en los próximos meses, con diferentes tipos de financiación y de ejecución, aunque el presupuesto estimado para todas ellas es de unos 312 millones de dólares.
Las iniciativas
El proyecto en Parque Sarmiento consiste en generar un espacio que pueda ser usado para retener el agua proveniente de las lluvias, con una capacidad de contención de 123.000 metros cúbicos. Una vez iniciado, el plazo de ejecución de la obra es de 12 meses.
La primera etapa del reservorio natural se construyó luego de las trágicas inundaciones de abril de 2013, con fallecidos y damnificados en la ciudad y el conurbano. Dentro del espacio verde hay una superficie deprimida que se convierte en un depósito de agua cuando ocurren grandes lluvias. El proyecto que se iniciará en poco tiempo irá en el mismo sentido.
Por su parte, las obras en la cuenca del Medrano consisten en la mejora integral de la eficiencia del arroyo para mitigar inundaciones en los barrios de Núñez, Saavedra y Coghlan. Será un conducto de 1,5 kilómetros de longitud y un sistema de cierre de cinco compuertas, una estación de bombeo con tres bombas, tabiques –que provoca una mejora del 15% en la conducción– y nuevas cámaras de inspección. Los trabajos demandarán al menos dos años.
Además, el mapa del plan hidráulico de cara a los próximos cuatro años contiene obras de reducción del riesgo hídrico en diferentes barrios de la ciudad. Por ejemplo, se iniciarán trabajos de desagüe de las subcuencas del arroyo Cildáñez que evitarán anegamientos en Flores, Parque Avellaneda y Villa Lugano, con un conducto de unos cuatro kilómetros de extensión; la obra se licitará en un mes.
También están incluidas las subcuencas del arroyo Medrano con dos kilómetros de ductos subterráneos y un impacto directo en Núñez, Saavedra y Coghlan (la licitación se pondrá en marcha antes de fin de año), y la subcuenca del arroyo Maldonado, con una longitud de un kilómetro y beneficios sobre Palermo.
De norte a sur
El proyecto más ambicioso de la administración de Jorge Macri será el Colector Bajo Costanera, un conducto de saneamiento cloacal de 17 kilómetros entre el sur y el norte de la ciudad, pensado en la traza del Bajo porteño y con una mirada de integración metropolitana. La obra permitirá llegar a la planta de tratamiento que funciona en Dock Sud y tomar los desechos que algunos arroyos, como el Ugarteche, vuelcan sobre el Río de la Plata. Esta obra “permitirá el saneamiento progresivo de las aguas, lo que permite pensar en que se puedan practicar allí deportes náuticos”, previeron en el gobierno.
Aunque está incluida en el master plan, la concreción del Colector Bajo Costanera está atada a otras variables, ya que se necesita una inversión mayor; hoy se habla de unos 240 millones de dólares, que deberían ser financiados con créditos de organismos internacionales o con apoyo y participación nacional. “La Ciudad está preparada para iniciar esa obra en cuanto se consigan los recursos, lo cual es un avance importante”, dijeron voceros porteños. El plazo estimado para la realización es de 48 meses.

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Pilas de rollos abandonados: el arte perdido del negativo fotográfico
El último renacimiento de las cámaras analógicas trajo un drástico cambio: la gente deja sus rollos físicos para revelar en laboratorios que les envían las fotos digitalmente, y ya no vuelven a buscar las películas; el espacio de almacenamiento desborda, pero ese no es el único problema: detrás están los derechos de propiedad de la imagen
Ali Watkins
Carl Saytor, fundador y propietario de Luxlab, se ha mantenido firme en su amor por la fotografía analógica: alquila cuartos oscuros a artistas jóvenes y, a menudo, les brinda orientación y tutoría mientras practican la impresiónMaansi Srivastava - The New York Times
Silvio Cohen lo ha hecho durante años. Remojar, aclarar, remojar, secar, repetir. Treinta y cinco milímetros, formato medio, cámaras antiguas, película nueva. Trabajo analógico en una era digital. “Cuando les digo a mis amigos que seguimos revelando, se ríen”, dice Cohen. “Es una sensación diferente. El acabado es diferente”.
Cohen trabaja en 42nd Street Photo, una de las pocas tiendas de Nueva York que todavía revelan películas. Llevan un siglo haciendo eso, siguiendo los altibajos del medio, desde la primera caída en picada de la película en la década de 2000, pasando por su regreso a principios de 2010, hasta su redescubrimiento por otra nueva generación de fotógrafos en la década de 2020.
Pero en este último renacimiento —durante la era de la covid— Cohen se ha dado cuenta de que se ha perdido uno de los componentes más preciados del oficio. “No recogen sus negativos”, dice de sus clientes, calculando que quizá un 10 por ciento de ellos vuelve por los rollos. Detrás de él, un colega le corrige: “El 5 por ciento”. Otro agrega riéndose: “Cero por ciento”.
En todo el mundo, los laboratorios comerciales de revelado de películas describen problemas similares: pilas de sobres olvidados, espacio de almacenamiento limitado e impulsos contrapuestos (se debaten entre ordenar el desorden o preservar las almas creativas de los fotógrafos olvidadizos). Al fin y al cabo, son las tiras de película, y no las copias, las que legalmente constituyen la obra original del artista.
Cámaras reacondicionadas para la venta en 42nd Street Photo en ManhattanMaansi Srivastava - The New York Times
“La cuestión jurídica más importante es la diferencia entre la propiedad de los negativos y la propiedad de los derechos de autor”, afirma David Deal, antiguo fotógrafo profesional que ahora ejerce como abogado especializado en derechos de autor. “Cuando esas dos cosas se separan, entonces se desata el infierno”.
En pocas palabras: quien tiene los negativos tiene el mecanismo para reproducir la obra, pero no tiene los derechos de autor para hacerlo; el artista sin negativos tiene el derecho, pero no los medios.
Es un concepto que ha sido maltratado en la era de las cámaras digitales y que fue dado por muerto con la llegada de los iPhone. Dinosaurios de la fotografía, los negativos son las imágenes originales que se graban en fotogramas cuando la película cargada en una cámara analógica se expone a la luz. Solían ser el principal producto que se entregaba al procesar un rollo de película.
En la era digital, la mayoría de las tiendas donde se revelan las películas escanean los negativos en un ordenador y envían las fotografías por correo electrónico a sus clientes. “Antes no se olvidaban los negativos, porque la gente tenía que recoger la copia digital”, explica Richard Damery, revelador que lleva 15 años trabajando en Aperture Printing, en Londres. “Ahora pueden tenerlo todo cuando se lo envían. Se olvidan de los negativos”.
Para algunos puede resultar difícil imaginar (o recordar) una época en la que una fotografía implicaba más pasos que la gratificación instantánea de mirar una pantalla.
Menos del diez por ciento de los clientes que dejan sus rollos para revelar vuelve a buscarlos: en todo el mundo, los laboratorios describen problemas similares
Eso es especialmente cierto para gran parte de la Generación Z, la fuerza impulsora del resurgimiento contemporáneo del uso de película. La industria se ha disparado en los años transcurridos desde la pandemia, y no solo con marcas de lujo como Leica; las clásicas Fujifilm desechables también han vuelto. Para muchos jóvenes fotógrafos, la expectación y la demora en la recompensa de la película son un bálsamo de bienvenida a la exposición 24/7 de aplicaciones como Instagram.
No se trata tanto de un regreso sorpresivo sino, más bien, de un nuevo auge en un medio que se ha negado obstinadamente a adentrarse en la noche digital. Menos de una década después de que las cámaras digitales se adueñaran del mercado en 2004, la revista New York predijo un “renacimiento analógico” en 2011. Time anunció un “regreso” de la película en 2017. En 2022, Axios señalaba que los precios de la película se disparaban (el fenómeno se debía al aumento de la demanda y a la escasez de suministros durante la pandemia).
Desbordados: tenemos una habitación llena de negativos
Neal Kumar, el propietario de Bleeker Digital Solutions, en el vecindario neoyorquino de NoLIta, instituyó una nueva política hace unos 18 meses en las que les pide a sus clientes que digan si necesitan o no sus negativos cuando dejan la película. “Los guardaba en el sótano”, dice, “y entonces el sótano empezó a llenarse”. Ahora, le informa a los clientes que guardará las tiras durante 30 días, aunque discretamente las retiene durante 90, por si acaso.
La familia de Emmet Butler dirige Conns Cameras en Dublín desde hace 50 años. También han instituido recientemente la política de preguntarles a los clientes si van a recoger su película. Incluso aquellos que dicen que lo harán, a menudo nunca lo hacen. “Aquí estoy desbordado”, dice. “Tenemos una habitación entera llena de negativos”.
Andreas Olesen, fotógrafo profesional y copropietario de un laboratorio en Copenhague, dice que aún le cuesta tirar los negativos de la gente incluso mucho tiempo después de haberlos abandonado. Para él, son el alma del oficio. “El negativo es la partitura, y la impresión es la interpretación”, dijo parafraseando al fotógrafo Ansel Adams. Olesen ha jugado con este concepto en su propio trabajo; uno de sus proyectos, Estate, utilizó una serie de negativos que su mujer descubrió en una tienda de antigüedades para contar las vacaciones de una familia de mediados de siglo.
Un hombre examina una prueba de impresión a través de filtros de color; Una de varias impresiones de prueba en proceso de evaluación
La confiscación de negativos es un fenómeno mucho más importante que el desorden administrativo. Está en el centro de cuestiones sin resolver sobre derechos de autor y propiedad artística.
Deal, el abogado, lo sabe de primera mano. Lleva más de una década defendiendo en los tribunales de Chicago la obra de Vivian Maier, una aclamada fotógrafa callejera que captó miles de imágenes a partir de la década de 1950. La obra de Maier no se descubrió hasta después de su muerte, cuando un agente inmobiliario se hizo con los negativos de Maier a través de una subasta a ciegas. Eso originó una prolongada lucha legal sobre a quién pertenecen los derechos —no los negativos— de la obra de Maier que aún no se ha resuelto.
Son escasas las probabilidades de que un aficionado a la imagen sea considerado póstumamente como el fotógrafo callejero de una generación. Pero quizá se trate menos de la fama potencial que de la diligencia creativa. Después de todo, señala Olesen, los negativos tienen cierta intemporalidad. Puede que dentro de 50 años sus nietos ni siquiera puedan acceder a un disco duro o a un disco con archivos digitales.
¿Pero qué sucede con los negativos centenarios? “Siguen funcionando muy bien”, dice. “Están inmediatamente disponibles”.

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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