La historia de cómo la meditación le cambió la vida al dueño de un banco
En un mano a mano el presidente del Banco Columbia, cuenta los motivos que lo llevaron a incursionar en un mundo espiritual que desconocía
Dolores Pasman
Se lo ve feliz con su nueva vida. Distendido y con una sonrisa después de una mañana fructífera de golf, Santiago Ardissone recibe en la sede de la fundación Columbia de Conciencia y Energía en Palermo. Con orgullo nos muestra las instalaciones de este centro de estudios y prácticas corporales, mentales y espirituales que fundó en 2011 a raíz de un camino de búsqueda espiritual que cambió sus prioridades.
La historia se remonta a julio de 2001, cuando el economista y presidente del Banco Columbia se sometió, con 45 años, a una operación de cadera debido a una avanzada artrosis. Caminaba con muletas y su calidad de vida se había deteriorado considerablemente. Las razones específicas de su condición no fueron completamente aclaradas por los médicos. Pudo haber incidido el taekwondo –es cinturón negro- ya que es un deporte que requiere mucha elongación, o posibles factores genéticos. Sin embargo, Ardissone atribuye la causa principalmente al estrés.
Tras la operación, durante el período de rehabilitación, se enfrentó por primera vez con un espacio de tranquilidad: una ventana de quince días sin trabajo ni responsabilidades que lo invitaron a reflexionar, parar la pelota y abrirse a nuevos caminos. Así nació la idea de meditar y de abrir su conciencia a una vida distinta, con nuevas motivaciones impulsadas por un enfoque espiritual que dejó huellas profundas en su manera de vivir.
-Como presidente de un banco con 1000 empleados y responsabilidades complejas, ¿se puede decir que era workaholic?
-No sé si calificarme como workaholic, pero definitivamente soy intenso. Como dueño, tenía que ponerle el pecho a todo y fueron años muy difíciles. Creo que el estrés pudo haber contribuido a mi artrosis. Cuando uno hace un recorrido de disciplinas más espirituales, te das cuenta de cómo lo emocional está conectado con tu estado físico.
Empecé con sesiones de meditación y fue entonces cuando mi profesora me recomendó un curso de sanación de Vortex Healing de seis días seguidos, en marzo de 2002. Inicialmente pensé que era imposible ausentarme del trabajo, pero justo cuando se ofrecía el curso, Remes Lenicov decretó una semana de feriado bancario. Aproveché esa coincidencia para asistir, y la experiencia me encantó.

-¿Qué es el Vortex Healing?
-Es una forma de sanación energética que se basa en la premisa de que todos los aspectos de nuestra vida y nuestro ser están interconectados a través de una red energética. El término “Vortex” se refiere a un punto específico donde esta energía se concentra y se moviliza de manera poderosa. La técnica fue desarrollada por Ric Weinman y utiliza energías de sanación divinas. Trabaja directamente y a niveles muy profundos sobre el sistema energético del receptor para transformar el sufrimiento emocional, físico y mental. Al liberar dichos bloqueos, se facilita la sanación y se promueve un estado de bienestar general.
-¿Cómo alcanzó el proceso de sanación espiritual?
-Entre 2002 y 2015 tomé cursos de Vortex Healing en Europa y Estados Unidos, con una duración de una o dos semanas. El Vortex Healing se caracteriza por dos aspectos fundamentales: uno es un camino de meditación pura, que profundiza la búsqueda interior, y el otro es un enfoque en la sanación, que involucra la transmisión de energías mediante la imposición de manos, enfocándose en lo que se quiere sanar. A lo largo de este tiempo, desarrollé diversas técnicas que me sirvieron como un verdadero desenchufe de la vida cotidiana intensa que llevo.
-¿Se convirtió en sanador?
-En mi caso, primero trabajé mis temas grises y oscuros y luego, poco a poco, fui desarrollando la técnica de Vortex Healing. Hoy en día, también tengo algunos pacientes, aunque no son muchos, ya que mi tiempo está dividido en varias actividades. Para mí, ejercer como sanador representa un gran desafío al ego.
-¿Cómo nació la fundación?
-Me di cuenta de que no existía un lugar que agrupara entre 10 y 15 disciplinas distintas. Por esa razón, decidí crear la fundación, un espacio donde las personas con variadas inquietudes puedan explorar y experimentar en un solo lugar. Es el único centro en el país que cuenta con 50 docentes y ofrece alrededor de 20 programas de formación y cursos anuales, además de cursos cortos y talleres temáticos. También brindamos servicio a la comunidad con actividades gratuitas.
-En una entrevista que salió publicada en 2013 usted decía: “Fue una inversión personal, no muy rentable; tengo el objetivo de que sea autosustentable. No sé si lo voy a lograr…” ¿Lo logró?
-No lo logré. Sigo bancando la fundación.
-¿Por qué sigue?
-Yo tengo una vocación solidaria. En 2010 llevamos adelante un proyecto de microfinanzas inspirado en el modelo del premio Nobel de la Paz Muhammad Yunus. Y de alguna manera, la fundación responde a esa misma vocación. El mismo nombre lo dice: Fundación Columbia de Conciencia y Energía. Desde los inicios buscamos abrir puertas a la conciencia, que la gente encuentre una enorme variedad de disciplinas para que pueda elegir su manera de estar más conectada con uno mismo, con nuestros propósitos. Abrir la conciencia hace que podamos vivir mejor y esa es mi vocación para darle a la comunidad.
-¿Cuál fue su principal transformación personal?
-Dedico unos 20 minutos diarios a la meditación, y creo que mi principal transformación personal ha sido alcanzar una mayor tranquilidad. Para ilustrarlo con un ejemplo, cuando jugaba al polo, solía sentir mucha adrenalina y me enojaba fácilmente con los contrarios. Sin embargo, en los últimos años me dieron en dos ocasiones el premio a la caballerosidad deportiva.
-¿Y la intensidad mermó?
-La intensidad no es necesariamente mala, el problema surge cuando te perjudica. Pero, en mi experiencia, lo más complicado es el estrés. Noto que ahora manejo mejor situaciones estresantes similares a las del pasado. Eso es algo en lo que he trabajado: aprender a convivir mejor con mi personalidad y hacer las paces conmigo mismo, lo que me permite disfrutar más de la vida. Antes, mi rutina era trabajar todo el día; sin embargo, desde hace 15 años cambié mis mañanas para dedicarlas al deporte y otras actividades.
-¿Se trata de un reordenamiento de prioridades?
-Claro, es un reordenamiento de prioridades. Si bien antes el trabajo ocupaba un lugar mucho más central en mi vida, todavía me apasiona y sigo siendo intenso. Muchos me sugieren vender el banco porque estoy grande, pero la verdad es que me divierte y me gusta aunque ya no le doy la misma importancia que antes. Hoy, valoro más los momentos con mis seres queridos -familiares y amigos- y también el deporte, juego tenis y golf con regularidad.
-¿Qué es para usted el dinero? ¿Cambió su concepción con este proceso?
-El pensamiento más difícil que tengo que trabajar es la ambición, específicamente la de tener más dinero, un objetivo que parece no tener fin. Estoy trabajando en eso. El mundo del éxito y del dinero es un ciclo sin fin, y el primer paso para cambiar es reconocerlo y comenzar a desligarse de esa mentalidad.
-¿Cómo compatibiliza su actividad financiera con la espiritual?
-Se compatibiliza bien porque en el ámbito financiero se experimentan niveles altos de ansiedad, estrés y angustia. La vida espiritual actúa como un bálsamo que ayuda a mitigar estas tensiones. Si tu vida de trabajo es todo, incorporar prácticas espirituales puede ser muy beneficioso. Es un proceso que te guía gradualmente hacia un equilibrio. En el banco, por ejemplo, la fundación da distintos cursos de meditación, reiki, danza. Yo soy uno de los que dicta los cursos de meditación.
-¿Cómo imagina la sucesión del banco?
-Hay dos caminos ya que tengo dos hijos que son economistas y los dos entienden mucho de finanzas. No obstante, la contestación no es fácil porque los veo muy comprometidos en sus carreras. Por ahora no me veo retirándome.
-¿Cómo está entrando el camino espiritual en el mundo corporativo?
-Esta iniciativa está ganando terreno en el mundo empresarial. Ahora es más común que las empresas busquen programas de bienestar para sus empleados. El yoga se ha integrado con facilidad, y el mindfulness también está encontrando su lugar, aunque la meditación aún se está introduciendo de manera más gradual.
-¿Cómo se lleva con el tiempo libre, con la “no agenda”?
-Los lunes me quedo solo en el country sin agenda. Me gusta mucho el silencio y esa paz.
-¿Qué consejo le daría a alguien que es workaholic, ambicioso y no puede parar?
-Le diría que tiene que tomarse el tiempo para sí mismo, ya que se trata de un trabajo personal.
-¿Qué libro le rompió la cabeza?
-El poder del ahora, de Eckhart Tolle. Lo superrecomiendo.
-Para cerrar, qué consejos puede dar para lograr el equilibrio entre vida espiritual y profesional en función de sus propios aprendizajes.
-Alcanzar el equilibrio puede ser difícil, pero definitivamente es valioso explorar la dimensión espiritual. Muchas personas generalmente no tienen contacto con la vida espiritual, así que acercarse a ella es un buen consejo. Las nuevas generaciones parecen estar más abiertas a la práctica de la meditación y a la apertura de conciencia.

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Llorar, el poderoso hábito que ayuda a sentirse mejor
Sebastián Campanario–
Este año se cumple medio siglo del planteo de uno de los conceptos más famosos de la denominada “ciencia de la felicidad”, y de la economía de este terreno en particular: el de la “paradoja de Easterlin”. En 1974, el economista británico Richard Easterlin publicó un artículo titulado “¿El crecimiento económico mejora la condición humana? Alguna evidencia empírica”, en el cual marcaba lo que consideraba una anomalía: pasado un nivel básico de necesidades satisfechas, la gente de países con ingresos muy dispares no reportaba niveles de felicidad en concordancia a esa riqueza.
Y la misma paradoja se daba en una línea temporal: medida a lo largo de décadas en países cuyo PBI se había multiplicado, no ocurría lo mismo con el nivel de bienestar emocional agregado.
En las décadas siguientes esta rama de estudios creció al infinito: se fundaron institutos, revistas académicas especializadas y hasta ministerios y programas de gobierno con el objetivo de subir la felicidad de los habitantes, desde Inglaterra a Bután, un país en el que el PBI no se mide en términos monetarios sino en el del bienestar emocional de sus ciudadanos.
Semanas atrás se conoció el reporte más amplio y conocido sobre el estado de situación de la felicidad en el planeta, el “Reporte Mundial de Felicidad”, que se focalizó esta vez en las diferencias de bienestar emocional a lo largo de la vida. Y hubo algunas sorpresas.
Tradicionalmente, la curva de felicidad en el ciclo de vida replicaba una “U” o una sonrisa: era alta en la juventud, bajaba y tocaba su límite más bajo entre los 40 y los 55 años –por el exceso de trabajo, responsabilidades familiares, crisis de mediana edad, etc.– y luego volvía a repuntar.
Pero desde fines de la primera década de este siglo se empezó a notar con fuerza una disminución en la felicidad de jóvenes adolescentes, que se profundizó durante la pandemia.
Los 10 países más felices del mundo se repiten con pocas alteraciones, con Finlandia siempre a la cabeza y cinco países nórdicos en el top 10. La Argentina subió del puesto 52 al 48 (las encuestas ya tienen un año).
La agenda de la felicidad tiene una relación muy estrecha con la de bienestar. Hay una correlación fuerte entre ambas variables, e inclusive “impostar” una sonrisa es mejor que no hacerlo: envía al cerebro señales que luego sirven para cambiar el estado de ánimo para mejor.
Aunque es muy popular en los medios, la “ciencia de la felicidad” recibe muchas críticas en el mundo académico, por la subjetividad de la materia que trata. Hay una infinidad de problemas metodológicos: por ejemplo en algunas culturas está mal visto contestar en una encuesta que uno no es feliz (en el norte de Europa, por caso); mientras que en naciones asiáticas, como Japón, pasa lo contrario.
El maestro de las lágrimas
Pero como decía Groucho Marx: “Estos son mis principios, si no les gustan… tengo otros”. Y no es casual que desde Japón justamente haya surgido una “contraescuela” que, para sentirse mejor, promueve llorar al menos una vez por semana.
Hidefumi Yoshida es conocido como “el maestro de las lágrimas” y se la pasa recorriendo Japón con conferencias y cursos donde educa a la gente en los beneficios de llorar regularmente. “El acto de llorar es más eficiente que el de reírse o el de dormir a la hora de reducir el estrés”, dijo Yoshida en una entrevista con el Japan Times. En los materiales de sus cursos facilita libros, películas o música emotiva, que inducen más fácilmente al llanto. Según él, esto estimula la actividad nerviosa parasintética, disminuye el ritmo cardíaco y aquieta la mente. “Si llorás una vez por semana, podés vivir una vida sin estrés”, promete.
No es el único que promueve el llanto con fines de mejora emocional y física. El estudio pionero en este campo es de 1981, llevado a cabo por William Frey, médico y profesor de la Universidad de Minesotta. El “experto en lágrimas”, comprobó que llorar libera endorfinas, y por lo tanto termina promoviendo niveles de felicidad y bienestar general. Años después, en 2008, otro estudio sobre más de 3000 voluntarios comprobó que llorar hace que la gente se sienta mejor en situaciones difíciles, y que por lo tanto, inducir a lagrimear podía ser una herramienta terapéutica poderosa.
¿Alguno con ganas de empezar este camino? El sitio cryonceaweek.com ofrece una escena corta superdramática y triste cada semana. La última con Matt Damon contándole al terapista Robin Williams un trauma de su niñez en En busca del destino.
Así que resulta más válida que nunca la enseñanza del vendedor de barquillos en Villa Gesell: “¡Lloren chicos, lloren!”. O la frase que popularizó Moria Casán: “Si querés llorar, llorá”.
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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