jueves, 1 de agosto de 2024

DEUDA Y EDITORIAL


Un país que sigue siendo oscuro
Falta en la Argentina una comprensión honda de la tragedia vivida en los años 70 que permita una reconciliación superadora
Maria Victoria Paz

Recomponiendo la grieta.....Alfredo Sábat

Argentina, oscuro país. Así tituló Santiago Kovadloff su libro de ensayos de 1983. Lamentablemente, el título no perdió vigencia: seguimos siendo un país endeudado con una comprensión más honda de sus dilemas, con una clarificación imprescindible de los conflictos que, superados, nos permitirían ser una nación y no un mero conglomerado de opiniones divergentes y de tan dramáticas divisiones.
Intento aquí contribuir a ganar adeptos para la causa de la reconciliación de los argentinos afectados por la tragedia vivida en los años 70. Invito, como parte de las familias afectadas por esos años tormentosos, a la revisión responsable que merece la historia de lo ocurrido; a volvernos con templanza sobre sus causas y sus efectos en nuestro presente, y a empeñarnos en superar odios que parecen irremontables.
No ha sido fácil sobrevivir a las heridas causadas por la violencia moral derivada del persistente encomio de las organizaciones armadas y la idealización de sus cuadros, impuesta en gran parte por el gobierno kirchnerista. No menos me ha costado no dejarme ganar por el desconsuelo generado por el silencio cómplice de tantos periodistas, políticos e intelectuales. Silencio que, salvo honrosas excepciones, no puedo menos que calificar de inexplicable y angustiante para quienes conocimos tanto padecimiento. Me asiste el hecho de ser, entre miles de argentinos no menos afectados que yo, hija de una de las víctimas de los años más oscuros de nuestro país y de las brutales imposiciones de esas horas.
El 7 de agosto de 1974, el ingeniero José María Paz, mi padre, fue herido mortalmente por Montoneros en un intento de secuestro que logró frustrar. Ese día, a las 18, partió en avión de Buenos Aires a Tucumán, donde vivíamos con mi madre y mis hermanos. Fue un viaje fuera de agenda. Se suponía que nadie sabía que ese día viajaría, pero alguien supo –¿quién?, ¿acaso una pariente?– y ofreció esa información como prenda a los fines de la violencia y el terror. Así, a las 20, al salir del aeropuerto de San Miguel de Tucumán, lo esperaba un enorme operativo: vehículos estratégicamente ubicados, personas disfrazadas de policías de tránsito, armas de todo tipo y calibre y una camioneta que en su acoplado llevaba un armario donde planeaban meterlo una vez capturado. Esa fue la logística empleada por Montoneros para secuestrarlo.
Paz era presidente del directorio de la empresa más importante de Tucumán, la Compañía Azucarera Concepción, propietaria de uno de los ingenios más grandes de Sudamérica, el segundo en el país. Había llegado a ese cargo 9 años antes, por decisión de sus accionistas. Una década más tarde la violencia gobernaba la Argentina y él comenzó a recibir amenazas de grupos guerrilleros. Sabía qué riesgo corría: el secuestro extorsivo solía ser la forma en que las organizaciones guerrilleras solventaban sus operaciones.
Pero él, con una lógica fundada en férreos valores personales, nos decía a nuestra madre y a nosotros, sus 5 hijos, que entonces teníamos entre 11 y 19 años: “Si me secuestran, no se pagará rescate por mi vida. Jamás contribuiremos a incrementar la violencia y el terror entre los argentinos”. Lo había evaluado y decidido; tampoco iba ni íbamos a emigrar. Creía que la responsabilidad que tenía ante los trabajadores y otros miles que dependían de la empresa no permitía esa conducta. Mi padre tenía 45 años cuando, según los testigos, en las inmediaciones del aeropuerto lo cercaron, le pegaron, forcejearon, él se soltó y echó a correr.
Entonces sus atacantes le dispararon y huyeron. Se cree que el tránsito acumulado ante el despliegue del ataque ahuyentó a “los idealistas”. Eso sumado a una montonera que entró en pánico, según constataron los diarios de esa época. Mi padre murió 20 días después en una clínica porteña de cuidados intensivos, por una herida que había perforado en 24 partes su intestino. Una herida física, pero también emocional. En esos días agónicos uno de los médicos que lo atendía me dijo: “A tu padre no lo podemos sacar adelante porque está en shock. Además de ayuda médica necesita ayuda psiquiátrica para superar lo que ha vivido”. Esa noche sus heridas pudieron más que su fortaleza y murió.
Mientras tanto, Montoneros se adjudicaba la “ejecución” del ingeniero Paz “por explotador y oligarca” en un comunicado que se hizo público. Lo sucedido en el entierro lo desmintió totalmente. Una multitud de trabajadores y obreros, vecinos, amigos, público de todas las proveniencias y edades se congregó espontáneamente en el playón del ingenio, en sus calles y avenidas cercanas y también en San Miguel de Tucumán, para despedirlo. Cuadras de personas visiblemente conmocionadas.
Hubo varios oradores en su entierro, entre ellos uno de los representantes de los trabajadores expresó: “Este hombre entero vivió con nosotros, afrontó al lado nuestro las dificultades sin abandonar jamás su puesto. Fue un jefe leal y humanitario, y un compañero bondadoso. Sabemos perfectamente bien cuán difícil es que se repitan sus condiciones morales y sus virtudes a las que estábamos acostumbrados. Empleados y obreros del Ingenio Concepción despedimos con lágrimas al capitán de nuestro barco”. “Mataron a uno de nosotros”, también se escuchó decir repetidamente ese día.
Paz era un tenaz defensor del diálogo y de la no violencia, y asumió el riesgo de sus convicciones. “Cuando se enfrenten con alguien, busquen la parte de razón que tiene el otro”, solía decir. En esos 20 días de internación pidió que lo visitara un sacerdote. Dijo que no guardaba rencor y pidió contactar a sus atacantes para encontrarle una salida a tanta violencia, cosa que por supuesto no sucedió. Cuando murió hubo un cuerpo, un sepelio, un entierro. Hubo, incluso, responsables autodeclarados. Considerando las circunstancias, hubo mucho. Pero aun así –y con sumo respeto para los familiares de los desaparecidos de la dictadura–, mi padre es un desaparecido de la historia argentina, como otros miles que cayeron o fueron heridos en esta lucha entre hermanos.
La Argentina es una nación rota, dividida; atrapada en la lógica binaria excluyente de nosotros o ellos. Somos una sociedad cooptada por la polarización maniquea, que nos hace creer que quien no es amigo es enemigo. Una sociedad sin matices. El análisis profundo y fecundo de lo que pasó en los años 70 está, hace ya mucho, sometido a esa lente empobrecedora, sin atreverse a ir más allá de las ideologías, del fanatismo.
Hay un escenario doliente donde se agolpan miles de historias de personas de diferentes edades, profesiones, nacionalidades; que tenían o tienen familias, a quienes la violencia afectó gravemente. Aquellos que no fueron miembros de organizaciones armadas ni se contaron entre los que, desde su posición de poder, cometieron crímenes horrendos. Miles y miles de historias fueron silenciadas. ¿Hubo cobardía para indagar esto? ¿Qué nos pasó?
A 50 años del asesinato de mi padre, acerco esta historia a todos los argentinos que quieran escuchar y aspiren a componer, a juntar todas las partes, las conocidas, las olvidadas, las silenciadas, para reconocernos en la complejidad de una historia que nos abarca a todos. El tiempo político de estas últimas décadas lleva la impronta de un populismo frontal, que acentuó la división, la paralización del diálogo y que atacó la pluralidad y la diversidad de opiniones, tan necesarias para generar los consensos que la democracia requiere. Esa parálisis condujo a otra inmovilidad muy dañina y no menos peligrosa: la que sufren las víctimas de los ataques terroristas, cuando no son asistidos sus síntomas traumáticos. Así lo atestiguan en forma unánime médicos y psicólogos expertos en el abordaje de los efectos de esta tragedia que, más de una vez, marcan la vida de buena parte de quienes estuvieron expuestos a estas tremendas circunstancias.
Es patético, cuando no indignante, advertir que en los más altos cargos de la Nación aparecieron personajes directamente vinculados a los crímenes cometidos por las organizaciones armadas, auténticos manipuladores de los derechos humanos con fines políticos. La prisión sin sentencia de cientos de militares que tuvo lugar y aún prosigue ante la indiferencia de buena parte de la sociedad se suma a esta dolorosa perplejidad. Con ella se amplían tantas injusticias como las que se cometieron mediante indemnizaciones pagadas a una sola parte de quienes están vinculados a ese tiempo de catástrofe. Pasan los años y todo parece estar tapado o enterrado por aseveraciones que no se sostienen, privadas de un análisis responsable. Así, en esa profundidad ficticia, late lo irresuelto de un duelo no procesado por una sociedad sometida a tanta violencia fratricida.
Hay urgencias humanitarias que nos interpelan como argentinos: la educación y la pobreza de millones claman por una solución, ¡y cómo duelen!, pero eso no debería impedir que nos comprometamos a cerrar de una buena vez de manera honrosa y equitativa una época nefasta; incontables historias claman por una memoria sana que sepa unir a quienes siguen estando tan divididos. Habiendo transitado estos años con una pesada carga generada por tanta violencia y tanta confrontación, solo deseo que en el futuro el coraje necesario para enfrentar lo que nos pasó promueva mayor humanidad en nuestro espíritu. Este emprendimiento puede ser el de todos. La misión de todos.

Abogada por la Universidad Nacional de Tucumán, máster en Derecho y Economía de la Universidad Di Tella.

&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&

Venezuela: águilas y moscas
Resulta clave que la comunidad internacional reclame vigorosamente la verificación de las actas que el chavismo esconde para perpetuar su dictadura
La vital defensa de la democracia, resumida en una pancarta
“Águila no caza mosca, diputada”, le había espetado ofensivamente el presidente Hugo Chávez ante la Asamblea Nacional Venezolana a una joven María Corina Machado en 2012, cuando ella reclamaba que aceptara el debate sobre una nueva Venezuela. “Que gane las primarias, está fuera de ranking para debatir conmigo, lo lamento mucho...”, agregaba con displicencia quien, ya enfermo, sobreactuaba su megalomanía ante su decadencia política.
Sus tan oprobiosos como corruptos e impunes herederos son hoy testigos de los crecientes efectos de aquella resistencia, capaz de convocar una adhesión popular que ni Chávez ni Maduro consiguieron nunca y de desafiar las persecuciones más feroces de un régimen represor que inhabilitó por los próximos 15 años, sin mediar juicio, la amenazante candidatura de quien logró unificar a la oposición, Machado, como luego también haría con la de Corina Yoris.
Años de denuncias de la OEA y del Alto Comisionado de la ONU, entre otros organismos, sobre todo tipo de violaciones de los derechos humanos, incluidas torturas, muertes y detenciones de opositores – 300 detenidos, 300 asesinados, más de 14.000 ejecuciones judiciales–, censura, bloqueos informativos, se sumaron más recientemente a los impedimentos que fijó el régimen para el ingreso al país de veedores, periodistas, líderes internacionales y expresidentes de la región con motivo del acto electoral. Su debilidad frente a un escenario que las encuestadoras ya anticipaban desfavorable se hacía evidente con estas medidas de por sí extremas.
En la que fue una de las economías más sólidas de América Latina, con las primeras reservas mundiales de petróleo y muchas otras riquezas naturales, la castigada población venezolana sufre desde hace años una apabullante crisis económica, con desabastecimiento de productos básicos –alimentos, medicamentos, artículos de higiene– que se comercializan en el mercado negro. Sin luz, sin agua potable, millones de habitantes bajo la línea de pobreza. Según cifras de la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur), son 7,7 millones los venezolanos que abandonaron el país, familias desgarradas y desparramadas por el mundo. Sin embargo, el voto del exilio fue posible solo para 69.000 personas. Solo unos mil de los 220.000 residentes en la Argentina pudieron votar aquí debido a las trabas de todo tipo que impuso el régimen.
Pensar que un narco-Estado dictatorial con más de 25 años de antigüedad que cooptó los poderes alguna vez independientes podría ser desplazado por un instrumento propio de las democracias como el voto libre, utilizando nuevamente la misma maquinaria electoral que en la anterior oportunidad, era cuanto menos inocente. La firma argentina ExClé SA, sancionada por los Estados
Unidos por sus vínculos con Irán y el chavismo –y contratada en 2022 por la Anses en nuestro país–, es desde 2017 la proveedora de la tecnología para la votación cuyo mecanismo no asegura el secreto del voto ni su fiscalización. Además, las Fuerzas Armadas y las agencias de seguridad respaldan al dictador, que cuenta con el apoyo de dirigentes rusos, iraníes, chinos y nicaragüenses, entre otros de su misma estofa, que ya reconocieron el triunfo y que le permitirán resistir a las sanciones.
Por años, el kirchnerismo alimentó su cercanía a Chávez, primero, y a Maduro, después. La ruidosa propaganda ideológica corrió en paralelo con una más silenciosa renegociación de dólares, transferencias encubiertas, burdos lavados a gran escala y todo tipo de irregularidades financieras, de las que solo conocimos una de las valijas de Antonini, destinada a financiar la campaña de Cristina Kirchner. No faltaron los vínculos con las FARC colombianas ni con Hezbollah; tampoco los acuerdos de cooperación nuclear de nuestro país con Irán, a partir del triángulo Caracas-Teherán-Buenos Aires. Veintinueve dirigentes kirchneristas, entre ellos el impresentable Roberto Baradel, recibieron una protocolar carta-invitación para convertirse en “acompañantes internacionales” de la cuestionada elección venezolana. Por su parte, con imperturbable fidelidad, las Madres de Plaza de Mayo desearon suerte al presidente Maduro al grito de “¡Viva la revolución bolivariana de Venezuela!“. No fueron las únicas.
Una angustiosa espera siguió al cierre de los comicios. El Consejo Nacional Electoral (CNE) denunció, sin pruebas, ataques al sistema de transmisión y, con el 80% de las mesas escrutadas, dio ganador a Maduro con el 51,2% de los votos frente al 44,2% de Edmundo González Urrutia, datos que no estuvieron disponibles en su web. La oposición denunció fraude electoral y mientras sus testigos fiscalizadores pedían acceder a las actas depositadas en las cajas recolectoras, Colombia, Brasil y México, junto a otros países de la región, exigían una revisión completa de los resultados.
“Tenemos cómo probar la verdad de lo que pasó en Venezuela”, afirmó Machado, en posesión de un 85% de las actas que le otorgan una apabullante victoria por una abultada diferencia de votos. Para el chavismo, “Machado y González tienen que ir presos”. Varios responsables de la campaña opositora fueron arrestados ayer y se desconocen sus paraderos mientras el luctuoso saldo de muertos superaba los 11, con incontables heridos y más de 800 detenidos.
Los posibles escenarios para millones de venezolanos son desoladores. Mientras se pide a las Fuerzas Armadas que respeten el resultado electoral y que detengan la represión, cuesta imaginar la salida de Maduro del poder mientras pesa sobre él la amenaza de ir preso por innumerables crímenes, además de que los Estados Unidos ofrecen 15 millones de dólares por su captura. Podría también terminar extraditado o lanzado a un exilio forzoso en alguno de sus países aliados. Al igual que en Cuba, las instituciones armadas son del partido gobernante y no del Estado. Los beneficios económicos de los altos rangos en complicidad con el poder tornan muy poco probable pensar en que abandonen al régimen para apoyar al pueblo; solo algunos uniformados de bajo rango se resisten a combatir a sus conciudadanos.
Lo cierto es que, hoy más que nunca, los gobiernos de la región no pueden convalidar tan flagrante fraude electoral y deben apoyar todos los intentos de la oposición para conseguir una salida concertada que evite un baño de sangre. Los “demonios y demonias” sueltos en Venezuela que denuncia Maduro solo ansían retomar la senda de la libertad en paz. Basta de moscas.
Varios opositores arrestados ayer, cuyos paraderos se desconocen, se suman al luctuoso saldo de muertos, heridos y más de 800 detenidos

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.