miércoles, 3 de julio de 2024

LECTURA...."Otras palabras"


Diccionarios que van contra la corriente



Tomás Villegas...Otras palabras Eduardo Berti Adriana Hidalgo 445 páginas $ 27.900
Una cantidad significativa de anaqueles de la biblioteca universal está reservado a volúmenes que han hecho de la tragedia, las lágrimas, las cuitas, en fin, las hoscas vicisitudes de la existencia, su imprescindible materia prima. El caso del escritor y traductor argentino Eduardo Berti (Buenos Aires, 1964), por el contrario, se inscribe en otra tradición: aquella que entiende que el humor se abre paso allí donde la gravedad y la rigidez pretenden clausurar el sentido, tanto de la literatura como de la vida.
Luego de su Método fácil y rápido para ser lector, en el que proponía, siguiendo la estela de la escuela Oulipo, los más diversos modos de lectura –lúdicos, arbitrarios, absurdos–, Berti se encapsula en un libro paradójicamente personal, Otras palabras, cuyo objeto central –los “antidiccionarios”– intervienen, reescriben, personalizan, con suma irreverencia, las versiones oficiales y serias del límpido diccionario con mayúsculas: ese libro que, definiciones abstractas, generales y objetivas mediante, regentea la norma del buen decir.
Berti pasa revista a “antidiccionarios” varios y diversos. Antes que nada, sin embargo, desbarata el aura “neutral” de cualquier diccionario: basta constatar cuánto espacio se les dedica, comparativamente, a las entradas de “guerra” y “paz”. Fuera de juego, entonces, toda pretensión de objetividad, el autor se asoma a los diccionarios que desairan los lugares comunes: el de Flaubert, ocupado en la crítica a los tópicos burgueses, y el de Bioy Casares, que no desperdicia oportunidad para burlarse de la lexicografía “exquisita” que utiliza la alta burguesía, espantada ante la posibilidad de hacer uso de términos vulgares.
No falta, desde luego, El diccionario del diablo, de Ambrose Bierce, que encierra definiciones del tipo: “Diccionario: Perfecto artificio literario que paraliza el crecimiento de una lengua además de quitarle soltura y elasticidad”. Y en cuanto al enfoque decididamente burlesco, Berti vindica como antecedente el Dictionnaire pittoresque, de Cousin d’Avallon, que propone entradas como la siguiente: “República: Una forma de gobierno en la que tienen derecho a igualdad frente a la justicia todos quienes pueden pagar por ello”.
Aparecen las greguerías de Gómez de la Serna, el glosario de Michel Leiris, y la reescritura con diccionarios del grupo Oulipo. También un diccionario de homofonías, uno homovocálico y otro de gestos. Estos son solo algunos de los cientos de casos a los que Berti hace mención y que, a pesar de su vasta heterogeneidad, encuentran en el desparpajo un fin común: pensar –y decir– otras palabras. Otras palabras que ridiculicen todo autoritarismo y rigidez, esas que proliferan, hoy más que nunca, en las certezas delirantes de los discursos oficiales.

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