martes, 13 de agosto de 2024

HISTORIA DEL ARTE


LUCIANA RABIH
LA ARTISTA PLÁSTICA CREA ESCULTURAS TEXTILES QUE REMITEN A OBRAS LITERARIAS DE SUS AUTORES FAVORITOS
 Vivian Urfeig —

El tejido como refugio, como un lugar seguro para habitar, meditar y crear. A la artista plástica Luciana Rabih le bastan una aguja de crochet y una bovina de hilo de cobre negro para tramar esculturas textiles en el aire. Sus criaturas generan volúmenes metálicos cuyas sombras proyectadas y formas orgánicas remiten a otra trama, la textual. Hija de un médico psicoanalista y una arquitecta, Rabih respiró literatura desde chica. Ese amor familiar por las historias la lleva ahora a entretejer esculturas portables de distintas escalas que remiten a relatos de autores consagrados. Jorge Luis Borges, siempre. También, Carl Jung, Ítalo Calvino, Ernesto Sabato, Marguerite Yourcenar o Alejandra Pizarnik.
Últimamente se sumergió en La vida de las abejas, del belga Maurice Maeterlinck. El libro que abandonó de chica se convirtió hoy, a los 52 años, en un tesoro. “Estoy fascinada con las colmenas como organismos vivos en sí mismos, su funcionamiento colaborativo, el trabajo que les lleva mantenerlas sanas es apasionante”, señala Rabih, que entre el 2 y el 9 de setiembre participará con una instalación inspirada en este ecosistema en una muestra en la Fundación Fortabat. El hilo conductor será el de los cuatro elementos y el cuidado del planeta, consigna que retoma en la obra Parte del todo, a gran escala, que surge de un eje circular. “No es que las investigaciones literarias o científicas me lleven a reproducir tal o cual formato. Son disparadores que empiezan a tejerse en el aire”, describe Rabih, que en 2023 expuso en la Galería Van Riel La espalda de las cosas.
Ese trabajo surgió cuando comenzó a tirar de otro hilo textual, el del filósofo surcoreano Byung-Chul Han que en No Cosas remite a una historia de naufragios de Ernst Bloch. “Llega un grupo de navegantes a una isla desierta, muertos de hambre, y prenden una fogata. Pero la tierra se empieza a mover: estaban sobre la espalda de un animal gigante que los despide hacia el mar. Se ahogan”, relata con la emoción intacta de la primera lectura. La trama le disparó preguntas –“¿Dónde estamos parados como civilización?”– y la impulsó a un tejido casi obsesivo.


Del cuento “Las ciudades invisibles”, de Ítalo Calvino, Rabih retomó el concepto de la distancia entre las personas, donde el lenguaje no verbal fue el punto de partida de su exposición Proxemia. “Desarrollé una serie de 17 piezas que remiten a formas antropomórficas y las ubiqué equidistantes. Conectadas, pero cada una en su individualidad dentro de un todo”, define.
Cuando trabaja en el taller de su casa de Vicente López, Rabih se abstrae de la realidad, como cuando se sumerge en la lectura. “Tejer es muy sensible. Hay que lidiar con sutilezas. El nacimiento de una obra es fundacional”, señala la discípula de Edgardo Madanes, Juan Carlos Distéfano y Leo Vinci, entre otros maestros que moldearon su identidad artística. “El alambre tiene memoria. Si rompo el hilo, se marca. Los volúmenes están atravesados por vacíos que funcionan como llenos. Esos agujeros les dan estructura y fuerza a las obras”, explica la autora de objetos esculturales que trepan a más de 2.5 metros de altura para colgar de techos o paredes. También funcionan como joyas textiles en lobbies de edificios o protagonizan expos como Casa FOA o ArteBA.
“El tejido es mi pasión. Me lleva a un lugar de atención plena, a un estado de hiperconcentración. Cuando tejo soy más lúcida, se me abren los sentidos. Yo soy el tejido”, confiesa la artista, artesana de su propia técnica, que requiere muchísima disciplina y jornadas exigentes. “Mis estudios de escultura con Edgardo Madanes fueron fundacionales. Me liberé de ataduras, presiones y preconceptos. El juego con hilos y metales se formalizó en dibujos, luego en maquetas y finalmente en obras. Me ayudó a pensar mis obras en el espacio”, dice. Madanes escribió el texto curatorial para el catálogo de una de sus muestras: “Es en el juego de exterior e interior, de lo oculto y de lo visible donde Luciana Rabih nos convoca al ritual de mirar más allá de la superficie. Si algo se ve es lo que se oculta y si algo está presente es lo que está ausente”.
Buscó referentes que marcaran su camino. Nicola Costantino fue quien la guió en la técnica de moldes de silicona. “Me animó a usar todas las herramientas, tengo una confianza material adquirida después de tanto yeso y tanto enchastre”, apunta Rabih, que saca sus propias fotos de los avances constructivos de las piezas. La sombra, para la artista, es una obra en sí misma: “La iluminación es la clave que me permite triplicar el tamaño, generar transformaciones poéticas. Es un diálogo que abre un portal. En ese proceso, el tiempo es elástico”.
Con una colección de más de 30 agujas, rodeada de rollos de cobre, puede pasar horas entre costuras metálicas. De fondo, una playlist que muta entre recomendaciones de uno de sus hijos, pianista. El registro fotográfico es parte del viaje, una documentación arqueológica de las huellas que dejan los alambres antes de transformarse en obras de arte. Entrelaza la fragilidad de los hilos para tejer volúmenes a crochet que resisten la gravedad, punto por punto, testigos de su propia escritura.

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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