La Ley Bases no trajo la calma esperada
Claudio Jacquelin El bloque libertario, en el tramo final de la sesión por la Ley Bases
Contra todo lo que cabía esperar, la sanción de la primera y fundamental ley del mandato de Javier Milei no trajo la calma esperada y necesaria.
En el plano económico, político, social y de las relaciones con el mundo, el estado de tensión e incertidumbre se mantiene inalterable o, peor aún, con nuevos sobresaltos y cortocircuitos. El Gobierno no puede ocultar su nerviosismo y el Presidente se muestra decidido a no moderar su propensión a sumar enemigos.
La decisión de no participar de la reunión de mandatarios del Mercosur, el lunes próximo, tras el recrudecimiento del enfrentamiento con el brasileño Lula da Silva, presidente del primer socio comercial de la Argentina y primera potencia de la región, corona 72 horas que debieron ser de satisfacción y construcción, pero fueron dominadas por los ruidos y los enfrentamientos. Como si a Milei la paz le resultara antinatural, y la disputa, su zona de confort.
La eventual ausencia en la cumbre que se efectuará en la capital de Paraguay resalta no solo por el hecho de ser la cita regional más importante para un presidente argentino, sino también porque Javier Milei, con nueve viajes al exterior en sus primeros seis meses de gobierno, es el jefe del Estado que más ha salido del país.
Además, en todos esos casos, predominó el carácter privado de los viajes, no hubo visitas de Estado y el Presidente no mantuvo reuniones bilaterales con pares de países relevantes para la Argentina en términos de intercambio comercial o de vínculos diplomáticos estratégicos. Más singular resulta que ninguna de esas giras ha derivado aún en beneficios concretos para el país, pero sí han servido para instalar (con resultados diversos) la figura de Milei fuera de las fronteras de la Argentina.
La reciente decisión de no asistir a la reunión del Mercosur, que parece signada por el componente emocional y el factor ideológico, no por una razón estratégica, carece de una justificación plausible para la mayoría de los expertos en relaciones internacionales y comercio exterior y aun para los más destacados funcionarios de la Cancillería.
La excepción obvia es la ministra Diana Mondino, obligada a explicarlo y defenderlo por su trabajo y por su vínculo personal con el Presidente, que la designó en un cargo para el que carecía de experiencia y formación. De todas maneras, la canciller evitó pronunciarse públicamente en las primeras horas.
“Ahora los profesionales tendremos que recoger del piso los juguetes rotos. Una reunión de presidentes sin el presidente de la Argentina es algo muy raro”, se lamenta y admite un alto funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores, que una vez más se ve obligado a invertir en pegamento para tratar de recomponer lo que Milei rompe.
“Es cierto que el Presidente tiene una agenda interna muy importante en el país para los próximos días, como el acto por el Pacto de Julio, entre otras cosas. Pero también suena a ‘le doy importancia a otra cosa por sobre eso’. Es inevitable. Ahora habrá que procesarlo correctamente para hacer contención de daños”, explica el funcionario, apelando a su habilidades diplomáticas, sin poder ocultar su preocupación por la inevitable interpretación que harán en el bloque regional y los actores económicos de los dos lados de la frontera.
“Es malo no ir a la cumbre porque, entre otros motivos, no permite un diálogo con los otros presidentes, generar un mínimo de confianza y acercarnos. Al no ir Milei da una señal clara de que no le interesan la integración y la coordinación de acciones. Milei y su núcleo duro anteponen así su visión ideológica frente a Lula”, explica un experto en relaciones internacionales muy escuchado tanto por funcionarios de la Cancillería como por el establishment político y económico, que prefiere el anonimato para no afectar esos vínculos.
Para el director de las carreras de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad de San Andrés, Federico Merke, el desplante presidencial a los socios del Mercosur es “una mala señal. Milei está anteponiendo lo ideológico y lo personal por encima de lo comercial y el interés colectivo. Construir confianza lleva cinco años; destruirla lleva cinco minutos”, advierte.
En el Gobierno admiten que hay una preeminencia de la cuestión personal no solo más allá de lo estratégico, sino aun por sobre el factor ideológico. Como si no pudiera separar las responsabilidades y obligaciones inherentes a su cargo de las emociones privadas.
Hace unos días, uno de los funcionarios con más peso en el gabinete había advertido que por esos motivos la relación con Brasil se encaminaba a un punto de complicado retorno. “Lo que hizo Lula de intervenir como intervino en la campaña en contra de Milei fue demasiado para él, veo muy difícil un arreglo”, anticipó y justificó el colaborador presidencial.
Lo dijo una semana antes de que el propio Presidente expusiera la misma razón de su encono con el brasileño, luego de que Lula reclamara disculpas por haber sido acusado de “comunista corrupto”, adjetivos que Milei reafirmó públicamente. Curiosamente (o no tanto), el mandatario argentino considera inaceptable que otros hagan aquí, o mejor dicho, que harazón gan con él lo que él suele hacer en otros países con otros presidentes: inmiscuirse en la política interna. Sobran los casos.
Menos condescendientes son otros analistas, como el principal referente en temas de política exterior del macrismo, Fulvio Pompeo, para quien el portazo a la cumbre del Mercosur “es una pérdida de oportunidad para la Argentina y para Milei. Podría expresar su visión ante los pares de la región. Incluso para poner en discusión lo cerrado y paralizado que está el Mercosur”.
Lo dicho por Pompeo respecto de la situación del bloque regional era lo que los funcionarios de la Cancillería anticipaban que sería el planteo que llevaría Milei a la reunión de Asunción. El Presidente prefirió hacerlo por la vía de los hechos consumados sin siquiera cuidar las formas o atenuar los efectos negativos.
Según el especialista en comercio internacional Marcelo Elizondo, la ausencia en Asunción es “una convalidación de una realidad: el Gobierno ha relegado al Mercosur a un rol de importancia menor. Pero no creo que ponga en crisis algo que ya estaba en crisis de antes. De hecho, Milei hasta ha tomado, sin diálogo previo, medidas arancelarias que impactan en el Mercosur. Está buscando una autonomía dentro del Mercosur sin generar una ruptura”.
En un intento de encontrar una estratégica, más allá de la cuestión personal y emocional, Elizondo sostiene: “Todo indica que lo que está buscando Milei es la promoción de inversiones, que prevalece sobre las negociaciones comerciales. Pero para eso la Argentina debería tener una política comercial que, por ahora, no tiene. Aunque es bastante razonable que lo primero sea la promoción de inversiones, porque además la Argentina necesita no solamente dólares, sino inversiones para mejorar su capacidad productiva, pero luego va a necesitar una política comercial”, advierte.
Esos elementos, más la agria disputa personal, terminaron por precipitar la decisión presidencial de no concurrir a Asunción, donde se esperaba una reunión candente. Aunque no son esos los únicos factores en juego.
También se interpreta como una causa del profundizado malestar con Lula el impacto que tendrá para la Argentina el proceso de transformación que inició Brasil en su política cambiaria y fiscal, que podría ahondar algunas fragilidades de este lado de la frontera.
Son noticias indeseadas en este momento. En los últimos días se encendieron algunas alarmas por la suba de los dólares no oficiales, con el consiguiente aumento de la brecha cambiaria, una nueva alza del riesgo país y una sostenida caída en el valor de los activos argentinos, que la sanción de la Ley Bases no logró revertir. Los mercados tampoco encuentran un escenario pacífico.
En ese contexto, la sorpresiva conferencia de prensa del ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, y del presidente del Banco Central, Santiago Bausili, apenas cerrados los mercados el viernes pasado no consiguió despejar las dudas existentes en el sector económico, sino que sumaron nuevas incógnitas.
La reafirmación de la vigencia sin fecha de vencimiento del cepo cambiario y haberse limitado a anunciar un traspaso de la deuda pública que estaba en el BCRA al Tesoro, que deberá ser colocada con bonos en los bancos, fue para una mayoría de economistas de muy discutibles efectos positivos y para unos cuantos, directamente, una nueva forma de patear problemas para adelante.
Según esa interpretación, tal postergación y pase de manos podría agravar la situación actual, si es que el Gobierno no consigue recursos de forma más o menos perentoria, ya sea por el blanqueo de capitales sancionado por el Congreso o por nuevos aportes del FMI. Pero en ambos casos la concreción no será inmediata.
De todas maneras, en el futuro benévolo en el que sigue confiando el Gobierno resalta el segundo motivo de festejo que encontró el jueves por la noche, tras la sanción de la Ley Bases y el paquete fiscal, después de 200 días de gobierno.
El penoso papel que desempeñó el presidente de los Estados Unidos y candidato a su reelección, Joe Biden, en el debate frente al aspirante a volver al cargo, el más que polémico Donald Trump, fue el mejor corolario para Milei y los suyos, que esperan con ansias el regreso de su “amigo” a la Casa Blanca.
Los oficialistas ven con ilusión por el espejo retrovisor el apoyo decisivo del republicano para concretar el excepcional salvataje que el FMI le dio al gobierno de Mauricio Macri durante la crisis financiera de 2018.
Los optimistas libertarios minimizan las advertencias sobre los cambios ocurridos en el mundo y en la situación relativa de Estados Unidos en los últimos seis años. También relativizan el hecho de que, aun siendo elegido, Trump asumiría la presidencia solo dentro de seis meses. Como ya lo ha comprobado Milei, eso en la Argentina es mucho tiempo. Se entiende, entonces, que la calma no se instale con facilidad.
Escalada contra el periodismo
También parece explicar eso la renovada embestida contra el periodismo, la libertad de prensa y el acceso a la información lanzada desde el Gobierno, junto con las usinas de comunicación oficiales y paragubernamentales durante la semana pasada.
La nueva escalada se inició con una prohibición de la ministra Patricia Bullrich a sus funcionarios de hablar con la prensa y dar información sin autorización ni coordinación con su vocero. Siguió con el intento (frustrado ante las críticas masivas) de reponer una ley del primer peronismo que obligaba a los periodistas profesionales a registrarse ante el Gobierno.
Todo eso concluyó (por ahora) con un ataque coordinado contra el Foro de Periodismo Argentino (Fopea), al que se plegó con expresiones descalificatorias el propio Presidente, luego de que esa entidad se expidió públicamente contra el intento de reinstalar la matriculación obligatoria, que desde 1985 dejó de estar vigente tras haber sido considerada una restricción ilegítima al derecho a la libertad de expresión por la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
La sanción de la Ley Bases no trajo la calma esperada y necesaria. Tanto en las horas festivas como en los momentos sombríos, la estrategia de construcción de poder nunca cambia. La fabricación de enemigos internos y externos es una constante. Nada muy original y que no se haya vivido hace muy poco en la Argentina. •
“Los profesionales tendremos ahora que recoger del piso los juguetes rotos”, dicen en la Cancillería
Para los expertos, no ir a la cumbre del Mercosur será negativo para el país
A la tensión regional se suman las dudas en los mercados
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Milei ratificó el apoyo al pliego de Lijo y crece la tensión en el Senado
JUSTICIA. El oficialismo extiende el silencio sobre el candidato para la Corte; la radical Losada también votará en contra del juez federal; el segundo de Justicia, Amerio, transmite las órdenes de Santiago Caputo
Gustavo Ybarra
El juez federal Ariel Lijo, a quien el Gobierno quiere convertir en miembro de la Corte
El presidente Javier Milei ratificó ayer su apoyo a la candidatura del juez Ariel Lijo para integrar la Corte Suprema, a pesar de los fuertes cuestionamientos que pesan sobre la nominación.
“Las presiones mediáticas me tienen sin cuidado, todos tienen algo para decir”, respondió Milei, en diálogo con TN, cuando se le consultó si mantenía su respaldo al pliego.
El apoyo contrastó con la incomodidad que existe en el Senado. Como en la Marcha de San Lorenzo, sordos ruidos se dejan oír tras los muros de la Cámara alta, en donde ya se empieza a notar el clima de tensión que generan en todos los bloques la nominación de Lijo. El tratamiento de los pliegos de Lijo y de Manuel García-Mansilla todavía no tiene fecha definida y lo único que se sabe es que un puñado de senadores han adelantado sus votos. Son los que han declarado que están en contra de que un personaje tan cuestionado y controvertido como Lijo pueda culminar su carrera en la cabeza de uno de los tres poderes del Estado.
A ese por ahora selecto club de opositores se agregó en las últimas horas Carolina Losada (UCR). La santafesina le dijo a que votará en contra, sumándose a la lista que integran el jefe del bloque de Pro, Luis Juez (Córdoba), su compañera de bancada y comprovinciana Carmen Álvarez Rivero y el libertario Francisco Paoltroni (Formosa).
El senador formoseño, que preside la Comisión de Relaciones Exteriores, no sería el único oficialista dispuesto a votar en contra de la Casa Rosada. Al menos dos fuentes legislativas coincidieron en que hay otro legislador de La Libertad Avanza (LLA) que rechaza la postulación del juez federal, aunque mantendrá su postura en secreto para evitar las presiones de los “poderosos amigos” de Lijo que vienen recorriendo el espinel de la Cámara alta buscando votos para el polémico magistrado.
Desde el anuncio de su candidatura, Lijo recibió una extensa lista de impugnaciones, impulsadas desde entidades profesionales y jurídicas hasta empresarias, pasando por asociaciones civiles y organismos internacionales, que apuntaron a su desempeño, a las acusaciones que recibió a lo largo de su carrera como a su falta de antecedentes profesionales y académicos.
La resistencia a Lijo en las filas oficialistas tiene en Victoria Villarruel a su principal figura. Lo dijo hace dos meses en un reportaje que concedió a un canal de noticias. Desde entonces guarda prudente silencio. En parte porque no quiere sumar un cortocircuito más en su relación con la Casa Rosada, en donde critican todo lo que hace la vicepresidenta. Pero también porque se trata de una discusión en la que no podrá intervenir desde el punto de vista legislativo.
Por las mayorías constitucionales que requiere, el voto de los dos tercios de los presentes en el Senado, la vicepresidenta no tiene ninguna posibilidad de participar en la definición a la hora de darle acuerdo a un juez de la Corte, como sí pudo hacer al desempatar en tres votaciones de la Ley Bases.
Sin embargo, que no hable de manera pública no significa que haya cambiado su postura y tampoco que tenga pensado ponerle el cuerpo al tema. “Nadie del (Poder) Ejecutivo nos pidió nada; nosotros no vamos a jugar en contra, pero tampoco vamos a militar el voto a favor de Lijo”, le dijo a un estrecho colaborador de la vicepresidenta.
La pregunta que surge, entonces, es quién está negociando para que los pliegos alcancen la mayoría agravada de dos tercios de los presentes que exige el inciso 4 del artículo 99 de la Constitución nacional. “Por ahora nadie del Gobierno está moviendo un dedo para conseguir los votos para Lijo y García Mansilla”, contó un senador de la oposición dialoguista que, como contrapartida, sí recibió llamados de parte del juez federal pidiéndole que apoye su nominación.
La única persona del Ejecutivo que se ha contactado con alguien en el Senado ha sido el viceministro de Justicia, Sebastián Amerio, quien se ha consolidado en los últimos meses como uno de los satélites en ascenso del operador político Santiago Caputo. Amerio, que es empleado de la Corte en uso de licencia y es también representante del Poder Ejecutivo en el Consejo de la Magistratura, es quien se habría comunicado con la presidenta de la Comisión de Acuerdos, Guadalupe Tagliaferri (Pro-Capital), para interiorizarse de los tiempos reglamentarios para convocar a la audiencia pública en la que Lijo y García-Mansilla deberán defender sus nominaciones.
La única directiva que llega desde la Casa Rosada es que, en la discusión por los jueces de la Corte, “son los dos o ninguno”. En otras palabras: si pasa Lijo, también tiene que hacerlo García-Mansilla. Tal como informó el último jueves, los plazos que manejan Tagliaferri y la Secretaría Parlamentaria del Senado, que depende de Villarruel, estarían ubicando las audiencias públicas recién en el mes de agosto.
“Lijo y el otro van a tener que tener cuidado”, le dijo a un veterano senador peronista, antes de citar un viejo dicho popular. “Que no se olviden de que ‘julio los prepara y agosto se los lleva’, no vaya a ser cosa que ninguno consiga el acuerdo”, remató el legislador, mientras lanzaba una sonora carcajada que resonó por los vacíos pasillos del Palacio Legislativo.
El presidente Javier Milei ratificó ayer su apoyo a la candidatura del juez Ariel Lijo para integrar la Corte Suprema, a pesar de los fuertes cuestionamientos que pesan sobre la nominación.
“Las presiones mediáticas me tienen sin cuidado, todos tienen algo para decir”, respondió Milei, en diálogo con TN, cuando se le consultó si mantenía su respaldo al pliego.
El apoyo contrastó con la incomodidad que existe en el Senado. Como en la Marcha de San Lorenzo, sordos ruidos se dejan oír tras los muros de la Cámara alta, en donde ya se empieza a notar el clima de tensión que generan en todos los bloques la nominación de Lijo. El tratamiento de los pliegos de Lijo y de Manuel García-Mansilla todavía no tiene fecha definida y lo único que se sabe es que un puñado de senadores han adelantado sus votos. Son los que han declarado que están en contra de que un personaje tan cuestionado y controvertido como Lijo pueda culminar su carrera en la cabeza de uno de los tres poderes del Estado.
A ese por ahora selecto club de opositores se agregó en las últimas horas Carolina Losada (UCR). La santafesina le dijo a que votará en contra, sumándose a la lista que integran el jefe del bloque de Pro, Luis Juez (Córdoba), su compañera de bancada y comprovinciana Carmen Álvarez Rivero y el libertario Francisco Paoltroni (Formosa).
El senador formoseño, que preside la Comisión de Relaciones Exteriores, no sería el único oficialista dispuesto a votar en contra de la Casa Rosada. Al menos dos fuentes legislativas coincidieron en que hay otro legislador de La Libertad Avanza (LLA) que rechaza la postulación del juez federal, aunque mantendrá su postura en secreto para evitar las presiones de los “poderosos amigos” de Lijo que vienen recorriendo el espinel de la Cámara alta buscando votos para el polémico magistrado.
Desde el anuncio de su candidatura, Lijo recibió una extensa lista de impugnaciones, impulsadas desde entidades profesionales y jurídicas hasta empresarias, pasando por asociaciones civiles y organismos internacionales, que apuntaron a su desempeño, a las acusaciones que recibió a lo largo de su carrera como a su falta de antecedentes profesionales y académicos.
La resistencia a Lijo en las filas oficialistas tiene en Victoria Villarruel a su principal figura. Lo dijo hace dos meses en un reportaje que concedió a un canal de noticias. Desde entonces guarda prudente silencio. En parte porque no quiere sumar un cortocircuito más en su relación con la Casa Rosada, en donde critican todo lo que hace la vicepresidenta. Pero también porque se trata de una discusión en la que no podrá intervenir desde el punto de vista legislativo.
Por las mayorías constitucionales que requiere, el voto de los dos tercios de los presentes en el Senado, la vicepresidenta no tiene ninguna posibilidad de participar en la definición a la hora de darle acuerdo a un juez de la Corte, como sí pudo hacer al desempatar en tres votaciones de la Ley Bases.
Sin embargo, que no hable de manera pública no significa que haya cambiado su postura y tampoco que tenga pensado ponerle el cuerpo al tema. “Nadie del (Poder) Ejecutivo nos pidió nada; nosotros no vamos a jugar en contra, pero tampoco vamos a militar el voto a favor de Lijo”, le dijo a un estrecho colaborador de la vicepresidenta.
La pregunta que surge, entonces, es quién está negociando para que los pliegos alcancen la mayoría agravada de dos tercios de los presentes que exige el inciso 4 del artículo 99 de la Constitución nacional. “Por ahora nadie del Gobierno está moviendo un dedo para conseguir los votos para Lijo y García Mansilla”, contó un senador de la oposición dialoguista que, como contrapartida, sí recibió llamados de parte del juez federal pidiéndole que apoye su nominación.
La única persona del Ejecutivo que se ha contactado con alguien en el Senado ha sido el viceministro de Justicia, Sebastián Amerio, quien se ha consolidado en los últimos meses como uno de los satélites en ascenso del operador político Santiago Caputo. Amerio, que es empleado de la Corte en uso de licencia y es también representante del Poder Ejecutivo en el Consejo de la Magistratura, es quien se habría comunicado con la presidenta de la Comisión de Acuerdos, Guadalupe Tagliaferri (Pro-Capital), para interiorizarse de los tiempos reglamentarios para convocar a la audiencia pública en la que Lijo y García-Mansilla deberán defender sus nominaciones.
La única directiva que llega desde la Casa Rosada es que, en la discusión por los jueces de la Corte, “son los dos o ninguno”. En otras palabras: si pasa Lijo, también tiene que hacerlo García-Mansilla. Tal como informó el último jueves, los plazos que manejan Tagliaferri y la Secretaría Parlamentaria del Senado, que depende de Villarruel, estarían ubicando las audiencias públicas recién en el mes de agosto.
“Lijo y el otro van a tener que tener cuidado”, le dijo a un veterano senador peronista, antes de citar un viejo dicho popular. “Que no se olviden de que ‘julio los prepara y agosto se los lleva’, no vaya a ser cosa que ninguno consiga el acuerdo”, remató el legislador, mientras lanzaba una sonora carcajada que resonó por los vacíos pasillos del Palacio Legislativo.
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