No todo lo que brilla es oro: de los grandes éxitos de GIT a la separación de una banda de “los que llegaron”
G.I.T. y el sonido peculiar de una batería de los Grandes éxitos a la separación, El trío que brilló en la escena del rock argentino
Damián Damore
La democracia reverdecía, mientras algunos jóvenes se desperezaban con desconfianza otros la saludaban con atrevimiento, la vestían, bailaban con ella con una mezcla de pacatería y desenfado, desobediencia y colimba, destape y vergüenzas nuevas.
Entre esos vapores, nació G.I.T. Una banda que merece unos intensos párrafos en la historia de ese renacimiento que vivió el rock argentino a principios de los 80. Si bien está marcada por la intermitencia, su paso por las bateas de las disquerías y los escenarios de la época, se destacó por su sonido innovador y un puñado de canciones que todavía resuenan. América Latina los adoptó y G.I.T. alcanzó altos niveles de popularidad luego de sus giras, en las que solía compartir cartel con Soda Stereo y Los Enanitos Verdes.
Los músicos Pablo Guyot (guitarra y coros), Willy Iturri (batería y voz) y Alfredo Toth (voz y bajo) tocaban juntos muchos años antes de convertirse en el trío que trepó en las listas de éxitos gracias a “La calle es su lugar”. Tenían planeado ser una banda desde que integraban la que sostenía las canciones de Raúl Porchetto, pero la demora en el despegue hacia la fama tuvo otro nombre propio: Charly García.
Durante un par de años, tocaron en vivo y grabaron en sus discos en el arranque del proyecto solista de García. Lejos de ser un obstáculo, esta experiencia los nutrió musicalmente. Grabaron un demo en 1983 y eso los posicionó en el radar de la industria, pero hasta que no terminaron con Piano Bar (1984) no se soltaron. Ese mismo año, G.I.T. editó su álbum debut homónimo, que los consagró como una de las mayores promesas del exagerado caleidoscopio de grupos y canciones que sonaban en las radios.
Willy Iturri lucía un look retro y futurista a la vez, con su vincha atada y remeras sin mangas, era el héroe de una película distópica que la mayoría ansiaba ver sin que importara el final. Hoy, repasa aquellos primeros pasos y cuenta: “Veníamos componiendo y ensayando los temas de nuestro álbum debut cuando Charly mandó a su célebre asistente Quebracho a buscar mi batería para grabar en Yendo de la cama al living. Más tarde llegarían las presentaciones de ese disco. Los encuentros continuaron con las maquetas que armamos en el estudio Del Jardín para la grabación de Clics Modernos, que se realizó, como todos saben, en Nueva York. Cuando Charly volvió de Estados Unidos, participé en la presentación en vivo de ese disco, en la que ingresaron Alfredo en el bajo y Pablo en la guitarra. Con ellos y Fito Páez también grabamos en el álbum Piano Bar, que venía armado y servido en bandeja simultáneamente”.
Los que llegaron
El sintagma “rock nacional” fue un pony de Troya. Una generalización, astuta, para no dejar a nadie afuera; una estrategia para confundir al comprador con una noción que no tenía que ver con el género musical: esto es nuevo y es Lo Nuestro.
Como muchas otras bandas y solistas recién formados al comienzo de la democracia, G.I.T. tuvo la oportunidad de grabar un disco con más facilidad que la que se tenía antes del estallido post Malvinas. En sintonía con el entusiasmo participativo que trajo el regreso a la democracia, con la revalorización de las libertades de expresión y de opinión, las consignas rockeras se nutrieron con pluralismo y el rechazo de todo dogmatismo.
El cuadro, mirado desde este presente, hace pensar en que nadie tenía muy claro nada. En algunas escrituras —las leemos más a menudo que lo que quisiéramos— se recurre a un estilo complicado con la ilusión de que un manojo de expresiones rebuscadas logren sobresalir, impresionar, permitan escapar de una supuesta vulgaridad. En la música ocurre algo similar: lo simple es subestimado.
La revista Pelo, en su número de diciembre de 1984, incluyó a G.I.T. entre “Los que llegaron”. Su nombre destacaba en el artículo junto al de otras bandas emergentes como Soda Stereo, Autobús y Abrelatas. Afirmaban que el trío se destacaba por su “música moderna, compacta y seductora” (una serie de conceptos multiuso que sin la compañía de definiciones musicales podría servir para describir a un electrodoméstico).
Sus primeros cortes, “Oh mi amor” y “Acaba de nacer”, condujeron a la grabación del ya mencionado primer álbum, G.I.T. En 1985 llegó Volumen 2, también conocido como “el álbum negro” o “el disco de los relojes”, producido por Gustavo Santaolalla.
Este trabajo marcó un quiebre estético con un sonido de batería particular que generó controversia. Quien escuchó G.I.T. alguna vez sabrá de qué se trata, ¿no? Mientras algunos lo consideraban transgresor y vanguardista, otros lo tildaron de extraño. Lo cierto es que esta decisión les brindó una identidad única, irrepetible.
Iturri detalla: “El concepto de sonido no es simplemente un fenómeno técnico en el sentido limitado del término; la tecnología de grabación debe ser entendida como un sistema completo de producción, que implica la organización de significados musicales y técnicos. Se nos ocurrió colocar una chapa de zinc delante de mi tambor Ludwig Supraphonic con un micrófono PZM pegado. Eso tenía un canal aparte para que en la mezcla pudiéramos ecualizar ese sonido, de manera que podíamos meter más o menos ‘lata’. También incorporé un loop de la batería electrónica Roland (la 707 y la 808)”.
Actualmente, Iturri vive en Santiago de Chile junto a Vera, su pareja y manager. Allí lidera una banda que repasa las canciones más célebres de G.I.T. y las presenta junto a las de su más reciente trabajo solista, Ayer Hoy”. A pesar de la repercusión inicial, G.I.T. transitó por varios períodos en los que iban de la separación a la reunión sin estabilizarse. No obstante, su legado se mantiene vigente gracias a clásicos como “Es por amor”, “La calle es su lugar (Ana)”, “Siempre fuiste mi amor” y “No hieras mi corazón”.
Pablo Guyot y Alfredo Toth continúan trabajando juntos como productores artísticos, bajo el nombre GyT (la sigla remite al grupo y al mismo tiempo señala con sutileza al desmembramiento definitivo del grupo). Su último show fue en marzo de este año en La Trastienda. Consultados por la nacion sobre los profusos avatares que caracterizan al grupo dijeron que, por ahora no responden entrevistas.
Aquí están, estos son
G.I.T. fue una creación minimalista, anclada en múltiples operaciones discursivas. Su nombre sintetiza la esencia del éxito musical y funciona, a la vez, como artefacto pop, un instrumento metalingüístico. Es tan obvio que G.I.T. remite a hit que, lejos de ser un chiste, obliga a explorar en la capacidad de hacerlos, es un gesto serio.
El desborde musical del momento provocó que una enorme cantidad de bandas publicaran un solo disco y luego fueran olvidadas. Si una conseguía sostenerse con dignidad con la aparición de un segundo trabajo, era una bomba. La sensación de que todo podía desmoronarse en cualquier momento, lejos de amedrentar a los músicos, los estimulaba.
¿Qué estructuras sonoras tienen potencial para transportar un marcaje temporal detenido en la música pop? Hoy no resulta tan curioso que el segundo disco de G.I.T. represente un cierre de ciclo para la banda (la obra completa está compuesta por cinco discos de estudio y dos compilaciones), una especie de conexión y reconciliación de todas sus historias, sus personalidades musicales, una anticipación de lo que dejó la erosión del tiempo en cada uno.
La estructura sonora del primer disco era sostenida por los riffs de Guyot; sin embargo, el sello distintivo de G.I.T. es el del segundo, el espacio acústico dominado por la batería de Iturri. La irrupción del sonido latoso de la batería los ubicó en una posición arriesgada dentro del panorama musical; el cambio, audaz, caracterizado por un ritmo marcial y un tambor procesado, le dio una identidad única.
El sonido de la batería redefinió el estilo de G.I.T. y, además, los colocó en la cornisa musical, generó un impacto que resonó más allá del género rock de acá o de allá. Mientras algunos críticos y oyentes se mostraban sorprendidos pero reticentes, otros reconocieron la innovación y valentía detrás de esta decisión estética.
Fernando Samalea, otro de los insoslayables bateristas de la Selección García, evoca los hechos: “Por entonces, Guyot, Toth e Iturri eran seres mitológicos para mí y para muchos. Con su halo de modernidad y potencia, alternaban su repertorio propio con el de la banda de García, nada menos. Recuerdo que, tras el debut en Ibiza del año anterior, fueron más allá en el segundo disco. Con un enfoque minimalista, lanzaron canciones como ‘Siempre fuiste mi amor’ y ‘Aire de todos’, experimentando con cajas de ritmo, samples y un sonido de tambor latoso que dio mucho que hablar.

Willy entendió antes que nadie que se avecinaban tiempos binarios y mecánicos, ejecutando ritmos marciales llenos de silencios, bombos y tambores sin hi-hat, síncopas de platillos ni breaks de roto-toms, tan característicos de su estilo. Quizás quiso darse el gusto de crear un beat sin bordona y procesado, coqueteando con lo diferente y vanguardista, y tenía con qué. ¡Mi admiración es eterna!”.
La notación de la armonía, la melodía y el ritmo de una canción pop constituyen el grueso de lo que hay que analizar. Quizás… ¿acaso una descripción del trazo de Rembrandt es equivalente a un análisis de la composición real de colores que utilizó, de los procesos que puso en marcha para conseguir esas densidades, del grosor de su pincelada? La música popular nació conectada a las tecnologías de grabación, el producto de esas tecnologías puede ser definido como un objeto autográfico y sería deseable analizar los procesos implicados en esa suerte de pintura sonora a la que llamamos producción musical.
El tecnólogo musical Paul Théberge reconoce la complejidad de identificar de qué está compuesto ese “material sonoro” (The ‘sound’ of music: technological rationalization and the production of popular music; 1989). Productores, músicos, compañías y público en general categorizan al “sonido” como si existiera una característica identificativa de la música, lo que indica una transformación en la manera en que se construye y se percibe.
Iturri tiene claro que la aparición de su sonido tan singular, definitivo, el que dio una nueva identidad a la batería, provocó una respuesta disruptiva en un contexto de easy listening: “el público estaba confundido porque creyó que era digital. Recuerdo la conferencia de prensa que hicimos junto a Daniel Grinbank, titular del sello que lo publicó. La prensa me preguntó qué opinaba del sonido. Respondí que no sabía si era una obra maestra o una verdadera mierda. Claro, entre ambas cosas hay un abismo; todo redundó en el conflicto del sonido. Ahora que lo pienso mejor, adelantamos algo del cambio de paradigma que sucedería con el cambio de década, ese sonido no iba a resultar tan raro en los 90″.
Veo en la calle gente engañada, que aplaude todo lo que le dan. Oh, mi amor, no todo lo que brilla es oro.
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“Gigantes”, la película animada con proyección internacional de una pareja argentina
Gonzalo Gutiérrez y Florencia Lemoine recorren el mundo con “Gigantes”, el film que se estrena este jueves. “Queremos mostrar que en Argentina podemos tener un talento igual o mayor”
Gustavo Grazioli

La historia surge en un avión con destino a Cannes (Francia). Abordo van Florencia Lemoine (productora) y Gonzalo Gutiérrez (director de cine), ambos vienen de la industria de los efectos visuales y se lanzaron a hacer sus propios contenidos cinematográficos. Llevan un pendrive que contiene el teaser de una película animada hecha íntegramente en Argentina. El nombre es Gigantes, pero todavía no está terminada. Buscan financiamiento para seguir adelante.
En ese viaje disparan una cadena de emails para contar sobre el proyecto y después de negativas y silencio, aparece la primera respuesta. Viene de parte de Studio 100 Media, una empresa perteneciente al grupo belga Studio 100, que también cuenta con fuerte presencia en la industria de parques temáticos en Bélgica, Alemania, Países Bajos, Polonia y la República Checa.

El proyecto atraviesa varias etapas, sus primeros pasos datan del 2016, y a pesar del tiempo y la espera, la producción se realiza en tres años y medio. Con un equipo de trabajo multidisciplinario, el guion a cargo de Carlos Koktin, guionista de Rio 2, y la música de Pablo Borghi, producida con la Synchron Stage Orchestra de Viena (Top Gun Maverick, Guardianes de la Galaxia, King Kong Godzilla, entre otras), se sumaron las voces en off de la mexicana Karol Sevilla (Soy Luna) y Carla Peterson.
El crecimiento atrajo a Infinity Hill, la multipremiada productora de cine y series que dirige Axel Kuschevatzky, Phin Glynn y Cindy Teperman [entre sus proyectos ya estrenados se encuentra la nominada al Oscar, Argentina, 1985].
La pareja que tiene su base de operaciones anclada en San Telmo, logra concretar su proyecto y recorre el mundo con gran éxito. La película se exhibe en salas de Francia, Portugal, Turquía, República Checa, Lituania, Ucrania, Eslovaquia, Rumania, Alemania, Austria y Suiza, entre otros y este jueves se estrena en Argentina.
“Salimos con un guion y un teaser de lo que queríamos hacer. A partir de eso fuimos sumando socios, entre ellos Axel, que lo vio muy iniciático y con la película en producción, le encantó y se empezó a involucrar”, dice Florencia en un respiro después de la función que hicieron para la prensa argentina.
“La motivación más grande es mostrar que en Argentina podemos tener un talento igual o mayor que en otros lugares para hacer este tipo de películas. Nosotros venimos haciendo efectos visuales para películas y series de primera línea. Un día estábamos haciendo un dragón para Fox y dijimos, ‘che, nosotros podemos hacer nuestra propia película’. Trabajar con gente de acá y demostrar que tenemos el nivel”, agrega Gonzalo, quien se muestra entusiasmado y seguro.
La trama de Gigantes cuenta la vida en un pueblo autosustentable, en la que sus habitantes se ven amenazados por una gran tormenta que obliga al exilio. Ahí aparece Alfonso, un niño de 12 años que, junto a sus amigos, Pancho y Victoria, se proponen evitar el destierro y harán todo lo posible para detenerlo y salvar su lugar. En el medio de esas proezas, se emprenderá un viaje lleno de aventuras en el que estos jóvenes aprenderán el valor de la amistad y la fraternidad.
De aquel pendrive con adelantos, Gigantes terminó como un Goliat de las taquillas y traducida a 20 idiomas. Ganó a mejor película de animación en Vancouver (International Movie Awards), también está nominada a mejor película en el Festival Internacional de Cine Infantil de Beijing, China y se mantiene en competencia en festivales de Estados Unidos, Portugal y Países Bajos.
“Es muy inspirador estar entre tantos artistas. Si bien lo nuestro es digital, viene gente de bellas artes, hay escultores, pintores. Poco a poco fuimos teniendo la necesidad de hacer algo nosotros y mostrarlo”, cuenta Florencia acerca del proceso de elaboración de la película. “Fue más lápiz que computadora”, agrega Gonzalo, en parte como una descripción artesanal del trabajo que llevaron adelante. “Arrancamos con un proceso de maqueta que después fueron inspiración para recrear en 3D”, detalla Florencia.
“Fue maderita a maderita, pintando, y después se llevó a digital. En la película se siente eso. Tiene como un look diferente a lo que se ve en PIXAR, que tal vez son como más lisos en algunas cosas. Acá sentís todo: el relieve, la textura, la madera. Un laburo exhaustivo, donde está buenísimo trabajar con gente talentosa y además amigos. Hay algo del sueño del superhéroe que se arma el equipo de superamigos”, concluye el director.
Gonzalo y Florencia trabajan juntos desde el 2008, se conocieron en un estudio de efectos visuales. De compañeros de trabajo, pasaron a ser pareja y en 2021 fueron padres. Hace 10 años que tienen la productora GF Films y alejados de los servicios de efectos que venían ofreciendo, el objetivo se concentró en realizar contenido propio.
Su gran éxito fue en la participación de la película de terror El exorcismo de Dios, que se exhibió en cines de todo el mundo. Y ahora con el estreno en Argentina de Gigantes, una aventura extraordinaria, que ya tuvo su lanzamiento a nivel mundial, buscaran pisar firme a nivel local. Y además, ya se encuentran trabajando en la post-producción de la película Pacífico, un blockbuster de ciencia ficción con fecha de lanzamiento para 2025.
“Todos se sorprenden de que pudimos terminar la película. Fueron un montón de años. Muchos no confiaban en que íbamos a poder”, aclara Florencia, mientras recuerda con la cantidad de países que quisieron buscar una coproducción y no se dio. Entre ellos, resaltan Rusia, Francia, España y Australia. “Es un trabajo de resistencia y perseverancia”, enfatiza. “Guillermo del Toro dice que, para el cine, ‘tenés que tener la sensibilidad de un pintor y la resistencia de un boxeador’. Es un poco así. Todo el tiempo es soportar problemas y desgastes”, agrega Gonzalo.
Para que se abran las puertas del cielo de la productora de Gonzalo y Florencia, pasó tiempo y algunas desventuras. Muchos correos sin respuesta, muchos no, contratos que se cayeron por quiebras. De todo. Hasta que sin quererlo se viralizó uno de los teaser de la película de ciencia ficción que están filmando, escaló más de los pensado y el teléfono no paró de sonar. En uno de los tantos llamado de gente que hablaba inglés, apareció la voz de Robert Newman, representante de Guillermo del Toro, David Cronenberg, Danny Boyle, entre otros. Y a esa lista se sumó el nombre de Gonzalo Gutiérrez.
“Cuando hicimos este pequeño trailer de la película de animación, también hicimos uno de la película de ciencia ficción. Eso se hizo muy viral y empezó sonar el teléfono. Gente hablándome en inglés y uno de ellos era esta persona. Cuando googleo, veo que trabajaba con todos estos tipos”, dice sorprendido y sin ahondar en la autorreferencia. Trabajar con este agente, lo metió de lleno en Los Ángeles y en otro circulo de gente. “Te ayuda mucho. Levantas el teléfono y tenés una reunión con Marvel –dice–. Viajo a Los Ángeles una vez por año y me arman reuniones cada dos horas”.
Gonzalo fue tentado con la idea de mudarse a Estados Unidos, pero siempre decidió que su base de operaciones se mantendría en San Telmo y que toda la creatividad saldría al mundo desde ahí. Un ideal muy marcado. “Lo primero que te dicen es que te mudes allá, que te arman entrevistas y en alguna enganchas una película para trabajar. Pero siempre tuve claro que quería hacer todo desde Argentina”, aclara el director de Gigantes.
“Vivimos acá, nuestros amigos están acá, al igual que los talentos que conocemos y es un capital que tenemos. De hecho, esta película, que casi se cae innumerables veces, tuvo un montón de gente que confió. Puso la firma y trabajo”, aporta Florencia.
–¿Qué les gustaría que pase con el estreno de Gigantes en Argentina?
–Gonzalo: Pensamos la película como una vidriera del talento argentino para el mundo. Sabemos que el mercado argentino es limitado y que apuntar solo acá hubiese sido imposible para conseguir financiación. Por eso buscamos que sirva como vidriera y sea un potenciador de un futuro. Que desarrolle industria. Eso sería genial. Y, por otro lado, el mayor deseo que tengo es que se pueda exhibir a la mayor cantidad de gente y que se pueda ver, a través de la pantalla, todo lo que se puso para esta película: amor, pasión, esfuerzo. Y que eso se transmita. Eso puede llevar a que pasen cosas mejores para futuras generaciones, nuevos talentos o gente que todavía no supo que existía la posibilidad de hacer esto acá y pueda verlo como una oportunidad. Que florezca la industria.
–Florencia: Sentir orgullo. En todo el mundo hay muy buenas repercusiones y está hecho acá.
–Hay que ir al cine a vivir la experiencia…
–Florencia: Con esta película los chicos se van a reír. Deja enseñanzas y valores. Es emotiva. Todo ese combo ayuda a que la gente vaya a pasar un buen momento. Y, por otro lado, hay un tema con relación al legado y lo que se quiere decir que no es menor. La peli trata mucho sobre la amistad y el amor fraternal. Estas nuevas generaciones que vivieron en pandemia o que cada vez están más encerrados por distintos motivos, se van a encontrar con una vidriera de infancias distintas donde existe el encuentro. Poder pensar en recuperar eso está bárbaro.
Gonzalo toma su café, mira a Florencia, el interior de sus ojos transmite la pasión de sus palabras y ante la pregunta de la posibilidad de que la película pase a plataformas, se guarda la respuesta. Sonríe como si ya hubiese algo planificado y deja una única consigna: “Necesitamos que la gente la vea en el cine, como fue pensada. Van a escuchar a muchos niños riéndose y ese es el sonido más maravilloso del mundo”.
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