Tres nuevos desafíos para los sistemas de salud del mundo
Advierten sobre la influencia del cambio climático, la resistencia a antibióticos y la escasa vacunación
Alejandro HorvatLa expansión de ciertas enfermedades, como la viruela del mono, una amenaza
La reaparición y la propagación de diversas enfermedades, tanto en el país como en el ámbito internacional, plantean una amenaza constante y un desafío significativo para los sistemas de salud. Algunas patologías resurgen con mayor intensidad, como la epidemia de dengue que afectó a la Argentina y el brote de viruela del mono que puso en alerta a la OMS. Expertos consultados señalan tres grandes factores detrás de este fenómeno: la interrelación entre el cambio climático y la propagación de enfermedades infecciosas; la resistencia a los antibióticos, exacerbada por el uso indebido de esos medicamentos, y el descenso de las tasas de vacunación, tanto en niños como en adultos.
La reaparición y la propagación de diversas enfermedades, tanto en el ámbito nacional como en el internacional, plantean una amenaza constante y un desafío significativo para la ciencia. Es crucial analizar por qué algunas patologías resurgen con mayor intensidad, como la epidemia de dengue que afectó a la Argentina y otros países de la región el verano pasado. Además, hay virus que antes se limitaban a los animales y ahora adquirieron la capacidad de infectar a los humanos e incluso transmitirse de persona a persona, lo que podría desencadenar nuevas epidemias o pandemias. Pero ¿por qué pasa esto? ¿Acaso hay una causa común? Los expertos consultados por
señalan tres grandes factores la nacion que representan un enorme desafío para las autoridades sanitarias del planeta. En primer lugar, la interrelación entre el cambio climático y la propagación de enfermedades infecciosas está emergiendo como uno de los retos más complejos para la salud global en el siglo XXI. En segundo lugar, destacan que la resistencia a los antibióticos, exacerbada por el uso indebido de esos medicamentos durante la lucha contra el Covid-19, se convirtió en una crisis sanitaria significativa. Por último, subrayan que –sobre todo a raíz de la última pandemia– las tasas de vacunación, tanto en niños como en adultos, descendieron notablemente en el mundo.
Deforestación y tropicalización.
Los cambios en el clima están alterando hábitats naturales y provocando adaptaciones en los vectores de enfermedades, como mosquitos y roedores, que son responsables de la transmisión de múltiples patógenos. Eduardo López, jefe del Departamento de Medicina del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, enfatiza que la deforestación y el cambio climático hicieron que los mosquitos se adaptaran a la cotidianidad, lo que facilita la expansión de enfermedades como el dengue y el zika. Este fenómeno se evidencia con la migración de vectores a zonas urbanas.
López también observa que la deforestación tuvo un impacto importante en la migración de roedores a áreas habitadas por humanos, lo que incrementó la incidencia de enfermedades transmitidas por estos animales. “La deforestación ayudó a que los roedores migraran a las casas”, explica el infectólogo.
Enfermedades como el hantavirus y la fiebre hemorrágica argentina aumentaron debido a estos cambios en el ecosistema. El especialista menciona además el caso del virus de inmunodeficiencia humana (VIH) y la viruela, que originalmente afectaban a los simios.
Jorge Geffner, miembro del Departamento de Microbiología, Parasitología e Inmunología de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), destaca que la tropicalización de América del Sur contribuyó a un aumento en los casos de enfermedades transmitidas por vectores. “La tropicalización, es decir, el aumento de las temperaturas promedio en América del Sur, hace que en los últimos años estemos viendo un aumento sostenido en cuanto al número de casos de personas infectadas”, señala Geffner.
La expansión del mosquito Aedes aegypti debido a temperaturas más cálidas permitió que estos vectores colonizaran más áreas y durante períodos más prolongados. Esto, combinado con la posibilidad de segundas infecciones más severas, hace que enfrentar estas enfermedades sea cada vez más desafiante. “Si el año pasado tuvimos entre 300.000 y 400.000 casos de dengue detectados, podríamos enfrentar una mayor incidencia de cuadros severos este año”, advierte Geffner.
Resistencia bacteriana. Otro factor que agrava el panorama es la resistencia a los antibióticos. Alejandra Capozzo, investigadora principal del Conicet, advierte que en la pandemia se vio un aumento en el uso indebido de antibióticos, lo que exacerba la resistencia de los patógenos. “Un gran número de personas comenzaron a utilizar antibióticos como una panacea para el tratamiento de la infección por Covid-19, que no es de origen bacteriano, sino viral”, agrega.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) calificó esta resistencia antibacteriana de crisis global, y proyecta que más de 30 millones de personas podrían verse afectadas para 2030.
Capozzo menciona que el uso inadecuado de antibióticos no solo afecta la salud humana, sino también la salud animal y la producción animal, y resalta la importancia de mantener una investigación científica constante para estar preparados ante futuras amenazas de salud.
“Nunca tenemos que dejar de estudiar, de sostener una ciencia básica que vaya entendiendo la biología profunda, la inmunobiología, la epidemiología, la inmunopatología de todos estos patógenos. Es crucial tener un país con un sistema científico fuerte”, afirma Capozzo.
Vacunación. En cuanto a la cobertura de los programas de vacunación, la pandemia también tuvo un impacto significativo en una curva que ya venía decreciendo años anteriores. Geffner señala que “durante la pandemia, disminuyó mucho la cobertura de los programas de vacunación”, y añade que esta disminución dejó a la población más vulnerable. La reducción en las tasas de vacunación, especialmente en la vacunación pediátrica, es un problema crítico. Aunque ha habido una recuperación parcial, Geffner alerta que “las coberturas de vacunación siguen siendo insuficientes” y están por debajo de los niveles anteriores a la pandemia. “La falta de cobertura adecuada incrementa la susceptibilidad a brotes de enfermedades prevenibles”, sostiene el especialista.
El informe de la OMS y de Unicef sobre inmunizaciones muestra que la cobertura con vacunas infantiles se estancó en 2023 a nivel global, sin recuperar los niveles anteriores a la crisis del Covid-19. Se proyecta que 2,7 millones de niños más no recibirán todas las vacunas necesarias en comparación con 2019. Entre las 14 enfermedades con vacunas afectadas por esta tendencia figuran sarampión, meningitis, neumonía, hepatitis B, rubeola, polio, difteria, paperas, tos convulsa y VPH. El estancamiento en la cobertura mundial refleja problemas persistentes, como interrupciones en los servicios de salud, dificultades logísticas, dudas sobre las vacunas y desigualdades en el acceso a los servicios.
En el caso de la Argentina, la estimación indica que el año pasado cayeron las coberturas con respecto a 2022, aunque aclaran que podría ser una subestimación, dado que, según lo informado por el Ministerio de Salud de la Nación, se modificó la manera de registrar las aplicaciones, lo que afectó la integridad de los informes.
Daniela Hozbor, directora de grupo del Laboratorio VacSal de la Universidad Nacional de La Plata e investigadora principal del Conicet, repasa que en la última década la vacunología avanzó significativamente con el desarrollo de la tecnología de “vacunología reversa” (utilizan partes del patógeno, como proteínas, para desarrollar una vacuna); la creación de vacunas innovadoras, como las de ARN mensajero, y las plataformas vectoriales para combatir la Covid-19.
También se trabajó en la resistencia a antimicrobianos y en la creación de nuevas vacunas contra enfermedades como la malaria, el dengue, la fiebre amarilla, la rabia y varias infecciones bacterianas como Shigella, Clostridium difficile, Escherichia coli invasiva, Salmonella y Streptococcus pneumoniae tipo B, utilizando las últimas plataformas tecnológicas.
“La caída en las coberturas de vacunación post-Covid, especialmente en la Argentina, resaltó la importancia de desarrollar vacunas combinadas que puedan proteger contra múltiples patógenos en una sola formulación, facilitando la logística de vacunación y aumentando la adhesión de la población. La pandemia demostró que el conocimiento científico acumulado puede ser rápidamente enfocado para responder a emergencias, pero es crucial mantener la infraestructura, las capacidades y los recursos humanos necesarios para garantizar respuestas oportunas y efectivas en el futuro, trabajando en coordinación con los entes reguladores”, concluye Hozbor.
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Confirman un nuevo caso de viruela del mono en la Argentina
Surge del último Boletín Epidemiológico Nacional; la principal vía de contagio sigue siendo la sexual
Las autoridades sanitarias nacionales actualizaron a diez el número de casos confirmados de viruela del mono este año en el país. Aún resta conocer el resultado de otros 14 que están en investigación, según se informó oficialmente ayer.
Las edades de esa decena de pacientes con resultado positivo para el virus mpox que consultaron al sistema de salud varían entre 23 y 49 años, de acuerdo con los datos difundidos por el Ministerio de Salud de la Nación.
Al momento, la investigación epidemiológica de los casos, que debe estar a cargo de la jurisdicción de residencia, pudo determinar que cuatro de esos pacientes contrajeron la infección durante un viaje o estuvieron en contacto con viajeros, mientras que uno refirió no tener ese antecedente. Sobre los otros cinco casos, aún no está disponible esta información.
La primera confirmación diagnóstica este año para esta enfermedad fue a finales de julio, de acuerdo con los datos del Boletín Epidemiológico Nacional (BEN).
En lo que va de 2024 y hasta hace dos semanas, dado el retraso en la publicación del BEN, las jurisdicciones dieron cuenta de 53 pacientes con síntomas de sospecha: fiebre, ampollas con pus (pústulas) en el cuerpo –en especial, en la zona genital o perianal, el torso y las manos– y dolor muscular.
La mitad de los diez casos diagnosticados viven en la ciudad de Buenos Aires, mientras que dos son de la provincia de Buenos Aires, uno de Corrientes, uno de Santa Fe y uno de Río Negro. Son nueve varones y una mujer, de acuerdo con el sexo legal informado.
El contacto físico estrecho, incluidas las relaciones sexuales, sigue siendo la principal forma de contagio documentado. La transmisión ocurre a través del roce con las lesiones de la piel o la manipulación sin protección de elementos que pudieron estar expuestos (prendas, ropa de cama, toallas o utensilios).
Por el momento, el riesgo de transmisión es “moderado” en los países fuera del epicentro del brote de viruela símica en África, de acuerdo con la actualización de la vigilancia sobre esta enfermedad que mantiene la Organización Mundial de la Salud (OMS). Eso es “donde los brotes afectan principalmente a hombres que tienen sexo con hombres y se diseminan en mayor parte a través del contacto sexual, asociado con el clado IIb” del virus y que es el detectado en los casos confirmados en el país.
La alerta internacional de la OMS hace unas semanas fue luego de que en junio pasado reaparecieran casos en países con un aumento de los diagnósticos con respecto al mes anterior o sin nuevos registros de la infección tras el brote de 2022. La Argentina tuvo 1025 casos a partir de mayo de ese año, cuando el laboratorio nacional de referencia confirmó el primer diagnóstico. Durante 2023 se detectaron 124 positivos y en lo que va de este año, diez, según la información oficial.
Desde el Ministerio de Salud insisten en la importancia de “evitar el contacto piel con piel con personas infectadas o que tengan síntomas como fiebre, malestar general o lesiones en la piel”. En el sistema de salud también se está poniendo énfasis en que “la sospecha o la confirmación [de viruela símica] debe ser una oportunidad para ofrecer en forma sistemática el testeo para VIH y otras infecciones de transmisión sexual (ITS)”.
Las principales recomendaciones generales para prevenir contagios son:
Evitar el contacto estrecho directo (especialmente sexual) con casos confirmados y con personas que tengan síntomas compatibles, aunque no tengan todavía el diagnóstico confirmado. Esa autoprotección incluye evitar el contacto físico, respiratorio y/o con la ropa o utensilios utilizados por personas con la enfermedad.
● Usar preservativo para prevenir las infecciones de transmisión sexual (ITS), aunque su utilidad es limitada para la viruela símica porque el virus se adquiere por el contacto con las pústulas que aparecen más allá de la zona genital o perianal.
● Tomar medidas para reducir el riesgo de transmisión a otras personas en el caso de confirmación diagnóstica: permanecer aislados mientras se mantengan los síntomas (fiebre, malestar general, dolor de garganta, entre otros) o las lesiones en la piel. Evitar el contacto con animales domésticos y fauna silvestre, ya que el virus puede transmitirse a ciertos animales. No retomar las actividades diarias hasta que así lo indique un profesional. Esto debe sostenerse hasta que se hayan caído las costras de todas las lesiones en el cuerpo y se haya formado una nueva capa de piel.
● De haber estado en contacto con una persona que contrajo el virus o haber participado en una actividad de riesgo, hay que estar atentos a la aparición de síntomas y las lesiones cutáneas características durante 21 días desde la última exposición, además de evitar contacto especialmente con embarazadas, chicos o personas inmunocomprometidas, y hacer la consulta médica rápida ante la aparición de todo signo de sospecha.
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Cautela de los expertos ante el diagnóstico de Alzheimer mediante análisis de sangre
La prueba sería considerablemente más precisa que los tests cognitivos tradicionales y las tomografías computarizadas, pero aún falta
La reaparición y la propagación de diversas enfermedades, tanto en el país como en el ámbito internacional, plantean una amenaza constante y un desafío significativo para los sistemas de salud. Algunas patologías resurgen con mayor intensidad, como la epidemia de dengue que afectó a la Argentina y el brote de viruela del mono que puso en alerta a la OMS. Expertos consultados señalan tres grandes factores detrás de este fenómeno: la interrelación entre el cambio climático y la propagación de enfermedades infecciosas; la resistencia a los antibióticos, exacerbada por el uso indebido de esos medicamentos, y el descenso de las tasas de vacunación, tanto en niños como en adultos.
La reaparición y la propagación de diversas enfermedades, tanto en el ámbito nacional como en el internacional, plantean una amenaza constante y un desafío significativo para la ciencia. Es crucial analizar por qué algunas patologías resurgen con mayor intensidad, como la epidemia de dengue que afectó a la Argentina y otros países de la región el verano pasado. Además, hay virus que antes se limitaban a los animales y ahora adquirieron la capacidad de infectar a los humanos e incluso transmitirse de persona a persona, lo que podría desencadenar nuevas epidemias o pandemias. Pero ¿por qué pasa esto? ¿Acaso hay una causa común? Los expertos consultados por
señalan tres grandes factores la nacion que representan un enorme desafío para las autoridades sanitarias del planeta. En primer lugar, la interrelación entre el cambio climático y la propagación de enfermedades infecciosas está emergiendo como uno de los retos más complejos para la salud global en el siglo XXI. En segundo lugar, destacan que la resistencia a los antibióticos, exacerbada por el uso indebido de esos medicamentos durante la lucha contra el Covid-19, se convirtió en una crisis sanitaria significativa. Por último, subrayan que –sobre todo a raíz de la última pandemia– las tasas de vacunación, tanto en niños como en adultos, descendieron notablemente en el mundo.
Deforestación y tropicalización.
Los cambios en el clima están alterando hábitats naturales y provocando adaptaciones en los vectores de enfermedades, como mosquitos y roedores, que son responsables de la transmisión de múltiples patógenos. Eduardo López, jefe del Departamento de Medicina del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, enfatiza que la deforestación y el cambio climático hicieron que los mosquitos se adaptaran a la cotidianidad, lo que facilita la expansión de enfermedades como el dengue y el zika. Este fenómeno se evidencia con la migración de vectores a zonas urbanas.
López también observa que la deforestación tuvo un impacto importante en la migración de roedores a áreas habitadas por humanos, lo que incrementó la incidencia de enfermedades transmitidas por estos animales. “La deforestación ayudó a que los roedores migraran a las casas”, explica el infectólogo.
Enfermedades como el hantavirus y la fiebre hemorrágica argentina aumentaron debido a estos cambios en el ecosistema. El especialista menciona además el caso del virus de inmunodeficiencia humana (VIH) y la viruela, que originalmente afectaban a los simios.
Jorge Geffner, miembro del Departamento de Microbiología, Parasitología e Inmunología de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), destaca que la tropicalización de América del Sur contribuyó a un aumento en los casos de enfermedades transmitidas por vectores. “La tropicalización, es decir, el aumento de las temperaturas promedio en América del Sur, hace que en los últimos años estemos viendo un aumento sostenido en cuanto al número de casos de personas infectadas”, señala Geffner.
La expansión del mosquito Aedes aegypti debido a temperaturas más cálidas permitió que estos vectores colonizaran más áreas y durante períodos más prolongados. Esto, combinado con la posibilidad de segundas infecciones más severas, hace que enfrentar estas enfermedades sea cada vez más desafiante. “Si el año pasado tuvimos entre 300.000 y 400.000 casos de dengue detectados, podríamos enfrentar una mayor incidencia de cuadros severos este año”, advierte Geffner.
Resistencia bacteriana. Otro factor que agrava el panorama es la resistencia a los antibióticos. Alejandra Capozzo, investigadora principal del Conicet, advierte que en la pandemia se vio un aumento en el uso indebido de antibióticos, lo que exacerba la resistencia de los patógenos. “Un gran número de personas comenzaron a utilizar antibióticos como una panacea para el tratamiento de la infección por Covid-19, que no es de origen bacteriano, sino viral”, agrega.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) calificó esta resistencia antibacteriana de crisis global, y proyecta que más de 30 millones de personas podrían verse afectadas para 2030.
Capozzo menciona que el uso inadecuado de antibióticos no solo afecta la salud humana, sino también la salud animal y la producción animal, y resalta la importancia de mantener una investigación científica constante para estar preparados ante futuras amenazas de salud.
“Nunca tenemos que dejar de estudiar, de sostener una ciencia básica que vaya entendiendo la biología profunda, la inmunobiología, la epidemiología, la inmunopatología de todos estos patógenos. Es crucial tener un país con un sistema científico fuerte”, afirma Capozzo.
Vacunación. En cuanto a la cobertura de los programas de vacunación, la pandemia también tuvo un impacto significativo en una curva que ya venía decreciendo años anteriores. Geffner señala que “durante la pandemia, disminuyó mucho la cobertura de los programas de vacunación”, y añade que esta disminución dejó a la población más vulnerable. La reducción en las tasas de vacunación, especialmente en la vacunación pediátrica, es un problema crítico. Aunque ha habido una recuperación parcial, Geffner alerta que “las coberturas de vacunación siguen siendo insuficientes” y están por debajo de los niveles anteriores a la pandemia. “La falta de cobertura adecuada incrementa la susceptibilidad a brotes de enfermedades prevenibles”, sostiene el especialista.
El informe de la OMS y de Unicef sobre inmunizaciones muestra que la cobertura con vacunas infantiles se estancó en 2023 a nivel global, sin recuperar los niveles anteriores a la crisis del Covid-19. Se proyecta que 2,7 millones de niños más no recibirán todas las vacunas necesarias en comparación con 2019. Entre las 14 enfermedades con vacunas afectadas por esta tendencia figuran sarampión, meningitis, neumonía, hepatitis B, rubeola, polio, difteria, paperas, tos convulsa y VPH. El estancamiento en la cobertura mundial refleja problemas persistentes, como interrupciones en los servicios de salud, dificultades logísticas, dudas sobre las vacunas y desigualdades en el acceso a los servicios.
En el caso de la Argentina, la estimación indica que el año pasado cayeron las coberturas con respecto a 2022, aunque aclaran que podría ser una subestimación, dado que, según lo informado por el Ministerio de Salud de la Nación, se modificó la manera de registrar las aplicaciones, lo que afectó la integridad de los informes.
Daniela Hozbor, directora de grupo del Laboratorio VacSal de la Universidad Nacional de La Plata e investigadora principal del Conicet, repasa que en la última década la vacunología avanzó significativamente con el desarrollo de la tecnología de “vacunología reversa” (utilizan partes del patógeno, como proteínas, para desarrollar una vacuna); la creación de vacunas innovadoras, como las de ARN mensajero, y las plataformas vectoriales para combatir la Covid-19.
También se trabajó en la resistencia a antimicrobianos y en la creación de nuevas vacunas contra enfermedades como la malaria, el dengue, la fiebre amarilla, la rabia y varias infecciones bacterianas como Shigella, Clostridium difficile, Escherichia coli invasiva, Salmonella y Streptococcus pneumoniae tipo B, utilizando las últimas plataformas tecnológicas.
“La caída en las coberturas de vacunación post-Covid, especialmente en la Argentina, resaltó la importancia de desarrollar vacunas combinadas que puedan proteger contra múltiples patógenos en una sola formulación, facilitando la logística de vacunación y aumentando la adhesión de la población. La pandemia demostró que el conocimiento científico acumulado puede ser rápidamente enfocado para responder a emergencias, pero es crucial mantener la infraestructura, las capacidades y los recursos humanos necesarios para garantizar respuestas oportunas y efectivas en el futuro, trabajando en coordinación con los entes reguladores”, concluye Hozbor.
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Confirman un nuevo caso de viruela del mono en la Argentina
Surge del último Boletín Epidemiológico Nacional; la principal vía de contagio sigue siendo la sexual
Las autoridades sanitarias nacionales actualizaron a diez el número de casos confirmados de viruela del mono este año en el país. Aún resta conocer el resultado de otros 14 que están en investigación, según se informó oficialmente ayer.
Las edades de esa decena de pacientes con resultado positivo para el virus mpox que consultaron al sistema de salud varían entre 23 y 49 años, de acuerdo con los datos difundidos por el Ministerio de Salud de la Nación.
Al momento, la investigación epidemiológica de los casos, que debe estar a cargo de la jurisdicción de residencia, pudo determinar que cuatro de esos pacientes contrajeron la infección durante un viaje o estuvieron en contacto con viajeros, mientras que uno refirió no tener ese antecedente. Sobre los otros cinco casos, aún no está disponible esta información.
La primera confirmación diagnóstica este año para esta enfermedad fue a finales de julio, de acuerdo con los datos del Boletín Epidemiológico Nacional (BEN).
En lo que va de 2024 y hasta hace dos semanas, dado el retraso en la publicación del BEN, las jurisdicciones dieron cuenta de 53 pacientes con síntomas de sospecha: fiebre, ampollas con pus (pústulas) en el cuerpo –en especial, en la zona genital o perianal, el torso y las manos– y dolor muscular.
La mitad de los diez casos diagnosticados viven en la ciudad de Buenos Aires, mientras que dos son de la provincia de Buenos Aires, uno de Corrientes, uno de Santa Fe y uno de Río Negro. Son nueve varones y una mujer, de acuerdo con el sexo legal informado.
El contacto físico estrecho, incluidas las relaciones sexuales, sigue siendo la principal forma de contagio documentado. La transmisión ocurre a través del roce con las lesiones de la piel o la manipulación sin protección de elementos que pudieron estar expuestos (prendas, ropa de cama, toallas o utensilios).
Por el momento, el riesgo de transmisión es “moderado” en los países fuera del epicentro del brote de viruela símica en África, de acuerdo con la actualización de la vigilancia sobre esta enfermedad que mantiene la Organización Mundial de la Salud (OMS). Eso es “donde los brotes afectan principalmente a hombres que tienen sexo con hombres y se diseminan en mayor parte a través del contacto sexual, asociado con el clado IIb” del virus y que es el detectado en los casos confirmados en el país.
La alerta internacional de la OMS hace unas semanas fue luego de que en junio pasado reaparecieran casos en países con un aumento de los diagnósticos con respecto al mes anterior o sin nuevos registros de la infección tras el brote de 2022. La Argentina tuvo 1025 casos a partir de mayo de ese año, cuando el laboratorio nacional de referencia confirmó el primer diagnóstico. Durante 2023 se detectaron 124 positivos y en lo que va de este año, diez, según la información oficial.
Desde el Ministerio de Salud insisten en la importancia de “evitar el contacto piel con piel con personas infectadas o que tengan síntomas como fiebre, malestar general o lesiones en la piel”. En el sistema de salud también se está poniendo énfasis en que “la sospecha o la confirmación [de viruela símica] debe ser una oportunidad para ofrecer en forma sistemática el testeo para VIH y otras infecciones de transmisión sexual (ITS)”.
Las principales recomendaciones generales para prevenir contagios son:
Evitar el contacto estrecho directo (especialmente sexual) con casos confirmados y con personas que tengan síntomas compatibles, aunque no tengan todavía el diagnóstico confirmado. Esa autoprotección incluye evitar el contacto físico, respiratorio y/o con la ropa o utensilios utilizados por personas con la enfermedad.
● Usar preservativo para prevenir las infecciones de transmisión sexual (ITS), aunque su utilidad es limitada para la viruela símica porque el virus se adquiere por el contacto con las pústulas que aparecen más allá de la zona genital o perianal.
● Tomar medidas para reducir el riesgo de transmisión a otras personas en el caso de confirmación diagnóstica: permanecer aislados mientras se mantengan los síntomas (fiebre, malestar general, dolor de garganta, entre otros) o las lesiones en la piel. Evitar el contacto con animales domésticos y fauna silvestre, ya que el virus puede transmitirse a ciertos animales. No retomar las actividades diarias hasta que así lo indique un profesional. Esto debe sostenerse hasta que se hayan caído las costras de todas las lesiones en el cuerpo y se haya formado una nueva capa de piel.
● De haber estado en contacto con una persona que contrajo el virus o haber participado en una actividad de riesgo, hay que estar atentos a la aparición de síntomas y las lesiones cutáneas características durante 21 días desde la última exposición, además de evitar contacto especialmente con embarazadas, chicos o personas inmunocomprometidas, y hacer la consulta médica rápida ante la aparición de todo signo de sospecha.
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Cautela de los expertos ante el diagnóstico de Alzheimer mediante análisis de sangre
La prueba sería considerablemente más precisa que los tests cognitivos tradicionales y las tomografías computarizadas, pero aún falta
Alejandro HorvatIdentificar la enfermedad es hoy un proceso complejo
La ciencia dio un paso crucial hacia el anhelado objetivo de diagnosticar el Alzheimer con un simple análisis de sangre. Un equipo de investigadores informó recientemente que esta prueba es considerablemente más precisa que los tests cognitivos tradicionales y las tomografías computarizadas que habitualmente se utilizan para identificar la enfermedad.
Este avance, publicado en la reconocida revista científica JAMA, revela que la prueba de sangre puede identificar correctamente el Alzheimer en un 90% de los casos en personas que ya presentan problemas de memoria. En comparación, los métodos estándar sin el uso de costosas resonancias magnéticas o punciones lumbares invasivas permiten a los especialistas en demencia acertar solo el 73% de las veces, mientras que los médicos clínicos tienen una precisión del 61% utilizando esos mismos métodos.
“Recientemente, la investigación avanzó hacia el desarrollo de análisis de sangre que buscan detectar biomarcadores relacionados con el Alzheimer, como la proteína tau y la beta-amiloide”, ahondó Alejandro Andersson, director del Instituto de Neurología de Buenos Aires.
“La precisión del 90% se debe a la alta especificidad de estos biomarcadores en reflejar procesos patológicos del cerebro. Sin embargo, factores como la variabilidad biológica, la presencia de comorbilidades y la calidad del análisis pueden influir en la exactitud de los resultados. La interpretación también puede depender del contexto clínico de cada paciente. A la vez, la genética juega un papel importante en la detección, ya que variantes genéticas como el alelo APOE e4 influyen en la predisposición al Alzheimer y en los niveles de biomarcadores en sangre. Los resultados de las pruebas pueden ser modulados por estos factores genéticos, lo que hace que su consideración sea crucial para una interpretación precisa”, destaca Gabriel Ércoli, médico genetista y director médico de Gempre Genómica.
El hallazgo se presentó en la Conferencia de la Asociación Internacional contra el Alzheimer (ADI) en Filadelfia, marcando un hito en la búsqueda de métodos más accesibles y económicos para diagnosticar una enfermedad que afecta a más de 32 millones de personas en todo el mundo. Por supuesto, estos análisis aún no están disponibles de manera generalizada y se utilizan principalmente en contextos de investigación o para apoyar diagnósticos en ensayos clínicos.
“El diagnóstico de la enfermedad de Alzheimer actualmente es un proceso complejo y se realiza a través de una combinación de métodos clínicos y tecnológicos. Inicialmente, los médicos suelen realizar una evaluación clínica detallada que incluye una historia médica completa, evaluaciones cognitivas y pruebas neuropsicológicas para medir la memoria, la resolución de problemas, la atención, el lenguaje y otras habilidades cognitivas. Estas pruebas ayudan a detectar patrones característicos del Alzheimer, aunque no son específicas y pueden confundirse con otros trastornos cognitivos”, señala Andersson.
Además, indica el experto, se utilizan estudios de neuroimagen como tomografías computarizadas (TC) o resonancias magnéticas (RM) para descartar otras causas de deterioro cognitivo, como tumores, accidentes cerebrovasculares o hidrocefalia, y para observar cambios estructurales en el cerebro que podrían estar asociados con la enfermedad de Alzheimer. En algunos casos, se recurre a la tomografía por emisión de positrones (PET) para detectar depósitos de proteína amiloide, un marcador clave de la enfermedad.
Otra herramienta diagnóstica importante es la punción lumbar para analizar el líquido cefalorraquídeo y medir la presencia de proteínas como la beta-amiloide y la tau fosforilada, que son indicadores biológicos del Alzheimer. Aunque estas pruebas son más invasivas, ofrecen una alta precisión en la detección de la enfermedad.
“Estudios recientes demostraron que las pruebas de sangre pueden identificar la enfermedad con una precisión del 90%, superando a las pruebas cognitivas y las tomografías computarizadas tradicionales. Aunque hay que destacar que estos análisis aún no están disponibles de manera generalizada y se utilizan principalmente en contextos de investigación o para apoyar diagnósticos en ensayos clínicos”, resalta Andersson.
Sin embargo, los expertos advierten que, aunque este análisis de sangre representa un importante avance, todavía es necesario replicar los resultados en diferentes poblaciones antes de que puedan aplicarse globalmente. Además, es importante destacar que este análisis de sangre es solo un paso en el proceso de detección del Alzheimer y, por ahora, solo es adecuado para personas que ya muestran síntomas de deterioro cognitivo. Es decir, no se recomienda su uso para predecir si personas que están cognitivamente sanas desarrollarán la enfermedad en el futuro.
“Las principales limitaciones incluyen la necesidad de estandarizar los métodos de análisis para garantizar resultados consistentes y comparables. Además, se requiere más investigación longitudinal para validar la utilidad de estos biomarcadores en diferentes poblaciones. La interpretación de los resultados también puede ser compleja, especialmente en pacientes con múltiples comorbilidades o condiciones de salud. Se espera que la investigación futura se enfoque en identificar nuevos biomarcadores que mejoren la sensibilidad y especificidad de las pruebas. Asimismo, el desarrollo de algoritmos avanzados que integren datos genéticos, clínicos y de biomarcadores podría ofrecer un diagnóstico más preciso y personalizado, mejorando la capacidad de tratar el Alzheimer en etapas más tempranas y con mayor efectividad”, subraya Ércoli.
Gabriel Ércoli
GEMPRE GENÓMICA
“La precisión del 90% se debe a la alta especificidad de estos biomarcadores en reflejar procesos patológicos del cerebro. Sin embargo, factores como la variabilidad biológica, la presencia de comorbilidades y la calidad del análisis pueden influir en la exactitud de los resultados”
Alejandro Andersson
INSTITUTO DE NEUROLOGÍA DE BUENOS AIRES
“Hay que destacar que estos análisis aún no están disponibles de manera generalizada y se utilizan principalmente en contextos de investigación o para apoyar diagnósticos en ensayos clínicos”
La ciencia dio un paso crucial hacia el anhelado objetivo de diagnosticar el Alzheimer con un simple análisis de sangre. Un equipo de investigadores informó recientemente que esta prueba es considerablemente más precisa que los tests cognitivos tradicionales y las tomografías computarizadas que habitualmente se utilizan para identificar la enfermedad.
Este avance, publicado en la reconocida revista científica JAMA, revela que la prueba de sangre puede identificar correctamente el Alzheimer en un 90% de los casos en personas que ya presentan problemas de memoria. En comparación, los métodos estándar sin el uso de costosas resonancias magnéticas o punciones lumbares invasivas permiten a los especialistas en demencia acertar solo el 73% de las veces, mientras que los médicos clínicos tienen una precisión del 61% utilizando esos mismos métodos.
“Recientemente, la investigación avanzó hacia el desarrollo de análisis de sangre que buscan detectar biomarcadores relacionados con el Alzheimer, como la proteína tau y la beta-amiloide”, ahondó Alejandro Andersson, director del Instituto de Neurología de Buenos Aires.
“La precisión del 90% se debe a la alta especificidad de estos biomarcadores en reflejar procesos patológicos del cerebro. Sin embargo, factores como la variabilidad biológica, la presencia de comorbilidades y la calidad del análisis pueden influir en la exactitud de los resultados. La interpretación también puede depender del contexto clínico de cada paciente. A la vez, la genética juega un papel importante en la detección, ya que variantes genéticas como el alelo APOE e4 influyen en la predisposición al Alzheimer y en los niveles de biomarcadores en sangre. Los resultados de las pruebas pueden ser modulados por estos factores genéticos, lo que hace que su consideración sea crucial para una interpretación precisa”, destaca Gabriel Ércoli, médico genetista y director médico de Gempre Genómica.
El hallazgo se presentó en la Conferencia de la Asociación Internacional contra el Alzheimer (ADI) en Filadelfia, marcando un hito en la búsqueda de métodos más accesibles y económicos para diagnosticar una enfermedad que afecta a más de 32 millones de personas en todo el mundo. Por supuesto, estos análisis aún no están disponibles de manera generalizada y se utilizan principalmente en contextos de investigación o para apoyar diagnósticos en ensayos clínicos.
“El diagnóstico de la enfermedad de Alzheimer actualmente es un proceso complejo y se realiza a través de una combinación de métodos clínicos y tecnológicos. Inicialmente, los médicos suelen realizar una evaluación clínica detallada que incluye una historia médica completa, evaluaciones cognitivas y pruebas neuropsicológicas para medir la memoria, la resolución de problemas, la atención, el lenguaje y otras habilidades cognitivas. Estas pruebas ayudan a detectar patrones característicos del Alzheimer, aunque no son específicas y pueden confundirse con otros trastornos cognitivos”, señala Andersson.
Además, indica el experto, se utilizan estudios de neuroimagen como tomografías computarizadas (TC) o resonancias magnéticas (RM) para descartar otras causas de deterioro cognitivo, como tumores, accidentes cerebrovasculares o hidrocefalia, y para observar cambios estructurales en el cerebro que podrían estar asociados con la enfermedad de Alzheimer. En algunos casos, se recurre a la tomografía por emisión de positrones (PET) para detectar depósitos de proteína amiloide, un marcador clave de la enfermedad.
Otra herramienta diagnóstica importante es la punción lumbar para analizar el líquido cefalorraquídeo y medir la presencia de proteínas como la beta-amiloide y la tau fosforilada, que son indicadores biológicos del Alzheimer. Aunque estas pruebas son más invasivas, ofrecen una alta precisión en la detección de la enfermedad.
“Estudios recientes demostraron que las pruebas de sangre pueden identificar la enfermedad con una precisión del 90%, superando a las pruebas cognitivas y las tomografías computarizadas tradicionales. Aunque hay que destacar que estos análisis aún no están disponibles de manera generalizada y se utilizan principalmente en contextos de investigación o para apoyar diagnósticos en ensayos clínicos”, resalta Andersson.
Sin embargo, los expertos advierten que, aunque este análisis de sangre representa un importante avance, todavía es necesario replicar los resultados en diferentes poblaciones antes de que puedan aplicarse globalmente. Además, es importante destacar que este análisis de sangre es solo un paso en el proceso de detección del Alzheimer y, por ahora, solo es adecuado para personas que ya muestran síntomas de deterioro cognitivo. Es decir, no se recomienda su uso para predecir si personas que están cognitivamente sanas desarrollarán la enfermedad en el futuro.
“Las principales limitaciones incluyen la necesidad de estandarizar los métodos de análisis para garantizar resultados consistentes y comparables. Además, se requiere más investigación longitudinal para validar la utilidad de estos biomarcadores en diferentes poblaciones. La interpretación de los resultados también puede ser compleja, especialmente en pacientes con múltiples comorbilidades o condiciones de salud. Se espera que la investigación futura se enfoque en identificar nuevos biomarcadores que mejoren la sensibilidad y especificidad de las pruebas. Asimismo, el desarrollo de algoritmos avanzados que integren datos genéticos, clínicos y de biomarcadores podría ofrecer un diagnóstico más preciso y personalizado, mejorando la capacidad de tratar el Alzheimer en etapas más tempranas y con mayor efectividad”, subraya Ércoli.
Gabriel Ércoli
GEMPRE GENÓMICA
“La precisión del 90% se debe a la alta especificidad de estos biomarcadores en reflejar procesos patológicos del cerebro. Sin embargo, factores como la variabilidad biológica, la presencia de comorbilidades y la calidad del análisis pueden influir en la exactitud de los resultados”
Alejandro Andersson
INSTITUTO DE NEUROLOGÍA DE BUENOS AIRES
“Hay que destacar que estos análisis aún no están disponibles de manera generalizada y se utilizan principalmente en contextos de investigación o para apoyar diagnósticos en ensayos clínicos”
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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