lunes, 30 de septiembre de 2024

Charlotte Gainsbourg ...su vida e Investigadoras del Museo de Ciencias Naturales


La artista hija de los icónicos Serge Gainsbourg y Jane Birkin superó tragedias y polémicas
Logró correrse de la sombra de sus padres para convertirse en una actriz y cantante: “Me eduqué con una familia muy normal, estricta, con clases de piano, lectura de clásicos y escuchando música clásica”
Andrés Casak

Charlotte posa en la puerta del departamento que su padre, Serge Gainsbourg, llamó su “maison-musée” y que ahora funciona como museo

Ahí está: en las películas de culto, en los tanques hollywoodenses, en las salas de conciertos, en los eventos fashion. Charlotte Gainsbourg logró correrse de la enorme sombra de sus padres, el enfant terrible de la chanson francesa Serge Gainsbourg y la icónica Jane Birkin para convertirse en una actriz respetada y cantante requerida, musa del director Lars von Trier y partenaire musical de Jarvis Cocker, Beck, Daft Punk, Air y el productor de Radiohead, Nigel Godrich.
A los 53 años, no se detiene: está filmando una película junto a Scarlett Johansson dirigida por Wes Anderson, viene de participar en el concierto Birkin por amigos, en el Olympia de París, y sigue siendo la figura elegida por las grandes casas de ropa. Su elegancia chic llega a la escala de la realeza: fue invitada de honor junto a Mick Jagger y Hugh Grant por el presidente francés Emmanuel Macron para recibir al rey Carlos III en un banquete en el Palacio de Versalles.
Pero como la apariencia no lo es todo, detrás de su sonrisa irresistible asoma una vida llena de polémicas y claroscuros. Una historia que la persigue desde muy chica cuando su padre, el incorregible Serge, grabó con ella a los 13 años la escandalosa canción “Lemon incest”, que hoy sin dudas sería cancelada, en cuyo video ambos cantan “el amor que nunca haremos es el más hermoso, escaso y desconcertante” acostados en la cama: él vestido solo con un jean y ella en ropa interior con una camisa encima.
Charlotte Gainsbourg con su padre, Serge; su madre, Jane Birkin, y su hermana Kate Barry (hija de Birkin y John Barry), que murió trágicamente
En sus declaraciones, Charlotte le bajó el tono a aquel alboroto de la era pre-internet. “Yo me divertí, además, había algo de pureza detrás de la provocación. Se trata realmente de una canción que habla del amor entre un padre y una hija”, aseguró, aunque admitió que en la actualidad sería imposible grabar algo así. “Todo es ahora tan políticamente correcto que es muy aburrido. Me imagino las tormentas que hubiera provocado el tema en la red X. La carrera de mi padre habría terminado”.
Su historia también incluye un capítulo trágico con el suicidio de su hermana mayor, la fotógrafa Kate Barry, hija de Birkin y del compositor de las películas de James Bond, John Barry, víctima de adicciones y depresión, al arrojarse al vacío desde su departamento parisino en 2013. Ese acontecimiento partió su vida en dos y la llevó a refugiarse durante unos años en el anonimato en Nueva York, donde exorcizó los fantasmas con un disco en el que mostró sus letras llenas de dolor. En la canción “Kate” explora sus agudos hasta simular un llanto que culmina en profundos suspiros, como una súplica por la partida de su hermana. “Cantar sobre su recuerdo me hizo sentir muy bien”, sintetizó sobre su experiencia catártica.
En pareja con el actor y director Yvan Attal desde hace treinta y tres años, madre de tres niños, Charlotte finalmente ha logrado surfear el tsunami familiar y la fama heredada sin quedar aprisionada como la hija de celebridades y sin renegar tampoco del linaje de dos artistas que simbolizaron la liberación de los años 60. Con naturalidad, en los últimos años decidió hurgar en sus raíces para salir a la superficie con novedades.
Por ejemplo, en el documental Jane por Charlotte (2022), su primera película como directora, eligió retratar aspectos desconocidos de la madre y de su compleja relación con ella, en una producción que, en perspectiva, funcionó como la despedida de Birkin, quien murió a los pocos meses. En 2023, Charlotte también tuvo un gesto hacia la memoria de Serge Gainsbourg que miles de seguidores de todo el mundo le agradecen cada día: decidió abrir las puertas de su mítica casa parisina, donde vivió 22 años, que se puede visitar como un museo dedicado a su magnífica obra.
A pesar de semejante adn familiar y de su fuerte historia –que conflictuaría a cualquier ser humano y que lo convertiría en carne de diván–, sostiene que creció en un ambiente tranquilo. “Mis padres salían a divertirse y podían tener amigos excéntricos o desafiar las normas establecidas, pero eso estaba fuera del entorno íntimo. Me eduqué con una familia muy normal, estricta, con clases de piano, lectura de clásicos y escuchando música clásica. Tuve una infancia protegida”, explicó la cantante y actriz como si hubiera sido una vecina más, contradiciendo cualquier conclusión apresurada sobre su niñez, que fue el despegue para una trayectoria notable con la participación en más de cincuenta películas.
Charlotte Gainsbourg en Anticristo, el polémico film de Lars von Trier
Nacida en Londres en 1971 y criada en París, empezó su carrera en forma precoz: su primera actuación fue a los 12 años en la película Palabras y música interpretando el rol de la hija de Catherine Deneuve. Un año más tarde ganó su primer premio César –el equivalente francés de los Oscar– como actriz revelación por la película L’effrontée. A partir de ahí, papá Serge metió una cuña en el film Charlotte forever, que él dirigió, y en el disco homónimo que le dedicó.
Mamá Jane también hizo lo suyo: protagonizó con ella las películas Jane B. par Agnès V. (1986) y Kung fu master (1987), dirigidas por Agnès Varda. Luego, la pequeña tomó vuelo propio y llegó otro mojón importante: en 1991, durante el rodaje de Amoureuse, conoció a Yvan Attal, su pareja desde ese momento, con quien volvió a actuar en la adaptación de Hablando del asunto y en Mi mujer es una actriz, dirigida por él, una comedia con toques autobiográficos que aborda los sinsabores de un periodista agobiado por la fama de su pareja actriz.
Paso a paso, escalón a escalón, su carrera se expandió puertas afuera del circuito europeo. Charlotte hizo pie en Hollywood en el rol de la esposa de Sean Penn en 21 gramos, de Alejandro González Iñárritu. También fue la pretendida de Gael García Bernal en la onírica Soñando despierto, de Michel Gondry, y, sobre todas las cosas, se destacó como la compañera de Heath Ledger, uno de los seis actores que representó a Bob Dylan en la biopic I’m not there, donde el director y guionista Todd Haynes le dio rienda suelta a su imaginación partiendo de la figura del músico norteamericano. El yin y el yan: ella tampoco renegó del mainstream norteamericano, participando en éxitos taquilleros como Día de la Independencia: contraataque.
Charlotte nació en 1971, después de que sus padres, Jane Birkin y Serge Gainsbourg, escandalizaran a toda Europa con la canción "Je t´aime, moi non plus"
Pero la consagración mundial llegó de la mano del realizador danés Lars von Trier. Sin temerle al desafío de trabajar con un provocador de pura cepa que había sido criticado por Nicole Kidman y Björk, quien directamente lo denunció por acoso sexual, Charlotte puso el cuerpo a escenas durísimas en la denominada “Trilogía de la depresión” de von Trier. Así, se transformó en la protagonista de tres films que marcaron una bisagra en su carrera, inspirados en los miedos del director tras sufrir una aguda depresión. En Anticristo (2009), con la que ganó como mejor actriz en Cannes, personifica a una mujer torturada por la muerte de su hijo que en su dolor se extirpa el clítoris con una tijera. En Melancolía (2011), Gainsbourg y Kirsten Dunst interpretan a dos hermanas cuyas vidas están tan a la deriva como un astro gigante que colisionará contra la Tierra de manera inminente. Y en la célebre Ninfomanía (2013) encarna a una mujer que le cuenta su promiscua vida sexual a un hombre que la rescata tras una golpiza, en una película de más de cinco horas dividida en dos volúmenes y repleta de escenas explícitas.
“Yo quería trabajar con Lars, conocía su cine y deseaba tener esta experiencia. Pero, al mismo tiempo, nadie me había pedido jamás que fuera tan lejos. Resultó tan excitante e intenso, con tanto sufrimiento. Algunas veces me sentí realmente mal. Nunca había vivido nada tan fuerte”, confesó sin titubeos Charlotte sobre los vaivenes con Von Trier, reconociendo que hubo escenas que se negó a hacer. De todas formas, es de las poquísimas actrices que quedó en buenos términos con el temible director. A ella no la intimida la densidad de los artistas viscerales: en más de una oportunidad lo comparó con su propio padre y acudió a Lars para pedirle consejos sobre cómo rodar sus propios videos musicales.
Aunque su carrera estuvo mucho más vinculada al cine que a la música, Gainsbourg también dejó su huella en los cinco discos que editó. Después de aquel comienzo púber a todo revuelo con el tema “Lemon incest” y del disco adolescente Charlotte forever, una colección de temas escritos por Serge, se tomó un largo impasse de veinte años para cicatrizar las heridas del escandalete mundial. En su regreso triunfal con el disco 5:55, de 2006, tuvo una pequeña ayudita de sus amigos: los Air compusieron la música, el ex Pulp Jarvis Cocker y Neil Hannon escribieron las letras, Nigel Godrich estuvo al mando de la producción y su voz susurrante, con un fondo melancólico entre pop y electrónico, hizo el resto para un disco austero y delicado.
Con la intención de evitar las molestas comparaciones con su padre, Charlotte decidió cantar en inglés, pero también debió plantarse ante otros desafíos: uno de ellos fue vencer su proverbial timidez para mostrarse en escena. Ella lo explicó así: “Ser reservado se lleva bien con la actuación, en las películas podés esconderte detrás de los personajes, porque son las palabras y las historias de otros. En la música estás más expuesto, porque incluso si hacés canciones de otros, cantar es mucho más personal. Todavía los nervios me hacen sentir incómoda al subirme a un escenario”.
También batalló para que su disco no sea considerado como un capricho pasajero realizado en sus tiempos libres. “Mucha gente duda de que una actriz pueda dedicarse de forma legítima a la música. En Francia, por ejemplo, sentís que te cuestionan todo el tiempo. Tenés que demostrar una y otra vez que te tomás en serio la música. Y yo debuté con mi padre cantando de niña, es algo natural para mí”.
Como sea, Charlotte se metió a fondo en nuevos proyectos musicales. En el álbum IRM, convocó a Beck para las composiciones y la producción, quien devolvió el convite con un soberbio hit radial: “Heaven can wait”. Después siguió el disco doble Stage whisper, mezcla de grabaciones en vivo y tracks inéditos. Charlotte estaba preparando su siguiente trabajo cuando el suicidio de su hermana Kate cambió sus planes de raíz. En medio de una gran depresión, decidió tomar distancia de todo: se autoexilió en Nueva York durante unos años. Fue en esa ciudad donde juntó fuerzas para grabar su último disco Rest, el más personal de todos sus trabajos, en el que fue a fondo.
El genial Franco Zeffirelli dirigió a la actriz y cantante en "Jane Eyre", basado en el clásico texto de Charlotte Brontë
Por primera vez, se animó a cantar en francés sus propios temas sobre la familia, la maternidad y el profundo duelo que atravesó, acompañada por Guy-Manuel de Homem-Christo, de Daft Punk, y con el aporte estelar de Paul McCartney, quien le cedió el tema inédito “Songbird in a cage”, en el que además toca piano, batería y guitarra.
Hoy, de vuelta de todo, nuevamente radicada en Francia, es una celebridad que se anima a todo. Su versatilidad le permite ser el rostro de una de las casas de ropa más sofisticadas del mundo, actuar en la película Lux Æterna bajo las órdenes de otro excéntrico, el argentino Gaspar Noé, y posar en la portada de Les Inrocks junto a Damon Albarn como artista de 2023.
Ahora su vida sumó otro episodio, porque sus hijos han decidido seguir el mismo camino. A los 27 años, el más grande, el actor Ben Attal, filmó cuatro películas por las que fue considerado la última revelación del cine francés, y sus dos hijas más chicas, Alice y Jo, de 22 y 13 años, continúan la dinastía familiar: en el video de su hipnótica canción “Deadly Valentine” aparecen como su versión de adolescente y niña. La historia vuelve a repetirse: también tendrán que luchar contra viento y marea para ganarse un nombre propio.

&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&

Ocho investigadores argentinas de hoy que revalorizan a 16 naturalistas, sus antecesoras
Ocho especialistas del Museo de Ciencias Naturales cuentan la vida de las mujeres que, hace un siglo, les abrieron camino
Marcela Ayora
Las ocho autoras de Naturalistas: Laura de Cabo, Laura Chornogubsky, Daiana Ferraro, Carolina Panti, Julia D’Angelo, Laura Cruz, Sofía d’Hiriart y Soledad Tancoff
Es una mañana soleada en la ciudad y un grupo de científicas se reúne para pensar algo bien puntual. Sí, son colegas y van a hablar sobre trabajo, pero con un pie en otro aspecto. Desde donde están, en ese lugar tan rodeado de verde como es la cercanía al Parque Centenario, detienen sus tareas de siempre –que incluyen más verde y especialidades sobre la flora, la fauna, la vida sobre la tierra–, para hablar de otras como ellas.
Entonces, ese día, desde un rincón del Museo Nacional de Ciencias Naturales donde trabajan, aparece una pregunta: ¿no tenemos nada para decir el 8 de Marzo? Las respuestas a esa pregunta generaron diferentes encuentros y charlas sobre mujeres de ciencia que pasaron por el museo: un ciclo que llamaron Pioneras. Y, además, la edición de un libro, que acaba de publicar editorial El Ateneo: Naturalistas. Historias de mujeres científicas, talentosas y rebeldes.
En las 281 páginas de ese libro, la cosa se ordena así: son 8 mujeres que cuentan a otras 16; las primeras retratan a las segundas. También podrían pensarse como las contemporáneas que recuperan a las que iniciaron el camino. Todas, las 24, son chicas del museo. Porque las pioneras fueron las que comenzaron (a principios del siglo pasado), no solo el camino académico o de investigación, sino también, y en muchos casos, esos trabajos meticulosos de manos delicadas que iniciaron y ordenaron colecciones, las que aún hoy se consultan, estudian. O las que escribieron con caligrafía perfecta las etiquetas de los frascos –con cosas adentro–, a la par de su clasificación. Las que dibujaron, nivel detalle a lo Da Vinci, plantas, arañas, peces. Y están las primeras que pisaron la Antártida en 1968, con nada de abuelitas de otras épocas y sí fundacionales de su tiempo.
Berta Gerschman de Pikelin, la descubridora de arañas diminutas
El libro refleja los trabajos y las vidas de esas pioneras. Esto permite unir lo que cada una hizo con una cara, una foto de cuerpo entero, instantes de laboratorio, y así. Una forma de recuperar un patrimonio, un sentido de identidad. Saber y ver quiénes fueron, qué hicieron y cómo. Soledad Tancoff, conservadora y restauradora de bienes culturales, también autora del libro junto a sus siete colegas, dice: “No sabíamos que iba a ser un ciclo, lo hicimos para homenajear a una mujer que este año cumple 102 años, una geóloga de la institución, a quien dedicamos el libro. Nos inspiró muchísimo. Fue ella a la que se le ocurrió el nombre Pioneras”.
Ordenado según los rubros, se puede empezar a leer y saber sobre las 16, divididas por capítulos. El primero es “Un viaje (in)esperado” y cubre a las cuatro que viajaron a la Antártida en 1968. En el segundo, el foco está en dos científicas, “Las anatomistas”. Capítulo tres, y tres damas, “Las botánicas”. El siguiente, el cruce enriquecido entre bellas artes y ciencia y las cuatro artistas de “Las ilustradoras científicas”. En el final, las últimas tres damas para “Las aracnólogas”.
La investigación estuvo a cargo de las ocho colegas contemporáneas. Mujeres relatando la vida de mujeres, y esto no es solo una recuperación de patrimonio, es también una reflexión, en tiempo presente, sobre las cuestiones de género, los lugares de poder, los roles en las familias, en los ámbitos académicos y científicos, en el pulso mismo de la vida. Sobre esto, una de las autoras, Daiana Ferraro, bióloga, dice: “Algunas de las mujeres habían pasado desapercibidas. No habíamos encontrado ni una sola foto”.
Pintura de la vida acuática de Claudia Abella de López
Para dar con parte del material fotográfico que el libro tiene, recurrieron a diferentes archivos y al patrimonio familiar de cada una de las retratadas. Para ponerlo en perspectiva, hay que tener en cuenta que el Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” se inicia en 1812, cuando el Primer Triunvirato comienza con el acopio de materiales para empezar con un museo en esta materia. Y en esos 212 años de la institución que hoy funciona en Av. Ángel Gallardo 470, esta investigación pone en primer plano a aquellas que fueron parte constitutiva.
Sobre el lugar de la mujer en este mapa, Ferraro agrega: “Si uno piensa en la ciencia en términos generales en el país, siempre fue difícil el acceso para las mujeres a medicina, biología, a las diferentes carreras. Si bien hoy accedemos a las universidades o a cargos en Conicet en situación de paridad, eso sucede en los cargos más bajos. En las categorías superiores no es así. En la academia persisten aún muchos sesgos de género. Si bien hay cosas en las que se avanzaron, en muchas otras, no”.
La ilustración científica de María Luisa Marín y su mundo de caracoles
Sobre la necesidad de resaltar la importancia de contar las vidas y de qué manera el hecho de haber sido mujeres no les otorgó el lugar ajustado que quizá merecían, otra de las autoras, Laura Chornogubsky, bióloga, subraya: “Este libro lo encaramos desde sus vidas, pensando en sus carreras. Y hay otra cosa que tiene que ver con cómo se mide la producción. Hubo mujeres, que están en este libro, que no hicieron una gran cantidad de publicaciones científicas; se encargaron de las colecciones, tradujeron textos: hicieron un montón de cosas que tienen que ver con el orden, la coordinación. Cuando las medidas del éxito científico se toman desde un lugar como el número de cosas, las mujeres muchas veces quedan afuera”.
Las mil y una vidas
Las ocho científicas que escribieron Naturalistas tienen recorridos académicos, especializaciones, doctorados: academia e investigación. Coinciden en que fue clave la idea de unir obra y vida de cada una de las 16 apasionadas. Eso que se entiende al ver el material (las fotos son un capítulo aparte): a las pioneras las movió el amor por lo que hacían. El libro, desde su prólogo, abre de este modo: “A lo largo de la historia, las mujeres fueron conquistando áreas en la sociedad que les estaban vedadas”. Y un poco más adelante, una nueva reflexión: “Algunas se atrevieron a desafiar los estereotipos que las limitaban al lugar de esposas y madres”.
Irene M. Bernasconi, Carmen Pujals y M. Adela Caría, entre las primeras argentinas en liderar una expedición antártica...Archivo de la División Ictiología (MACN)

Todas ellas, las 16, pasaron por el Museo. Trabajaron un tiempo breve o añares. Para entender de qué tiempos se habla, una cronología las organiza: empieza con Irene Bernasconi, que entró al Museo en 1921 y terminó en 1986. Sí, una vida allí. Sigue por Berta y Rita, que ingresaron en el mismo año, 1929, y trabajaron juntas hasta que una murió en 1976 y al año siguiente la otra. El arco temporal termina con María Luisa Marín, desde 1972 hasta 1993. En medio, las otras doce mujeres. Al ver sus vidas, el libro es algo así como un pariente de Las mil y una noches, por eso de que en las narraciones de Sherezade, una historia llevaba adentro otra historia, que anudaba en otra, y así.
“Un viaje (in)esperado” es el capítulo dedicado a la primera vez que las mujeres pisaron la Antártida. Conocidas como “Las cuatro de Melchior” (bautizadas así por el destacamento donde se alojaron), estuvieron dos meses y medio ahí. Tres de ellas promediaban los cincuenta y tantos, salvo Irene Bernasconi, que tenía 72. Hay una foto donde están quitando nieve; alrededor, todo es blanco. Por esos años, no había buzos térmicos ni tejidos especiales para el frío, ni siquiera ropa para mujeres, pero usaban la de los hombres. Se dedicaron a armar un laboratorio y a recolectar muestras.
Ilustración de Elena Mouchet
Pujals se dedicó a las algas; Martínez Fontes, invertebrados marinos; Bernasconi a estrellas de mar y Caría a bacterias. “Marcaron un punto de inflexión que condujo a que, año tras año, sean cada vez más las mujeres que dejan su huella en la nieve y el hielo antárticos”, se lee en el libro. Pasaron las fiestas allá, incluso armaron un arbolito. Dentro del capítulo, cada una tiene su apartado. Los títulos tratan sobre la especialidad de cada quien. “Irene Bernasconi, la estrella de los mares del sur”. La foto de su legajo la muestra en 1938 muy joven, con un corte de pelo que bien podría ser de hoy. “Elena Dolores Martínez Fontes, una guía para los invertebrados del mar”. Luego, Carmen Pujals, “Estudiosa de los bosques marinos”. Y luego: “Carmen dedicó gran parte del tiempo a organizar, enriquecer y documentar los ficheros bibliográficos del Museo”. La última, “María Adela Caría, viajera del micromundo”, estudiaba bacterias.
Eran familieras. La mayoría, hermosas y coquetas. Casadas con colegas o solitarias. Sobre el mapa amoroso y social, otra de las autoras, Laura Cruz, bióloga, afirma: “No todas tuvieron hijos. La mayoría de las 16, no. Sí, sobrinos. En esa época había que competir un poco más en el mundo, donde eran todos hombres. Tener familia les quitaba mucho tiempo”.
Evangelina Sánchez, la dama de las gramíneas
Para Julia D’Angelo, paleontóloga: “La ilustradora Elena Mouchet dejó el trabajo en el Museo para dedicarse a su familia. Es importante destacar que muchas tuvieron ayuda de otras mujeres de su familia. María Adela Caría también se dedicaba a la ciencia, pero la hermana renunció para poder dedicarse a la madre”. Por su parte, Sofía d’Hiriart, bióloga, asegura: “Carmen Pujals tenía una hermana. Las dos hicieron un pacto, una se quedaba al cuidado de los padres y la otra en el Museo como sostén económico”. De las pocas que armaron familia, Laura de Cabo, bióloga, destaca: “una de estas pioneras se casó con un colega muy encumbrado que murió muy joven. Ella tuvo que hacer frente a mantener a sus hijos siendo una viuda muy joven y sí tuvo el apoyo de su madre. También nosotras tenemos una red de contención, seamos madres o no”.
Elvira Siccardi (estudia los “Incomprendidos” del mar) y Noemí Cattoi (una “guardiana” de los fósiles) son las anatomistas. “Demostraron que la ciencia no conoce de mitos ni supersticiones”, señala el libro. Tiburones para Elvira; Noemí fue la encargada de mudar las colecciones de un edificio anterior al lugar donde está el actual museo. Las botánicas, que son tres, son presentadas así: Carlota Carl de Donterberg, “La Marie Kondo del herbario”. Carolina Panti, también autora y doctora en Ciencias Naturales, dice: “Carlota era una botánica que trabajó acá y casi toda su vida se dedicó a ordenar el herbario. Sufrió dos mudanzas. Ordenar todo eso como para que hoy en día puedas sacar una planta y estudiarla, un trabajo inmenso”. Las pioneras siguen con Gabriela Hässel de Menéndez, “Especialista en los bosques en miniatura” y Evangelina Sánchez, “La dama de las gramíneas”.
Elena Dolores Martínez Fontes, una guía para los invertebrados del mar
Las ilustradoras científicas llegaron con formación en Bellas Artes. Fueron cuatro: Elena Mouchet, “Una detallista de los peces acuarelados”. Claudia Abella de López, “Pintora de la fascinante vida acuática”. La ilustradora que se dedicó a las aves rapaces, Ángela Vezzetti y María Luisa Marín y su mundo de caracoles. “La ilustración científica se diferencia de la obra artística en el propósito, sin embargo, ambas pueden causar emoción”, se lee en el libro.
Por último, Rita Schiapelli y Berta Gerschman de Pikelin, inseparables de las arañas. Y está la última, la descubridora de arañas diminutas, María Elena Galiano. Naturalistas, el libro, una forma de entrar al mundo de la ciencia y al alma de las mujeres que llevaron adelante ese cuerpo a cuerpo con la observación, la planificación, el orden y el detalle. Que no dudaron de sí. Lo escrito en la dedicatoria es, quizá, la mejor síntesis sobre aquéllas, para sumar al hacer de todas: “A las mujeres que desafían expectativas conquistando nuevos espacios”.

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.