sábado, 28 de septiembre de 2024

San Martín en la Casa Blanca. Cómo llegó al Salón Oval el retrato del Libertador que se luce en la última película ganadora del Oscar







Oscar Ivanissevich y el presidente Truman ven un cuadro del general San Martín, un regalo de Argentina
Desde su estreno, Oppenheimer se convirtió en un éxito de crítica y público, rematando el suceso con siete estatuillas doradas; pero esconde un detalle que llena de orgullo a los argentinos, y nada tiene que ver con el científico o la bomba atómica, sino con el padre la patria
Jessica Blady
La Argentina no es ajena a las historias de Hollywood. Por ejemplo, uno de los clichés más gastados es nombrar –y mostrar– a nuestro país como refugio/escondite de criminales de guerra y todo tipo de gente non sancta; un estereotipo que, por suerte, se fue diluyendo con el correr de los años… Cuando la referencia está ligada a una de nuestras figuras más relevantes, amerita realizar una exploración más exhaustiva y detallada.
Pasó más de un año desde el estreno de Oppenheimer, drama histórico dirigido por Christopher Nolan que se convirtió en todo un éxito de crítica y público, y el más ganador de la última entrega de los Oscar –con siete estatuillas en su haber–, incluyendo Mejor Película, Mejor Director y Mejor Actor Principal para Cillian Murphy, quien interpreta al personaje titular: el físico J. Robert Oppenheimer, considerado ‘el padre de la bomba atómica’. Tanto para aquellos que pasaron por las salas de cine durante los meses en que la cinta estuvo en cartel o los que esperaron para verla en plataformas de streaming, una escena en particular, seguramente, no pasó desapercibida.
No nos referimos a la llamada prueba Trinity –la primera prueba de un arma nuclear a manos de los Estados Unidos y la primera explosión nuclear de la historia realizada por el ser humano–, un punto culminante y épico de la película, sino a un momento más íntimo que acontece tiempo después, tras el fin de la guerra y los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, cuando el protagonista se reúne con el presidente Harry S. Truman (interpretado por un irreconocible Gary Oldman) para recibir sus ‘merecidas’ felicitaciones por éxito de dicha proeza.
Durante este encuentro, en un escenario que recrea la Oficina Oval en el año 1945, puede verse en una de sus paredes unos de los retratos más icónicos de José de San Martín. Pero, ¿cómo llegó el Libertador al despacho del ex presidente estadounidense y, por ende, a esta ganadora de la estatuilla dorada? La elección de la pintura no es azarosa, aunque se aleja un poco del rigor histórico, como otros elementos de esta premiada biopic.
Escena de la película en la que Truman felicita a Oppenheimer
El presidente que amaba la historia
Desde chico, Truman –trigésimo tercer presidente de los Estados Unidos desde 1945 hasta 1953– tenía tres intereses principales: la música, la lectura y la historia, todos estimulados por su mamá, Martha Ellen Young Truman. Su pasión por los personajes desatacados lo acompañó hasta la Casa Blanca, donde se convirtió en el único mandatario que llegó a exhibir la imagen de diferentes héroes extranjeros en el Salón Oval, como se aprecia en un breve recorrido por una réplica de la oficina, ensamblada en la Biblioteca y Museo Presidencial de Harry S. Truman, en Independence (Misuri), su ciudad natal.
Ahí, entre los retratos de Simón Bolívar, Andrew Jackson y George Washington, descansa el padre de la patria; un regalo que llegó a manos de Truman por Oscar Ivanissevich, embajador argentino en EE.UU. designado por Juan Domingo Perón, tras asumir su primera presidencia el 4 de junio de 1946. La reunión y entrega de regalos se produjo el 29 de octubre y, además de la pintura del prócer, Truman recibió un ejemplar de Capitán de los Andes de Margaret Harrison y un folleto titulado Teoría y doctrinas del general Perón.
La noticia fue reflejada en la prensa argentina
Entusiasmado por poder completar su colección de ‘los libertadores de la América del Sur’, el gobernante norteamericano no tardó en colgar su copia de La bandera –como se conoce al famoso retrato de San Martín– en la oficina más importante de la Casa Blanca, y tiempo después –en 1948– sumó un nuevo presente: una réplica del Monumento a San Martín, que también se puede apreciar en las imágenes de archivo. Don José ocupó un lugar privilegiado, frente al escritorio del mandatario, a un costado de la chimenea. Su disposición en el salón fue variando con los años y permaneció allí hasta el año 1957, bien entrada la presidencia de Dwight D. Eisenhower, sucesor de Harry Truman.
Eisenhower –otro admirador del héroe argentino– es en parte responsable del lanzamiento de una serie de sellos postales conocida como ‘Campeón de la Libertad’ (Champion of Liberty), lanzada a partir de 1957, en plena Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética. A través de estas estampillas, el mandatario buscaba “combatir el totalitarismo soviético al honrar a los hombres que luchan por la libertad en sus países de origen. Cada una de las personas honradas en la serie Campeones de la Libertad luchó con valentía para proteger su patria de la tiranía y promover la causa de la libertad”, como se explica en el sitio web mysticstamp.com.
"Champion of Liberty", dice la estampilla
Un cuadro famoso sin autor
Cuando pensamos en la imagen del Libertador, los retratos más aceptables son el llamado de “La bandera” y la litografía de Juan Bautista Madou, que lo representa en traje militar. El primero –el que aparece en Oppenheimer– es un óleo de iconografía napoleónica, sin fecha y sin firma de su autor; todo un enigma para los historiadores. Algunas fuentes atribuyen su autoría al mismo Madou, otras al profesor de arte de Mercedes Tomasa de San Martín y Escalada, la hija de Don José, entre otros artistas. Casi todos coinciden en que fue pintado en Bruselas (Bélgica) en el año 1827 o 1829, otro dato que sigue en disputa.
El cuadro original se puede apreciar en el Instituto Nacional Sanmartiniano. “Era el mejor de todos y el que mi madre prefería por su semejanza, la energía y viveza característica de su mirada, así como por su mérito artístico”, escribió la nieta del Libertador en una carta al general Bartolomé Mitre, fechada el 4 de septiembre de 1886. En otra misiva al entonces director del Museo Histórico, doctor Adolfo P. Carranza, destaca que cree que es de 1827, y que “lo había recogido de su madre un cuarto de siglo atrás”.
San Martín y Oppenheimer
Si llegaron hasta acá, se habrán dado cuenta que algunas fechas no coinciden. Si la escena que propició esta nota –la reunión entre Truman y Oppenheimer que se recrea en la película– se llevó a cabo en 1945, no es posible que el cuadro de San Martín (un regalo de 1946) formara parte de la decoración de la Oficina Oval, por aquel entonces ¿Un error de producción? Posiblemente no. Todos los involucrados en la realización de la cinta hicieron la tarea a la hora de reconstruir cada detalle y momento histórico, pero Oppenheimer no es un documental, es una ‘interpretación’ de los hechos, en gran medida, vistos a través de los ojos (y la mente) de su protagonista. Tanto el director como la diseñadora de producción, Ruth De Jong, no titubearon a la hora de tomar alguna que otra licencia narrativa, incorporando referencias aquí y allá, que no siempre coinciden temporal e históricamente.
El cuadro de San Martín
Que el padre de la patria y luchador por la libertad sea testigo de la incómoda conversación entre los dos personajes –un momento de duda para el científico que se siente, en parte, responsable de la muerte de miles y miles de personas– no resulta aleatorio, sino un refuerzo de la ambigüedad temática de la película y del protagonista, quien jamás se arrepintió públicamente por haber ‘creado’ la bomba. Por el contrario, tras ver las consecuencias devastadoras que dejó su criatura, pasó el resto de su vida replanteándose su propia moral y abogando por un estricto control de las armas de destrucción masiva; ideas (y declaraciones) que lo opusieron al gobierno y lo convirtieron en blanco de acusaciones y descréditos, que también forman parte de la trama.
A pesar de la ‘inexactitud histórica’, Nolan y De Jong no fueron los primero en incluir a San Martín en la ficticia oficina de Truman. El cuadro del Libertador también puede verse en una escena de Day One, docudrama televisivo de 1989, que se centra en el Proyecto Manhattan y el desarrollo de la bomba atómica, donde J. Robert Oppenheimer es interpretado por el nominado al Oscar David Strathairn.

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