Datos útiles
Museo Mercedes Sosa – Casa Natal. Recibe visitantes en una antigua casona de fines del 1800 que fue su primer hogar y propiedad de sus abuelos paternos. Hay salas que repasan su niñez, carrera y exilio. Abre de lunes a viernes de 9 a 12.30 y de 14.30 a 17.45; sábado y domingo de 9 a 12.30 y de 14.30 a 17.45. Entrada gratuita. Pje. Miguel Calixto del Corro 344. T: +54 9 (3812) 60-5961. IG: @museomercedessosa
Mercedes Sosa: la casa de su infancia sobrevivió al abandono y ahora expone tesoros y anécdotas imperdibles
El museo funciona en lo que alguna vez fue la casa de Mercedes Sosa.
En San Miguel de Tucumán, pertenecía a 66 herederos y fue adquirida por la dirección de cultura de la ciudad para recibir visitantes.
Ana van Gelderen
La casa pertenecía a 66 herederos.
“Che, ¿esa que canta no es La Marta?”, preguntó extrañado Ernesto Quiterio Sosa después de reconocer la voz de su hija, Mercedes, a través de LV12. Tomaba mate en la galería del patio interno de su casa de San Miguel de Tucumán, cuando la voz –inconfundible– de su única hija mujer se coló sin permiso en la transmisión radial. “Sí, es ella”, respondió Ema del Carmen, la mamá de la niña, sin negar la desobediencia. “Mercedes se había presentado en un concurso de canto aprovechando que su papá, que era Justicialista, había viajado a Buenos Aires para participar de los festejos por el 17 de octubre de 1950″, relata Beatriz Morán, guía del Museo Mercedes Sosa – Casa Natal, en Tucumán. Lo cuenta mientras caminamos por la casa, alargada y modesta, que vio crecer a la gran cantora argentina. Tras sobrevivir al abandono, desde 2021 funciona como museo.
“No es algo digno de una niña decente. No la he criado para que sea artista”, dicen que le dijo Ernesto a su hija, que ante el reto bajó la cabeza. Acababa de ganar el concurso, con Gladys Osorio como pseudónimo (por el nombre de una compañera y el apellido de otra). Ahora solo restaba que su papá firme el contrato, porque tenía 15 años. Lo hizo, con dudas, y entonces La Marta –así la llamaban en su casa– ganó 200 pesos que, para ese entonces, era buena plata.
El museo expone un árbol genealógico de los Sosa.
“Todos le dicen Marta”, señala Beatriz Morán. “Parece que cuando nació su padre la anotó como Haydée Mercedes, ignorando la indicación de la madre de llamarla Marta. Tal fue su enojo que decretó: ‘De todas maneras, le diremos Marta’. Cosa que toda la familia hace hasta el día de hoy”, cuenta la guía del lugar. “En 2008, cuando compramos la casa y tuvimos la oportunidad de encontrarnos con los 66 herederos Sosa – Ruiz, todos le decían Marta”, agrega y señala postales que cuelgan de las paredes, firmadas por Marta.
Mientras avanzamos por los ambientes del museo, un árbol genealógico se despliega impreso en una mesa, fotos antiguas dan cuenta de la belleza de Mercedes y las tapas de sus discos hablan de una época. “Acá vivió hasta que tenía 17 años. En ese entonces un árbol se cayó sobre un sector de la casa y los Sosa se mudaron a Barrio Jardín, que es la casa que muchos recuerdan porque cada vez que volvía, iba para allá a visitar a su mamá. A esta venía cada tanto, porque habían quedado algunas primas”, detalla la guía sobre la casa que originalmente pertenecía a Miguel Sosa y Mercedes Ruiz, los abuelos paternos de Mercedes, que habitaron con sus nueve hijos, entre los que estaba Ernesto Quiterio, el más chico y padre de la cantora.
De Tucumán al mundo
Decidida y tenas, después de aquel concurso inaugural, Mercedes se fue a Mendoza donde se enamoró perdidamente de Oscar Matus. “Estaba comprometida con un tucumano, pero lo dejó y se casó con Matus. Fue entonces que armó el Nuevo Cancionero, un movimiento musical y literario de la época. Además, se empezó a definir ‘cantora’ y no ‘cantante’. Se centró en movilizar y sensibilizar con sus interpretaciones. También se había afiliado al Partido Comunista”, detalla la guía, haciendo hincapié en la influencia del mendocino en esta época de su carrera.
La Casa Museo Mercedes Sosa está en el centro de la capital de Tucumán.
Junto a una antigua radio que, de fondo, emite su voz, Beatriz Morán comenta que el derrotero de Mercedes siguió por Montevideo, “donde se hizo muy amiga de Jorge Cafrune”. Sin embargo, nada estaba resuelto en su vida y a mediados de los ‘60 vivía en Buenos Aires, donde cantaba cada tanto, pero se ganaba la vida limpiando en casas de familia. Ya había nacido Fabián Matus, su único hijo.
“Todo cambió en 1965. Ese año Jorge Cafrune la invitó a participar del Festival de Cosquín, pero no logró que la comisión la autorizara. Desoyendo la negativa, tras terminar su presentación, Cafrune expresó: ‘Yo me voy a atrever, porque es un atrevimiento, lo que voy a hacer ahora… Y me voy a recibir un tirón de orejas de la comisión, pero qué le vamos a hacer (…) Les voy ofrecer el canto de una mujer purísima y que no ha tenido oportunidad de darlo… Aunque se arme bronca, les voy a dejar con ustedes a una tucumana, ¡Mercedes Sosa!’, dijo Cafrune”, según recuerda la guía. Cuenta que, sola y con un bombo, cantó Canción del derrumbe indio, se ganó la ovación del público y se volvió con contratos para grabar un disco. “La anécdota de ese día es el comentario, horrible, de Julio Maharbiz, conductor histórico de Cosquín, que exclamó: ‘¿Quién es esa, con pinta de sirvienta, que está sobre el escenario?’”, recuerda la guía. Y detalla que Mercedes nunca escribió sus letras, sino interpretó a Oscar Matus, Tejada Gómez, Jorge Cafrune, Ariel Ramírez y Atahualpa Yupanqui, entre otros autores.
Mercedes Sosa siempre fue muy apegada a su familia
Tras Cosquín, la fama de Mercedes creció tanto como los celos artísticos de Oscar Matus. La pareja se terminó después de que él la dejara por una mujer más joven. Deprimida y enfocada en su carrera, mandó a su hijo a Tucumán, para que se crie con su abuela. Pasarían unos años hasta que volvió a sonreír, cuando conoció a Pocho Mazzitelli, que sería su pareja durante trece años. “Vigilada durante la Dictadura, le prohibieron una lista de canciones. Sin embargo, en octubre de 1978, cantó Cuando tenga la tierra –una de las canciones prohibidas– en un recital ante 300 personas, en La Plata. Se la llevó la policía, junto con la banda y el público. La retuvieron casi un día, la hicieron escuchar todo lo que no podía cantar, y la liberaron porque alguien intervino”, detalla la guía, y agrega que la muerte de Mazzitelli, ese mismo año, la golpeó muy fuerte.
“Dejó Argentina en febrero de 1979. Conocida en Europa, se instaló en París, primero, y en Madrid, después. Pero estaba triste, sin su hijo, ni su madre, de quien era muy apegada. En 1981, en medio de una gira por Latinoamérica, entró a Tucumán de incógnito para saludarlos y ver también a sus hermanos, Fernando –Cacho– y Orlando –Chichi–. Volvió a presentarse ante su público en 1982, después de que Daniel Grinbank organizara una presentación en el Teatro Ópera. La negociación fue con los militares, revolver de por medio, y una nueva lista de canciones que no podía tocar. Ofreció 13 shows exitosos y, una vez más, cantó una de las canciones prohibidas. Se la quisieron llevar presa, pero pidió disculpas alegando que ‘no se había dado cuenta’, y zafó de quedar detenida. Tras algunos meses más en España, volvió al país con el retorno de la democracia y se instaló en un departamento en la ciudad de Buenos Aires”, relata la guía, mientras agrega que siempre que podía viajaba a Tucumán y se alojaba en alguna habitación trasera del Hotel Catalinas para poder ver su casa natal desde la ventana.
El espacio pone en valor la obra de la genial artista tucumana
Consecuente y firme en sus convicciones, cuando en Tucumán eligieron al genocida Antonio Bussi –en 1995– como gobernador, aseguró: “Mientras esté ese personaje, no voy a cantar en mi provincia”. Y durante cuatro años se negó a presentarse. Hasta que la vuelta a su ciudad natal fue con un mega recital sobre la Plaza Independencia, dos meses después de que Bussi terminara su gestión.
Tras viajar por el mundo entero –del Contcergebouw, de Amsterdam, al Carnegie Hall, de Nueva York–, agotar entradas aquí y allá, y participar de múltiples colaboraciones con artistas de Latinoamérica –que nunca cobró–, Mercedes Sosa murió el 4 de octubre de 2009, por un colapso renal. Tenía 74 años. Madre de Fabián (que murió de cáncer en 2019), abuela de Araceli y Agustín, tuvo una bisnieta. Por su expreso pedido, sus cenizas se repartieron entre el arroyo Guaymallen (Mendoza), el cerro San Javier (Tucumán) y la Costanera Norte (Buenos Aires). Mientras en su casa natal todavía se respira la osadía y ternura de la cantora más potente que dio nuestro país.
Datos útiles
Museo Mercedes Sosa – Casa Natal. Recibe visitantes en una antigua casona de fines del 1800 que fue su primer hogar y propiedad de sus abuelos paternos. Hay salas que repasan su niñez, carrera y exilio. Abre de lunes a viernes de 9 a 12.30 y de 14.30 a 17.45; sábado y domingo de 9 a 12.30 y de 14.30 a 17.45. Entrada gratuita. Pje. Miguel Calixto del Corro 344. T: +54 9 (3812) 60-5961. IG: @museomercedessosa
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