domingo, 1 de septiembre de 2024

EL ANÁLISIS DE FERNANDO LABORDA


La virtual guerra fría entre Milei y Villarruel

Fernando Laborda
Javier MIlei y Victoria Vilarruel
La tensión que por momentos caracteriza la relación entre Javier Milei y Victoria Villarruel reconoce no pocos antecedentes sobre conflictos entre presidentes y vicepresidentes argentinos. Ya desde la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento, entre 1868 y 1874, existen registros de rispideces entre el llamado padre del aula y su vice, Adolfo Alsina. Se ha escrito que Sarmiento le advirtió a su compañero de fórmula: “Usted no se meta en mi gobierno. Limítese a tocar la campanilla en el Senado durante seis años y lo invitaré de tiempo en tiempo a comer para que vea mi buena salud”. Tal frase fue premonitoria de las complejas relaciones, tantas veces dominadas por los celos personales y las desconfianzas mutuas, entre presidentes y vicepresidentes.
Nuestra historia está plagada de situaciones conflictivas entre esas dos figuras. Uno de los datos más curiosos es que ninguno de los cinco presidentes argentinos que gobernaron durante más de un período –esto es, Julio Argentino Roca, Hipólito Yrigoyen, Juan Domingo Perón, Carlos Menem y Cristina Kirchner– repitió a su vicepresidente en su segundo mandato. En rigor, solo Perón accedió a que su primer vicepresidente, Hortensio Quijano, lo acompañara en su segundo mandato, pero este falleció en abril de 1952 y no pudo asumir el cargo, que quedó vacante hasta que, en 1954, se realizó una elección que consagró como vicepresidente al almirante Alberto Teisaire.
Quijano podría ser considerado como el prototipo del vicepresidente ideal por aquellos líderes políticos temerosos de ceder poder. Se lo ha caracterizado como un hombre dócil y de bajo perfil, que no opuso mayores reparos a los manejos de Perón. Incluso, toleraba con resignación que Eva Duarte lo llamara Mar Caspio, debido a la caspa que caía profusamente sobre sus hombros, tal como lo recuerda Nelson Castro en su libro La sorprendente historia de los vicepresidentes argentinos. En cambio, la relación entre Perón y Teisaire fue algo tirante, a tal punto que, tras la caída del peronismo en septiembre de 1955, el gobierno de la Revolución Libertadora hizo pública una filmación en la que se veía a Teisaire acusando a Perón de desleal y cobarde.
Arturo Frondizi, tras asumir la presidencia de la Nación en 1958, enfrentó un serio conflicto con su vicepresidente, Alejandro Gómez, quien presentó su renuncia seis meses después de iniciado su mandato, en discrepancia con la política de concesiones petroleras a empresas extranjeras.
Uno de los conflictos más recordados fue el que se manifestó en el año 2000 entre el presidente Fernando de la Rúa y Carlos “Chacho” Álvarez, quien renunció a la vicepresidencia poco antes de cumplir diez meses en el cargo. La dimisión se produjo en medio del escándalo desatado por una denuncia sobre supuestas coimas a senadores para que apoyaran una ley de reforma laboral impulsada por el gobierno. Apuntando contra el titular del Poder Ejecutivo, Álvarez, en una elíptica referencia a que, así como habría senadores coimeros, también habría alguien responsable de ofrecer los sobornos, sentenció: “Se necesitan dos para bailar un tango”. Su renuncia fue el principio del fin de la coalición entre la UCR y el Frepaso y debilitó al presidente De la Rúa, cuyo gobierno caería en diciembre de 2001 en el contexto de una grave crisis política, económica y social.
No menos complicada fue la relación entre Cristina Kirchner y Julio Cleto Cobos, en particular luego de que este último, como presidente del Senado, desempatara en 2008 la votación por el proyecto kirchnerista tendiente a incrementar las retenciones a las exportaciones agrícolas, votando en contra de la posición de su propio gobierno. Cristina Kirchner completó su primer mandato presidencial reprochándole a su esposo, Néstor, la elección de Cobos. Su alivio llegó en su segundo mandato presidencial (2011-2015), para el que Cristina eligió como su compañero de fórmula a Amado Boudou, aunque la historia no terminó bien: el vicepresidente fue procesado y, en 2018, condenado a cinco años y diez meses de prisión por los delitos de cohecho pasivo y negociaciones incompatibles con la función pública, a raíz de la adquisición irregular de la imprenta Ciccone Calcográfica.
Los celos entre Milei y su vicepresidenta se manifestaron por primera vez durante la misma noche del triunfo electoral de la fórmula presidencial de La Libertad Avanza, en el escenario montado junto al Hotel Libertador para los festejos. No solo se le negó la palabra a Victoria Villarruel, sino que se la relegó a un segundo plano en las fotos. Poco después, con la incorporación de los extrapartidarios Luis Petri y Patricia Bullrich a los ministerios de Defensa y de Seguridad, respectivamente, Milei olvidó su anuncio público de que iba a dejar ambas áreas en manos de su vicepresidenta.
Sus detractores no admiten que la vicepresidenta no se resigne a tocar la campanita del Senado
Desde entonces, los desencuentros entre el Presidente y la vicepresidenta fueron en aumento. Cobraron intensidad cuando Victoria Villarruel calificó a Milei como “pobre jamoncito” que debía lidiar entre ella y su hermana Karina Milei. Se intensificaron con un tuit en el que la vicepresidenta tildó a Francia como un país colonialista, en medio de la controversia suscitada por una canción con tufillo racista que habían entonado futbolistas de la selección argentina tras la obtención de la Copa América, y que movió a Karina Milei a concurrir a la embajada de Francia a pedir disculpas en nombre del gobierno nacional por lo sucedido.
El presidente y la vicepresidenta prácticamente no se hablan y miden muy cuidadosamente la necesidad y la conveniencia de participar juntos en actos públicos oficiales, al tiempo que la virtual guerra fría entre ambos se ha trasladado a las milicias digitales que operan en las redes sociales.
Desde el llamado “triángulo de hierro”, que integran Karina Milei y Santiago Caputo, se imagina a Victoria Villarruel al frente de un proyecto político propio, que asimilan a un complot político contra el primer mandatario. La desconfianza y los recelos aumentan cuando aprecian los resultados de las encuestas.
Los analistas de opinión pública les asignan a Milei y Villarruel niveles de imagen positiva muy semejantes, que rondan el 50%, aunque algunos de ellos, como Cristian Buttié, de la Consultora CB, estiman que el mayor grado de desconocimiento de la vicepresidenta, en torno del 20%, le brinda a esta última un potencial de crecimiento mayor, pese a tener un menor núcleo duro fidelizado que el jefe del Estado.
Las suspicacias crecen también ante el hecho de que la vicepresidenta quiera imponer una agenda propia. Sus detractores en la Casa Rosada no admiten que quien supuestamente le debe el lugar que ocupa pura y exclusivamente a Milei no se resigne a consagrarse a tocar la campanita del Senado, tal como le sugirió Sarmiento a Adolfo Alsina más de un siglo y medio atrás.
Además de su rechazo a la nominación de Ariel Lijo para la Corte, el anuncio hecho por Victoria Villarruel en el sentido de que buscará reabrir todas las causas de víctimas del terrorismo para que la Justicia condene a los responsables de las organizaciones guerrilleras que pusieron en vilo al país en los años 70 provocó una reacción negativa en la Casa Rosada. “La lucha de Victoria Villarruel es un tema que hoy no es agenda del presidente de la Nación”, afirmó el vocero de Milei, Manuel Adorni.
En rigor, la actual vicepresidenta viene bregando desde hace mucho tiempo, desde el Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas (Celtyv), por la visibilización de las muertes provocadas por el accionar de los grupos terroristas y por la puesta en práctica del beneficio de la prisión domiciliaria para los militares mayores de 70 años que se encuentran detenidos en cárceles comunes por estar procesados o condenados por su presunta responsabilidad en delitos de lesa humanidad.

En octubre de 1989, el presidente Menem indultó a 220 militares y a 70 civiles. Pero luego de que, durante la presidencia de Néstor Kirchner, el Congreso anulara las leyes de punto final y obediencia debida que, en tiempos de Raúl Alfonsín, habían beneficiado a militares acusados de violaciones de los derechos humanos, la Corte Suprema anuló los indultos de Menem a la cúpula del régimen militar iniciado en 1976. Así, se reabrieron innumerables causas por delitos de lesa humanidad contra militares y funcionarios, pero no así aquellas contra los integrantes de organizaciones terroristas como Montoneros o el ERP.
La intención de Victoria Villarruel es reivindicar a los familiares de 17.000 personas agredidas, secuestradas o asesinadas por aquellas células terroristas, de las cuales 1074 perdieron la vida en unos 21.000 atentados y en unos 500 “ajusticiamientos”, según datos del Celtyv. Los nombres del sindicalista José Ignacio Rucci, asesinado en 1973 por Montoneros, o del coronel Argentino del Valle Larrabure, secuestrado en 1974 por el ERP y muerto después de 372 días de cautiverio, son algunos de los casos más recordados.
El hecho de que Milei señale públicamente que la agenda de la vicepresidenta no es la suya puede relacionarse con su objetivo de fidelizar su piso y limitar el techo electoral de Villarruel. Otra interpretación posible del distanciamiento presidencial respecto de la bandera que expone la vicepresidenta es que Milei no estaría dispuesto a arriesgar su capital político innecesariamente cuando su principal nicho electoral son los representantes de una joven generación alejada hoy de los conflictos setentistas.
Lo cierto es que la hipotética profundización de un conflicto entre el Presidente y la vicepresidenta perjudicaría a ambas figuras, del mismo modo que terminaría de dañar la potencialidad de La Libertad Avanza como marca política que pretende diferenciarse de la llamada casta. Una posibilidad que ya han advertido las primeras espadas del kirchnerismo.

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