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Las rusas que apostaron con un plato típico de su país y ya abrieron dos locales
Llevan más de cinco años radicadas en la Argentina; se conocieron filmando una publicidad y se hicieron amigas; creen que los trámites locales son complejos, pero menos que en su patria
Gabriela Origlia
Iana Sinitskaia y Ekaterina Molodyko emprendieron en la Argentina, donde se conocieron
Los blinis son parte integral de la cultura gastronómica de Rusia. Se comen diariamente, en la calle o en las casas, y son muy pocos los que no saben cocinarlos. Son muy parecidos a las crepes. Hace años se hacían solo a base de harina de trigo sarraceno, pero ahora también se elaboran con harina común. Se sirven con diferentes productos, desde caviar a manteca. En la ciudad de Buenos Aires, se los puede probar hechos con la receta original, basta con una caminata por la zona de Retiro o por San Telmo donde Ekaterina Molodyko e Iana Sinitskaia abrieron BlinBlin.
Molodyko, Katy para todos, es de Siberia, de una ciudad que se llama Norilsk. Tiene 41 años y llegó hace nueve a la Argentina con su esposo (se separó después) y sus tres hijos. Es pastelera. Sinitskaia, de 36 años y un hijo, es de Volgogrado (antes Stalingrado). Desembarcó hace cinco años y medio. En Rusia trabajaba en una empresa petrolera como gerente de Ventas.
Se conocieron en la Argentina filmando una publicidad, se hicieron amigas y empezaron a trabajar juntas. Katy hacía postres y tortas rusas en su casa e Ilama repartía los productos. “Llegó un momento en que los pedidos, por suerte, eran muchísimos, y estaba todo el día cocinando. Ya era complicado, hasta empezábamos a echar bronca entre nosotras -cuenta Katy . Entonces empezamos a pensar en hacer algo nuestro, en abrir un local, en poder trabajar afuera”. Así surgió la idea de BlinBlin.
Los blinis son crepes de masa más esponjosa
Katy empezó a estudiar pastelería a los 15 años en su país, se perfeccionó en Francia -donde viven su madre y una hermana- y también en la Argentina. “Intentaba irme de Rusia a Francia, pero no me dieron la visa en los tiempos previstos, entonces nos vinimos a la Argentina para después ir allá. Pero llegué y me enamoré del país. Es mi hogar, es mi lugar, me siento muy cómoda. Hay mucha humanidad y eso es muy importante”, enfatiza.
Lo de Iana -quien aprendió repostería con su amiga- fue un viaje por amor. Su marido, que es ruso, vive en la Argentina desde hace años, viajó de vacaciones a su país, se conocieron y se enamoraron. “Me casé acá, estoy muy feliz en este país”, dice.
Una vez tomada la decisión de invertir juntas, reunieron US$15.000 de ahorros. “Pensábamos que en una semana estaríamos abriendo -afirman-, pero nos llevó un año. Y los precios cambiaron y el presupuesto terminó en US$22.000″.
El primer local está en la calle Reconquista al 800. “Pequeñito, para empezar”, dicen, y aseguran que no tenían dudas de que iba a funcionar. “Cada cliente que prueba una vez regresa, es impresionante -aporta Iana-. Hay otras creperías de estilo francés, son de una masa más fina; la del blinis es más esponjosa”.
Comenzaron ellas dos solas y a los pocos meses compraron otro fondo de comercio. Emplearon a dos personas, un argentino y una venezolana, a quienes les enseñaron la receta. “Trabajamos 16 horas por día, pero va bien”, coinciden. El segundo local, más grande, con una carta más amplia y cerveza tirada, está en San Telmo.
Iana Sinitskaia y Ekaterina Molodyko pensaban abrir en una semana y les llevó un año
Coinciden en que emprender en la Argentina no es fácil: “Pero en Rusia es más complicado todavía. Acá todo es ‘mañana, mañana’, dan plazos a cumplir y no se puede, por ejemplo, porque las páginas están caídas. Pero se puede hablar, se puede explicar, y nadie busca perjudicarte. Allá no funciona así, esa es una gran diferencia”.
Katy explica que blini, en Rusia, también es una mala palabra, pero permitida para los niños, suave. En los locales ofrecen diversas presentaciones: uno con caviar -que compran a un proveedor de la Patagonia-, un “blini burguer” -al que definen como un nuevo modo de comer una hamburguesa-; uno con banana y nutella; otros con mermeladas -de frambuesa, de damasco-; y uno con dulce de leche.
Aprendieron a hablar español en la Argentina, conocen algunas provincias y son fanáticas del asado. Esperan hacer de su emprendimiento una cadena y seguir abriendo locales.
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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