lunes, 23 de septiembre de 2024

ACTOR Y DIRECTOR TEATRAL...SUPER AUDAZ Y CELINA MURGA CON "EL PASTO RECIÉN CORTADO


José María Muscari
“Siempre fui un gran creador de mi propia realidad”


Texto de Fabiana Scherer // Fotos: Vera Rosemberg
Amor es la palabra que eligió José María Muscari para dar la bienvenida a quien atraviese la puerta del departamento, en un piso alto del barrio de Recoleta, donde vive junto a Lucio, su hijo adolescente. Desde el gran ventanal, la ciudad de Buenos Aires se abre paso como si uno comandara un dron para sobrevolarla. La luz de septiembre se extiende por cada rincón dándole un tono cálido a esas paredes colmadas de obras de colores brillantes que resaltan ante el impoluto blanco de los sillones. “Lucio está durmiendo la siesta –dice Muscari–, le dolía la cabeza, pero no quiso tomar nada. Viste cómo son los adolescentes”. Estaba en Europa, de vacaciones en Berlín, cuando el director teatral recibió en su celular un video, un “llamado del corazón”, de un joven de Corrientes. “Hola, me llamo Lucio. Tengo 15 años y ahora estoy conviviendo en el hogar Miguel Magone, de Corrientes Capital”, se presentaba en el video que se hizo viral. Sentado en una silla, el adolescente contó cómo era su vida y su mayor sueño: “Quiero tener una familia”. Ese pedido generó un fuerte impacto en Muscari. “No lo dudé, después de verlo, de escucharlo, dije ‘quiero que sea mi hijo’. Inmediatamente activé, llamé al juzgado y seguí los pasos para la convocatoria pública. Quiero ser muy sincero con este tema –apunta–, yo no adopté a mi hijo para romper con el prejuicio que hay alrededor de la adopción, siendo un hombre solo, gay y monoparental. Siempre quise ser padre y siempre tuve en claro que la modalidad de mi paternidad iba a tener que ver con la adopción. Durante muchísimo tiempo fantaseé que iba a ser un bebé o una bebé”. –¿Nunca se te ocurrió otra alternativa de ser padre que no fuera a través de la adopción? –No, siempre estuve convencido de que iba a ser así. No sé cómo decirlo, no tengo ese leit motiv de que necesito que mi hijo o mi hija tenga mi sangre o que tenga mi ADN o lo que fuera, y pensando que ya hay tantos chicos en el mundo, para qué crear uno nuevo. En ese sentido me parecía mucho más noble o funcional de mi parte. Tampoco era que venía tan conectado con el tema, sí era algo que estuvo dando vueltas en mi cabeza desde siempre y bueno, apareció la historia de Lucio. –Una historia que es bastante particular. –Es el primer niño de la historia de la adopción en la Argentina que una jueza decidió hacer un video con él y bueno, este video fue muy “conmocionante”. Creo que no solo para mí, sino para las 140 familias que se anotaron, más toda la otra gente que no se anotó, pero que sí le pasó algo con la historia de Lucio. De esas 140 familias la jueza hizo una preselección y después fue él, Lucio, el que terminó eligiéndome. Y ahora estamos acá, muy felices. La titular del juzgado de Niñez y Adolescencia de Corrientes, Carolina Macarrein, fue la que escuchó el pedido de Lucio, el joven le solicitó que hiciera pública su búsqueda. Fue así como surgió la idea del video, que tuvo millones de reproducciones y lo más importante, logró el objetivo: que Lucio tuviera una nueva familia. “Fue una situación muy criticada la de la jueza –cuenta con la energía que caracteriza a José María– porque... justamente hablábamos de prejuicios, y ella rompió con un montón. Es verdad que los niños y las niñas que están en estado de adoptabilidad tienen el derecho de preservar su identidad, pero hay un dato que quizá mucha gente no sabe y es que Lucio estaba en una convocatoria abierta desde hacía un montón de tiempo y no hubo ninguna persona interesada en adoptarlo, o sea, no había nadie y se ve que la jueza tuvo una especie de intuición. De conocer a Lucio de tantos años, de seguir su caso, habrá pensando ‘yo creo que, si a este chico lo escuchan, lo ven, algo puede cambiar’. Creo que esa intuición fue la que la llevó a preguntarle a Lucio si estaba dispuesto a hacer el video y lo hicieron. La percepción de la jueza no falló. Dentro del sistema judicial de la adopción en la Argentina nadie había hecho match con él y con su historia. La convocatoria pública es la última instancia. De esa situación a que el video se haga viral y que se anoten 140 familias… Son muchas las familias que se anotan cuando hay un bebé y acá pasó con un adolescente varón, en ese momento, cuando comenzó todo, tenía 14 años. Hoy, tiene 16. Así que le estoy muy agradecido a Carolina Macarrein, siempre me gusta citarla con su nombre completo, porque creo que fue una jueza que no solamente rompió con algo de la estructura fija de la adopción, sino que logró algo maravilloso y que tuvo un final extraordinario. Y no lo digo porque me pongo en un lugar de protagonismo, sino que en ese final había 140 familias y si no era conmigo, el final iba a ser el mismo, Lucio iba a tener una familia. Y ese es un final feliz”. –Conocer esta historia con final feliz también despertó curiosidad y sacó temores a quienes quieren adoptar. –Infinidad de personas me escriben a diario diciéndome que, a partir de la historia de Lucio, de conocer lo cotidiano, lo nuestro, lo que yo cuento, lo que comparto, lo que vivo, me dicen: “Le perdí el miedo y lo convencí a mi marido y nos volvimos a anotar”, “ahora nos animamos en pensar en adoptar a chicos más grandes”. Otros me piden consejos. –¿Qué les respondés? –A todas las personas les contesto lo mismo: que les deseo lo mejor, pero que bueno, es una lotería como la vida misma. Yo creo que tuve muchísima suerte porque tengo un hijo mágico. Creo que, si no hubiera tenido un hijo mágico, estaría igual de contento de haberlo adoptado… digámoslo: nada ni nadie te garantiza, ni aun teniendo un hijo biológico, que cuando llegue la adolescencia, esa adolescencia no va a ser complicada, conflictiva. Yo por suerte puedo agradecer que tengo un hijo que no tiene una adolescencia ni conflictuada ni complicada, quizá por todo lo que vivió.“Yo no adopté a mi hijo para romper con el prejuicio”
–En una oportunidad reflexionaste acerca del período en el que los adoptantes pueden “devolver” a sus hijos [la adopción plena es irrevocable, la adopción simple es revocable. Según el Ministerio Público Tutelar, en Argentina el 20% de los niños adoptados son devueltos]. –Esto es bien gráfico, la mayor parte de los niños adolescentes que tienen problemáticas con sus madres y con sus padres no son adoptados, son hijos biológicos. Y esos padres, esas madres, no los devuelven, no tienen a quien devolverlo, tienen que resolverlo… van a terapia, le buscan la vuelta, tienen que ver cómo reconectar. Si el problema es la adolescencia, queda esperar a que pasen los berrinches o como quieras llamarlo. Con un hijo adolescente te va a pasar lo mismo que si no fuera adoptado… el otro tema es que tu hijo nunca sea adolescente, pero en algún momento va a pasar, quieras o no. Yo me siento un beneficiado. Me dicen que los berrinches pueden suceder tardíamente… con Lucio es al revés, a lo largo de 15 años él ya pasó momentos duros, angustiantes, etcétera, etcétera, que ahora independientemente de toda la ambivalencia que puede generar una nueva vida, nuevos amigos, nuevas relaciones, una nueva escuela, una familia, un padre que encima es artista y de perfil mediático alto. Seguro que adentro suyo todo esto le debe generar un montón de contradicciones. En lo concreto, la verdad es que si vos revisás su vida de hoy y su vida de hace dos años, son vidas muy diferentes: una vida muy dolorosa, dura y una vida muy feliz, la de ahora. Yo creo que no hay mucho espacio para que se despierte esa conflictividad que en general los adolescentes tienen. Yo apuntaría a decirle a cualquiera que tenga el deseo de adoptar que confíe… es dar amor a un chico, a una chica, ofrecer una familia, cubrir los derechos básicos como la educación, la salud, la comida… un lugar donde dormir. Todo eso que muchos de nosotros tenemos la posibilidad de dar y quizá ni lo pensamos. Hay pocas probabilidades de que ese trueque de amor salga mal. Si vos le das todo eso a un niño que no lo tenía, es poco probable que eso salga mal. Nació en Villa Devoto hace 47 años, creció entre Villa Insuperable, Flores y Mataderos. Atento a los detalles, al orden, la casa luce una limpieza casi quirúrgica. “Muchos creen que soy un enquilombado, pero no”. –El imaginario que podés despertar desde tus obras no coincide con vos. –No, no tiene nada que ver con mi vida privada. Creo que exorcizo muchas cosas por ahí, en mis espectáculos. Soy una persona que va liviana por la vida. –Te fuiste a vivir solo bastante joven. –Básicamente, en mi caso, me fui de casa por falta de espacio. Yo vivía en una especie de vivienda, que estaba atrás del local que tenía mi papá, que era una verdulería y carnicería. Yo no tenía una habitación propia, dormía en una que había en el entrepiso. Entonces esa falta de independencia me dio el impulso de querer despegar para otro lado. Además, ya tenía muy en claro que el mundo del teatro era lo que tenía ganas de hacer. Ya en ese entonces trabajaba como cadete en una farmacia, hacía promociones, daba clases, estudiaba en la Escuela Municipal de Arte Dramático de donde soy egresado como actor y bueno, me la jugué, creo que me fui a los 18, 19. Y la experiencia estuvo buenísima. –Cuando uno repasa tu historia aparece la convicción por la actuación desde muy temprana edad. A tu mamá y a tu papá les dijiste “es por acá” y te apoyaron sin dudarlo. –Bueno, yo tuve dos padres con una inteligencia emocional muy grande. Porque mis padres no tenían una formación, no venían de ese lugar. Mi papá era verdulero y mi mamá limpiaba casas, ninguno de los dos había terminado la primaria. Mi mamá la terminó de grande, porque yo la incentivé para que estudie. Tuve dos padres muy capos emocionalmente, que se dieron cuenta lo que quería y me apoyaron. Cuando dije que quería estudiar teatro, me llevaron y no me condenaron a que vaya a hacer fútbol, que es el denominador más común. Incluso en hogares de gente muy formada condenan a sus hijos a ese denominador común. Esa libertad que mis padres me dieron desde tan chico potenció este encuentro con mi yo artista, que es muy extraño. No sé de dónde viene, porque no hay antecedentes artísticos en mi familia, no tengo la “famosa” tía que tocaba el piano o la prima que bailaba o no sé qué…, esas historias que se repiten. Viste que siempre aparece un pariente lejano. Lo más cercano a un artista fue mi tío Raúl Curiale, inventor del cepo para autos. –Pero tenías otra fuente inspiración, la televisión en una época donde la ficción argentina brillaba. –Sí, era otro tipo de ficción, hoy es la ficción de la gente real. En esa época vos encendías la televisión y era la época de oro de Romay, de Langsner, de Maestro y Vainman... la televisión te contaba historias con actores de los cuales vos no sabías nada de sus vidas y solo los veías actuar. –A muchos de esos actores, tiempo después, los convocaste para tus obras. –Sí, son muchos con los que trabajo hoy, como Ana María Picchio, Leonor Benedetto, Emilia Mazer [parte del elenco que fue variando en PerdidaMente], Diego Ramos que fue un galán de los 80 [es uno de los protagonistas de Sex, viví tu experiencia], María Aurelia Bisutti [Piel de chancho], los iconos de los 80 en Extinguidas [Beatriz Salomon, Noemí Alan, Luisa Albinoni, Adriana Aguirre, Mimí Pons, Pata Villanueva, Silvia Peyrou, Patricia Dal, Naanim Timoyko y Sandra Smit] y tantos otros elencos. Todas esas personas que yo conocí viéndolas actuar. Creo que por esto de ser hijo único se dio esta relación con la ficción. Yo terminaba de jugar en la vereda, con mis amigos, entraba a casa y no tenía con quien jugar y ahí estaba la televisión. Ver todas esas ficciones me generaron mundos imaginarios, lo que ancló con la necesidad que tengo de generar. Siempre fui como un gran creador de mi propia realidad. Viste que los hijos únicos nos inventamos mucho el propio juego. Y empecé a estudiar teatro y no paré más, me di cuenta de que era por ahí. –¿No apareció nunca la duda, la contradicción? –Nunca tuve la contradicción, de decir “bueno me dedico a otra cosa”. Sí tuve la convicción de que si me enfocaba en lo que quería, iba a funcionar."Mi papá creyó que Mónica Ayos era mi amante y lo contó por todo el barrio”
Ana María “Cuky” Rossetti, la madre y ahora abuela influencer, es protagonista de muchas de las historias que José María comparte en las redes, además de ser una de las figuras de Family Club, el almuerzo, la puesta que reúne a la familia real y amigos de la vida del director [este domingo 22, al mediodía, participará de esta performance efímera su hijo Lucio], en el barrio del Abasto. “La relación con mi mamá es bastante mágica, se dio de más grande –aclara–. No sé, se empezó a dar desde los 25 o incluso hasta los 30. La invitaba a mis obras de teatro, pero me daba vergüenza”. –¿Qué te daba vergüenza? –Cómo era ella, que es tan personaje, tan impune, tan sincera. Me incomodaba. Venía a ver una obra y yo no quería salir a comer con ella, no me gustaba que estuviera, pero empezó a pasar que cuando venía y los actores de mis obras se enteraban que ella estaba, la invitaban a comer. Y así empecé a compartir cosas con ella en redes y la reacción fue increíble, entonces me dije... “pará, acá pasa algo, tu mamá es una capa y vos te la estás perdiendo por algo que te habrá quedado dando vueltas, no sé de dónde, por esas distancias de la vida” y di vuelta el vínculo y construí está amorosidad diaria que tengo con ella. Nos mandamos mensajes todos los días, nos vemos una vez por semana. Cada tanto hacemos un viajecito. Siempre mantuve el vínculo con mi mamá, pero no con esta cercanía. Hubo un tiempo en que también sintió vergüenza de José, su padre. No quería que apareciera por la escuela. Era un hombre grande, que se ayudaba con un bastón para caminar. Era motivo de burla de sus compañeros. La vida le mostraría, con el tiempo, la amorosidad de su padre, como lo hizo con su madre. Entendió que fue por ellos, lo que le permitió ser “lo que soy”. En 2009, José falleció por un ataque cardíaco. El mismo día que le entregaron a su único hijo, José María, la llave de su primer departamento, en el barrio de San Telmo. –Hay una anécdota con tu padre que se repite en cada entrevista. –La de Mónica Ayos. –Sí. – Papá creyó que Mónica era mi amante. Yo la dirigí en la obra En la cama, donde ella hizo su primer desnudo en teatro [la protagonizaron Gerardo Romano, Viviana Saccone y Walter Quiróz entre 2008 y 2009]. Ella contó en un programa, creo que fue en el de Mirtha Legrand, que supe cómo convencerla, que el director era una persona con erotismo y secretos... Mi papá lo malinterpretó y creyó que tenía algo con ella. En el barrio decía que yo andaba con Mónica Ayos. –Sos muy activo en las redes sociales, recién contaste lo que pasó, las reacciones que generaron cuando compartiste momentos con tu mamá. –Muestro mucho del cotidiano, no tengo rollo. –¿Cotidiano no es intimidad? –No, para mí no es nada íntimo mostrar mi living. No me resulta íntimo mostrar el almuerzo del domingo con la familia. Después, sí hay un momento donde hablamos de cosas que nunca las subiría a las redes. –¿Encontraste el límite? –Nunca me costó porque no pienso de esa manera, no me imagino exponiendo algo íntimo, no lo digo para hacerme el misterioso, ni de perfil bajo, porque no lo tengo. Desde mi última pareja, me separé hace 6 años, en ese tiempo estuve con un montón de gente a la que no mostré en las redes. Hasta que no me enamore, esté en pareja y esa persona quiera aparecer, no voy a postear ni etiquetar a nadie. También me pasó de estar en pareja...estuve un tiempo con un publicista que no quería estar en las redes. Entonces nunca lo mostré y nadie se enteró. No es una condición que, porque estás conmigo, te voy a mostrar en las redes, ni en pedo. Pasa con Lucio, me hacen reclamos tipo “¿por qué no aparece?” –¿Y qué les decís a los que te preguntan? –Lucio es un adolescente que se había copado al principio. En un momento no podía aparecer, fue durante la guarda. Imaginate lo que es para un adolescente que te digan que no podés aparecer... Bueno, cuando pudo aparecer, apareció y todo el mundo le conoció la cara, lo vieron, hasta que en un momento dijo “hasta acá”. Ahora, de vez en cuando me deja subir una historia, una foto, pero no mucho más. En el Parakultural, a los 16 años, debutó como actor en el espectáculo Necesitamos oxígeno, también de su autoría; dos años después presentó como dramaturgo y director Criaturas de las sombras, que marcaría su punto de partida. Le seguirían puestas como Marchita como el día, Mujeres de carne podrida –espectáculo que fue boom en la calle Corrientes–, Pornografía emocional, Desangradas en glamour [con Ana Acosta, Sandra Ballesteros, Carola Reyna, Florencia Peña, Marta Bianchi, Julieta Ortega], Pareja abierta, una versión libre del italiano Darío Fo y el controversial Catch, lucha en el barro y sexo entre chicas, que fue visto por más de 40 mil personas y se representó en tres temporadas con dos elencos paralelos y un montaje en Santiago de Chile. Las adaptaciones de clásicos como La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca, con Norma Pons; Electra Shock, basada en la tragedia griega con Carolina Fal; Madre coraje, de Bertolt Brecht , con Claudia Lapacó; Julio César, de William Shakespeare, con Moria Casán en la piel del Emperador romano. –Siempre fuiste un buscador. –Me cuesta mucho definirme o verme a mí mismo, pero cuando me dicen esto, por ejemplo, me resuena. Es la experiencia de vida, ¿no? Tengo 47 años, más de 70 obras estrenadas. Que es un montón. También me equivoqué un montón. Es verdad que todo el tiempo estoy buscando cómo innovar mis propias ideas, mis propios límites para que me divierta, me seduzca y en ese sentido creo que tengo algo súper feliz que es la posibilidad de poder crear mis propios formatos, mis obras de teatro, mis inventos…poder llevar mis ideas adelante y que el público me diga que sí. Podría no pasar. Imaginate que en este momento tengo cuatro espectáculos en escena y uno por venir. Sex, que es el más viejo entre comillas, que está desde hace 5 años [un verdadero hit, que no deja de renovarse], PerdidaMente, una obra sobre el Alzheimer que está de gira [en noviembre vuelve al Multiteatro], Family Club, que hago con mi familia una vez por mes, siempre agotado y ahora estrené Muscari In Da House, una noche a puertas cerradas, que es un evento raro, distinto. –Donde mostrás a otro Muscari… –Me di cuenta de que tengo está facilidad, entre comillas, para generar ese engagement con el público. Entre Instagram, ex Twitter y Facebook debo tener un millón y medio de personas que me siguen a diario. Y como te decía, tengo una edición bien marcada entre lo cotidiano y lo íntimo. En Muscari In Da House saco un costado mío que la gente no conoce tanto, que tiene que ver con la parte más speaker, con el coaching… es un costado más filosófico… Todo transcurre en una casa muy mágica, en Villa Urquiza. Por un lado, se trata de una experiencia muy gourmet [la chef es Daniela Kompel], una cena de cuatro pasos, con solo 30 comensales. Algunos se sientan alrededor de una mesa que está en un living, otros en un comedor diario…son tres grupos separados que después se integran. Hay una cantante [Heidy Viciedo], una guía [Paola Luttini, madrina de Lucio]... yo saco determinados temas como la durabilidad del amor, qué nos pasa con la comida, con el cuerpo… A la vez hay momentos muy poéticos, mágicos. Hay un recorrido por la casa. La cantante los lleva a unos cuartos y canta con las luces apagadas, pasan un montón de sensaciones. –¿Explorás tu rol de actor? –No, no es actuado, pero sí estoy expuesto de una manera de un lugar más de speaker, más filosófico, me meto en temas como la búsqueda del amor, la felicidad, la insatisfacción, son grandes temas. Lo que sí siempre digo es que no podés querer que te pase algo diferente, si siempre hacés lo mismo. Y nunca hice algo así, me gusta que se genere esta combustión de diferentes ingredientes. –Recién dijiste que hace tiempo que no actuás. Hiciste algunas suplencias en obras tuyas. – Sí, hice algunos reemplazos. Me llaman poco para actuar, me tienen más como autogestor, entonces está la fantasía “no, no lo voy a buscar porque él hace sus cosas y va a decir que no”. Hace poco me llamaron para entrar a una comedia musical extraordinaria, que me encantaba y la hubiera recontra hecho. Pero no era el momento. –¿Por qué? –Básicamente porque sentía que no estaba bueno en ese momento, en el vínculo con Lucio, irme todas las noches a hacer teatro, de martes a domingo. Me parecía que no, sobre todo para un adolescente de 16 años, no tengo pareja con quien compartir, como hacen otros padres, madres, y organizarme. No quiero abusar de su independencia. Quiero que Lucio siga teniendo 16 y no que de golpe tenga 18. Me gustó que me tuvieran en cuenta. Decir “me pensaron para esto”. Tengo ganas de retomar la huella de la actuación, en algún momento va a llegar. Retomando un poco el inicio de esta charla, cuando yo adopté a Lucio, en diciembre del año pasado, pensé, al menos en el principio de esta paternidad, “no puedo convivir con la creación de una obra de teatro”. La creación significa un montón de tiempo, un montón de energía y de compromiso. No me imaginaba yéndome todos los días. Al principio estaba todo el tiempo con Lucio, haciendo actividades, yendo, viniendo. Nos agarró el verano, él tuvo tres meses para acomodarse, hasta que comenzó la escuela. Después sí tuve la necesidad ya de encauzar algo artístico porque había algo mío que estaba detenido. –Sé que estás trabajando en algo nuevo. –Sí, en noviembre estrenamos, en el Teatro del Pueblo, Irreverentes. Venimos trabajando desde hace varios meses. Me tiene súper apasionado, es muy diferente. Me llamaron de la Dirección General de Enseñanza Artística con un planteo que me resultó, por lo menos, inquietante. Me dijeron: “vos siempre tuviste conexión con la gente grande, pero tus obras las haces con actores famosos, qué pasa con los que tienen más de 60 años y no son famosos y no tienen la opción de que Muscari los busque”. Hice una convocatoria de talentos de actores y actrices mayores de 60 años. Se anotaron 500 personas y vi a las 500, En la obra hay 15 hombres y 15 mujeres y con ellos venimos trabajando sobre la irreverencia, tienen tanta vida vivida. Son poderosos, impunes, no tienen miedo de exponerse, mezclan la jubilación, los remedios, las técnicas de actuación…cantan canciones de jóvenes que no saben ni pronunciar, dicen cosas inauditas, se ponen lo mejor que tienen en el placard. Es una especie de manifiesto sobre la irreverencia de llegar a la tercera edad o de rebelarse frente a los conceptos arcaicos sobre la vejez. –Hay algo en vos, a través de tus obras, que buscás romper, rebelarte. –Siento que los prejuicios siempre nos cagan la vida, entonces trato de separarme, de no tener prejuicios con el otro y de que no los tengan conmigo. Una forma de colaborar para mí es un lugar donde siento que puedo ejercer la voluntad. Con Sex, se rompen un montón de prejuicios alrededor del sexo, de los cuerpos, la diversidad, el género. En PerdidaMente me meto con los que existen sobre el Alzheimer, el cerebro, ¿cómo nos funciona la cabeza? La debilidad mental, las emociones, son temas muy tabúes. En Family Club está la experiencia familiar donde rompo un montón con los miedos, con las relaciones, el temor porque ya uno no tiene a su familia, porque ya no se juntan, porque algunos se murieron, porque están enemistados. Y como mi familia no está construida solo por mi familia, sino por mis amigos, hay una deconstrucción de lo que realmente significa, algo como: “armá tu propia familia”, ese es un poco el experimento. Yo elijo. Sin ir muy lejos, hace 10 meses Lucio no estaba en esta mesa. Yo ahora tengo un hijo.

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La cineasta argentina elegida por Scorsese estrenó “El aroma del pasto recién cortado”
Celina Murga narra la vida de un hombre y de una mujer en un juego de espejos en la película protagonizada por Joaquín Furriel y la mexicana nominada al Oscar Marina de Tavira
Marcela Ayora
"Siempre destacaba que lo que nos unía era el amor por el cine. Una necesidad de hacer películas, hacer desde un lugar muy visceral”, dice Murga de su relación con Martin Scorsese
Un hombre y una mujer que no son pareja ni tienen vínculo entre sí atraviesan, en espejo, situaciones casi idénticas en la vida de uno y otro. Los dos son agrónomos y trabajan como investigadores y docentes en la misma facultad, es decir, ganan sueldos similares. A pesar de ser profesionales, tienen sus dificultades económicas. Pero en el espejo coincidente, hay más superficie compartida: son padres, están mal dentro de sus parejas y cada uno empieza una relación secreta con discípulos jóvenes de sus cátedras.
El malestar está presente. Y esa es la idea: contar una situación tal o cual, para ver cómo impacta en uno, en otro. Entonces, aparecen las preguntas. “¿Qué cosa cambia en relación a la particularidad de cada género? ¿Qué cosas nos igualan? ¿Cómo se pone en juego el afuera, la mirada de los otros?”.
Estas son algunas de las preguntas que la directora Celina Murga escribió en Instagram, sobre su propia película, El aroma del pasto recién cortado. Y en esas notas de la directora sobre el film, se lee: “Las historias serán muy parecidas, pero habrá claras situaciones y acciones que darán variaciones a los conflictos planteados. El objetivo de estas variaciones es invitar al espectador a reflexionar o al menos hacerse preguntas sobre las cuestiones de género”.
Celina Murga, la directora argentina que estrenó "El aroma del pasto recién cortado", película que se presentará en diversos festivales
La película se estrenó el jueves pasado y viaja con la directora al Festival de Biarritz y al de San Sebastián. Los protagónicos de la simetría en espejo están a cargo del actor argentino Joaquín Furriel y de la mexicana Marina de Tavira, conocida por su trabajo en Roma, de Alfonso Cuarón, que le valió una nominación al Oscar como actriz de reparto. Ahora bien, hay uno de los productores de su film que, en el camino de Celina Murga, es mucho más que eso. Ocupa el lugar de maestro desde hace 15 años, cuando lo conoció en el marco de una beca. Es el director de cine Martín Scorsese. Autor de esas películas que ya son clásicos y que, solo por armar un top cinco, surge nombrar: Taxi driver, Después de hora, La edad de la inocencia, El lobo de Wall Street, Casino. Se cruzaron por primera vez en 2009: “En su momento, quedamos tres seleccionados y él fue el que me eligió a mí”.
Notó que era un maestro desde un principio. En eso de no decirle si hacer algo de una manera en particular. Él leía lo que ella le mandaba y, como devolución, le enviaba marcas en los guiones y le hacía llegar películas en DVD. “Una de las cosas que le atrajo es eso que veía en mí diferente a él. Como en la cuestión narrativa. O en cierta forma, digamos. Siempre destacaba que lo que nos unía era el amor por el cine. Una necesidad de hacer películas, hacer desde un lugar muy visceral”. Eso, respecto de los aspectos que la conectan con Scorsese desde el cine. Y también lo humano: cómo es el director que todo el mundo admira, literalmente, a la hora de relacionarse.
En ese vínculo que inició con una primera impresión, Murga dice: “Es muy cálido. El día que lo vi fue así: él me abrió la puerta de su oficina y lo primero que vi fueron sus zapatos. Porque yo venía mirando hacia abajo y él me hizo un chiste. Tiene una manera de combatir su imagen. Tanta conciencia de quién es, de lo que puede generar en el otro. La humanidad para romper el hielo y que algo se arme desde un lugar muy llano”.
En junio, El aroma del pasto recién cortado se proyectó en el Festival de Cine de Tribeca y ganó como mejor guion –lo escribieron ella, Juan Villegas y Lucía Osorio–. La idea de esta historia comenzó en 2017. “Siempre hacer cine en este país lleva tiempo. Acá estuvo la coyuntura de la pandemia, fueron esos dos años que influyeron en el proceso”. Sobre trabajar con detenimiento y encontrar capas, tanto a la historia en sí como a los personajes, Celina cuenta: “Me parece que eso hizo que apareciera mucho más la universalidad de los personajes y de las situaciones”.
Joaquín Furriel y la mexicana nominada al Oscar, Marina de Tavira protagonizan el film de Murga
El premio al mejor guion en el Festival de Tribeca trajo también el encuentro con el maestro. Murga repara en una anécdota que pinta la forma en que el director se relaciona con los otros. “Cuando estuvimos en Tribeca, que estaban los productores, los actores de la película y un montón de otra gente, Scorsese se puso a hablar del perro. Tiene esa vocación de romper el hielo para que se arme una charla relajada. Y cuidar al otro de no quedar atrapado por su imagen. Todos sabemos que él es una leyenda. Y él arma una escena enseguida para que eso se afloje”.
Murga hace películas desde hace décadas. Tiene 51 años (Paraná, 1973), pero parece menos. Empezó a estudiar en la Universidad del Cine, cuando la institución –que luego sería clave en la historia del cine nacional– recién empezaba a funcionar. “Agradezco un montón haber estudiado en la Universidad del Cine. Era el segundo año de la apertura, 1992. Estaba la escuela de cine de Avellaneda, como alternativa. Por suerte me ayudaron mis padres, también trabajé en la universidad para tener una beca. Como muchas veces en mi vida, las mejores decisiones las he tomado intuitivamente”.
La historia de amor con el cine empezó con las funciones en continuado para ver ET, de Steven Spielberg (1982). Siete años después, vendría un nuevo hito: “Me marcó mucho La sociedad de los poetas muertos. De haber ido a verla yo y después pedirle a mi papá que la fuera a ver conmigo. Esa cosa del Carpe Diem me impactó mucho”. Iba con el padre, pero en su familia todos eran más de la ciencia. “Mi abuelo era médico, pero fotógrafo amateur. Siempre cuento esto porque siento que de ahí me viene cierta beta más artística. Si no, no sé bien de dónde. En mi casa son todos médicos, mi papá también. En una generación y en una ciudad donde no era algo que estuviera dentro del imaginario. Era muy común que la gente se fuera a estudiar lejos: Córdoba, Rosario, Buenos Aires.
Había que salir de la casa. Y ella se quería ir. “La sociedad paranaense es muy cerrada. Mucho tiempo después me di cuenta. Como que había algo que me asfixiaba de esa sociedad. Más allá de que tengo amigas, amigos, mi mamá. Cuando llegué a Buenos Aires fue ‘respirar’. Sumado a que en ese momento el que quería estudiar, tenía que irse. Tengo una amiga que vive en España y trabaja en cine, y las dos decíamos que queríamos hacer cine. No sabíamos mucho de qué se trataba. Era más la cosa de lo que te pasaba cuando estabas en la sala. Lo que te entusiasmaba. En ese sentido, fue muy intuitivo mi camino”.
Celina Murga es la directora de películas como Ana y los otros (2003), Una semana solos (2008), La tercera orilla (2014). Sus primeros trabajos los hizo en el pasaje de un siglo a otro, del último año de los 90 hasta el 2002 y fueron Interior-Noche y Una tarde feliz.
Celina Murga junto a los protagonistas de "El aroma del pasto recién cortado", película producida por Martín Scorsese.
Además de directora y guionista, es docente de cine. Maestra de otros. Da clases en un terciario (Centro de Investigación Cinematrográfico), tiene dos materias a su cargo en el último año. “Los primeros cortos que hice, sobre todo los dos primeros, se filmaron en un formato que no existe más: Súper 16. Era de celuloide, pero más finito, más barato. Un formato semiprofesional. Lo usaban John Cassavetes, Jean-Luc Godard, filmaban en ese formato que era más barato que en 35 mm –comenta–. Las cámaras también eran más livianas para salir cámara en mano”.
Había que comprar el soporte, las “latas” de fílmico. “Eran carísimas –resalta–. Ahora ellos (los estudiantes) ni piensan en eso. Ana y los otros la hice con muy pocas latas, era donde había que poner la plata”. Recuerda que en esos tiempos tenía un cuaderno donde anotaba qué cantidad de metros se podía usar para cada plano. “Hacía cuentas. Los recursos se iban acabando y había que ser muy preciso en cómo administrar ese material. Además de que era tedioso, era también muy positivo: te obligaba a pensar mucho lo que ibas a hacer. Éramos más rigurosos: cómo poner la cámara, qué lente usar, por dónde entraba el personaje, por dónde salía. Todo era mucho más pensado. Creo que a nivel narrativo y cinematográfico, era una ventaja”.
Desde esa matemática del arte, hoy les imprime a sus estudiantes la lógica de la forma. “Intento que mis alumnos tengan rigor, aunque no tengan el condicionamiento que teníamos. A veces siento como que da igual. Dicen bueno, si no hacemos otra. Pero no: pensá ésta. Hay que enfrentar la dificultad”.
Celina Murga es la directora de películas como "Ana y los otros", "Una semana solos", "La tercera orilla", entre otros títulos
La docencia tiene mucho de maternar y Celina Murga tiene dos hijos, uno de 19 y otro de 14. “Tanto el padre (Juan Manuel Villegas), como yo hacemos cine. Mi hijo mayor ha hecho cursos, es cinéfilo. Estaba entre el cine y la matemática. Es un bocho. De hacer olimpíadas con la secundaria y salir segundo. Y pensé: que se vaya a conocer el mundo y después vuelva a casa. Porque el cine es como casa”. Pero “el bocho” siguió Exactas. “Fue sentir, por un lado, la independencia de su decisión. Tiene tiempo de llegar al cine. Si quiere hacerlo después, que lo haga, pero que primero haga otra cosa”. Algo así como salir al mundo y ver para contarlo.
Pero no todo lo que se ve es contable. De lo que sí finalmente llega, ¿cuál es su materialidad como directora? Una mujer que mira, filma. Cuenta. ¿Sobre qué hace pie su cine? “Me importa mucho encontrar algo sobre lo que contar –subraya Murga–, una película o personajes que me interpelen. Uno pasa 5 ó 6 años con esa película para sacarla adelante. Tiene que ser algo que te sostenga agarrado. Un tema, una historia, un mundo que realmente sienta que es urgente contar”. Y respecto de los temas que la atraviesan: “Si tengo que encontrar un denominador común, creo que son los vínculos humanos y la voluntad de no juzgar a los personajes. Una voluntad de contar a los personajes, a los que les pasan cosas emocionalmente que, de alguna manera, se encuentran en algún tipo de debate emocional que los moviliza, que tiene que ver con otras personas que están en su entorno”. Eso. Un centro, y el gravitar con los otros.

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