sábado, 21 de septiembre de 2024

BATMAN...EL ETERNO MITO


Batman: los 85 años de un superhéroe humano que inspiró la mafia, se convirtió en ícono pop y fue parodiado hasta en versión Lego
Con su enorme entrenamiento en artes marciales, su intelecto superior y sus vastos recursos tecnológicos y económicos, Bruce Wayne como el hombre murciélago traspasó las fronteras del cómic y se volvió el más popular de los justicieros
Leonardo D'Esposito
Un superhéroe, tres encarnaciones: Michael Keaton. Christian Bale y Robert Pattinson
El siglo XX fue un enorme creador de mitos de todo tipo. Sin embargo, pasadas dos décadas del XXI, comienza la depuración: lo que es dato histórico, lo que es algo memorable pero no necesariamente mítico, lo que es una nota al pie. De los mitos reales, perdurables, creados por el auge de la cultura de masas, sin dudas Batman es de los más firmes candidatos a superar la barrera de algunos siglos más, ahora que las películas del personaje se están reponiendo porque el millonario que se convierte en sombra encapotada cumple 85 años. En rigor, los cumplió en mayo, cuando se cumplieron años de su primera aparición en las páginas de Detective Comics número 27, pero eso es lo de menos. Celebremos a ese hijo tecnológico del Conde de Montecristo.
Todos conocen el mito: el niño Bruce Wayne, de ocho años, ve el asesinato de sus padres, los millonarios Martha y el doctor Thomas Wayne, a manos del criminal Joe Chill, luego de ver una película (en varias versiones es, justamente, El Conde de Montecristo, seguramente la de 1934, con Robert Donat como Edmond Dantès), mientras recorrían un callejón oscuro. El niño, que se asustaba con los murciélagos, creció millonario y juró venganza. Años más tarde, saldría a combatir el crimen vestido con ese traje ajustado, oscuro, con máscara de orejas que todos conocemos. Batman es el más humano de los superhéroes porque, claro, no es un superhéroe: es un hombre al que se lo puede matar como a cualquiera. Claro que su enorme entrenamiento en toda arte marcial, su intelecto superior y sus vastos recursos tecnológicos (y monetarios) vuelven difícil la tarea de eliminarlo.
Bruce Wayne en los cómics de Batman
El personaje en sí era parte de una tradición: la de detectives misteriosos que pululaban por los arrabales con vastos recursos y algún disfraz. Es cierto, en el fondo todos le debían mucho a Sherlock Holmes (¿Batman es el hijo de Sherlock y Montecristo? ¡Claro que sí!) y se escudaban en cierto anonimato nocturno. La sombra, Doc Savage, el Avispón Verde, todos son antecedentes de Batman. El impulso final para su aparición fue extraterrestre: un mes antes, en abril de 1938, Action Comics publicó por primera vez la historia de un tipo con capa, traje de colores, invulnerable y extraterrestre, Superman. El mercado del comic en revistas explotó y había necesidad de más y más personajes así. Bob Kane y -sobre todo- Bill Finger venían intentando varias cosas hasta que apareció el encapotado. Bingo, otro éxito. Más tarde vendrían el Capitán América, de Jack Kirby; o la Mujer Maravilla, de Charles Moulton. En el medio, hubo muchos supertipos que aparecieron y desaparecieron, o volvieron, nostalgia y negocio de IP mediante, décadas después. Pero ni Superman ni, sobre todo, Batman, perdieron jamás la popularidad.
Inspirado en la violencia
Batman además surge en un momento en el que el crimen organizado era un auténtico mal en las ciudades de los EE.UU. Las consecuencias nefastas de la Prohibición entre los 20 y los 30 dejaron bandas criminales que, además, corrompían con enormes medios el poder. En esos años 30, Chester Gould creó a un detective que decidía hacer las cosas con total brutalidad (aunque también, justicia), Dick Tracy. Los malos eran un festival lombrosiano, y de ellos bebieron Kane y Finger para crear, poco tiempo después de consolidar a Batman, a los grotescos Acertijo, Pingüino, Dos Caras y, sobre todo, esa otra creación monumental del arte pop, el Guasón, cuyo rostro se inspiraba en la máscara usada por Lon Chaney en la versión muda de El hombre que ríe, novela de Victor Hugo. Volviendo a Tracy: el tipo mataba, no le temblaba el pulso para reventar criminales que eran puntualmente feos, sucios y malos. El Batman original portaba dos pistolas que no dudaba en utilizar. Eso cambió al poco tiempo, con la introducción de otro huérfano con necesidad de revancha, Dick Grayson-Robin, que es más un hijo de Bruce Wayne que cualquier otra cosa. La razón de que disminuyeran las muertes en Batman fue más bien comercial: los compradores eran, sobre todo, chicos. Igual la tira no carecía de oscuridades, terrores y crueldades, aunque con el tiempo sumó fantasía y humor. Batman fue, desde 1938 y hasta los años 70, por lo menos, de todo.
Uno de los cómics originales que dieron inicio al mito de Batman
Como se sabe, el cómic y el cine son hermanos de sangre popular. Ambos nacieron en 1895, ambos se centran en la imagen y la ilusión del movimiento para narrar. Y el cine industrial fue siempre una gran aspiradora del resto de las artes, populares o no. Batman, tarde o temprano, iba a llegar al cine y lo primero que hubo fueron seriales en esa década del 40 que se pueden ver, incluso colorizados, en YouTube. Por cierto, sirven como material para un paper sobre los diferentes significados del término “atlético”. Son ingenuos y con pocos recursos, pero capturan bastante el espíritu del cómic original.
Sin embargo, seamos sinceros, lo que hizo de Batman un auténtico fenómeno global fue la serie de 1966, la de Adam West como (para nosotros) Bruno Díaz y Burt Ward como Ricardo Tapia. Nació como experimento de comedia, así lo plantearon el propio West y Frank Gorshin, que luego sería el Acertijo, a los ejecutivos de la Fox. Sólo la ingenuidad de los chicos que fuimos permitía verla como “aventura seria”, pero era otra cosa. Sátira total: del género, de la aventura, de la televisión, de la política (el episodio en el que el Pingüino y Batman se presentan a elecciones en Ciudad Gótica es uno de los momentos que redime a la televisión) y de la propia cultura pop en la que estaba inscripta. Vista como adultos es mejor todavía, con esos actores invitados perfectos (desde los recurrentes Burgess Meredith, César Romero o la tremenda Julie Newmar) hasta gente como Otto Preminger, Anne Baxter, Vincent Price, Clift Robertson y muchos más. Era el programa de TV en el que todos querían estar (algo similar pasó con El show de los Muppets, diez años más tarde). Desgraciadamente, aún no se la puede ver en plataformas pero hay noticias: el 21 de noviembre se editan completos en Blu-ray los 120 episodios, digitalizados en HD, lo que implica que pronto va a terminar en Max. Mientras, en Star+ puede verse el largometraje sobre la serie, que es menos pero arranca con un cartel que pide que nos divirtamos. Sí, es la película que le dio gloria al repelente de tiburones.
¡Recórcholis, Batman! Adam West y Burt Ward en la serie que popularizó a los personajes en pantalla chica
Atención: de aquí en más, todas las películas mencionadas están para ver en Max. Aunque hubo varias series animadas entre los años 70 y 80 (algunas totalmente olvidables), hubo que esperar a 1989 para que el cine se tomara en serio al personaje. O algo así: Tim Burton luchó contra viento y marea para imponer su visión del personaje -y del Guasón- como dos marginales en un mundo barroco inspirado en la Metrópolis de Fritz Lang, pero con un elemento circense, grotesco, contradictorio, incluso nihilista, que permitía entender algo: Batman no estaba del todo en sus cabales. Pero el espectáculo es Jack Nicholson como el Guasón: solo la secuencia del museo, musicalizada con el gran tema de Prince “Partyman”, vale volver a ver la película. Desesperadamente cinéfila (desde el expresionismo hasta Hitchcock pasando por el cine de los 30, todo está ahí), Batman era cine posmoderno puro, donde la figura pop del encapotado desnudaba su grotesco, más auténtico que el mundo que le tocaba.
Pero la verdadera obra maestra sobre el personaje es Batman vuelve, de 1992. Burton realmente hace lo que quiere: un cuento de tres personajes desesperados que ocultan su locura, nacida del desprecio por la sociedad, detrás de un disfraz o naturaleza animal. Un murciélago, un pingüino, una gata, gente abandonada transformada en bestias. Aquí el Bruce Wayne de Michael Keaton realmente está loco aunque se controle (el plano del vestidor con mil trajes idénticos de Batman es sintomático), aquí la Gatúbela de Michelle Pfeiffer (quizás el más perfecto trabajo de la actriz) define el paso de víctima a sujeto de una mujer en un mundo que se quiebra. Aquí el Pingüino de Danny DeVito es, como el Guasón, el caos por el caos, la diversión de ver el mundo arder. Y el verdadero villano es el “normal” personaje de Christopher Walken, el Max Schrek sacado de Nosferatu, un vampiro que chupa dinero y energía. Las lecturas son múltiples, el juego entre lo grotesco, la commedia dell’arte y la aventura del cómic es perfecto, y además es uno de los mejores cuentos de Navidad jamás filmados: una historia de esperanza flaca y redención provisoria.
Seamos piadosos y mencionemos solo como referencia las dos continuaciones que realizó Joel Schumacher, aquella de Val Kilmer contra Jim Carrey y Tommy Lee Jones que quería recuperar el chiste de la serie (y no le salía), o aquella con George Clooney (y el infame traje con pezones) contra Arnold Schwarzenegger y Uma Thurman que lo hacía todavía peor (Batman Forever y Batman y Robin respectivamente; el completista las verá de todos modos; el cinéfilo las dejará pasar). Lo que importa es la trilogía de Christopher Nolan, Batman inicia (ay, ese uso agramatical en el título para traducir Batman Begins), Batman-El caballero de la noche y Batman-El caballero de la noche asciende. De las tres, la mejor es la segunda, pero avancemos.
Batman de Chris Nolan, magistralmente interpretado por Christian Bale
La primera tiene una gran historia de origen, sobre todo con el personaje de Liam Neeson Rhas-al Ghuul y su ejército secreto. Pero sobre todo, creaba al definitivo Bruce Wayne. A diferencia de Burton, que hizo “películas de Tim Burton con Batman”, Nolan hizo “películas sobre todo de Batman” y dejó que funcionara el personaje y, sobre todo, su mitología. Todos sabemos quiénes son Alfred Pennywhite, el comisionado Gordon, algunos conocían a Lucius Fox, todos a Harvey Dent. Lo que hace el director es darle un rol a actores sensacionales, obligarlos a portarse como seres humanos, a mostrar sus contradicciones, a combinar la intriga “jamesbondesca” con la política y el dilema moral. La fuerza de estas tres películas, pero sobre todo de El caballero de la noche, se basa en que nos importa Bruce Wayne (capolavoro de Christian Bale) gracias a la mirada de quienes lo quieren y lo respetan. Y El caballero... tiene, sobre todo, al Guasón de Heath Ledger, el personaje que -dicen- le costó la vida. Lo que hace Ledger con ese agente del caos que jamás dice la verdad, que carece de historia y lucha permanentemente contra el sentido (común y del otro) es algo totalmente impresionante y llega al núcleo del mito: el crimen es caos, y recuperar el orden requiere un cierto tipo de locura. Batman está loco. El Guasón también, pero en el primero aún hay un resquicio de luz, de justicia, de fe en algo bueno. Es una luz delgada. En las tres películas todo se resuelve in limine y de modo gris: el mundo es algo complejo. De paso: el Guasón es otra gran creación surgida de Batman y el único personaje de cómic de superhéroes que se llevó el Oscar, y dos veces: primero por este trabajo descomunal de Ledger (secundario, póstumo) y luego a Joaquin Phoenix por la película homónima de 2019.
Joaquin Phoenix le dio al personaje del Guasón, archirrival de Batman, una nueva -y tremenda- vidaFox
También podemos dejar un poco de lado el Batman de Ben Affleck en las películas sobre la Liga de la Justicia, aunque debemos decir que Affleck hace honor a Bruce Wayne y es un Batman bastante equilibrado: ni el personaje sobradamente “oscuro” de Burton ni el sufrido Bale. Es un millonario que busca justicia. De hecho, quizás sea lo mejor de esas películas falladas, que no fallidas. Y la mejor es Liga de la Justicia de Zack Snyder, el corte original. Allí aparece otra faceta: el pobre humano rodeado de supertipos con superpoderes que lo superan. Ese desconcierto es una faceta muy bella del personaje en estas películas.
The Batman, protagonizado por Robert Pattinson
Lo cual nos lleva al Batman de Matt Reeves (restrenada esta semana por el aniversario del murciélago). Basada lejanamente en Año uno, la novela gráfica que cuenta el primer año de Batman y creada por Frank Miller (de paso: casi todo lo bueno del Batman cinematográfico proviene de Dark Knight Returns, esa hermosa novela del propio Miller que lidiaba con la vejez de Bruce Wayne, el rol político de Superman y la dimensión anárquica del poder; hay versión animada en Max, pero el cómic es una obra maestra). Es despareja, pero el personaje pasa de la sed de venganza a la justicia gracias a un trabajo de puesta en escena muy minucioso. Y si lo piensan, Batman aquí realmente fracasa y debe lidiar con eso. Hay grandes momentos y un par de personajes geniales (el Pingüno de Colin Farrell, sin dudas). Veremos cómo sigue la encarnación de Robert Pattinson, pero la serie nueva El Pingüino, en Max, parece mostrar una oscuridad nueva.
Y hay muchas películas animadas, algunas versiones de novelas gráficas muy buenas y “necesarias” para conocer el mito (La broma asesina, sobre el origen del Guasón). O las grandes series Batman-The animated series (que derivó en un gran largo: La máscara del fantasma) o su reversión The Caped Crusader, producida por J.J. Abrams y Matt Reeves (esa está en Prime Video), que recuperan el aire de policial negro de los 40 propio de la historieta original. Pero nadie dude: la mejor película sobre y con Batman, con todos y cada uno de los personajes relacionados con él, con todos los problemas tratados a velocidad supersónicas -hasta el símil con Tony Stark- es Batman Lego: La película. Una mirada absolutamente desprejuiciada y feliz, llena de comicidad de la buena y que al mismo tiempo analiza, disecciona, parodia y homenajea al personaje (y a media cultura popular). Batman, como el gran mito que es, sirve para todo y no puede ser traicionado por tonos o intenciones. Mientras existan maldad, desesperación y crimen, seguirá recorriendo la noche.

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