sábado, 21 de septiembre de 2024

Un PH repleto de arte sorprende en un primer piso sobre la transitada Avenida Córdoba. Color, personalidad y desenfado son parte del estilo de Romina Salem Taborda.






Un PH repleto de arte sorprende en un primer piso sobre la transitada Avenida Córdoba. Color, personalidad y desenfado son parte del estilo de Romina Salem Taborda.
Lucía Benegas
“Llegué acá hace 20 años, recién separada de mi primer marido y muy triste porque se había muerto papá. Ese fue el contexto”, comparte la artista plástica Romina Salem Taborda. En su recuerdo, pasaba por la Avenida Córdoba en su combi Volkswagen con los clasificados en mano cuando vio el cartel que anunciaba la venta. Lo buscó en el diario y ahí estaba: “Era mucho más grande de lo que estaba buscando pero no estaba tan alejado de mi presupuesto”.
En el living reina el espíritu ecléctico: un sillón de pana azul de su abuela se protege con unos covers y almohadones hechos en textiles africanos que compró en Paris. La mesa es antigua y se la compró a una amiga.
Que estuviera ciento por ciento original fue lo que terminó de definirla; poco después de ofertar empezaba una primera obra de puesta a punto para mudarse a su casa-taller.
Hace ya seis años, Romina es representada por Coral Gallery en Miami, donde el año que viene planea una exposición.
Todas las fiestas
La mano es una pieza que heredó de su tía, que tenía un local de posters en la Galería del Este
“Todas las fiestas de mañana” se titula el cuadro que corona el sillón del living. Y es un poco una declaración de principios si se lo ve en su contexto. Cuando Romina se mudó, lo que ahora es el living comedor era un taller monumental en el que se cansó de pintar y producir, pero también de recibir a amigos, ser el punto de encuentro y celebraciones.
Las lámparas fueron un hallazgo que trajo de un anticuario de Rosario. "Convencí a un amigo de que compráramos una cada uno, pero después me arrepentí y le compré la suya".
"Yo crecí en una casa cálida con mucha obra de arte, muchos colores y recuerdos de viajes. Vivía sola con mamá y nos mudábamos continuamente, pero las casas eran siempre así (igual que lo de mi abuela y lo de papá) y creo que hay mucho de eso en casa."
Romina Salem Taborda, artista plástica y dueña de casa
En la biblioteca del living, los libros conviven con una escultura en bronce de su hija, hecha por su padre, el artista Leo Trombetta, una pintura de la misión chaqueña hecha por Emilia Ferreyra y otros objetos que aprecia.
Por etapas
La casa tuvo dos obras: la primera, la que hizo antes de mudarse y la segunda, después de tener a Fresia. “¡De la primera obra me quedó un recuerdo espectacular! La hice con Félix y Tulio Gómez Álzaga, dos arquitectos que eran hermanos de un amigo mío con los que compartía mucho de la manera de ver y entender el valor de la casa”, se acuerda.
La sillas fueron un hallazgo del mercado de pulgas que ella misma restauró con ayuda de un zapatero. "Compré el cuero, miré en detalle el diseño y el encordado y le pedí que lo cortara e hiciera los agujeros, ¡que había contado! Después yo misma las armé"
A esa primera intervención le debe la recuperación de los materiales originales, la instalaciones, baños y algunas otras reformas estructurales. La cocina, en cambio, es parte de su segunda reforma, para la que convocó a las arquitectas Bárbara Romeo y Andrea Mech.
La mesa de la cocina se hizo con el mármol original, las sillas son de Ikea.
“Cuando nació Fresia hubo un gran cambio que se concretó en la decisión de dar vuelta la planta: la casa dejó de ser un taller con una casa atrás para pasar a ser una casa con un taller”.
Aunque fue hecha en una segunda obra, la cocina mantiene el espíritu de la casa.
“La idea de cambiar la planta fue una sugerencia de Luisa de Álzaga, una íntima amiga que es decoradora”, cuenta Romina. El cambio fue fundamental no solo por la luz que ganaron en el área del living, antes ubicado al fondo, sino también porque en la nueva planta la cocina quedaba integrada al living.
Como un hotel
En su cama, un textil de origen africano se combinó con un respaldo tapizado con un género de Anthropologie. Encima un cuadro de Tomás Espina, colega y amigo
El living original se había ampliado en la primera reforma anexando un dormitorio, tras la decisión de invertir la planta se convirtió en un amplio dormitorio principal. El living, comedor y cocina dieron lugar a un sector de descanso, living con chimenea e incluso una bañadera, más un baño en suite y vestidor.
Junto a la cama una obra en gran formato de Romina y una obra de Santiago González Quesnel.
“La mayoría de las obras que tengo en casa son mías, heredadas o intercambiadas con amigos artistas a los que admiro muchísimo y de los que me encanta tener piezas en casa”
Junto a la chimenea un retrato de su madre hecho por Hugo Caballero, un pintor que hacía retratos en la década del 60 y 70. El sillón tapizado en rosa es legado de ella también
Rescatado
Los baños se acondicionaron respetando el espíritu original de la casa, con artefactos, grifería y pisos antiguos.
El piso calcáreo del baño lo rescató de una demolición por la que pasaba. “Lo subí en mi combi como estaba, tenía toda la carpeta de cemento pegada y se la saqué yo misma con un cincel: lo increíble fue que no faltó ni sobró un mosaico, ¡calzó justo!”, se acuerda.
En el cuarto de Fresia, uno de los primeros cuadros de su madre. Los textiles de la cama también son africanos.
Un hall de distribución separa su cuarto del de su hija. Acá, hizo un nicho en el placard para darle espacio a un escritorio. Todos los dormitorios se comunican con doble puertas al patio.
“La circulación del aire y las vistas al verde son lo que más valoro de la casa, incluso en los ambientes del fondo se da esa circulación directa al patio que hace que la luz o las ventanas no sean tan importantes”.
Pulmón verde
En el patio,una mesa antigua se combina con sillas de Ikea
El patio y la terraza son para Romina dos puntos fundamentales: “Desde que me fui a vivir sola, siempre prioricé las casas con patio y taller”. En esta casa, las dos cosas se unen ya que en la última obra eligió construir un taller vidriado en la terraza.
“No hay un día que no suba a trabajar en mi taller. Este invierno, por primera vez, me animé a hacer “asados de taller”: comidas en las que en vez de comer afuera, despejaba mi mesa de trabajo para sentarnos ahí. Me gustó tanto que pienso seriamente en ampliarlo y dejar la parrilla adentro”
Su espacio de trabajo es escaleras arriba, entre el verde y el silencio de la terraza.

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