Una comedia con el vínculo de madre e hijas en primer plano
Gustavo LladósFlorencia Raggi e Inés Estévez son hermanas en la ficción
MATAR A MAMÁ
AUTORA: Laura Oliva. Directora: Paula Ransenberg. intérpretes: Inés Estévez, Florencia Raggi y María Rosa Fugazot. Vestuario: Gustavo Alderete. escenografía: Lula Rojo. iluminación: Leandro Fretes.sala: Teatro Politeama (Paraná 353). funciones: viernes y sábados a las 20, a domingos a las 19:30. Duración: 70 minutos.
Después de debutar como autora teatral en 2021 con El recurso de Amparo, Laura Oliva reincide ahora en el oficio con otra obra de madre e hijas, pero esta vez en clave de comedia, un formato que conoce muy bien por haber transitado el género durante años como actriz.
Para este segundo opus contó con una directora y un elenco de lujo: Paula Ransenberg (de gran trayectoria en el teatro independiente como intérprete y puestista, y compañera suya en el elenco de los alabados Laponia y Para mí, para vos) e Inés Estévez, Florencia Raggi y María Rosa Fugazot, de muy diferentes trayectorias, pero que se entregan por igual al juego de hacer reír a la platea.
En la historia, el puntapié inicial lo da Dolores (Florencia Raggi), cuando invita a su casa a su hermana María (Inés Estévez) papocas ra hablar de lo que ha descubierto sobre su madre (María Rosa Fugazot): que la octogenaria mujer es furor en YouTube con videos críticos y mordaces en los que ventila aspectos privados de ellas dos. ¡Y que están editados por el hijo de María!, en una suerte de complot abuela/nieto inesperado. Luego de salir del asombro y especular con diversas teorías sobre lo sucedido deciden confrontarla y allí la historia toma un camino más reflexivo, en el que cada una deberá asumir sus errores en la relación que han manteniendo hasta ese momento (y que explicaría en buena parte la insólita actitud de la progenitora) y crecer.
En el proceso, las hermanas pasarán de desnudar sus diferencias –una es soltera, desordenada, optimista, neo hippie y diletante; la otra es casada, obsesiva, pesimista, adicta al porno y desafectiva– a limar asperezas, convivir como cuando eran chicas y retomar la amorosidad que alguna vez las había unido. Todo esto mientras van consumiendo azoradas, domingo tras domingo, los videos que su madre sube a la famosa plataforma audiovisual. Es aquí cuando sorprende que no se haya incorporado una pantalla al escenario para ver los videos y apreciar así la desopilante actuación en ellos de María Rosa Fugazot, a la que solo se la puede escuchar en off.
Matar a mamá le permite a Inés Estévez mostrar su costado cómico como veces ha sucedido, ya que en general es convocada para el drama. No solo lo hace muy bien sino que sorprende con su capacidad para imitar voces, tanto femeninas (incluída la de la misma Fugazot) como masculinas. Y se gana todos los aplausos en la escena de crisis, en la que aparece empastillada y balbuceante. A su lado Florencia Raggi, en un personaje menos agradecido y desarrollado, se destaca por su notable entrega y plasticidad corporal. ¿Qué decir, por último, de la gran María Rosa Fugazot? Aparece en solo dos escenas, pero el final –un monólogo a su medida- es todo suyo y justifica el precio de la entrada.
Gracias a ellas fundamentalmente, Matar a mamá es un espectáculo agradable y disfrutable. Pero el texto es irregular y a la puesta, por momentos, le falta ritmo (algo que por supuesto se podría remediar con el correr de las funciones). Ciertos apagones “enfrían” la acción y, como ya está dicho, la falta de la visión de los videos (en los que se basa buena parte de la obra) limita el nivel de comicidad.
A favor de la autora, hay que reconocer la efectividad del momento que concibió para que las actrices rompan “la cuarta pared” y se dirijan directamente al público. En definitiva, Matar a mamá se trata de un esforzado ejercicio de comedia, muy bien actuado, en el que el público femenino se verá claramente reflejado.
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El dolor, transformado en una ceremonia de sanación
Leni GonzálezCristina Maresca interpreta a una madre, en una obra que explora un proceso difícil
EL CUERPO ANÍMICO
AUTORÍA: Mariela Asensio. Dirección: Paola Luttini. intérpretes:
Cristina Maresca y Mariela Asensio. Vestuario: Gustavo Alderete. escenografía: Giuliano Benedetti. iluminación: Matías Sendón. AUDIOVISUALES: Mariela Asensio. sala: El extranjero (Valentín Gómez 3378). funciones: jueves, a las 20.30. Duración: 60 minutos.
Mariela Asensio perdió a Victoria, su mamá, hace muy poco, unos tres meses. Tenía cáncer de pulmón, enfermedad que se instaló en sus rutinas los últimos ocho años cuando el diagnóstico marcó la hora de lo que venía: tratamientos, medicinas, autorizaciones, mejoras y caídas, esperanza y agobio, altibajos, zozobra, vida y muerte.
El cuerpo anímico, la última obra escrita por Asensio y dirigida por Paola Luttini, acompaña el camino de madre e hija a través de ese terreno de obstáculos. Durante ese devenir cotidiano entre hospitales y consultas, aparecen preguntas sobre el sentido de ese sufrimiento, del por qué y cómo se relacionan los cuerpos con la enfermedad en una sociedad que exige productividad incesante a cambio de la promesa de juventud eterna.
En una escenografía totalmente blanca, el escenario se divide en tres partes separadas por unos biombos metálicos, típicos del moVictoria biliario de la salud, que son móviles y permiten cambiar con rapidez los espacios. En ese ambiente casi hospitalario, resalta el vestuario rojo brillante de Mariela, la hija (que, por supuesto, interpreta Asensio), y el más opaco y oscuro de Victoria, la madre, personaje a cargo de la magnífica Cristina Maresca (la abuela de La omisión de la familia Coleman y de Dora, un ingrediente especial, ambas en cartel).
Como en La casa oscura -el show documental donde Asensio y Maruja Bustamante se metieron con la salud mental-, la directora es Paola Luttini, quien hace tiempo forma dupla creativa con la creadora de Mujeres en el baño, en distintos roles (Asensio la dirigió en Vivan las feas y No me llames). Por lo tanto, hay una identidad en conjunto, un estilo que las identifica: la pantalla que no solo “ilustra” con imágenes sino que suma información, pone los títulos de cada momento, enumera los créditos, dice “Fin”; el uso de todo tipo de material de archivo audiovisual, fotografías, audios de WhatsApp; la narración a público como una confesión verborrágica, procedimiento redoblado por la acción, es decir, la enunciación narrativa precede y anuncia lo que inmediatamente se realiza en el diálogo. En este viaje donde lo ficcional se cruza tan íntimamente con lo biográfico y autoreferencial, la “duplicación” de las Marielas es ostensible, la autora que reflexiona sobre los hechos con preguntas sin respuesta y la hija personaje que lidia como puede con la madre enferma.
Victoria nunca es víctima. Maresca rescata con humor sus insultos contra el sistema, su incorrección política, su inocente manipulación, pero también la ternura con la hija, el conmovedor deseo de volver a la rutina (“solo quiero ver la televisión con un vinito y mi perrita”), la aceptación sabia de lo irremediable, la importancia del instante. Quizás porque en esta etapa terminal no podemos evitar encariñarnos con ella, quedan ganas de conocerla mejor. En pantalla aparecen un par de fotografías con la Victoria joven y, en escena, el personaje de Maresca cuenta que su vida no fue fácil. Pero no mucho más.
En la sala, el silencio absorto solo es roto por ruido de lágrimas. Es difícil entender para quienes no somos actores ni actrices, cómo Asensio puede interpretar(se) a esta hija, pero suponemos una explicación.
Durante el tortuoso transcurrir de la enfermedad, escribió El cuerpo anímico mientras imaginaba a su madre en la platea. En medio de los ensayos, llegó otro final, ese que no puede cambiarse. No obstante, contra esa imposición, el proceso continuó hasta el estreno. “Voy a decirte acá todo lo que no te diría en la vida real”, blanquea la hija a la madre ya debilitada y sin ganas de seguir luchando. Esa es la clave de la obra, su condición de posibilidad para que estos artistas y el motor fortalecido de un corazón roto transformen el dolor en ceremonia de sanación colectiva. Hay otra vida y sucede en el teatro
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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