El momento justo para dejarlos y los errores más comunes de los padres
La psicóloga infantil Laura Francomano derriba mitos sobre el control de esfínteres y explica cómo identificar las señales que anticipan que el proceso está empezando
Texto Valeria Vera | Ilustración Javier Joaquín
Para algunas familias el cumpleaños de dos de su hijo o el inicio del jardín se convierte automáticamente en el comienzo de una etapa que, por error, asocian al calendario o, incluso, al verano.
El control de esfínteres, dejar de usar pañales, retener las ganas y poder ir al baño solo es un proceso que escapa a todos estos parámetros.
Pese a que arrastra mitos y creencias que llevan, muchas veces a los padres a precipitarlo y a incurrir en un sinfín de equivocaciones, se trata de un proceso madurativo del niño.
“Hay ciertas cuestiones fisiológicas que tienen que estar dadas, pero siempre se necesita de un ambiente que lo propicie, de adultos que acompañen”, sostiene Laura Francomano, psicóloga infantil y creadora del podcast El otro grupo de mamis, desde donde acompaña a las familias durante la primera infancia, en el noveno capítulo de Primerizos, ¿y ahora qué?, el ciclo interactivo y audiovisual de
+ Huggies, Nutrilon y la nacion Swiss Medical.
Dejar los pañales es un hito que las familias tienen que conocer para saber acompañar, con motivación, sin exigencias y sin presiones, atentos a las señales que ellos mismos brindan, con avances y retrocesos. “Es un proceso de aprendizaje que requiere paciencia, ensayos, oportunidades. Vamos y venimos hasta que por fin está el logro. Siempre hay que tener la mira en ese trayecto y desde ahí posicionarnos”, aconseja la especialista.
–La etapa del control de esfínteres suele estar rodeada de mitos y desconocimiento. Los pañales: ¿se sacan o se dejan de usar?
–Los pañales se dejan, pero con ayuda. En realidad, dejar los pañales es un proceso madurativo.
–Entonces nada tiene que ver con el calendario o con la estación en la que estemos…
–En líneas generales, es un proceso que suele darse más o menos entre los dos años y medio y alrededor de los cuatro años. Por otro lado, si bien no es algo atado al verano, es más cómodo con la ropa y si las condiciones están dadas, podemos avanzar, pero no es que sea el único criterio a seguir. Como es un proceso sumamente personal, no lineal, que tiene idas y vueltas y que requiere paciencia, ensayos, y oportunidades.
–¿Cómo las familias pueden acompañar a los chicos?
–Primero, pensarlo como un proceso y no hablar de accidentes o de errores, sino ir acompañando el esfuerzo de los niños. Vamos a estar atentos al criterio de la edad y también al interés del niño, que empieza a preguntar, por ejemplo, cuando el adulto va al baño. Juegan a que van al baño, porque nos miran, nos copian. También podemos observar cuestiones más fisiológicas, como el pañal seco después de algunas horas de retención. Otra cosa también que sugiero es acompañar con literatura. Hay un montón de cuentos sobre el tema, algunos muy explícitos, otros más generales, sobre cómo afrontar los miedos, crecer, trabajar las ansiedades. También me parece que si nosotros, los papás, nos relajamos, ellos de alguna manera también. Conectar emocional y cognitivamente con nuestros hijos en ese momento es la mitad del trabajo. El adulto tiene que estar disponible, sino un niño no puede aprender un hábito.
–¿Cuáles son esas señales que indican que el proceso está en marcha?
–En los cursos lo separamos en etapas para que los padres puedan ver a qué estar atentos.
Avisa mientras está haciendo pis en su pañal: empiezan a notar que están sucios y que les genera incomodidad. Estamos hablando también de cierto desarrollo, porque hay un registro de su propio cuerpo y lo expresan de la forma en la que lo puedan comunicar: “Estoy mojado, estoy frío, me molesta”. Anticipa mínimamente (o segundos antes) que está empezando a hacer pis: los niños suelen ser más literales que los adultos, así que la gran mayoría de las veces que lo dice implica que está ocurriendo en ese momento: “Me estoy haciendo”.
Avisa un poco antes de hacerse encima y retiene hasta llegar al baño: hay un registro de las ganas y una espera también.
Ese sería el caminito esperado. En la gran mayoría de los casos suele darse que primero controla las heces nocturnas, luego las diurnas, después la orina en vigilia y, por último, la orina nocturna.
–Entonces es importante que los padres no se frustren con las idas y vueltas...
–Claro, no frustrarnos como papás, ni tampoco retarlos. Es importante no sancionarlos cuando las expectativas de logro no van en base a lo que uno espera. No comparar con otros niños, aunque a veces es muy genuino decirle, por ejemplo: “Mirá, Spiderman, no usa pañales”, porque sabemos que nuestro hijo lo idolatra. Sé que esconde el deseo genuino de alentarlo, pero también suele esconder una gran frustración y carga emocional para los chicos. Tampoco decirle: “Estás grande para pañales”. Los pañales no son exclusivos de una franja etaria. Son para todas las personas que los necesitan. Tampoco hay que reforzar el logro. Si fue e hizo pis en la pelela, se lo vamos a celebrar, pero no exagerarlo. Los adultos tenemos que tratar siempre de poner el foco para el aprendizaje de cualquier hábito en la vida de nuestros hijos en el esfuerzo, en el proceso, porque la satisfacción va a venir, lo va a lograr. Y otra cosa es bajar nuestras expectativas porque es un proceso que suele durar seis meses, ocho, a veces menos, pero en realidad cuando dura menos es porque todo lo otro quedó invisible.
–¿De qué manera adaptamos el baño? ¿Pelela o inodoro?
–A gusto del consumidor. No pasa nada si un niño se siente cómodo usando una pelela, aunque siempre sugiero primero probar el reductor de inodoro. Porque, además de que es más práctico e higiénico, prepara el escenario a futuro. El traspaso luego es más sencillo y da la disponibilidad de llevarlo adonde vayas. También está bueno darle al niño soporte con un banquito y que no esté con los pies colgando, porque da sensación de vértigo y pueden tener miedo. Ese mismo banquito después se acerca a la bacha para que el niño pueda en forma autónoma o lo más autónoma posible, tratar de abrir la canilla y lavarse las manos. También tratar de favorecer la comodidad con la ropa, es decir, reemplazar los bodies por dos prendas, para que no sea un gran obstáculo en el momento de gestionar rápido porque el niño se hace pis.
–¿Cómo se siente el niño frente a este proceso?
–El niño, por lo general, va a sentir ansiedad. Tenemos que estar atentos a qué tipo de ansiedad. Si le da energía, lo motiva, lo predispone bien, es ese famoso distrés. Es parte del proceso y se acompaña. Pero si hablamos de una ansiedad que lo paraliza, lo angustia, lo desborda, hay que consultar con un profesional. Depende de dónde esté puesto el foco. Como papás tenemos que ver si el miedo es real o fantaseado, y eso va a depender de miles de factores. El miedo más común es a que haya dolor cuando van al baño. Entonces el niño empieza a retener y termina con estreñimiento; asocia el dolor con hacer caca.
–Es muy común que algunos chico se escondan para hacer caca. ¿Por qué sucede?
–Porque nosotros significamos a esa caca como algo feo, algo asqueroso, y a ellos les da una especie de sensación de culpa de esa “chanchada” que están haciendo. En ese punto está bueno explicarles en un lenguaje que los niños puedan entender qué es la caca. Por ejemplo: “Cuando vos comés una banana, nuestro cuerpo agarra de la banana todo lo bueno y lo usa como energía, como la nafta de los autos, y lo que no le sirve lo tira a la basura, como la cáscara. Bueno, esa basura es la caca”. Otra cosa tiene que ver con el registro de lo público y lo privado, lo íntimo. Empieza a haber un registro, el niño comienza a esconderse porque tiene que ver con su intimidad, con sus partes íntimas.
–¿Cuándo decimos efectivamente que un niño controla esfínteres?
–Cuando tiene el registro de las ganas previas de hacer pis o caca y la capacidad retentiva de ir a hacer pis o caca donde él decida: un inodoro con reductor, una pelela. Y no hay que apurarlos, porque es un hábito que tarda en ser incorporado. Hay un montón de escenarios en donde el niño todavía no ensayó ni una vez. Cuando esto ocurre, esperemos unos meses más y cuando ya pasó por varios contextos durante seis meses, más o menos, ya está listo
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