Obligado a nuevas funciones
Claudio JacquelinJavier Milei
Fue un cambio radical desde que llegó a la presidencia. Por primera vez, Javier Milei bajó al barro de la negociación política directa con legisladores aliados y colaboracionistas.
La excepción no se transformaría en un hábito, pero “la rosca” con “la casta” promete dejar de ser una rareza. La realidad le impuso al Presidente una nueva tarea, de la que hasta ahora había preferido desentenderse.
La defensa del presupuesto 2025 y más diálogos para evitar que la oposición reúna los dos tercios y le voltee el veto total que se dispone a oficializar contra el aumento de la jubilaciones lo tendrán en la primera fila. Otro tanto está decidido a hacer si el Senado termina por sancionar la ley de financiamiento universitario, que ya fue aprobada por la Cámara de Diputados.
“Javier le va a poner el cuerpo y hasta podría ir a explicar el presupuesto al Congreso. Para los que dicen que se desentiende de todo lo que no sea economía”, desafían a su lado.
Es una obviedad, de todas maneras, que fue obligado a la nueva actividad por la economía o, mejor dicho, por el temor al impacto que tendrían estos temas sobre el objetivo prioritario de sostener el precario equilibrio fiscal, base de sustentación de todo, junto con la caída de la inflación, que se resiste a acercarse al dos por ciento pretendido y prometido. La política (no el poder) es ajena a sus pasiones.
La peor semana del Gobierno en el Congreso no es lo único que lo impulsó a Milei a ampliar su monofoco de interés. Algunos indicadores y encuestas de opinión pública muestran números menos halagüeños o más inquietantes que los que el discurso oficial admite y promociona. No habrían estado esos tópicos fuera de la última conversación que el Presidente tuvo hace una semana con Mauricio Macri.
“Ustedes saben que esto no es lo que más me gusta ni lo que más me divierte hacer, pero es lo que me toca. Así que junto con Guillermo [Francos] vamos a tener más de estos encuentros y diálogos”, se sinceró y les anticipó Milei a los diputados oficialistas, semioficialistas y colaboracionistas con los que se reunió al caer la tarde del viernes pasado. Un anfitrión demasiado singular que les dice a sus huéspedes que preferiría otras visitas.
La resignada frase fue, por otra parte, una reivindicación y un empoderamiento público de su jefe de Gabinete, a cuya autoridad y enorme paciencia venía gastando la omnipresencia, omnipotencia y multifuncionalidad del asesor Santiago Caputo. Son promesas de una nueva etapa. Y anuncios de que habrá más funciones de “Milei, político”, el nuevo y obligado papel con el que, junto al de “Javier, casado”, busca reordenar su gestión y reposicionar su imagen, aunque sin perder su esencia disruptiva. Para que nadie se ilusione ni se desilusione demasiado. Juegos de roles obligados, para los que el Presidente siempre ha dicho que nunca tuvo vocación.
Los inminentes desafíos legislativos que le esperan (presupuesto, aumento de jubilaciones y financiamiento universitario) se suman a la proyección que ya empieza hacerse hacia el año electoral. Demasiado desflecado tiene el oficialismo su propio espacio como para evitar más descontentos y obturar fugas de aliados, que han sostenido sus proyectos con más disciplina que los legisladores libertarios.
Las insidiosas palabras que Milei le dedicó a Macri por el voto de algunos legisladores amarillos al cambio en el sistema previsional podrían haber rebotado en sus oídos como un eco incómodo. Lo de que “no controla a su tropa” bien se lo podría haber dicho a sí mismo, después de las nuevas fracturas (con escándalos incluidos) en los bloques libertarios de Diputados y del Senado.
Ni hablar de la relación con su vicepresidenta, Victoria Villarruel, a quien en la Casa Rosada ya no solo le facturan recientes disidencias, sino que siguen abiertos viejos recelos. “Desde la campaña ella está armando su propio espacio. No es de ahora”, coinciden la hermana Karina y Caputo, el gurú, dos de los tres lados del “triángulo de hierro” del poder. Ni olvido ni perdón, le devuelven a la vicepresidenta, con malicia.
Villarruel es la dirigente oficialista más valorada, junto al Presidente, y, además, es la única mujer del espacio con imagen neta positiva, que supera por mucho a otras. Sobre todo, a Karina Milei, que tiene un diferencial negativo de imagen de 18,2, contra un +7,2% de la vicepresidenta, según una encuesta del Grupo de Opinión Pública y Trespuntozero.
En el universo amarillo el debut de “Milei, político”, a cuyos ensayos generales y a la avant premiere había asistido Macri, dejó impresiones ambiguas. Lo celebraron como un primer paso positivo, a la espera de que se consolide y sea más que una puesta en escena forzada por las circunstancias. Las dudas persisten.
“Veremos si el vínculo se profundiza y deriva en algo más concreto. Por ahora, prometió que las reuniones se van a repetir”, dijo, con extrema prudencia y sin alimentar ilusiones, una de las principales figuras de Pro que estuvo en la residencia de Olivos.
Con la distancia que mira aún esa relación incipiente, la fuente macrista ahondó sobre algunos de los tópicos tratados por Milei: “Se mostró muy convencido del veto total a la ley de aumento a las jubilaciones y sobre el rumbo económico. Y creo que si sale el financiamiento a las universidades también lo va a vetar. Le importa más mostrarle al mercado que va en serio, que los resultados que logre”. Una forma de subrayar que les quedó en claro que la discusión política es para el Presidente una obligación inherente a su “trabajo” (como llama Milei al ejercicio de la primera magistratura), pero que no la aprecia.
En Pro, además, saben que la desconfianza sigue atravesando el vínculo con el oficialismo, más allá de la relación personal que sostienen Macri y Milei. En la Casa Rosada se cuidan de que se sepa que hay diferencias. Todo lo contrario. Recuerdan viejos entredichos y nuevas suspicacias.
“Eso de que gracias a Pro pudimos fiscalizar la segunda vuelta y tener recursos esenciales para poder ganar es bastante discutible. En muchos lugares ni aparecieron sus fiscales y aportaron mucho menos de lo que dicen ahora para tratar de cobrar con cargos y cajas, como pide Macri”, dice un estrecho colaborador presidencial. El autor de la frase fue parte central de la organización del último tramo de la campaña y ahora integra con Karina Milei el equipo chico dedicado a la construcción electoral para el año próximo. Demasiados cabos sueltos y cables pelados.
Luces de alarma
Ante ese escenario, algunos indibierno cadores se cruzan en las discusiones políticas con los aliados y eventuales socios del oficialismo.
La declamada recuperación económica que se estaría dando en el último bimestre empieza a encontrar evidencias que la relativizan. La reactivación no solo es muy heterogénea, sino que la actividad y el consumo, además de seguir en un piso muy por debajo del que estaba hace un año, también muestran en el cotejo intermensual que siguen sin levantarse, salvo en actividades puntuales y en segmentos de la economía y de la sociedad acotados.
En ese plano, una novedosa medición realizada por la consultora Casa3, que dirige Mora Jozami, generó un llamado de atención. Lo que esa encuestadora denomina el índice de indignación social (IDI) mostró en agosto, por tercer mes consecutivo, “un empeoramiento y, por ende, una mayor crispación en el humor social”. “Es la marca más baja de la serie, que se inició en marzo”, destacan. El trabajo se publicó en el sitio Seúl, creado por Hernán Iglesias Illia, un colaborador de Mauricio Macri (como Jozami), que en estos meses se ha mostrado afín a la gestión de Milei.
“El deterioro del IDI significa que la ‘paciencia social’ se está reduciendo. Esto impacta directamente (aunque quizás no inmediatamente) en la imagen del Presidente y en la valoración de la gestión nacional. Esta caída en el IDI se atribuye principalmente a la pérdida de confianza en las expectativas futuras, una notable disminución en el estado de ánimo de los argentinos y la percepción sobre la capacidad del Gono para resolver los problemas económicos”, explican.
Los sectores donde ese deterioro es mayor son los adultos mayores de 65 años (justo a los que afectaría el veto a la ley de recomposición de los haberes jubilatorios), los más pobres y los hombres, que han sido un importante apoyo a Milei.
Donde el humor se mantiene más firme a favor del oficialismo sigue siendo entre los jóvenes de 16 a 35 años, aunque es más fuerte entre los que están en mejor situación económica. Ergo, entre los de mayor edad y los más pobres empieza a abrirse el piso sobre el que Milei se lanzó hacia la presidencia y lo ha sostenido hasta acá.
Jozami advierte que el índice de este mes no preanuncia una crisis y todavía podría bajar sin que esta se precipite. No obstante, lo considera una luz de alarma (de hecho el título de la nota de Seúl es “Una señal de alerta”), ya que se trata de un indicador construido sobre nueve variables, que permite auscultar qué está pasando debajo de lo que muestran las encuestas de imagen e intención de voto.
A ello, la consultora agrega un dato más que relevante tanto para el oficialismo como para el macrismo: “En vísperas de un año de elecciones legislativas, en los que los votantes suelen optar con más libertad y fragmentar más el voto, estas percepciones sobre la situación pueden ser muy relevantes”, advierte.
En el macrismo suman a esta medición casi propia del humor social otro dato significativo: “El humor del votante de Patricia Bullrich cayó 30 por ciento”.
Son números que van sumando en vista no solo de las elecciones del año próximo, sino también del tipo de relación que tendrán con el oficialismo. Eso podría explicar la reciente disposición de Milei a reunirse tan seguido con Macri, como acto de contención, así como la cautela con la que reciben los dirigentes macristas los gestos de Milei, mientras no se traduzcan en efectividades conducentes.
De consolidarse este escenario, los macristas consideran que los incentivos para asociarse solo electoralmente con el mileísmo podrían reducirse.
“En ese caso, Pro tendrá que evitar que la elección resulte un plebiscito sobre el Presidente y lograr que el voto se defina por los resultados de la gestión”, advierte un consultor escuchado por Macri. En la mesa de control macrista hay ahora nuevas variables.
El tiempo ha empezado a correr más rápido para el Gobierno. Y la dirigencia política, sea colaboracionista, opositora crítica o adversaria a ultranza, comienza a mirar desde otra perspectiva, a pesar de que su imagen sigue siendo más negativa que positiva en todas las encuestas y que no deja de aportar razones para eso.
Así crece la demanda para que “Milei, economista” y “Javier, profeta” muestren resultados positivos, que excedan la estadística y lleguen a la vida cotidiana. También, obliga a “Milei, político” a amigarse con el rol y a hacerlo más creíble. Habrá que esperar las nuevas funciones prometidas.
“Esto no es lo que más me divierte hacer”, les dijo Milei a los diputados aliados
Algunas encuestas empiezan a mostrar señales de alerta
“Milei, político” y “Javier, casado”, nuevos papeles se suman a “Javier, economista y profeta”
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Victoria Villarruel. El entorno de una vice que Milei mira con sospechas
La titular del Senado se mueve con hermetismo y con un reducido grupo de personas de confianza; el papel de los “villarruelines”, el grupo de jóvenes que la acompaña
Paula Rossix
Victoria Villarruel conoció los detalles de su despacho en el Senado por un tour que le hizo su antecesora, Cristina Kirchner, que incluyó hasta el baño. Entró sin celular porque así se lo exigieron e hizo un chiste para descontracturar. Los que la conocen dicen que le gusta usar el humor para matizar las charlas y, con los propios, para mostrar cercanía. Algunos aventuran que la expresidenta se rio. Después de ese primer encuentro, cuando se instaló Villarruel decidió cambiar los cuadros. “Eran muy feos”, contó a alguien que suele entrar la nacion asiduamente a ese despacho del primer piso. Sumó el retrato de su padre, Eduardo, y algunas imágenes de la Virgen que le regalaron en sus visitas a varias provincias, que empiezan a tornarse un sello.
Pese a un paralelismo difícil de trazar, se podría decir que Victoria Villarruel y Cristina Kirchner comparten algo: un fuerte hermetismo sobre su cotidianeidad que repiquetea también en su círculo cercano, de extrema fidelidad y silencio.
Mientras en Balcarce 50 preocupa en demasía su vuelo propio, en su ambiente rechazan cualquier cuentapropismo. Destacan que Villarruel establece relaciones de lealtad y que su entorno la cuida de la sobreexposición. Por fuera, algunos la ven como “terriblemente desconfiada” y dicen que “le cuesta delegar”.
Tal vez sea por eso y por una idea de austeridad (que le reconocen propios y ajenos) que en sus recorridas federales viaja con un grupo muy reducido de colaboradores. Sigilosa, vuela para sus recorridas en avión de línea.
Sus postales con gobernadores y en actos patrios suelen impacientar a los hermanos Milei, que en los primeros meses de gobierno miraron más hacia el exterior que hacia el interior.
En sus escapadas y en el día a día a Villarruel la acompaña su secretaria privada, Guadalupe Jones, que es además su amiga, quien le maneja la agenda y a veces le saca fotos, contratada como planta temporaria en el Senado. “Es de confianza para ella y además tiene que serlo, para ver a quién atiende y a quién no”, explican sobre su ladera, que es hija del coronel Juan Carlos Jones Tamayo (que murió condenado por delitos de lesa humanidad) y quien, al igual que Villarruel durante su carrera profesional como abogada, estuvo ligada a organizaciones que se autodenominan de “memoria completa”. Otras veces se suma a las travesías la secretaria administrativa del Senado, María Laura Izzo, también cercana a Villarruel.
Su grupo de trabajo se completa con personal ligado estrictamente a su tarea en el Poder Legislativo y a otra parte que llegó tanto por contactos personales como por su actividad política. De este último tramo algunos se fueron cuando a principios de año Villarruel cortó relaciones con el diputado nacional libertario Guillermo Montenegro, quien fue su mano derecha durante la campaña y le proveyó un buen número de contactos.
Victoria Villarruel y los “villarruelines” Las secretarías Administrativa y Parlamentaria se ubican en un cuarto lindero a su despacho. Allí es habitué un personaje influyente y activo para la vice: Agustín Giustinian, quien ya se desempeñó como secretario parlamentario del bloque de Pro y ahora lo hace para la cámara. Suele vérselo sentado a la derecha de ella en las sesiones.
Aliados del exinterbloque de Juntos por el Cambio lo reconocen como alguien que sabe del reglamento de la casa y de “excelente diálogo” para estos menesteres con los aliados.
En las filas de Villarruel está también la salteña Isolina Correa Monterrubio, que tuvo un paso por la política de su provincia y oficia como directora general de Relaciones Internacionales. Se suman los directores de Prensa, Gaspar Bosch; de Protocolo, María Laura Arnejo y Soledad Aramendi, y de Asuntos Jurídicos, Grisela García Ortiz, de orígenes en Pro, como Giustinian.
Otra parte de sus colaboradores fueron derivados al Anexo. En los lugares donde se mueve Villarruel y su entorno hay depositadas llaves de ciudades y regalos que recibe en sus viajes por el país. Dicen los suyos que jamás se lleva los obsequios a su casa y que si son comida, sobre todo dulces, los comparte con el personal de seguridad y con los mozos.
La Derecha
Al Congreso va de lunes a jueves. Si no visita alguna provincia, suma los viernes. Coinciden hasta sus opositores en que cuando circula por los espacios comunes es amable y saluda a quien se cruce. Los “villarruelines” suelen escoltarla cuando pasillea. Así identifican en los otros despachos a los jóvenes de la agrupación La Derecha, que se referencian en ella. Una parte trabaja en la Cámara alta. “Andan en banda. Hay como máximo seis o siete que la rodean y la acompañan, la ayudan. Llevan, traen, suben a los palcos”, enumeran desde una oficina opositora para describirlos. “A veces aparecen los demás, son 30 o 40, que se sacan fotos en la puerta del Senado”, acotan.
Cerca de Villarruel dicen que los integrantes de La Derecha militan activamente en redes sociales porque no tienen bajada territorial, debido a que la vicepresidenta no cuenta con capilaridad. “A veces participan de las actividades del Senado. Ellos la admiran y ella les da lugar porque los valora”, aseguran.
El “villarruelín” más empoderado es Juan Martín Donato, referente de esa agrupación que llegó con el diputado Montenegro, pero se quedó con la vice. Mientras algunos con años en la política lo tildan de inexperto, Villarruel ve en él un buen colaborador que sumó alta influencia en el último tiempo, lo que despertó algunos recelos. Oficia, según dicen quienes se mueven por el Senado, como una especie de cadete todoterreno y en los papeles es titular de la Dirección de Atención Ciudadana.
Está también el “Cordobés” o “Viramonti”. Así se refieren a Emilio Viramonte, cónsul de Dinamarca en Córdoba que tiene una amistad de larga data con Villarruel y que pulula en su entorno. Desde afuera lo ven como un jefe de Gabinete virtual. No solo recibió a la vice en Villa Allende en enero, sino que fue anfitrión de la comida donde confluyeron las personalidades de la política local, que se fueron sorprendidas por la austeridad de la velada.
Elegante, admiten hasta sus detractores, la vice está atenta a su imagen. Su obsesión: las escarapelas. Llega a ponerse hasta dos juntas: una en el tapado y otra en la camisa. Su peinador es Joaquín Persson y sus atuendos están pensados, sobre todo cuando desembarca en las provincias con los sombreros Maidana o los ponchos de Uayno.
Graciela Ocampo es una de sus diseñadoras favoritas y quien está detrás de sus característicos trajes de saco y pantalón.
Cuidado personal
Hace actividad física y los que la conocen dicen que se cuida, pero que “come de todo”. No es raro verla almorzar en el comedor del Senado. Fue ahí que se reunió una vez con Karina Milei, su principal detractora en las filas internas y sobre quien hubo suspicacias de todo tipo en el Senado, por ejemplo esa vez que apuntaron al tándem hermana presidencial-vocero presidencial (o sea, Manuel Adorni) cuando desde la comunicación de la Casa Rosada mandaron fotos de un acto justo en el momento en que Villarruel llegaba tarde.
Contraparte de Martín Menem, el preferido del mileísmo entre los presidentes de cámaras, la mayoría de las veces la vice pide que le lleven la comida que preparan en el Senado a su despacho, así almuerza con alguna figura política o que le acerca su equipo. También participa de las reuniones de Labor Parlamentaria.
Vinculada a los sectores más conservadores, los suyos la describen como una mujer de palabra, estricta en sus visiones, pero dicen que no por ello deja de ser respetuosa con los opositores y destacan que no sobreactúa enojos innecesarios. El beneplácito con que la llegaron a mirar en otros sectores despierta una avalancha de teorías conspirativas en la Casa Rosada, sobre todo cuando intentan pegarla con el expresidente Mauricio Macri; o cuando se enteran de que Villarruel habla por WhatsApp con algunos dirigentes de la fuerza amarilla. En ese marco llegaron las críticas de la diputada nacional Lilia Lemoine, muy cercana a los hermanos, que le pidió que se comporte. “Que Lemoine le diga cómo tiene que ser vice...”, se escuchó en el Senado en una oración inconclusa, pero reveladora.
Su figura también generó fricciones en el peronismo por su risa cuando el senador José Mayans, que preside el interbloque kirchnerista, bromeó con el apodo “jamoncito” que le puso ella al Presidente. La simpatía no le cayó bien a Cristina Kirchner. “Con Mayans se pelean bastante y con [Juliana] Di Tullio se llevan como el culo, pero no se dejan de respetar, es gente educada”, alega alguien al tanto de las relaciones con los jefes de los dos bloques del kirchnerismo. “No es tan diplomática con la gente que no le cae bien”, se quejan, irónicos, los opositores que vieron cómo Villarruel elevó el tono y le dijo con encono a Eduardo “Wado” de Pedro, hijo de desaparecidos, que por favor no la hiciera “entrar en su historia personal”.
Articuladores para sus relaciones políticas no existen, coinciden fuentes consultadas por “Operadores no se le conocen”, sintetizan desde los despachos más ligados a Cristina Kirchner. Es Villarruel quien, cuando la Casa Rosada la sumó a la negociación por la Ley Bases luego de bajarla, iba personalmente a llevar adelante los vínculos.
Desde sus huestes alegan que es una decisión propia. “No es porque no tenga a nadie que pueda hacer eso. Ella es nueva en algunos circuitos y cree necesario ir con su palabra, que vean su cara. Siente que tiene que estar ella. No es para que nadie hable en su nombre, gente para negociar tiene, pero quiere empeñar su palabra. Por eso la llaman cuando hay problemas, porque sus interlocutores confían en ella”, aseguran desde su entorno.
Los laderos en el recinto
Águstín Giustinian secretario parlamentario
◗ Ya se había desempeñado como secretario parlamentario del bloque de pro. villarruel lo llevó a la secretaría de la cámara alta.
◗ le reconocen el conocimiento del reglamento del senado y su buen diálogo con los aliados del oficialismo.
María Laura Izzo secretaria administrativa
◗ se encarga de la coordinación de las tareas administrativas del senado.
◗ entre otras funciones es la responsable de registrar y validar el quorum.
◗ lleva un seguimiento del plan de cada una de las sesiones.
Victoria Villarruel conoció los detalles de su despacho en el Senado por un tour que le hizo su antecesora, Cristina Kirchner, que incluyó hasta el baño. Entró sin celular porque así se lo exigieron e hizo un chiste para descontracturar. Los que la conocen dicen que le gusta usar el humor para matizar las charlas y, con los propios, para mostrar cercanía. Algunos aventuran que la expresidenta se rio. Después de ese primer encuentro, cuando se instaló Villarruel decidió cambiar los cuadros. “Eran muy feos”, contó a alguien que suele entrar la nacion asiduamente a ese despacho del primer piso. Sumó el retrato de su padre, Eduardo, y algunas imágenes de la Virgen que le regalaron en sus visitas a varias provincias, que empiezan a tornarse un sello.
Pese a un paralelismo difícil de trazar, se podría decir que Victoria Villarruel y Cristina Kirchner comparten algo: un fuerte hermetismo sobre su cotidianeidad que repiquetea también en su círculo cercano, de extrema fidelidad y silencio.
Mientras en Balcarce 50 preocupa en demasía su vuelo propio, en su ambiente rechazan cualquier cuentapropismo. Destacan que Villarruel establece relaciones de lealtad y que su entorno la cuida de la sobreexposición. Por fuera, algunos la ven como “terriblemente desconfiada” y dicen que “le cuesta delegar”.
Tal vez sea por eso y por una idea de austeridad (que le reconocen propios y ajenos) que en sus recorridas federales viaja con un grupo muy reducido de colaboradores. Sigilosa, vuela para sus recorridas en avión de línea.
Sus postales con gobernadores y en actos patrios suelen impacientar a los hermanos Milei, que en los primeros meses de gobierno miraron más hacia el exterior que hacia el interior.
En sus escapadas y en el día a día a Villarruel la acompaña su secretaria privada, Guadalupe Jones, que es además su amiga, quien le maneja la agenda y a veces le saca fotos, contratada como planta temporaria en el Senado. “Es de confianza para ella y además tiene que serlo, para ver a quién atiende y a quién no”, explican sobre su ladera, que es hija del coronel Juan Carlos Jones Tamayo (que murió condenado por delitos de lesa humanidad) y quien, al igual que Villarruel durante su carrera profesional como abogada, estuvo ligada a organizaciones que se autodenominan de “memoria completa”. Otras veces se suma a las travesías la secretaria administrativa del Senado, María Laura Izzo, también cercana a Villarruel.
Su grupo de trabajo se completa con personal ligado estrictamente a su tarea en el Poder Legislativo y a otra parte que llegó tanto por contactos personales como por su actividad política. De este último tramo algunos se fueron cuando a principios de año Villarruel cortó relaciones con el diputado nacional libertario Guillermo Montenegro, quien fue su mano derecha durante la campaña y le proveyó un buen número de contactos.
Victoria Villarruel y los “villarruelines” Las secretarías Administrativa y Parlamentaria se ubican en un cuarto lindero a su despacho. Allí es habitué un personaje influyente y activo para la vice: Agustín Giustinian, quien ya se desempeñó como secretario parlamentario del bloque de Pro y ahora lo hace para la cámara. Suele vérselo sentado a la derecha de ella en las sesiones.
Aliados del exinterbloque de Juntos por el Cambio lo reconocen como alguien que sabe del reglamento de la casa y de “excelente diálogo” para estos menesteres con los aliados.
En las filas de Villarruel está también la salteña Isolina Correa Monterrubio, que tuvo un paso por la política de su provincia y oficia como directora general de Relaciones Internacionales. Se suman los directores de Prensa, Gaspar Bosch; de Protocolo, María Laura Arnejo y Soledad Aramendi, y de Asuntos Jurídicos, Grisela García Ortiz, de orígenes en Pro, como Giustinian.
Otra parte de sus colaboradores fueron derivados al Anexo. En los lugares donde se mueve Villarruel y su entorno hay depositadas llaves de ciudades y regalos que recibe en sus viajes por el país. Dicen los suyos que jamás se lleva los obsequios a su casa y que si son comida, sobre todo dulces, los comparte con el personal de seguridad y con los mozos.
La Derecha
Al Congreso va de lunes a jueves. Si no visita alguna provincia, suma los viernes. Coinciden hasta sus opositores en que cuando circula por los espacios comunes es amable y saluda a quien se cruce. Los “villarruelines” suelen escoltarla cuando pasillea. Así identifican en los otros despachos a los jóvenes de la agrupación La Derecha, que se referencian en ella. Una parte trabaja en la Cámara alta. “Andan en banda. Hay como máximo seis o siete que la rodean y la acompañan, la ayudan. Llevan, traen, suben a los palcos”, enumeran desde una oficina opositora para describirlos. “A veces aparecen los demás, son 30 o 40, que se sacan fotos en la puerta del Senado”, acotan.
Cerca de Villarruel dicen que los integrantes de La Derecha militan activamente en redes sociales porque no tienen bajada territorial, debido a que la vicepresidenta no cuenta con capilaridad. “A veces participan de las actividades del Senado. Ellos la admiran y ella les da lugar porque los valora”, aseguran.
El “villarruelín” más empoderado es Juan Martín Donato, referente de esa agrupación que llegó con el diputado Montenegro, pero se quedó con la vice. Mientras algunos con años en la política lo tildan de inexperto, Villarruel ve en él un buen colaborador que sumó alta influencia en el último tiempo, lo que despertó algunos recelos. Oficia, según dicen quienes se mueven por el Senado, como una especie de cadete todoterreno y en los papeles es titular de la Dirección de Atención Ciudadana.
Está también el “Cordobés” o “Viramonti”. Así se refieren a Emilio Viramonte, cónsul de Dinamarca en Córdoba que tiene una amistad de larga data con Villarruel y que pulula en su entorno. Desde afuera lo ven como un jefe de Gabinete virtual. No solo recibió a la vice en Villa Allende en enero, sino que fue anfitrión de la comida donde confluyeron las personalidades de la política local, que se fueron sorprendidas por la austeridad de la velada.
Elegante, admiten hasta sus detractores, la vice está atenta a su imagen. Su obsesión: las escarapelas. Llega a ponerse hasta dos juntas: una en el tapado y otra en la camisa. Su peinador es Joaquín Persson y sus atuendos están pensados, sobre todo cuando desembarca en las provincias con los sombreros Maidana o los ponchos de Uayno.
Graciela Ocampo es una de sus diseñadoras favoritas y quien está detrás de sus característicos trajes de saco y pantalón.
Cuidado personal
Hace actividad física y los que la conocen dicen que se cuida, pero que “come de todo”. No es raro verla almorzar en el comedor del Senado. Fue ahí que se reunió una vez con Karina Milei, su principal detractora en las filas internas y sobre quien hubo suspicacias de todo tipo en el Senado, por ejemplo esa vez que apuntaron al tándem hermana presidencial-vocero presidencial (o sea, Manuel Adorni) cuando desde la comunicación de la Casa Rosada mandaron fotos de un acto justo en el momento en que Villarruel llegaba tarde.
Contraparte de Martín Menem, el preferido del mileísmo entre los presidentes de cámaras, la mayoría de las veces la vice pide que le lleven la comida que preparan en el Senado a su despacho, así almuerza con alguna figura política o que le acerca su equipo. También participa de las reuniones de Labor Parlamentaria.
Vinculada a los sectores más conservadores, los suyos la describen como una mujer de palabra, estricta en sus visiones, pero dicen que no por ello deja de ser respetuosa con los opositores y destacan que no sobreactúa enojos innecesarios. El beneplácito con que la llegaron a mirar en otros sectores despierta una avalancha de teorías conspirativas en la Casa Rosada, sobre todo cuando intentan pegarla con el expresidente Mauricio Macri; o cuando se enteran de que Villarruel habla por WhatsApp con algunos dirigentes de la fuerza amarilla. En ese marco llegaron las críticas de la diputada nacional Lilia Lemoine, muy cercana a los hermanos, que le pidió que se comporte. “Que Lemoine le diga cómo tiene que ser vice...”, se escuchó en el Senado en una oración inconclusa, pero reveladora.
Su figura también generó fricciones en el peronismo por su risa cuando el senador José Mayans, que preside el interbloque kirchnerista, bromeó con el apodo “jamoncito” que le puso ella al Presidente. La simpatía no le cayó bien a Cristina Kirchner. “Con Mayans se pelean bastante y con [Juliana] Di Tullio se llevan como el culo, pero no se dejan de respetar, es gente educada”, alega alguien al tanto de las relaciones con los jefes de los dos bloques del kirchnerismo. “No es tan diplomática con la gente que no le cae bien”, se quejan, irónicos, los opositores que vieron cómo Villarruel elevó el tono y le dijo con encono a Eduardo “Wado” de Pedro, hijo de desaparecidos, que por favor no la hiciera “entrar en su historia personal”.
Articuladores para sus relaciones políticas no existen, coinciden fuentes consultadas por “Operadores no se le conocen”, sintetizan desde los despachos más ligados a Cristina Kirchner. Es Villarruel quien, cuando la Casa Rosada la sumó a la negociación por la Ley Bases luego de bajarla, iba personalmente a llevar adelante los vínculos.
Desde sus huestes alegan que es una decisión propia. “No es porque no tenga a nadie que pueda hacer eso. Ella es nueva en algunos circuitos y cree necesario ir con su palabra, que vean su cara. Siente que tiene que estar ella. No es para que nadie hable en su nombre, gente para negociar tiene, pero quiere empeñar su palabra. Por eso la llaman cuando hay problemas, porque sus interlocutores confían en ella”, aseguran desde su entorno.
Los laderos en el recinto
Águstín Giustinian secretario parlamentario
◗ Ya se había desempeñado como secretario parlamentario del bloque de pro. villarruel lo llevó a la secretaría de la cámara alta.
◗ le reconocen el conocimiento del reglamento del senado y su buen diálogo con los aliados del oficialismo.
María Laura Izzo secretaria administrativa
◗ se encarga de la coordinación de las tareas administrativas del senado.
◗ entre otras funciones es la responsable de registrar y validar el quorum.
◗ lleva un seguimiento del plan de cada una de las sesiones.
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