jueves, 19 de septiembre de 2024

La iglesia de 1795 a cuadras del Obelisco donde hubo un convento y albergó un magnífico tapiz de Rubens






La iglesia de 1795 a cuadras del Obelisco donde hubo un convento y albergó un magnífico tapiz de Rubens
La Iglesia San Juan Bautista
La primera construcción de la Iglesia de San Juan Bautista data del siglo XVII, pero hubo varias reformas; allí se instalaron monjas de clausura
Silvina Vitale
En la iglesia ubicada en Adolfo Alsina al 800, en la intersección con la calle Piedras, aún se conserva la reja detrás de la cual las clarisas o también llamadas monjas capuchinas escuchaban la misa. A pesar de haber permanecido en el lugar por más de dos siglos, no pisaban la iglesia. Se trataba de religiosas de clausura, que vivían aisladas y una vez que entraban al convento no volvían a salir.
Cuenta Ana María Di Consoli, miembro de la Junta de Estudios Históricos de Montserrat, que “las hermanas clarisas escuchaban la misa al costado del altar, nunca entraban en contacto con la gente, a excepción de algún limosnero, que podía ser algún muchacho huérfano que ellas cobijaban en el convento y que salía a la calle a pedir limosna por ellas”. Eventualmente, podían entrar al templo cuando no había ninguna actividad para arreglar alguna de las imágenes religiosas siempre y cuando nadie las viera.
El convento fue el segundo que se construyó en Buenos Aires
Cabe recordar que este convento fue el segundo que se construyó en Buenos Aires. El primero, levantado en 1745, fue el Santa Catalina de la calle San Martín al 700. Las clarisas deben su nombre a que se rigen bajo las reglas de la Orden de las Hermanas Pobres fundada por Santa Clara de Asís, también se las conoce como capuchinas por el hábito con capucha que llevan proveniente de la orden de los franciscanos. Recuerda Di Consoli que habían llegado desde Chile, primero a la Iglesia de San Nicolás de Bari en 1749 que, en principio, estaba ubicada donde actualmente se encuentra el Obelisco porteño.
Sin embargo, las religiosas estaban un tanto aisladas ya que la zona era pantanosa y quedaba lejos de la Plaza Mayor que era considerado el centro de la incipiente ciudad. “Allí no les llegaban las limosnas y pasaban muchas penurias. Fue entonces cuando el capitán Don Juan de San Martín, que no tenía nada que ver con el padre del prócer del mismo nombre, les ofreció mudarse a la iglesia de San Juan Bautista que, en ese momento, era una construcción sencilla que él había levantado”, explica.
Lo único que se conserva actualmente es el patio, donde se erige la imagen en mármol de Santa Clara de Asís
Se trasladaron en 1756 y en poco tiempo construyeron el convento que denominaron Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza. Eran unas 30 hermanas que también se ocuparon de reedificar la iglesia. “El templo se inauguró incompleto el día de Santa Clara, el 12 de agosto; algunos historiadores dicen que de 1792 y otros en 1795. Existe una discrepancia en cuanto a la fecha, aunque la mayoría considera el año de inauguración a 1795. No obstante, el edificio quedó terminado en 1797″, explica.
La capilla de naturales
Según destaca Di Consoli, el solar donde está el templo ocupaba una manzana –las actuales Adolfo Alsina, Piedras, Tacuarí y Moreno– que pertenecía al matrimonio compuesto por María de Sayas, quien lo había heredado de su padre, y Gaspar de Acevedo. Luego de casarse, ambos decidieron donar el terreno para levantar una pequeña capilla bajo la advocación de San Juan Bautista alrededor de 1646.
“Y lo interesante es que se hace esa capillita para uso de los que se llamaban naturales o indios. Pero lo curioso es que acá no había reducción, ni encomienda, si bien había esclavos, sirvientes, no había una cantidad importante. Sin embargo, ese es el origen de San Juan Bautista, un curato de indios que duró bastantes años”, detalla.
En cuanto a la arquitectura se trata de una iglesia en cruz latina de una sola nave central
Con el paso del tiempo incluso se transformó en viceparroquia de la Catedral, un apoyo para celebrar casamientos o bautismos cuando se la requería por la alta demanda. Pero a esa altura, aproximadamente en 1730, ya no era curato.
La construcción era bastante precaria y en 1725 apareció otro benefactor, el mencionado maestre de campo de milicias Don Juan de San Martín, que con el apoyo del obispo Pedro de Fajardo hizo una segunda construcción del templo, mejor que la inicial, pero todavía muy sencilla. Recién en 1756 cuando se trasladaron las hermanas clarisas se proyectó el actual edificio.
En cuanto a la arquitectura se trata de una iglesia en cruz latina de una sola nave central, algo frecuente en las iglesias franciscanas como, por ejemplo, Nuestra Señora del Pilar, en Recoleta. La edificación tenía una fachada importante, un nártex o pórtico situado entre el atrio y la nave, destinado a los penitentes o no bautizados y una cúpula interna. Fernando Luis Martínez Nespral, director del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas Mario Buschiazzo, perteneciente a la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires (FADU-UBA), considera que la iglesia de San Juan Bautista tiene una historia con varios puntos en común con otras iglesias porteñas e incluso con otros edificios no religiosos.
Martínez Nespral explica que primero hubo una construcción del siglo XVII, muy precaria debido a los modestos recursos con los que por entonces contaba la ciudad. “Cuando esta primera iglesia estaba en estado ruinoso, fue reconstruida en el siglo XVIII, cuando Buenos Aires ya tenía una mayor trascendencia y había incluso algunos arquitectos con formación profesional ligados a las órdenes religiosas. Luego se vio severamente transformada a fines del XIX en un tercer período en el cual, de la mano de las exportaciones agropecuarias, la Argentina en general y desde ya la ciudad Buenos Aires, contaban con una importante cantidad de recursos económicos. Existía la posibilidad de embellecer los modestos edificios coloniales con ornamentaciones por entonces modernas, entonces podía apreciarse el estilo academicista y ecléctico propio de esa época.
“La fachada de la construcción del siglo XVIII, hoy desaparecida, mostraba rasgos frecuentes en muchas construcciones de su tiempo como dos pares de pilastras con un nicho en medio que flanqueaban un arco central de acceso. Este sistema de fachada fue impuesto por el arquitecto jesuita italiano Giovanni Andrea Bianchi y es visible en varias obras de su autoría como la fachada el Cabildo y la iglesia del Pilar, entre otras obras”, señala.
Y detalla que en la San Juan Bautista del XVIII podía verse esa impronta mientras que la fachada actual, fruto de las reformas de finales del siglo XIX, tiene por el contrario rasgos neo-románicos, que se distinguen por el uso de arcos de medio punto y por la presencia de un rosetón medieval.
Hoy se celebra misa de lunes a viernes a las 12.15 y sábados, domingos y feriados a las 11
Por otra parte, Di Consoli sostiene que, para la época en que llegaron las hermanas se le dio mucha importancia a la construcción del convento. Al lado del altar en el presbiterio, los conventos de clausura tenían una reja que, en el caso de San Juan Bautista, se situaba a la derecha, para que las monjas, que no podían salir ni ser vistas, escucharan la misa desde esta zona a la que se llamaba coro bajo.
Más adelante, en la remodelación 1895, participó el arquitecto Manuel Joaquín Belgrano, de origen uruguayo, quien le dio un estilo neorrománico. En 1931, el ingeniero Rómulo Ayerza concretó su apariencia exterior actual. “Las clarisas estuvieron allí por más de doscientos años, incluso fueron enterradas en el coro y, actualmente, existen allí más de 250 sepulturas. Cuando estas dejaron el lugar en la década del ochenta para trasladarse a la Provincia de Buenos Aires a la zona de Moreno, gran parte del convento fue demolido”, advierte la especialista.
Lo único que se conserva actualmente es el patio, donde se erige la imagen en mármol de Santa Clara de Asís, la biblioteca y algunas dependencias. Cabe destacar que la iglesia de San Juan Bautista no es parroquia, sino que depende de la Parroquia Nuestra Señora de Montserrat, situada en avenida Belgrano al 1100. Y, desde 1862, es Casa Provincial de la Congregación de los Padres del Sagrado Corazón (bayoneses).
Secretos centenarios
Cuenta Di Consoli que, hacia finales del siglo XVIII, una de las monjas que residía en el convento, Sor María Manuela de Jesús había llegado allí luego de la pérdida de su esposo. “Era muy común por esa época que los viudos, varón o mujer, se dedicaran a la vida religiosa. Este fue el caso de Tiburcia Valeriana López Escribano y Cárdenas quien estaba casada y muy enamorada de Guillermo Pablo Thompson”, señala.
En la remodelación 1895, participó el arquitecto Manuel Joaquín Belgrano
Ambos se habían jurado que si alguno de los dos moría el otro se retiraría a la vida religiosa. El que murió fue Guillermo y entonces Tiburcia se hizo monja en el convento de las clarisas y recibió el nombre de Sor María Manuela de Jesús. “Pero tenían un hijo que pasó a ser criado y cuidado por sus familiares. Este hijo era Martín Jacobo Thompson quien luego se casó con Mariquita Sánchez de Thompson, que tuvo gran protagonismo en la vida política y social en ese entonces. El pequeño, de tan solo diez años, fue abandonado y criado por sus familiares por la promesa que se habían hecho sus padres. Sor María Manuela de Jesús murió en el convento en 1815 y no se sabe si volvió a ver a su hijo alguna vez”, cuenta la referente de la Junta de Estudios Históricos de Montserrat. Martín falleció cuatro años después en altamar.
Otra de las historias que se esconden tras las paredes de la iglesia de San Juan Bautista es la que tiene como escenario al patio de los capellanes, justo donde tiempo después se ubicó la imagen de Santa Clara de Asís, también llamado Patio de la Reconquista. Allí están enterrados los caídos en las invasiones inglesas de 1806 y 1807, tanto patriotas como adversarios, y en ese lugar fueron atendidos los heridos de ambas partes; se dice que las monjas atendieron por igual a todos los heridos.
“Santiago de Liniers era el comandante de las fuerzas durante las primeras invasiones, él fue a la iglesia un 12 de agosto, el día de Santa Clara, a rezarle a la virgen, a pedirle que ayudara al ejército a vencer y ese día es el de la Reconquista de Buenos Aires”, detalla Di Consoli. La ciudad resistió y venció a los ingleses, recuperó el dominio después de más de 40 días de invasión.
La fachada de la construcción del siglo XVIII, está hoy desaparecida
Por otra parte, en el altar de la iglesia yace el quinto virrey del virreinato del Río de la Plata, Don Pedro Melo de Portugal y Villena, quien solía pedir a las monjas clarisas que rezaran por él. El mismo virrey solicitó ser enterrado allí tras su muerte, lo que se cumplió el 22 de abril de 1797, unos días después de su fallecimiento. Según Di Consoli, Melo había viajado a Montevideo, donde finalmente murió y sus restos fueron trasladados a Buenos Aires para cumplir su voluntad. Este había pedido expresamente ser enterrado sosteniendo su espada. Más de un siglo después, en 1910, el capellán D. Pedro Sardoy, ante una creciente invasión de hormigas en el altar, tuvo que cavar para ver de dónde provenían.
“Al cavar encontró que venían de la tumba del virrey. Los insectos habían hecho el hormiguero en su calavera. Al mismo tiempo descubrió que había sido enterrado con su espada de oro y plata. Y no tuvo mejor idea que fundirla para hacer una patena, un plato que se usa durante la celebración eucarística”, sostiene.
Otro dato que hace a la rica historia de esta iglesia es que exhibió durante muchos años el tapiz La Adoración de los Reyes Magos, del pintor barroco Pedro Pablo Rubens. Si bien llegó a estas tierras, tenía otro destino. Era parte de la mercancía que arribó a Buenos Aires el 30 de agosto de 1817 a bordo del barco La Esperanza, que había partido de Cádiz rumbo a Manila como regalo del rey Fernando VII para el virrey filipino. Sin embargo, la nave fue interceptada y derivada a América del Sur tras el ataque de corsarios.
La obra, de 5,20 metros de alto por 6,90 metros de ancho, fue tejida en el taller de Bruselas Brabante y forma parte de la colección del rey Felipe V. Cuando las monjas clarisas dejaron el convento y se fueron a Moreno, donaron el tapiz a la Conferencia Episcopal Argentina. Incluso Manuel Mujica Laínez se inspiró en este famoso tapiz para escribir uno de los cuentos de Misteriosa Buenos Aires; otro de los relatos de ese libro tiene como protagonista al virrey Melo.
San Juan Bautista fue uno de los templos que resultaron afectados por la quema de iglesias la tarde del 16 de junio de 1955. La imagen del Nazareno vestido que se observa junto a una puerta hacia la izquierda de la nave es una réplica –donación de Alberto Blaquier–, ya que de la talla original solo se conserva la cabeza calcinada luego del fuego de aquel fatídico día. En 1942, el templo había sido declarado Monumento histórico nacional. Parte del sector en donde estaba el convento se construyó el Hotel Intercontinental, proyectado a fines de los 80 e inaugurado en 1995.
Se celebra misa de lunes a viernes a las 12.15 y sábados, domingos y feriados a las 11.

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