martes, 3 de septiembre de 2024

BRAZOS DEL DELITO Y EDITORIAL




La ’Ndrangheta, la multinacional del crimen que corroe las sociedades
La mafia calabresa, la más activa del planeta, se caracteriza por diversificar sus negocios y posee ramificaciones en todo el mundo, incluida la Argentina
 Carlos Manfroni



“R ecuerda que el mundo se divide en dos: lo que es Calabria y lo que será Calabria”. Esta aseveración presuntuosa fue escuchada hace más o menos una década durante la intercepción de una conversación telefónica entre dos capos de la ’Ndrangheta, la famosa mafia calabresa y hoy la más activa del planeta. Habrá que saber qué era el mundo y qué era Calabria para ellos, pero si se referían nada más –y nada menos– que a las ramificaciones de su poder, la sentencia no parece exagerada.
A semejanza de una enorme multinacional, los brazos de la ’Ndrangheta operan en los cinco continentes: la totalidad de los países de América del Sur, incluida la Argentina, por supuesto; la totalidad de los países de América del Norte, y también Costa Rica, República Dominicana, Italia, España, Portugal, Francia, Bélgica, Alemania, Reino Unido, Irlanda, República Eslovaca, Países Bajos, Malta, Marruecos, Turquía y Australia.
El asesinato a manos de la Cosa Nostra del magistrado antimafia Giovanni Falcone, cuyo automóvil fue dinamitado en la ruta de Trapani a Palermo, y el arresto de Bernardo Provenzano, que llevaba 43 años prófugo, debilitaron a esa antigua mafia siciliana. A partir de entonces, la ’Ndrangheta creció sin cesar, con un método distinto al de la Cosa Nostra, cuyos orígenes se pierden entre los siglos.
La ’Ndrangheta, una palabra que se pronuncia como esdrújula, al parecer tiene su origen en el término griego andragathos, de “andro”, como “hombre”, y “agathós”, que en la antigüedad se atribuía a los buenos en su sentido más amplio, los que generaban triunfos o beneficios para su grupo, los valientes.
Esto es el folclore, claro, aunque no tanto. El ingreso en la ’Ndrangheta mantiene hoy los mismos códigos que en sus orígenes, con fuertes lazos de sangre, y sus miembros están obligados a promover beneficios para la organización.
A diferencia del estereotipo del mafioso que espera en el puerto su cargamento de narcóticos, rodeado de custodias con armas automáticas, los miembros de la hermandad calabresa pueden ocupar cargos de alto nivel ejecutivo en sus compañías comerciales, en la política, en los clubes de fútbol, en las empresas de juego, en los grandes hoteles y los restaurantes de lujo, mientras diversifican sus inversiones en miles de negocios, incluyendo la obra pública. Todo esto sin descuidar, por supuesto, el viejo y lucrativo comercio de la cocaína, que sigue representando hoy el 47% de los ingresos de la organización. La mayor parte del resto de las actividades –un 39%– está destinada al lavado de activos.
Si algunos de los capos de la Cosa Nostra eran capaces de vivir como pastores en la campiña siciliana –porque lo que les apasionaba no era el lujo, sino el dominio territorial–, los hermanos de Calabria pueden pasar entre las filas de los grandes hombres de negocios o sentarse a las mesas de los círculos sociales más elegantes y no despertar la mínima sospecha. Sus empresas y su poder político tributan a la organización, ya sea con dinero o con algún privilegio.
Pero el folclore existe; no hay que engañarse. Es lo que consolida los lazos de lealtad entre los miembros de cualquier comunidad; y la mafia, al fin y al cabo, es una comunidad.
La ’Ndrangheta usurpa símbolos de la religión católica, tales como una forma algo extraña de santiguarse con la señal de la cruz y la mano derecha apoyada sobre el pecho, con tres dedos extendidos hacia el hombro izquierdo. También imágenes de santos o de ángeles; para comenzar, nada menos que San Miguel Arcángel, el que lucha contra el demonio; o la imagen de la Anunciación, o Santa Liberata, entre otras.
El máximo nivel de la pirámide mafiosa se llama, precisamente, “la Santa”. El ingreso en ella es precedido por un rito sacramental a la luz de las estrellas. –Santa sera a li santista –dice el que toma el juramento.
–Santa sera –le responden.
–Siete pronti per formare la Santa? –Siamo prontissimi (Grazie). –Giusto apponto questa santa sera…
La fórmula es larga y, tras la “bendición” de la noche, el padrino pregunta a los aspirantes si están listos para ingresar en “la Santa”.
A pesar de los símbolos religiosos, al final del juramento, los capos invocan a Mazzini y Garibaldi, los máximos líderes masones de Italia que consiguieron la unificación de la península, a la vez que lucharon contra el papa y los Estados Pontificios en la segunda mitad del siglo XIX.
Por debajo de la cúpula, se estructuran grupos de jerarquía escalonada. En la base están las ’ndrines, que representan a una o más familias criminales.
Un grupo de ’ndrines forma una “localidad” (locali). Se trata de la organización en municipios de la región, que a su vez reportan a los “mandatos” (mandamenti).
Hay tres mandamenti: el Tirreno, el Central y el Jónico, designaciones que, como es obvio, indican de qué lado de la península se agrupan los locali.
Esas son las jerarquías de los grupos, pero también existen rangos entre las personas que los integran: santista (santo), en el escalón más bajo; vangelista (evangelista); quartino (cuarto); trequartino (tres cuartos) y padrino, que es el máximo rango. Esto en la Sociedad Mayor, porque existe una Sociedad Menor, la que agrupa a los niños y jóvenes, con sus propias jerarquías.
Al ingresar en los grados inferiores, al novato se le pregunta qué busca. “Sangre y honor”, debe responder. A continuación, se pincha un dedo con una aguja y deja caer algunas gotas de sangre sobre una estampa de San Miguel Arcángel, que acerca a una vela encendida para quemarla en uno de sus vértices.
Existe también un alfabeto de símbolos, cada uno de los cuales equivale a una letra del abecedario y el dibujo estilizado de una araña, que es el logo de la organización.
Además de su propio poder, que se extiende a casi todo el mundo occidental, la ’Ndrangheta tiene acuerdos de cooperación con otras organizaciones criminales en el mundo. Entre ellas, figuran la mafia albanesa, las FARC y los carteles colombianos, los mexicanos Cartel del Golfo y Los Zetas, la mafia serbia y la criminalidad de Montenegro, la Criminalidad Nigeriana, la mafia rusa, la mafia china Big Circle Boys, la Cosa Nostra Americana y el Primer Comando Capital, con centro de operaciones en Brasil.
A sus negocios tradicionales han agregado, en los últimos años, el de la inmigración. Los inmigrantes de África llegan de a decenas de miles al sur de Italia y los capo mafia se frotan las manos. Una operación policial llevada a cabo en Calabria, en mayo de 2017, reveló que de los 110 millones de euros que recibió el centro de ayuda social Santa Ana, la tercera parte había ido a parar a la caja de la ’Ndrangheta. Fueron detenidas allí 68 personas. Nada nuevo bajo el sol, que hasta hace muy poco tiempo alumbraba aquí por igual a los pobres y a los líderes piqueteros.
Sí, cada tanto, los buenos hacen valer su poder, como en diciembre de 2019, cuando los Carabineros de Italia detuvieron de un solo golpe a 334 miembros de la ’Ndrangheta. Entre ellos había abogados, escribanos, contadores, un coronel de los Carabineros y un exsenador. Pero en mayo de 2022 fue asesinado el fiscal antimafia de Paraguay Marcelo Pecci, en la isla Barú, de Colombia, y todas las sospechas recaen sobre la ’Ndrangheta.
El final está abiert
A semejanza de una enorme multinacional, los brazos de la ’Ndrangheta operan en los cinco continentes

La ’Ndrangheta usurpa símbolos de la religión católica

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Del desatino de Lijo a la ampliación de la Corte
Ni la nominación del controvertido juez federal ni la discusión sobre el aumento del número de miembros del máximo tribunal encuentran fundamentos serios
Al tremendo desatino consistente en haber propuesto para la Corte Suprema de Justicia a un candidato cuestionado en cuanto a su moral y sin pergaminos para ocupar semejante cargo, como el juez Ariel Lijo, se ha sumado ahora la versión de que el Gobierno podría negociar con el kirchnerismo una inconveniente ampliación del número de miembros del máximo tribunal, así como también el reemplazo del actual procurador general, Eduardo Casal, quien ha demostrado idoneidad e independencia.
En su alocución inicial ante el Senado de la Nación, Lijo buscó posicionarse como un conocedor de las realidades de la Justicia federal en general y de sus carencias y necesidades en distintas zonas del país, anunciando que la Corte Suprema debería trabajar en consonancia con el Congreso para elaborar propuestas de solución a los problemas de la gente. En ese marco, sostuvo que se debían implementar cambios para facilitar el acceso a la Justicia de todos los ciudadanos. Se trata de conceptos que parecen válidos para cualquier funcionario que aspire a un cargo desde el cual puedan elaborarse este tipo de propuestas, sin que se entienda por qué este candidato se encuentra calificado para integrar la Corte. Seguramente la Asociación de Jueces Federales, que Lijo integra, está en condiciones de acercarle al Congreso iniciativas sobre estos temas, sin que su presentación haya servido para convencernos de que es realmente un especialista en derecho constitucional.
Es más, la única mención a normas de la Constitución, con la que inició su presentación, resultó equivocada. Buscó realzar la importancia del Senado como institución y dijo que no en vano, cuando nuestra ley fundamental establece las autoridades que ella crea y empieza por el Congreso, es la actividad del Senado la que regula en primer término. Esto simplemente no es así. La Constitución arranca con el funcionamiento de la Cámara de Diputados, antes de ocuparse del Senado, y basta leer el artículo 44 y los siguientes para advertirlo.
Otra manifestación francamente errada fue cuando se le preguntó por la falta de mujeres en la Corte Suprema y respondió que ello era una falencia en su integración actual, comprometiéndose a trabajar, desde la Corte, para remediarla. Claramente un juez de la Corte no puede hacer nada al respecto, pues no está en sus funciones nominar jueces ni prestarles acuerdo, con lo que se trató de una manifestación vacía de contenido.
Otros objetivos nombrados por Lijo, como la necesidad de concientizar a la sociedad para evitar actos de discriminación, en especial contra la comunidad judía, o impulsar políticas más fuertes para mitigar los casos de violencia de género y las adicciones, si bien loables, podrían igualmente haber estado en boca de un aspirante al cargo de ministro de Justicia o de algún candidato a integrar comisiones específicas dentro del Congreso, sin que se advierta nuevamente qué lo califica especialmente para ser juez de la Corte Suprema.
Y para concluir, lejos estuvo de disipar las dudas suscitadas por la gran cantidad de impugnaciones recibidas de todas las organizaciones de la sociedad civil con conocimientos específicos en temas de justicia, que lo han considerado un mal candidato. Eso solo debió haber alcanzado para el retiro de su nominación.
Es en este contexto que se vuelve muy preocupante que, al posible desembarco de Lijo en la Corte, se sumen propuestas para ampliarla. Aquí es legítimo preguntarse cuál sería el fundamento para esa ampliación. Si el objetivo es incluir mujeres, la actual vacante y la que se producirá en diciembre con el retiro del juez Juan Carlos Maqueda bien pueden ser llenadas por juristas de ese sexo –desde esta columna hemos suministrado los nombres de personas intachables– infinitamente más preparadas que el juez Lijo.
Si la ampliación buscase una suerte de afirmación del federalismo con el ingreso de candidatos provenientes de las provincias, la herramienta es desacertada. Los actuales jueces de la Corte han exhibido en sus sentencias la suficiente claridad respecto de los casos donde ha correspondido respetar esa nota de nuestro diseño constitucional, y sería un error pensar que el alivio a las necesidades de cada provincia es el criterio de admisión para que la Corte acepte su jurisdicción para intervenir. La representación de las provincias en el gobierno federal se da naturalmente en el Senado, y esa fue la herramienta para que todas las provincias aceptaran constituir una sola nación. Cada provincia, en definitiva, tendría paridad de voces en uno de los cuerpos del Congreso y también desde el Senado se prestaría el acuerdo a todos los funcionarios relevantes que el Ejecutivo buscara designar.
Queda pensar que el verdadero fundamento para la ampliación pasa por tener una carta para negociar a la hora de buscar acuerdos en un Congreso que al Poder Ejecutivo le está siendo esquivo. Cada partido al que se le reclame el voto para alguna iniciativa determinada tendría como “premio” la posibilidad de enviar un candidato a la Corte, que, debidamente ampliada, podría albergar a muchos otros miembros. Un verdadero disparate.
Ello sin contar con que tampoco es posible olvidar la tentación de todo presidente en ejercicio de tener varias vacantes para llenar en el alto tribunal y moldear así una Corte condescendiente con sus objetivos. El viejo eslogan “Menem lo hizo” viene aquí a nuestra memoria. Justamente en oportunidad de plantearse esa ampliación, la Corte de fines de los años 80 dictó la poderosa acordada 44, que, con la firma de los jueces Fayt, Belluscio, Petracchi y Bacqué, repasó todas las razones sobre por qué una Corte ampliada de ninguna manera sería sinónimo de mayor eficiencia y celeridad. También esos jueces señalaron los riesgos para la independencia y estabilidad del Poder Judicial que derivarían de bruscos cambios en la integración del tribunal. La Constitución previó cambios paulatinos en la composición de la Corte, como manera de asegurar la independencia de sus miembros. El presidente Milei ha contado con la gran oportunidad de llenar dos vacantes. Realmente no se entienden las razones por las cuales nominó a Lijo y aspiraría a tener más jueces en el máximo tribunal.

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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