sábado, 14 de septiembre de 2024

El “presi” del Jardín Japonés y el padre de Milei cedió casi 3000 hectáreas a campesinos






El “presi” del Jardín Japonés. Hijo de un soldado del Ejército Imperial, llegó al país con 6 años en la posguerra y se convirtió en un empresario exitoso
Kazunori Kosaka, del pequeño que cosechaba té a presidente en el Jardín Japonés
Desde que emigró de Japón, Kazunori Kosaka tuvo mil vidas. Viajó con presidentes, recibió al emperador, el hombre que hizo del estar en el lugar correcto en el momento indicado un arte
Paula Ikeda
Hijo de Shigejiro Kosaka, un exsoldado del Ejército Imperial, y de su esposa Shizuko, operadora de teléfonos, Kazunori Kosaka nació el 2 de abril de 1949. La Segunda Guerra, Pearl Harbour y las dos bombas atómicas habían dejado a sus padres casi sin esperanzas de un futuro promisorio. Hasta que un día, en 1954, Shigejiro leyó en el diario una oferta para trabajar en Sudamérica y comenzó a planear una vida para su familia del otro lado del mundo, en un lugar remoto llamado Argentina.
A los seis años, Kazunori Kosaka, llegó desde Japón para comenzar una nueva vida
Fue un largo trayecto. Oriundos de la provincia de Aomori, en el norte de Japón, se trasladaron hasta Kobe. El plan era embarcar allí. En marzo de 1955 hicieron check in en el Hotel de los Emigrantes, lugar donde se juntaban los japoneses previo a las salidas. Pensaron que su estadía en el hotel sería breve, pero apenas se instalaron escucharon hablar de una revolución en Argentina, que resultó ser la Revolución Libertadora, y se cancelaron las líneas de navegación a Buenos Aires.
“Recién zarpamos en octubre. El viaje en barco duró dos meses”, cuenta Kosaka (”Kosaka san”, como se lo menciona, por respeto, al estilo oriental) sentado en el salón privado del Jardín Japonés en la Ciudad de Buenos Aires. Tenía seis años cuando se embarcó en esta aventura junto a sus padres y a sus dos hermanos, el mayor, Kazuhiko de ocho años, y el menor, Kazuharu, de cuatro.
Los Kosaka en el Hotel de los Emigrantes en Kobe, Japón
-¿Qué recuerda de aquel viaje?
-Sabíamos que veníamos “a la Argentina”, pero no sabíamos qué era ni dónde estaba. Vinimos en el trasatlántico holandés Tegelberg, en tercera clase. Era un carguero, no un buque de lujo como el Titanic. Viajamos en la bodega, no teníamos ventanas... Solo había camas y camas, pero nos entreteníamos. Teníamos amigos con los que jugábamos a las cartas y al tenis de mesa. Llegamos a Buenos Aires el 10 de diciembre de 1955. Después tardamos diez días más hasta llegar a Oberá, en Misiones, nuestro destino final.
-”La tierra prometida”. ¿Por qué eligieron Oberá?
-A mi papá le habían prometido 50 hectáreas para cultivar té. El gobierno de allá otorgaba terrenos... Imagínese que en Japón un arrozal tenía una hectárea. ¡Si tenías cinco hectáreas eras millonario! Así que pensar en 50 hectáreas era una barbaridad. No se si mi padre fantaseaba con que íbamos a ser millonarios, pero sí importantes
-¿Lo fueron?
-El pensó que le iban a dar 50 hectáreas para trabajar, pero lo que nos esperaba eran cincuenta “selvas”, con árboles, troncos... Si queríamos cosechar plantas de té, primero había que talar árboles centenarios, preparar la tierra y recién ahí sembrar. Nos instalamos en un rancho sin agua, mamá se asustaba porque estaba lleno de lagartos, hormigas y muy especialmente víboras cascabel o coral, que son muy venenosas.
-¿Lograron transformar el terreno?
-Mi padre solo alcanzó a tirar unos cuántos árboles, pero al tiempo cedió el terreno que le habían asignado a otro colono y nos mudamos a Aristóbulo del Valle. Trabajó de peón y cosechamos té para la familia Fontana.
Los tres hermanos Kosaka junto a unos amigos, en una foto a bordo del trasatlántico Tegelberg que los trajo a la Argentina
-¿Cómo se adaptaron a la Argentina?
-En Misiones fui al colegio. Hice primero inferior allá y empezamos a contactarnos con los hijos de los patrones que nos enseñaron, a mi hermano mayor y a mí, qué era el fútbol. Nos hicieron decidir entre River (en japonés suena “Riberu”) y Boca (“Boka”) ). Y nosotros, que apenas habíamos entendido qué era el futbol, nos miramos y repetíamos “Riberu”, “¿Boka?”… y Boca era más fácil de pronunciar, así que nos hicimos de Boca -ríe-. Eso fue antes de que nos mudáramos a la Capital.
Porque en 1959 papá, un exsoldado condecorado con la Orden al Mérito del Emperador Hirohito, nos explicó que Misiones y cosechar té no era para nosotros. Su excusa siempre era que hacía todo por “el futuro de los hijos”. Incluso decía que había venido a la Argentina por nosotros. No se cómo consiguió trabajo en Buenos Aires, pero compró boletos de tren para venirnos a Capital y nos instalamos en la provincia, en Los Polvorines, donde fue peón en un vivero de una familia japonesa.
En la foto de la derecha, Kazunori Kosaka niño, peón en los invernáculos de la familia Hayafuji y niñero de su hijo Martín
-En aquella zona ya había más familias japonesas.
-Había varias familias, incluso había un club social, “Norte”, con un instituto de idioma japonés. Pero el sueldo de mi padre no alcanzaba para pagar las clases, así que me las arreglé para aprender espiando por la ventana. La sensei (maestra, en japonés) a veces me veía y, debí haberle dado lástima, porque a veces salía y me conversaba.
Hasta el día que lo enterramos, papá no hablaba castellano. Mamá sí, porque trabajaba de mucama de lunes a sábados por la noche en una casa en Capital. Y como papá en ese entonces se había peleado con el jefe del vivero y se había embarcado en un barco pesquero en Mar del Plata, nos quedábamos los tres hermanos solos en Los Polvorines. Estudiar era mi manera de abrirme camino, iba al colegio por la mañana y por las tardes trabajaba en un vivero y hacía de niñero.
Personalidad destacada, Kazunori Kosaka presentó su biografía "Kosaka Kazunori, mi vida" (por la escritora Diana Arias, Díaz Ortiz Ediciones), un recuento de la historia de la inmigración japonesa en la Argentina
-¿Cómo lograste abrirte camino?
-Las limitaciones estaban, aunque luego mi padre volvió de Mar del Plata (otra vez se había peleado con su patrón, quizá saqué mi carácter fuerte de él) y comenzó a trabajarle el campo a la familia Hokama y nos asentamos. Dejó de ser empleado.
Siempre recordé cómo, en Japón, mi papá -un subofocial de Comunicaciones del ejército- practicaba Código Morse en casa por las tardes. Yo lo escuchaba fascinado y decidí seguir la carrera de telecomunicaciones, pero no encontré escuelas secundarias cerca que lo enseñaran. Hasta que me enteré de la Fuerza Aérea, en El Palomar, y entré a la Escuela de Aprendices Operarios. Al tercer año ya me recibí. A 16 años ya trabajaba en Comunicaciones en la Base Oficial de Aviación Civil (BOAC) y continué con mis estudios nocturnos en la ENET N°12 donde estaba hasta las once de la noche en Capital. Dormía cuatro horas por día en mi cama y el resto como podía entre la ida y la vuelta en el tren Retiro-José C. Paz.
En su biografía, "Kosaka Kazunori, mi vida", Kosaka mantiene la tradición japonesa de colocar por delante su apellido y detrás el nombre
-¿Mantuviste el contacto con la colectividad japonesa?
-Era joven, encontraba la forma. Los fines de semana me mantenía activo con la colectividad y, en el club Norte, conocí a la familia Shinji y a sus hijas. Me enamoré de Fumiko, ya entonces, y por ella me metí de lleno en cuanta actividad juvenil nos reuniera. Pero resulta que ella -seis años mayor- me veía como a un hermanito. Creían que era chico y nadie me tomaba en serio. Fue en esos tiempos que me convertí en detective privado…
-¿Cómo llegaste a convertirte en un detective privado?
-Y es que, además de las telecomunicaciones, siempre me gustó la investigación. Inclusive pensé en seguir Abogacía, Criminalística... pero me enteré que existía la carrera de detective privado y me anoté para hacerla por correo. Tenía unos 17 años, y por eso quedé preso -sonríe-.
-¿Preso?
-Es que, para el examen final, tenía que hacer una tesis. Elegí un banco, el Banco Provincial de San Miguel- y me puse a investigar, a anotar horarios, a ver cómo entraban la caja fuerte… pero me vieron tan sospechoso, un japonés anotador en mano, que me denunciaron a la policía y me llevaron preso. Me acuerdo que no había teléfonos, los Hokama le tuvieron que ir avisar a mi papá en el vivero para que me fuera a sacar. No me retó, el sabía lo que yo hacía, se mató de la risa. Nunca averigüé si me quedaron antecedentes penales, era menor, pero así como me ves, estuve preso en San Miguel – ríe a carcajadas
Su licencia, que lo acredita como detective privado
Kosaka san, el empresario
Cuando tenía 24 años, Kazunori Kosaka se casó con Noemí, una nikkei (así se llama a los descendiente de japoneses) estudiante de arquitectura que había conocido en sus actividades con la colectividad. Con ella tuvo dos hijos, Federico y Verónica. Y finalmente logró dedicarse a las telecomunicaciones.
“Ya a los 18 años había hecho carrera y trabajaba con microondas en SADELCO. En 1970 empezó el conflicto limítrofe con Chile y en Presidencia de la Nación pidieron instalar un sistema de comunicaciones secretas entre Casa Rosada, la Quinta de Olivos y los aviones argentinos que patrullaban la cordillera. Precisaban cables coaxiles y yo sabía que había dos empresas japonesas que trabajaban en el país que podrían tener. Me contacté con Sumitomo/NEC y me respondieron que tenían, pero no entendían lo que les pedía. Entonces empecé a hablarles en japonés y se quedaron duros... ¡Terminaron pidiéndome que fuera a trabajar con ellos!
Su carrera lo llevó a esta en contacto con distintos Gobiernos. En la foto junto al presidente Raúl Alfonsín cuando se desempeñó como asesor del secretario de Planeamiento -Vittorio Orsi- para con Japón
-La persona correcta, en el momento indicado…
-Y es que yo sabía de microondas por la aviación, era técnico en comunicaciones y hablaba japonés. La japonesa NEC tenía que llevar adelante un contrato con ENTel y necesitaba hacerse entender. Vi la oportunidad y les pedí tres veces lo que cobraba, se asustaron porque esa cifra era el sueldo de un gerente en Tokio, pero era eso o nada, el que no arriesga no gana. En diez días me llamaron, “estás contratado”. Así hice carrera en NEC y terminé siendo director de NEC Argentina. Luego llegaron los tiempos de las microondas, de las transmisiones de tevé a color, del Mundial de Fútbol, y de la sinergia Pecom NEC, con los Pérez Companc. Recuerdo que viajé con ellos, con el tiempo los llevé a “Goyo” y a su señora a conocer Japón. Volvió con una katana (una especie de espada japonesa que quería comprarse) que le costó miles de dólares.
Fui reconocido por el Gobierno del Japón en 1999, me declararon Personalidad Destacada de la Ciudad de Buenos Aires en 2018. Desde intendentes (por mi época se decía intendente y municipalidad), a presidentes, primeros ministros y emperadores, los pasé a todos.
"Me imagino como político, tengo las cualidades. Y, si estuviera en Japón, seguramente lo sería, pero aquí en la Argentina no puedo serlo porque, en los papeles, soy japonés" . Junto al presidente Carlos Menem en la Ceremonia de Entronización del emperador Akihito en el Palacio Imperial, en noviembre de 1990
-Mientras tanto, ¿cómo iba tu vida familiar?
-La familia es importante pero supe separar, la familia de un lado y el trabajo del otro, nunca mezclé. Tenía mucho trabajo, me la pasaba siempre en reuniones o viajes y mismo cuando nacieron mis hijos, me avisaron y yo seguí trabajando. Eso afectó las cosas, pasaron los años y en 1985 me separé de Noemí, ahí me enfoqué en la empresa y en las actividades con la colectividad japonesa. Nos divorciamos en 1988. Me acuerdo que el juez que intervino, en San Martín, me dijo con cara de sorprendido “es el primer caso de un japonés que se divorcia” en Argentina. Nunca supe si fue cierto.
-Más tarde te reencontraste con tu primer amor, Fumiko...
-Nos reencontramos, ella tenía dos hijos, Mariela y Martín, y formamos una familia ensamblada junto a Fede y a Vero. Finalmente nos casamos en 1990.
Cuando me enamoré de ella yo tenía dieciocho y ella me llevaba seis años. Nadie pensaba que me gustaba Fumi y su familia no me tomaba en serio, por eso, mientras tanto, me enganché con otras chicas porque la chica que yo quería no me daba bolilla y por eso tuve tantas novias (ríe).
Junto a Fumiko, su primer amor y actual esposa, el día de su matrimonio
-Se percibe una picardía más argentina que japonesa...
-Tengo las dos cosas, creo que del japonés y del argentino saqué las cosas buenas. También tengo las cosas malas, escondidas en el bolsillo, pero las saco solo cuando es necesario. Y la viveza criolla es muy útil...
Fijate sino lo que hice en 1990. Fui invitado a Japón a la entronización del emperador Akihito (hoy, emperador emérito), éramos dos los representantes de Argentina en la fiesta y nos dijeron hicieron dejar las cámaras en la entrada. Recuerdo que exclamé “quiero una foto con el emperador” pero nadie creía que pudiera lograrlo. “Dejame a mí”, dije. Así, le hice señas al fotógrafo oficial, “vení, ponete allá, que me voy a sacar foto con el emperador”. Y, muy japonés, el asintió y obedeció. Al rato llegó el emperador e hice lo mismo: “Emperador, vení, vení -le dije, así informal-. Saquémosnos una foto”, ¡y el dijo sí!
La foto preciada en la asunción del emperador Akihito. Años más tarde, Kosaka recibiría a los emperadores en el Jardín Japonés
Me hicieron la foto y otros invitados aprovecharon para sumarse. Pero me volví sin la copia, necesitaba conseguirla. Así que le conté al embajador en Buenos Aires: “No te hagas ilusiones, no va a llegar nunca”, me dijo. Pasaron diez días y de pronto me llamó todo sorprendido: “Kosaka san, llegó la foto que me dijo” –sonríe-. Fijate cómo se sumaron todos... Atrás de la foto dice “prohibido publicar” por lo que teóricamente no debería ni mostrarla, pero soy políticamente incorrecto.
Mil vidas: el Jardín Japonés
Junto al Primer Mnistro, Abe Shinzō. "Si me preguntás, Argentina es mi Patria y, yo me siento argentino. Muchas veces viajé a Japón y mis parientes me decían que por qué no volvía y me hacía político allá, pero Japón es un país donde las relaciones humanas son muy frías, Argentina en cambio es muy cálida
En el salón del Jardín Japonés, micrófono en mano, Kazunori Kosaka genera un silencio entre los invitados. Vinieron a celebrar el lanzamiento de su biografía “Kosaka Kazunori, mi vida”. “Llevaba años anotando datos y detalles de mi vida”, comentó. Agradece su presencia e intenta mostrarse impasible, aunque está emocionado al ver caras conocidas de la infancia y, en especial, a sus nietos. Pocos como él generan este respeto. Kosaka -”Kosaka san”, “Shachō” (presidente en japonés), “Presidente” o “presi” como se lo conoce en el Jardín Japonés- se sabe en su lugar en el mundo.
El Jardín Japonés fue inaugurado el 17 de mayo de 1967 en ocasión de la primera visita histórica de dos miembros de la familia imperial del Japón (el entonces príncipe Akihito y la princesa Fumiko, actuales emperadores eméritos). Su construcción, dentro del Parque Tres de Febrero, fue ejecutada por la Asociación Japonesa en la Argentina (AJA) con el financiamiento de la colectividad japonesa en país como una ofrenda de gratitud hacia el pueblo argentino.
El Jardín Japonés, un presente de la colectividad japonesa al pueblo argentino. "En una visita a Japón, la emperatriz Michiko me preguntó cómo estaba el Jardín Japonés de Buenos Aires, sentí la presión". Aquella segunda visita de los emperadores a la Argentina se concretó el 10 de junio de 1997
“Tras la visita imperial, el Jardín quedó en manos de la Municipalidad”, detalla Kosaka quien por entonces se hallaba inmerso en su carrera empresarial aunque “dedicaba mis fines de semana a la colectividad japonesa. Quería que alguna organización se metiera en la comunidad argentina, que interactuara, es por eso que colaboré, entre otras asociaciones, con el Centro Nikkei Argentino”, comenta.
Para 1989, “el Jardín se veía deteriorado, los peces se murieron y la colectividad se propuso rearmar el lugar. Se pidió dinero a la comunidad, incluso a Japón, y se construyó la Casa de Té, pero aquel proyecto soñado no se terminó y los números no daban”.
29 de septiembre de 2010. Kazunori Kosaka, presidente de la Fundación Cultura Argentino Japonesa, y el entonces Jefe de Gobierno porteño Mauricio Macri, en la firma del convenio que renueva el cuidado del Jardín Japonés de la Ciudad de Buenos Aires
-¿Cómo entraste en escena?
-La municipalidad decidió cancelar el trato de cuidado que tenían. Pero, antes de pasarla a otra entidad, se lo ofreció a la embajada japonesa. Era eso “o se lo entregamos a una entidad argentina”. Me convoca el embajador y me dice: “¿usted se puede hacer cargo?”. El sabía que yo tenía buenos contactos empresariales y que estaba involucrado en la colectividad japonesa. Fue así que, en 1989, ayudé a crear la Fundación Cultural Argentino Japonesa, con un presidente y un consejo de administración y me retiré, seguí con lo mío.
Hasta que un día, a principios de 2000, me llaman. Volvían a tener problemas económicos, y me anunciaron que había sido electo presidente de la Fundación. “¿Yo?”, pregunté.
"Cuando me convocaron, cambié la oficina y los trajes por el aire libre y el Jardín. En la embajada sabían que yo tenía buenos contactos empresariales y que estaba involucrado en la colectividad japonesa"
"Quiero quiero que los argentinos disfruten del Jardín Japonés y con la cultura japonesa"
-¿Cómo reaccionaste?
-Por entonces ocupaba un cargo importante en NEC, tenía más libertad y cobraba un buen sueldo. Me senté a ver los números y eran un rojo total, debían mucho y había que poner mucha plata. Pero acepté el desafío y, de mi bolsillo, eché a la mitad de los empleados y pagué indemnizaciones. También viajé a Japón a disculparme personalmente con instituciones japonesas que habían donado su dinero (muchas ya lo pensaban causa perdida) y me propuse revivir al Jardín. Cambié el traje, la gomina y la oficina, por el jardín y el aire libre.
"Mi señora siempre me reclama que no estoy nunca en casa, pero me gusta estar en el Jardín.¿Que cuándo me retiro? Y, hasta ahora nadie se ha animado a tomar mi puesto"
-Ya van 24 años al mando como “presi”, ¿cómo cambió todo?, ¿cómo ves al Jardín hoy?
-Y es que, hasta ahora, nadie más se anima a ocupar mi lugar -ríe-. Con la Fundación Cultural Argentino Japonesa nos propusimos cuidar y mantener el jardín. Así, el 29 de septiembre de 2010 se ratificó el acuerdo con el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, con la presencia del entonces jefe de Gobierno, Mauricio Macri. Somos los guardianes de este espacio, que es de la ciudad y por eso soy estricto. Como en una empresa, para que pueda mantenerse, las cuentas tienen que cerrar.
Quiero que los argentinos disfruten del Jardín Japonés y con la cultura japonesa. Que las cosas funcionen, los peces estén sanos y que el lugar se mantenga en orden. Tampoco es que yo sepa muchísimo de cultura japonesa, pero me gusta rodearme de los que sí saben, escucharlos y darles un espacio para que puedan compartirlo.
"Somos los guardianes de este espacio", comenta Kosaka. "Logramos sobrevivir a la pandemia, porque sin entradas no había dinero, y hoy mi meta es que los argentinos disfruten de lo mejor de la cultura japonesa"
-El Jardín es tan conocido que incluso vienen famosos de todo el mundo a verlo, como Rosalía...
-(ríe) A Rosalía me la trajo una periodista nikkei, mi “sobrina”, hinchó mucho y me insistió que la dejara pasar. Sabe que di orden de que nadie entre sin pagar su entrada. Me dijo que una cantante famosa, Rosalía, que tenía poco tiempo, y que nos quería visitar. Yo no sabía quién era, a mí no me mueven la vara los famosos. Ella vino, paseó y se estaba por ir cuando uno de los chicos, Tito Perdomo, me pidió una foto. “Mi nieta es fanática de ella”, dijo. Así que ahí me acerqué y me fui a presentar. Ella, que ya se estaba por ir, se bajó del auto y ahí nos hicimos la foto.
Al día siguiente se corrió la voz que había venido al Jardín y parece que fue un boom. Se había comprado ella misma su gorra del Jardín en la tienda -claro, yo no se la regalé- y la estaba usando por el mundo en su gira. Fue revuelo bárbaro, me dicen que ahora todos la vienen a pedir.
La cantante Rosalía y su selfie en Chile con la gorra del Jardín Japonés. "Se la compró, yo no se la regalé, y la estaba usando por el mundo en su gira. Fue revuelo bárbaro, ahora todos la vienen a pedir"
La cantante Rosalía en el Jardín Japonés de Buenos Aires. "Parece que tenía muy poco tiempo libre entre recitales, pero quería ver las flores de sakura y en el Jardín tienen la orden de no dejar pasar a nadie, sea quien sea. Me tuvieron que hinchar mucho para dejarla pasar, no sabía quien era"IG Rosalía
"A mí no me mueven la vara los famosos. Me dijeron que Rosalía era una cantante famosa, y que nos quería visitar. Uno de los chicos -Tito Perdomo- quería una foto con ella porque la nieta era fanática. Así que me fui a presentar. Ella, que ya se estaba por ir, se bajó del auto y ahí nos hicimos la foto"Kosaka
En el festejo por su libro, Kazunori Kosaka toma el micrófono e inicia el karaoke con su canción favorita, “A mí manera”. Entona en inglés, idioma que se empeñó a aprender de joven para así poder manejarse en el mundo de los negocios: “Viví la inmensidad, sin conocer jamás fronteras, jugué sin descansar a mi manera”.
“Viajé y disfruté, no se si más que otro cualquiera, y así logré vivir a mi manera. Tal vez lloré o tal vez reí, tal vez gané o tal vez perdí, ahora se que fui feliz, que si lloré, también amé, puedo seguir hasta el final... a mi manera”.
-A los 75 años, con tanto trabajo realizado, ¿pensás en retirarse?
-Si hay alguien que quiera ocupar mi lugar, con mucho gusto, pero hasta ahora nadie se ha animado a tomar mi puesto -sonríe-. El día que yo me retire de aquí, seguramente me inventaré otra ocupación para entretenerme.
El presidente junto a su mujer, Fumiko, y sus nietos en la presentación de su libro "Kosaka Kazunori, Mi vida" en el Jardín Japonés."La familia es importante pero supe separar, la familia de un lado y el trabajo del otro, nunca mezclé"
Kazunori Kosaka canta "A mi manera" en la presentación de su biografía
Kosaka y la letra de su canción favorita, "A mí manera". "El final se acerca ya, lo esperaré, serenamente. Ya ves yo he sido así te lo diré sinceramente. Viví la inmensidad, sin conocer jamás fronteras, jugué sin descansar a mi manera"

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Tras una larga disputa: el padre de Milei cedió casi 3000 hectáreas a campesinos apoyados por una polémica organización
Se trata de un campo en Santiago del Estero donde una comunidad, con el respaldo del Mocase, reclamaba una presencia “desde tiempos inmemoriales”
Leonel Rodríguez
Norberto Milei, el día de la asunción presidencial de su hijo
SANTIAGO DEL ESTERO.- En un acuerdo firmado días atrás en esta provincia, Norberto Milei, padre del presidente Javier Milei, cedió casi 3000 hectáreas de tierras a campesinos santiagueños luego de un largo litigio que arrancó en 1995 y donde intervino el Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mocase) que le dio amplia difusión a este acuerdo y lo mostró como “un triunfo de la lucha campesina”.
El acuerdo, que contó con la participación y mediación de la Mesa de Diálogo y Tierra del gobierno local, se firmó en una escribanía de Añatuya con la presencia de Norberto Milei, padre del primero mandatario nacional y presidente de la firma La Ponderosa SA, empresa agropecuaria que se dedica a los cultivos de algodón, maíz y trigo, y los referentes del Mocase y habitantes de la zona de Pampa Atún, en el Departamento Mitre del interior santiagueño, casi en el límite con Santa Fe.
Se trata de un total de 2800 hectáreas las cuales estaban en litigio desde 1995 entre esta sociedad anónima encabezada por Milei y las familias que afirmaban vivir en el lugar “desde tiempos inmemoriales” y que hoy lo siguen haciendo. Estas tierras eran reclamadas por la Comunidad Indígena Sentimiento de Mi Tierra del Pueblo Originario Sanavirón, que forma parte del Movimiento Campesino de Santiago del Estero.
Milei y los integrantes de la comunidad y el movimiento lograron sellar un acuerdo que le puso fin a un conflicto legal que ya llevaba tres décadas. El Mocase, organización campesina que se empezó a gestar a fines de la década del 80 y que se formalizó el 4 de agosto de 1990, nuclea a miles de familias de campesinos y pequeños productores. Tuvo etapas de radicalización y de graves enfrentamientos con el uso de armas de fuego contra grupos que denominaban “terratenientes”. Con el correr de los años fueron tomando una postura más dialoguista y hoy mantienen fuertes vínculos políticos y de diálogo con el gobernador Gerardo Zamora.
Norberto Milei tras la firma del acuerdo.
El comunicado oficial emitido por el Mocase indicó: “Se firmó el convenio transaccional mediante el cual la Comunidad Indígena y la empresa acuerdan la resolución del conflicto, definiendo las tareas a llevar adelante por cada una de las partes, y teniendo como garante del acuerdo a la organización campesina”. La organización tomó, además del papel de defensa de las familias, el rol de interlocutor y garante del acuerdo.
La Ponderosa SA reclamaba una escritura de un poco menos de 6000 hectáreas. En esa superficie, según la organización campesina, “estaban las viviendas históricas de las familias, corrales, potreros, el pastoreo de los animales, cercos de frutas y verduras, y demás mejoras productivas. Es decir, encerraba el territorio donde la comunidad desarrolla su producción y su vida plena”. Norberto Milei terminó cediendo casi la mitad de las hectáreas en disputa, poniéndole fin a casi 30 años de conflicto.
Situación
La comunidad indígena en cuestión, que forma parte del Mocase, fue reconocida, años atrás, por el gobierno nacional en el marco del Relevamiento Territorial de Comunidades Indígenas que fue promovido por el kirchnerismo como parte del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas y el acuerdo alcanzado abarca el “reconocimiento de la totalidad de las hectáreas incluidas”.
Además de los escribanos que le dieron fe y legalidad al acta allí firmada y la presencia de Norberto Milei, junto a los delegados del Movimiento Campesino de Santiago del Estero, Adolfo Farías y Antonio Campana, estuvieron también Gonzalo Galván, Enrique Acosta, Irma Aguirre y Román Guerreros, todos consejeros de la Comunidad Indígena Sentimiento de Mi Tierra del Pueblo Originario Sanavirón.
A la salida de la escribanía: Román Guerrero, consejero de la Comunidad Sanavirón; Antonio Campana, abogado del Mocase; Norberto Milei, Mario Habrá, abogado de Milei; Adolfo Farías, del Mocase; Enrique Acosta, Consejero de Pueblos Indígenas (CPI); Irma Aguirre, consejera Comunidad Sanavirón; Miguel Aguirre, referente de Sanavirón y Gonzalo Galván, consejero Comunidad Sanavirón
“El convenio firmado representa un logro histórico para la organización y para las comunidades indígenas en nuestra provincia. Significa la seguridad y tranquilidad inmensa de las familias de no tener que volver a afrontar un desalojo, ni los miembros actuales, ni las generaciones futuras. Significa el paso de una situación de conflicto a una convivencia pacífica, que garantiza el bienestar y el desarrollo de una producción y una vida plena para los hijos, nietos, y demás generaciones de la Comunidad Indígena Pampa Atún”.intentó obtener la palabra del gobierno nacional sobre la acción realizada por el padre del presidente Milei, pero al cierre de esta nota no obtuvo respuestas.

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