jueves, 26 de septiembre de 2024

La Biblioteca Argentina para Ciegos cumple cien años






La historia detrás de un hito de la cultura: la Biblioteca Argentina para Ciegos cumple cien años
La Biblioteca Argentina para Ciegos cumple cien años
De la primera imprenta en braille del país a un ejemplar extraordinario de “Fervor de Buenos Aires”, de Borges: la historia de una institución fundada en la casa de un oftalmólogo
Daniel Gigena
“Ayuda a todo ciego en toda forma” es el lema de la Biblioteca Argentina para Ciegos (BAC, Pasaje Lezica 3909), institución que este mes se convirtió en centenaria. Fue fundada el 18 de septiembre de 1924 por el poeta, docente y violinista ciego Julián Baquero (1888-1942), el oftalmólogo Agustín C. Rebuffo (1872-1947), el periodista y escritor Alberto Larrán de Vere (1897-1968) y la profesora de braille María C. Marchi (1883-1973), en la casa del doctor Rebuffo. En 1925, la organización tiflológica se mudó a un local en la calle Pedernera, en el barrio de Flores (y luego a otro, más grande, en la misma calle, antes de instalarse definitivamente en Almagro en 1933). La misión de la entidad era y sigue siendo promover el acceso a la información para las personas con discapacidad visual, a través de servicios y actividades de carácter cultural, educativas y recreativas.
La Biblioteca Argentina para Ciegos está ubicada en la esquina del pasaje Lezica y Medrano, en el barrio de Almagro
Años antes de la creación de la BAC, en agosto de 1913, se había sancionado la ley 9339, conocida como “ley Agote”, por su mentor, el médico y diputado Luis Agote, que creó la Institución Argentina de Ciegos con el objetivo de “dirigir, orientar y supervisar” la educación, el trabajo y la ayuda social de las personas con discapacidad visual. Agote y el oftalmólogo Pedro Lagleyse ocuparon cargos en la primera comisión rectora del organismo. Fue reemplazada en mayo de 1939 por el Patronato Nacional de Ciegos.
El fin de semana, la BAC participó de la decimoséptima edición de la Feria del Libro Antiguo en el CCK
En 1924 llegaron de Alemania las primeras cien pizarras para copia de libros y, al año siguiente, comenzaron las clases de escritura braille a los ciegos internados en establecimientos dependientes de la asistencia pública. La tarea fue iniciada por María C. Marchi en el Hospital Alvear. Dos años después, se adquirió una imprenta de braille importada de Alemania, la primera en el país y en América Latina, para producir libros que se prestaban (y aún se prestan) a todas las provincias; durante el siglo pasado, los libros en braille se despachaban incluso a otros países. Hoy, los libros en braille se prestan gratuitamente a los socios a través de envío postal o se retiran en la sede de la BAC.
Inés Griro es la bibliotecaria de los ejemplares impresos en braille
La semana pasada, la institución fue una de las “invitadas especiales” de la decimoséptima edición de la Feria del Libro Antiguo, que se desarrolló hasta el domingo en el CCK (Sarmiento 151). Para la ocasión, se llevaron libros en audio y en braille hechos en la entidad, entre otros, un ejemplar de Martín Fierro, de José Hernández, y Fervor de Buenos Aires, de Jorge Luis Borges.
En octubre de 1927, se lanzó el primer número de la revista braille Hacia la Luz, la primera de interés general impresa en braille y distribuida en América Latina. En 1968, comenzó a publicarse Burbujas, para el público infantil; en los años noventa, Con Fundamento, con artículos sobre la realidad social, vida cotidiana y actualidad para adolescentes y jóvenes. Esta última publicación dio paso, en los años 2000, a Braille Joven.
En la entidad se dan cursos de lectura y escritura en braille
Los dos primeros libros en sistema braille llegaron a la Argentina en 1884: un manual de geometría con algunas ilustraciones y otro de lecturas escolares. Los remitió, desde París, Ana M. del Campillo de Perdriel, presidenta de la Sociedad de Beneficencia, con destino a la Casa de Expósitos, donde se albergaba un pequeño número de ciegos. Desde la fundación de la BAC, los libros fueron transcritos a mano por copistas, en su mayoría mujeres, que donaban su tiempo a tal fin. A partir de la década de 1990 se utilizan impresoras braille.
Una versión háptica de "Fervor de Buenos Aires", de Jorge Luis Borges, cuya percepción se da a través del tacto
A principios de 1887 había arribado de España el maestro ciego Juan Lorenzo y González. Su labor fue el primer intento de enseñanza sistemática a las personas ciegas en el país. En 1892, fue reemplazado por otro inmigrante ciego, el napolitano Francisco Gatti, concertista de piano que había arribado a Buenos Aires dos años antes. En 1902, Gatti fundó en la Argentina la escuela que sirvió de base al Instituto Nacional de Ciegos, en seis habitaciones alquiladas en una vieja casona de Independencia al 1800.
La impresora de la Biblioteca Argentina para Ciegos también es centenaria
La sede actual de la BAC, en el barrio de Almagro, se inauguró en 1933; el lote del terreno, que formaba parte de la “Quinta de Peluffo”, se pudo comprar en 1927 gracias a una colecta entre vecinos. En 2014, el edificio que ocupa fue declarado Patrimonio Urbano por la Legislatura Porteña, por tratarse de una propiedad construida antes de 1941.
Miles de ejemplares en la sala de lectura de la BAC, que ahora se utiliza para cursos y actividades culturales; también dan clases de yoga
Visitaron el ateneo cultural de la BAC, a sala llena, escritores y artistas como Jorge Luis Borges, Martha Argerich, Rafael Alberti, Edmundo Rivero, Carlos Sánchez Viamonte, Nicanor Zabaletta, Wimpi, Ariel Ramírez y Alejandro Dolina.
"Es una de las cosas más importantes que me ocurrió en la vida. Mi madre me sabía decir: ‘¿Qué tiene esa biblioteca, Carlitos, que nunca te veo en casa?’. Porque yo vivía en la BAC."
Carlos Cabrera, integrante de la comisión directiva
Actualmente, la entidad tiene alrededor de 250 socios de distintas generaciones, ciegos y videntes, que abonan una cuota de $ 800; además, recibe un subsidio de la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (Conabip) y presta servicios de impresión y audiodescripción a terceros. Produce materiales didácticos como pizarras, punzones y cajas aritméticas, y se imprimen libros y revistas, resúmenes bancarios, facturas de servicios, folletos, menús de restaurantes, calendarios, señalética y programas de mano en braille. Cuenta con una plataforma de préstamo de audiolibros desde la página web.
La fachada de la institución: asociarse a la BAC cuesta $ 800 por mes

Una comisión directiva ad honórem, integrada por doce miembros elegidos periódicamente en asamblea de socios, dirige la entidad. El presidente de la comisión directiva es el abogado Miguel Hernán Pereira y el vicepresidente, que está por graduarse de licenciado en Letras, Carlos García. Este año, la BAC recuperó su brío después del letargo impuesto por las restricciones sanitarias que trajo la pandemia.
“Concurro desde 1965, cuando empecé el secundario -dice Carlos Cabrera, integrante de la comisión directiva-. Fue mi fuente de recursos para tener los libros de estudio de las materias del secundario. Si no estaban en braille, me los grababan muy gentilmente; siempre la institución se encargó de que tuviera el material. Después aparecieron las grabadoras y reproductoras de casete, pero antes los grababan en cintas. La BAC es una de las cosas más importantes que me ocurrió en la vida. Mi madre me sabía decir: ‘¿Qué tiene esa biblioteca, Carlitos, que nunca te veo en casa?’. Porque yo vivía en la BAC. Amo la institución y realmente creo que es un orgullo nacional, porque en 1924 creo que no había una igual ni siquiera en Estados Unidos”.
La biblioteca tiene libros impresos y libros parlantes
Para Cabrera, se fueron cumpliendo los objetivos de la BAC desde el primer día. “Acercar la cultura y la información a quienes estamos privados de la vista -dice-. En 2005, los socios me distinguieron como presidente para conducir esta gloriosa entidad. Fue un verdadero privilegio y un desafío. Cuando era adolescente, los mayores me decían: ‘No te alejes de la institución, porque tenés que seguir con la obra’. Y así fue”.
En la BAC se brindan clases de yoga, talleres de lectura, coro, tejido, teatro, cursos de idiomas y braille (en seis clases se aprende lo básico); algunos son presenciales y otros, virtuales. También ofrece un servicio de apoyo educativo, diseñado para complementar las actividades realizadas por las escuelas de educación especial de la ciudad de Buenos Aires. Todos los sábados, a las 18, hay conciertos de música, con entrada libre y gratuita, coordinados por la reconocida pianista y compositora Cecilia Fiorentino.
Laura Martínez es la encargada del sector de ventas de la institución, donde se producen pizarras, punzones y cajas aritméticas para personas con discapacidad visual
“Desde muy chica soy usuaria de la biblioteca -dice Andrea Grassia a LA NACION-. Ahora, a los 38 años, integro la comisión directiva. Siento un orgullo enorme porque esta institución, que comenzó en una época en que el acceso a la información de las personas ciegas era muy restringido, haya llegado a los cien años. Es realmente un hito. Ha transitado y sigue transitando muchos desafíos, en especial económicos; se fue adaptando a los nuevos tiempos y se fue reconvirtiendo con el acceso a las nuevas tecnologías a través de programas lectores de pantallas tanto en computadoras como en celulares y tablets, lo que permite que los libros puedan circular en ortos formatos”.
Grassia destaca que la BAC es un lugar de pertenencia para las personas ciegas de la ciudad de Buenos Aires y alrededores. “La importancia que tuvo en mi vida para afianzar la autonomía en la vida cotidiana y social fue enorme -concluye-. Por ejemplo, gracias al grupo de jóvenes en el que participaba, pude perder el miedo de viajar sola en colectivo. Me da mucha alegría que les sirva a otras personas en la actualidad”.
Trabajan cinco personas, ciegas y videntes; la bibliotecaria de los libros impresos es Inés Griro y el de los audiolibros, Fabián Sagripanti. En noviembre, se realizará una pequeña feria de libros accesibles e inclusivos en la BAC.
La BAC está inscripta en la Conabip y afiliada a la Federación Argentina de Instituciones de Ciegos y Amblíopes, la Unión Latinoamericana de Ciegos y la Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecas. Si bien desde la entidad no salen a buscar a donaciones de empresas privadas, estas son bienvenidas. El acceso a la cultura y la igualdad de oportunidades es un derecho que siempre hay que reivindicar y apoyar.

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