El polvorín libertario fuerza a Milei a meterse en la tarea que más desprecia
Sin partido y en crisis con sus aliados, el Presidente pone en revisión su estilo de conducción política; las purgas en castigo al disenso, los coqueteos con “la casta” y el gran desafío para 2025
Martín Rodríguez Yebra
Los hermanos Milei revisan su estrategia de conducción política
Son días de purga en La Libertad Avanza. El embrión de partido político con el que Javier Milei llegó al poder atraviesa una crisis de convivencia entre personas sin una trayectoria común, carentes de vínculos afectivos que los unan y a quienes se les recomienda de manera perentoria el confortable ejercicio de hacer caso.
La diputada Lourdes Arrieta fue la sexta integrante del bloque oficialista expulsada de mala manera en ocho meses. Otras dos -Marcela Pagano y Rocío Bonacci- están en lista de espera. Al senador Francisco Paoltroni lo defenestraron por oponerse a la candidatura de Ariel Lijo a la Corte Suprema y, sobre todo, por cuestionar al asesor multifunción Santiago Caputo. La vicepresidenta Victoria Villarruel recibe el trato de un enemigo: ya no habla a solas con Milei y cada día se desayuna con una nueva ofensiva proveniente de la usina oficial de agitación en redes sociales. El primer jefe de Gabinete, Nicolás Posse, quedó en la calle en tiempo récord sin un “muchas gracias”. La relación con el aliado más persistente del Gobierno, el Pro, marcha a los tumbos.
Cuando emergió como figura en la política, Milei repetía como un mantra que él no venía “guiar corderos, sino a despertar leones”. Esa manada imaginaria se fue construyendo a ritmo de vértigo. Entraban liberales de alma, conservadores clásicos, fundamentalistas religiosos, caballos de Troya massistas y oportunistas de distinto origen que compraron su lugar en listas electorales que nadie supuso que serían tan exitosas.
Victoria Villarruel y Francisco Paoltroni, apuntados por la comunicación oficial
El triunfo lo colocó en la Casa Rosada sin partido propio y con una fuerza legislativa minoritaria y anárquica. A diferencia de otros que estuvieron en su lugar, el presidente Milei se aferró a un liderazgo digital y se desentendió de la tarea de la conducción política. Delegó en Caputo la gestión cotidiana de los temas sensibles y en su hermana Karina el armado electoral de 2025.
La falta de contención, el cuidado de los egos, el relato íntimo de las obligadas contradicciones del poder convirtieron muy rápidamente a los libertarios en un barco sin timón. “Me tragué el sapo de ‘Menem prócer’, de Pichichi Scioli funcionario y muchas otras cuestiones reñidas con lo que prometimos en campaña. ¿No veníamos a terminar con “la casta”? Lijo es un límite”, llegó a decir el formoseño Paoltroni antes de su expulsión sumaria del bloque de senadores por orden directa de Caputo. Milei nunca le atendió una llamada a este empresario agropecuario que saltó a la política para combatir al eterno Gildo Insfrán. La Libertad Avanza se quedó con seis senadores que se operan a diario entre ellos y un herido con mandato hasta 2029.
La diputada Lourdes Arrieta quedó fuera del bloque oficialista
El enésimo estallido interno despertó una reacción de Milei. En los últimos días empezó a escuchar a quienes le dicen que un presidente de la Nación tiene que atender la política aunque le aburra. Recibió al jefe del bloque de Diputados, Gabriel Bornoroni, peón de Karina, y se decidió a interactuar con los legisladores leales, a muchos de los cuales solo vio en un par de ocasiones y siempre en grupo. Preparan una primera cumbre con toda su tropa a casi nueve meses de asumido.
Se convenció, a la vez, que necesita cultivar el vínculo con Mauricio Macri, fundador y jefe del Pro. Habían pasado dos meses sin hablarse y ahora llevan cuatro reuniones a solas en cinco semanas. Como señal, invitó a los líderes parlamentarios del partido amarillo y otros bloques afines.
La reunión de Milei con diputados propios aliados, el viernes por la noche
En las tertulias con propios y aliados, al Presidente le llegan a los oídos conflictos reales, celos, disputas que requieren de un árbitro. “Tiene que claro que va a tener que mancharse un poco más en el barro. Lamentablemente la política mete la cola en la economía y no podemos darnos el lujo de sumar una tensión adicional a los problemas que ya tiene la Argentina”, explica un interlocutor habitual de Milei.
Traiciones
Diputados visitaron a condenados por delitos de lesa humanidad en la cárcel de Ezeiza, incluido Alfredo Astiz (atrás a la izquierda)
Cuentan en la Casa Rosada que a los hermanos Milei los horrorizó el escándalo del bloque de diputados de La Libertad Avanza a raíz de la visita de siete legisladores a la cárcel de Ezeiza para reunirse con Alfredo Astiz y otros represores presos por delitos aberrantes cometidos durante la dictadura.
Gritos, peleas, acusaciones y amenazas terminaron con la salida intempestiva de Arrieta, que dijo haber ido engañada al encuentro en la prisión y responsabilizó al karinista Martín Menem de organizar la expedición de la polémica. Puertas adentro la acusaron de “traidora”. “Nuestra única obligación es hacer caso”, fue la sentencia con que la condenaron. Arrieta renunció antes de que la echaran. Se quejó de que, entre liberales, lo que se exija sea una obediencia ciega.
El pelotón de tuiteros que conduce Caputo la fusiló en el acto. En esa liga de propagandistas que alardean cinismo se impuso una frase con la fuerza de un mandamiento pagano: “Banco, luego leo”. Si lo dice Milei (o Caputo) es verdad. Es la lógica de una religión, por cierto nada novedosa en la política argentina. Puede dar fe el kirchnerismo.
Son los mismos que aplauden a la ministra Patricia Bullrich sin olvidar los ataques que Milei le dedicó en el pasado, cuando decía que era una montonera que ponía bombas contra niños indefensos. “Nunca me voy a olvidar cuando Patricia construía jardines de infantes en los 70″, ironizó el usuario anónimo Piti, a quien el Presidente premia a menudo con el honor de sus retuits.
El ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, hizo gala de la virtud que se demanda desde arriba. El martes su visita a la Comisión de la Mujer de la Cámara de Diputados desató un escándalo cuando expresó el “rechazo” a la identidad y la diversidad sexual y negó la violencia de género. No importó que contradijera de manera flagrante sus propias declaraciones de hace dos meses.
“Boludo, está textual del discurso de Milei”, dijo en un momento, sin saber que su micrófono estaba abierto. Por accidente se proclamó héroe por un día de la hinchada caputista. El asesor no lo tiene entre sus preferidos: de hecho lo puentea en los grandes temas judiciales, que trabaja con el viceministro Sebastián Amerio. Manuel García-Mansilla, candidato a juez de la Corte, lo confirmó, en un rapto de transparencia, cuando dijo que Caputo y Amerio habían sido quienes le ofrecieron la postulación.
La propaganda mileísta -fiel a ese género- no se ata a la coherencia. Sus cultores explotan de júbilo cada vez que desde el poder se ataca a alguien por haber recibido fondos del Estado (desde un artista hasta un marginado que cobra un plan), pero cultivan el silencio cuando el periodista Hugo Alconada Mon revela que Milei emitió decenas de facturas al Banco Provincia cuando era asesor económico de la campaña presidencial del entonces gobernador Scioli, en 2015.
El látigo
Macri, con Vidal y Frigerio en el evento de la Fundación Pensar, en Paraná, Entre Ríos; el Pro busca institucionalizar su relación con el Gobierno
Esta suerte de liberalismo obsecuente sumado a un liderazgo distante mete al oficialismo en problemas evitables. Las derrotas de la semana pasada en Diputados y el Senado alarmaron a Milei, en especial la sanción de la ley que ordena aumentar las jubilaciones y cambiar la fórmula de actualización de haberes. Ni el Pro votó con los libertarios. A falta de una prevención eficiente, el Presidente quedó ante la decisión impopular de vetar un beneficio al segmento más castigado por el ajuste fiscal.
“Que te lleven con el látigo funciona cuando todo va bien. Pero cuando las cosas son frágiles y el riesgo del precipicio sigue ahí puede ser muy peligroso”, dice un dirigente aliado del oficialismo.
Coincide en parte con la insistencia de Macri a Milei sobre la necesidad de construir una alianza operativa entre La Libertad Avanza y el Pro ahora que la popularidad del Presidente sigue alta.
“Rezo todos los días para que no se le dé vuelta la macroeconomía. No quiero pensar lo que puede ser con un gobierno en minoría, con sus bloques rotos y los aliados heridos”, desliza una fuente del macrismo.
La resistencia al pacto con el Pro la encabeza Santiago Caputo, a quien Milei mantiene en el “triángulo de acero” junto con él y su hermana. El asesor sin cargo insiste en que los votos de Macri ya los tiene el Gobierno y que lo inteligente sería ampliarse hacia otros márgenes. Mira principalmente a los peronistas ansiosos de desprenderse de la sombra de Cristina Kirchner.
Santiago Caputo, con Bullrich y Petri
La variable suelta en este juego de poder es el tiempo. La imagen positiva de Milei se apoya en el éxito de la política de desinflación, que tapa por el momento los sufrimientos que provoca la recesión consecuente del mismo proceso.
Se revirtió así un pronóstico recurrente a principios de año, cuando se pensaba que los mercados iban a acompañar las reformas liberales pero a costa de descontento social. Con agosto terminado, las calles se mantienen en calma y los que desconfían son los mercados.
El equipo económico se aferra al cepo como un seguro de vida que permite gestionar la baja de precios y mantener el dólar quieto. Paga el precio de no juntar reservas y sembrar dudas sobre la capacidad de pago de la deuda en el mediano plazo.
¿Cuánto se puede agravar el riesgo si el Gobierno sigue alimentando su fragilidad legislativa? En la Casa Rosada asumen como una realidad la frase del economista Ricardo Arriazu: “Si hay una devaluación se acabó Milei, se acabó todo”.
Milei parece entender el desafío cuando acepta poner un pie en el juego que había delegado en su hermana y Caputo. La mala praxis política puede exponerlo a un accidente evitable. Quiere ser parte de la gestión para blindar en el Congreso el veto a la ley de jubilaciones y de lo que será el tratamiento del presupuesto 2025. Junta a los propios. Ensaya gestos con el macrismo.
Los grandes acuerdos se van a sellar a partir de marzo, cuando las elecciones se vislumbren en el horizonte. Es una eternidad para un Presidente carente de partido propio y cuya fortaleza se asienta en las encuestas de opinión. La disyuntiva es compleja: ¿trabajar en un pacto ahora o seguir sorteando obstáculos con una manada diezmada de leones con bozal?
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Esther Solano. “Milei convoca al sacrificio por una esperanza final”
La académica analiza las razones de la paciencia social ante el Gobierno
Por Astrid Pikielny“El votante moderado es el que naturaliza a Milei”, dice Solano
“Milei es la esperanza final o la esperanza del desesperanzado. Es la idea de que tiene que ser ahora o nunca”, dice Esther Solano, doctora en Ciencias Sociales por la Universidad Complutense de Madrid y profesora de la Universidad Federal de San Pablo (Brasil). Investigadora española radicada en Brasil, vio de cerca el ascenso de Jair Bolsonaro y desde hace años se dedica a analizar en profundidad los liderazgos de las nuevas derechas y sus votantes. De allí que Javier Milei sea un eje de estudio y de monitoreo en sus grupos focales.
El outsider que se sacrifica para meterse en el barro de la política; el líder que tiene el coraje de enfrentar a la casta; el profesor que enseña el camino de la libertad; el pastor de masas que guía a los hombres de bien hacia una nueva Argentina; el showman que agita no solo razón sino también las emociones; el líder que desde la periferia intenta salvar a Occidente de la decadencia y salvar la Argentina. Así se presenta Javier Milei, sostiene Solano en el informe “El votante moderado de Milei: entre la esperanza y el sacrificio”, coescrito con Pablo Romá y Thais Pavez.
“Lo que estamos midiendo es cuál es el margen que le da el votante de Milei a todas las reformas que está haciendo –señala Solano–. Y encontramos que este margen es sorprendentemente mayor de lo que se esperaba por algunos elementos muy claros. Hay dos vectores que hacen que entendamos bien al votante más moderado de Milei. No hablamos de los votantes duros, autoconvencidos, sino de los moderados”.
A Solano le interesa el votante moderado porque, dice, es el que va a naturalizar a Milei, el que va a formar nuevas mayorías políticas, el que va a reorganizar las placas tectónicas del sistema político argentino. “Este votante vota Milei muy preocupado por la agresividad del Presidente y reconoce que es un cierto salto de fe, pero tiene dos elementos fundamentales: la idea del sacrificio y de la esperanza”, afirma.
–Podría decirse que los votantes se esfuerzan y se sacrifican desde hace años. ¿Qué tiene de distinto esta vez?
–Sí, es un votante que reconoce que hace muchos años que está sacrificándose a sí mismo y a su familia, pero que siente que ahora llega el momento del sacrificio final. Milei fue inteligente en hacer una convocatoria al ciudadano de bien, al empoderamiento individual, aunque también hay empoderamiento colectivo. Hay un llamado al sufrimiento conjunto y una convocatoria en pos de la recuperación de la gloria argentina. Entonces, es el sacrificio final y ahí, al lado del sacrificio, está la esperanza. Milei es la esperanza final o la esperanza del desesperanzado. Subyace la idea de que tiene que ser ahora o nunca, de que la
Argentina está en un momento de declive, no solamente económico, sino también moral y de valores, y de que si no se sale ahora del fondo del pozo ya, todo se va a volver demasiado siniestro. La elasticidad que se le concede a Milei deriva de la convocatoria al sacrificio por una esperanza final. Y luego, del fuerte proceso de deshumanización de la oposición.
–¿Qué percibe la gente en la oposición?
–Que hay fundamentalmente una casta que es dañina, que es perjudicial, porque busca su propio beneficio, sin ningún prejuicio moral y ni escrúpulos. Ante eso, aunque haya un cierto malestar con la agresividad de las políticas de Milei, se lo tolera. Sus votantes ven enfrente una oposición que no puede manejar el país porque ya lo ha hecho y lo ha llevado a donde está.
–A lo largo de los años, el kirchnerismo tuvo una narrativa progresista que incluyó, entre otras cuestiones, ponerse al frente de una agenda de género. Ese discurso se vio sacudido por las denuncias de Fabiola Yañez por violencia contra el expresidente Alberto Fernández, que tramitan en la Justicia. ¿Cuánto provecho podrá sacar Milei de estos escándalos en pos de su narrativa? ¿O hay avances en la agenda de derechos inmunes a estos movimientos sísmicos?
–Este tema del feminismo lo medimos bastante en los grupos de mujeres conservadoras que han votado a Milei. Es muy interesante. Si ves la agenda de la extrema derecha mundial, el feminismo está en el centro neurálgico de la disputa. Hay una aceptación bastante convergente de varios sectores sociales, tanto progresistas como conservadores, de que la violencia machista existe, de que es una realidad y de que representa un problema que tiene que ser trabajado. Además de la violencia de género, hay otros consensos que pasan por encima de las ideologías: el tema de que la mujer tiene el derecho de ganar el espacio público, el mercado de trabajo, la independencia financiera. Sin embargo, hay otros elementos que crean divergencias enormes.
–¿Cuáles, exactamente?
–Por ejemplo, el papel del Estado en la organización de la lucha feminista provoca grandes divisiones. ¿Cuál es el papel del Estado en la violencia de género? ¿Hay que imponer cotas? ¿Debería tener un rol más punitivo? ¿Debería existir un Ministerio de la Mujer o no? Las feministas pasan por un momento de “deshumanización”: la extrema derecha las estigmatiza mucho como violentas, agresivas, dependientes del Estado, “parásitas”. Esta es otra cuestión que divide mucho. Es cierto que una lucha por el género es importante, pero, por otro lado, la crítica de la extrema derecha es que hay un cierto exceso, una cierta radicalidad, una cierta imposición, una cierta intolerancia por parte de estos movimientos. Entonces, el primer beneficio del oficialismo se produce en este votante que llamamos “pendular”, un poco oscilante, que votó antes al peronismo pero que ahora, frustrado, votó a Milei. Todo este escándalo de Alberto Fernández, básicamente, coloca otra vez sobre la mesa el tema de la corrupción moral
–La Argentina es hoy un laboratorio a cielo abierto de un fenómeno global, pero que aquí tiene algunas singularidades. ¿Cómo describirías específicamente el “fenómeno Milei”?
–Milei sigue el guion de los outsiders de las nuevas extremas derechas mundiales de una forma bastante clara para los que estudiamos este fenómeno a nivel global. Es cierto que cuando estudiás comparativamente estos personajes hay elementos compartidos, pero cada uno de ellos calibra de modo diferente los diversos elementos. En algunos países, como por ejemplo Brasil, hay un peso muy grande de valores morales o religiosos, lo que llamamos la “pentecostalización” de la política. Sin embargo, en la Argentina hay un peso muy fuerte de toda una percepción de la economía. Milei se autocalifica de primer presidente libertario de la historia y es evidente el peso que le da a todo el relato y la narrativa del Estado: el Estado como agente empobrecedor, como aquel que te empequeñece, como el culpable de la mediocridad. Otros outsiders de las extremas derechas también tienen ese discurso, pero Milei le da una potencia mucho mayor. Hay otra cosa interesante: al ser economista, adopta un perfil profesoral o pastoral. Milei mismo se coloca en ese lugar, que es bastante poco frecuente. Y luego le da mayor fuerza a estos dos elementos apelando a lo que nosotros llamamos “el triángulo de la enemistad en la Argentina”, que él elabora en base a tres vértices.
–¿Cuáles son esos vértices?
–El primer vértice es el del Estado empobrecedor, empequeñecedor. El segundo es “la casta”, que básicamente es todo aquel grupo, muy polisémico y muy flexible, porque puede ser el político, el sindicalista, la feminista, el periodista, que desde el discurso de Milei tiene en común la corrupción moral de los principios, la subversión de los valores éticos, y que fundamentalmente utiliza el Estado para el propio beneficio y el propio interés. Y el tercer vértice del triángulo de la enemistad son “los parásitos”. Es decir, los planeros, los ñoquis, los que viven del curro, que es justamente lo que cierra la ecuación de la gran figura del enemigo. Y luego, evidentemente, otro factor fundamental del fenómeno es la crisis económica.
–¿Cómo reelabora Milei la interpretación de la crisis económica? ¿Cómo amasa una narrativa nueva en torno a esto que, en definitiva es un problema antiguo en la Argentina?
–Pues lo trata no solo como una crisis meramente económica, sino como el gran factor del desorden. Para los outsiders es muy importante la dicotomía orden-desorden. Lo que hacen básicamente es que radiografían los diferentes traumas y los presentan al público ante la variable del desorden existencial. Milei utiliza la crisis económica justamente para eso. La inflación, por ejemplo, es el gran cristalizador del desorden. ¿Qué representa la crisis económica que la Argentina ha vivido estos últimos años? Pues justamente es básicamente eso, la simbología de la decadencia y del desorden. Y luego, veo algo que quizá es un poco más original o auténtico en Milei que en otros outsiders, y es su discurso religioso-mesiánico. Es bastante común, lo vemos ahora en Trump, por ejemplo, pero en Milei es mucho más pragmático y utilitario. Se da cuenta de que este discurso mesiánico es muy efectivo y al mismo tiempo muy afectivo, tiene un gran potencial movilizador. Pero me parece sospechar que Milei no solo tiene un discurso utilitario desde el punto de vista de lo mesiánico, sino que él se reconoce en este papel profético. Es como si él, de hecho, reconociese que tiene una tarea profética, mesiánica, un poco apostolada. Una misión: salvar a la Argentina de la decadencia gracias a la libertad, una tarea que amplía al abarcar en su perspectiva a Occidente como un todo.
–Esto es común a otros liderazgos de este tipo, ¿no?
–Sí, la extrema derecha está ahora muy embarcada en este tema de “salvar a Occidente de la decadencia”. Pero Milei se coloca en un lugar que resulta bastante novedoso. Se presenta como articulador desde un país de la periferia, un profeta de este salvacionismo internacional occidental que propone esta nueva extrema derecha.
–Por último, ¿observan en los grupos focales alguna inquietud por temas institucionales, como por ejemplo los ataques a la prensa?
–La verdad que, más allá de lo económico, hay escasa preocupación por otros temas. Todo pivotea mucho alrededor del tema de la economía, la organización del Estado y la reorganización de la vida cotidiana familiar. Fundamentalmente, la educación y la salud. Otros temas, como la libertad de prensa, prácticamente no aparecen como un elemento de preocupación social. Pero te diría que otra preocupación que sí aparece entre la gente es la inestabilidad de la política. Entonces, aunque los que apoyan al Gobierno creen que Milei tenía que enfrentar ese “triángulo de la enemistad”, también creen que la inestabilidad y la agresividad excesiva es muy peligrosa. Entonces, más que una preocupación con el orden institucional, hay una preocupación con la inestabilidad política y con el desorden social que eso puede generar después
La académica analiza las razones de la paciencia social ante el Gobierno
Por Astrid Pikielny“El votante moderado es el que naturaliza a Milei”, dice Solano
“Milei es la esperanza final o la esperanza del desesperanzado. Es la idea de que tiene que ser ahora o nunca”, dice Esther Solano, doctora en Ciencias Sociales por la Universidad Complutense de Madrid y profesora de la Universidad Federal de San Pablo (Brasil). Investigadora española radicada en Brasil, vio de cerca el ascenso de Jair Bolsonaro y desde hace años se dedica a analizar en profundidad los liderazgos de las nuevas derechas y sus votantes. De allí que Javier Milei sea un eje de estudio y de monitoreo en sus grupos focales.
El outsider que se sacrifica para meterse en el barro de la política; el líder que tiene el coraje de enfrentar a la casta; el profesor que enseña el camino de la libertad; el pastor de masas que guía a los hombres de bien hacia una nueva Argentina; el showman que agita no solo razón sino también las emociones; el líder que desde la periferia intenta salvar a Occidente de la decadencia y salvar la Argentina. Así se presenta Javier Milei, sostiene Solano en el informe “El votante moderado de Milei: entre la esperanza y el sacrificio”, coescrito con Pablo Romá y Thais Pavez.
“Lo que estamos midiendo es cuál es el margen que le da el votante de Milei a todas las reformas que está haciendo –señala Solano–. Y encontramos que este margen es sorprendentemente mayor de lo que se esperaba por algunos elementos muy claros. Hay dos vectores que hacen que entendamos bien al votante más moderado de Milei. No hablamos de los votantes duros, autoconvencidos, sino de los moderados”.
A Solano le interesa el votante moderado porque, dice, es el que va a naturalizar a Milei, el que va a formar nuevas mayorías políticas, el que va a reorganizar las placas tectónicas del sistema político argentino. “Este votante vota Milei muy preocupado por la agresividad del Presidente y reconoce que es un cierto salto de fe, pero tiene dos elementos fundamentales: la idea del sacrificio y de la esperanza”, afirma.
–Podría decirse que los votantes se esfuerzan y se sacrifican desde hace años. ¿Qué tiene de distinto esta vez?
–Sí, es un votante que reconoce que hace muchos años que está sacrificándose a sí mismo y a su familia, pero que siente que ahora llega el momento del sacrificio final. Milei fue inteligente en hacer una convocatoria al ciudadano de bien, al empoderamiento individual, aunque también hay empoderamiento colectivo. Hay un llamado al sufrimiento conjunto y una convocatoria en pos de la recuperación de la gloria argentina. Entonces, es el sacrificio final y ahí, al lado del sacrificio, está la esperanza. Milei es la esperanza final o la esperanza del desesperanzado. Subyace la idea de que tiene que ser ahora o nunca, de que la
Argentina está en un momento de declive, no solamente económico, sino también moral y de valores, y de que si no se sale ahora del fondo del pozo ya, todo se va a volver demasiado siniestro. La elasticidad que se le concede a Milei deriva de la convocatoria al sacrificio por una esperanza final. Y luego, del fuerte proceso de deshumanización de la oposición.
–¿Qué percibe la gente en la oposición?
–Que hay fundamentalmente una casta que es dañina, que es perjudicial, porque busca su propio beneficio, sin ningún prejuicio moral y ni escrúpulos. Ante eso, aunque haya un cierto malestar con la agresividad de las políticas de Milei, se lo tolera. Sus votantes ven enfrente una oposición que no puede manejar el país porque ya lo ha hecho y lo ha llevado a donde está.
–A lo largo de los años, el kirchnerismo tuvo una narrativa progresista que incluyó, entre otras cuestiones, ponerse al frente de una agenda de género. Ese discurso se vio sacudido por las denuncias de Fabiola Yañez por violencia contra el expresidente Alberto Fernández, que tramitan en la Justicia. ¿Cuánto provecho podrá sacar Milei de estos escándalos en pos de su narrativa? ¿O hay avances en la agenda de derechos inmunes a estos movimientos sísmicos?
–Este tema del feminismo lo medimos bastante en los grupos de mujeres conservadoras que han votado a Milei. Es muy interesante. Si ves la agenda de la extrema derecha mundial, el feminismo está en el centro neurálgico de la disputa. Hay una aceptación bastante convergente de varios sectores sociales, tanto progresistas como conservadores, de que la violencia machista existe, de que es una realidad y de que representa un problema que tiene que ser trabajado. Además de la violencia de género, hay otros consensos que pasan por encima de las ideologías: el tema de que la mujer tiene el derecho de ganar el espacio público, el mercado de trabajo, la independencia financiera. Sin embargo, hay otros elementos que crean divergencias enormes.
–¿Cuáles, exactamente?
–Por ejemplo, el papel del Estado en la organización de la lucha feminista provoca grandes divisiones. ¿Cuál es el papel del Estado en la violencia de género? ¿Hay que imponer cotas? ¿Debería tener un rol más punitivo? ¿Debería existir un Ministerio de la Mujer o no? Las feministas pasan por un momento de “deshumanización”: la extrema derecha las estigmatiza mucho como violentas, agresivas, dependientes del Estado, “parásitas”. Esta es otra cuestión que divide mucho. Es cierto que una lucha por el género es importante, pero, por otro lado, la crítica de la extrema derecha es que hay un cierto exceso, una cierta radicalidad, una cierta imposición, una cierta intolerancia por parte de estos movimientos. Entonces, el primer beneficio del oficialismo se produce en este votante que llamamos “pendular”, un poco oscilante, que votó antes al peronismo pero que ahora, frustrado, votó a Milei. Todo este escándalo de Alberto Fernández, básicamente, coloca otra vez sobre la mesa el tema de la corrupción moral
–La Argentina es hoy un laboratorio a cielo abierto de un fenómeno global, pero que aquí tiene algunas singularidades. ¿Cómo describirías específicamente el “fenómeno Milei”?
–Milei sigue el guion de los outsiders de las nuevas extremas derechas mundiales de una forma bastante clara para los que estudiamos este fenómeno a nivel global. Es cierto que cuando estudiás comparativamente estos personajes hay elementos compartidos, pero cada uno de ellos calibra de modo diferente los diversos elementos. En algunos países, como por ejemplo Brasil, hay un peso muy grande de valores morales o religiosos, lo que llamamos la “pentecostalización” de la política. Sin embargo, en la Argentina hay un peso muy fuerte de toda una percepción de la economía. Milei se autocalifica de primer presidente libertario de la historia y es evidente el peso que le da a todo el relato y la narrativa del Estado: el Estado como agente empobrecedor, como aquel que te empequeñece, como el culpable de la mediocridad. Otros outsiders de las extremas derechas también tienen ese discurso, pero Milei le da una potencia mucho mayor. Hay otra cosa interesante: al ser economista, adopta un perfil profesoral o pastoral. Milei mismo se coloca en ese lugar, que es bastante poco frecuente. Y luego le da mayor fuerza a estos dos elementos apelando a lo que nosotros llamamos “el triángulo de la enemistad en la Argentina”, que él elabora en base a tres vértices.
–¿Cuáles son esos vértices?
–El primer vértice es el del Estado empobrecedor, empequeñecedor. El segundo es “la casta”, que básicamente es todo aquel grupo, muy polisémico y muy flexible, porque puede ser el político, el sindicalista, la feminista, el periodista, que desde el discurso de Milei tiene en común la corrupción moral de los principios, la subversión de los valores éticos, y que fundamentalmente utiliza el Estado para el propio beneficio y el propio interés. Y el tercer vértice del triángulo de la enemistad son “los parásitos”. Es decir, los planeros, los ñoquis, los que viven del curro, que es justamente lo que cierra la ecuación de la gran figura del enemigo. Y luego, evidentemente, otro factor fundamental del fenómeno es la crisis económica.
–¿Cómo reelabora Milei la interpretación de la crisis económica? ¿Cómo amasa una narrativa nueva en torno a esto que, en definitiva es un problema antiguo en la Argentina?
–Pues lo trata no solo como una crisis meramente económica, sino como el gran factor del desorden. Para los outsiders es muy importante la dicotomía orden-desorden. Lo que hacen básicamente es que radiografían los diferentes traumas y los presentan al público ante la variable del desorden existencial. Milei utiliza la crisis económica justamente para eso. La inflación, por ejemplo, es el gran cristalizador del desorden. ¿Qué representa la crisis económica que la Argentina ha vivido estos últimos años? Pues justamente es básicamente eso, la simbología de la decadencia y del desorden. Y luego, veo algo que quizá es un poco más original o auténtico en Milei que en otros outsiders, y es su discurso religioso-mesiánico. Es bastante común, lo vemos ahora en Trump, por ejemplo, pero en Milei es mucho más pragmático y utilitario. Se da cuenta de que este discurso mesiánico es muy efectivo y al mismo tiempo muy afectivo, tiene un gran potencial movilizador. Pero me parece sospechar que Milei no solo tiene un discurso utilitario desde el punto de vista de lo mesiánico, sino que él se reconoce en este papel profético. Es como si él, de hecho, reconociese que tiene una tarea profética, mesiánica, un poco apostolada. Una misión: salvar a la Argentina de la decadencia gracias a la libertad, una tarea que amplía al abarcar en su perspectiva a Occidente como un todo.
–Esto es común a otros liderazgos de este tipo, ¿no?
–Sí, la extrema derecha está ahora muy embarcada en este tema de “salvar a Occidente de la decadencia”. Pero Milei se coloca en un lugar que resulta bastante novedoso. Se presenta como articulador desde un país de la periferia, un profeta de este salvacionismo internacional occidental que propone esta nueva extrema derecha.
–Por último, ¿observan en los grupos focales alguna inquietud por temas institucionales, como por ejemplo los ataques a la prensa?
–La verdad que, más allá de lo económico, hay escasa preocupación por otros temas. Todo pivotea mucho alrededor del tema de la economía, la organización del Estado y la reorganización de la vida cotidiana familiar. Fundamentalmente, la educación y la salud. Otros temas, como la libertad de prensa, prácticamente no aparecen como un elemento de preocupación social. Pero te diría que otra preocupación que sí aparece entre la gente es la inestabilidad de la política. Entonces, aunque los que apoyan al Gobierno creen que Milei tenía que enfrentar ese “triángulo de la enemistad”, también creen que la inestabilidad y la agresividad excesiva es muy peligrosa. Entonces, más que una preocupación con el orden institucional, hay una preocupación con la inestabilidad política y con el desorden social que eso puede generar después
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