El planteo para ampliar la Corte traba los pliegos
Los bloques piden participar y se demoran los casos Lijo y García-Mansilla
Damián Nabot y Maia Jastreblansky
El Gobierno ingresó en una pulseada tácita con el kirchnerismo, que reclama que se sumen mujeres a la Corte Suprema para aprobar los pliegos de Ariel Lijo y Manuel García-Mansilla. En las últimas horas, otros bloques del Senado pidieron formar parte de una negociación a varias bandas. La Casa Rosada quería que primero se aprobaran los candidatos de Milei, pero los planteos para ampliar el máximo tribunal complican los planes del Poder Ejecutivo.
La negociación en torno a la Corte Suprema se trabó en la discusión sobre el huevo y la gallina. ¿Qué viene primero? El Gobierno quisiera que se aprueben los pliegos del juez federal Ariel Lijo y del catedrático Manuel García-Mansilla para, recién allí, habilitar una discusión sobre la ampliación del máximo tribunal y otros cargos sensibles en la Justicia. Y el kirchnerismo desliza que solo aportará los votos si primero se modifica el menú de candidatos o si se “agranda el combo” de vacantes a llenar.
Desde el Instituto Patria deslizaron que podrían votar a Lijo si los libertarios desisten del pliego de García-Masilla, de perfil conservador, para reemplazarlo por otro del gusto del peronismo. De lo contrario, Cristina Kirchner hizo una contraoferta: apoyar a los dos candidatos del Gobierno y sumar en la Corte a dos mujeres fieles a su sector.
Una sería la exsenadora María de los Ángeles Sacnun, una de las voces más duras contra el Poder Judicial durante su paso por el Congreso: lo acusaba de ser “el más desprestigiado” de los tres poderes.
No termina ahí. La expresidenta quisiera también arrojar sobre la mesa de negociación las vacantes en los juzgados federales y el cargo del procurador general de la Nación, el jefe de los fiscales, que quedó en manos del procurador interino Eduardo Casal.
El Gobierno no rechaza una negociación más amplia a futuro. Pero insiste en aprobar primero los pliegos que envió Javier Milei. “Si se abre esto ahora, no se termina más”, se atajaban en el Gobierno. ¿El huevo o la gallina?
En esa pulseada tácita estaban las dos terminales, sin resolver el dilema, cuando otros actores intercedieron con sus propias motivaciones. La UCR y una parte del peronismo no K –que tiene capacidad de bloqueo en el Senado– se mostraron decididos a entrar en las negociaciones. También el massismo asomó en la trama. Ahora es una discusión a varias bandas que deja en un pantano a Lijo y Mansilla.
El principal operador de la Casa Rosada es el viceministro de Justicia, Sebastián Amerio, un hombre del riñón del estratega Santiago Caputo. Él pasó muchas horas de esta semana en el Senado, en el despacho del jefe del bloque libertario, Ezequiel Atauche, y trató de sumar voluntades en la Comisión de Acuerdos para que Lijo y García-Mansilla obtuvieran dictamen. No lo consiguió. “Hubo bloques que creyeron, erróneamente, que el Gobierno había cerrado un acuerdo con el kirchnerismo. Pero eso nunca estuvo. Ahora todos quieren pulsear para tener un lugar en una Corte ampliada”, se quejó un funcionario libertario al finalizar la semana. Si el Poder Ejecutivo creía tener garantizados los votos, ahora retrocedió varios casilleros porque hubo senadores radicales y peronistas que comenzaron a retacear sus apoyos.
Según pudo saber hacia el final de la semana el Gobierno se resignó a la idea de discutir la ampliación de la Corte. “Si todos los sectores políticos quieren ampliar y se va armando un consenso, la Casa Rosada no puede frenarlo. Eso sí, para ampliar a la Corte hace fal- ta una ley”, dijo un funcionario que viene siguiendo el tema.
Modelo estadounidense
De hecho, en la Casa Rosada se mencionó la posibilidad de llevar el máximo tribunal a nueve miembros –el modelo estadounidense– para que todos queden conformes. Si este megaplán avanzara, se apuntaría a una Corte “multipartidaria”.
Mientras se abre la discusión, los libertarios intentarán otra vez, la semana próxima, conseguir dictamen para Lijo y García-Mansilla.
Entre el Gobierno y el Instituto Patria hubo canales de diálogo, pero nunca se llegó a sellar un pacto. Además de tocar las puertas del Senado, Amerio conoce a su antecesor en el cargo, el actual ministro de Justicia bonaerense Juan Martín Mena, hombre de confianza de Cristina. “Amerio hizo sondeos, no cerró acuerdos”, aseguró un colaborador oficial al tanto de esos diálogos.
Sin definiciones claras, otros que se sintieron fuera del mercado buscaron entrar. El titular de la UCR y miembro de la comisión de Acuerdos, Martín Lousteau, le abrió el juego a su partido y terminó exigiendo mujeres en la Corte.
En el kirchnerismo, en tanto, apuntaron a Sergio Massa cuando desmintieron que el senador Eduardo “Wado” de Pedro quisiera postularse para la Corte. Interpretaron que Massa buscó colarse en la negociación y que, por eso, se encargó de alimentar un rumor contra De Pedro, del riñón de Cristina.
“No hay funcionarios kirchneristas en el gobierno de Milei. Si alguno continúa en el cargo, tal vez deberían consultar al Frente Renovador”, lanzó De Pedro en la red social X. Teléfono para Massa, que conservaría más cargos en el Gobierno que cualquier otra fuerza política.
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En medio del debate, se abre la disputa por la presidencia
El mandato de Rosatti vence en septiembre; algunos hablan de un período provisional hasta que se complete la integración de la Corte
El Gobierno ingresó en una pulseada tácita con el kirchnerismo, que reclama que se sumen mujeres a la Corte Suprema para aprobar los pliegos de Ariel Lijo y Manuel García-Mansilla. En las últimas horas, otros bloques del Senado pidieron formar parte de una negociación a varias bandas. La Casa Rosada quería que primero se aprobaran los candidatos de Milei, pero los planteos para ampliar el máximo tribunal complican los planes del Poder Ejecutivo.
La negociación en torno a la Corte Suprema se trabó en la discusión sobre el huevo y la gallina. ¿Qué viene primero? El Gobierno quisiera que se aprueben los pliegos del juez federal Ariel Lijo y del catedrático Manuel García-Mansilla para, recién allí, habilitar una discusión sobre la ampliación del máximo tribunal y otros cargos sensibles en la Justicia. Y el kirchnerismo desliza que solo aportará los votos si primero se modifica el menú de candidatos o si se “agranda el combo” de vacantes a llenar.
Desde el Instituto Patria deslizaron que podrían votar a Lijo si los libertarios desisten del pliego de García-Masilla, de perfil conservador, para reemplazarlo por otro del gusto del peronismo. De lo contrario, Cristina Kirchner hizo una contraoferta: apoyar a los dos candidatos del Gobierno y sumar en la Corte a dos mujeres fieles a su sector.
Una sería la exsenadora María de los Ángeles Sacnun, una de las voces más duras contra el Poder Judicial durante su paso por el Congreso: lo acusaba de ser “el más desprestigiado” de los tres poderes.
No termina ahí. La expresidenta quisiera también arrojar sobre la mesa de negociación las vacantes en los juzgados federales y el cargo del procurador general de la Nación, el jefe de los fiscales, que quedó en manos del procurador interino Eduardo Casal.
El Gobierno no rechaza una negociación más amplia a futuro. Pero insiste en aprobar primero los pliegos que envió Javier Milei. “Si se abre esto ahora, no se termina más”, se atajaban en el Gobierno. ¿El huevo o la gallina?
En esa pulseada tácita estaban las dos terminales, sin resolver el dilema, cuando otros actores intercedieron con sus propias motivaciones. La UCR y una parte del peronismo no K –que tiene capacidad de bloqueo en el Senado– se mostraron decididos a entrar en las negociaciones. También el massismo asomó en la trama. Ahora es una discusión a varias bandas que deja en un pantano a Lijo y Mansilla.
El principal operador de la Casa Rosada es el viceministro de Justicia, Sebastián Amerio, un hombre del riñón del estratega Santiago Caputo. Él pasó muchas horas de esta semana en el Senado, en el despacho del jefe del bloque libertario, Ezequiel Atauche, y trató de sumar voluntades en la Comisión de Acuerdos para que Lijo y García-Mansilla obtuvieran dictamen. No lo consiguió. “Hubo bloques que creyeron, erróneamente, que el Gobierno había cerrado un acuerdo con el kirchnerismo. Pero eso nunca estuvo. Ahora todos quieren pulsear para tener un lugar en una Corte ampliada”, se quejó un funcionario libertario al finalizar la semana. Si el Poder Ejecutivo creía tener garantizados los votos, ahora retrocedió varios casilleros porque hubo senadores radicales y peronistas que comenzaron a retacear sus apoyos.
Según pudo saber hacia el final de la semana el Gobierno se resignó a la idea de discutir la ampliación de la Corte. “Si todos los sectores políticos quieren ampliar y se va armando un consenso, la Casa Rosada no puede frenarlo. Eso sí, para ampliar a la Corte hace fal- ta una ley”, dijo un funcionario que viene siguiendo el tema.
Modelo estadounidense
De hecho, en la Casa Rosada se mencionó la posibilidad de llevar el máximo tribunal a nueve miembros –el modelo estadounidense– para que todos queden conformes. Si este megaplán avanzara, se apuntaría a una Corte “multipartidaria”.
Mientras se abre la discusión, los libertarios intentarán otra vez, la semana próxima, conseguir dictamen para Lijo y García-Mansilla.
Entre el Gobierno y el Instituto Patria hubo canales de diálogo, pero nunca se llegó a sellar un pacto. Además de tocar las puertas del Senado, Amerio conoce a su antecesor en el cargo, el actual ministro de Justicia bonaerense Juan Martín Mena, hombre de confianza de Cristina. “Amerio hizo sondeos, no cerró acuerdos”, aseguró un colaborador oficial al tanto de esos diálogos.
Sin definiciones claras, otros que se sintieron fuera del mercado buscaron entrar. El titular de la UCR y miembro de la comisión de Acuerdos, Martín Lousteau, le abrió el juego a su partido y terminó exigiendo mujeres en la Corte.
En el kirchnerismo, en tanto, apuntaron a Sergio Massa cuando desmintieron que el senador Eduardo “Wado” de Pedro quisiera postularse para la Corte. Interpretaron que Massa buscó colarse en la negociación y que, por eso, se encargó de alimentar un rumor contra De Pedro, del riñón de Cristina.
“No hay funcionarios kirchneristas en el gobierno de Milei. Si alguno continúa en el cargo, tal vez deberían consultar al Frente Renovador”, lanzó De Pedro en la red social X. Teléfono para Massa, que conservaría más cargos en el Gobierno que cualquier otra fuerza política.
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En medio del debate, se abre la disputa por la presidencia
El mandato de Rosatti vence en septiembre; algunos hablan de un período provisional hasta que se complete la integración de la Corte
Hernán CappielloAriel Lijo, el día que defendió su pliego en el Senado
En la Corte Suprema dicen que no están preocupados por el debate en el Senado sobre la postulación del juez Ariel Lijo y el jurista Manuel García-Mansilla para integrar el tribunal. Ni en la oficina de Ricardo Lorenzetti, el juez de la Corte que convenció al presidente Javier Milei de la conveniencia de la candidatura de Lijo, ni entre los otros jueces, Horacio Rosatti, Carlos Rosenkrantz y Juan Carlos Maqueda. A pesar de que nadie dice estar pendiente de lo que ocurre en el Senado, a pocas cuadras, en el Palacio de Justicia ya se prepara la elección del presidente de la Corte. El mandato de Rosatti vence a fin de septiembre, por lo que en la segunda quincena de este mes o antes se elegirá al titular del máximo tribunal.
Hoy son suficientes tres votos para que sea Rosatti o Rosenkrantz, ya que Lorenzetti no cuenta con el favor de sus colegas, con quienes mantiene un enfrentamiento enconado desde que perdió la presidencia y que se agravó el último año con sonoras disidencias por asuntos de gestión, por la obra social del Poder Judicial, por la pérdida de poder sobre la administración del tribunal y por expresiones de Rosatti durante la campaña electoral de 2023.
Cerca de Lorenzetti la idea es que el futuro presidente sea interino, pues da por descontado que en caso de que Lijo y García-Mansilla Mansilla lleguen a la Corte cambiarán las mayorías en el tribunal y su postura no será tan solitaria como hasta ahora. “Se puede prorrogar el mandato de Rosatti hasta que vengan los demás y después se elegirá”, dicen cerca de Lorenzetti.
En el resto de la Corte desafían: “Si hay cambios en la Corte, será presidente el que consiga una mayoría”.
Eso si se aprueban los pliegos de Lijo y entra ahora, y si ocurre lo mismo con García-Mansilla, que podría recién ingresar el 1° de enero del año próximo, tras la jubilación de Maqueda a los 75 años.
Ahora las energías están puestas además en cerrar el presupuesto del Poder Judicial 2025, ya que hoy trabajan con el de 2023, prorrogado y sin ajustes. Otro tema de enfrentamiento y negociación con el Poder Ejecutivo.
Tres de los cuatro jueces de la Corte compartieron dos días enteros en San Juan, donde se realizó el XXIV Encuentro Nacional de Jueces de Cámara de Tribunales Orales Federales de la Argentina. Expuso Rosatti, que dijo que el Gobierno no los consulta lo suficiente, y luego compartió panel con Rosenkrantz.
Más tarde habló Lorenzetti, sobre el estrés al que está sometido al Poder Judicial por la falta de cobertura de las vacantes. Por la noche hubo una cena formal, donde compartieron la mesa Lorenzetti y Rosenkrantz con el resto de los magistrados, incluido el presidente de la Cámara de Casación Mariano Borinsky y el de la Asociación de Magistrados, Andrés Basso.
Juran algunos de los presentes que en la mesa no se tocó el tema de Lijo y García-Mansilla. Tal vez no fue el tema general de la mesa, pero sí motivó comentarios entre comensales que cuchicheaban codo a codo sobre las alternativas de las audiencias públicas.
Lorenzetti está convencido de que el pliego de ambos candidatos va a pasar el Senado. Como ocurrió con Rosatti y Rosenkrantz cuando asumió Macri, que llevó un tiempo, pero fueron aprobados. E incluso su optimismo va más allá, pues cerca de Lorenzetti creen que el Gobierno no va a tener que ampliar la Corte para conseguir los votos.
Por lo pronto, en el Senado otro parece ser el escenario. El Gobierno mantiene su idea: van los dos o ninguno (Lijo y García-Mansilla), quiere que le firmen los pliegos en la Comisión de Acuerdos (necesita nueve votos) y entonces está dispuesto a poner sobre la mesa la negociación por la Corte ampliada, el procurador o incluso parte de los 143 pliegos de jueces nacionales y federales, cuyas ternas ya aprobó el Consejo de la Magistratura y descansan en el Poder Ejecutivo. Son la mitad de las vacantes. Así cree que conseguirá los dos tercios en el recinto.
En la oposición, por el contrario, no están dispuestos a firmar los pliegos en comisión si no hay un acuerdo más amplio antes. Quieren cobrar por adelantado los beneficios de la negociación y no quedarse con una promesa para después. Están frenadas las posiciones, como en el chicken game, donde dos autos lanzados en velocidad aceleran en sentidos opuestos y nadie está dispuesto a frenar para evitar el choque. Lo peor que puede pasar para el Gobierno es retirar los pliegos y asumir la derrota política. Para la oposición, el costo es casi nulo, aunque se privan de poder incidir ahora en la integración de la Corte.
Lejos de Lorenzetti, en la Corte miran el escenario desde afuera con la misma declamada falta de preocupación. Aunque son menos optimistas acerca de que los pliegos puedan ser aprobados. Al contrario, la lectura es que el Gobierno avanzó como si ya tuviera cerrados todos los acuerdos hasta que esta semana, tras las audiencias públicas, se dio cuenta de que no tenía nada de nada.
Anab el FernándezSa gas ti, la senadora más cercana a Cristina Kirchner, lo dijo claramente en Futurock cuando aludió a que hay un proyecto con media sanción del Senado votado en septiembre de 2022 que establece que los integrantes de la Corte serán 15 jueces o juezas (y no 25 como figuraba en el dictamen de mayoría). Los actuales miembros de la Corte continúan en sus cargos, por lo que si la medida se aprueba en Diputados, se nombrarían los restantes hasta completar los 15 restantes.
Cristina Kirchner congeló la discusión. Hace ocho meses la expresidenta había quedado sepultada por la derrota electoral, y hoy se erige en la dirigente que concentra el poder que el Gobierno no supo conseguir en el Congreso mediante la política. El Gobierno conserva el favor de los votos y un apoyo que llega al 50 por ciento en las encuestas, pero le costó construir poder como para conseguir sus objetivos en el Congreso.
Hoy Cristina Kirchner tiene ese poder, del mismo modo que lo demostró la semana pasada Mauricio Macri. Cuando el expresidente se enteró de que desde la nueva SIDE del gobierno de Javier Milei estaban espiando en la Justicia las causas judiciales en su contra, se paró de manos y su tropa votó en contra del DNU que ampliaba a 100 millones de dólares los gastos reservados para la inteligencia.
Macri, que ya fue cuestionado por ser afecto a esa información cuando fue gobierno, advirtió que el mileísmo hacía lo mismo que el kirchnerismo, al buscar valerse de la Justicia para la persecución penal, y estalló. Fue una manera además de frenar a Santiago Caputo, el asesor de Javier Milei que controla la SIDE y que está enfrentado con Macri.
El mismo Santiago Caputo fue quien le ofreció a GarcíaMansilla ser juez de la Corte, junto con Sebastián Amerio, el viceministro de Justicia y su delegado en el ministerio, que la semana pasada juntó millas como nunca en su transitar entre los despachos de la Casa Rosada, el Senado y el Ministerio de Justicia en busca de los votos en fuga.
En la Corte Suprema dicen que no están preocupados por el debate en el Senado sobre la postulación del juez Ariel Lijo y el jurista Manuel García-Mansilla para integrar el tribunal. Ni en la oficina de Ricardo Lorenzetti, el juez de la Corte que convenció al presidente Javier Milei de la conveniencia de la candidatura de Lijo, ni entre los otros jueces, Horacio Rosatti, Carlos Rosenkrantz y Juan Carlos Maqueda. A pesar de que nadie dice estar pendiente de lo que ocurre en el Senado, a pocas cuadras, en el Palacio de Justicia ya se prepara la elección del presidente de la Corte. El mandato de Rosatti vence a fin de septiembre, por lo que en la segunda quincena de este mes o antes se elegirá al titular del máximo tribunal.
Hoy son suficientes tres votos para que sea Rosatti o Rosenkrantz, ya que Lorenzetti no cuenta con el favor de sus colegas, con quienes mantiene un enfrentamiento enconado desde que perdió la presidencia y que se agravó el último año con sonoras disidencias por asuntos de gestión, por la obra social del Poder Judicial, por la pérdida de poder sobre la administración del tribunal y por expresiones de Rosatti durante la campaña electoral de 2023.
Cerca de Lorenzetti la idea es que el futuro presidente sea interino, pues da por descontado que en caso de que Lijo y García-Mansilla Mansilla lleguen a la Corte cambiarán las mayorías en el tribunal y su postura no será tan solitaria como hasta ahora. “Se puede prorrogar el mandato de Rosatti hasta que vengan los demás y después se elegirá”, dicen cerca de Lorenzetti.
En el resto de la Corte desafían: “Si hay cambios en la Corte, será presidente el que consiga una mayoría”.
Eso si se aprueban los pliegos de Lijo y entra ahora, y si ocurre lo mismo con García-Mansilla, que podría recién ingresar el 1° de enero del año próximo, tras la jubilación de Maqueda a los 75 años.
Ahora las energías están puestas además en cerrar el presupuesto del Poder Judicial 2025, ya que hoy trabajan con el de 2023, prorrogado y sin ajustes. Otro tema de enfrentamiento y negociación con el Poder Ejecutivo.
Tres de los cuatro jueces de la Corte compartieron dos días enteros en San Juan, donde se realizó el XXIV Encuentro Nacional de Jueces de Cámara de Tribunales Orales Federales de la Argentina. Expuso Rosatti, que dijo que el Gobierno no los consulta lo suficiente, y luego compartió panel con Rosenkrantz.
Más tarde habló Lorenzetti, sobre el estrés al que está sometido al Poder Judicial por la falta de cobertura de las vacantes. Por la noche hubo una cena formal, donde compartieron la mesa Lorenzetti y Rosenkrantz con el resto de los magistrados, incluido el presidente de la Cámara de Casación Mariano Borinsky y el de la Asociación de Magistrados, Andrés Basso.
Juran algunos de los presentes que en la mesa no se tocó el tema de Lijo y García-Mansilla. Tal vez no fue el tema general de la mesa, pero sí motivó comentarios entre comensales que cuchicheaban codo a codo sobre las alternativas de las audiencias públicas.
Lorenzetti está convencido de que el pliego de ambos candidatos va a pasar el Senado. Como ocurrió con Rosatti y Rosenkrantz cuando asumió Macri, que llevó un tiempo, pero fueron aprobados. E incluso su optimismo va más allá, pues cerca de Lorenzetti creen que el Gobierno no va a tener que ampliar la Corte para conseguir los votos.
Por lo pronto, en el Senado otro parece ser el escenario. El Gobierno mantiene su idea: van los dos o ninguno (Lijo y García-Mansilla), quiere que le firmen los pliegos en la Comisión de Acuerdos (necesita nueve votos) y entonces está dispuesto a poner sobre la mesa la negociación por la Corte ampliada, el procurador o incluso parte de los 143 pliegos de jueces nacionales y federales, cuyas ternas ya aprobó el Consejo de la Magistratura y descansan en el Poder Ejecutivo. Son la mitad de las vacantes. Así cree que conseguirá los dos tercios en el recinto.
En la oposición, por el contrario, no están dispuestos a firmar los pliegos en comisión si no hay un acuerdo más amplio antes. Quieren cobrar por adelantado los beneficios de la negociación y no quedarse con una promesa para después. Están frenadas las posiciones, como en el chicken game, donde dos autos lanzados en velocidad aceleran en sentidos opuestos y nadie está dispuesto a frenar para evitar el choque. Lo peor que puede pasar para el Gobierno es retirar los pliegos y asumir la derrota política. Para la oposición, el costo es casi nulo, aunque se privan de poder incidir ahora en la integración de la Corte.
Lejos de Lorenzetti, en la Corte miran el escenario desde afuera con la misma declamada falta de preocupación. Aunque son menos optimistas acerca de que los pliegos puedan ser aprobados. Al contrario, la lectura es que el Gobierno avanzó como si ya tuviera cerrados todos los acuerdos hasta que esta semana, tras las audiencias públicas, se dio cuenta de que no tenía nada de nada.
Anab el FernándezSa gas ti, la senadora más cercana a Cristina Kirchner, lo dijo claramente en Futurock cuando aludió a que hay un proyecto con media sanción del Senado votado en septiembre de 2022 que establece que los integrantes de la Corte serán 15 jueces o juezas (y no 25 como figuraba en el dictamen de mayoría). Los actuales miembros de la Corte continúan en sus cargos, por lo que si la medida se aprueba en Diputados, se nombrarían los restantes hasta completar los 15 restantes.
Cristina Kirchner congeló la discusión. Hace ocho meses la expresidenta había quedado sepultada por la derrota electoral, y hoy se erige en la dirigente que concentra el poder que el Gobierno no supo conseguir en el Congreso mediante la política. El Gobierno conserva el favor de los votos y un apoyo que llega al 50 por ciento en las encuestas, pero le costó construir poder como para conseguir sus objetivos en el Congreso.
Hoy Cristina Kirchner tiene ese poder, del mismo modo que lo demostró la semana pasada Mauricio Macri. Cuando el expresidente se enteró de que desde la nueva SIDE del gobierno de Javier Milei estaban espiando en la Justicia las causas judiciales en su contra, se paró de manos y su tropa votó en contra del DNU que ampliaba a 100 millones de dólares los gastos reservados para la inteligencia.
Macri, que ya fue cuestionado por ser afecto a esa información cuando fue gobierno, advirtió que el mileísmo hacía lo mismo que el kirchnerismo, al buscar valerse de la Justicia para la persecución penal, y estalló. Fue una manera además de frenar a Santiago Caputo, el asesor de Javier Milei que controla la SIDE y que está enfrentado con Macri.
El mismo Santiago Caputo fue quien le ofreció a GarcíaMansilla ser juez de la Corte, junto con Sebastián Amerio, el viceministro de Justicia y su delegado en el ministerio, que la semana pasada juntó millas como nunca en su transitar entre los despachos de la Casa Rosada, el Senado y el Ministerio de Justicia en busca de los votos en fuga.
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